I see Darkness [privado]

La relación con Sean era como ellos mismos, extraña y sui generis, Aren se había acomodado dentro de la vida del Krusnik, haciéndose espacio poco a poco, reclamando tiempo del híbrido y dando a cambio su constante presencia a su manera. Llevaban un mes, después de que Aren urdiera aquellos poderosos hechizos en torno al orfanato, necesió varios días de descanso en los cuales se encontraba muy debilitado, Sean se ocupó de todas sus necesidades, velando por él, Aren practicamente no se podía mover de la cama, el cuerpo era un peso muerto y si iba hasta el baño y volvía lo hacía practicamente arrastrándose por el suelo. Durante esos días, Aren y Sean se dedicaron a conversar, el krusnik regresaba del trabajo o de sus ocupaciones y cenaba con el hechicero. Aren le relató algo más sobre su vida, sobre todo la fase que pasó en Roma y que estuvo casado con un hombre pero que murió en la caida de la ciudad, a cambio de esa sinceridad, Sean confesó que era padre y nada menos que de un demonio.

Aren se sorprendió, no había esperado aquella revelación, que Sean tuviera descendencia lo tomó con la guardia baja y lo hizo sentirse extraño, sobre todo porque él en todos sus siglos de vida no tuvo ni un vástago y su magía, sus conocimientos, todo lo que era y lo que fueron sus antepasados se transmitía por la sangre. Como era usual en Sean, no hizo mayor meción al asunto y Aren tampoco preguntó demasiado. Después de aquello entre ellos se estableción una relación intermitente, Aren vagabundeaban por la ciudad o iba a las grandes bibliotecas, pero por las noches regresaba al hotel, a su propia habitación. De vez en cuando Sean se presenaba y tenían sexo, de aquel sexo intenso y pasional que se daba entre ellos y otras ocasiones era Aren quien iba a sus aposentos y lo acostaba hasta que Sean con un gruñido lo tiraba en la cama.

Pero a medida que pasaban las semanas, Aren regresaba más pronto y buscaba a Sean, hablaban y el hechicero le comentaba todo aquello que veía pero sobre todo lo que sentía con su poder, Sean lo tenía como una especie de vigía mágico, el hechicero era capaz de captar las grandes fluctuaciones de energía y también la presencia de criaturas que usaran la magía. Sean le pedía consejos sobre paternidad y Aren hacia lo posible para dárselo aunque en ocasiones simplemente le decía que dejara hacer al crio lo que le viniera en gana o que le compraría un libro de "como mejorar su relación con su hijo demonio". En cierta sentido estaba algo celoso, pero no podía competir con un hijo, era evidente que Sean lo estaba aprendiendo a amar, aprendiendo a amar a su vastago.

Aren se despertó cuando sintió el estallido de energía al otro lado de la ciudad, aquella noche se acostaron juntos pero no tuvieron sexo, solo descansaron el uno al lado del otro. Un reguero se sangre descendión de la nariz del hechicero que se sentó, aturdido, justo a tiempo para ver como Sean cogía su celular y mantenía una conversación que se tornó tensa por segundos. La piel de Sean palideció y sus ojos se tornaron más claros, lo vio tirar el celular al suelo y salir de la cama, parecía completamente enloquecido.

-¡SEAN!-Aren lo vio desaparecer, casi medio desnudo y salió de la cama, se dobló, jadeando, la erupción de energía habia sido brutal y habia transtornado parte de las propias energias vitales. Inspiró despacio, sentía que estaba ocurriendo algo terrible, se puso en pie y cogió el celular de Sean del suelo, escuchando a su subordinado que hablaba.-Soy Aren..¿qué ha pasado?-el hombre dudó-No estoy para juegos, ¿qué diablos ha ocurrido para que Sean haya perdido la cabeza de esta forma? ¿qué le has dicho?-el hombre confesó entre tibuteos y temblores de voz, Aren cerró los ojos, poco a poco e inspiró, despacio. Cerró la llamada y se quedo quieto-Dioses...-cuando todo parecía que estaba yendo bien, cuando parecía que Sean se estaba abriendo...ocurría aquello, no podía ni imaginar lo que estaba sufriendo en aquel momento.

Se puso una camiseta y unos vaqueros, bajó corriendo a la puerta del hotel y cogió uno de los coches de Sean. No sabía que podía pasar, ni que podía ocurrir, temía ahora por muchas cosas, temía por Sean...porque el sentimiento hacia aquel hombre se había vuelto mucho más profundo e intenso aunque aun inconfesado. Arrancó y se condujo hasta el lugar del siniestro.

Aren detuvo el coche a una distancia prudencial del gran cordón montado por bomberos y policías. Bajó del coche y sintió una sacudida, apretó los dientes, las energías naturales fueron completamente transtocadas por la batalla que aconteció en aquel lugar, varios edificios estaban en llamas, bocas de incendio partidas por la mitad de las cuales manaban el agua como columnas, encharcando el asfalto y otros edificios, completamente cercenados, limpiamente, como si hubieran sido cortados con una hoja excepcionalmente afilada. Aren se encaminó hacia el cordón, ladeó el rostro, varios policias que estuvieran cerca de la batallas, gritaban, sus ojos estaban quemados, blancos, destruidos y movían los labios agrietados, murmurando; "la luz, aquella luz". Lo que Aren no podía saber es que aquellos agentes eran los que usualmente mantenían tratos con demonios, también recibieron su castigo.

