Beautiful Darkness - privado Lore

Coloqué su delgada, pero curvilínea, figura entre mis brazos mientras tiraba de las riendas. Pude aspirar entonces el aroma de sus cabellos sonriendo, pues sus cabellos poseían una fragancia femenina muy atrayente. Tiré de las riendas e hice que el caballo comenzara a moverse de forma suave, quería que ella disfrutara del paseo junto a mí. Su cuerpo se pegó al mío y su leve calidez me provocó deseos de besar sus labios.

-¿Vas bien a velocidad de trote?-pregunté acariciando con mis labios su cuello.-Es un transporte seguro, sobre todo si lo maneja su inventor.-comenté antes de provocar que llevaran un ritmo aún mayor, pues la avenida que estábamos a punto de cruzar no podíamos tomarla a una velocidad lenta o tendríamos un accidente.

La noche parecía intensificarse mientras las luces de la ciudad iluminaban aún más, las estrellas se perdían en las altas nubes de contaminación y la luminosidad excesiva. El sonido de los cascos del caballo se mezclaba como el del motor de los automóviles y los gritos de aquellos que salían y entraban de los locales.

El puerto estaba a unos diez minutos a la velocidad que llevábamos, podríamos alcanzar la pasarela y entrar en la arena suave en pocos minutos. Sin embargo, deseaba deleitarme con aquel extraño calor que transmitía y con su aroma femenino.

Me acomode delate de el recargada en su pecho dejado que tomara las riendas, cuando empezó a caminar aquel animal sonreí por que se sentía muy bien me agradaba mucho, comencé a ver todo lo que pasábamos la gente que nos veía, de cierta manera me sentía segura con el protegida no sabia por que pero me gustaba aquella sensación, me hacia sentir que nada me dañaría nunca y que aquellos cuentos que leía en casa de mi abuela se podían hacer realdad -No, no hay problema- conteste sintiendo como aumentaba el ritmo, en aquel momento no sentía miedo alguno al estar con el, el viento corría entre nosotros mientras aquel animal aumentaba la velocidad y sentía como mi cuerpo y el suyo rebotaban un poco con los movimientos que llevaba mientras sentía como el aire traía un poco de sal tal vez estábamos ya muy cerca de nuestro objetivo que era aquella playa

Aquella maravilla mecánica llegó finalmente a la pasarela cercana a la entrada a la playa. Bajamos por una rampa habilitada para discapacitados y bicicletas con la misma elegancia con la cual llegamos al acceso. La noche lo cubría todo, la luna se mostraba imponente y las olas se movían rozando la costa con refrescantes caricias. Estaba aún subiendo la marea. La brisa transportaba el salitre con un aroma peculiar que se mezclaba con el de sus cabellos, mientras mis manos se movían rápidas a quedar sobre sus caderas.

No había soltado las riendas pero la velocidad había disminuido hasta quedar en simple paseo. Los movimientos lentos y sinuosos del caballo provocaban que su figura se rozara con la mía. Leí entonces su mente con cierto disimulo. Era una mujer llena de fantasía, cuentos de hadas y nulo romance. Sabía que yo podía ser el primero en muchas cosas. El primer canalla, sin duda.

-Observa el mar, tan inmenso y libre como tú y yo en estos momentos. Dos almas llenas de libertad buscando en este mundo un lugar, aunque sea pequeño, para los dos.-susurré aquello besando lentamente el lado derecho de su cuello.-Tú y yo, Lorane... podría quedarme a tu lado tantas noches de luna llena.-murmuré antes de girarla para contemplar sus ojos llenos de inocencia.-Un mundo nuevo lleno de sensaciones, donde la fantasía se hace realidad.

