Hijo de la luna - privado

Mis labios temblaron cuando me dijo aquello, le miraba con angustia y dolor. Le alejé colocando mis manos sobre su pecho, me aparté porque eso no debía seguir así, no estaba bien, no le haría bien.

-No, no, no... ¡No! Satoru, no me digas esto, por favor -le rogué, sabía que los licántropos pasaban por algo llamado imprimación, sabía de qué se trataba y esto no podía ser así- Aléjate de mí, conmigo nunca vas a ser feliz -le dije, poniéndome de pie- Olvídate de todo eso, no quiero que quieras a alguien como yo, no quiero verte sufrir porque alguien como tú no se lo merece -cerré mis dos manos como puños antes de darme media vuelta y caminar hacia la salida.

Salí detrás de él deseando atraparle de nuevo entre mis brazos, no quería que se fuera. Besé su cuello tomándolo por la cintura. Era tan pequeño, tan delicado y a la vez podía ser fuerte, eso me gustaba. Podía cuidarlo, pero sabía que sólo porque él así lo deseara... y en estos momentos me apartaba de él.

-Deja que me quede a tu lado, deja que me quede por favor.-susurré antes de girarlo para que me mirara a los ojos. Tenía una mirada rogante, como un perro bajo la lluvia.-No hagas que me aleje de ti, mereces que te cuide y yo quiero cuidarte. ¿Por qué no me dejas que te cuide? Por favor, ya si sufro no será culpa tuya porque soy yo quien acepto las consecuencias.

Todo aquello a eso de las ocho de la mañana en aquel barrio era raro, sobretodo por como éramos ambos. Un lobo como yo y un chico como él, todo demasiado raro y por ello muy llamativo.

-No quiero que te quedes, porque si algo te pasa, si te vas o si mueres... No lo voy a soportar, ¿entiendes? Conmigo nunca estarás seguro, ni serás feliz -le dije tomando su rostro entre mis manos, dejando suaves caricias en sus mejillas mientras bajaba el rostro y lo ocultaba en su pecho.

Apreté su chaqueta con fuerza, ¿Qué se supone que tenía que hacer? Simplemente no podía llevarle conmigo, ¿qué diría Lutho? ¿Y si le hacía daño? O en caso de que Lucifer me encontrara, ¿qué le haría? Terminé por abrazarle con fuerza, besando sus labios intensamente sin importarme si estábamos o no en público.

-Prométeme -susurré contra sus labios, cerrando los ojos fuertemente- Prométeme que nunca me vas a dejar solo, Satoru. Nunca, sin importar lo que pase, y sólo entonces te diré que sí... -le dije, acariciando su mejilla, mirándole seriamente a sabiendas de que estaba cometiendo un gran error.

-No pienso dejarte.-murmuré antes de tomarlo por el rostro con mis manos, notando que estaba serio y algo preocupado.

Siempre me jugaba mi orgullo, mi honor y mi legado cuando empeñaba mis palabras. Quería estar junto a él, no eran simples frases al aire que podían olvidarse. Mis ojos jugaban a contemplarle con cierto tono preocupado, porque él lo estaba y no deseaba que así fuera.

-No soy como los demás, no pienso dejarte.

Lo tomé en brazos pegándolo a mí, sintiendo su cuerpo junto al mío. Era pequeño y se veía tan frágil que deseaba protegerlo con mi cuerpo, aunque me dañaran.

-Eso incluye también que no mueras... -le susurré mirándole implorante, pasando mis brazos por su cuello y abrazándome a su enorme y cálido cuerpo. Escondí mi rostro en su cuello, jurándome que sólo por esta vez me daría a mí mismo una oportunidad de encontrar la felicidad.

- ¿Quieres... venir a casa conmigo? -le pregunté tímidamente y en voz baja, aspirando el aroma de su piel y sintiendo un estremecimiento recorrerme por completo.

