Incidentes aislados y conocidos que se repelen - priv

Me quedé en silencio escuchando como decía todo aquello, notando su sonrojo y pudor por la vergüenza de sentir que todo era real. Simplemente tomé mi café aproximándolo a mi nariz para olfatearlo, era como si pudiera sentir el grano primero molido, déspues calentado en la cafetera y finalmente con la leche. Amaba esa sensación de café, además él me miraba y estaba allí todavía.

-¿Aún piensas que te ignoro?-pregunté dejando la taza para levantarme.-Piensa lo que quieras.-murmuré para dejar un par de billetes, yo le invitaría a su merienda.

Eché a caminar por la cafetería, notando como se acercaba Monic a mí cuando ya no debía de estar allí. No habíamos tenido nuevos heridos, no hacía falta. Comenzó su charla de siempre sobre lo bien que me veía, si quería conversar en privado conmigo o simplemente si la necesitaba.

Sus labios rozaron los míos, mi mano se pegó a su cintura atrayéndola hacia mí y paré el beso de forma tierna. Para luego apartarme, caminando hacia la salida esta vez sin compañía alguna. No quería mandarla lejos, no quería que alguien de mi organización saliera de ella y fuera a otra contándole todo... Monic podía llegar hacer eso.

Y se formó un pequeño silencio, el terminaba el gofre observando con disimulo como Amaury olía su café, entonces dijo aquello - hoy al menos no - llegó a contestar mientras el abandonaba la mesa. No pudo evitarlo, miró por encima de su hombro como se alejaba y su expresión cambió un poco al ver a Monic, volvió a mirar al frente no queriendo ver.

Fue prudente y se terminó el cacao de un trago levantándose para llevar todo a la barra, sabía que Monic se le sentaría al lado si le veía allí, en realidad no sabía ni que hacía allí ella, no había necesidad de venir, no había trabajo... quizás la había llamado el castaño, era posible.

Salió de la cafetería pero antes de dejó un recado a Monic, que cuidara que la pareja no necesitara nada mientras el estaba fuera, iría a su casa a por una merecida ducha y un cambio de ropa, ya empezaba a oler a sudor y necesitaba peinarse.

Me fui fuera, justo en las escaleras de aquel edificio. Estaba recostado en los peldaños intentando ver las estrellas, pero era imposible. Desde la guerra todo parecía más oscuro, incluso el cielo, como si algunas de esas luces fueran realmente ángeles y al morir estos se hubiera perdido.

Jugaba con un papel que había encontrado en mi bolsillo, desconocía cuanto tiempo llevaba ahí. Hacía pequeños trozos para arrojarlos al suelo, pensando en mi puñetera existencia y en aquel rubio. Debía pensar en mi siguiente táctica. Cerré los ojos dejando que el aire me golpeara, lo hacía con susurros y lamentos de personas que ya no estaban... espectros.

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Recordé una canción que cantaba siempre en concierto, solía hacerlo para que todas mojaran sus bragas y pudiera tirarme a una que otra. Cerré los ojos dándolo todo mientras el aire seguía tan gélido como minutos atrás.

Bajaba en el ascensor y su mente no dejaba de dar vueltas con un punto central, Amaury, estaría en su despacho ahora? aprovecharía Monic para ir o se quedaría con la pareja como le pidió? se la tiraría allí de nuevo?... todo eso le daba dolor de cabeza.

Al salir el aire frío le golpeó haciendole temblar un poco así que se acurrucó en la chaqueta cruzandose de brazos con las manos bajo sus axilas, intentando retener así el calor. Entonces oyó cantar y reconoció la voz, era difícil no reconocerla una vez la habías oído. Se acercó, escuchando la letra y bajando la escalera poco a poco hasta quedar en el escalón tras él, en ese paró.

- Es una letra bonita - comentó sonriendo un poco - ¿que haces sentado aquí fuera con el frío que hace? Yo voy a mi casa, dejé a Monic cuidando Zack y su mujer mientras no estoy.

Pero ya no tenía tanto frío, esa canción de algún modo le había calentado.

-Gracias, es mía... como todas.-dije clavando mis ojos en él, como si fuera una presa y yo el animal más salvaje que podía encontrar, alguien que deseaba alimentarse de su alma y de su sangre... yo era un vampiro, pero no solía tomar sangre de humanos por muy poderosos que fueran, salvo excepciones.

Me levanté sacudiendo mis pantalones para subir un par de aquellos peldaños, me moví lento como si investigara una nueva área. Terminé por besarlo lentamente, saboreando sus labios.