Llegamos hasta aquel lugar donde se veía el mar y se escuchaba con un sonido tan maravilloso mucho mejor del que había descrito mi abuela algo que no podía compararse con nada de las pocas cosas que había conocido aun y me encantaba, el andar de aquel animal se hizo mas tranquilo y sus palabras me hicieron sonreír, podía casi jurar que era alguno de aquellos príncipes de cuento que solo existían en aquellos libros, cuando sus labios rosaron mi cuello con aquel beso mi cuerpo reacciono de una forma que solo había hecho cuando sentía miedo, pero lo que sentí no era nada parecido al miedo, mas bien fue agradable, mi cuerpo se estremeció de una forma inusual, y luego aquellas palabras eran tan perfectas - Te quedarías conmigo?- pregunte con una chispa en mis ojos viéndolo, me pregunte si de verdad el seria aquel caballero que me rescataría de los mostros de la noche que dañaban si piedad -Quiero conocer ese mundo - era una promesa o eso parecía que me mostraría algo nuevo lleno de cosas maravillosas, lo mire deseosa de conocer todo eso como si a una pequeña le ofrecieran un mundo de dulces a mi me ofrecía un mudo de maravillas donde tal vez todo lo que había soñado se haría realidad

Toda niña sueña con ser una princesa, aunque otras sueñan con ser reinas. Las reinas suelen ser viejas criaturas poco agradables, humilladas y ultrajadas por la belleza joven y nueva. Una princesa es aquella que con la delicadeza y belleza suficiente, así como con la fortaleza y orgullo que debía mantener su corona, logra cautivar a cualquiera inclusive al bufón de la corte. Yo era un príncipe, el príncipe del teatro. Era un embaucador nato que jugueteaba con la realidad y la fantasía, me mostraba como un ángel bondadoso o como un villano cauteloso a punto de caer sobre su víctima. Jugaba a ser el mendigo, el rey, el diseñador de sueños y el modesto estúpido del cuento. Yo podía ser todos y no ser nadie, podía y lo hacía.

La realidad era bien distinta. Yo era un violinista lleno de sueños que iba cumpliendo, alguien que se hizo a sí mismo aconsejado por su abuela en los valores más tradicionales, amado por su madre en sus primeros años de infancia y querido por las amantes que dejaba tras aburrirme. Ocasionalmente me rodeaba de amigos que desconocían de mi todo salvo mis sueños, podía hablarles sobre mis grandes pasiones y ellos sobre las suyas. Desconocían mi vileza y mi crueldad. Yo para ellos era el príncipe, igual que para ella.

-Mon ange, te llevaré a mi mundo.-susurré rodeándola de forma firme soltando las riendas de mi mano izquierda, dejando tan sólo la derecha aferrada a la atadura al animal mecánico.-Puedo llevarte hoy a mi mansión en esta ciudad, un edificio que he adecentado y transformado en algo realmente asombroso, por dentro tiene la calidez de las viejas casas criollas y por fuera la comodidad contemporánea.-estaba hechizada por varios poderosos brujos que mi abuela conocía, así como protegida por unas piedras infernales de color ámbar enterradas en el jardín. Nadie podría dañar aquel santuario para mi música, mi alma y mis sueños

Las olas golpeaban contra los montículos de rocas cercanos al paseo marítimo, chocaban contra la barandilla de hierro forjado y dejaba un leve murmullo de la espuma siendo absorbida por la arena. El caballo metálico seguía moviéndose sobre la arena como si fuera un animal común, mostrándose quizás a lo lejos como tal y no como una máquina perfectamente equipada.

-Lorane, te llevaré ahora mismo.

Mi vivienda no quedaba demasiado lejos, aunque sí era lo suficiente como para estar escondida de los ojos de cualquiera. Poseía un jardín bastante hermoso y fragante, si bien no demasiado extenso. Tenía en él una piscina climatizada y unos columpios que jamás había usado. Aquel lugar era mi remanso de paz y música, mi mundo lleno de fantasía lejos del mundanal ruido. Por fuera podía parecer un confortable edificio moderno, pero por dentro era un pequeño palacio. Los gruesos muros grises reforzados para que el ruido no penetrara en ellos lo hacían verse como si fuera fortaleza.

El caballo comenzó a moverse hacia la pasarela, para comenzar a cabalgar por la ciudad. Lo hacía a un ritmo rápido aunque no demasiado ajetreado, pues no quería que ella cayera o se mareara. Los edificios se perdían en la completa oscuridad del puerto, los bares luminosos llenos de borrachos de quedaban atrás emborronados junto a los pequeños letreros de neón, los edificios más modernos, los pequeños locales de comida y todo lo que era el mundo quedó atrás hasta entrar en una calle silenciosa. Un lugar de pequeños edificios modernos donde hacían la vida algunos demonios y vampiros demasiado soberbios como para salir a conversar. Los farolillos eran de hierro forjado y la luz que daban era intensa, tanto que resplandecían bajo la luna llena.

