Incidentes aislados y conocidos que se repelen - priv

Separó los labios cuando se movió, soltando un jadeo y clavando un poco más los dedos en su piel. Se sentía extraño, extraño pero agradable, como una agradable corriente electrica bajo su piel que le causaba cosquillas.

- Se siente bien - murmuró después de una pequeña risa - no duele y no tengo miedo, funcionó. - Entonces gimió cerrando los ojos con una mueca de placer - muevete más... - pidió.

-No, si te lo doy todo de golpe luego no tendrás nada.-susurré en su oído moviéndome incluso más lento, quería que rogara desesperado por sentirme dentro destrozando su interior y regalándole gemidos que le hundieran en el placer más lascivo.-Quiero que gimas de tal forma que eso me haga correrme.-susurré moviéndome un poco más, sólo un poco, mientras hundía mis brazos en el colchón tomando impulso.

Comencé a cantar en susurros, provocando con mi canto intentando hipnotizar y dejarlo caer a mi merced. Mezclar ambos conceptos, mi voz y placer, para que nada más escucharme hablar quisiera que le rodeara y besara rogándole que fuera mío.

- Pero - protestó, quería más rapidez, el cuerpo se lo pedía y no sbía bien por que, pero dejó de quejarse y desconectó totalmente por esa canción susurrada. Gimió sensual, sintiendo un calor que le quemaba desde dentro, no era la velocidad pues aún iba algo lento, era su voz la que le calentaba de esa forma.

Hundiendo un poco la cabeza en la almohada se arqueó un poco bajo su cuerpo. Abrazandole mejor antes de empezar a mover la cadera, a la misma velocidad pero en sentido contrario. - Sigue cantando, por favor - pidió en un jadeo, con los ojos cerrados y concentrado en esa voz que le calentaba desde dentro, erizandole la piel y excitandole junto a sus movimientos.

Acaricié sus cabellos y su rostro, lo hice para que notara también ternura en mis caricias y no sólo lascivia. Quería que estuviera domado y que no consintiera que otro le tocara, porque no era como debía hacerlo.

Mis movimientos comenzaron a ser más rápidos y profundos, eran como oleadas para él junto con aquella canción. Una vieja canción que llamaba al sexo, al deseo, y a la vez al amor más puro e ilógico. Deseaba que se viniera sólo por sentirse cuidado, protegido y a la vez excitado por como se lo hacía... no sólo por el placer.

Mis ojos se hundían en los suyos, mis labios saboreaban los suyos y jadeé antes de continuar con esa canción. Él no lo sabía, pero era un buen truco. Si bien, no era lo único que le iba a regalar de mí.

Abrió los ojos al sentir sus caricias, clavando los ojos en él mientras jadeaba pero volvió a cerrarlos muy pronto. No podía mantenerlos abiertos por su movimiento, comenzando a deshacerse en gemidos sin poder ni querer evitarlo. Se retorcía un poco bajo su cuerpo sin dejar de mover la cadera mientras sus dedos se clavaban en aquella espalda, arañandola y acariciandole a la vez.

- Más por favor...más, sigue - rogó cambiando los jadeos por gemidos , con los labios entreabiertos y las mejillas rojas.

En ese momento comencé un ritmo que sabía que sería rápido para él, lo hice porque quería más y también por esos gemidos que me regalaba. Parecía un puñetero ángel de esos que te complacen hasta quedar con las piernas cansadas. Me movía rápido regalándole un ritmo que con un humano no podría llevar, algo que sólo yo podía mantener al ser un vampiro. Claro que también podían llevarlo otros no-muertos, pero solían olvidarse de los límites humanos.

-Así, así pequeño.-susurré sonriendo al verlo temblar bajo mi cuerpo.

Sus gemidos se incrementaron igual que el ritmo, haciendole temblar y contornearse en la cama, movía la cabeza a los lados arañandole la espalda y abrazando le la cadera con las piernas.

