Stay With Me Tonight {Privado}

-Así es.-dije con una sonrisa llena de felicidad porque comprendiera el sentido que deseaba darle a mis palabras.

Aunque se habían perdido especies y por mucho que quisieran repoblar los bosques con animales clonados, o que el mar fuera purificado por nuevos inventos para limpiar el petróleo y restos contaminantes de centrales nucleares, no era lo mismo que la propia naturaleza cicatrizando sus heridas. Sabía que si un día toda la vida en la Tierra se extinguiera primero habría grandes catástrofes, todo por culpa de centrales que seguirían funcionando, así como fábricas que podrían explotar junto a sus hornos. Sin embargo, en pocos cientos de años el mundo volvería a ser poblado pro animales y plantas. El mar volvería a ser puro, el mundo sanaría de nuevo sus cicatrices. Todo lo que una vez fue hermoso volvería a serlo, resplandeciendo como el oro o el propio sol. Los rayos de la luna dejarían mantas de plata sobre costas paradisíacas que nadie volvería a dañar, el fondo del mar se vería cuidado de especies que aún desconocemos y las grandes ciudades serían como esos templos perdidos de Mayas e Incas. Sería el paraíso de aves, primates, felinos y canes.

-La vida siempre supera a la muerte, por mucho que esta se haga presente en nuestras vidas. Es doloroso perder a alguien querido, saber que no volverá, pero la vida puede hacer que germine un nuevo brote cerca de donde te encuentras y te de esperanzas. Igual es la naturaleza, porque la naturaleza es sabia y es la muerte y la vida a la vez. Ella sabe qué tiene que vivir y qué debe morir porque sea débil. Es la supervivencia del más fuerte, por eso nosotros los humanos estamos perdiendo. Deberíamos agudizar nuestro ingenio y no dejarnos avasallar, porque sólo así seremos fuertes.-me giré hacia ella mirándola fijamente, era agradable hablar de todo aquello con alguien que también admiraba la naturaleza y tenía amor por el conocimiento.-¿Posees libros sobre otras épocas? Me gustaría ver los libros sobre herbología, zoología y también si posees sobre algún hecho insólito que no haya sido documentado suficientemente. Quiero tener nuevos misterios para estudiar y comprobar.

No importaba si era algo sobre misterios de la naturaleza o misterios políticos, tampoco importaba si era algo sobrenatural o algo muy humano. La documentación era la documentación. Deseaba tener algo entre mis manos que cambiara un poco el mundo, que mejorara su concepción y que quizás pudiera aplicar a la vida de los hombres y mujeres humanos que aún quedábamos sobre la faz de la Tierra.

Los ojos de las personas, la mirada que estos poseían, eran ventanas al alma. Se podía saber las intenciones de otros por como te miraban. En los ojos se reflejaba la melancolía, la tristeza, el dolor, la felicidad, la pasión y sobre todo palabras que se callaban por miedo a ser dichas. Los ojos era una parte importante del rostro, pero también de la persona. En sus ojos podía hallar pasión, melancolía y calma.

Ella era una chica apasionada por el conocimiento, pero sentía quizás melancolía por momentos que había vivido y no poseería jamás. La calma que reflejaban su mirada era por la conversación, parecía haber provocado que se desentumeciera y alejara del mundo cruel que nos asechaba. Sonreí por ello, lo hice con una sonrisa bobalicona como era de costumbre. Las personas así eran muy agradables, deseé que se quedara en mi vida como amiga. Una chica bonita, inteligente y que sabía comprender mi amor por los libros podría ser interesante para mantenerla a mi lado. Mi hermano siempre me dijo que cuando hallas a alguien así, sea como sea su físico o su sexo, había que rogar porque permanecieran a nuestro lado, ya que ellos eran los mejores aliados que se podían tener.

-No importa en qué idioma estén, si no entiendo algo puedo preguntarte. Sé que me dirás la verdad, que no me engañarás.-dije con franqueza antes de sonreír con calma.-Los libros hablan del autor, desde la pasta, pasando por el título y llegando al punto y final. Cada página habla del autor, pero también de la persona que le apasiona el libro. Habla de qué has deseado encontrar, lo que has aprendido. El mundo no quiere comprender ya algo así, muchos desean libros en micorchips. Yo amo el aroma de un libro en papel, sobre todo el papel reciclado que hay hoy en día. Es un papel mucho más resistente y que no se rompe con facilidad.-comenté recordando el paquete de libros que había comprado.

Me gustaba investigar, pero me encantaba los libros de terror. Vivíamos un mundo cruel, muy violento, pero en él no existían zombies, por fortuna. Tampoco teníamos dragones, ni hadas crueles. Podía encontrarse una punzada de miedo aún hoy día, una punzada que te hacía imaginar lejos, muy lejos. También me gustaba los de caballería, los de fantasía, aquellos que hablaban sobre historias de amor imposible y por supuesto los de aventura.

