Under the Rain - Privado

"Déjame estar contigo", me pedía entre lágrimas mirándome a los ojos, ¿cómo podría yo negarme a su petición? Cerré los ojos y suspiré exasperado, no tenía la suficiente fuerza de voluntad para evitar que se aferrara a mí, pero tampoco quería que regresara a las ruinas, a ese estilo de vida tan poco digno para un vampiro, en donde podría ser víctima del hambre de un licántropo o de otro vampiro anciano que, como yo, prefiriera beber de otros vampiros que de los pocos humanos que quedaban.

Se limpió el resto de sus lágrimas y negué con la cabeza a su pregunta, no lo creía, pero tampoco estaba del todo seguro qué ocurría con respecto a mí-. Si aún eres virgen, por algo ha de ser -comenté sin entender del todo por qué yo, por qué se me entregaba tan dócil y sumiso, tan sensual y provocativo. No me consideraba mejor que muchos que conocía y aunque me alegraba sobremanera que me eligiera a mí, también tenía mis dudas, no quería decepcionarle y que no fuera lo que esperara.

-Dime por qué quieres estar conmigo -pedí, acariciando su mejilla con los labios, rozando su piel con el sabor de la sangre impregnada en ella-. ¿Dejarías que sólo yo te tomara? ¿Por qué?

Suspiro al obtener la respuesta, siendo solo una broma bastante cruel.

-Por que eres diferente, dudo que alguien mas se hubiera interpuesto cuando el lobo se lanzo sobre mi, te ocupaste de mi sin pedir nada a cambio, absolutamente nada, desde un inicio pudiste dejarme morir, matarme o abandonarme y no lo hiciste, por eso confió en ti, eres diferente a todo lo que conozco… y es por eso  que quiero estar contigo, aun que puede que pienses que es estúpido enamorarse de una persona tan rápido y pienses que me faltan razones, o que terminare odiándote tarde o temprano…pero estoy seguro de que quiero permanecer a tu lado, y poco a poco tendre una lista mas grande de razones por las que quiero continuar junto a ti – se quedo en silencio recordando el otro par de preguntas sonrojándose - No quiero a nadie mas en mi vida, quiero pertenecerte y que me pertenezcas –murmuro apenado.

Me separé de la piel de su mejilla escuchando su apasionada explicación. Sus argumentos no me convencían lo suficiente y me quedé congelado cuando mencionó la palabra "enamorarse", mirándole con ojos enormes y ambas cejas alzadas en gesto de sorpresa.

Entonces, guardó silencio sonrojándose de forma adorable y volvió a hablar, era un niño enamorado. Me separé de él quedando sentado otra vez sobre su vientre pensando en qué hacer ahora; un capricho estaba "bien", pero enamorarse, era algo mucho más comprometedor, aquel chico me entregaba su alma en bandeja y no sabía cómo corresponder a ello.

-¿Te has enamorado de mí? -Cuestioné sin terminar de creérmelo, sentándome sobre la cama, a su lado. Observé su rostro, sus ojos y labios, y bajé recorriendo su pecho desnudo surcado de cicatrices. Regresé la vista a sus ojos ansiosos y pensé que tal vez, también podría enamorarme de él, dejar ir a mis propios fantasmas pero ¿cómo? Las cosas se habían vuelto un poco más delicadas según mi punto de vista.

-Ven aquí -le pedí al cabo de unos momentos de silencio, abriendo mis brazos en gesto de invitación-. Déjame quererte a mi manera...

Le miro sorprenderse notando lo que acababa de decir, si, ahora lo sabía, se había enamorado de él y 
se lo acababa de confesar, suspirando cuando se alejó quedándose sentado sobre él.

