Under the Rain - Privado

Me alegró de alguna forma que regresara a refugiarse entre mis brazos, volviendo a sentir que me recordaba a un cachorro o a un gato pequeño. Volví a abrazarle por la cintura dejando el frasco que acababa de vaciar en un costado y aspiré el aroma de sus cabellos, casi ronroneando cuando me pidió que cantase para él. Al menos podría complacerle así, me dije, sin necesidad de comprometer nada más, tal vez, adoptándole como mi nuevo protegido, convirtiéndole en mi nuevo propósito de seguir vivo después de haberlo perdido todo.

Pero luego volvió a desconfiar, su pregunta me dejó claro que estaba demasiado acostumbrado a no recibir nada sin algo a cambio. Yo sólo quería verle sonreír y mantenerle cerca, usarle como una suerte de mástil emocional-. Sólo te pido que confíes en mí -indiqué viendo cómo desviaba su mirada, suspirando pesado. Y entonces volvió a sonreír aunque parecía más para sí mismo que para mí, se giró mientras le miraba con gesto interrogante y sujetó mi rostro con sus pequeñas y frías manos, sorprendiéndome.

Se acercó lentamente y yo sólo permanecí quieto, aguardando y sonriendo levemente cuando vi la decisión en su mirada. Luego cerró sus ojos y pude sentir el suave tacto de sus labios sobre los míos, tímidos, probablemente inexpertos. Apenas fue un ligero roce, pero por dentro sentía que ardía, que necesitaba un poco más que sólo un roce de labios. Cuando se alejó y me miró de forma inquisidora, le devolví una mirada cargada de pasión, casi intimidante y salvaje.

Y esta vez no pude controlarme. Apreté un poco mi abrazo y subí una mano acariciando su mejilla, y sin dejar de verle a los ojos, me incliné y le besé dulce, con ansias. Al principio fue un beso tierno, pero a medida que perdía el control, mi boca se volvía más ansiosa y terminé por introducir mi lengua dentro de su cavidad, acariciando la ajena y recorriendo su cuello y hombro con mi mano. Separándome, cuando el aire comenzó a volverse escaso y viéndole inquisidoramente, buscando adivinar si le había gustado o, por el contrario, asustado.

-¿Confías en mí? -Cuestioné en voz baja y ligeramente ronca, tomando su rostro con ambas manos haciendo que me viera directamente a los ojos. Sintiendo mis pupilas dilatarse y mis ojos, volverse completamente negros, como los de un demonio. Apenas fue una fracción de segundo, y cuando desvié la mirada, ya normal, nuestro alrededor había cambiado-. Te presento la ciudad de Manhattan, en el año 1999 -indiqué, extendiendo mi mano hacia él para ponernos de pie-. Vamos, te enseñaré todo lo que desees conocer.

La mirada que le devolvió le hizo estremecerse, había despertado algo en su mayor, algo que le era desconocido al más joven, se quedó expectante mirándole retadoramente,  volviendo a estremecerse cuando se sintió aprisionado, disfrutando de la cercanía, de su aroma y su tacto, entreabrió los labios pero ninguna palabra salió de ellos puesto que habían sido sellados, envolvió su cuello con sus brazos, totalmente inexperto, dejándose guiar, cerrando sus ojos, siendo al inicio un beso delicado, sin prisas, que segundo a  segundos se volvía mas apasionado, el pelinegro gimió al sentirse totalmente dominado, respondiendo tímidamente, jugando, viéndose envuelto en la necesidad de que ese instante durase para siempre, lo disfrutaba, su primer beso, más dulce de lo que había podido imaginar, sus ojos amenazaron con tornarse cristalinos, y cuando el beso termino se quedó aun deseando más, de volver a probar las mieles de su boca, quedándose con los labios entre abiertos a la espera de otro beso, pero ese par de ojos le veían con tanta atención que le hizo tener que bajar su mirada sintiéndose apenado.

Cuando sus manos le hicieron volver a mirarle, no pudo evitar sonreírle con incredulidad,  pensando que esa pregunta realmente sobraba, en ese momento sus ojos se volvieron completamente negros,  no podía apartar su mirada de ellos, totalmente intrigado, aun cuando le habían anunciado que la ciudad era otra, simplemente no podía dejar de verlos esperado volver a verlos tornarse completamente negros y vacíos, parpadeo un par de veces antes de tomarle la mano, y tardo un par de segundos antes de caer en la cuenta que, ahora esa ciudad era la que sus padres recorrieron alguna vez,  las mismas calles por las que sus padres adoptivos habían terminado liándose a golpes, donde su madre había desfilado con sus altos y afilados tacones contoneándose tratando de robarle alguna mirada al guitarrista, el apenas recordaba nada, era muy pequeño cuando la ciudad aun tenia vida, y su padre nunca le había proporcionado nombres de ningún lugar, solamente se dedicaba a contarle sus memorias y el las escuchaba atentamente, sorprendiéndose sin importar cuantas veces las hubiese escuchado ya antes, sentía la necesidad de correr, de ver las calles llenas de vida, de buscar a su padre, de volver a escuchar su voz, de que le acunara una vez más, de llorar escondiéndose entre sus brazos, de contarle cuanto le había dolido quedarse solo, y que había encontrado a una persona especial para él.

Se suponía que ese debía ser el momento más feliz de su vida pero se encontraba inmóvil, perdido, justo como el primer día que su padre había muerto, sus ojos se llenaron de melancolía mientras que sus labios sonreían muy suavemente, siendo casi inexistente su sonrisa.

-Quiero ver a mi padre… quiero volver a estar ahí– pidió intentando que su voz no se quebrara, pero eso solo lo hacía sonar más como una súplica, pero solo quería revivir la última vez que su padre había tocado en un bar, mismo donde Elizabeth, su madre le había conocido, en el cual de paso había terminado por destruir la barra en una de sus peleas con su pareja, esa, según su padre había sido la única vez que Leigh había estado presente mientras él se entregaba en cuerpo y alma ante cientos de miradas, le recordaba sentado con su gran vestido color vino sobre la barra, al lado de su hermosa y despreocupada madre, mientras que el estúpido perro  felizmente embriagado le cuidaba a regañadientes gruñendo que no se podía si quiera mover, mucho menos caer  y que en caso de hacerlo seguramente no le dolería porque nunca tocaría el suelo.

La casa en la que estábamos había desaparecido y en su lugar, la avenida se extendía a derecha e izquierda casi interminable. Estábamos de pie en mitad de la acera y los humanos que pasaban apenas eran conscientes de nuestra presencia, charlando entre ellos, caminando aprisa para llegar a sus hogares. Las luces iluminaban todo haciendo ilusión a un día que ya nunca sería capaz de ver, y mientras aguardaba a que Leigh reaccionara, rebusqué en mis bolsillos hasta dar con mi cajetilla de cigarrillos. Rápidamente encendí uno y aspiré, buscando evitar que la jaqueca me atacara demasiado rápido, esperando mantener aquella ilusión el tiempo suficiente.

Su petición me hizo levantar la vista hacia él y el tono de súplica que utilizó me desarmó por completo, parecía conmocionado y a punto de romperse, tan frágil y pequeño. Acaricié su mejilla con gesto cálido y suspiré pesado-. Lo siento, pero no estamos en el pasado. Sólo es una ilusión a base de mis recuerdos, pero tal vez si sabes dónde encontrarle y dejas abierta tu mente, podamos hallarle -expliqué, pidiéndole permiso con mi mirada para entrar en sus memorias, bajando mi mano por sus hombros y brazo hasta entrelazar mis dedos con los ajenos, apretándolos suavemente.

