Incidentes aislados y conocidos que se repelen - priv

Se enardeció más aún al verlo girarse, le adelantó cortandole el paso, cabezota como él solo. - No, eres tu quién no entiende, por que no me das la oportunidad de demostrar que lo que digo es cierto? - mirandole a los ojos, habían pasado a estar llorosos, así que agachó la cabeza y se apartó.

- Vete, haz lo que quieras, pero no voy a esperarte, no voy a ser así de idiota. No te he pedido nada así que no me pidas tu que esté para cuando quieras un polvo. Te quiero pero no soy masoquista.

Me ardía la sangre cuando decía eso, era como si me golpearan con fuerza una y otra vez hasta sacarme el aire. Me giré hacia él mirándolo fijamente.

-No estoy jugando.-dije serio.-Tú no entiendes, no entiendes joder.-comenté.-Mientras a ti te mimaban entre algodones a mí me golpeaban a diario, tú sabes lo que es sentirse querido. Yo nunca lo he sentido, porque cuando me dijeron que me amaban me mentían y sólo me usaron como un poto trofeo. ¿Por qué te crees que no digo que soy el líder?-le miraba fijamente clavando mis ojos en él.-Porque no quiero ser el puto trofeo de nadie.

Me giré y seguí caminando, intentando no ir hacia él y hacerselo allí mismo sin importarme que nos vieran. Me quería largar y era ya. No quería cometer el mismo error, no otra vez.

No replicó, pero tampoco le miró, miraba al suelo por que quería llorar - no te quiero por eso, tampoco quiero un trofeo, sino lo habría dicho ya en lugar de guardarte el secreto... haz lo que quieras.

No dijo más, solo se giró, luego de secarse las lagrimas, para meterse en la sala de curas. Recogería todo y se iría a casa.

Aquello que dijo tenía su lógica, así que me quedé en mitad del pasillo para regresarme donde estaba. Corrí hacia él metiéndome en el cuarto de curas. Aquel lugar olía a desinfectante, pero también olía a él. Tenía un aroma atrayente, de esos que se pegan a la ropa y no se va con facilidad. Mi cama olía a él, por eso aquella noche había despertado de buen humor hasta que me percaté de todo.

Cerré la puerta y me acerqué a él, tomándolo por la cintura para empezar a besarlo. Sus labios eran suaves, con un sabor a frutas intenso y su calor era pegajoso, además de agradable.

-Me quedo contigo.

No giró al escuchar la puerta pero no se resistió a sus labios, respondió al beso con algunas lagrimas escapando de sus ojos al cerrarlos. - No quiero ser el ratón y tu el gato Ama, no me hagas sufrir de más - murmuró contra sus labios, mirandole a los ojos - por favor.

Y sin decir más pasó los brazos por su cuello para volver a besarle, lento y sin prisas, quería sentir sus labios, sentirle pegado a él y volver a sentirse seguro y a gusto como antes.

Mis manos estaban sobre su cintura, acariciando sus caderas con las yemas de los dedos pulgares. Hacía pequeños círculos mientras le besaba, cada vez lo hacía con mayor lujuria y terminé pegándolo contra la puerta. Mordí su labio inferior tirando de él, mientras le miraba, para luego agarrarlo de las nalgas.

-Está bien, pero esto a nadie.-susurré cerca de sus labios.-Sabes como me las gasto, sabes que tengo más de veinte amantes y sabes que aceptan que tenga sexo con unos y otros. No les importa, porque nadie es especial. Pero en cuanto diga que hay alguien, que tengo mi elección, van a caer sobre ti. No lo harán con violencia, pero te van a hundir.-no sólo era eso, quería mantener mi imagen y si me ponía blando era un síntoma de debilidad.

Una de sus manos se enrredaba en el cabello castaño, recibiendo la lujuria de sus besos con gusto y respondiendole con la misma manera. - No tienen por que saber que soy yo, si disimulamos bien y jugamos bien las cartas no tiene por que darse cuenta nadie.

Mirandole a los ojos - no tiene por que saberlo nadie si nos comportamos profesionalmente delante de los demás... ¿no? - una forma poco clara y sincera de decirle "sin amantes, por favor"

-No.-dije entre besos a su propuesta, me negaba a ir proclamando que me habían cazado.-Es lo mejor, creeme.-susurré acariciando su espalda lentamente.-Por tu seguridad.-y por la de mi hombría.

Sabía bien que pasaría en cuanto todos lo supieran, todos empezarían a murmurar que tenía un talón de Aquiles y que había estado jugando mucho tiempo. Yo no quería que pensaran de mí que era un estúpido enamoradizo, que podía llegar a ser romántico quizás, y quería hacer creer que seguía libre porque así seguían adulándome como siempre. Me gustaba esa clase de atenciones, el deseo de todos y todas por tenerme entre sus piernas, aunque el otro tipo de halagos y atenciones me molestaban ese no.

