Stay With Me Tonight {Privado}

-¿En serio? Pero tal vez necesitas este brote.-tenía plantas en mi hogar, sabía cuidarlas con cierto cuidado. Aunque pareciera extraño confiaba en un vecino, era de mi misma organización y cuando tenía que estar periodos largos fuera él regaba todo por mi. Nunca se había muerto una, tenía una pizarra con el nombre de cada planta, su foto y los días de riego, las vitaminas necesarias y los chequeos hechos.-Aunque si me la regalas podría devolverla cuando ya haya crecido, como muestra de agradecimiento por enseñarme tu jardín.

Me acerqué a la puerta con paso firme pero calmado, observando con curiosidad cada planta. Mis ojos volvieron a cambiar de forma y color, un intenso ámbar dominaba gran parte de mi mirada mientras entraba en el jardín. Había escuchado como el candado del conjuro caía, sabía que ella me estaba permitiendo entrar en un lugar privado que veía como un santuario. Había algunas muy comunes, pero sus frutos y semillas eran muy usadas para conjuros y complementos vitamínicos. También existían unas prácticamente desconocidas para la mayoría, aunque eran más decorativas. Las yemas de mis dedos se pasearon por cada pétalo de las plantas en floración, sintiendo la vida emanar de ellas. El polen y su aroma, la forma de sus tallos u hojas, eran especiales por muy comunes que fueran. La vida vegetal no era lo habitual entre los kilómetros de asfalto, sólo alguien que se dedicara con entrega a ello podía lograr que plantas tan delicadas no murieran y florecieran en los primeros días de primavera.

No sé donde había dejado el botellín de agua, pero mis manos estaban libres mientras acariciaba el frágil tallo de una rosa. Aunque podía pincharme no importaba, estaba como hipnotizado con la belleza de aquel capullo recién abierto. Sonreí mientras podía envolverme en la fragancia de la rosa, en el tacto de sus pétalos y en la espina que se enterraba en mi dedo. Terminé lastimándome, pero no importó porque comencé a lamer la sangre absorto. El pequeño rosal parecía fuerte y tendría más vida pronto, los capullos aún se abrían. A mi alrededor había flores de colores diversos, aromas intensos y entre todas ellas parecían un pavo real mostrando sus enormes plumas.

Me convertí en gato frente a ella, quedando sepultado por mi traje. Saqué mi cabeza peluda por la parte baja de mi camisa, mis orejas puntiagudas y mis ojos ámbar se quedaron fijos en ella, maullé con fuerza y seguí mi recorrido por aquel lugar. Podía ser pantera, pero también un ejemplar de pequeña escala. En esa forma no podría hablar, pero sí sentir la naturaleza más intensamente.

A pesar que rondaba el lugar con la curiosidad bien despierta no olvidaba que era un invitado, sobre todo no la olvidaba a ella. Estaba atento a sus gestos y movimientos. Cuando quedó frente a la verbena me quedé pensativo como ella. Parecía que necesitaba ciertas vitaminas que yo usaba para la floración. En ocasiones la luz que llegaba del sol no era lo suficientemente potente, a causa que los altos edificios ensombrecían demasiado los pequeños jardines y el aire tóxico evitaba que pudieran captar los nutrientes. La capa de polución era la mayor culpable de todo. Podía prepararla con un poco de paciencia, era un abono vitaminado natural, pero lo mejor era traerle uno de mis sacos. Mi apartamento estaba como a veinte minutos, quizás treinta, pero no sabía si salirme de allí en forma de gato y luego irme sin ropa alguna.

Las verbenas las usaban algunos hechiceros para productos contra vampiros. Siempre había sido desde la antigüedad. También se comentaba que había sido la flor que habían usado para limpiar las heridas de Jesucristo. Una planta simbólica. Druidas, romanos o clérigos de la Edad Media cayeron arrodillados frente a la planta que ella observaba con preocupación. Mis archivos eran inmensos sobre flores, frutos y plantas diversas. Tenía dibujos y vitaminas adecuadas. Yo mismo usaba verbena para infusiones contra vampiros, así como para moler sus flores en una especie de polvos que contenían mis balas junto a otros componentes. Me lamía la pata derecha mientras la observaba, meditaba el ir o no.

Corrí hacia mis pantalones tirando de ellos hasta la salida del jardín. No quería quedar desnudo frente a ella aunque solía importarme bien poco quién me viera, pero era su invitado y además empezaba a ser mi amiga. No deseaba realizar una falta de respeto tan terrible frente a ella. Así que salí fuera del jardín y me convertí en humano nuevamente. Con rapidez me puse los pantalones y la ropa interior. Al entrar de nuevo lo hice sin camisa y sin zapatos, pero al menos la parte más comprometedora quedó tapada.