-Ahí está.-dije en un murmullo antes de comprobar como la verja se abría gracias al dispositivo que llevaba encima, permitiendo que entráramos sin problemas.-El interior es mejor.

El interior estaba decorado al más puro estilo rococo, un mundo de fantasía para mí y para todo aquel que lo vislumbrara.

-¿Quieres quedarte en el jardín conmigo a contemplar la luna por un rato?-pregunté esperando que dijera que sí, varios de mis sirvientes tendrían que hacerse cargo de adecentar un poco el lugar donde la llevaría.

Hablé a sus mentes, pedí que hicieran un pequeño aperitivo y lo dejaran en el salón principal. Allí la llevaría para que tomara conmigo algo de vino y unas viandas frías. Algo para ayudar a la conquista, el alcohol siempre las hacía adormecer y dejarse llevar de forma más rápida.

Me deslicé del caballo y la tomé por la cintura. Su estrecha cintura provocaba que sus caderas se vieran más exuberantes, como aquellas mujeres de época que sufrían bajo dolorosos y angustiosos corsé. Una mujer femenina sin excesivos retoques, ni silicona en los labios o pechos tan falsos como las palabras que podían sonar de mi boca. Una mujer real.

-Acompáñame.-dije tomando sus manos delicadas entre las mías, para llevarla a la zona ajardinada, lejos del suelo de gravilla que daba al porche de aquel monstruoso edificio gris. Las rejas negras estaban llenas de claveles de un rojo arrebatador, aquello le daba un toque mágico junto a la madreselva que trepaba por los recovecos de la pared.-Ven querida.-susurré provocando que sus pies se movieran hasta llegar a los bancos de piedra cercanos a una pequeña y alegre fuente, a lo lejos los columpios se balanceaban cubiertos a su vez por las enredaderas.

La senté junto a mí y descalcé sus pies para que pudiera sentir la hierba creciendo mansamente bajo sus pies, acariciando la delicadeza de sus dedos hasta rozar sus finos tobillos. Mis manos acariciaron su rostro y sus cabellos deslizándolos tras sus hombros antes de observar sus ojos, aquellos ojos que parecían diamantes. Era una de mis mejores conquistas, pues su inocencia resplandecía.

-Disfruta de este momento, de la paz de este lugar.-susurré antes de incorporarme para hacer aparecer entre mis manos mi violín.

El vals de las flores comenzó a sonar gracias a mi pequeño don. Mis ojos se cerraron y mi rostro quizás se ensombreció por la seriedad recordando la partitura sin problemas. Sintiéndome al fin libre con la música, con cada nota, para acabar sonriendo mientras mis pies se deslizaban del suelo y mi cuerpo se elevaba.

Estaba siendo el príncipe encantador, el dulce príncipe que rescataba de la crueldad a la hermosa, dulce y sobre todo ingenua mujercita del castillo. Yo había rescatado a la más hermosa joya de la corona, la princesa de algún hogar, para atraparla entre mis funestas garras y destrozar su ingenuidad con mi cortejo. Hice desaparecer mi violín para inclinarme hacia ella acariciando sus mejillas.

Mis labios tomaron contacto con los suyos ofreciéndole un beso lleno de candor, para repetir la acción y esta vez besarla con lujuria. Mi lengua se coló entre sus labios acariciando la suya mientras mis manos iban a su cintura. Cuando aparté mi boca sonreí y besé su frente.

-Desearía que pasaras conmigo dentro, allí hay vino recién abierto esperando que lo degustes conmigo. Es un vino caro, importado de las mejores viñas francesas.-susurré quedando parado frente a ella, comprobando la reacción que había tenido mi osadía.-Ven, acompáñame.-dije estirando mi mano para que la tomara.

Realmente la deseaba para mi colección de amantes, muchas de ellas humanas atrapadas en mis garras. Me quedaba con ellas hasta que empezaba a sentir hastío, me aburrían rápido las mujeres y acababa desechándolas como si no sirvieran en absoluto. Las únicas que conservaba a mi alrededor eran aquellas maestras y señoras de sociedad que poseían sabiduría, aunque no belleza.