Aguardando aún su respuesta, le jalé levemente comenzando a caminar calle abajo, sin prisas, fumando para relajarme un poco aunque más que por el efecto del tabaco, era por el tener algo entre los dedos con lo cual distraerme y quitarme la ansiedad que usar mi poder me provocaba. Observaba a mi alrededor intentando ubicar en dónde me encontraba, no muy seguro si era parte de un recuerdo o ya empezaba a dominar y ampliar un poco más mi don de distorsión de la realidad, modelando nuestro alrededor a mi antojo como si de un sueño se tratase. Pocas veces conseguía hacerlo, aunque más dependía del nivel de poder mental de mi "víctima" que de otra cosa. 

Pronto, y sin haber dado una gran cantidad de pasos, me detuve ante el sonido de una voz suave y delicada, casi femenina aunque era más bien difícil adivinar el sexo al cual pertenecía; ya recordaba en dónde me encontraba, así como la situación, el pasado al cual pertenecía este recuerdo. Solté la mano de Leigh y la pasé por su cintura, atrayéndolo hacia mí y guiándole hacia el local del cual provenía la melodiosa y delicada voz, siendo acompañada por una lenta melodía de guitarra acústica-. Vamos por aquí, prometo que buscaremos a tu padre pero primero, deja que te enseñe esto -le pedí volviendo a besarle, suavemente, disfrutando del sabor de su boca. Fue un beso breve y cuando me aparté, en mi rostro había apenas un atisbo de sonrisa, me gustaban los labios de Leigh y el sentirle tan inocente e inexperto, tan corrompible y sumiso. Sus expresiones y el brillo triste de sus ojos era lo que más me atrapaba, pero debía controlarme, recordarme que sólo era un cachorro de vampiro, básicamente un neófito. Y yo, no quería dañarle, sino protegerle.

Entramos al local, un club privado frente al cual habían varias motocicletas estacionadas y cuyo interior estaba escasamente iluminado. Guié al joven vampiro hasta el salón principal y le señalé al frente, más allá de las mesas y sillas y la pista de baile, hacia el escenario, en donde estaba el hechicero y amigo, Alexei, en uno de sus momentos femeninos, luciendo un ligero vestido negro con volantes y sosteniendo el micrófono delicadamente. A su lado, tocando una guitarra acústica de color negro y vestido con cueros y cadenas, estaba yo; ambos sentados sobre bancos de madera, y atrás, los instrumentos del resto de mi banda de aquellos tiempos, quienes ya se habían retirado dejándonos a nosotros en nuestro dueto acústico. Me incliné sobre el oído de Leigh y cuando la estrofa de Alexei acabó, canté suavemente, con voz ronca y baja, sólo para el vampiro a mi lado, al mismo tiempo que el yo del pasado empezaba a cantar.

-"God, I'm lonely here if that's what you're hoping 
I've been the last one since the world began..."


Rosary Blue

Su mirada se torno algo decepcionada, pero se auto motivaba ante una pequeña oportunidad, aquel gesto tan simple como tomarle de la mano le había reconfortado, llevo su mirada hacia sus manos, entrelazadas, sonriendo con un poco mas de fuerza, comenzando a caminar a su lado,-hazlo – murmuro apenas auditible, aun no se sentía preparado para hablar sin sentir que su voz se quebraría a mitad de las palabras, el corazón le dio un salto cuando noto con detalle su entorno, la gente pasaba junto a ellos, sin ese rastro de tristeza, derrota u odio  que solía ver en sus presas, las luces de la ciudad, su vida, había regresado momentáneamente, y solo terminaba por odiar una cosa, bufo negando la cabeza en gesto de desaprobación, las calles eran tal y como se las imaginaba , incluso los olores,  pero había cosas que su padre olvido comentar, solía llenar de detalles sus memorias, pero nunca era capaz de recordar un jodido nombre, “estúpida princesita”  escucho tan clara esa voz inconfundible, solo era un recuerdo pero aun lograba sacarle una sonrisa el como le llamaba el perro a su padre.

Podía reconocer algunas cosas, y otras le parecían ajenas, posiblemente por que para su padre no habían sido de gran importancia, como los postes que anunciaban el nombre de las calles, o las letras metálicas que anunciaban los nombres de los locales, agradecido apretó suavemente su mano,  se aterrorizo cuando sintió que le soltaban, pues no quería perderse, su terror duro poco y podía sentir como la poca sangre que había ingerido se dirigía a sus mejillas,  apenas se notaba un ligero sonrojo, volvió una mirada esperando algún tipo de explicación, mientras que el aire arrastraba una suave voz, entrecerró la mirada sin entender a quien pertenecía, y nuevamente le volvían a callar antes de que pudiese preguntar nada, le había tomado por sorpresa, y como la ultima vez le parecía un beso tan corto, le hacia pensar que de algún modo buscaba torturarle mostrándole algo completamente nuevo para el y darle pequeñas raciones mientras le mantenía cerca y casi podía jurar haberlo visto sonreír, seguro disfrutaba jugando con el de ese modo.

El lugar hacia el cual le guiaba le resultaba familiar, estaba seguro de que su padre le había descrito algún lugar así, torciendo una mueca al estrellarse contra la realidad de que era posible que existiera mas de uno similar, su mirada se perdía entre la gente,  hasta que le indicaron mirar hacia un lugar, el escenario, ahí estaba la persona de la cual manaba esa voz, Leigh centro su atención en lo que veía y escuchaba, una voz suave, delicada, no entendía el por que le mostraba eso, comenzando a sentir un poco de celos, hasta que pudo despegar su mirada de la vocalista, notando a Alexandre junto a ella, tocando una guitarra, y en el fondo algunos instrumentos de alguna banda que tocaría luego o ya lo había echo.

Escuchar su voz tan cerca, cantando solo para el, le lleno de felicidad, y como solía hacer cerraba los ojos dejándose acunar por las palabras, las voces y aquel sentimiento que le llenaba, su voz, le cautivaba, pero no podía dejar de sentir que esa voz arrastraba un pasado, lo notaba, y no podía simplemente ignorarlo, su felicidad se vio ligeramente opacada ante lo que la canción le estaba transmitiendo, y decido abrir sus ojos al comenzar a sentirse aplastado por tantas emociones, su mirada divago unos segundos entre las personas que estaban dispersas en el lugar y ahí le vio, el perro como solía llamarle su padre, embriagándose como si no hubiera un mañana e intentando conseguir alguna presa para pasar la noche, pese a que eran algo similar a una pareja siempre terminaban buscando algún consuelo en brazos ajenos, ambos tenían su carácter y apenas podían pasar unas horas sin destruir la habitación en la que se encontraban o jugarse bromas bastante pesadas.

Estaba seguro de que era el, le observo en silencio, hasta que le miro voltear a su dirección, y pudo ver con claridad esos ojos color ámbar y los tatuajes en su rostro y parte de su cuello, se sobresaltó, había casi olvidado lo dura que era su mirada, es el, pensó rápidamente, y otro recuerdo fugaz llego a el, si el se encontraba aquí, quería decir que su padre no estaría tan lejos, debía ser a unas cuantas calles de ahí.

Se giro recargando su frente contra su pecho, notando un rosario de madera, ¿como no lo había visto antes? Llevaba ya rato escondiéndose contra su pecho y apenas lo notaba, un escalofrió le recorrió, sabia que mientras no le tocase con ambas manos estaría bien, pero su curiosidad era bastante grande.

