Beautiful Darkness - privado Lore

Había sobrevivido de un estrepitoso accidente, la joven con la que me hallaba y había disfrutado de un sexo más allá de la pasión, cercano a la perversión más profunda donde podía hallarme como en mi propia casa, había desaparecido. Supuse que murió. No deseaba saber más de ella. Decía ser hija de mi padre, si así era no sería más que otra carga para mi. Si mi padre se sentía dolido por ella, no me importaba en lo más mínimo como yo a él no le interesaba, pues muchos eran los rumores y nulo era su deseo de hallarse frente a mí.

Caminaba por Los Ángeles ataviado como si estuviera en pleno siglo XVIII en París. Mi vivienda en la ciudad era una ostentosa mansión de lujo en medio de la colina, un lugar decorado con muebles antiguos y que tanto por fuera, como por dentro, parecía una casona encantada de la cual podía salir duendes, fantasmas y brujas correteando por los arbustos, hermosas fuentes cantarinas y dulces ninfas talladas en mármol. Era un edén conquistado por un castillo algo lóbrego pero confortable, de suelos de madera y hermosas obras muy detallistas. Según sabía habían sido obras del propio Marius, pero desconocía si era así o no. Para mí, un mecenas del arte, era simplemente un capricho hermoso al cual atenerme en los solitarios días de mi decadente existencia.

Mi abuela me había enviado noticias de ciertos movimientos en la zona, mi padre había desaparecido nuevamente de Los Ángeles, me pedía que fuera inteligente y me quedara allí, que no fuera a buscarlo. No quería que me encontrara con él y congeniara, pues éramos relativamente parecidos. Sin embargo, yo tenía gran devoción a su primer amante. Nicolas me parecía un hombre influyente, apuesto, con ciertos rasgos de locura y poder. Amaba el violín y ese violinista debió ser magnífico, si es que murió realmente. Aún estaba a la espera que no hubiera sido así.

Caminaba por una zona algo decadente, pero no tanto como los barrios bajos. Mi traje destacaba, así como mis cabellos algo alborotados y atados en un lazo azul oscuro, como mi traje con ciertos bordados de rosas plateadas en el chaleco. Mis medias eran blancas y se ocultaban bajo la gruesa capa de cuero de mis botas.

-Richard, Richard... busca un lugar para llamar la atención de todos con tu hermoso amigo y deslúmbralos.-me dije mirando a mi alrededor, notando como todos se mezclaban y dejaban un heterogéneo riachuelo de entes estúpidas o demasiado simples. Pocos destacaban, pocos eran de mi agrado. Esta noche no hallaba buen público.

Podía presentir la amargura en las almas, el holocausto que provocaba estos días de escoria acumulada. Subí caminando por uno de los laterales de los altos edificios donde el arte parecía fluir, bajo sus muros se encontraba una academia de pintura y fotografía. A esas horas estaba cerrada, pero podía sentir las almas abandonadas sobre su emplazamiento coreando lamentos, rezumando pasión. Mis ojos se clavaron en el asfalto, sobre todo en una joven que caminaba con cierto aire de melancolía. Se aproximaba hasta donde estaba, tocaría para ella. No era algo habitual para mí, pero esa noche me sentía generoso. Tal vez, seguramente, era su esencia humana lo que me hacía ser amable. Una mestiza, como yo.

Empecé a tocar con brío moviéndome sobre el viento gélido que circulaba mezclado con la esencia de demonios más crueles, un aire frío por la sensación de avaricia y poder que podía casi respirar notando sus matices. Mis ojos se cerraron y una sonrisa agradable se ensanchó en mi boca, mi rostro parecía el de un ángel pero se podía notar que no había nada angelical en mi.