-Si lo deseas puedo ir a mi casa, no está lejos. Puedo traerte algo de mi abono especial, tal vez en unos días consiga las vitaminas que necesita. A veces la polución es demasiado intensa para algunas plantas, por eso necesita ciertas vitaminas para que germinen como se debe.-me acerqué al tallo y hundí mis dedos en la tierra. Tenía la cantidad de agua apropiada, parecía sana, pero necesitaba un pequeño empujón lejos de la magia, o de cualquier truco que no fuera un cambio de tiesto y un poco de vitaminas.-Regreso en veinte minutos.-dije dirigiéndome hacia la puerta, sin pensar en mis pies descalzos o mi torso desnudo, ni siquiera en dejar atrás una de las llaves de llamada de la moto, no sentía frío cuando mi testarudez era peor que cualquier pensamiento racional.

Salí corriendo por la tienda hasta la moto, esta rugió y comenzó a vibrar antes de deslizarme por el asfalto. Las luces se convirtieron en parpadeos. Serían menos minutos si conseguía ir a toda velocidad, eso pensé y eso logré. En diez minutos estaba en casa subiendo por las escaleras hasta mi apartamento. Con unos cuantos códigos conseguí abrir la puerta y entré buscando uno de aquellos pequeños sacos que tenía para mis plantas. Estaba algo más ordenado, ya no había mil carpetas por todos lados, y eso fue debido a la visita de amidas.

-Este no, este no.-iba diciendo buscándolo por la parte donde tenía mi pequeño jardín interior.-Ah, sí.-dije tomando un saco de color morado. Servía para varios tipos de las magnoliopsida.

Cuando me puse en camino a la tienda tardé unos quince minutos, tuve que aminorar la velocidad por culpa de un par de policías. Aunque sinceramente, yo era su menor problema. Al llegar a la tienda lo hice casi sin aliento, con el cuerpo congelado pero con el saco entre mis manos. Era pequeño, no más grande que uno de mis zapatos.

-Ha Neul.-dije entrando en la trastienda con el saco hasta quedar en la puerta del jardín.-Las vitaminas.

Era una especie de polvos que debía mezclar con agua. Tenía triturado algunas cascaras de plantas, aceites pulverizados entre otras. Se debía mezclar con pequeñas dosis de agua, agitarlo bien y verterlo en la tierra bien removida, quizás tendría que transplantarla para tuviera mejor resultado. Incluso yo mismo podía mostrarle como podía servir aquel saco pequeño de contenido especial que yo mismo había elaborado.

-Deja, te muestro.-fue mi respuesta cuando preguntó por la dosis.

Estaba seguro que esas plantas eran su reto personal, un deseo más allá de lo simple de ver hermoso un jardín. Muchas de sus hierbas y flores serían útiles cuando llegaran a su etapa adulta, no sólo de forma decorativa sino con pociones y remedios muy eficaces. Podía ser una fuente de dinero y de beneficio personal, pues seguro que se sentía recompensada por las largas horas observándolas y mejorando su hábitat para que estas lucieran sanas, fuertes y pudieran seguir a su lado más de unas semanas tras su floración.

Fui hacia el jardín buscando un tiesto vacío, tomé el de la planta y los llevé a su mesa de trabajo. Allí busqué un medidor de agua y dejé al lado la bolsa. La miré fijamente con una leve sonrisa y luego la expandí para empezar a explicarle todo.

-Tendrás que trasplantarla, pues necesita que la tierra esté removida con los polvos mezclados en agua. La cantidad puedes medirla según veas la necesidad de la planta, esta chica no necesita mucho. Tan sólo un poco de ayuda.-dije tomando el medidor abriendo el saco, vertiendo una cantidad de polvos no mayor que una cucharada de azúcar.-Es un complemento vitamínico natural, hecho con otras plantas y semillas trituradas. Lo elaboré tras años de investigación. No tiene nada químico porque lo detesto, creo que sólo empeora las cosas.-busqué con la vista alguna regadera con bote con agua, algunas personas rociaban con cuidado las hojas con agua en spray. Encontré una regadera y al olfatearla noté que era agua normal, no había producto alguno.-Echa de agua lo que creas, quizás con medio vaso hay suficiente.-vertí un poco del agua en el recipiente con los polvos y lo agité un poco hasta su completa disolución.