-En otra vida tal vez he sido pirata, me apasiona el mar y los libros sobre los tesoros que esconde. Una vez hice un informe sobre un barco fantasma, lo han estado avistando desde hace más de cinco siglos en las costas de Inglaterra.-dije antes de cerrar los ojos respirando lentamente. Aquel día, cuando lo avisté, sentí un escalofrío que recorrió toda mi columna vertebral. Iba con varios chicos de Talamasca y todos descubrimos sensaciones jamás experimentadas por otros, éramos metamorfos y podíamos expresar qué veíamos como animales.-Algo épico que no puedo olvidar.-murmuré antes de abrir mis ojos y sonreír.-Una experiencia irrepetible.

La belleza del mar, el silencio en susurros que se escuchaba en medio de la costa, el sabor del viento y este revolviendo mis cabellos. Sentir la naturaleza voluble e indomable. Todo un reto para aquel que desea algo de aventura, todo un misterio. Deseaba lanzarme a la mar, estar allí contemplando todo. Sin embargo, necesitaba contacto con el bosque y enterrar mis dedos en la tierra húmeda. Quería correr bajo la lluvia gritando que era libre, sintiendo como las hojas crujen bajo mis garras o como la frondosa marea verde de pastos y flores acarician mis patas, mi ocico y sobre todo mi vientre. La ansiedad me comía cuando pasaba mucho tiempo en la ciudad, pese a lo interesante que era la tecnología pare coger cada detalle del mundo, la cual en malas manos siempre era una bomba de relojería.

-El mar, el bosque, el desierto... la naturaleza.-susurré.-Tal vez un día pueda quedarme en un sitio en concreto, mientras iré de un lugar a otro con mi mochila y algunos víveres.-empecé a reír.-Seguro que parezco un idiota.-Pero prefiero a veces la soledad de este lugar a estar en un bar frente a una cita, por muy atractiva que pueda llegar a ser la compañía. Sé que allí no encontraré amigos, ni pareja, y ni mucho menos paz.-me giré nuevamente quedando con la espalda pegada en la tierra, sintiendo bajo mi cuerpo el pasto aplastándose.-¿De qué sirve todo si no se sabe apreciar? Para apreciarse a uno mismo primero hay que saber apreciar el lugar donde naciste, eso no es donde te parió tu madre. El lugar donde nacimos todos es el agua, el agua es vida, y luego los bosques que nos alimentaron. ¿Para qué quiero chicas bonitas que sólo me afobetean cuando les pido ir conmigo al lago? Ni siquiera creen que puedo estar como ahora, conversando, sin buscar algo a cambio.-la miré entonces y sonreí.-Bueno espero que tú me des algo a cambio, tu amistad. No tus libros, porque eso ya verás si me los muestras o no. Pero odiaría no volver a poder conversar así, me siento cómodo.

-¿En serio?-dije antes de empezar a reír. Todo mi rostro se iluminó como si me hubieran dado la mejor noticia de mi vida. Me sentía terriblemente solo. Los pocos amigos que hacía se terminaban difuminando. Muchos morían en luchas, otros se volvían tan huraños que me quemaba por dentro el sentir que ya ni respondían a mis llamadas, y algunos estaban tan lejos que era imposible tener una amistad fuerte, realmente fuerte, y el ritmo de mi vida provocaba que fuera solitario.

Muchas veces me sentía como el personaje principal del Lobo Estepario. Vivía una dualidad de sentimientos que me dividía, mi lado más humano y el animal que se quebraba. Era un chico desenfadado, como aquel saxofonista, pero algo me hizo cambiar y ese algo seguía pensándome. La sombras de esa parte de mí apagaban mi sonrisa, mi felicidad, y aunque hacía lo que realmente deseaba no era del todo feliz. Como le dije a Sean, aquel híbrido que me acompañó unas horas, deseo la compañía de amigos, de una familia, pero luego sé que no estoy hecho para ello.

Me moví hacia ella abrazándola, no sabía como tomaría ese gesto. Pero al apartarme lo hice sonriendo aún más, riendo bajo ante la felicidad que había sentido. Recordé ahí las palabras de Olivia, la esperanza que deseaba influir en mí. Ella me quería hacer feliz con su tacto cálido, sus palabras amables y su sonrisa infantil. Una mujer que jamás olvidaría pues le debía una porción de esa esperanza, esa que no se iba de mi corazón pese a sentirme culpable por haber sido tan duro con ella. Me pregunté dónde estaría, si sus alas seguían blancas o habían tornado de color, y sobre todo si seguía amando lo dulce o se había cambiado a otros sabores más amargos.

-Muchas gracias por brindarme tu amistad, espero no decepcionarte.-me recosté de nuevo sobre el pasto mirando las estrellas.

Quería que ellas iluminaran mi camino, que me guiaran, como antes hacían con los navegantes y peregrinos. Las estrellas siempre habían sido los astros más importantes para saber si se llegaría o terminaríamos perdidos. Yo deseaba pedirles que el camino que ahora llevara fuera más agradables, que aquella amistad no se perdiera y pudiera encontrar otras.