- Joder - murmuró desquiciado mirandole con los ojos entrecerrados, el pelo revuelto y sudor perlandole el cuerpo. Le temblaban las piernas, igual que casi todo el cuerpo, su corazón bombeaba fuerte y le faltaba el aire pero quería más de ese placer que le daba.

Me iba a venir sólo con verlo, tenía un aspecto casi divino. Me relajaba su presencia y a la vez me aturdía, pero en la cama estaba desquiciandome cada vez más. Mi plan de darle el mejor sexo estaba cambiando a tener ambos uno de esos polvos que se recuerdan con ganas.

-Rubio, eres torpe en todo menos en esto.-lo decía por su forma de moverse, lo hacía por instinto y lo notaba.-Eres delicioso, pequeño.-murmuré antes de morder su cuello para seguir cantando bajo, así como aumentando el ritmo.

- Cállate - murmuró cuando le dijo torpe mirandole con el ceño fruncido, su expresión cambió radicalmente cuando aceleró sus movimientos. Sus gemidos eran altos, casi gritos, y se sentía morir de puro placer, como si su corazón fuera a pararse o a fundirse en el colchón por culpa del calor que le recorría.

- Amaury - arqueandose en la cama algo desquiciado - joder, voy a morirme - murmuró totalmente hundido en placer, a punto de venirse, se notaba en su expresión, sus músculos algo tensos, sus movimientos y como clavaba los talones en la cama alzando la cadera un poco.

Verlo así, tan lleno de placer, me hacia tener ganas de notar como se venía porque cada poro de su piel gritaba eso. Acariciaba su cuerpo hasta que me aferré a las sábanas y me moví con más profundidad y ritmo.

-¡Vamos! ¡Córrete!-gruñí antes de besarlo sacándole el aliento, incluso su alma parecía ser mía.-¡Te quiero!-jadee de jando mi frase a medias.- ¡Te quiero lleno de placer!

Y acabó desquiciandose del todo, rompiendose la garganta en gritos de placer y clavando la cabeza en la almohada. Clavó los talones en la almohada, arqueandose y arañandole la espalda se corrió, todo su cuerpo se tensó para luego relajarse dejando un alto gemido suspendido en el aire. Un orgasmo que le arroyo dejandole desubicado, un orgasmo que no olvidaría fácilmente y sería difícil de superar.

Como le dije gozaría de una forma demasiado brutal y que no podría dejar de pensar en mi, en mi lecho, y en mi voz. Gruñí bien alto mostrando mis colmillos empujando mi miembro contra él, terminando bien profundo notando como se retorcía.

-Esto no lo vas a sentir con otro.-se lo dije bien claro.-Ten claro eso, rubito.-mordí su cuello bebiendo unas gotas.-Eres deliciosi.-dije como halago apartándome de él.

Un intenso escalofrío le recorrió cuando el castaño terminó en su interior, acompañandolo con un bajito gemido. No le respondió de primeras, ya que se concentraba en recuperar el aire y en intentar que su corazón volviera a su pulso normal.

- Muy seguro estás, no podré saberlo si no he probado - contestó luego de ese pequeño trago que le arrancó una mueca, su voz estaba inestable. - Tienes agua o algo de beber, lo agradecería mucho, creo que me he jodido la garganta - sentandose y palpando su garganta, seca e irritada por los gemidos que había gritado. Preguntandose internamente si ahora le diría que se fuera, Amaury ya había conseguido lo que quería al fin y al cabo.

Era muy cabezón, como él solo. Mis manos le recorrían deseando más, porque siempre quería más y no me importaba demostrarlo.

Me pegué a él, lo acariciaba con ganas. Mis besos siguieron sacándole el aire mientras es cuchsba su petición.

-Bebe del grifo del lavabo, a veces lo uso para mojarme el pelo y lavarme con agua fría.-no me iba a poner tierno llevándolo allí, bastante había hecho y él no era muy distinto a los demás... salvo que sus ojos me perdían, como su tacto o su aroma y eso era raro.