La pregunta le parecía innecesaria, se lo acababa de confesar, suspirando cuando se retiró de encima de él, sintiendo como su mirada le examinaba incrédulo por la confesión, llenándose de ansiedad e incomodidad, sus miradas se encontraron, -no se – respondió mostrándole la lengua, sentándose para luego sonreírle – te lo acabo de decir…Estoy enamorado de ti- contesto con total seguridad, aunque aún temeroso de ser rechazado, “Ven aquí” le escucho decir viéndole extender sus brazos hacia él, sin dudárselo mucho se acercó a él acurrucándose contra su pecho, levantando su mirada curioso - ¿Cómo es tu manera de querer? – le cuestiono, alejándose solo para verle a la cara, quería verle, escuchar la respuesta salir de sus labios, aun si la respuesta no le gustaba, se esforzaría en ganarse su amor.

-Eres un cachorro lleno de sorpresas -comenté tras su confesión, haciendo especial énfasis en la palabra "cachorro" sólo por molestarle. Le abracé cuando se acurrucó contra mi pecho pensando en lo que haría ahora, decidiendo que lo mejor era actuar con cuidado, no aprovecharme de sus emociones ni hacerle daño.

-Cuidándote, protegiéndote... incluso de mí mismo si es necesario... -suspiré mirándole y dejé un breve beso sobre su frente-. Vamos a dormir ahora, ¿vale? He tenido demasiada acción por hoy y ya no estoy tan joven como antes.

Le sonreí dando el tema por terminado y le atraje conmigo, quedando ambos acostados otra vez. Nos cubrí con las mantas a una orden mental y enredé mis dedos en el largo cabello de Leigh, apagando con un chasquido las velas del candelabro sumiéndonos a ambos en la total y más absoluta oscuridad.

En un segundo, me pregunté si acaso Leigh no sería más que pare de un muy vívido sueño vampírico, si cuando anocheciera al siguiente día seguiría estando entre mis brazos. Casi como si quisiera asegurarme de que ya no se había esfumado, recorrí su espalda con mis manos hasta llegar al borde de su pantalón, notando sus cicatrices y sus vértebras con mi tacto, percatándome de lo delgado que era. Seguí bajando por su trasero hasta llegar a sus muslos, apretando uno, haciendo que pasara su pierna por mi cintura.

Le sonrió sin estar totalmente satisfecho por la respuesta, volviendo a sentirse mimado, asintiendo cuando le invito a dormir, soltando una ligera risa cuando el mismo aceptaba que ya no era tan joven, idearía alguna forma de hacerle ver  que no le haría daño alguno, no le agradaba que se viera a sí mismo como un peligro, ya acostados y arropados, se acomodó entre sus brazos, suspirando, pensando en que en un futuro recordaría ese día con una sonrisa en la cara, notando como la mano del vampiro se enredaba en sus cabellos, cerró los ojos, disponiéndose a descansar al poco tiempo después de que la tenue luz de las velas se había esfumado.

Cuando despertaran se vengaría por llamarle cachorro, que aunque le agradaba, comenzaba a notar que lo hacía para recalcar su edad, y de ese modo le hacía sentir como si todo lo que dijese no lo tomaba en serio, paso su mano por el pecho desnudo del vampiro, abrazándose a él, comenzando a tramar alguna forma de venganza que a su vez sirviera para que dejase de verlo como un niño, sus planes se vieron interrumpidos por un par de manos curiosas que recorrían su espalda sin darles mucha importancia comenzando a alarmarse cuando estas bajaron hasta el borde de su pantalón, abrió los ojos alarmado, esperando que se detuviesen ahí o volviesen a subir, pero continuaron bajando ahogando un gemido cuando sintió como le apretaba el muslo, haciendo que pasase su pierna por la cintura de su mayor.

-Comienzo a pensar que la palabra dormir tiene más de un significado – murmuro sintiendo como sus mejillas estaban nuevamente sonrojadas, pasándole por la cabeza que probablemente su rostro comenzaría a adoptar el sonrojo como algo natural, le beso los labios, aprisionándole con su pierna y sin querer restregándose contra él,  volvió a cerrar los ojos pensando en que tal vez se alarmaba demasiado por una simple caricia, pero comenzó a mover sus dedos inquieto sobre la piel de Alexandre, cuestionándose si con “dormir”  se refería a otra cosa, o si él era un histérico.