-La curiosidad es el alimento de nuestras almas, si no se posee curiosidad y algo de rebeldía cuando se es joven... cuando se es adulto es imposible de ser feliz, pues no se ha luchado por lo que uno realmente deseaba.-siempre lo había oído de boca de muchas personas, se debía de tener esa chispa para poder empezar el camino.

Me acomodé mejor en mi posición mientras la escuchaba, sonreí como hacía mucho que no recordaba. Solía sentir esa calma cuando mi hermano estaba a mi lado. Él solía hablar conmigo de temas trascendentales y otros más simples, como videojuegos. Echaba de menos algo así en mi vida, alguien en quien confiar y a quien contarle mis ideas. Podía hablar con personas de la organización de temas concretos, pero nada de mis sueños o mis sensaciones. Eran amistades frías, salvo uno de todos ellos. Él me trataba como si fuera un hijo, por su edad, y a veces mandaba un e-mail preguntándome qué tal estaba, cómo había ido la última misión y recordándome que la vida no está programada. Si bien, casi ni lo veía debido a nuestra vida. Era alguien cercano, pero no era alguien que pudiera abrazar o invitar a un café. Necesitaba un amigo, o una amiga, con quien pudiera sentarme en una cafetería y hablar de todo y nada. Mi hermano era mi amigo, desde su muerte nadie había logrado ese vínculo intenso de amistad.

-Una vez me dijeron que me fiara de aquellos que están locos y me alejara de todo aquel que dice ser cuerdo. Porque en la locura no hay malicia, uno expresa aquello que realmente siente. Un ser racional no tiene sentimientos, carece de emociones, y se deja llevar por el raciocinio. He visto y leído sobre demonios, normalmente son racionales. Prefiero locos que amen la vida, que la disfruten, que sean tal y como son sin miedo a replica alguna sobre su ropa o pensamientos. Prefiero alguien que sepa vivir y exponer sus creencias, por desquiciadas que parezcan, a una persona que diga lo que quiero oír y se mantenga como el hielo frente a mi.-hablaba por experiencia. Aunque a veces me callaba cosas que sentía.

Una vez me callé todo lo que sentía frente a una persona, era una chica a la cual había amado desde que era un mocoso. Antes de irme rumbo a otros mundos, junto a mi hermano, tuve la oportunidad de hablarle de mis sentimientos. Sin embargo, tan sólo la estreché y le desee suerte en su próxima boda. Era otro de los motivos por los cuales no quería regresar a mi ciudad, no quería verla. Aunque sé que hice bien, porque estoy seguro que es feliz, siempre tendré esa espina en mi corazón que no se va. Esas fueron las peores cosas que me he callado frente a alguien, pero sabía que otros callaban sentimientos nocivos, pensamientos crueles y retorcidos. Los demonios solían ser los más cuerdos, elaboraban su estrategia y bajo una capa de serenidad te clavaban sus ojos crueles.

-No hay mejor sensación de adrenalina como montarse en mi moto.-dije llevándome las manos a la nuca mientras mis ojos brillaban.-Bueno, también correr frente a demonios con ella pulsando botones de bombas, redes, balas o estrellas ninja.-giré mi rostro hacia ella.-También el cambiar de forma a la de un animal como una pantera, un gato o un lobo me hace sentir ese impulso de adrenalina. Soy puro instinto, no me suelo controlar cuando esos impulsos me llaman.

Cuando dijo eso de los borrachos recordé algunas borracheras que había tenido, momentos en los cuales había vivido el deseo de ser inconsciente. La mayoría de esas borracheras fueron cuando mi hermano murió, odiaba estar tan solo. La casa se veía enorme pese a ser una habitación compartida, un salón con cocina y un baño. El mundo era enorme sin él. El vacío de su voz se hacía pesado, así como la ausencia de su colonia en el aseo.

Recordé el día en el cual me deshice de su ropa lloré como un niño. En el fondo deseaba quedarme con algo, pues éramos de la misma talla, y sin embargo no lo hice porque me dolía saber que no volveríamos a molestarnos por usar la ropa del otro, era como un ritual que teníamos desde niños. Me odié durante meses, me juzgué duramente y me acusé de su muerte. Aún hoy me acuso, aunque no tan seguido.

Fueron malos días, mala época, pero aprendí de todo aquello. Superé la muerte de mi hermano, en parte, y vivía con el recuerdo sin hundirme en la miseria. El reloj que llevaba en el bolsillo, otras veces en mi muñeca, y su zippo eran recuerdos que me mantenían con una sonrisa cuando lo veía. Era como saber que de alguna forma estaba conmigo, no había muerto.