-Mi beso, sin él ya sabes... insomnio.-dije para apartarme y echar a caminar hacia uno de los callejones.

Esa mirada le ponía la carne de gallina, pero no por miedo, aun que también sentía una pizca, sino por excitación. Su cuerpo reaccionaba calentándose por la intensidad de esa mirada, y la suya mandaba un claro mensaje de "inténtalo si puedes, cázame". No es que fuera idiota, sabía y recordaba que Amaury, por mi lider y jefe suyo que fuera, seguía siendo un depredador potencial, pues, aunque hechicero, era también era humano, parte de su cadera alimenticia.

Pero a pesar de todo no podía evitar esa reacción en su cuerpo, aun si no la entendía, no se movió, solo le siguió con la mirada, cerrando los ojos después y dejándose besar. - No decías que tenía que ser un hechicero diferente cada noche?! - alzando la voz ya que el castaño se alejaba, empezó a bajar la escalera - o te cambiaron la terapia y ya solo sirven los míos?! Vas a pasar mucho insomnio si es así.

Paré cuando noté que seguía hablándome, sabía que quería que le respondiera. Pero simplemente me giré y caminé hacia él quedando frente a frente, mis ojos se adueñaron de los suyos aplastando su sobervia sobre sus besos.

-¿Tal vez tienes alguna idea para que no muera de sueño?-pregunté tomándolo del mentón.-¿Quieres que te caze?-susurré.-Hablo de una cazería distinta, una que se hace en la cama y termina satisfecho... uno de esos polvos que te dejan con las piernas doloridas y cansadas.-¿Quieres?

Solo esperaba una respuesta pero recibió más que eso, en segundos tenía a Amaury contra él y tomándole del mentón. - Um, cloroformo, calmantes, anestesia - le sugirió como soluciones para el insomnio, pero luego sugirió aquello que le erizó la piel, su cuerpo decía si peor en sus ojos pudo verse miedo y deseo por unos segundos.

- No - respondió al final tomandole de la muñeca para que dejara su mentón - te dije que no soy como ellos. El sexo no me interesa, no es algo que necesite ni quiera - en realidad era algo que le daba miedo, y se notó en como apartó los ojos de los suyos, mirando al suelo, perdiendo la chispa juguetona que había tenido segundos antes.

Él olvidaba por momentos que yo era un vampiro, aquello a mí no me causaba nada. Tal vez, las drogas mezcladas con la sangre me podría marear o aturdir unos segundos pero nada más... y debían ser en cantidades industriales porque mi sangre era tan poderosa, tan espesa, que era imposible que con algo así me adormeciera.

Pude notar como sus ojos se fueron apagando, se creó en él un velo de "miedo". Aparté mi mano de su mentón para ponerla sobre su cadera, acariciándola lentamente mientras mis labios se pegaron a los suyos.

-Miedo, eso es todo... miedo a gemir para mí por todo lo que te ha pasado.-dije antes de apartarme.-Pues precisamente quiero eso, sexo... si no me lo das significa que ni te intereso, lástima... te iba a dar una de las mejores noches de tu vida.

Solo consiguió que apartara la mano de un sitio para ponerla en otro, y aunque cerró los ojos con fuerza y frunció el ceño se dejó besar. Pero cuando abrió los ojos volvía a verle con cierto coraje.

- No tengo miedo - casi escupió las palabras mirandole fijo a los ojos, pura cabezonería pues si lo tenía, le tenía miedo al sexo, por eso no había sido capaz de acostarse con ningún hombre desde que abusaron de él. - Ya tuve las mejores noches de mi vida y alguien me las arrebató, un mísero polvo no ni valdrá ni un cuarto de lo que esas noches valieron - las noches sentados frente al fuego, junto a sus abuelos, mientras tocaba el kantele y los veía, a ella tejer y a él tallar madera. Esas fueron las mejores noches de su vida.

- Le das demasiada estíma al sexo, no es nada, algo vanal y vacío, tan efímero que no otorga nada y solo deja más desasosiego. No me sirve, no lo quiero, no merece la pena ni siquiera el esfuerzo. Sino pues, dime tu, ¿de que te sirve? ¿que te aporta? ¿te lleva a algún sitio?

Cada una de sus palabras me llamaban hacia él, tentándome en ofrecerle el placer que le habían arrebatado. Sonreí de lado tomándolo de la nuca, besándolo hasta hacerle perder el aliento, la cordura y cualquier pensamiento de más de dos palabras seguidas. Tomé una de sus manos colocándola contra mi bragueta y con la mano libre pellizcaba sus nalgas. Al apartarme lo miré fijamente a los ojos.