Tenía la sensación de estar en la cama con un pulpo, solo que esas manos no tenían chuponas pero igualmente se pegaban a su piel, igual que sus labios que le robaban el aire.

- Ok, es esa puerta no? - preguntó señalandola antes de acercarse al filo de la cama. ¿Aguantaría en pie o no le aguantarían las piernas el peso? las notaba algo temblorosas aún... pero aguantaron. - Ya vengo - carraspeando antes de meterse en el baño con algo de vergüenza de pasearse en bolas delante de él.

Me quedé mirándole, ese contoneo de su culo me daban ganas de más. Pero el día venía y el cansancio me hacía caer.

Me sobé, el sueño me pudo y me quedé profundamente dormido. Tenía el sabor de su piel en mis labios, el calor y olor de su cuerpo en mis sábanas. Eso me dejó con una buena sonrisa, pero yo no sabía a que se debía.

Bebió bastante agua además de refrescarse la cara en aquel lavabo, estaba muy sudado, pegajoso y también cansado, quería dormir. Luego de morrse fijamente un rato al espejo que había sobre el lavabo salió a la habitación.

- Amaury? - ubiendo a l cama descubrió que este se había dormido, con una sonrisa bonita en los labio que se le contagió. - Duerme bien, yo regresaré a mi casa - murmuró apartandole el cabello del rostro sonriendo aún.

Se vistió y dejó un último beso en esos fríos labios, arropandole con las sabanas, junto a una nota en la mesilla.

"Amaury vuelvo a mi piso, necesito una buena ducha y descansar largo y tendido. No quiero molestarte así que lo hare en mi casa, gracias por la ayuda y por enseñarme que el sexo no es malo sino todo lo contrario. Te lo agradeceré en persona más tarde, nos vemos.

PD: Guardame la mariposa quieres? por la noche regresaré con los químicos para disecarla bien y que no se estropee. Gracias"

Y con esa nota se despidió volviendo a su casa, se ducho con agua caliente metiendose luego en la cama. No tardó ni medio segundo en quedarse dormido profundmente.

Me desperté sin él y fue raro, por primera vez me jodió hacerlo. Me di un buen baño antes de ver su nota. Empapado aún hizo que se corriera un tanto. Tomé la mariposa después de ponerme mi abrigo largo de cuero, así como el resto de cuero que me cubría. Más tarde subí al despacho con una idea clara, necesitaba aire porque eso que sentía me molestaba. Me di cuenta que me gustaba mucho, demasiado.

Fue un largo y reponedor sueño, cuando despertó era ya entrada la noche. Se espabiló preparandose una buena cena ya que su estómago empezaba a rugir en protesta por estar demaiado tiempo vacio, recogió un poco la casa y preparó las cosas para la mariposa, metiendolas en una mochila. Ya por último se vistió, unos pitillo grises escoceses, camiseta negra y chupa de cuero.

Mochila en espalda se dirigió al edificio. Estaba algo nerviosos por verle, no sabía como reaccionaría el castaño pues se había dado cuenta de que era muy inconstante, como el viento, así que no sabía que esperar. Se mordisqueaba los labios mientras recorría el pasillo hasta su despacho, pero eta vez no entró sino que preguntó a la secretaría si estaba ocupado.

Saqué de mi cajón una vieja libreta, estaba tan amarillenta y sucia que parecía romperse en mis manos. La letra que allí constaba, con tachones y también con el pulso de un drogadicto ansioso, era mía.

Allí, con letras tan rojas como mi sangre, escribí mil veces que no me dejara engañar porque el amor era peor que la mierda que me metía y volvía al más listo en idiota. Me juré a mi mismo que lo leería cuando sintiera que caía en la tontería.

-¡Pasa!-dije echando al fondo del cajón la libreta.

Nada más entrar le daría la jodida mariposa y lo haría frío, como si fuera sólo el nombre de una furcia en mi vieja cartera donde las contaba, como premios y medallas.