Aquel clásico del rock abrumaba soltándolo en forma de notas musicales, igual que si fueran flechas entre las cuerdas de un arco. Salté cayendo frente a ella, tocando en la acera mientras algunos curiosos se arremolinaban a mi alrededor, pero el miedo les podía y terminaban huyendo. Era un demonio, a fin de cuentas, aunque fuera mestizo.

https://www.youtube.com/watch?v=B7-vGvBP7gg

Mis pasos se arrastraban casi a la fuerza por aquellas calles, deseando desviarse de nuevo hacia aquella casa pero sabia que no debía hacerlo, luchaba contra aquellas lagrimas que pugnaban por salir cuando un chico se planto justo frente a mi, di un salto hacia atrás asustada por la manera tan repentina que había llegado sin ser notado, empezó a tocar aquel instrumento de una forma que jamás había escuchado, a pesar de aquel susto que me había llevado cuando apareció la música me calmo de una forma que parecía que hechizaba tal como en los cuentos de mi abuela, vi a aquel chico rubio vestido de una forma que nunca había visto salvo en los libros viejos de la abuela, aun que luche por no dejarme envolver por aquellas notas no pude evitarlo, sabia que si me descuidaba algo me podía pasar pero era como si acariciaran cada una de ellas, era tan exquisito todo aquello que no comprendía por que se alejaban algunos, tal vez el era también uno de los mostros que mi abuela me contaba, aun que no lo parecía no se sentía como aquel que me encontré en el teatro, sin evitarlo me quede embelesada viendo como sus manos se movían de tal manera que hacia salir esos maravillosos sonidos de aquel instrumento

Sonreí contemplándola con aquel hechizo violeta en mi mirada, mi sonrisa se ensanchaba mientras algunos niños me tocaban como ratas influenciadas por el flautista. Mi música era atractiva aunque sin poder alguno, tan sólo el de mi talento con el paso de los siglos. Cuando paré de tocar saludé a los presentes y salí de entre ellos, aquel pequeño corro me asfixiaba, quedando frente a ella con una sonrisa amable.

-¿Se ha perdido?-interrogué mostrando los tonos de mi voz con cierta nostalgia y acento francés.-Alguien tan hermosa no debería tener un rostro tan afligido.-hice desaparecer de mis manos aquella obra de arte, pues eso eran para mí mis amados violines, como si fuera un mago y lo hice sin chistera, conejo y mujer con lentejuelas.-Me llamo Richard, Richard de Valois, enchanté mademoiselle.-hice una reverencia típica de otros siglos, para luego quedar recto esperando dos reacciones: salir corriendo o quedarse a tener una animosa charla conmigo. Quien no se arriesga no logra lo que pretende.

La noche era una burbuja que parecía desear explotar, pero mientras era nuestro hogar como el de muchos seres como nosotros. Podía sentir que ella era una Dhampir, aunque no estaba seguro si podía lograr hallar en mí con tanta facilidad mi esencia. Mis ojos violetas se posaron en los suyos con calma aparente, pero por dentro vibraba como las cuerdas del violín.

La belleza del rubor de aquella joven era superior al de cualquier otra, parecía lucirla con un candor desconocido parecido al de un ángel. Sonreí con cautela para no asustarla, sabía que podían sentirse presa segura todo aquel al cual me aproximaba y dejaba ver mi poder. Hice aparecer entre mis dedos una rosa roja, aún cargada con rocío que jugueteaba sobre el borde de sus pétalos.

-Una rosa para usted, Lorane.-dije extendiendo mi brazo hacia ella empuñando la rosa con delicadeza. Había aprendido a tener entre mis manos instrumentos y objetos frágiles, así como plantas o cualquier ser vivo. Cuando pequeño podía romper cualquier cosa con tan sólo tocarla. Mi fuerza no la sabía controlar, mi madre se esforzó junto a mi abuela para ofrecerme la mejor educación, los modales más correctos y cierta elegancia.-Un nombre hermoso para un rostro aún más hermoso.-susurré inclinándome como muestra de respeto, pues tanto en la cultura de mi padre como en la de mi madre así siempre se dio.