En la mesa de trabajo tenía una pala para transplantar, la misma que habría usado para la planta de aloe, y que se encontraba cerca de aquel pequeño tiesto. Saqué a nuestra amiga con ciertos límites para crecer, la dejé sobre la mesa y moví bien la tierra echándola en la nueva maceta, algo más ancha. Vertí poco a poco el producto moviendo la tierra con su abono correspondiente, para luego poner la planta colocada en el centro enterrándola un poco con la tierra restante.

-Tal vez tarda una semana, quizás puede que un poco menos, en verse los resultados.-dije observando las hojas y los pequeños brotes.-No está enferma, sólo necesita tener más vitaminas. El lugar donde estamos es una ciudad muy contaminada y cuesta que tomen sus nutrientes. De todas formas estas vitaminas sólo sirven para las plantas de su familia, para el resto no.-cerré el saco dejándolo en la mesa como obsequio, tenía un par más en casa recién hechos.-Si ves que necesita un poco más pasadas unas semanas vuelves a hacerlo, aunque si lo deseas puedo venir y revisarla junto al resto.

Me gustaba ayudar a todo aquel que buscaba una solución a este mundo, las personas que cuidaban las plantas y los animales me agradaban. Además, ella parecía una mujer interesante y que los pocos conocimientos que yo le ofreciera los usaría con conciencia. Me sentía cómodo a su lado, tanto que había olvidado que estaba helándome de frío. Quería ayudarlas, a ella y a su planta, porque pocas veces encontraba momentos en los cuales me sintiera bien, algo que podía hacer algo importante sin necesidad que me lo comunicara un superior.

No tenía porque dar las gracias por aquel gesto, había sido un impulso involuntario que no me produjo ninguna perdida de tiempo. Me sentí bien al ayudarla y eso ya era pago para mi. Esbocé una sonrisa cuando noté que se percató de mi ropa, no sabía qué decir pues me sentí algo cohibido. Me rasqué la mejilla derecha mientras no venía, a su regreso tomé la ropa e intenté colocarme todo con rapidez.

-No tienes porque darme las gracias, es algo que he hecho porque amo la botánica y porque tú me agradas.-dije mirándola a los ojos, aunque agaché la mirada para abotonarme la camisa. Me sentía nervioso decirle algo así, no sabía como se lo tomaría. Usualmente cuando quería entablar relación con una chica siempre salía mal. Recordé a Kyla y su peligrosidad, aquella Krusnik parecía querer engullirme sólo por diversión.-Quiero decir, eres alguien con quien me siento bien y eso no suele pasarme.-alcé la mirada tras dejar el último botón en mis manos, se había desprendido por culpa de mi torpeza.

La tienda tenía un ambiente cálido, para nada sofocante. El aroma de la naturaleza se introducía por la puerta del jardín hasta dentro de aquella trastienda, el suelo tenía un tacto agradable bajo mis pies y aún así me sentía sofocado. Tenía las mejillas algo rojas. Había entrado en calor rápido, aunque supuse que mi nerviosismo al decirle todo aquello. Desconocía como se lo tomaría.

-Si necesitas ayuda con alguna planta puedes decirme, tal vez conozco la planta y si no sé como ayudarla lo investigaré. Tengo muchas plantas en mi departamento, cerca de donde duermo. Creo que necesito ese contacto con la naturaleza para poder descansar.-mi madre tenía un huerto pequeño, en verano solía dormir con mi hermano cerca de donde cultivaba. Creo que eran las mejores noches que pudimos pasar. Era un pueblo tranquilo casi en el corazón de un bosque, no había muchos vampiros ni demonios interesados en nosotros.-Un día te llevaré a un lugar que es como mi paraíso, aunque no sé si tienes alguien que cuide tus plantas como hacen conmigo. Es un pequeño lugar en el bosque, tiene una cascada cercana, plantas que creía extinguidas y grutas donde suelo pasar unos días alejado de todo mientras escribo.-me rasqué la nuca.-Podríamos ir de acampada, además tengo un amigo que quizás te gustaría conocer. Es un cambiaformas bastante peculiar, tiene una voz muy agradable.-no quería que pensara que deseaba pasar días a solas con ella, aunque no me importaría. Sin embargo, no quería que notara que me atraía un poco y quizás eso la alejaba. Quería conservar una amistad como la suya, me parecía alguien muy interesante y que podría llegar a ser importante.