-Sí, es maravilloso caminar por la naturaleza. Aunque ya no es como en los libros que he leído, ni como en los documentales que he visto.-había visto auténticas maravillas, ahora no era así. Me dolía saber que tenía un mundo destrozado por culpa de cuatro idiotas. Pero eran cuatro idiotas demasiado poderosos.-No puedes ir por la naturaleza como animal, pero yo te invito a montar en mi moto.-dije con una sonrisa.-Es también mi arma, tengo una maravilla que consigue ser desde cañón de bombas hasta echar chinchetas para hacer que los demás vehículos caigan.-era un amante de la mecánica, aunque parte de aquellos artilugios habían sido montados por un conocido. Él decía que al ser más débil que los demonios debía añadirle “chucherías” para que no terminara siendo presa de imbéciles con demasiado poder.-¿Quieres que te lleve hoy en mi moto? Viene a control remoto, estando en la misma ciudad en la cual estoy, teniendo el aceite especial que usa como combustible, aparece. Unas veces tarda diez minutos, otras veces media hora, pero está lista para venir a por mí.

Esa moto era mi auténtica pasión. Creo que ponía en ella toda la pasión que no podía dejar en una pareja. Era en parte la culpa del porque no tenía un compañero, un animal, que estuviera a mi lado. Si tenía un animal debía de llevarlo conmigo y eso me impediría moverme con libertad. Quería seguir amando la velocidad, sintiéndola mientras alborota mis cabellos, y sin duda la moto era lo mejor para correr como gran felino por el oscuro asfalto.

La larga historia que había tras aquella moto era interminable, ni siquiera en una noche podría contarle como llegó hasta mis manos. Era un modelo que prácticamente hicieron para mi. Era una belleza negra de formas estilizadas, pero sin fuerza y sin armas. Sin embargo, tropezarte con un genio de la tecnología aplicada al motor me hizo tener un arma eficaz para combatir a los demonios. La tecnología sólo en ese ámbito la veía coherente, pero había otros que usaban esas mismas armas contra los seres humanos.

Había intimado con el chico que me proporcionaba las armas. Era prácticamente de mi edad, tenía un temperamento amable, pero no era un amigo. Se podía decir que era mi aliado en los malos momentos, uno de esos que te ayudan porque quiere ver erradicado el poder de los infiernos de este mundo que se está muriendo. La primera vez que lo vi llevaba un mono azul marino lleno de grasa, aceite para motores y gasolina. Su rostro era un mapa de grasa negra con gris, junto a un sudor que no paraba de salir de los poros de su frente. Aquellos ojos de azul intenso y esa sonrisa amable me dieron confianza. Sus cabellos largos y rubios estaban atados en una cola, su piel era muy blanca, y supe de inmediato que era nórdico. Era un fornido vikingo actual con ganas de luchar por la libertad, por la supervivencia.

“Te ayudaré porque quiero que patees culos, y con mi ayuda vas a patear culos y todo lo que puedas machacar”

Y tanto si lo hice. Empecé con un lanzallamas, clavos oxidados y gases lacrimógenos. Ahora lanzaba incluso navajas certeras, red contra ataques eléctricos o llamas, arpones y balas especiales para vampiros, licántropos y otros seres. Tenía un GPS especial, así como un botón teledirigido que tenía como función venir a por mí.

-¿Conociste el coche fantástico? Algo así, pero en moto. Cuando vi la serie me quedé alucinado, quería encontrar un mecánico que comprendiera mi pasión y que añadiera algo más. Tiene un motor ecológico y potente, armas y una bonita, además de resistente, carrocería.-dije mientras pulsaba el botón bajo el reloj que llevaba, era uno de los tres que poseía. También tenía un llavero a modo de neumático y un bolígrafo, sólo en apariencia.-Tardará quizás unos quince o veinte minutos.

Había dejado la moto no muy lejos de allí, era un subterráneo. Pagaba varios en la ciudad, así como cuando viajaba. Todo era por si tenía que desplazarme, dejarla a buen recaudo y tener que salir corriendo luego. No podía exponerme demasiado, seguía siendo humano aunque parte de mí fuera un animal que rugía por un poco de libertad, un poco de este paraíso donde estábamos.

-Cuando era niño mi hermano me regaló una moto de juguete, de esas que tienes un mando y vas moviéndola con un mando a distancia. Su motor rugía como el de una pantera, una auténtica belleza.-dije con una sonrisa nostálgica.-Ganaba a todos con esa moto, nadie tenía una igual.-hice un inciso para cerrar los ojos y recordar aquella pequeña maravilla, ya no la poseía porque un imbécil terminó destrozándola. Hay personas que no saben perder.-Al crecer.-dije girándome hacia ella, mirándola a los ojos y sonriendo mientras hablaba.-mi hermano me regaló una para que yo montara, así podía sentir el viento golpeando en mi cara y la adrenalina que subía desde mi vientre hasta mi garganta. Grité como loco cuando conseguí conducir sobre ella, domarla, sin caída alguna.-reí antes de contarle lo siguiente.-¿Sabes cuántas veces me caí de la moto? Quería ser como mi hermano, tenía una y deseaba ser como él. Pero aquella cosa parecía estar viva. La primera vez que me monté ni llegué a encenderla, literalmente me caí cuando me senté sobre ella.-era algo patoso, pero con el paso del tiempo había ido menguando mi torpeza.