Podía sentir la respiración ligeramente agitada de Leigh, su cuerpo tensándose cuando mis manos apretaron su muslo y sonreí para mí, nalgueándole levemente cuando comentó aquello-. Tiene tantos significados como quieras darle -murmuré recibiendo sus labios, notando cómo iba adquiriendo más confianza pues restregaba su cuerpo contra el mío provocando que ahogara un gemido bajo contra su boca.

Apreté sus nalgas pegándole más a mí, moviendo mis caderas apenas, pero lo suficiente, como para sacarle uno que otro sonido de esos bonitos labios suyos. Deberíamos dormir, debería dejar de tocarle de aquella forma pero el deseo de excitarle era superior a mi voluntad. Nos separamos cuando el aire comenzó a hacer falta, pero mi boca exigía seguir saboreando su piel y ataqué su cuello, lamiéndolo, dejando húmedos besos y succionando dejándole marcas rojizas que no podía ver por la oscuridad pero que, adivinaba, se borrarían en un parpadeo..

-¿Te molesta si te quito el pantalón? -Pregunté en un ronroneo, pasando mi mano por su muslo y colándola en su entrepierna, acariciándole, rozando apenas mientras aguardaba su respuesta-. Si quieres sólo dormir... está bien...

Ahogo otro gemido estremeciéndose entre sus brazos  cuando  sus manos le sujetaban el trasero obligándole a permanecer cerca,  tan cerca que podía sentir todo su cuerpo entrar en contacto con el de él, soltando un ligero jadeo cuando el beso termino, estremeciéndose nuevamente cuando sentía su lengua recorrer su cuello, unos cuantos besos y de nuevo ese pequeño pero agradable dolor que le provocaba, marcándole, haciéndole sentir suyo, tuvo que llevarse una mano a la boca para ahogar un par de gemidos más, que se escapaban entre sus labios, sin poder contenerlos.

Su voz parecía seducirle también, y sus manos despertar sensaciones desconocidas en su cuerpo, estremeciéndose ante la excitación que le provocaban sus caricias, incapaz de poder contenerse o pensar antes de reaccionar, moviendo sus caderas restregándose contra su mano a modo de respuesta, - dormir tiene tantos significados – susurro sobre su cuello mordiendo suavemente el lóbulo de su oreja con un aire travieso,  no quería que se detuviese, pero tampoco quería quedarse fuera del juego, recorriendo su espalda con sus manos, depositando suaves besos sobre su cuello,  totalmente inexperto buscaba aprender de su mayor, imitándole a su manera.

El chico respondía positivamente, deleitándome con aquellos sonidos llenos de placer. Sus gemidos por sí solos consiguieron encenderme de una forma que nunca me había pasado antes y cuando su boca traviesa humedeció el lóbulo de mi oreja, fue mi perdición. Rodamos hasta que volví a quedar sobre el delgado y fino cuerpo de Leigh y guié su otra pierna pasándola por mi cintura, para luego acariciar sin pudor alguno su entrepierna por sobre la tela de su pantalón, sintiendo su excitación similar a la mía, sonriendo con satisfacción al sabernos en iguales condiciones.

Mi boca bajó desde su cuello hasta su pecho tanteando en la oscuridad, reconociéndole, guardando cada parte de él en mi memoria, sabiéndolo mío, completamente. Me detuve sólo cuando llegué a su pezón izquierdo, el cual lamí con ansias mordisqueándolo de vez en cuando, buscando sacar más de aquellos sonidos amortiguados con su mano, quitándola con mi mano libre y entrelazando mis dedos con los suyos.

-Déjame oírlos... me encanta escucharte gemir... -ronroneé con voz ronca por la excitación, dejando su pezón una vez estuvo totalmente erecto y dirigiéndome a ciegas hacia el otro, succionándolo una vez mi boca se topó con él. Abajo, mi mano había dejado de acariciarle y desabrochaba con dedos hábiles su cinturón, bajándole los pantalones controlándome para no arrancárselos, pues sabía que no tendría qué más ropa ponerse a la noche siguiente..