-El de la barra, es el…la pareja de mi padre – murmuro aun sintiendo la mirada sobre su espalda, sabia que realmente no podría verle, que posiblemente veía algo mas, pero no podía dejar de imaginar que le reprendía con la mirada, mientras colocaba sus manos en torno al rosario sin llegar a tocarlo, alzo la mirada –el lugar no debe de estar lejos de aquí…unas 3 calles cuando mucho –  se paro de puntillas y apoyándose sobre su pecho esta vez fue el quien inicio el beso, al inicio solo presionaba sus labios, comenzando a pedir acceso a su boca de manera tímida, en ello se reflejaba su inocencia,  el beso duro poco, pues mantenerse a su altura le resultaba difícil, no podía quitarse ese sentimiento que le había dejado la canción y besarle tampoco lo disminuía, le intrigaba y de algún modo le resultaba familiar.

-Gracias – murmuro sonriendo girando la cabeza para ver en dirección donde se encontraba el perro, y ahí seguía, pero esta vez el también les daba la espalda.

Canté al oído de Leigh hasta el final de la canción, recordando la historia de aquella letra, rememorando viejas emociones de un pasado que ya no regresaría. Era un tema melancólico y romántico, escrito en un momento de inspiración típico de mí en aquella década. Cuando acabé, rodeé el cuerpo del vampiro menor dejando que se recargara sobre mi pecho, al parecer, le gustaba aquel gesto, pareciera como si se sintiera seguro y relajado, justo la sensación que buscaba impartir en su persona. Noté que le prestaba atención a mi rosario de madera y me estremecí ligeramente, apretándole un poco contra mí.

Recordando, con un dolor frío y angustiante en mi pecho, cómo es que lo había obtenido, el recuerdo que representaba, a mi fallecida esposa, a mi pequeño y dulce Anssi... a ambos, mis únicos dos amores, los había perdido para siempre, uno a través de la muerte y el otro, a través del odio. Mi vista se fijó en Leigh y me pregunté si aquella inocencia con la cual me miraba se vería alguna vez sustituida por el odio o el resentimiento y temí porque aquello sucediera. 

Seguí con la mirada el lugar que me indicaba, viendo al otro hombre quien observaba fijamente en nuestra dirección, aunque no podía vernos en realidad. Cuando se giró y continuó bebiendo, bajé otra vez mi mirada hacia Leigh, escuchándole con atención y asintiendo, iriamos en busca de su padre si eso le hacía feliz, procuraría mantener la ilusión lo suficiente aunque los recuerdos y la falta de una buena alimentación me comenzaban a jugar en contra. La jaqueca aún era soportable aunque molesta, debía admitirlo, pero todo valía la pena gracias a aquel beso tímido.

Cuando se separó, sentí que aquello había durado demasiado poco y reprimí un jadeo de deseo, dejando caer la colilla de mi cigarrillo el cual había terminado por consumirse a sí mismo. Liberé su pequeño cuerpo de mi abrazo y al igual que él, levanté la vista hacia la pareja de su padre viéndole beber de espaldas a nosotros, preguntándome qué clase de padrastro había sido para Leigh, si le había cuidado y si había sido amable con él. Pero, ese murmullo me distrajo, y miré al vampiro con expresión confusa-. ¿Por qué me agradeces?

El perro y su padre, menuda pareja, volvió la vista y fingió hacerse el ofendido, cruzándose de brazos, -pensé que era lo que se decía cuando alguien hacia algo lindo por ti- y no es que le hubiera ofendido pero era algo que no solía hacer, que se le preguntara sus motivos le incomodaba, y sin decir más camino en dirección a la salida del local no sin antes mirarle por sobre el hombro y sacarle juguetonamente la lengua, quería asustarle al salir del local sin él pero, eso incluso le daba miedo por lo que regreso a tomarle de la mano y jalarlo tras de sí, como si fuera un pequeño niño apresurando a uno de sus padres.

Simplemente no podía quedarse callado –No te preocupes, no lo hare – había notado su reacción cuando el había puesto sus manos en torno a él, y eso le daba la impresión de que era algo que Alex no quería que viera  -a menos que estés de acuerdo – dijo con semblante serio al  señalar el rosario, pese a que hablaba de manera seria no podía dejar de preguntarse cuantos recuerdos guardaría algo así, y sabía que tarde o temprano terminaría buscando la manera de tocarlo, aun si él estaba de acuerdo con ello o no, ya que le era difícil mantener promesas de ese tipo.

Al salir no pudo evitar mirar con cierto recelo la motocicleta del perro, muchas veces le había dado la impresión de que la quería más que a él e incluso que a su padre,  ya en la calle miro hacia ambos lados con semblante perdido, sin tener la menor idea de que dirección seguir, apretó la mano de Alexandre justo cuando comenzaba a desesperarse al no recordar nada más, ninguna pista más, que solo esa, que ambos rondaban por la misma zona antes de conocerse, suspiro dejando que su mirada se perdiera unos instantes notando algunos absurdos pero llamativos detalles que casi pasaba por alto, el fuerte olor  a café,  los callejones y algunas edificaciones ya viejas pero llamativas, sonrió, como si algo le susurrara al oído hacia dónde ir, caminaba sin prisas realmente sin fijarse por donde iba, solo dejándose guiar por aquellos pequeños detalles que podía recordar, sin tener que caminar mucho y como había predicho a un par de calles de ahí se encontraba un viejo bar, no muy llamativo a la vista, 1999 en ese año cada uno seguía su camino, cada uno tenía sus problemas, y si había comprendido bien, todo aquello solo eran recuerdos, por lo que era imposible verlos, a menos de que se usaran sus propios recuerdos, los cuales eran casi nulos, todo era parte del cómo se imaginaba  aquellos lugares.

-Es aquí – murmuro y tras unos segundos soltó un suspiro pesado,  se recargo contra una de las paredes más cercanas y se dejó caer en el suelo dirigiendo su mirada al cielo, preguntándose qué tan sano seria para el vivir bajo la sombra del pasado, siempre queriendo revivir algo que ya no estaba, cayendo en la cuenta de que eso a lo que él llamaba vida, realmente no lo era, vivía en el pasado, estancado, no hacia su propio camino por miedo, miedo a olvidar, cuando realmente era ridículo que el pudiese olvidar algo, eso no le era posible, no al menos mientras aun pudiera revivir los recuerdos que los objetos solían guardar, se encogió hasta abrazar sus piernas.

-Solo hay que dejar a los muertos descansar – murmuro sonriendo con melancolía, amaba a su padre, e incluso llego a enamorarse de él, a sabiendas de que no tenía ni una oportunidad, nunca dejaría de verle como el hijo que nunca tuvo,  vivió lo suficiente junto al para entender que atarse al pasado le terminaría por destruir en muchos sentidos, y el , desgraciadamente comenzaba a seguir todos sus pasos, únicamente cambiando el pasar su eternidad cantándole a su amor perdido, a engancharse durante horas a objetos que revivieran el pasado por unos segundos, segundos que solía convertir en horas.

-¿Podemos irnos? – pregunto con calma, ante la sola imagen de que ese trio de locos ya tendrían buena parte del cielo, infierno o limbo bajo su poder y probablemente también destruida, había tardado tal vez demasiado  en comprender que si se habían empeñado en que viviera no era para que se la pasara encerrado viviendo de su pasado.