Cuando aquella bella melodía dejo de sonar de nuevo su violín se hizo humo, me sentía realmente encantada con todo aquello, mi sonrisa se hizo amplia, me sentía en un bello sueño y cuando sus labios se posaron sobre los mios me quede un poco paralizada era la primera vez que alguien me besaba no podía creer que aquel príncipe lo hubiera hecho era lo mas mágico y luego aquel segundo beso fue algo distinto pero lo respondi dejándome llevar por aquello mientras mi corazón latia fuerte -Pero jamás he bebido licor - mi abuela no me lo permitia decía que era algo que las señoritas como yo no debíamos hacer , pero aun que pensaba que el vino podía ser malo aun así tome su mano para que me guiara dentro -Tal vez acepte algo mas - pensé en un te o algo así algo que si había probado antes aun que tal vez era aquel hechizo de su violín o tal vez lo deseaba en verdad pero si el me lo pidiera lo tomaría por que confiaba en el ciega y plentamente

Estiré mi mano tomando la suya, acariciando sus dedos suaves y finos. Aquella mano cuidada de mujer de alta sociedad no solía verde hoy en día, muchas tenían las manos llenas de rugosidades por culpa de las almas, fueran cuales fuesen, y otras por trabajar duro. Ella seguía siendo una señorita, casi podía decirse que era una niña. No calculé su edad, pero tampoco me importaba.

-Ven conmigo princesa.-susurré llevándola por un sendero de grandes losas suaves, las mismas que poseía el porche. Eran traidas del infierno, mi abuela me las había obsequiado. Cuando entramos en la casa el hermoso salón estilo rococó nos esperaba.

Aquellos sofá de terciopelo rojo y patas retorcidas, las hermosas cortinas pulcramente planchadas, la belleza de las alfombras, el piano y sobre todo la pequeña librería de la sala junto a la chimenea conformaban un marco de lujo.

-Toma asiento en el sofá, Lorane.

Camine junto a el por aquel lugar que me hacia pensar mas y mas en aquellos castillos encantados en donde las princesas vivian felices para siempre y en cierta forma yo deceaba eso, me sentia algo abrumada por todo sobre todo cuando me llamo princesa mis mejillas ya sonrojadas por el beso del jardin se encendieron mas cuando entramos a alquel sitio, era tan increible como todo ahi, me sente en el sofa donde me habia indicado -Todo es tan hermoso y maravilloso - dije sin poder dejar de ver todo y luego aquel calor que la chimenea despedia se sentia tan bien y por un momento me hizo recordar mi casa, las lagrimas luchaban por salir pero yo luchaba para que no lo hicieran -Me recuerda esto tantas cosas - dije con los ojos cristalinos señalando la chimenea recordando las noches con mi abuela cuando me leia cuentos donde el final era y vivieron felices para siempre

-Espero que sean cosas buenas.-susurré quedando tras ella mientras corría sus cabellos hacia el lado izquierdo de su cuello, dejando que mis labios se posaran sobre su piel provocando en ella cierto escalofrío.-Mon amour, mon ange... ma cherie.-dije rodeándola por la espalda, acariciando su vientre con mis manos mientras me mecía con una música inexistente.

Haría que ese vino que tomara la llevara a un éxtasis estúpido que me pusiera en mejor bandeja su cuerpo, sobre todo ese candor que parecía desprenderse de su cuerpo con tanta soltura. Ella parecía un ángel delicado deseando ser desplumado y yo sería quien lograra quedarme con todas las plumas.

-¿Deseas probar el vino? está frío.-susurré estirando una de mis manos hacia la botella para mostrársela.-Puedo servirte la copa yo mismo, para que pruebes algo delicioso.