El estar en completa oscuridad le permitía de algún modo desinhibirse,  y de paso agregarle un toque único, privándole de visión,  concentrándose perfectamente  en todas las sensaciones nuevas que recorrían su cuerpo, volvió a quedar contra la cama, acorralado, pero esta vez era diferente, y el peligro era otro, uno que realmente deseaba que le devorase, entrelazo sus piernas jadeando ante el estímulo, llevando nuevamente una mano a su boca ahogando otro gemido, aprisionándole entre sus piernas, buscando restregar su cuerpo contra el de él.

Curvo su espalda al sentir su lengua sobre su pezón izquierdo, jugando con él, temblando ante la excitación, arrancándole de la boca un gemido que apenas había logrado ahogar contra su mano, misma que al poco tiempo había sido capturada entre los dedos del pelinegro,  le pedía que dejase de taparse la boca, pues quería escucharle, y ante esa voz no podía negarse, buscando con su mano libre los cabellos del vampiro,  jugando con ellos enredando sus dedos suavemente para evitar llevarse la mano a la boca para ahogar los sonidos que salían de ella, de vez en vez el pantalón parecía venirle sobrando, moviéndose inquieto,  arqueándose de placer al sentirle ahora sobre su otro pezón, comenzando a atenderle, jadeando, soltándole del agarre de sus piernas para dejar que retirase por completo el pantalón que cada vez le parecía más ajustado de la entrepierna, quedando únicamente en ropa interior, siendo ya lo único que oprimía su sexo, que ocultaba su desnudes,  volviendo a aferrarse a su cintura, restregando su cuerpo contra el sexo de su mayor, casi pidiendo a gritos que le tomara, que le hiciera completamente suyo de manera desesperada.

El pantalón desapareció en cuestión de segundos dejando más piel expuesta que saborear, aunque estuviéramos en total oscuridad, podía verle en las sombras con el resto de mis sentidos, escuchando sus movimientos, sintiendo sus temblores con mi tacto, degustando la excitación desde su propia piel. Mi pantalón también se había vuelto estorboso y entre gruñidos, me separé del cuerpo del menor quitándolos a tirones, dejándolos caer por algún lugar desconocido de la habitación. 

Rápidamente regresé a atender su cuerpo, bajando a besos por su vientre plano hasta llegar a su vientre, sonriendo depredador, pasando mis largas uñas por el borde de su bóxer comenzando a quitarlos con calma y desesperante lentitud, dejándole desnudo. Por un momento estuve tentado de encender las velas y contemplar su cuerpo al descubierto, pero era tanto el deseo, tantas las ganas de tomarle, que olvidé la idea de inmediato mientras me inclinaba sobre su miembro erecto, acariciándolo con manos expertas antes de depositar una larga lamida por toda su extensión. 

El sabor, era delicioso, su cuerpo virgen se me hacía un templo en medio de la selva, que sólo yo podía profanar. Besé la punta de su sexo con devoción y seguí bajando hasta sus muslos, mordiéndolos, bebiendo de su centro mismo, apenas unas pocas gotas antes de pasar la lengua por la herida, la cual cerró casi al instante. 

La prisión de mi bóxer seguía resultándome molesta y aunque en otras circunstancias me hubiera tomado todo el tiempo del mundo en hacerle el amor, sentía el amanecer demasiado cercano, y con él, ambos caeríamos en el letargo vampírico. Así que tenía que apresurarme. Volví a subir hasta su sexo lamiendo su extensión y cuando los sonidos de Leigh se hicieron demasiado desesperados, abrí la boca tragando su miembro al completo.

Torció una mueca cuando le sintió alejarse, casi maldiciéndole por lo bajo, pero rápidamente se encontraba sobre él, marcando un sendero de besos por su vientre, deteniéndose, odiándole por tomarse tanto tiempo en desnudarle, en continuar devorando su piel, que le pedía volver a ella, arqueando su espalda al sentir sus manos sobre su miembro, ahogando un gemido cuando su lengua le recorrió, todo era completamente nuevo y placentero.