-¡No puede pasar!-uno de los policias puso una mano sobre el hombro derecho de Aren, reteniéndolo rudamente pero Aren movió sus labios silenciosamente y todos se quedaron paralizados, mirando hacia delante, el hechicero pasó entre ellos. Todos el asfalto estaba completamente agrietado, el olor en el aire era casi insoportable, cuerpos calcinados y azufre, algunos de ellos eran humanos. El hechicero comenzaba a comprender que aquello no fue un encuentro entre dos demonios de alto rango y sus seguidores, no, allí también había otro tipo de energía y era la de un Celestial. Uno con suficiente poder para liquidarlos de aquella forma y suficientes agallas para lanzar un ataque frontal, hasta el momento, los ángeles se habían mantenido en un discreto y segundo lugar pero parecía que se acababa de lanzar una especie de desafío.

Inspiró profundamente, solo que el destino decidió que fuera la sangre del hijo de Sean la que se virtiera. Aren se movió entre los escombros hasta que vio la figura del híbrido, estaba siendo rodeado de agentes, se encaminó hasta él, notando ahora otra fuente de poder, Sean estaba perdiendo el control, a su pies una masa amorfa de cenizas, Aren entrecerró los ojos y recitó otro hechizo, inmovilizando temporalmente a todos los policías, no quería que Sean los aplastara en una arrebato y luego lamentara haber pagado su dolor con personas inocentes.

Llegó hasta su altura, lo observó, luego extendió su mano derecha, posándola en el hombro izquierdo de Sean que apretó suavemente-Debemos irnos, Sean. Aquí ya nada puedes hacer.-se acercó y se arrodilló a su lado, sus ojos verdes se posaron en lo que quedaba del cuerpo, notando el aroma a demonio que provenía de él, también vio las gotas de roja sangre en el asfato, Sean intentó algún tipo de locura pero aunque era una criatura muy poderosa no podía vencer a la muerte, a la Parca. Inspiró despacio-Sean...-susurró, parecía rígido, las venas de su cuello estaban completamente marcadas, le tomó el rostro para que centrara los ojos en él, vió un dolor desgarrados e incredulidad. Lo abrazó contra su cuerpo, apretándolo-vámonos..despídete y vámonos.-aquello solo estaba comenzando. Sena había sido herido cuando se abría y ahora..ahora volvería a hundirse en el hielo, donde tenía miedo de no poder alcanzarlo o consolarlo.

Aren se quedó impresionado al ver sus lágrimas, nunca creyó que las vería asomar de una forma tan transparente en aquellos azules ojos, rodaban solas, sin acompañamientos, sin sonidos de sollozos o ahogo de respiración, solo se vertían desde aquellos orbes que parecían completamente ciegos en aquel momento, sin ser contenidad pero tampoco siendo consciente de ellas. Como una herida abierta que sangra sin ser atendida, era algo que lo estremeció de pies a cabeza, una estatua que lloraba pero que su corazón estaba tan retenido bajo la piedra que no realizaba un solo movimiento, solo estaba paralizada, esperando que el sufrimiento fuera tan intenso que lo llevara a hacer algún gesto. Inspiró, mirandolo, silencioso por primera vez, su aguda mente y su descarada lengua no encontraba las palabras adecuadas. Aren nunca tuvo descendencia, no sabía que era perder un hijo aunque conocía el dolor de la muerte de una persona muy amada. Sean se estaba muriendo ante sus ojos en vida, algo que llevaba brillante durante semanas, una llama, acababa de extinguirse por completo y él no pudo evitar que se consumiera.

Se acercó y se sentó a su lado, movió sus labios despacio-Lo siento, Sean, lo siento mucho.-era la verdad, el mundo le daba bastante igual pero aquel hombre no y por esa misma razón había cambiado parte de su comportamiento para adaptarse a él y en la medida de lo posible, Sean, se amoldó a Aren, variando parte de su rutina. Pero aquellos esfuerzos ya no tenían importancia, eran como si no hubieran existido,notaba el abismo que poco a poco se estaba abriendo bajo ellos pero aun así quería intentar salvarlo antes de que cayera en la oscuridad, una oscuridad que él mismo paladeó con la muerte de sus consortes-Lo siento...-alargó sus brazos y los envolvió con ellos, apretandolo contra su cuerpo, acariciando sus cabellos y su espalda ancha y fuerte.

Lo hizo ponerse en pie poco a poco, llevándolo hacia la cama donde se tumbaron, mas bien lo hizo recostarse, lo volvió a abrazar, respirando despacio. Ni todo su poder podría devolverle a su único hijo, no había hechizo capaz de vencer a la muerte y aunque existía...era a cambio de la propia vida del hechicero. Pero era un egoista, lo sabía, un jodido egoista porque no quería dejar a Sean, no quería ahora abandonar aquel mundo. La muerte era algo intocable y Sean volvía a sentir el dolor de perder a alguien querido. Aren cerró los ojos, sabiendo, en el fondo de su corazón, que ambos tendían a afrontar las problemas a su manera, él mismo sobrevivio a la muerte de sus parejas, vagando, sumergiéndose más en la magia, olvidando parte de su humanidad. Temía por Sean y temía por él mismo.

Su cuerpo se fue relajando, poco a poco, al cabo de las horas sin que Sean cambiara su postura, interte y cada vez más frío hasta que Aren se quedó dormido, con sus brazos en torno al cuerpo de Sean, apretandolo aun estando sumido en la incosnciencia, esperando que aquella noche terrible pasara y la vida pudiera continuar su paso como siempre hacia, que lo que comenzaba a florecer entre ellos pudiera ser más fuerte que aquel terrible golpe a pesar de que Aren, en su orgullo, no había confesado sus sentimientos, esos que escondía tanto.