Mi mente se lleno de recuerdos de aquellas noches con mi abuela al calor de la chimenea, cada escena venia a mi como si lo estuviera viendo de nuevo yo sentada junto a la chimenea en el suelo escuchando atenta su dulce voz leerme esos maravillosos cuentos donde la princesa encontraba su príncipe y vivía feliz por siempre con el, yo creía que había encontrado al mio, y aun que no era una princesa aun así parecía que viviría lo que las de los cuentos, cuando sus labios tocaron mi piel me estremecí de una forma involuntaria y no era ni frio ni miedo era muy placentero algo que hacia latir mi corazón con fuerza mientras sus manos se posaban en mi vientre -Solo un poco - dije tras de ver el vino un par de minutos, jamás había tomado licor pero confiaba en el y sabia que nada malo pasaría el era un príncipe y era bueno así que jamás haría algo malo, al verlo con aquel aspecto de angel no podía ser diferente a ellos y sabia que estaría segura con el así que me arriesgaría a tomar un poco de aquel vino que me ofrecía a demás que tenia un poco de curiosidad por su sabor, mi abuela tomaba en algunas ocasiones

Me aparté de ella caminando despacio hacia la botella, la cual estaba enfriándose y reposando esperando a ser descorchada. Chasqué los dedos conectando la música de un reproductor escondido por la habitación, para después concentrarme en el corcho. Pronto la había descorchado con el sonido pertinente y vertía el contenido en dos copas. Eran copas con un acabado especial en la parte de la base, poseía una pequeña serpiente enroscada. Con disimulo vertí del único anillo que llevaba unos polvos que la harían sentirse aún más relajada, llevada a un estado de hipnosis bastante aturdidor.

-For you.-susurré estriando mi mano con la copa entre mis dedos.-Es un vino suave.-murmuré antes de llevar mi copa a mis labios, saboreando su contenido tras olfatearlo y contemplar su cuerpo unos instantes.

Tarareaba bajo el bolero de ravel que cientos de veces había tocado con mi violín, mientras mis labios estaban manchados de sangre y mi cerebro se exprimía para averiguar el siguiente paso. Tenía claro que ella sería mía esa noche, sin más yacería a mi lado y no la dejaría escapar hasta que me cansara.

Cuando se alejo para ir a servir aquel vino que me había ofrecido, cuando lo hizo volví a ver aquel lugar viendo cada rincón con una sonrisa en mis labios con la ilusión en mis ojos con todo aquello tenia al príncipe perfecto frente a mi en aquel castillo maravilloso tal vez esto era gracias a que era buena, mi abuela siempre decía que a la gente buena le tenia dios deparada cosas buenas y tal vez esto era lo bueno que me iba a pasar era el pago por haber sufrido aquellas cosas que prefería olvidar por que no eran gratas, cuando lo vi venir hacia mi tome la copa son una sonrisa y los ojos brillantes llenos de ilusión y de lo maravillada que estaba -Gracias - dije y después aun con algo de temor di un pequeño sorbo a la copa, el sabor era delicioso no podía negarlo, volví a sonreírle y tome otro poco, tal vez no estaba acostumbrada a bebidas así no lo sabia pero comencé a sentir cierto bochorno en mi cuerpo, me sentía un poco mas tranquila pero no demasiado ya que estaba muy nerviosa sobre todo en su presencia, el en parte era como yo mas sin embargo yo parecía mas como una humana ya que eso se me había enseñado que era lo mejor -Esta rico - dije dando otro pequeño sorbo, era algo que deseaba seguir teniendo en mi paladar un sabor especial me había gustado mucho

Aquel vino, el vino era la ambrosía para el ser humano. Cientos de culturas lo habían tomado para sus rituales, fiestas y momentos de intimidad. Se festejaba con vino, se bañaba uno en cientos de litros de ese caro y en ocasiones mediocre manjar. Desde el pobre hasta el rico, todos amaban el licor. Unos más que otros, pero todos amaban embriagarse. Ella estaba conociendo su sabor junto a esos polvos, la cual la relajarían a la vez que excitarían convirtiéndola en mía. Podría dominar así mucho mejor su mente.

-¿No es delicioso?-dije tras saborear mi copa.-Uno puede sentir el calor del sol incidiendo sobre las uvas, el refrescante aroma del campo y sobre todo la majestuosidad y elegancia en la cual se envuelve su cata.-murmuré acercándome a ella acariciando su cintura, así como sus caderas, con mi mano izquierda.-Mon ange.-murmuré acercando mis labios a los suyos cuando los liberó de la copa.-En tu boca sabe mucho mejor.-susurré alejándome de ella mientras tiraba de su mano llevándola hacia el sofá, sentándome en este y colocándola sobre mis piernas de forma algo indecente.