-Eres un crío, un crío que no me sirve si no es capaz de ser un hombre. Un crío que no sabe la suerte que tiene porque haya pensado, aunque por unos minutos nada más, abrirle las piernas y hundirme en él para hacerle gritar de placer. Un placer que te hace sentir los infiernos y a la vez el paraíso. Gritas sin poder contenerlo, arañas, lloras y ríes a veces... sentimientos humanos mezclados mientras encoges los dedos de los pies y abres más las piernas para que entre del todo, para que te llene de mí y finalmente gritas porque eres libre. Un sexo que te da vida, porque cuando yo lo hago, oyeme bien, estoy bien atento a todo lo que quiere el otro... sé incluso cual es la caricia que más estremece. Hablas de noches de niños, no de adultos. Esos recuerdos que tú tienes como los mejores son los de un niño... ¿quieres ser un niño débil al amparo del recuerdo de personas que no están?-pregunté antes de agarrarlo de nuevo de la nuca.-No quiero niños, así que espero que hayas disfrutado de este beso... porque es el último.

En este beso no participó, al contrario se revolvía para que le soltara, arrugando el ceño con l mano totalmente tensa y tiesa en un intento de no tocarle - si fura un niño débil no estaría delante de ti ahora mismo - casi gruñó soltando una risotada después, mirándole con ojos desafiantes.

- Mentira, mientes más que hablas, si digo pi tu dirás pa solo por joder, por que te gusta quedar por encima - sonriendo de lado, olvidando completamente que con quien hablaba era su lider, que además era un vampiro y para rematar poderoso. - Estoy seguro de que yo no sentiría nada de eso, si te dejara hacermelo no serías capaz de hacerme sentir ni la mitad de lo que estás diciendo.

-No, no te haría sentir eso... tal vez te haría sentir aún más y tus gritos iban a ser más escandalosos que los de cualquier mujer.-dije antes de marcharme.-Pero tranquilo, no me interesa ya. Por mí, quédate ahí esperando que vuelva.-me movía con la elegancia de un gato, pero con rapidez. Esta vez mis pisadas eran más rápidas, porque no me quería quedar a su lado.

A decir verdad seguía deseándole, pero podía encontrar otros caminos. No era difícil encontrar una nueva presa, alguien con quien jugar un rato hasta que me cansara. Sólo tenía que caminar un poco, tropezarme con alguien interesante y hacerlo hasta que las fuerzas ya no le dieran.

- Tsk, quién te esperaría - fue lo último que dijo antes de irse también, con paso energico. Pero era extraño, no reconocía la sensacion que bullía en el, parecía ira pero no lo era, no la reconocía por que no la había sentido nunca... y no la volvería a sentir, no se acercaría a él de nuevo.

Ya en su casa arrojó la chaqueta a la lavadora y se desnudó para meterse en la ducha, su pensamiento estaba revuelto aún y se sentía irascible. Intentó relajarse bajo el chorro de agua.

Quizás debería de llamar y decirle a Monic que no volvería, pero eso sería irresponsable y el no era así, cumpliría su trabajo, simplemente tenía que portarse con el como si no se conocieran, con la educación mínima cuando tuvieran que hablar, sin involucrarse.

Decidí en ese instante instaurar un mundo de hielo en el cual congelarlo. Ni siquiera le respondería, sería como si fuera un fantasma. Me había gustado ver como temblaba, sabía que me quería a mí en su cama pero el miedo le pudo. Fue una estupidez por su parte, un gran error, y yo se lo haría pagar duro. Nadie me daba parte de la golosina para después no darme nada.

Después de varias horas rondando la ciudad, caminando mientras el viento se clavaba en mí como navajas, eso me provocaba el sentimiento de estar vivo. Cuando regresé casi despuntaba el alba.

La noche siguiente fue como siempre, esta vez eran un par de mestizos que se habían topado con vampiros centenarios. Estaban tan heridos que necesitaban ayuda, colaboración. Eran peleas pequeñas, nada de una guerra extrema. Yo caminaba por los pasillos de aquí para allá. Hasta que entré en la sala ignorándole por completo, donde se hallaban los dos jóvenes mestizos. Sólo estaba Monic y él, aún así me la sudó.

-Quiero informe.-dije a los chicos y ellos asintieron.-También quiero uno tuyo de ambos, tuyo y de nadie más.-comenté a Monic.

-¿Podemos vernos luego?-preguntó sonrojada.

-Sí, de acuerdo.

Salí fuera caminando como si nada, apurado como conejo de Alicia.