Me sentí algo torpe, más de lo normal, cuando rompí aquel botón. La camisa había sido comprada en una tienda de alta costura. Talamasca quería que me integrara en uno de los teatros con mayor renombre de la ciudad. Según ellos ocurrían casos insólitos entre los palcos. Habían visto fantasmas cuya energía y poder podían darle el aspecto de un cuerpo físico. También hablaban con cierto conocimiento de seres cercanos a organizaciones peligrosas, muy importantes, que se reunían y se intercambiaban información mediante gestos en los entreactos. Yo era un investigador que amaba el riesgo y el misterio, jamás decía no a un trabajo como aquel. Acepté sin dudar aquella oportunidad, claro que no sabía que aquel engendro me arruinaría la primera noche. Prácticamente tuve que luchar por recuperar parte de mis tesoros, recuerdos de mi hermano, de manos de un ladrón poco convencional.

-Sí, gracias.-dije con cierta timidez en mi voz. No me gustaba descubrirme ante nadie como un maldito manazas, pero sobre todo me estaba dando pudor porque fuera ella. Sabía que podía tener cierto talento con la mecánica, sin embargo nadie me dejaría algo frágil entre mis manos.-Si no te importa, claro.-comenté aún con el botón entre mis dedos, apretándolo en mi mano mientras la miraba a los ojos.-Es una camisa algo cara, no quiero que se vea deslucida porque pocas veces tengo la oportunidad de tener algo así.

En realidad mi ropa era bastante barata. Gastaba más dinero en las plantas, semillas e investigaciones que en ropa elegante o de calidad. La comida era más esencial, así como toda mis investigaciones, que un trozo de tela. Pero cuando tenía algo como aquel traje me hacía sentir bien, como si pudiera llegar a sentir cada fibra pegándose a mi cuerpo como segunda piel. No era igual una camisa barata que algo tan suave. Aunque yo me sentía mucho mejor desnudo.

-¿Tengo que quitarmela para coser el botón?-pregunté mostrándolo entre mis dedos.

Me sentía estúpido, era normal que tuviera que quitarme la prenda. Pero me había quedado mirándola, preguntándome porque había tenido suerte de encontrarla. Normalmente siempre tenía muy mala suerte en mis relaciones fuera de mi trabajo, de mis entrevistas. Podía haber preguntado mil cosas sobre sus conocimientos, también sobre cualquier cosa que hubiera podido ver en este mundo, y lo único que había hecho era conversar. Ella no me animaba a investigarla, sino a desear conocerla de otra forma. Mi curiosidad iba hacia otros caminos. Esperaba poder quedarme mucho tiempo a su lado y poder conocerla de forma sincera. Muchos dicen que no se dan cuenta de todo lo que tienen hasta que lo pierden, pero yo me estaba dando cuenta de todo lo que ella valía sólo con contemplarla. Últimamente parecía que mi estrella no estaba tan estrellada como parecía.

Contemplaba sus movimientos de un lugar a otro de aquella trastienda. Podía ver como buscaba el costurero para ayudarme con el botón de la camisa. Era una pequeña caja que parecía bastante usada, como si estuviera acostumbrada a ello. Pensé en mi madre, amaba coser. Cuando era pequeño siempre estaba bordando, tejiendo y realizando remiendos para que los pantalones o camisetas nos duraran unos cuantos años más.

Debí quitarme la camiseta, ofrecérsela y aguardar. Sin embargo, yo me quedé paralizado allí analizando sus gestos sin quitarme la prenda. Estaba pensando en qué podría hacer por ella, pues ayudar a unas plantas era nada. Había dicho que no le regalara una moto, pero pensé en una pequeña que había visto. Era una scooter que estaba algo destrozada, pero tan sólo había que cambiarle el motor.

Me imaginé su rostro iluminado por la sensación de libertad que ofrecía un vehículo como aquel. No sería tan potente como mi moto, pero podría lograr que tuviera algún arma para que fuera segura a los barrios bajos si debía moverse por ellos. Pensé en pintarla de color verde, quizás un tono claro para dibujar algunos detalles en tonos más oscuros. También sabía decorar la carrocería de los vehículos, tenía algunos conocimientos de dibujo gracias a mi hermano. Sin embargo, no era ni la mitad de bueno que él. Así que la imaginé en aquella pequeña moto disfrutando de la velocidad, o más bien del momento. Porque la vida tenía que disfrutarse ya que sólo teníamos una.

-No tanto como tú.-dije sin pensar, como si mis palabras pudieran ir antes de formar la frase en mi cerebro. Había dicho aquello sin pretenderlo.-Lo siento, a veces digo cosas que no debería.-comenté sacándome la camisa para tendérsela.