Sus labios tan suaves y que a la vez le brindaban tanto placer besaron la punta de su miembro,explorando su cuerpo, ahogando un quejido que se debatía entre  el dolor y el placer cuando sintió sus afilados colmillos penetrar su piel,haciendola sangrar,aunque la herida cicatrizo de manera rápida,degustando del sabor de su sangre, para luego volver su atención a su sexo, lamiéndolo, tratando de permanecer aunque fuese unos segundos en silencio, sin lograrlo, intentando ahogar los gemidos al mover su labio, pero estos escapaban de ellos sin importar nada, “dormir” ahora le resultaba algo exquisito, excitándose aún más cuando su miembro se vio envuelto por la boca de Alexandre,  cerrando los ojos sin poder evitar gemir, su cuerpo que se había permanecido intacto, poco a poco comenzaba a ser marcado por su primer amante, sus besos y caricias, le proclamaban como suyo, podía jurar que su cuerpo ardía, tapándose el rostro con ambas manos aunque no pudiese verle, tratando de esconder su cara, que estaba seguro reflejaba su excitación tanto como el resto de su cuerpo.

Los sonidos de Leigh me resultaban maravillosos, un coro de ángeles; la redención misma se encontraba entre sus placeres. Devoré su miembro de forma hambrienta succionándolo, humedeciéndolo con mi lengua notando, por los sonidos de las sábanas, cómo el cachorro se retorcía de placer. una de mis manos continuó subiendo por su cuerpo deteniéndome tan sólo para pellizcar uno de sus pezones, aprovechando lo sensibles que estaban gracias a mis anteriores atenciones, buscando hacerle gritar de placer, marcarle como mío y grabárselo hasta el fondo de su alma y mente.

Luego continué subiendo hasta llegar finalmente a sus labios temblorosos, delineándolos a ciegas, introduciendo mis dedos en su boca. Sin detener mi trabajo en su sexo, con mi mente le di sólo una indicación, sin entrar en su mente, tan sólo, siendo un eco que escucharía en la habitación-. "Chúpalos, querido mío..." -retumbaba en mi mente y en la suya. Mi otra mano se entretenía arañando sus piernas, muslos y nalgas, y lenta, muy lentamente, se deslizó buscando su intimidad, dando con ella, tanteándola de forma provocadora como adelanto a lo que vendría luego.

Su cuerpo se tensó y soltó un sonoro gemido cuando su mayor le pellizco uno de los pezones, le había resultado tan repentino que no había tenido si quiera oportunidad de intentar cubrirse la boca, manteniéndola entre abierta jadeando, sintiendo como sus dedos invadían su boca, obedeciendo la indicación, lamiéndolos de manera sugestiva, recorriéndolos con la punta de la lengua, retorciéndose al sentir como arañaba su piel, ahogando sus gemidos, le era imposible quedarse callado, sin dejar que todo el placer que le llenaba el cuerpo escapara de el a modo de gemido, casi adivinando lo que pasaría, por unos segundos su cuerpo se tensó, pero volvió fácilmente a dejarse llevar por el placer que le brindaba su mayor, lamiendo sus dedos con mayor dedicación.

Noté que se tensaba ligeramente por mi tacto pero no tuve que preocuparme demasiado, el placer le dominaba por completo haciéndole olvidar el pudor y los nervios de primerizo. Una vez que mis dedos estuvieron completamente humedecidos por su dulce boca, llevé mi índice a su intimidad haciendo una ligera presión, separándome de su miembro para dejar escapar un jadeo mientras le profanaba. Su interior me recibía cálido y estrecho, su cuerpo se había tensado con la intromisión sin estar acostumbrado a aquellas caricias. 

Una vez mi dedo estuvo completamente dentro, me enderecé buscando sus labios ansiosos, besándole apasionadamente, haciendo pequeños círculos en su interior comenzando a dilatarle. Mi propia erección se había vuelto dolorosa dentro de la prisión de las telas de mi bóxer, y con mi mano libre, tomé la suya guiándola a que me tocara, ahogando un jadeo ronco al sentir su tacto tímido e inexperto.