-Espero que no te caigas, aunque puedes agarrarte a mí o a unas asas que tengo para pasajeros.-tenía incorporadas algunas comodidades, por si alguna vez tenía un compañero de equipo.-También iré despacio, no a toda velocidad. No quiero que termines en el suelo dando tumbos como una pelota.

Volví a quedarme callado sintiendo la naturaleza, quería disfrutarla antes de ponerme otra vez los zapatos y la chaqueta. Miraba el lago donde se encontraban sobre algunas ramas ranas y sapos, intentaban cazar algunas luciérnagas que comenzaban a revolotear. Los árboles llenos de tréboles y ramificaciones de arbustos llenos de flores. Aquello era el paraíso y lo teníamos que dejar por esa noche. Sabía que si nos quedábamos mucho tiempo en este lugar algo rompería el encanto. Sentía que podía terminar apareciendo cualquier demonio buscando un ritual para él, un lugar alejado. Pero eran sensaciones, cosas que uno va aprendiendo por el paso del tiempo.

Me coloqué los zapatos atando bien los cordones, para luego cubrirme con la chaqueta. Tenía un aspecto más serio con aquella ropa que con la habitual. Mis dedos se movían rápidos sobre los cordones, pronto estaban puestos, la chaqueta abotonada y mis cabellos menos revueltos.

-Ir en moto es algo más que sentir la velocidad, la libertad, la pasión y demás. Ir en moto es sentir el mundo.

La moto apareció entonces rugiendo entre aquella maraña de árboles, arbustos, hierbas y charcos. Allí apareció flamante. Me quedé con los ojos fijos en Ha Neul, para luego indicarle mi moto mientras nos deslumbraba un poco con las luces que tenía para iluminar el camino.

-Esa es mi maravilla.-dije levantándome para ir hacia la moto, subiéndome y ofreciéndole el casco que tenía.

Nunca había montado en moto, le dejaría el caso a ella. No quería que le pasara nada, menos por mi culpa. Porque era una de esas pocas personas que me trataba como un humano, no como un animal para capturar. Sonreí tendiéndoselo, esperando que la aceptara. Aquella moto negra y reluciente, poderosa sin duda y con cierto estilo parecido al de una pantera. Mi moto era una prolongación de mi cuerpo.

Aquella maravilla de la mecánica y tecnología no era más que la versión moderna de un caballo. Siempre había visto a las motos con alma de pura sangre. Eran los animales de la carretera, esos que te hacían libres.

Recordé una misión de hacía cierto tiempo, me dediqué a viajar en moto durante tres meses. Prácticamente conducía doce horas diarias con ciertos descansos, pero eran doce horas. Iba siguiendo la pista de un club de moteros, los cuales eran fantasmas que rodaban por las carreteras de Nuevo México. Reconozco que no pasé miedo, todo lo contrario. Ellos no pensaban que estaban muertos, ni siquiera eran conscientes de los cambios del mundo. Todos murieron de forma trágica tras los primeros días de guerra. Eran hombres fornidos de mirada cruel, pero con un espíritu pacífico. Ellos buscaban la libertad en sus motos.

Encontré parte de sus restos desperdigados por una colina, encontré trozos de bujías y algunos cráneos. No pude hallar mucho más. Tras más de doscientos años uno no encuentra mucho. Sin embargo, ellos ni siquiera eran capaces de transmitirme el momento de su muerte. Para ellos era un continuo 2012. Incluso hicieron referencia a proyectos musicales, conciertos y eventos que habrían tenido lugar de no haberse enfrentado las fuerzas del bien y el mal.

Toda la guerra, si soy sincero, me recordaba a Star Wars, sólo que los efectos especiales eran reales y la vida se destrozaba en pleno planeta Tierra y no en medio del espacio. El mundo estaba en peligro constante, había células revolucionarias deseando destrozar cada trozo de tierra y mar que poseían los continentes, océanos y mares.

-Es algo parecido, pero verás que es mucho más cómodo y fácil de controlar. Un caballo es un animal, tiene vida propia, la moto se la das tú.-dije antes de arrancar.

Era una velocidad normal, aunque incluso para ella sería rápido. Teniendo en cuenta que conducía a más de doscientos kilómetros por hora en muchas ocasiones, una velocidad que tumbaría a cualquiera. Yo estaba acostumbrado, pero en esta ocasión no iba a más de cien por hora. Me sentía vivo subido en aquella belleza, era como una prolongación de mi cuerpo. El contraste con las distintas superficies, el sentir el aire revolviendo mis cabellos y esa sensación de nerviosismo me cargaban de adrenalina.