Me hizo gracia su actitud infantil y reí un poco cuando se alejó y sacó su lengua, dejándome jalar sin oponer ninguna resistencia, pues difícilmente podría él moverme si no fuera de esta manera. Su juguetona forma de ser y la energía y vitalidad que le invadía por momentos me gustaba, me recordaba lo joven que yo mismo había sido una vez-. Pero a mí no tienes que agradecerme, pequeño -ronroneé prácticamente, siguiéndole afuera, viéndole de reojo cuando se refirió a mi rosario. 

-Preferiría que no buscaras ver dentro de él, hay cosas demasiado terribles que te harían daño -comenté de inmediato, metiendo con la mano libre el rosario bajo mi camisa, ocultándolo de la vista del menor. Algunas cosas era mejor dejarlas en el pasado, ocultas, enterradas en la propia mente. Llevé mi mano al puente de mi nariz masajeando suavemente; la jaqueca comenzaba a volverse más que molesta pero aún podía controlar y mantener estable la ilusión; ya no permitiría que sucediera otra vez el accidente de LA, donde mis recuerdos se habían desbordado y mezclado con los de mi atacante, terminando ambos en un limbo mental. 

Seguí a Leigh por las calles y entre la gente procurando no perderle de vista, sujetando su mano y sintiendo los apretones que me daba cada tanto. Conocía aquella zona, recordaba haber vagado por esas calles luego de la tocata con Alexei y haber disfrutado de las horas de soledad de la madrugada, las horas previas a la salida del sol. En esos tiempos todo era tan tranquilo para los vampiros, para todo el mundo en general... Me detuve viendo el local frente al cual nos encontrábamos, creo que jamás había entrado en él aunque sí había pasado por fuera. 

No comenté nada cuando el vampiro se recargó en la pared deslizándose hasta el suelo, pues mejor que nadie sabía lo difícil que era enfrentarse al pasado y a los recuerdos, dejarlos ir, soportar el dolor de la añoranza y la melancolía. Y más difícil era aún revivirlos tal cual, no solo en la mente, sino también físicamente. Correspondí a su sonrisa levemente, asintiendo a sus palabras, de acuerdo con ellas. Era mejor dejar descansar a los muertos, liberarlos y no atarlos a nosotros. Lo sabía y mucho me había costado entenderlo, dejar ir a Cassandra, mi bella esposa... había afrontado su exorcismo demasiado tarde, la había vuelto un alma en pena al atarla a mí, al no dejarla irse. Le había hecho tanto daño a ella y a Anssi... Jamás podría perdonármelo, de eso estaba seguro. 

-Ven a mis brazos -le pedí extendiendo mis manos hacia él para ayudarle a levantarse, sintiendo que la jaqueca se convertía en migraña empañándome la vista, mareándome ligeramente. Odiaba no poder dominar mi poder del todo, esas migrañas que me atacaban cuando usaba por demasiado tiempo mi poder pese a que ya llevaba desarrollándolo y entrenándolo casi 300 años. Abracé al menor contra mí y besé sus cabellos cerrando los ojos, deshaciendo el mundo a nuestro alrededor, dejándolo esfumarse como una cortina de humo que nos devolvió a la realidad, a la casa vieja y abandonada, al actual mundo post apocalíptico.

Asintió ante la petición abrazándose a él, él era tan grande y el tan pequeño e inexperto,  murmuro un suave adiós con la promesa de volverse a encontrar con ellos, algún día lo haría, y cuando ese día llegase quería contarles miles de historias como ellos lo habían hecho, abrazándose con un poco más de fuerza a el cuándo beso sus cabellos y entonces todo desapareció, torció una mueca, el mundo había cambiado demasiado para su gusto.

Se quedó unos instantes en silencio, más temprano que tarde la curiosidad le jodia, suspirando pesado y auto regañándose,  se percató de su casi desnudes, su camisa ya era más un par de pedazos de tela colgando que una prenda, estaba completamente arañada y le faltaba una buena parte, notándola en torno a hombro como una venda improvisada, a modo de agradecimiento se acercó a lamerle los labios de manera juguetona,  miro a su alrededor buscando los frasquitos de sangre, comenzaba a sentir la sed invadirle, comenzó a temblar ante el miedo de salir corriendo tras lo primero que se moviera y tuviese vida, alzo una mirada con ojos caprichosos.

-Tengo hambre – murmuro aun logrando reconocer el olor de la sangre en el aire, la que se había derramado tras su pequeño forcejeo,  haciendo un esfuerzo por no intentar lamerla del suelo, intento distraerse, y entonces le recordó, al pequeño lobo, si les había seguido el paso se obligaría a ponerle un collar con placa y  de paso alimentarle hasta que no pudiese más, era lo menos que podía hacer al haberse cargado a la familia entera, comenzó a morderse el labio inferior ansioso, enterrándose sus propios colmillos terminando por beber su propia sangre.

-¿Y tu?- pregunto relamiéndose el labio en acto reflejo.

Cerré los ojos sintiendo su lengua en mis labios, agradeciendo aquel gesto pues consiguió de alguna extraña forma, calmar un poco la migraña que me aquejaba. Cuando se alejó apoyé mi espalda en la pared que más firme parecía y masajeé varias veces el puente de mi nariz, sintiéndome agotado tanto física como mentalmente, repasando los acontecimientos de aquella noche. Primero la pelea con los lobos y el veneno de licántropo en mi cuerpo, la falta de sangre y el uso de mi poder con el cual siempre venía una terrible migraña. Tal vez, el tanto sobre exigirme sería lo que acabaría matándome.

-También estoy sediento... busquemos una presa y un lugar seguro para pasar el amanecer -sugerí, levantando la vista justo en el momento en el cual se relamía sus sangrantes labios. Sentí la sed subir peligrosa por mi garganta provocándome un molesto ardor que me hizo jadear ligeramente. Por un momento temí arrojarme sobre Leigh y besarle hasta hacer sangrar sus labios otra vez, me vi beber de su boca hasta desangrarle por completo y tuve asco de mí mismo. 

-Movámonos rápido -le ordené pasando rápidamente por su lado, aún víctima de la migraña aunque no era tan terrible como otras que había tenido. Salí de nuestro improvisado refugio olfateando el aire, agudizando el oído atento a cualquier sonido de depredadores o humanos. Esperé a que el menor estuviera a mi lado para echar a andar rápidamente hacia las zonas pobladas, husmeando entre las mentes humanas, buscando un ser de alma negra y con los pecados suficientes como para hacerme deleitar en su muerte. Oh, cierto, ahora necesitaba dos humanos, pues Leigh también estaba hambriento-. Quédate a mi lado, ¿vale? Si algo sucede cuidaré de ti -indiqué mirándole de reojo, deteniéndome y sonriendo de forma depredadora cuando capté al fin a un grupo, tres humanos y una humana, quienes competían en maldad entre ellos. Eso sería perfecto.

Le escucho jadear cuando le miro, quedándose serio, y en acto reflejo buscando una de sus armas, mismas que no poseía, por unos segundos pensó que la presa terminaría siendo el, y es que ahora era una presa fácil, sin sus armas su único escape era correr lomas rápido que sus piernas le permitiesen, le miro expectante,  volviendo a morderse el labio convenciéndose de esas ideas eran solo causadas por la ansiedad, no le gustaba que intentasen darle ordenes, frunciendo el ceño, pero siguiéndole, a final de cuentas ahora estaba bajo su cuidado, y podría aprender de él, tantos años sobre sus hombros no podían pasar en balde, seguro había aprendido alguno que otro truquito que el más joven estaría impaciente por dominar, se movía rápido y Leigh le seguía el paso con facilidad, pero gruñendo de vez en cuando, su mente se llenaba de tantas voces,  pensamientos de otros seres más bien, nunca había entendido bien como cerrar su mente, evitar que entrasen a ella o cuando menos evitar que se llenase de pensamientos ajenos, normalmente no le era molesto, no solía estar junto a muchas personas, y en su mayoría eran como el vampiro que ahora seguía, mayores que él y por ende experimentados.