Los transeúntes iban y venían como una línea de hormigas hacia el hormiguero, iban con sus antenas puestas en sus preocupaciones y no se paraban en nuestra conversación. Una ciudad como aquella podía hacerte sentir muy solo, tan solo que podías llegar a sentir como una fuerza invisible te pegaba una patada hacia un rincón como muñeco que no se desea y se quiere desechar.

Sus mejillas teñidas de rojo le daban una encantadora apariencia de amapola silvestre, quizás una rosa en medio de aquella podredumbre que era este mundo secuestrado por la crueldad, la demencia, la soledad y por supuesto la estupidez. Lo horrible se valoraba más que lo hermoso o delicado. Ella parecía tener la belleza de la delicadeza más sublime. Una preciosa muñeca que cobraba vida sin necesidad de cuerda. Parecía una de esas auténticas damiselas que mantenían cierta inocencia y candor. Sin duda, alguien fuera de época debido a la crueldad que vivíamos.

-Mademoiselle Lorane.-dije tomando su mano derecha sujetándola con la mía, acariciando su suave piel con mis tibios dedos.-¿Desearía caminar conmigo? Prometo que no la dañaré, asustaré o propasaré. Tan sólo deseo tener a tan bella damisela junto a mí, pues la noche se hace agradable cuando se posee algo hermoso para inspirarse. Los bohemios somos así, necesitados de belleza y la belleza parece que deseó tropezarse en mi camino.-besé el dorso de su mano mientras con mis dedos acariciaba la palma de esta.

Aquella hermosa criatura parecía destinada a ser la inspiración de la noche, una mujer a la cual tomar como si fuera una flor silvestre y llevar en mi solapa aspirando su perfume, contemplando el colorido de sus delicadas mejillas y sintiendo como su voz acariciaba suavemente el viento. Una mujer sin duda que podría otorgarme un poco de paz en mis tinieblas. Quería olvidar todo. El desastre de París, la estupidez paupérrima de mi padre, las palabras de mi abuela y sobre todo que estaba solo en este mundo de locos y estúpidos.

-No la retendré mucho tiempo, tal vez pueda invitarla a un café y sólo le robaré esos minutos. Por favor, Lorane.

Las calles volvieron a su ir y venir tal vez porque el encanto de su violín había dejado de envolver a todos los que estaban a nuestro alrededor, aun que yo aun estaba como sumida en aquel embrujo que tenia aquella melodía, o tal vez era otra cosa algo que no me había pasado, tomo mi mano y sentí la tibieza de la suya lo que me indico que tal vez era alguien como yo, prometía no hacerme daño pero extrañamente no necesitaba de aquellas palabras para creerle, mi sonrojo no se fue por el contrario aumento cuando beso mi mano y solo atine a asentir con la cabeza mientras lo miraba a los ojos, eran de un color violeta que enganchaban y me hacían querer no dejar verlos, cuando me encontré con aquella chica en el tianguis no había tenido estas reacciones, ni cuando aquel demonio en el teatro trato de hacer que me volviera un mostro así como el lo era, con este chico me sentía extrañamente segura y una sonrisa se dibujo en mi rostro mientras esperaba que nuestro paseo comenzara -Sera muy grato poder dar un paseo con usted - dije al fin saliendo un poco de aquella neblina que sentía en mis sentidos que estaba provocando no sabia como

Podía componer una sinfonía para aquella encantadora inocencia. Sus ojos brillaban fascinados con la elegancia que yo desprendía, sin embargo era su sencillez y su dulzura los que me fascinaban a mí. La crueldad era típica en nuestra época, pero la inocencia y la belleza que esta desprendía era imposible de hallar en cualquier esquina. Era un escenario de guerra, hambre, miseria y mediocridad. No había misericordia, no había paz y ni mucho menos sueños o esperanzas. Mi violín podía narrar mis sentimientos, cantar para ella con cierta soberbia la magia que podía encontrarse en su lado humano.

-Café pues.-dije esbozando una sonrisa con cierto garbo atípico en esta época de chulos sin autoestima con coches excesivamente potentes, ruidosos y poco llamativos para alguien que amaba la elegancia del trote de un caballo.-Un café para ambos entonces, un momento delicado para compartir.