Esa noche cuando volvió no le vio en ningún momento, al despuntar el alba volvió casa y volvió por la tarde.noche, a lo justo para la emergencia que surgió. Zack ya había vuelto a casa así que solo estaban aquellos dos heridos Monic y él cuando su pesadilla hizo aparición. Le ignoró y no solo eso, su frialdad era palpable, tanto que ni siquiera quería su trabajo cuando todos sabían que Monic era pésima redactando informes, siempre se olvidaba de cosas, pero él quería un informe solo de Monic, de acuerdo... Que se metiera el informe a Monic por el culo. Si bien no podía suprimir la opresión en su pecho.

- Monic yo ya terminé, voy a la cafetería - tirando las gasas sucias la chica le interceptó haciendo caras - Ayúdame, por favor, quiero terminar el informe rápido - claro, para tirarselo antes. - No Monic, ha dicho tuyo y si te ayudo se dará cuenta... pero ahí en esa mesa están las anotaciones de mi paciente, si las coges cuando yo no mire no es culpa mía... por cierto - descolgando la chaqueta, limpia, planchada y en plástico protector - dale esto, es suyo.

Y dejando a Monic algo desconcertada salió hacia la cafetería. Se pidió un cacao, esta vez de chocolate con leche y nubes, como estaba desierta no tardaron en prepararselo. Se sentó en una de las mesas y al cabo de los minutos estaba semirecostado sobre ella y escondiendo la cara entre sus brazos. ¿Por que le dolía? No lo sabía. Se había centrado tanto en eso que olvido la nota que había dejado en el bolsillo de la chaqueta, un simple "perdón, me pasé" escrito a boli, pues meditandolo la noche anterior se había percatado de que no tenía motivos para haberse puesto como se puso.

Aparecí en la cafetería porque Monic me trajo el informe, era pésimo y no había ni por donde cogerlo. Ella se quedó mirándome cuando tomé la chaqueta y la dejé en mi silla. Como si nada luego se sentó en mis piernas, sus besos en mi cuello no eran como antes y sentía la necesidad que fueran de él. Si bien, podía olvidarme de todo en cuanto pasara una semana o dos, los caprichos me duraban muy poco.

-Monic, no estoy de humor.-dije levantándola para irme hacia la puerta.-Sal, necesito estar solo y el líder hablará conmigo en unas horas.-murmuré y ella salió sin decir mucho, nadie me contradecía.

Me quedé en el despacho aquella noche, igual que la siguiente y así sucesivamente durante tres días. Al tercero encontré de milagro la nota, pero él ya no estaba por el edificio. Nadie necesitaba de su ayuda, no había heridos. Yo no tenía que pedir que viniera y no lo haría. Si quería pedirme perdón que lo hiciera cara a cara y no por papelitos.

Los muchachos salieron es misma noche y no hubo ningún otro incidente ni motivo para que le necesitaran en el complejo. Así pasaron tres días, días que pasó ordenndo su casa y prácticando tiro al blanco para relajarse... pero no lo conseguía, al contrario cada ve se sentía más desanimado y su puntería decaía cada vez más, incluso sus poderes empezaban a mermar un poco. Necesitaba saber que le perdonaba, o al menos que dejara de tratarle como si fuera menos que una sombra.

A la cuarta noche terminó por ir al complejo aún si no tenía necesidad, por mucho miedo que tuviera iría y le pediría perdón. Si no le perdonaba la menos lo habría intentado, era mucho mejor que quedarse con la incertidumbre.

Jugaba con el ordenador. Había encontrado un viejo videojuego por internet, era un tetris. Jugaba sin parar esa noche, hacía como que creaba informes y estaba muy ocupado... en realidad sólo me distraía porque no me apetecía salir a la calle. Cada vez que lo hacía terminaba cerca de su casa y eso era un incordio. No comprendía porque el capricho no se iba, sino que se ponía aún peor. Miré la hora y eran casi media noche, hora de brujas y monstruos... sonreí de lado recordando las viejas historias que alguna vez había oído de niño en clases.

-Esto es una mierda.-dije bajo después de pulverizar todos los records.

Esa noche el pasillo le pareció más largo, solitario y frío que nunca, sopesó arias veces el mejor darse la vuelta y no arriesgarse a que Amaury se le riera en la cara, si es que le miraba siquiera claro, quizás le dejaba hablando solo, como si fuera el murmullo del viento en lugar de una persona pidiendo perdón.

Después de lo que le parecieron siglos llegó al despecho, la secretaria no estaba para su mala suerte, le podría hacer pedido que le anunciara y así ahorrarse el rechazo directo. Así que le tocó llamar el mismo a la puerta, aunque dudó, sinceramente, y al recibir respuesta afirmativa abrir.