-¿dolerá? – murmuro sintiendo como sus labios temblaban, recordando los pensamientos del humano, y el cómo de un momento para otro ya no se trataba del humano, si no, de Alexandre, estremeciéndose ante su pensamiento, comenzando a ejercer un poco de presión sobre el miembro de Alexandre.

-Sólo un poco... prometo que seré gentil -susurré contra sus labios, más que consciente de sus miedos y nerviosismo. Volví a besarle dulcemente, acariciando su lengua con la mía al mismo tiempo que introducía un segundo dedo en él, buscando distraerle con mis labios, evitar que pensara en el futuro dolor. 

Emití un gemido ronco, cuando la mano de Leigh comenzó a hacer mayor presión, sonriendo sobre su boca, mordisqueando su labio inferior separándome apenas, lo suficiente para quitarme aquella molesta prenda y rozar mi sexo con el suyo directamente. 

La habitación, se sentía caldeada a nuestro alrededor y el aroma del sexo, el sudor y la sangre reinaban en el aire, ya no había vuelta atrás, era tarde para arrepentirse. Mi mano libre se deslizó por los costados del muchacho pasando mis uñas por su piel, dejando rastros de sangre a su paso. No me detuve hasta sujetar su fino y delgado cuello, sujetándole aunque procurando no ahorcarle, dejando sutiles caricias con mi pulgar en donde estaba su arteria principal. Mis colmillos volvieron a crecer peligrosos en la oscuridad, pero no era sed de sangre lo que sentía, sino sed de él, de su cuerpo, de sus gemidos. Mis dedos se enterraban profundamente en su interior con algo de fuerza, simulando lentas penetraciones, quitándolos sólo para volver a meterlos en su interior.

El dolor era algo que le preocupaba, pero ante la promesa sus miedos disminuyeron, saboreando su lengua, en un beso que le reconfortaba, y le ayudaba a sobrellevar su miedo, ahogando un suave gemido cuando un segundo dedo entro en su cuerpo, comenzando a notar un ligero dolor, mismo que le había echo ejercer mayor presión sobre el miembro de su mayor, distrayéndose nuevamente cuando le mordían el labio inferior, bajando su rostro cuando le sintió alejarse, aun sin poder acostumbrarse a los dos dedos que se mantenían en su interior, estremeciéndose cuando le sintió desnudo,  abrazándose a  su espalda, comenzando a moverse lentamente, rozando su sexo contra el de él.

Sus uñas le recorrieron, arañando su piel, haciéndola sangrar, emitiendo ligeros quejidos al inicio de dolor, comenzando a tornarse en placer, su mano no se detuvo sino hasta llegar a su cuello, sin poder  descifrar que sucedía, de un momento a otro sintiéndose como una presa indefensa en manos de su depredador, arañando su espalda en un acto reflejo, sintiendo como sus dedos comenzaron a entrar y salir lentamente de su cuerpo, que aunque era de manera lenta le resultaba ligeramente dolorosa, regular su respiración le era difícil,  gimiendo cada que sentía el par de dedos entrar y salir de su cuerpo, al poco tiempo acostumbrarse a ellos, moviéndose bajo su cuerpo, inquieto,  restregándose contra su sexo, pidiendo por más, al poco llevando una de sus manos hacia el miembro de su mayor, rodeándolo, comenzando a subir y bajar su mano en torno a el, buscando provocarle.

Sus uñas en la espalda me hacían estremecer, podía sentir el olor de mi propia sangre mezclado con la suya. Besé su mandíbula escuchando sus gemidos, mi mano aún en torno a su cuello dejando leves caricias y mis dedos preparando su interior. Cuando comenzó a moverse inquieto bajo mi cuerpo, rozándose, restregándose contra mí, consideré que ya estaba listo para recibirme, y su mano en torno a mi hombría no hacía más que provocarme aún más.