No contestó, se limitó a dejarse acariciar, abrzandole y jugando con los dedos en su pelo. No le hacía gracia, ninguna. El no quería ir presumiendo, pero tampoco tener que compartir, no sabía si podría soportar eso... pero lo intentaría.

- Puedo pedir una sola cosa? - alzando los ojos a él - que yo no me entere... sería muy... incómodo y doloroso interrumpir u oír...

Me quedé en silencio acariciándolo. Sabía que era eso de ver como a quien amas sólo te tiene en un montón, uno de tantos, y no era agradable. El resto eran compañeras de trabajo o chicos que vivían la vida como yo, sin límites y sin restricciones. No veía en nadie algo que me atara, a él estaba atado de alguna forma.

-Tú eres único, eres mío y no quiero compartirte.-era egoísta aquello que pedía, pero tampoco planeaba tener sexo esporádico con otros u otras. Yo sólo deseaba rezar como soltero, porque si alguna vez salía a la luz que era el líder todos apuntarían a su cabeza. Además, siendo líder tenía que dar ejemplo y como chupatintas no tanto.

- Así que si alguien se me insinua debo decir que no por que estoy con alguien... eres muy egoista e injusto - fue lo único que dijo, dejando de mirarle para acurrucarse en él, escondiendo el rostro en su cuello.

- Vale, acepto - murmuró, aguantaría, intentaría aguantar tanto como pudiera y más - acepto...

Rodeé su cuerpo como un vampiro clásico, como aquellos que rodean a sus víctimas de forma amorosa. Acariciaba sus cabellos dorados, eran como el sol del verano en pleno invierno oscuro y tétrico. Olía como a camomila, pero no estaba seguro, y su piel se sentía fresca además de suave. Sentía toda su fragilidad acurrucada contra mí, mientras yo le estrechaba.

-Así es, no quiero que toquen aquello que tanto me ha costado tener.-susurré bajando los párpados aspirando su perfume, deseando morder su cuello y beber de su sangre.

Esas caricias y ese abrazo le calmaron un poco, le gustaba sentirse así, rodeado por sus brazos. Un abrazo con espinas, pues parte de él sabía que esa persona le daría cosas buenas pero también le haría daño, y no sabía cual lado de la balanza se llenaría antes.

- Exagerado, no te ha costado tanto - abrazandole un poco más fuerte y soltando un suspiro, cerró los ojos - podemos estar así un ratito?

¿No me había costado tanto? Prácticamente casi trescientos años. Acaricié sus cabellos, respirando cerca de ellos para aspirar su aroma. Mis labios se pegaron a estos estrechándolo con fuerza. Mis ojos cerrados evitaban que él pudiera comprobar hasta que punto me afectaba todo.

-Sólo unos siglos.-susurré antes de tomarlo por el rostro para besarlo lentamente, dejando que mi lengua acariciara la suya así como cada trozo de su boca.-Vamos mejor a mi despacho, pediré a mi secretaria que se vaya.

- Poco - murmuró aunque claramente bromeaba, cerrando los ojos contestó al beso. Aferrado a su ropa y coloreandose sus mejillas, sus besos le gustaban, tanto los que e robaban el aire como esos lentos y con cariño.

- Vale - asintiendo - pero espera, guardo la mariposa para que nadie la toque - dándole un pico antes de soltarle. Metió la mariposa en el último cajón metálico que estaba vacío - Yap

Quería decirle que no me acostaría con nadie más, porque dudaba poder hacerlo. Lo había intentado con aquella vampiresa, pero no había conseguido nada. Me había quedado con su imagen en mi mente y con el deseo que fuera él y no otro. Así que era inútil. Sólo deseaba que todos desconocieran que tenía pareja, no quería murmuraciones ni que pensaran mal de ambos. Era una forma de protegernos.

-Vamos.-dije abriendo la puerta para salir al pasillo.

No quería caminar con él como si fuera mi pareja, igual que los tortolitos por el parque, porque eso no iba conmigo y sinceramente no pensaba cambiar mis constumbres. Acomodé mi ropa y guardé mis manos en los bolsillos, caminando con la elegancia de un gato aunque con cierto deje hostil.

Tomó su mochila colgandosela al hombro y con un asentimiento salió. Metiendo la mano libre en su bolsillo caminaba a su lado, nada de tomarse de la mano ni agarrarle del brazo, no podía haber cosas así pues llamaría la atención, lo haría especial y eso no sería bueno ya que todos los ojos irían a él.

- Adelantate, voy a coger un té de la máquina, tengo ganas de algo calentito - parando frente a la maquina mientras sacaba unas monedas, contandolas - no tardo.