Deseaba salir corriendo y no regresar a la tienda, pero ella se había tomado la molestia de sacar la aguja, pasar el hijo y prepararse para coser aquel maldito botón. Estaba intentado ser amable conmigo y eso no era muy común. Así que tan sólo me alejé de ella para apoyarme en el marco de la puerta que daba a su jardín. Me quedé con los ojos fijos en las flores que parecían ofrecer un color deslumbrante, único en cada uno de sus matices, a una noche que estaba siendo bastante extraña. La ligera brisa que corría entre las macetas levantaba un perfume natural, fresco y lleno de distintas fragancias, que me relajaba. Aunque estaba muy nervioso por como se tomaría mis palabras, esperaba de verdad que no se hubiera ofendido.

“Y así es como pierdes una amiga, tendrás suerte si no te dice algo cruel cuando te vayas... Junsu”

Me giré cuando la escuché hablar, tenía las mejillas sonrojadas y sus palabras parecían sinceras. Había dicho aquello porque lo sentía, no me arrepentía de ello en realidad. Sin embargo, no quería perder su amistad. Deseaba regresar a la tienda en mis ratos libres para conversar con ella, así que por ello tuve cierto miedo ante su reacción por aquella frase. Tomé la camisa doblada entre sus brazos observando el botón perfectamente colocado, incluso parecía más resistente que antes.

-No me arrepiento de haberte dicho que eres bonita, porque es algo que creo.-dije colocándome la camisa para comenzar a cerrarla con cuidado.-Pero no quiero que te sientas incómoda y no desees volver a verme.-comenté antes de colocar el último botón dentro de su ojal.

Hacía mucho tiempo que no estaba cómodo con alguien, aún más con una mujer. Creo que siempre las había visto desde lejos, contemplado como algo demasiado frágil que podía romper pese a su fuerte tenacidad. Sabía que muchas mujeres eran más fuerte que los hombres, ya que eran madres y no sólo cuidaban a sus hijos, los educaban y les daban un futuro próspero gracias a sus laboriosos trabajos. Mi madre cosía, lavaba y cultivaba no sólo en nuestra casa. Había hecho mil trabajos. Siempre atenta a mantener con humildad su familia unida y sin pasar miseria alguna. Por eso admiraba a las mujeres, porque mujeres como mi madre me habían demostrado lo hermoso que era una sonrisa amable, unas palabras llenas de sabiduría y la fuerza que podían sacar incluso cuando se sentían fatigadas. Pero yo y las chicas no nos habíamos llevado bien ni siquiera desde el jardín de infancia. Todas terminaban alejándose de mí porque era demasiado impulsivo, otras porque era un bicho raro mitad animal mitad humano. Chicas como Ha Neul había pocas, tan interesantes, agradables y confiables. No sólo era bonita por fuera, también lo era por dentro.

-Eres una chica muy especial Ha Neul, no quiero que te molestes conmigo.-dije quedándome cerca de ella guardándome las ganas de abrazarla, sentir su cuerpo contra el mío en un abrazo sincero y agradable. Desprendía un perfume parecido al de las flores de su jardín, tal vez porque elaboraba perfumes con ellas o por estar siempre rodeada de estas.-Has hecho que mi noche libre merezca la pena.

Era un animal de impulsos, así que no pude contenerme y terminé abrazándola. La estreché contra mi cuerpo sintiendo su perfume y su calidez. Era agradable. Creo que la sensación más parecida era como cuando uno llega de un largo viaje y abre la puerta de su propio apartamento, pero no se lo encuentra vacío sino con un viejo amigo esperándote con una cerveza fría y ganas de escuchar la historia de tu última aventura.

-Gracias por el botón.-dije antes de separarme y quedarme con los ojos fijos en los suyos. Tenía una mirada clara, pocas veces se podían ver unos ojos tan nítidos y llenos de recuerdos. Se podía ver ese tipo de rasgos en las personas, al menos yo podía notarlo, porque me fijaba en las expresiones faciales de todos aquellos que terminaban frente a mi.-Creo que debo irme, ya no te molestaré más por hoy.-sonreí algo nervioso por todo, estaba lleno de buenos recuerdos de ese día. Las siguientes semanas serían duras pero las aceptaría con una sonrisa, recordaría a Ha Neul y sus palabras. Si podía iría a verla unas horas, quizás la invitaría a unos pasteles de una tienda cercana a mi vivienda. Pero claro, no sabía si ella querría volverme a ver o simplemente tendría tiempo.-Buenas noches, Ha Neul.-dije girándome para ir a por mi chaqueta y zapatos, me iría para no molestarla más.