Considerando el hecho de que el tiempo estaba en nuestra contra, decidí que Leigh ya estaba listo y me acomodé a ciegas entre sus piernas, quitando mis dedos, reemplazándolos por mi miembro punzante. Rozando su intimidad, provocándole de la misma forma que él hacía conmigo instantes atrás, jadeando cuando comencé a empujar abriéndome paso por su cuerpo. 

-Mon dieu mon coeur... -jadeé cerrando los ojos, estaba tan apretado y deliciosamente estrecho, y definitivamente no había nada más excitante que desvirgar a un vampiro de más de 200 años. Solté su cuello sujetándole por las caderas y le besé con necesidad, entrando en él lentamente, sin detenerme hasta que me sentí por completo en su interior. Sabía que dolía, lo sabía demasiado bien de hecho, y trataba de tener los máximos cuidados con él en la medida que me era física y psicológicamente posible. 

Seguí besándole, separándome sólo para dejarle respirar.

-¿Duele demasiado?

Los ojos se le llenaron de lágrimas, cuando sentía como poco, a poco le penetraba, el dolor se volvía más intenso, pero seguía siendo soportable, escuchándole apenas,  pues el mismo se encontraba sumido en su mundo, casi concentrándose por completo en el dolor, se estremeció gimiendo cuando el agarre paso a ser hacia sus caderas, dándole la impresión de que realmente ya no había vuelta atrás, sus labios encontraron consuelo de manera casi instantánea, terminando por derramar un par de lágrimas una vez le sintió completamente en su interior, sus besos, en ese momento tenían más significado, se había aferrado a ellos, distrayéndose, convenciéndole de que el dolor desaparecería en algún momento, cuando el beso termino se encontraba jadeando tembloroso, escondiéndose en su pecho.

-no – respondió en un susurro con voz temblorosa, respirando lenta y profundamente,  tratando de relajar su cuerpo para que este cediera y el dolor desapareciese,  atrapandole con sus piernas y brazos, sin ganas de moverse hasta que su cuerpo se hubiese acostumbrado, derramando un par de lágrimas más, esta vez no por el dolor.

-Ahora te pertenezco – susurro sonriéndose fácilmente percibiendo la ilusión que guardaban sus palabras en su voz, -…somos uno – murmuro buscando sus labios en la oscuridad, besándolos, ahogando  sus gemidos cuando sintiéndose seguro comenzó a moverse lentamente, el dolor punzaba, pero el sentirle entrar y salir de su cuerpo, saber que le pertenecía justo en ese momento al vampiro, hacía que todo eso fuese nada.

Pese a su negativa, sabía que estaba sintiendo mucho dolor por el temblor de su voz y bajé a besar su cuello casi con devoción, escuchándole, sonriendo por lo que decía. Me pertenecía, totalmente, pero no sabía si eso me emocionaba o excitaba más. Sentí el aroma de su sangre y luego de aquel beso lamí sus mejillas, llevándome sus lágrimas. Sabía que para él era importante, su emoción era casi palpable en el aire. Era su primer hombre y presumía que también, su primer amor,y aunque yo no lo amara, aún, al menos podía hacer que eso fuera especial para él. 

-Eres sólo mío, Leigh... -murmuré notando que su cuerpo se relajaba ligeramente en torno a mí, comenzando a moverme lentamente. Su cuerpo era un templo de perdición, no podía dejar de besar su cuello y pecho-. Te adoro, pequeño -ronroneé entrando y saliendo de su cuerpo, enterrando las garras en sus caderas aguantándome el tomarle violentamente, conformándome con sus gemidos y jadeos aunque realmente lo que quisiera era que gritara mi nombre, o ver su expresión surcada por el placer.

Su mayor le limpiaba las lágrimas a base de lamer sus mejillas, pero cuando le escucho simplemente sus lágrimas volvieron a brotar, le sentía sobre su cuerpo besándole sin muchas ganas de parar, entrando y saliendo de su interior de manera lenta y dulce, robándole suaves gemidos, lo siguiente que le escucho decir le saco una sonrisa, ahogando un grito de placer cuando se había sumado un nuevo dolor sobre sus caderas, sorprendiéndose a si mismo notando que de alguna manera extraña el dolor comenzaba a excitarle -Alex…duele- le reprocho en un gemido, sin querer quedarse con los brazo cruzados, busco vengarse, mordiendo su hombro y bebiendo la sangre que comenzó a brotar de él, lamiendo la herida hasta que esta se hubo cerrado, sonriéndose complacido, antes de soltar un sonoro gemido.