Bien, esta vez no le pillaría con las manos en la masa, cosa que gradecía. Le dio las gracias a la secretaria junto con una sonrisa y entró al despacho sonriendo aún. Había un cambio en él, un cambio notable a primera vista, no solo por las marcas de su cuello, sino por la sonrisa que le curvaba los labio y la relajación que se leía en su rostro. Toda la tensión dominante en el antes se había esfumado, se veía más brillante, como si se hubiera quitado un peso de encima.

- Hola - cerrando tras él - primeramente gracias por lo de ayer ¿has traido la mariposa? Traje las cosas para disecarla bien, quiero conservarla - la sonrisa bailoteó unos segundos en sus labios, notaba frialdad alrededor del castaño.

Sabía helar con la mirada, aunque le deseaba. Puse sobre la mesa el insecto envuelto en un pañuelo. Mis ojos eran inquisidores y crueles, mis actos fríos y milimetrados.

Cuando dejé aquello en la mesa pulsé el interfono para hablar con mi secretaria.

-Llama a Roxane, quiero verla.-fue lo único que dije. Pero más que lo dicho fue como. Una sonrisa canalla estaba en mis labios.-Y acompañe al torpe a la salida.

Había tenido razón al pensar que el castaño era imprevisible, ahora lo estaba siendo al portarse así, aunque tenía su lógica.

- Entiendo, ya tuviste lo que querías así que no tiene sentido seguir siendo mínimamente amable conmigo, ok - recogiendo la mariposa con todo el cuidado del mundo, ella no tenía culpa de que el castaño fuera un completo capullo. Entró la secretaria pero el apartó el brazo cuando ella le agarró - no hace falta, se salir solo. Las gracias que te di antes, no las retiro, sabré aprovechar bien el favor que me has hecho, me has abierto todo un mundo de posibiidades que ahora podre explorar. Aunque me hubiera gustado más teniendote de amigo pero ya me buscaré a alguien que realmente quiera serlo y no solo busque colarse entre mis pierna, caiste muy bajo al hacerme creer eso, bye.

Se hacía el digno, aunque acababa de herirle, realmente había creído que al menos podrían ser amigos, pero no le daría el gusto de llorar delante suya, no de nuevo. Salió del despacho sin decir nada más, con la mariposa acunad entre sus manos.

Me encendí en celos y todo el edificio tuvo un apagón momentáneo. ¿Otros? ¿Qué otros? ¡Él era mío! Yo le había hecho mío, muy mío.

-Haz lo que quieras.-susurré escuchando por el pasillo los taconazos de Roxane.

Era una vampiresa adicta al cuero y las botas de tacón, sus cabellos rojo fuego me daban ganas de tirar de ellos y sus ojos verdes eran demasiado intensos.

Pasó por el lado de Killian mostrando su tremendo escote, para cerrar la puerta y entrar en el despacho.

Su boca buscó la mía y mis manos sus pechos con descaro, quería tirarmela allí mismo y olvidar al rubio. Peri, nada más tener uno de sus pezones en mi boca recordé los gemidos y el rostro de ángel de Killian. Aparté a Roxane y salí pitando tras la pista del idiota que empezaba a querer.

Ese pequeño apagón le hizo mirar a su alrededor por un segundo pero no perdió tiempo en salir de allí, mirando al suelo cundo esa despampanante vampiresa pasó por su lado. Alta y totalmente curvilínea y ajustada, era de la que prometían sexo duro y bueno, nada comparado con él, primerizo y torpe.

Se metió la sala de curas, sería un buen sitio para ponerse con la mariposa, allí había pinzas, la única cosa que no había encontrado en su casa. Había dejado la mariposa sobre la mesa de metal, junto a la construcción donde ajustarla, el papel y los alfilerillos, mientras buscaba unas pinzas en los cajones metálicos. Ponerse disecarla le haría centrarse y así conseguiría calmarse y olvidar ese dolor que empezaba a punzarle en el pecho.