La música comenzó a sonar, violines que se movían en un glorioso canto al placer gracias a mi poder mental. Los agitaba en la sala superior mientras las partituras volaban. No hacía falta que leyera aquellos pedazos de papel que acumulaban polvo, sabía que ritmo llevar para entusiasmarla. Solté la copa en la mesa contigua y acaricié sus mejillas con la punta de mis dedos.

-Estás acalorada.-murmuré antes de dejar mis manos sobre sus pechos.-Deberías quitarte algo de ropa, no te sientas indecente por ello pues nacimos desnudos y desnudos moriremos.

Aquel vino me comenzó a cosquillear y sentí como aquel calor se hacia mas fuerte y mas intenso una rara sensación que me invadía haciéndome sentir algo ligera como si florara en algodón, y aquellos sonidos en el aire me hipnotizaban un poco mas su toque hizo que mi estomago sintiera como si algo revoloteara dentro de el, después tome el ultimo trago de aquella copa que tenia en mis manos y justo antes de terminarlo sus labios de nuevo me besaron mientras mis mejillas ya sonrojadas se encendían aun mas, mis pasos eran ya un poco torpes cuando jalo de mi hacia el sofá colocándome sobre el, no sabia que era lo que estaba pasando ya que me sentía algo aturdida con aquel calor que recorría mi cuerpo de pies a cabeza sentía sus manos sobre mis mejillas y después sobre mi cuerpo haciendo que aquello me comenzara a quemar, -No…. Yo…- dije algo torpe cuando dijo que me quitara algo de ropa pero no hice nada para quitar sus manos de mi por que me agradaba aquella sensación

Reí bajo comprobando como aquellos polvos la sumían en un trance fatal. Su ropa se despegaba rápidamente de su piel sudorosa, dejando a la vista su contorneada figura femenina y aquel busto tan turgente. Alcé una de mis rubias cejas cuando la vi caminar hacia mi con aquel encaje cubriendo únicamente sus partes íntimas, dejando que sus piernas se vieran más torneadas y largas que antes. Aquella falda no le hacía justicia.

Me despojé de mi chaqueta y camisa de seda, dejando mi torso al descubierto mientras ella se quitaba las suyas. Elevé mi cuerpo de aquel sofá para tomarla por la cintura, mordiendo su cuello sin llegar a perforarlo mientras mis dedos se deslizaban por sus caderas.

-Te llevaré a un lugar mejor.-susurré antes de tomarla entre mis brazos, provocando que sus pies se despegaran del suelo y finalmente pudiera cargarla hasta el piso superior.

Mis pasos eran calmados, aunque me corría prisa el tenerla a mi merced. Tal vez podía beber unos tragos sin que ella lo percibiera, dentro de la excitación del coito podía obrar maravillas y ni siquiera sentían como mis filosos colmillos se adentraban en su piel desgarrándola.

-Vamos querida, te llevaré a una estancia mejor.-era mi habitación, el lecho donde retozaríamos sin descanso.-Un lugar digno para una princesa, el lecho de su príncipe.-dije abriendo la alcoba para ir directo a la cama. Era la típica cama del rococo con sus doseles de un tono rojo muy vivo, las sábanas negras de satén contrastaban con la colcha del mismo tono que las cortinas.-Bienvenida.-murmuré recostándola entre los almohadones y sobre el colchón que no poseía hasta el momento ni una arruga. La habitación era digna de un rey o príncipe, un cuarto con minuciosos detalles que una vez acabado el acto tal vez ella comprobaría por sí misma la belleza de estos.-Querida, debo buscar su comodidad por el bien de acallar habladurías.-susurré deslizando el resto de sus ropas, aquellas braguitas de encaje de aquel tono rosado como sus pezones.-Eres hermosa.-susurré antes de apartarme para desnudarme en un abrir y cerrar de ojos.-Y toda mía.-añadí colocándome sobre su cuerpo para comenzar a lamerla, cada trozo de su figura sería acariciado por aquel trozo de mi anatomía.