Movio sus labios sobre su piel sin emitir palabra alguna formando las palabras “Yo te amo”, aferrándose sus uñas en su espalda, rasguñándola.

Su reproche me hizo sonreír y desencajé las uñas de su piel con una gran fuerza de voluntad, soltando un fuerte gemido ronco cuando me mordió, bebiendo unas cuantas gotas de mi sangre excitándome aún más, así como con sus uñas, el dolor era curiosamente placentero para mí a la hora de tener sexo, y mientras más salvaje, más brutal fuera, mejor todavía. Era una lástima que tuviera que contenerme tanto con Leigh, pero sería solo la primera vez.

Aumenté un poco más el ritmo contra sus caderas entrando profundo en él, vengándome por esa mordida a la vez que besaba su cuello con pasión, mordisqueando la piel, succionándola dejando rojas marcas que la oscuridad me impedía ver-. ¿Te gusta así? -Pregunté acercándome a su oído, hablando con voz provocadora. Lamí el lóbulo de su oreja a la vez que con una de mis manos, me colaba entre nuestros vientres tomando su miembro, masturbándole con manos expertas, acariciando la punta con el pulgar.

Le escucho gemir después de morderle el hombro, sonándole no precisamente como un gemido de dolor, su fino y pequeño cuerpo tembló, al recibirle, sintiéndole esta vez mas dentro de él, escapando de sus labios múltiples gemidos llenos de placer,  removiéndose bajo sus labios, jadeando, - si – respondió con voz temblorosa, apenas logrando modular, volviendo a enterrar sus uñas en su espalda todo en él le seducía, y su voz, era una de las principales causantes de su excitación en esos momentos.

Una oleada de placer le recorrió el cuerpo cuando comenzó a masturbarle, gimiendo totalmente excitado, el dolor se había ido por completo, se relamió los labios, sintiendo el sabor de su sangre, jadeando empujando a su mayor, hasta posicionarse sobre él, apoyándose sobre su pecho, siendo el ahora quien marcaba el ritmo, primero lento, disfrutándolo, poco a poco aumentando el ritmo, rasguñando su pecho, encorvándose y jadeando.

Noté que me empujaba y le permití girarnos, quedando él ahora arriba marcando un ritmo lento que poco a poco aumentaba sacándome jadeos y gemidos roncos de placer. Seguía manipulando su miembro disfrutando de sus gemidos, tanteando en la oscuridad con la otra mano encontrándome con su rodilla, subiendo por sus muslos apretándolos, tan suaves y bien formados.

Sentía el pecho destrozado por sus arañazos y poco me importaba, mi piel sanaba al instante más veloz que la suya quedando manchas de sangre como simples vestigios del camino de sus garras. Mi mano subió hasta sujetarle por las caderas indicándole el ritmo a seguir, más rápido y profundo  ahora que él se encontraba arriba, recibiéndome con mayor facilidad en su interior. Ambos parecíamos animales por la forma en que jadeábamos y gemíamos.

Pero, quería ver su rostro, necesitaba ver su expresión de placer y su cuerpo bañado en sudor sanguinolento. Con un chasquido de mis dientes las velas se encendieron iluminándonos apenas con su titilante brillo y, dejando de maturbarle, tomándole por los cabellos, me incorporé sentándome en la cama y atrayendo su boca a la mía, besándole nuevamente, sentía que no aguantaba demasiado tiempo lejos de su húmeda y cálida boca. Mordí mi lengua y la suya gimiendo ahogado por el sabor exquisito de nuestra sangre mezclada, sintiéndome ahogar en el placer, notando próximo nuestros orgasmos.