Deseaba decirle que no moriría, que no lo haría, pero yo daría mi vida por salvar la suya aunque eso le causara daño. No quería que él sufriera o llorara. Mis manos acariciaban su rostro lentamente, dejando que su flequillo se moviera con la brisa de la mañana. El sol comenzaba dejar algunos rayos cálidos, parecía que mi suerte empezaba una mañana de sol.

-Sí.-dije abrigándolo bien con aquella manta, cubriéndolo con cierto cuidado y cerrando bien mi chaqueta que aún llevaba puesta.-¿Puedes caminar bien?-pregunté acariciando su rostro.-Dime.

-Sí, tranquilo -le dije sintiéndome extraño, me hacía sentir bien que se preocupara tanto por mí aunque también un poco incómodo. Noté que me ruborizaba levemente, mi piel era tan pálida que el rubor hacía a mis mejillas parecer dos tomates maduros.

-Ya tampoco tengo tanto frío... He vivido por mucho tiempo en lugares muy fríos, sólo he perdido un poco la costumbre -le dije, dejando una suave caricia en su mejilla- ¿Aún tienes hambre? No quiero que por mi culpa estés hambriento...

-Puedo esperar a la noche, estoy bien.

Había estado semanas comiendo poco, casi nada, y asaltando algún rebaño llevándome algunas ovejas. Sabía que los pastores me querían muerto, pero yo era más listo y desaparecía durante varias semanas, no siempre volvía al mismo lugar. No era un lobo común como ellos querían creer. Porque pensaban que nosotros, los hombres lobo, atacábamos a jovencitas y no a simples cabras u ovejas.

-¿Queda retirada tu casa? Podríamos ir en bus, aunque no sé ir en ese tipo de transporte.-lo decía porque pensaba que podía cansarse, ya que no le veía del todo recuperado aunque esas mejillas rojas me hacían sentir que estaba bien si se podía ruborizar.

-De hecho y para serte totalmente sincero... No sé en dónde estamos -le dije llevándome dos dedos a mis labios mientras bajaba la mirada, cada que pensaba algo o me ponía a meditar sobre alguna cosa me colocaba en aquella posición.

-Me mudé aquí hace unos días... ni siquiera sé en qué día estamos, me desmayé y desperté en aquel hospital... Vivo cerca de la costa -le dije, mirando un poco a mi alrededor. Hasta entonces no me había dado cuenta de que estaba totalmente perdido, en algún lugar desconocido de la ciudad.

-Dios, eso está lejos para ti que aún estás convalenciente.-dije mirando mis bolsillos, aún teníamos bastante dinero. Aquellos dólares nos daban de sobra para un taxi.-Pediremos un taxi ¿sabes la dirección? ¿La calle al menos?-dije llevándome una mano a la cabeza, rascándome la frente hasta que me di cuenta, aún llevaba la venda y aún estaba ahí esa herida.

Tomé su mano y comencé a caminar con él. Me debería de dar una dirección, al menos algún negocio cercano, para dárselo al taxista y buscar su casa. No debía ser difícil de encontrar para mí, su aroma me llevaría a su lugar de residencia pero... antes debíamos estar en la zona.

-Estoy bien... en serio -le dije entrelazando mis dedos con los suyos, mirándole con una sonrisa tranquilizadora y sincera. Ya me sentía mejor, mi cuerpo tenía una gran capacidad de recuperación y esta no había sido mi primera sobredosis ni tampoco la última.

-No sé el nombre de la calle, pero que nos lleven al centro y luego ya podré rastrearla, para mí eso es sencillo -le dije, enseñándole mi palma abierta, de la cual, tras dos palabras en el idioma de los espíritus, salió un leve resplandor esmeralda- Pero estamos demasiado lejos ahora mismo... -comenté, cerrándola y levantando la vista hacia él.

-Bien entonces, busquemos un taxi que nos lleve al centro.

Miré con curiosidad su mano, la cual tomé entre las mías observándola con cuidado y muchísima curiosidad. No sabía como lo había hecho pero era increíble, no conocía a nadie que hiciera algo así. Acabé por sonreír antes de besar sus labios en un leve roce, sólo un pequeño y tímido beso comparado con los anteriores.