La guié hacia la cafetería abriendo la puerta para que ella pudiera captar el aroma a bollería, café, calor humano y papel de periódico que golpeó con fuerza mientras la noche se volvía fría y melancólica. Pronto llovería, podía oler la tierra mojada a punto de recibir nuevas gotas. Tan sólo había caído un par de chispas, las suficientes para notar el cambio.

-Vamos querida, la guiaré.-susurré sin perder detalle de sus facciones de muñeca, las cuales quería acariciar y romper a la vez, porque era tan perfecta que dolía. Una inocente en mi regazo, agarrada a mi esperando ser quizás enclaustrada como avecilla.

La guié hasta una de las mesas más retiradas, alejada de cualquier otra que pudiera entorpecer nuestra charla. A un lado teníamos una enorme cristalera y la lluvia comenzó a ser partícipe de nuestra primera conversación. Ayudé a que se sentara retirando la silla, un gesto pasado de moda que a mí personalmente me encantaba. La camarera vino dispuesta hasta nosotros y yo ordené con rapidez dos café con leche y las bolsas de azucarillos a parte. Detestaba que pusieran demasiado dulce el café como demasiado amargo, buscaba el toque justo que me hiciera sentir la esencia de su cuerpo y su aroma sin asquearme.

-¿Qué hace una joven tan encantadora como tú en una ciudad de villanos?-interrogué esbozando una sonrisa.

caminamos con rumbo a aquella cafeteria, abrio la puerta y entre con el tras mio, caminamos dentro de aquel lugar y se podia persivir el aroma del cafe que flotaba en aquel lugar, olia realmente bien, voltee a verlo y llegamos a una mesa algo alejada de todas en realidad lo suficiente como para que nadie nos pudiera escuchar o incluso pocos podian vernos ahi, tal vez en otras circunstancias me hubiea sentido espantada pero solo al ver sus ojos violetas podia sentir calma no sabia la razon pero bueno me hacia permanecer a su lado, probablemente su bella musica habia hechizado mis sentidos o tal vez solo era alguien muy agradable, me sente y espere a que lo hiciera el -Yo vivia en una casa en las afueras pero una noche alguien vino y tube de dejarla - dije y al recordad aquello mis ojos se llenaron de temor al recordar a aquellos demonios que habian llegado a despojarme de lo poco que tenia, suspire pesadamente y luego trate de vovler a dibujar una sonrisa en mi rostros -Y usted tiene mucho tiempo aqui? - le pregunte aun que tal vez era tonto ya que se notaba que si era asi que tenia mucho en la ciudad y conosia muchas cosas

Una chica fugitiva, alguien que huía quizás del horror o la miseria. Debía ser misericordioso con un lado humano, pues parecía llena de virtudes y encandilamientos femeninos que me atrapaba como mosca en una trampa de miel. Su voz era agradable, mucho más que el murmullo habitual de aquellos centros de ocio que parecían no cerrar a causa de la nueva clientela.

-No, no llevo mucho aquí. Vine a por negocios, soy un alto ejecutivo aunque mi pasión es la música.-buscaba un socio para instalarme por algunas ciudades cercanas a Los Ángeles. Podía tener el dinero ilimitado de mi abuela, pero esta vez quería algo serio y propio. Si mis caballos triunfaban triunfaría yo y no el dinero cedido por un demonio con ambición, aún más que yo, y ganas de verme triunfar sólo por ser su nieto.

La joven camarera vino hacia nosotros dejando las tazas de café, no importunó nuestra conversación aunque yo más bien me deleitaba con su presencia. Me imaginé a la muchacha que tenía frente a mí como una pequeña ninfa en medio de un enorme jardín, la música fluía y el deseo de componer se hacía insaciable. En ocasiones ocurría, era como una llamada al arte para cautivar, sin embargo mis manos fueron a la taza de café y mis ojos se perdieron en los suyos y no en su escote.