No sé que fue de todo lo que me descolocó dejándome como idiota parado en medio de la puerta. Creo que de todo fue aquel beso. Se sentía bien que alguien se preocupara por ti, pero más que te dieran un beso cuando estas acostumbrado al rechazo. Estuve unos minutos observándola sin moverme ni un centímetro, mis ojos seguro que cambiaron a los de un gato buscando quedarme con cada uno de sus gestos.

-Sí, pero no tengo tu número.-dije después de tomar aire para concentrarme en la conversación y no tanto en ella, aunque era imposible.-Si me lo das te llamaré.

Era extraño. Nunca había dado mi número de teléfono a alguien que no fuera de la organización, así que para mi todo aquello era extraño. Solía comunicarme por ordenador, y de la forma más fría posible. Pero con ella quería algo más que un simple e-mail. Deseaba verla a diario, o al menos hablar por teléfono. Sentía cierta necesidad de conversar, abrazarla y sentir sus latidos junto a los míos.

Me acerqué a ella con aquellos ojos de animal, esos que cualquiera temería. Mis manos fueron a su rostro acariciando sus mejillas, parecían arder por el rubor que poseían. Tenía cierto encanto ver a una chica sonrojada, pero nunca lo había visto tan de cerca y en ella parecían lucir de forma aún más hermosa. Era una bonita visión. Mis ojos se fundían en los suyos quedándome con el leve brillo que tenían bajo la luz agradable de la tienda.

Tuve deseos de besar sus labios pero me contenía, lo hacía para no asustarla y no sentir que la agredía. Quería quedarme con ella. Deseaba hablar hasta la mañana. Hacía tiempo que no veía con alguien el amanecer, desde que mi hermano murió no era capaz de verlo con los mismos ojos. Los deseos de atrapar sus labios proseguían, me gritaban en la cabeza, y pronto terminé haciéndolo dejando mis labios sobre los suyos. Fue un beso rápido y creo que demasiado tímido para ese deseo que tenía, pero era mejor no propasarse.

-Te pediría perdón, pero ahora sí que no quiero hacerlo.-susurré a corta distancia antes de apartar mis manos de sus mejillas.-Ahora, si lo deseas, por favor dame tu número.

Su corazón latía a toda velocidad, como si hubiera montado en la montaña rusa más grande del mundo y esa sensación de cosquilleo la hubiera hecho explotar. Aunque no era la única. Yo parecía sereno, pero también estaba bastante nervioso. Cuando lo estaba era muy patoso. Esperaba no tropezar al salir de la tienda, subir a la moto o simplemente al llegar a casa no caer por las escaleras rodando como si fuera una croqueta. Sus labios se sintieron suaves y cálidos, hacía tiempo que no besaba a alguien de ese modo. Aunque creo que sólo pasó una vez y no me duró demasiado. Probablemente no volví a tener nada así porque mi trabajo me impedía tener relaciones normales, la última vez que estuve cerca de una persona de ese modo fue con un hechicero y no tuve ni siquiera una mínima parte de ese sentimiento que ella provocaba en mi. Quería conocerla bien y no alejarme demasiado.

-Claro.-dije buscándolo por mi chaqueta. Cuando lo saqué casi lo estampo contra el suelo, pero logré atraparlo gracias a mis reflejos.-Es algo resbaladizo.-comenté antes de pasarselo.

Era uno de esos modernos dispositivos que tenían la memoria de un ordenador. Podía almacenar cientos de documentos, fotografías y música. Amaba ese trasto porque era como una memoria extra para toda la documentación que requería para mis últimos casos. Estaba llevando varias investigaciones a la vez, entre ella sucesos extraños en el teatro de la ciudad. El fondo de pantalla no era otro que mi pequeño jardín privado. Podían verse algunas plantas de extrañas formas y una belleza única.

-Quizás no pueda verte en esta semana, tal vez hasta la siguiente casi llegando el domingo. Pero me gustaría quedar contigo, tal vez almorzar y poder hablar de forma más tranquila.-dije observándola fijamente sin perder detalle, aquellos rasgos de animal parecían no querer marcharse.-No vivo muy lejos de aquí, aunque la ciudad es inmensa y siempre tiene tráfico.-susurré observando sus mejillas mientras sonreía intentando sosegarme.-Pero intentaré estar en contacto contigo por mensaje, tal vez te llame para saber si ha mejorado la planta.