-Eres todo poder concentrado en pequeño tamaño y rasgos bonitos, demasiado bonitos para ser un simple chico.-comenté acariciando su otra mano entre las mías.-Buscaremos ese taxi, sé donde hay una parada... puedo oler el aroma a pino que suelen usar para perfumar sus asientos.

Me encogí de hombros cuando dijo eso, sintiendo que ligeramente me ruborizaba ante aquel halago.

-Soy un Linnankivi, es todo -le dije, viendo nuestras manos juntas y sonriendo suavemente- Solían ser grandes hechiceros, mejores que los Mayfair... Tal vez algún día te cuente algo sobre mi familia -le dije, y a pesar de que mantenía mi sonrisa, mi mirada se había ensombrecido con la melancolía y la tristeza- Vamos, ella debe estar esperándome... -comenté tras un leve suspiro, soltando sus manos y empezando a caminar junto a él.

Dejé caer uno de mis brazos entorno a sus hombros, escuchaba con atención sus palabras cargadas con cierta melancolía. Realmente era distinto a todos, al menos parecía desnudar su alma frente a mí y no cubrirla de engaños. Quería encontrar a alguien sincero, alguien bueno, y había dado con él. No quería alejarme ni un sólo segundo.

-Ahí está.-dije señalando la parada de taxis a varios metros.

Era un lugar concurrido, los taxistas solían ser lycan's o mestizos. Los humanos ya no eran capaces de hacer ese oficio, tal vez era muy peligroso para ellos.

Nos montamos en uno y pedí que fuera al centro, allí nos apañaríamos. Las casas iban cambiando de aspecto, mejorando más bien, y empezaron a verse los altos edificios de la ciudad, una gran ciudad que parecían sobrevivir a pesar de todo.

Nada más subir al taxi, me pegué a la ventana abrazándome a mí mismo. Era una costumbre que tenía de niño, y en verdad no me gustaba mucho ir en coche, prefería las motos. Los coches y sobretodo los que no eran conducidos por mí, me traían muchos malos recuerdos que prefería enterrar.

Veía cómo las casas cambiaban de aspecto rápidamente, a medida que nos alejábamos de los barrios bajos y llegábamos al centro de la ciudad. Me fui en total silencio, sumido en mis pensamientos y dudas. Esperaba que Lutho estuviera bien, que Lestat no se la hubiera llevado, que ella me hubiera extrañado al menos un poco... Luego desvié la vista hacia Satoru a mi lado, le sonreí levemente y tomé su mano con la mía, entrelazando en silencio nuestros dedos. Esperaba que al menos con él a su lado las cosas mejoraran un poquito más.

Parecía un pequeño cachorro acorralado, por eso no lo toqué demasiado pensando que era mejor que él se dejara ir por lo que discurría en su mente. Acepté su mano, enredando ambos nuestros dedos, mientras el taxi se movía lento por un pequeño atasco que había en una de las vías más congestionadas de la ciudad.

-Esa chica con la que vives ¿cómo es?-preguntaba intentando averiguar un poco como sería la persona que era como de su familia, por la cual se preocupaba tanto.-Al menos dime como es físicamente... tengo cierta curiosidad.

Le miré cuando me hizo aquella pregunta, un poco sorprendido. Dudé unos segundos, no por él sino por lo que el conductor pudiera escuchar. Muchos estaban buscando a Lutho, bueno, al Ángel dentro de ella, y no sabía qué tanto se sabía sobre su apariencia. Tal vez podía parecer muy paranoico, pero prefería ser exagerado y precavido antes que dejar que le hicieran daño.

-Pues es una adolescente de 17 años, más alta que yo... Tiene ojos claros y un bonito cabello -le dije, no era muy detallado y de hecho, sí bastante ambiguo con mi descripción- Es un poco temperamental, pero creo que será agradable contigo, tiene buenos modales.