Se estremeció al escucharle decir que cuidaría de él, y normalmente cuando le cuidaban tenía la mala suerte de terminar metiendo la pata, asintió casi seguro de que algo no saldría del todo bien, cuando se detuvo le miro curioso, casi seguro de que había encontrado algo interesante, mientras que él también lo había echo, sin pensárselo mucho y como su mala costumbre le dictaba termino por adelantársele, quedando a solo unos metros de los humanos, sin reparar en que estaba desarmado y que como antes y casi seguro ellos no se encontraban en la misma situación, sonrió mostrando sus pequeños colmillos ladeando sutilmente la cabeza, casi con gesto coqueto,  de manera natural se adentró en sus mentes mientras caminaba en dirección a ellos, con total seguridad, el olor le había guiado al bolso de la chica, misma que le arrebato sonriente sentándose frente a ellos, y comenzando a hurgar dentro de ella.

Leigh se adelantó hacia los humanos con total confianza, moviéndose como un felino, moviendo sus caderas al caminar dándome una bonita vista que me hizo sonreír de lado. Le dejé avanzar observando qué hacía, sin preocuparme cuando los hombres sacaron sus armas apuntándole mientras la mujer chillaba histérica por su bolso. Con una orden mental, mandé volar las armas notando que estaban cargadas con balas de luz UV, gruñéndoles amenazadoramente haciéndome notar. Odiaba cuando los humanos usaban ese tipo de tecnología, por cosas como esas casi se habían extinguido los damphir...

Me acerqué dejando inmóviles en sus sitios a los dos hombres más cercanos, mientras el tercero saltaba sobre mí y la mujer sacaba una navaja atacando a Leigh. La migraña no hacía sino aumentar debido al uso de mis poderes mentales, irritándome, pero al menos procuraría divertirme con el sujeto que tan envalentonado se atrevía a atacarme con un puñal de plata; sin duda, se trataba de contrabandistas, cazadores del mercado negro. 

Con un ligero movimiento esquivé la brillante cuchilla y dejé crecer a mis colmillos, la sed me guiaba y mi instinto asesino me volvía un feroz depredador, guiado tan solo por el instinto. Me lancé sobre el humano cayendo ambos al suelo y le giré, quería que me viera a los ojos, que reconociera a su asesino. Los otros humanos estaban congelados en su sitio presa ambos de mi mente, pero cuando mis colmillos penetraron su piel y la sangre golpeó mi boca, los liberé, inevitablemente, concentrándome sólo en beber, dejando fluir sus recuerdos en mi cabeza, sus pecados, alimentándome del mal sintiéndome así poderoso, salvaje y peligroso.

Pese a que en su búsqueda se había echo de algunos recuerdos,  se sonrió al encontrar lo que buscaba, no necesitaba alzar la mirada para saber que tenía un par de armas apuntándole directo a la cabeza, aquellos humanos podían apuntarle cuanto quisieran con sus armas, confiaba plenamente en la palabra de su mayor, chasqueo la lengua cuando escucho un gruñido dejando de lado la bolsa de la chica pero llevándose aquel objeto que le había llamado desde la distancia, alzo la mirada justo en el momento en el que uno de los hombres se tiraba sobre Alex y la mujer sobre él, alzo una ceja mirando a la chica a los ojos con aire pesado, sujetándole la mano con la que sostenía la navaja, arrebatándosela y tirándola lejos.

-Vamos, ¿realmente pretendías matarme con eso? – comento con un deje de burla marcado en su voz, notando el miedo en los ojos de la mujer, jalándola hacia él, tal vez con demasiada fuerza pues la escucho soltar un grito lastimero, su piel era tibia, y podía escuchar la sangre llamándole, a esas alturas ya le era imposible comportarse o aguardar unos segundos más, abalanzándose sobre su cuello, dejando que sus colmillos desgarrasen la piel, la sangre le lleno la boca e incluso un poco escapo delineando sus labios, se aferró a ella aunque esta manoteaba e incluso lloraba, podía sentir como su vida se apagaba lentamente, separándose de ella antes de que su corazón se detuviera, su mente se llenó de los pensamientos confusos que rápidamente se tornaron a otros  llenos de cólera y miedo pertenecientes al otro par de humanos, que se debatían entre huir o atacar, petrificados ante la escena,  aun sediento se abalanzó sobre uno de ellos tirándolo al suelo y sentándose sobre su abdomen mientras le sujetaba por los hombros contra el suelo, Leigh se relamió los labios mostrándole sus colmillos sonriente, no sentía remordimiento alguno, lo que había visto al tocar las pertenencias de la chica, era algo que no se esperaba, había logrado ver momentáneamente como se producía la sangre de las drogas que el estúpidamente traficaba, se le revolvió el estómago de solo recordar las risas que había escuchado, molesto enterró sus uñas en los hombros del chico que gimió de dolor bajo del solo para luego dedicarle una sonrisa enferma, el joven vampiro le miro con asco, pues podía escuchar sus pensamientos,  mismos que le comenzaban a incomodar, pues aunque su vida se veía amenazada el humano le veía como una frágil criatura a la cual deseaba poseer.

El cuerpo del humano cayó inerte al suelo, casi sin ninguna gota de sangre. Me relamí los labios teñidos de rojo y levanté la vista al sujeto que quedaba, quien liberado de mi mente, huía despavorido y gritando por ayuda. Sonreí de lado, divertido por su reacción, como si alguien fuera a ayudarle realmente, y permití que se alejara, pues quería perseguirle, acecharle, jugar un poco con él.

Tras echarle una ojeada a Leigh y asegurarme de que estaba seguro, bebiendo, me alejé en busca de mi presa, apareciendo frente a él de improviso con una retorcida sonrisa, dejándolo correr, riendo siniestro cada que caía al suelo o chocaba contra algún bote de basura. Le arrinconaba moviéndome a una velocidad tal que resultaba casi invisible a sus ojos, hasta finalmente, acorralarle en un callejón sin salida, no muy lejos del vampiro más joven pues aún sentía su presencia cercana. 

De un salto ambos caímos al suelo, rodando. Sujeté sus manos y pasé la lengua por sus muñecas dejando que me pateara cuanto quisiera; era un vampiro tan antiguo que sus golpes apenas los percibía, casi como caricias, y dejé mi mente abierta escuchando sus plegarias, sus maldiciones y sus miedos, le oía rogarme que no le matara, suplicar como el cobarde que era. Rasgué con mis colmillos la delicada piel de sus muñecas lamiendo la sangre que salía, ronroneando de placer y aflojando mi agarre, permitiendo que se escapara y retrocediera asustado. Le miré con mis ojos totalmente negros antes de lanzarme otra vez sobre él, mordiendo su cuello, bebiendo con tanta avidez que sus gritos se apagaron de inmediato, rompiendo su cuello, matándolo al instante. 