-Poseo una pequeña industria de caballos mecánicos, están siendo probados y aceptados por un público bastante diverso. Mi idea que estos caballos con combustible de biocarburante sustituyan a los típicos automóviles. Actualmente hay una gran guerra sobre los productos que usar, ya que el petróleo hace décadas que comenzó a ser extremadamente caro.-di un sorbo al café y sonreí.-Ah, pero hablemos de ti. Eres una criatura sumamente fascinante ¿lo sabías?

Me sentía algo tonta y temía que cualquier pregunta que le hiciera estaría mal, yo no tenia mucho ahí y el tampoco, sonreí al escucharlo me sentía un poco mejor algo mas conectada como si tuviéramos en común algo mas que nuestra naturaleza era algo tonto pero igual no podía dejar de pensarlo -Caballos mecánicos?- pregunte con curiosidad -Jamás he visto uno, ¿como son? - pregunte sonando como una niña que pedia un dulce, sonaba bastante interesante eso que había dicho, pero cuando dijo que yo era muy interesante mis mejillas se sonrojaron por completo y baje la mirada apenada -N… No es cierto, dudo que pueda ser interesante- era cierto yo no podía ser interesante para alguien como el, yo era alguien que no conocía nada una muñeca que estuvo guardada durante 18 años en una casa lejos de todo y de todos, lejos de todo el peligro que pudiera haber lejos de los demonios que nos rodeaban y quien iba a imaginar que esos demonios de los cuales era protegida iban a ser los que me sacaran de mi caja de cristal y me dejaran libre en aquel mundo lleno de cosas que temía

-Puedo saciar tu curiosidad, tan sólo si lo deseas.-dije abandonando la taza sobre la mesa, dejando mis manos alrededor de esta mientras acariciaba lentamente el borde de esta.-Si lo deseas podemos pasear esta misma noche a lomos de uno de mis hermosos caballos.-comenté deleitándome con sus rasgos extremadamente femeninos, deslizando mis ojos por sus pómulos hacia sus labios y notando su sonrojo así como cierto nerviosismo.

La cafetería cobraba vida con nuevos clientes, sin embargo lo único que me importaba era conseguir que ella pudiera mantener sus ojos en mi. Deseaba conquistarla con ciertos halagos que mantenía sus mejillas encendidas, sus ojos ilusos y dulces se perdían en los míos y mi caballerosidad no era más que pura fachada. Era un demonio, un maldito demonio, que disfrutaba coqueteando en las noches con mujeres como ella. Sin embargo, tenía una chispa especial distinta al resto de mujeres.

-Tienes algo especial que no sé explicar, por lo tanto sí eres interesante.-susurré antes de tomar un trago de café, para luego sonreír con cierto ingenio.-La belleza que posees, el encanto que desprendes y tu mirada curiosa despiertan en mi cierta simpatía. No suelo dar con mujeres como tú, en este mundo tan sólo hay brujas que se creen con derecho de destrozar tu vida.-dije antes de quedar serio a posta agachando la mirada al oscuro líquido.-Al menos, así han sido todas hasta el momento.

Aquel hecho de que fuéramos a montar en uno de esos caballos me emociono no sabia por que si por que conocería esos caballos o por que pasaría mas tiempo con el, no sabia que me pasaba que me sentía tan torpe que no entendía la razón por la cual el veía en mi algo interesante, escuche su explicación del por que yo le parecía interesante una muñeca de porcelana que en cualquier momento se iba a romper siempre tan frágil tan enfermiza, siempre delicada mi abuela me cuidaba mucho y decía que no debía salir por que el frio podía hacer que me enfermara y muriera, lo ultimo que dijo me dejo pensando un poco, a el lo habían dañado pero quien si era una persona muy agradable no creía que pudiera existir razón para eso -Lamento escuchar eso - dije tomando su mano para poderle dar un poco de calma o para consolarlo tal vez no lo sabia, por un momento desee saber quien había destrozado su vida para reclamarte por que para mi el no merecía eso el no era un monstro como aquellos que me habían quitado todo o como el que en aquel teatro hizo tanto daño uno que no pude evitar por mas que quise y me esforcé tarde varios días en recuperarme aislada en una cueva para que el monstruo que habitaba en mi no saliera y dañara a gente inocente, tal vez le temía mas a el que a los que estaban afuera, yo no quería dañar a nadie no quería que mi abuela se sintiera decepcionada de mi