Luego de sonreír fugazmente, volví a mirar por la ventana, notando que ya estábamos en el centro de la ciudad, aunque dentro de una congestión. Con la mirada busqué algún lugar conocido, dando con el hotel en el cual había estado hacía unas noches. Empalidecí cuando lo vi, recordando a Atsushi y la nota que aún guardaba en el bolsillo de mi falda.

-Bajemos aquí, ya sé en dónde estamos -le dije, a pesar de que caminando tardaríamos al menos una hora, quería bajar ya de aquel vehículo. De mi bolsillo saqué un montón de billetes y los tiré al asiento del copiloto, dando las gracias al chofer mientras habría la puerta. Le había dejado al menos unos 100 dólares, pero no me importaba mucho.

Intentaba imaginarme a esa chica, era como un fantasma. Me costaba hacerme a la idea. Pero al saber que era una adolescente supe que tendría problemas, ella no yo. Una chica de su edad siempre era demasiado explosiva, seguro que terminaba molesta por mi carácter serio ante muchos temas. Si bien, siempre se podía domar su carácter con artes como el taichi o la meditación.

-Podría enseñarle meditación.-dije bajando del coche con él.-Para una chica temperamental es bueno, sería bueno, que dominara su caracter. Si supiera enfocar su molestia sería mejor para ti, y para ella, no se metería en problemas jamás.

Caminaba a su lado siguiéndole, terminando por tomarle de la mano sin importarme si nos miraban. Yo no tenía problemas, más bien estaba deseando hacerlo.

Noté que tomaba mi mano y me ruboricé un poco, soltándole y ocultando ambas en mis bolsillos. No me gustaba mucho eso de ir por la mano con alguien en público, menos si yo iba vestido como una cualquiera, no quería que nadie pensara mal de él o que algún futuro cliente pensara que yo tenía una pareja.

-Intenté enseñarle, pero ella tiene un espíritu indomable... pero dale un buen libro y verás cómo obra el milagro -le dije, orgulloso de que al menos ella leyera y disfrutara de la literatura. Caminé con rapidez hacia un callejón cercano, allí por suerte no había nadie- La casa está un poco lejos, pero ellas nos guiarán -le dije, con una tímida sonrisa mientras juntaba mis manos.

Repetí las palabras que minutos antes habían hecho brillar mis manos, cerrando los ojos y cayendo al suelo de rodillas. En silencio y con los ojos cerrados, elevé una pequeña oración de agradecimiento a los espíritus y cuando abrí los ojos, miré con una sonrisa misteriosa a Satoru antes de separar mis manos. De ellas, salió una mariposa con un resplandor esmeralda que revoloteó en torno mío.

-Descuida, sólo nosotros podemos verla porque le he pedido a los espíritus que así sea... ella nos guiará, pero es un camino un poco largo -le dije, poniéndome de pie y viendo a la mariposa alejarse. Era un antiguo hechizo japonés para encontrar los caminos o a las personas, solía usar eso para encontrar a Lutho cuando la perdía.

Aquella mariposa me recordó a la leyenda griega sobre las almas, decía que las mariposas eran las almas de aquellos que morían. Cuanto más hermosa era la mariposa más hermosa era el alma. Las mariposas blancas que parecían resplandecer eran las de los niños.

También había cientos de historias sobre insectos en Japón. Hablaban de mundos que podías descubrir si seguías el vuelo de una mariposa. Las alas de aquellos insectos, que antes habían sido simples gusanos, parecían cortar el aire repartiendo un poco de belleza.

Caminaba tras aquella mariposa como hipnotizado, era hermosa sin duda. Tomé sus manos para besarlas, era un hechicero con un poder que se dejaba involucrar por y con la naturaleza. Yo era uno con esta, era el hijo de la naturaleza y de los espíritus que se podían encontrar en los troncos de los betustos árboles.

Le sonreí notando cómo miraba a la mariposa, recordando que la primera vez que vi una de esas también quedé como hipnotizado tanto por su color como por su resplandor. Por primera vez en mucho, mucho tiempo, mis poderes servían para hacer sonreír a alguien con el poder de la ilusión, y eso me hizo sentir orgulloso y feliz.