Me levanté y busqué un pañuelo en mis bolsillos limpiándome la barbilla y las manos, observando con fría indiferencia el cuerpo roto e inerte en el suelo, prendiéndole fuego y alejándome de vuelta con el vampiro menor. La migraña había desaparecido con la sangre y me sentía mucho más fuerte y repuesto, y en cosa de escasos segundos estuve al lado del vampiro menor mirándole casi protectoramente-. ¿Te sientes mejor ahora?

Sus ojos parecían desnudarle, y sus pensamientos le causaba nauseas, hastiado gruño hundiendo sus dedos en las cuencas de los ojos, el humano intentaba detenerle, pero sus dedos se hundieron profundo mientras que la sangre comenzó a brotar de ellos, y su sed con ella, dirigiéndose a su hombro donde antes había clavado sus uñas esta vez clavando sus colmillos el flujo de sangre le era menor, y los gritos de ese humano le comenzaban a volver loco, separándose para gruñirle y dirigirse a su cuello mordiéndole molesto casi con asco, pero su sed era prioridad, a los pocos segundos le sintió morir y se alejó con sus labios y mejillas manchadas de sangre, mientras sus dedos permanecían dentro del cráneo, rasguñando su interior con saña buscando destruir todo a su paso, se sobresaltó cuando escucho que se dirigían a él, que aun permanecía sentado sobre el cuerpo inerte del humano retirando sus dedos llenos de sangre dejando ver el rostro ligeramente desfigurado.

Se giró para verle, con un gesto incomodo, levantándose y pateando varias veces el cráneo del humano hasta que este ya no era más que solo una masa deforme, sintiéndose aun ultrajado, ese humano le había violado mentalmente y el no había podido bloquear todos esos pensamientos.

-No del todo-

Se cruzó de brazos volviendo a donde la mujer notando que se le había caído aquello que le había robado, torpemente envuelto en plástico, era una barra de chocolate, se inclinó para recogerlo llevándose un trozo a la boca, degustándolo, aun pudiendo percibir el sabor amargo mezclado con la sangre, se arrepentiría luego, pero valía la pena, sin ganas de comentar nada jugaba con el trozo de chocolate en su boca, dándole vueltas y mordiéndolo suavemente hasta dividirlo en dos, sonreía pícaramente mientas se acercaba al otro vampiro, parándose de puntillas empujando la mitad del chocolate hacia el interior de su boca rosando sus labios y llenándolos de sangre, volviendo a su altura, y metiéndosea la boca otro trozo de chocolate este más pequeño que el anterior, para luego lamerse los dedos limpiando la sangre de ellos.

Alcé una ceja viéndole en silencio ir hacia el chocolate, sin impedirle que lo comiera aunque luego le sentaría mal a su estómago. Luego observé los cadáveres, el cráneo destrozado del humano y fruncí el ceño, pensando en qué le habría hecho a Leigh para dejarlo en aquel estado. Pero, no le daría más vuelta al asunto y no era mi intención incomodar a mi nuevo compañero, así que sin más, con una simple orden mental hice su cuerpo arder hasta que las llamas lo consumieron por completo, y luego, hice lo mismo con el cadáver de la mujer.

Leigh se acercó otra vez y su sonrisa pícara y la forma en que jugueteaba con el chocolate entre sus labios me hicieron sonreír, aquel chico era tan provocativo y sensual, que casi me hacía gracia, la forma en que lamía sus dedos y se relamía los labios. Me incliné sobre él lamiendo la sangre de sus mejillas y barbilla hasta limpiarle completamente y luego me incliné sobre sus dedos, tomando sus manos con firmeza y llevándolas hasta mi boca, succionando sus dedos de forma sugerente y erótica mientras mis ojos se mantenían fijos en los suyos.

-¿Te hago sentir mejor? -le pregunté liberándole al cabo de unos minutos y rodeándole por la cintura, descansando un momento mi barbilla sobre su cabeza, atrayéndole hacia mí. Se sentía bien abrazarlo, el calor que su cuerpo exhalaba me parecía agradable y el aroma de sus cabellos, embriagador-. Eres un ángel -comenté, pues era cierto, y aunque no lo pareciera, en cierta forma me había salvado, dándome una nueva razón para seguir viviendo, dejándome protegerle. Aspiré por última vez su aroma y me separé sólo lo suficiente como para que nuestros rostros quedaran a una escasa distancia, y sin pensarlo demasiado, un poco embrutecido por la sangre recién ingerida, le besé, profundamente, jadeando por el sabor a sangre y chocolate, enredando mi lengua con la suya sin muchas ganas de separarme.

Los cuerpos ardieron hasta convertirse en cenizas y el solo reía al sentir su lengua limpiándole el rostro, -no soy tu cachorro- comento entre risas hasta ver y sentir lo que le hacía a sus dedos, abriendo los ojos completamente y ruborizándose, entendiendo a medias lo que le insinuaba, agradeciendo que le abrazara, correspondiendo el gesto, dejando que sus manos jugaran en su espalda, dibujando pequeños circulitos con los dedos, aun procesando lo que acaba de pasar, ¿hacerle sentir mejor?  -¿Cómo? – pregunto curioso, comenzando a olvidar lo que hacía momentos le había incomodado, se sentía protegido entre sus brazos, y ese humano ya estaba más que muerto, todo había sido solo un mal trago.

-No soy un ángel – respondió entre dientes rápidamente, el titulo le venía demasiado grande, -solo soy yo, Leigh  – reprocho no queriendo manchar el concepto que tenia de un ángel, con el concepto que tenia de el mismo, suspiro pues no quería separarse, no quería que dejase de abrazarle, no quería mostrarle su rostro apenado, pero le era inevitable no buscar su mirada, su protección, sus brazos, sus labios, podía sentirle tan cerca, su aroma, su respiración contra su cara, y antes de que el menor pudiese reaccionar se le habían adelantado, respondiendo el beso, entre amargo, dulce y metálico por la sangre,  comenzando a jugar con su lengua, soltando ligeros gemiditos de vez en cuando,  pegándose más su cuerpo al de su mayor, dejando que sus pequeñas manos se aferraran a su ropa, mordiendo juguetonamente su labio inferior, sin hacerle daño únicamente jugando, separándose respirando agitado, con sus mejillas sonrojadas y ligeramente excitado, rompió el abrazo sintiéndose apenado, buscando solamente un poco de espacio para él, repentinamente dándole la espalda, intentando distraerse con otro trozo de chocolate, que metió a su boca, moviéndolo con su lengua solo recordando más el beso, gruñendo para sí, mordiendo el chocolate, se cruzó de brazos mirando las cenizas de lo que antes había sido un cuerpo.

-Deberíamos buscar un refugio – murmuro sin quitar su vista de las cenizas, comenzando a caminar sin un rumbo fijo.

Realmente no tenía caso que respondiera a su pregunta con palabras, pues el beso había sido más que suficiente para responder a todas sus interrogantes. Su cuerpo pegándose al mío me excitó ligeramente aunque el mérito fue más bien para los sonidos que escapaban de su boca siendo ahogados por la mía, y cuando me mordió, sonreí con satisfacción jadeando ahogado, viéndole, guardando la imagen de su rostro en mi mente, tan ruborizado y entregado.

Diablos que agradecía que no fuera mi cachorro, porque las ideas que me pasaban por la mente, de todas las cosas que quería hacerle, eran bastante poco castas y sanas. Cuando rompió el abrazo y se apartó mi sonrisa se ensanchó de forma depredadora, notándole arrobado y nervioso. Le seguí de cerca mientras sacaba un nuevo cigarrillo y lo encendía con notable facilidad, casi sin pensar en ello, y le di una calada que distrajo mi mente por unos instantes.