Su tacto agradable mezclado con sus palabras de satén llenas de dulzura e inocencia. Se compadecía de un demonio filibustero que hacía de su vida una gran mentira. Era el mayor mentiroso que jamás había posado sus pies sobre la Tierra, al menos de momento nadie me había logrado ganar. Intentaba conquistarla y adornar alguna mentira al dulce pastel del encantamiento de Don Juan que llevaba desde que me presenté no lo veía mal, más bien era apropiado.

-Lorane, eres muy dulce por compadecerte de este monstruo.-susurré estrechando su mano entre las mías, acariciando la palma de esta y sus delicados dedos.-Verás cuando conocen quien realmente soy termino llorando en soledad, pues ninguna mujer puede soportar ser la princesa de un palacio de espinas.-esbocé una sonrisa amarga antes de apartar mis manos de ella.-Jamás las dañé, siempre las traté como si fueran princesas ya que provengo de la nobleza en cierto sentido.-mi familia materna eran grandes y reconocidos demonios de alta alcurnia en el infierno, seres con una fuerza y una belleza cegadora. Príncipes, reyes, generales, marqueses y duques habían sido aliados, amigos e incluso parte de nuestro linaje.-Mi dinero las atrae pero mi melancolía las aleja, al igual que sus celos por mi pasión hacia la música y los libros. Me quedo solo, arruinado por el dolor y contemplando como las rosas pierden sus pétalos.-me encogí de hombros antes de dar un sorbo al café, dejando que mis ojos se posaran en la taza con un toque melodramático.

Ella me fascinaba y si tenía que usar tretas para atraerla las usaría. Sin embargo, algo en mí se removía. Jamás pensé que pudiera tener conciencia y menos ante una conquista. Algo me decía que debía ser sincero, pero con rapidez alejaba de una patada esa vocecilla irritante.

Cuando menciono que era un mostro no lo podía creer, alguien como el no podía serlo, el había sido amable conmigo y esa forma de tocar un mostro no podía hacerlo, ellos eran malvados solo buscaban la destrucción como aquel que hizo aquella masacre en el teatro, solo de acordarme temblaba de miedo -No puedes serlo - me negaba a creer en que lo era, así como me negaba a creer lo que decía, como era posible que si el las trataba de esa forma ellas lo dañaran y se fueran de su lado, ellas debían de ser los mostros para dañarlo -Tal vez ellas no eran buenas - podía ser cierto ya que una mujer buena no haría eso no lastimaría a nadie que la tratara de esa forma, yo no lo haría, la verlo con aquella melancolía deseaba hacer algo lo que fuera para consolarlo para que no se sintiera así no podía verlo de esa forma, así tan triste, mi mano volvió a tomar la suya, no sabia mucho de nada ya que no convivía con nadie mas que con mi abuela y las pocas personas que había encontrado , bueno no era gran cosa lo que hacia apenas aquella chica con la que fui a desayunar ella fue amable conmigo fuera de ahí me había dedicado a evitar cualquier cosa desagradable como la del teatro -Te puedo ayudar con algo lo que sea, no tengo nada para darte pero …..- pregunte ya que deseaba hacer algo por el para que no estuviera triste no entendía porque me hacia sentir mal

Había logrado mentir con eficacia, de una forma tal que había caído casi sin esfuerzo. En otras ocasiones tenía que mezclar las mentiras más inverosímiles, pero parecía que su carácter altruista y su dulzura hicieron más que mis modales elegantes, mis finas ropas y mis palabras manipuladoras. Sus palabras fueron directamente a ofrecerme un mundo de posibilidades para mi juego manipulador.