No era la planta lo que me interesaba en ese momento. Quería saber más de ella. Conocer quizás sus gustos. Tenía mucho trabajo, pero podía conseguir algo especial para cuando nos viéramos de nuevo. Invitarla a un almuerzo en alguno de los restaurantes cercanos y ofrecerle algún obsequio, quizás la moto modificada para que tuviera un transporte rápido y cómodo. Aunque no sabía si me aceptaría el regalo, pero estaba empeñado en hacer algo más allá que arreglar su jardín. No sabía bien qué quera, pero lo averiguaría con el método de acierto y error. Si uno no se arriesga no gana nada.

Podía notar su nerviosismo. Lejos de parecerme tonta, o demasiado torpe por su tropiezo, a mi me pareció adorable. Ese nerviosismo la hacía muy humana, tan humana como yo podía serlo, lejos de sus poderes y de su sabiduría. Yo también era bastante nervioso aunque seguramente ella no lo había apreciado. Siempre estaba tropezándome cuando me alteraba, salvo como animal que jamás parecía afectarme cualquier factor externo. Como humano destrozaba platos cuando los intentaba lavar, me tropezaba con escalones bajos o me golpeaba con algunos muebles. Pero frente a ella parecía haber tenido suerte. No había visto mi lado más torpe.

Me acerqué a la trastienda para pedirle que no me preparara la planta, en la moto no podía llevar con tranquilidad la planta. Podíamos quedar en el restaurante de mi departamento en unas semanas, allí podría dármela y subirla sin problemas a mi loft. No quería que su trabajo se echara a perder. Además, amaba la naturaleza y ver destrozada una planta para mí no era muy agradable.

-Ha Neul.-dije entrando en la trastienda acercándome a ella.-No hace falta que la prepares, en la moto no puedo llevarla.-comenté apoyándome en su mesa de trabajo.-He pensado que podría invitarte a un almuerzo en el restaurante asiático que está bajo mi apartamento. En unas semanas me tomaré unos días de vacaciones, me gustaría compartir al menos uno contigo.-sonreí algo nervioso, aunque no sabía si se notaría o no. mi sonrisa era estúpida siempre, al menos eso pensaba y nadie me sacaría de esa opinión.-Es un buen restaurante, además tiene reservados para poder conversar con tranquilidad.-mis dedos se movieron nerviosos sobre la madera tamborileando.-Podrías llevarla contigo, después del almuerzo podría subirla a mi apartamento y quizás incluso podrías ver las mías.

Yo había visto su pequeño paraíso y deseaba que ella viera el mío. Despertar y contemplar aquellas plantas era mi momento favorito del día. Podía pasar minutos acariciando sus hojas, comprobando su estado, analizando sus brotes y dejándome llevar por el aroma de algunas que empezaban a florecer por culpa de la primavera. Se veían hermosas, aunque en ese momento quien me lo parecía era ella. Esa risa que seguro le pareció boba a mí se me hizo bastante curiosa, verla nerviosa me estaba empezando a gustar.

-Después si quieres podemos ir a un vivero cercano a mi apartamento, cierran casi al atardecer y tienen plantas curiosas. No sólo venden las plantas ya con brote, también semillas y algunos libros sobre la historia de cada planta.-me eché hacia atrás y casi tropiezo con algo, terminé golpeándome en el pie con la mesa y luego carraspeé quedándome quieto. Cuanto más quieto me quedara mejor para la trastienda.

-Sí, estoy bien.-dije aguantando el leve dolor que sentía cosquillear en la punta de mis dedos. Estaba bien, no había sido un gran golpe aunque ese cosquilleo me decía que tendría molestias quizás unos minutos. Pero no importaba, realmente nada importaba salvo volver a verla.

Quería volver a estar a su lado aunque fuera en silencio. Tenía un magnetismo especial que me hacía sentir cómodo. Usualmente sólo me sentía así en plena naturaleza despojado de todo, incluso de mi móvil que a veces era esencial en mi vida, mientras dejaba que la hierba acariciara mis piernas hasta llegar a la cintura.

Había lugares donde era tan frondoso el manto verde, el cual se extendía durante valles y colinas, que podía notar la hierva acariciar incluso mi pecho mientras pensaba en el resto del mundo destrozado. Pocos lugares eran así, eran aquellos que ya no poseían interés alguno porque todo el material importante, como el oro o petróleo, había sido extraído y lo único importante era la fertilidad del suelo. Sin embargo, ya nadie buscaba suelos fértiles y comían alimentos bioquímicos prácticamente hechos con plásticos y edulcorantes.