-Apoyo lo del refugio, Leigh, pero vas en la dirección equivocada -comenté divertido, dejando descansar entre mis labios el cigarrillo. Desvié mi mirada hacia la zona habitada descubriendo no muy lejos otras presencias vampíricas, no tan jóvenes como Leigh, a las cuales prefería evitar por temas de convivencia, y suspirando, oculté de ellas mi presencia volviéndome invisible, incluso para el joven vampiro frente a mí. Literalmente ahora era el fantasma que afirmaba ser-. Ven, busquemos un buen lugar. Supongo que no sabes ocultar aún tu presencia, o sí? -cuestioné alzando una ceja, dejando salir el humo de mis pulmones.

Caminaba sin saber a dónde dirigirse únicamente sintiendo la necesidad de moverse, de distraerse, encajándose la uñas en los brazos de vez en vez, aun le podía sentir cerca y aunque caminaba para alejarse, realmente no pretendía simplemente perderse, se mordió el labio inferior ante el comentario, tenia razón, el no el sabia hacia dónde ir, deteniéndose en seco cuando ya no le sentía más, el corazón le dio un vuelco,  y por poco salía corriendo de regreso a las ruinas maldiciendo todo a su paso, pero escuchar su voz le detuvo a tiempo girándose y viéndole ahí, le fulmino con la mirada, arrebatándole el cigarrillo y abrazándose a uno de sus brazos.

-No - gruño su respuesta llevándose el cigarrillo a los labios, cerrando los ojos y luego dejando escapar el humo lentamente, suspiro entrelazando sus manos, -no hagas eso…pensé que te habías ido – le reprocho devolviéndole el cigarrillo, volviendo a suspirar concentrándose, pues le había mentido, su padre le había enseñado un par de veces como esconder su presencia, y ahora le parecía una broma de muy mal gusto, pues el solía esconderse de su padre solo para ver como reaccionaba, ahora entendía el por qué se le quedaba el mal humor por varios meses tras sus bromitas.

No planteaba soltarle la mano, al menos no hasta que pudiese sentir su presencia de nuevo, -¿cómo es?, el refugio en los ángeles – pregunto de repente, recordando el lugar hacia el que irían, sintiendo curiosidad pues en toda su vida no había salido de las ruinas,si no hasta después de la muerte del guitarrista,quien le sobreprotegía y apenas lograba establecer algunas palabras con personas que no fuesen el o terminasen muertas poco después.

-No me iré mientras me necesites -dije en un ronroneo, satisfecho con su reacción, sin importarme mucho que me arrancara el cigarrillo esta vez. Su agarre era firme en torno a mi brazo, su pánico era tangible y sus emociones casi transparentes. Sabía, por supuesto, que me había mentido, pero si no quería decirme le respetaría, conseguiría ganarme su confianza de alguna forma. 

Entrelazamos nuestros dedos y le guié en la dirección correcta, hacia el refugio que había hallado la última vez que había visitado Vollkommen-. Es un edificio muy grande y antiguo, sobrevivió a muchas guerras. Ahora se llama Hospital St Albert, pero descuida, no hay nada de doctores o inyecciones -añadí mirándole alerta, ya conocía a unos cuantos que con sólo escuchar la palabra "hospital" entraban en crisis de pánico o ansiedad. O como Cerberus, me dedicaban unas cuantas blasfemias.

-Es una zona neutra, como dije antes. Hay ángeles, lic´ntropos y vampiros viviendo en paz, algunos humanos e incluso cazadores que han dejado su oficio en el pasado. Pronto espero que mi sucesor en el puesto de líder y guardián aparezca -comenté, aunque lo último, más para el aire, para mí mismo, que para Leigh. Me descubrí pensando en Alexei, viviendo perdido en alguna parte de esta ciudad en ruinas, seguro de que él era el líder que la organización que tomaba forma, necesitaba. Pronto tendría que hablar con él y disuadirle de acudir al hospital...

Intento imaginarse el refugio que le describía, un edificio grande, viejo y con muy buenas historias impregnadas en sus paredes, mirándole con el signo de interrogación bien marcado en el rostro cuando comento lo de los doctores, sin saber que era realmente un hospital o un doctor, el termino le era completamente desconocido y por lo mismo le restó importancia, si no lo conocía era entonces porque realmente no era importante, mirando a su alrededor, distraído pero atento a lo que le decía su mayor.

Asintió sonriéndole, -no te preocupes, ya aparecerá, solo es cosa de tiempo– buscaba alentarle, contagiarle su  entusiasmo, aunque le parecía pensativo y de alguna manera ausente, el más joven volvió a dejar que su vista husmeara por ahí junto con su mente sin realmente quererlo, llenándose de pensamientos ajenos, torciendo una mueca, concentrándose en sacar todo eso de su mente, cerrarla, y poco a poco esas voces se atenuaban, como suaves susurros que desaparecían en la lejanía.

Puesto que Alexander no le había tomado el cigarrillo de regreso lo llevo a sus labios dando una larga calada, como un premio para sí mismo ante su logro, dejando escapar después de unos segundos el humo que el viento se llevaba con él.

-Dudo realmente poder encajar en un lugar así – confeso distraídamente pasando la punta de su lengua por la punta de sus colmillos manteniendo sus labios semi abiertos, -¿Qué pasara cuando ya no te necesite? ¿Solo desaparecerás?-  cuestiono sin miedo o tristeza impregnada en su voz, únicamente curiosidad, simple curiosidad, - aunque…siendo sinceros da la impresión que yo te necesito tanto como tú a mi – soltó, jugando con el cigarrillo entre sus dedos dejando que este se meciera en ellos.

-No todas las criaturas tienen tanto tiempo como nosotros -comenté de forma distraída, guardando mi mano libre en los bolsillos de mi pantalón. Pensando en el futuro y el los próximos cambios que se sentían venir, divagando un tanto más mientras caminaba. Volví a la realidad cuando comentó no estar muy segur de encajar y le observé momentáneamente; por supuesto que encajaría, no era diferente de muchos seres que había recibido allí. La mayoría solitarios y tímidos, introvertidos y desconfiados de todo, que finalmente se habían adaptado. 

-Te las arreglarás para encajar -me encogí de hombros soltándole la mano, echándome hacia atrás los cabellos-. Supongo que lo haré. Suelo desaparecer cuando dejan de necesitarme, aunque yo aún les necesite. Ya he hecho demasiado daño a causa de mi egoísmo -dije mirando la luna, pensando en Anssi y en sus últimas palabras con melancolía y dolor, metiendo mi mano en el bolsillo de la chamarra. 

Me detuve frente a un viejo edificio y destartalado, un hotel en sus tiempos mozos, el Byzantium. Las paredes y cimientos todavía eran bastante firmes y aunque a simple vista pareciera una construcción más en ruinas, lo cierto era que por dentro resultaba bastante acogedor. Junto a las escaleras que daban a la entrada había dos figuras destrozadas que en sus tiempos fueron poderosas y elegantes esfinges de bronce, y en un costado, doblado sobre el suelo, se encontraba el letrero que citaba el nombre del hotel-. Aquí es -indiqué entrando, sumergiéndome en la total oscuridad pues las ventanas estaban selladas con tablas de madera. 

Restos de muebles y escombros de lo que antes fuera el salón principal nos recibían, la escalera que llevaba hacia arriba estaba derrumbaba en varias zonas haciendo imposible la subida a un humano. Me dirigí a uno de los costados esperando a que Leigh me alcanzara y entré en lo que fuera la cocina, y con un gesto de cabeza le indiqué la puerta que conducía al sótano-. ¿Alguna vez has dormido en un cuarto de lujo?