-¡No te pregunté hacia donde debo llevarte!-grité para que me escuchara pese al sonido del motor y el de la ciudad, porque en menos de unos minutos estábamos sobre el asfalto rodeados de luces, claxon y distintos tipos de vida.

El motor rugía como si fuera una pantera en medio de la selva, se sabía a salvo de cualquier peligro y dominaba el asfalto. Mi moto no era sólo carrocería y buen motor, tenía unos neumáticos que se adaptaban a cada zona. Así que cuando tomé la carretera sintiendo que se aferraba bien sonreí. No podía evitarlo, esa sensación de libertad era increíble y compartirlo con alguien me recordaba a buenos momentos. No sabía bien donde debía dejarla, así que recorrería la Gran Avenida de aquel páramo de luces de colores estimulantes, mujeres de vida fácil, cretinos que creían ser dueños del mundo, filósofos que no eran escuchados, tiendas de comestibles, algunos bares y locales donde la música no era lo fundamental y callejones desiertos de vida inteligente. Era un paraíso si querías perderte, porque había todo tipo de razas y pueblos allí asentados vendiendo lo que tenían a cambio de unos buenos billetes. Aunque no era la zona más deprimida ni la mejor, era una zona donde la vida hacía acto de presencia lejos de locales demasiado tóxicos. Había demonios en la zona más alta de al ciudad donde vendían almas, comerciaban con el sexo de lujo y martirizaban a todo aquel que podía.

Hicimos la entrada a casi doscientos por hora, saltándome cualquier norma de circulación. Al fin y al cabo nadie las cumplía. Además, podíamos alegar que nos perseguía algún demonio inferior o vampiro. No era algo de lo que me preocupaba. Me preocupé sólo de darle esa emoción que yo sentía. La vibración del motor, el aroma de la gasolina, el sentirte uno con el asfalto y esa emoción de improvistos que podían aparecer en cualquier trozo del asfalto. Bueno, también me preocupé porque no se cayera. Quería que su primera experiencia en una moto la hiciera recapacitar y desear una igual. Podía conseguírsela, bueno más bien los contactos adecuados para tener una buena moto estuviera equipada con armamento o con buena tecnología para no perderse en las grandes ciudades.

Paré en un aparcamiento de motos en medio de aquella Gran Avenida para que me pudiera decir hacia donde. A mí no me importaba seguir llevándola donde fuera. Era divertido ir con alguien en la moto, podías sentir como la otra persona disfrutaba y no eras el único loco que tenía ganas de gritar por culpa de la sensación que te provocaba. Podía sentir como la energía me atravesaba de pies a cabeza.

-¿Sabes la calle?-dije girándome para mirarla.-Puedo llevarte hasta donde sea, por mi no hay problema. He decidido darme la noche libre.-libre de libros, cintas de cacofonías, fotografías y estudios de temperatura para analizar las plantas que tenía en el apartamento. Tenía que volver a ver a Amidas, esta vez le mostraría un sitio más aseado y unas nuevas formas de vida que había conseguido. Tenía tantas plantas que era increíble que no se murieran por ser tan patoso, y a mi amigo parecía gustarle.-Así que puedo llevarte donde sea.

Disfrutaba conmigo de esa sensación y cuando paré pude ver en sus ojos reflejado ese sentimiento. La verdad es que no era igual conducir solo que acompañado, porque sientes como cierta hermandad y te anima a cometer locuras de ir a toda velocidad. Era muy divertido y ella lo supo entonces. La diversión sobre una moto es mucho más sana que con una copa en la mano, sólo hay que saber controlar la velocidad y a la bestia mecánica que intentas domar.

-¿Qué si tengo tiempo? Tengo toda una vida, no es mucho. Para cosas así siempre tengo tiempo.-respondí antes de hacer rugir de nuevo el motor mientras quemaba rueda en el asfalto, rugía como yo lo haría como pantera.

Comenzó a moverse esa maravilla provocando que muchos la miraran. No importaba si lo hacían, me gustaba esa sensación de deseo hacia mi máquina aunque me hacía ser receloso cuando se acercaban. El corazón era la máquina que me regaló mi hermano, un corazón fuerte como el suyo, y el espíritu creo que era propio de ella. Hasta ese momento mi única amiga era ella, pero también lo podía ser ahora la hechicera que iba en mi espalda.

No estaba muy lejos, así que en unos dos minutos estábamos frente a la puerta de su local. Aunque no sabía cual de todos era. Había varias tiendas, una era de moda y supuse que no era suya, otra era de dulces y había un par de muebles antiguos. Sabía que tenía que ser de las que no sabía siquiera que había dentro, puesto que tenía cierta discreción en su producto. Había varios edificios altos, algunos locales estaban en la planta baja y lo de arriba eran viviendas. La calle se veía despejada de tanto poder oscuro y pecado. Parecía un lugar donde sólo ibas porque sabías de la tienda, porque conocías el negocio o la zona.