Ella era como uno de esos lugares únicos casi indescriptible. Tal vez ella misma pensaba que no tenía nada valioso, todo demasiado común y una pequeña tienda donde se hallaba el centro de su felicidad, orgullo, paz y quizás un refugio donde podía pasar las horas muertas sin pretender algo más allá que vivir la vida en medio de este mundo oscuro y lleno de luchas estúpidas. Sin embargo, yo podía ver algo más allá. Sus mejillas sonrojadas, su nerviosismo, el tono cálido de su voz, la suavidad de sus labios y el aroma a flores que desprendía su tienda igual que ella. Ese aroma me recordaba a mi hogar, no sólo a mi apartamento sino a la naturaleza que se hallaba dentro de mi. La calidez y dulzura que podía desprender era también muy agradable, aunque eso no era lo típico en este mundo. Nada era así, nada como ella. Me atraía cada vez más la idea de pasar todas mis vacaciones a su lado observándola, meditando sus acciones y analizando sus gestos por puro placer. Deseaba tomar alguna fotografía y revelarla en mi pequeño estudio fotográfico, el cual tenía alquilado en la zona e iba de vez en cuando los días que me correspondían.

-Sonará extraño, pero me gustaría tomarte una fotografía para poder capturar durante un instante tu sonrisa. Te vez muy hermosa cuando sonríes.-dije aquello bastante quieto, no quería tropezar con nada, ni caer algo frágil o simplemente hacer que la planta se dañara si caía sobre la mesa.-Tienes una calidez especial.

La primera fotografía que tuve en mi vida fue el mismo día de mi nacimiento. Para mi madre fue bastante sufrido su embarazo, prácticamente lo vivió sola y aislada de todo lo que ella una vez amó. Sin embargo, cuando me tuvo entre sus brazos deseó tener una instantánea. Mantenía esa foto en mi hogar en un pequeño marco de color negro con un pequeño motivo de hojas silvestres en una de las esquinas. Ella estaba sudorosa, despeinada, con ojeras y su rostro era la imagen viva de un parto difícil, sin embargo la sonrisa triunfante en su rostro lo decía todo. La fotografía la había tomado mi hermano, era diez años mayor que yo. Él siempre amó la fotografía, desde que tenía ocho años poseía una pequeña cámara con la cual sacaba extrañas y curiosas imágenes. Para mí esa fotografía es algo más que una instantánea de mi nacimiento, son muchos recuerdos que vienen vinculadas a ella.

Las fotografías eran algo muy preciado para mí. Hacía fotografías a todo lo que podía ver curioso. Saqué ese instinto de mi hermano. Competí durante varios años con mi propio hermano en concursos de fotografía, después nos volvimos compañeros de pasión aunque jamás peleamos. Su amor al arte de la cámara estaba a buen recaudo. Poseía varias cajas de fotografías rebeladas a la vieja usanza. Las cámaras digitales, incluso aquellas que podían verse en 3D, eran cómodas e interesantes sin embargo siempre usamos equipo fotográfico clásico. Nunca dejé de amar los carretes de fotos, aunque esos carretes no los usaban ni mis abuelos. Era como si mi alma hubiera viajado al futuro desde un pasado mucho más calmado, lleno de vida y de instantes que sentía como míos pero no lo eran. A veces me planteaba que tal vez no estaba muy errado, sin embargo jamás me lo planteé con seriedad.

-¿Sólo una?-pregunté antes de tomarla por la cintura mientras colocaba el móvil para tomar la instantánea, detestaba que fuera en el móvil pero era la única cámara que llevaba esa noche conmigo.-Espero que sea la primera de muchas, no quiero irme de tu lado Ha Neul. Eres alguien demasiado agradable y estoy empezando a plantearme que serás importante en mi vida.-no solía tomar cariño de la nada a las personas, pero en los últimos días un metamorfo se había ganado mi amistad y ella me atraía, y únicamente pensaba en los lazos que estábamos formando y que esperaba que no se rompieran por esa atracción.

Apreté con cierto nerviosismo aquella cámara, observándola como un maldito idiota porque realmente su perfume era agradable y no era tan sólo por la fragancia que usara. Era un cúmulo de cosas que la hacían especial, como si pudiera describir parte de su vida en su aroma.

-Ya está.-susurré sin soltar su cintura, aunque lo hice en cuanto pude controlando mi nerviosismo y mis deseos de besar sus mejillas. Tenían un color parecido al de las manzanas.