-Oh.-susurre frunciendo el ceño antes de esbozar una sonrisa agradecida mientras tomaba sus manos.-Me agradaría que me acompañaras esta noche a galopar en la playa, podrías ver de cerca una de mis creaciones. Aunque también poseo varios caballos de pura raza, animales excelentemente adiestrados para hacer que goce de su compañía.

Por supuesto intentaba conquistarla, no sólo veía aquello en un gesto de compañía desinteresada. Me había propuesto jugar con ella toda la noche, aunque me preguntaba si podría estirar ese juego durante semanas o meses. En ocasiones, terminaba aburrido a las pocas horas y en otras sentía la necesidad de seguir conociendo el mundo interior que poseían. Ella me atraía, mucho más que las últimas conquistas, y realmente me sentía solo, aunque jamás lo admitiría.

Hice un gesto con mi mano a una de las camareras que pasaba cerca de nuestra zona, aquel gesto implicaba que deseaba la cuenta. Llevaría a Lorane a lomos de uno de mis caballos a recorrer la costa, tal vez conseguiría seducirla por completo a solas frente al romper de las olas. Los amaneceres podían ser tan seductores como los atardeceres.

-¿Sí? ¿Desea la cuenta señor?-preguntó ajustando sus diminutas gafas de montura negra.-Dos café, ¿cierto?

-Así es, dos café.-respondí con una leve y carismática sonrisa similar a la de mi padre, era algo que me marcaba como su hijo pese a la condena que suponía eso para mi.

-Son cinco dólares, señor.-dijo sacando del pulcro delantal su libreta tachando la orden.

-Quédese con la vuelta.-susurré extendiendo un billete de veinte.

-Gracias, muchas gracias.-era una suculenta propina, por lo tanto su gratitud era cierta. Nadie daba quince dólares a una chica por un par de café.

Me levanté acomodando mis prendas para luego estirar mi mano hacia Lorane. Tenía un control remoto en mi bolsillo, podría provocar que mi caballo apareciera en la puerta. No estaba demasiado lejos, tan sólo a unas calles se encontraba en un buen refugio lejos de cualquier mirada deseosa de hacerse con uno con malas artes. Pobre de aquel que me robara uno de mis caballos, condenaría su alma retorciéndolo hasta hacer que murieran de dolor.

Salimos fuera dejando que la pequeña campanilla de la cafetería sonara con su tintineo habitual. Al salir la noche había refrescado y no me importó despojarme de la chaqueta para cubrir sus hombros. La espera sólo duró unos segundos, el caballo metálico relinchó parando con suavidad frente a nosotros. Se movió elegante cerca del bordillo haciendo sonar sus cascos.

-Daimon.-dije antes de acariciar su pelaje frío creado con la más dura aleación. El lacado oscuro le daba un porte elegante. Sus cabellos eran humanos, donados todos a cambio de un gran precio. Algunos eran de vampiros y demonios que no le importaban hacer un cambio de imagen, para ellos el cabello crecía de forma rápida y asombrosa.-Mi pensamiento creador, mi inspiración.-susurré comprobando la silla y las riendas.-Lorane, ya podemos partir a la playa.

Daimon era un termino griego que significaba  inspiración espiritual o pensamiento creador. De este nombre surgía la terminología de los demonios, pero se usaba antes sin connotaciones negativas. Los griegos no veía en estos seres la maldad que otros les ofrecía. Los Dáimones fueron espíritus de la condición humana, aunque no sabía si sólo era un mito creado por demonios o demonios actuales camuflados con otros nombres. No sólo la mitología usó el término, también la filosofía y otras artes. Yo había visto en el nombre un simbolismo hacia lo que deseaba crear.

Me subí de un salto y estiré mi brazo hacia ella, esperaba que tomara mi mano y subiera al caballo. Podía probar a ir tras mi espalda o entre las riendas y mi torso, no sabía donde se sentiría más cómoda.