- Puedo, puedo pasar? - aún en el quicio de la puerta, estaba nervioso y se le notaba, su mirada era huidiza - será rápido, solo quiero decirte una cosa.

Tenía los auriculares a todo volumen, bajé este prestando atención a sus palabras aunque hice como si siguiera inmerso en mi diversión. La canción que escuchaba era del prodigioso Ville Valo. Sus primeros proyectos con su banda H.I.M siempre me parecieron impecables, increíbles, y su voz era como la de Dios llamando desde algún rincóndito lugar del infierno.

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Tarareaba la canción antes de clavar mis ojos en él apartando mis auriculares, aunque yo parecía estar ensimismado con lo mío sin reparar en él. Si bien, era toda mi atención para su figura delgada y llena de temores.

-Dime, ¿es urgente?

Esperó hasta que se quitó los cascos, estuvo tentado de cerrar la puerta he irse al ver que prácticamente no le prestaba atención, pero parecía ue al menos le escuchaba.

- En realidad no, a ti seguramente te parecerá una tontería, pero yo necesito decirlo - explicó, entrando un pasito, lo justo para poder cerrar la puerta tras él y quedar apoyado en ella. - Quería pedirte perdón, la otra noche me pasé, no, no debería de haberme puesto así. Es fallo mío, me pongo a la defensiva demasiado rápido siempre. No se si habrás encontrado la nota de la chaqueta pero de todas formas pensé que decirlo a la cara era lo correcto.

Y volvió a coger aire, por que su corazón latía a 100 por hora mínimo - solo es eso... eh, y si no quieres perdonarme, al menos no me trates como si fuera menos que una sombra. Puede afectar a nuestro trabajo si le dejas las informes siempre a Monic...

Empecé a reír a pura carcajada, porque no podía creer lo que escuchaba aunque leí sus intenciones a leguas. Podía leer su mente, meterme en ella ver todo lo que ocurría. Estaba celoso, ese maldito imbécil estaba celoso. Reía con fuerza, mi risa era metálica y grotesca.

-¡Oh! ¡Vamos! No le dejes los informes a Monic porque es perjudicial... ¿para el trabajo o para tus celos?-pregunté levantándome para impedir que se fuera.-Leí la nota, claro que la leí. Sé bien que pretendes y que no pretendes, quieres que te haga caso y a la vez deseas que me pudra porque eres un cobarde. ¿Sabes? Me cansé de jugar, porque ya estoy cansado.-dije acorralándolo.-No me vas a dar eso que quiero, no porque no te apetezca... sino porque eres tan cobarde que no deseas averiguar que es cierto.-le tomé del mentón y le miré.-Pero los celos te pueden ¿y qué si me la tiro? ¿Y qué si la preño? ¿Eh?

Sus carcajadas no le sorprendieron, aunque si que hicieron daño, pero la cara se le lleno de sorpres por lo de Monic, no lo había dicho por eso.

- Haz lo que quieras con Monic, ten un equipo de futbol y otro de beisbol con ella si quieres, no son celos, es trabajo, es pésima redactando informes, no hay por dónde cogerlos y se olvida de redactar cosas. Si quieres perder hombres y que la organización se te acabe yendo a la mierda es cosa tuya pero luego no me culpes a mi.

Y tomó aire entrecortadamente, por tener ganas de llorar y miedo, odiaba sentirse acorralado - yo he venido a pedir perdón, no hace falta que te rías de mi, no he deseado que te pudras en ningún momento e incluso he llegado a pensar que en el fondo eres agradable. Ahora veo que me equivocaba, déjame salir, no quiero seguir mirándote a la cara - por que sentía las ganas de llorar quemandole los ojos y como su cuerpo temblaba levemente.

Escuchar cada una de sus palabras me dolieron, realmente algo en mí había cambiado tras la guerra y aquella ira homicida se había relajado. Había vuelto a ser tal vez el chulo de siempre, el hipócrita que se burla de otros pero siente lo mismo. Terminé rodeándolo con cuidado, acariciando sus cabellos mientras respiraba el aroma de sus cabellos. Me di cuenta que había extrañado su aroma.

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Cantaba aquella canción en un murmullo cerca de su oído, uno de mis brazos rodeaba su cintura y el otro jugaba con sus cabellos. Besé su frente antes de secar sus lágrimas, para luego mirarle a los ojos.

-No llores, por favor.-susurré antes de rozar sus labios.-Ven, ven conmigo.-dije tirando de él mientras seguía la canción de nuevo, sentándome en mi silla para estrecharlo sintiéndome culpable, porque realmente lo era.