-Llegamos.-dije conectando el seguro de la moto, si alguien lo tocaba, fuera de la especie que fuera, se llevaría un calambrazo. Sólo tenía que pulsar el botón de nuevo para que este se activara.-Vamos, te ayudo.-bajé y estiré mi mano para que la agarrara, a veces costaba bajar de la moto cuando no se estaba acostumbrado.

Tuve buenos reflejos cuando parecía que iba a caer sobre mí, y dejarme pegado al asfalto como colchoneta, la tomé por la cintura con mi otra mano. No solía tomar a chicas de ese modo ni para bailar, digamos que todas me tiraban el refresco o una bofetada antes de pensar que quería quizás su amistad. Conseguir amigos en esta época era imposible, pero no perdía nada con intentarlo. Deseaba saber más de Ha Neul, me sentía muy cómodo con su presencia. No sabía si eran sus rasgos, su voz suave, su risa agradable o porque me comprendía con mi pasión por la información y la naturaleza. Realmente no lo sabía, pero prefería pensar que era por todo y ese todo hacía que fuera perfecta para quedarse a mi lado como amiga, consejera y tal vez compañera si precisaba su ayuda en algún experimento.

Quería saber cómo mejorar la resistencia de algunas plantas, sobre todo en terrenos hostiles. El asfalto, la contaminación, el ritmo precipitado de la vida y las luces demasiado llamativas junto al ruido mataba todo lo que crecía a pocos metros de aquella ciudad. Necesitaba que se convirtiera todo en un pequeño paraíso, encontrar plantas en medio de la ciudad, incluso en florerías, era imposible. No hallabas nada vivo, tal vez muerto o de plástico. Así que para realizar algo así necesitaba alguien como ella, que amara la naturaleza y le gustara investigar.

Había estudios que estaban lejos de la orden, los hacía porque deseaba mejorar el conocimiento en botánica para las futuras generaciones. Era algo hecho por amor, por un deseo imposible de explicar de otra forma. Me moría de ganas de hacerle sentir al mundo que podía lograr algo increíble, y que por supuesto el resto también podía hacerlo. Quería mejorar el mundo conservándolo, no destruirlo como otros.

Me quedé tras ella notando como levantaba la persiana metálica, viendo tras esta un hermoso escaparate muy diferente al resto. Sonreí acercándome a ella para quedar a su lado. Estaba nervioso y me sudaban las manos. Por un momento temí provocar un accidente en medio de la tienda, hacer que todas las estanterías cayeran sobre mi cabeza y la suya. Si estaba nervioso era porque jamás me habían dado tanta confianza alguien ajeno a la orden, nadie salvo mi hermano y él hacía años que no estaba.

-Gracias por confiar en mi, no sé como pagártelo. Aunque he visto que disfrutas con la moto, tal vez puedo conseguirte una en alguna chatarrería y arreglártela para que puedas sentir la velocidad. Las mejores motos son de desguace, puedes mejorarlas sin tener que gastar demasiado dinero.-las piezas de repuesto, la moto en sí y la carrocería era más barata comprada por piezas de segunda y tercera mano, a primera vista inservibles. Pensé en comprarle una y mejorarla, traérsela a la tienda en unos días con un bonito casco negro con un trébol de cuatro hojas en alguno de los laterales. El trébol significaba fortuna, vida y naturaleza; al menos, eso significaba para mi y eso quería para ella.

Un agradable aroma a flores fue lo primero que sentí en aquella tienda, completamente rodeada de objetos esotéricos y libros que alguna vez había leído. Pero, también había cosas como un par de volúmenes que desconocía, era sobre los tipos de fuerzas que rigen el mundo. Conocía a otros autores, pero no aquel coreano que decía haber escrito ambos volúmenes. Mis dedos se pasaron por el canto de los libros leyendo con facilidad el título. Sabía más de diez idiomas, había estado estudiando las lenguas para poder acaparar la mayor parte de información, pero esa era un idioma que tenía por materno.

-No es una molestia.-dije sin dejar de contemplar las estanterías y diversos pasillos, lo hacía con ciertos movimientos felinos. No podía evitar comportarme como un gato, ni siquiera pude evitar que mis ojos cambiaran y se convirtieran prácticamente en los ojos que tenía como pantera y gato.-Me apetece, aunque podría invitarte a más paseos en la mía.-me giré hacia ella quedando de pie frente a frente a pocos metros, mis ojos habían cambiado y tras un parpadeo volvieron a su normalidad.-¿Tienes agua fría? Tengo la garganta reseca y no quiero molestarte demasiado.

Siempre pedía agua cuando me invitaban a té, refrescos o cualquier jugo. No me apetecía que otros se molestaran por mi. Pero aquella noche me apetecía agua, lo más esencial de este mundo. Tenía la boca reseca de haber conversado tanto, cosa a la que no estaba acostumbrado de no ser una entrevista con algunas criaturas e incluso se podía decir que ni siquiera con ellos. Solía dejar que hablaran, yo sólo preguntaba.