Caminé escuchando lo del té, así que ni me giré. Simplemente seguí caminando hacia el final del pasillo. Pedí a mi secretaria que se retirara, trataría temas de importancia sobre algunos guereros y no quería el líder que fuera conocido por alguien más que por Killian, él y yo. Fue una forma rápida y cómoda de echarla.

Si bien, al abrir estaba Monic allí esperándome. Mi secretaria no dijo nada, ya era un habitual aquello. Se arrojó a mis brazos besándome, acariciando mi torso y comenzando a desabrochar los botones de mi camisa.

-Vamos, tengo poco tiempo.-dijo mordisqueando mis labios.-He quedado con unas conocidas, pero no podía dejar de pensar en ti.-colocó mis manos en su cadera y yo simplemente me quedé frío.

-No tengo tiempo.-fue mi única respuesta.-Tengo mucho trabajo y el líder lo quiere todo para mañana a primera hora de la noche.

-Oh...-susurró.-Pero es uno rápido...

-No, gracias.-intentaba separarla de mí, pero no había forma.

Sacó un té rojo de la máquina, usando dos vasos para no quemarse la mano ya que el liquido salía casi ardiendo. Caminaba hacia el despacho con una sonrisa en los labios y cambiando el vaso de mano a ratos para no quemarse. La secretaria ya no estaba, se la cruzó por el pasillo, y tuvo la tentación de tirarle el té ardiendo a Monic por la cara al entrar. Pero en lugar de hacer eso o llorar y huir entró dejando el té sobre la mesa y apoyandose en esta para mirarles.

- Tenemos que trabajar, Monic, podrías irte? - pero no sonaba a sugerencia y no mostraba su usual inseguridad - no es el momento para eso, el trabajo es más importante ¿o prefieres que lo dejemos Amaury?

Monic simplemente se quedó abrazada a mí, esperando que yo postergara mis planes. Pero mis planes eran más importantes, aunque sólo fuera acariciar sus cabellos y sentir su calor pegado a mí. Las mejillas de la chica estaban encendidas, sus caricias sobre mi torso de forma discreta no se podían ni comparar con las de él.

-Monic necesito trabajar.-comenté apartándola.

-De acuerdo, nos veremos mañana.-susurró antes de besarme mientras yo simplemente la tomaba por la cintura con una de mis manos, intentando mantener las formas de siempre.-Adiós Killian.

Nada más irse cerré la puerta y me pegué a él besándolo, dejándome llevar desesperado.

Siguió con la mirada clavada en ellos, esperando la respuesta del castaño, casi podía leerse un reto en ellos. Pero Amaury contestó lo que el quería quitandole un peso de encima. - Adiós - murmuró.

Recibió sus besos con ganas, sentandose sobre la mesa y mordiendole los labios, practicamente le estaba comiendo la boca.

- No has cumplido lo único que te pedí - murmuró al cortarlo, jugando con los botones abiertos de su camisa - no quería ver cosas así...

Me echó la culpa de aquello, pero yo no había pedido que viniera a mí. Tomé sus manos entre las mías, besándolas y mordiéndolas sin perforarlas. Mis ojos se fundieron en los suyos, aún parecía molesto.

-Yo no la llamé.-dije colocando sus manos sobre mis caderas mientras a él lo recostaba en la mesa.-Pude no echarla, pude pedir que te fueras tú, y no lo he hecho. Deberías estar más que conforme.-susurré antes de mordisquear su cuello.-Prefiero acorralarte ¿no te parece más interesante?

Se dejaba recostar, acariciandole las caderas fue subiendo las manos por sus costados - ya, lo se, pero elejiste lo que yo quería - contestó ladeando el cuello y jadeando por ese mordisco.

- Generalmente no me gusta sentirme acorralado... pero contigo le estoy cogiendo el gusto - murmuró, colando las manos bajo su camisa para acariciarle la espalda

-Disfruto más el sexo contigo que con ella.-dije como halago, aunque eso podía provocar que se sintiera un juguete.

Él era mi juguete, un juguete del cual no me quería separar. No sabía si sería por poco o mucho tiempo, pero era un juguete que me estaba dando vida. Mis dedos acariciaban sus costados, así como sus labios y después sus cabellos enredándolos entre ellos.

-Deberías tomarte tu té.-dije rozando mi nariz con la suya, así como mis labios, mientras mis manos desabrochaba su pantalón.-¿Sabes? también deberías desnudarte frente a mí y regalarme unas buenas vistas.

- Esa información no era necesaria - murmuró, aunque en parte se sentía halagado y todas esas caricias no le dejaban cabrearse. Lamió esos dedos cuando le acariciaron los labios, alzando un poco el rostro para poder besarle leve después.

- Ya no tengo ganas de té - comentó empezando a desabrocharle lo que le quedaba de camisa - ahora quiero algo frío - tocandole el pecho - más o menos de tu temperatura estaría bien.