La mariposa, como si hubiera sentido mis emociones, liberó un brillo aún más intenso, dejando tras ella un camino brillante color verde mientras avanzaba. Caminé tras ella soltando la mano de Satoru, girándome a verle con una leve sonrisa antes de volver a caminar.

-Vamos, debemos avanzar rápido porque su poder atrae a otras criaturas... -le comenté, caminando y escuchando el eco de mis tacones aguja. La mariposa no iba hacia la calle principal, sino que entraba por el callejón desierto buscando los atajos y caminos más cortos y directos- Si quieres... otro día puedo enseñarte algunos hechizos tan bonitos como éste... Sé de uno que te encantará, sirve para invocar a las luciérnagas.

-Hace mucho que no veo luciérnagas, en Japón prácticamente no quedan.

Algunas zonas se habían visto aún afectadas por la radiación tras el tsunami del 2011, el 2012 fue aún peor quedando prácticamente arrasado. Debido a nuestra fe en nosotros mismos, en nuestro poder de unión, y nuestra testarudez reconstruimos muchas zonas dejando Japón como lo era antes. Si bien, la naturaleza estaba afectada y aunque habían pasado algo más de dos siglos parecía que no quería regresar del todo.

-Sólo se ven en algunas zonas, al menos en mi poblado únicamente podía encontrarlas muy cerca del lago, casi dentro del mismo, donde había carpas. Me gustaba aquel lugar, era idílico... pero debía salir para mejorar mis técnicas. Mi primo está haciendo buen trabajo.-comenté apretando cada vez más el paso.-Podría tomarte en brazos y correr mejor así tras la mariposa... tardaríamos menos.

-Pero correr tras ella no haría que fuera más rápido su vuelo -comenté mirándole con una leve sonrisa, caminando con paso normal tras ella y notando que salíamos de ese callejón, sólo para entrar en otro aún más desierto.

-Yo estuve en Japón hace algunos meses, casi a comienzos del año -le comenté, recordando aquel corto pero gratificante tiempo. Dejé escapar un leve suspiro de añoranza- Pero con Magdalena... Así se llama la niña, Magda -le dije, no era mentira porque aquel era su segundo nombre- Sólo estuvimos en la ciudad, me sorprende cómo Tokyo ah sobrevivido a tanto. Aún conserva la belleza que tenía hace casi 250 años...

-Tokyo sí, porque se reconstruyó rápido. Yo mismo estuve en varias de las obras, decidí salir un poco del poblado y conocer el mundo lejos de la paz que se respira allí.-dije antes de acariciar sus cabellos por unos breves instantes.-No sé donde decirte bien que está el poblado, se llegar, y sé que no está lejos de varias grandes ciudades, pero está en realidad en medio de la nada... es como si fuera un mundo a parte.

En realidad era tan frondoso el bosque que nadie se atrevía a adentrarse, todos tenían miedo, sabían que allí grandes guerreros coexistían con la naturaleza y les daba pavor... pensaban que éramos como demonios camuflados en la naturaleza.

-Creo que me gustaría conocer ese lugar -comenté mirándole de reojo, sintiendo sus dedos en mi cabello- Me imagino que la paz que debe sentirse allí debe ser infinita y sobrecogedora -le sonreí leve notando que al fin salíamos de los callejones.

A pesar de ser de día, no me gustaba mucho rondar por calles y callejones demasiado desiertos, porque me daba la sensación de que en cualquier momento alguien podría salir de la nada y atacarme. Y con mayor razón no me gustaban ahora que estaba con él a mi lado, no quería que resultara herido por mi culpa.

La calle que apareció frente a nosotros estaba bastante transitada, se veían muchas tiendas y supe de inmediato que se trataba de una calle comercial. No reconocía el lugar y no podía recordar la dirección, pero la mariposa siguió volando frente a nosotros sin que nadie más pudiera verla.