-Desconocía esta tienda, aunque desconozco muchas de esta zona. No vivo lejos, pero tampoco estoy en un lugar mucho tiempo. Prácticamente no llevo más de un mes por aquí.-llevaba tan sólo tres semanas viviendo en la zona, cuando llegué estuve viviendo de alquiler en una habitación minúscula en la cual no podía plantar ni una maceta. Tenía plantas que cuidaba con esmero y que Amidas, al que ya consideraba un amigo, había conocido.-¿Qué es eso interesante?-mis ojos volvieron a ser los de un gato, ante ella no tenía que tener la guardia alta y me mostraba tal cual era.

Se veía más pequeña que en el lago, quizás era por la forma del mostrador. Pero nada más ver la tienda, tan ordenada y amplia, podía ver que ella era alguien muy racional en muchos aspectos y en otros parecía dejarse llevar, aunque al parecer y por lo que yo podía ver, sólo lo hacía en presencia de la naturaleza y de la velocidad.

Aunque dijera que no le importaba preparar el té sabía que era una molestia, además me apetecía algo frío y rápido de tomar. Pude haber pedido un refresco, pero era demasiado pedir. Prefería agua, era más natural y siempre solía encontrarse en las neveras de todos. Desde que los ríos y mares se contaminaron tanto, y pese al esfuerzo de muchos hechiceros y otras criaturas, todos bebíamos agua embotellada. Tenía una teoría sobre ello, pensé en los beneficiarios de esas ventas y llegaba hasta empresas que podían estar en poder de demonios, aunque no era algo que todos conocieran y no podía asegurarlo. Era una investigación que tenía parada, pues no era algo de la organización y sólo seguía la pista cuando había tiempo. De momento miraba unas flores que evitaban la contaminación, más bien la engullían, y otras que calmaban los llamadas “enfermedades invisibles” como la fibromialgia.

-Me gustan las sorpresas, sobre todo si son agradables. Me gustan todas menos las que vienen de demonios y vampiros, esos sólo quieren engullirme como si fuera comida rápida.-la seguí hasta tomar la botella de agua, girando el tapón mientras la observaba con cierta curiosidad. Estaba nerviosa, aunque no sabía porque.

Primero pensé que era porque no estaba acostumbrada quizás a estar conversando tanto rato, luego supuse que era el nerviosismo aún de la moto y por último caí en la cuenta de su sorpresa. Miré hacia una cristalera que había en la trastienda, sin darme cuenta la había seguido hasta allí por culpa de mi curiosidad y mis ganas de investigar el lugar, así como a la dueña. Tras aquellos cristales se podían ver diversas plantas, algunas más altas que otras, y varias las conocía por el follaje que presentaban. Había investigado tanto la naturaleza que sabía sus propiedades.

Sin percatarme de nada me encontré acariciando la planta que tenía en su mesa de trabajo, tenía algo de abono disperso por la mesa como si hubiera estado moviendo plantas. Mis dedos jugaban con la planta sintiendo cierto escalofrío. La vida que tenía, las propiedades que ofrecía de bálsamo, me hacían sentir una sensación muy agradable. Mi mano derecha sujetaba la botella y daba tragos mientras la observaba, no sólo la tienda me provocaba curiosidad. Ella cada vez me ofrecía rasgos distintos de su personalidad y eso me movía algo interior que me instigaba a provocar esas sensaciones, o al menos averiguar porque ocurrían. Las mujeres siempre fueron un misterio para mí, incluso mi madre, y normalmente no podía conversar con una chica sin meter la pata. No podía tener amigas ni nada semejante, así que en ella veía la posibilidad de al menos descubrir como era una de ellas.

Tenía una amiga antes que ella, aunque más bien conocida, pero no contaba. Un ángel nunca se molesta, y si se molesta no golpea. Ella era como una niña dulce que intentaba conocer el mundo, tal vez me caía en gracia por su curiosidad y su sonrisa amable. Pero tenía cierta sensación sobre ella, algo que me impedía ser del todo amable. No quería que permaneciera en la Tierra porque sufriría, desconocía entonces y en ese momento, que Olivia había caído y había sufrido, así como también era feliz. Debía volver a verla y disculparme de nuevo por haber sido cruel cuando hablaba sobre Dios, aunque no sabía hasta que punto le había importado mi sinceridad.

-Gracias por el agua.-dije cuando acabé la botella sintiendo que mi garganta de nuevo estaba bien, la sentía reseca a pesar que como Pantera bebí del lago porque no lo vi contaminado.-¿La sorpresa es lo que está tras la cristalera? Me gustan los jardines o viveros que se tienen en tiendas pequeñas o casas, en el sur de Europa existían casas con patios vecinales cubiertos de plantas. Ya no existen, por desgracia, y sólo hay pruebas escritas, algún video y fotografías que no lucen como si uno estuviera allí.-no era lo mismo poder respirar los aromas de las flores y poder sentir el sol sobre mi piel que ver una fotografía, por muy realista que pudiera ser con la tecnología actual.