La respuesta que obtuvo realmente no le había sorprendido, le observo ahí mirando a la luna, no tenia que ser un genio para darse cuenta que le rodeaba un aura solitaria y melancólica, parecida a la de su padre, le siguió en silencio, analizando un par de cosas en su pequeña y retorcida mente,  hasta que se detuvieron alzando la mirada, el edifico lucia firme, pero bastante demacrado, dándole cierto aire tétrico, se acerco a una de las figuras de bronce recorriéndola con la punta de sus dedos, levantando una de las capas de polvo que le cubría, escribiendo en su lomo “LA”,  llevando el cigarrillo de nuevo a sus labios notando apenas que ya no sostenía mas que la colilla sonriéndose dejándola caer despreocupado, volviendo a andar entrando en la edificación solo para encontrar dentro mas ruinas, siguió al vampiro sin dejar de desviar su mirada inspeccionando el lugar.

-No – respondió distraídamente negando con la cabeza, mirando la puerta que le señalaba, para luego sonreírle curioso como si acabase de recibir un regalo,  se acerco a el parándose de puntillas solo para susurrarle al oído – Yo dejare de necesitarte… cuando tu dejes de necesitarme – su voz era suave y casi se podía percibir en ella ese aire travieso y testarudo, se alejo apenas unos pasos volviendo su mirada a la puerta, con curiosidad -si me mimas demasiado me vas a malcriar – comento, aun que dudaba que eso fuese posible.

Iba a comentar algo respecto al cuarto que tenía preparado allí abajo, cuando se acercó volviendo prácticamente inexistente nuestro espacio personal, susurrando aquellas palabras. Como respuesta simplemente dejé salir un pesado suspiro y negué con la cabeza viéndole a los ojos, él era demasiado joven y no sabía lo que decía, el compromiso al cual se enfrentaba era demasiado para él, lo sabía. Aunque me gustara y me sintiera atraído hacia él, no permitiría que las cosas fueran más allá de besos y caricias, no me permitiría a mí mismo romperle como a todo lo que tocaba. 

-Dudo que vaya a malcriarte, porque lo que tengo aquí abajo es lo menos parecido a un cuarto de lujo, que pueda existir -dije sonriendo de lado, pasando una mano por su cintura guiándole hacia abajo. Cerré la puerta tras nosotros quedando ambos sumidos en la oscuridad total, y con un chasquido de mis dedos se encendieron una serie de antorchas iluminando una desvencijada escalera. Bajamos hasta toparnos con una puerta de acero que abrí sin dificultad, la cual daba paso a una habitación enorme, un búnker para damphirs y vampiros, sin acceso a la luz solar y completamente aislado del mundo. 

En medio de la habitación había habilitado una cama de los pocos muebles rescatables del hotel, cuyas sábanas eran de seda roja y los cortinajes, de un delicado satén negro. Junto a la cama una mesa de noche sobre la cual descansaba un candelabro con varias velas, las cuales encendí apagando las antorchas del pasillo, siendo éstas nuestra única iluminación-. Adelante, siéntete cómodo -hice un movimiento con mi mano en clara invitación, esperando que el lugar fuera de su agrado aunque ciertamente, no era el mejor sitio del mundo, aunque servía a su propósito de brindarnos seguridad y abrigo del sol.

-Ahora me siento engañado – comento entre risas, dejándose guiar, comenzando a acostumbrarse a que le sujetase de la cintura, notando que las antorchas se encendían iluminando el camino hacia abajo, sintiéndose de momento atrapado hasta llegar a una habitación de buen tamaño, completamente sumida en la tiniebla hasta que volvió a iluminarse y el pasillo volvió a llenarse de una densa oscuridad, de ese modo pudo notar con más detalle la habitación, pareciéndole de buen gusto –y decías que no me malcriarías, es más de lo que tengo en casa…En casa apenas y tengo espacio para mí, todo está lleno de recuerdos – comento refiriéndose a todos aquellos objetos que rescataba de las ruinas y atesoraba, se sentó a la orilla de la cama, dejándose caer de espaldas en ella, suspirando al recordar como había reaccionado tras decirle aquello, aunque eso no lo haría cambiar su postura, pero si dejaría el tema de momento, pues esas cosas necesitaban de tiempo, y no buscaría apresurar nada, rodo sobre la cama intentando restarle importancia al asunto, quedando boca abajo en esta para luego apoyarse sobre sus manos y sentarse justo en el centro de la cama con sus piernas cruzadas, mirando su herida, la sangre estaba seca, y la tela se había adherido a su piel retirándola lentamente hasta dejar su hombro al descubierto, aunque la herida sanaba lentamente ya no lucia tan mal, reparando por segunda vez en su ropa, se quitó los restos de ella dejando al descubierto su pecho y brazos, a simple vista su piel lucia perfecta, pero tras observarla bien se podían notar suaves marcas sobre ella, rastros de heridas pasadas, algunas de su vida humana y otras no tan viejas, junto son sus tatuajes, a lo largo de su brazo izquierdo se extendían dos, una sombra negra  formando un circulo y un animal muy parecido a una hiena descansando justo debajo mostrando sus afiladas garras , mientras que en su brazo derecho casi a la mitad se encontraba otro, este siendo solo la cabeza de un lobo.

-Lo único que odio de esto, es terminar todo el día encerrado – comento tocando su hombro derecho, agradeciendo que la herida no destruyese ni desfigurase ninguno de los recordatorios que había decidido grabarse en sus brazos– no hay mucho que hacer mientras el sol este ahí afuera – rodo los ojos suspirando volviéndose a dejar caer sobre la cama, quedándose pensativo unos momentos – ahora que lo pienso…solo pude ver el sol pocas veces, antes de que el perro se fuera, después de eso, todo fue vivir encerrado y vigilado - 

-En el hospital estarás mucho más cómodo, los cuartos no son tan grandes pero tendrás espacio suficiente para ti y los recuerdos nuevos que adquirirás -indiqué, quitándome la chamarra dejándola caer descuidadamente al suelo, pues no me serviría de mucho teniendo en cuenta que la mitad de uno de los brazos había sido desgarrado. Observé mi herida asegurándome de que sanaba bien, y gracias a la sangre recién ingerida, en un par de días sólo seria parte de un amargo recuerdo más. Luego me quité las zapatillas dejándolas junto a la cama y me tumbé en una orilla, junto a Leigh, que yacía desparramado sobre la colcha.

-Podemos descansar un poco y dormir -comenté cerrando los ojos, sintiéndome aún con energías aunque mentalmente estaba agotado. Coloqué uno de mis antebrazos sobre mis ojos y crucé mis piernas sobre la cama, relajándome instantáneamente, dejando otra vez tangible mi presencia. Oyéndole, sorprendiéndome un poco por sus palabras-. ¿Y qué hay de tu vida humana? ¿Pudiste disfrutar del sol cuando eras más cachorro aún? -pregunté, sin querer sonar entrometido ni buscar evocarle recuerdos dolorosos o demasiado personales.

-Si te interesa saber, yo llevo 700 años sin ver el sol. Bueno, hay algunas excepciones, la última vez que me expuse fue hace un mes, por eso luzco tan moreno -retiré mi antebrazo sólo lo suficiente para dejar uno de mis ojos a la vista y le busqué con la mirada, enredándole los cabellos con la mano libre como si fuera un chiquillo.