Hijo de la luna - privado

Esta alerta tanto en el callejón como en aquella calle transitada, varios lycan estaban entre nosotros, me miraban con cierto odio y yo respondía con serenidad. Era un ser poderoso, no tenía que andar haciendo el imbécil. Los guerreros de verdad no muestran sus colmillos, no arrojan o destilan odio, sino que en las batallas son eficaces y para nada cobardes.

-Un día vendremos aquí.-comenté.-Se ven tiendas con ofertas, podríamos conseguir comida a buen precio.-dije al ver una carnicería provocando que tragara saliva, tenía algo de hambre pero podía esperar a la cena.

-Supongo que sí, aunque nunca tengo mucho tiempo para salir -comenté, notando varias miradas hostiles sobre mi persona, aquel lugar no era para que estuviera vestido de aquella forma ya que me hacía resaltar demasiado.

Tras algunos suspiros, corrí atrapando con una mano la mariposa, necesitaba cambiarme de ropas antes de llegar a la casa por dos cosas: la primera, no llamar la atención de media ciudad y la segunda, para que Lutho no se diera cuenta cuál era mi trabajo... me avergonzaba que ella me viese de aquella forma.

-Satoru, espero que no te moleste pero... ¿me acompañas a comprar algo más cómodo? -le pregunté girándome a verle con una tímida sonrisa y la vista un poco gacha, tenía la mariposa entre mis manos por si no quería acompañarme y prefería continuar.

Me incliné para rozar sus labios de forma dulce, olvidándome por completo de las miradas amargas que le atravesaban. No me importaba qué era noches atrás, sino aquello que podía ser más adelante... no permitiría que alguien más le tocara, pero eso no iba a hacerselo saber ahora, de momento quería que no viera que podía ser posesivo.

-Claro, he visto una tienda de pantalones a buen precio.-dije girándome para encontrarla con la vista.-Podemos comprarlos allí.-era especialistas en pantalones vaqueros, luego había una tienda al lado de camisas y jerseys bastante simples, monocromáticos, pero se veían baratos.

Me ruboricé al notar que demasiada gente nos miraba cuando me besó, ya más tarde le diría que aquellas muestras de afecto en público me avergonzaban. Soplé suavemente mis manos haciendo desaparecer la mariposa, escuchando lo que me decía.

-Tranquilo, sólo necesito una camiseta, un pantalón y algo con menos tacones... -le dije, caminando hacia una tienda que parecía vender de todo un poco. Me daba igual lo que fuese o cuánto costase, quería quitarme ya aquellas ropas y ponerme un zapato más cómodo que aquellos tacones aguja- ¿Me esperas aquí? Soy rápido, no te haré esperar mucho -le dije, sin saber si le incomodaría mucho ir de compras conmigo.

-¿A caso no puedo ir?-pregunté mirándole sin comprender.-A mí no me importa esperar fuera del probador.

No quería dejarlo solo, comprar no era lo más emocionante del mundo pero podía soportarlo. Tan sólo tendría que apoyarme en alguna pared, o sentarme en algún taburete, mientras ojeaba la ropa que había y esperaba que él saliera pronto.

-Tal vez me compre algo de ropa yo también, alguna muda... no tengo más que lo que ves... aunque lo lavo a diario.-la camisa estaba empezando a verse descolorida, debería comprarme ropa igual que él para causarle buena impresión a su amiga casi hija.

- ¿No te incomoda? ¿Seguro? -le pregunté, acercándome a él y dejando un leve beso en su mejilla. Sabía que para muchos hombres ir de compras era lo más aburrido del mundo, más cuando uno se emocionaba con cada prenda que veía. Pero esta vez de verdad sería rápido, quería llegar pronto a casa para ver a Lutho.

-Vale, yo te prestaría ropa pero... nunca te quedaría -comenté, tomándole de la mano para entrar en la tienda.

Dentro habían algunas personas que por suerte ni siquiera se fijaron en mí. Aquella era una tienda cualquiera, no importaba mucho la clase de gente que entrara y ni siquiera habían buenas prendas en realidad. Solté su mano y fui con rapidez a la sección de hombres, uno un muchacho que me miró un poco extraño pero no dijo nada y siguió en lo suyo.

Cogí rápidamente lo primero que vi de mi talla, una camiseta azul oscuro y unos jeans descoloridos que me podrían quedar. Luego busqué algo de calzado, las zapatillas no eran muy bonitas pero estaba apurado. Cogí unas negras y anchas, no eran de mi estilo pero... en fin.

Fui con él a la tienda, a la cual entramos sin que nadie deparara en nosotros salvo un muchacho. Yo me quedé mirando la ropa mientras él iba a probarse todo aquello. Había buscado únicamente su talla, yo especificaría más la busqueda. Noté que había unos cuantos carteles de ofertas, ultimas oportunidades y ropa de buena calidad asequible.

-Por probar...-me dije a mí mismo dirigiéndome hasta allí para tomar una camisa que veía más o menos decente.

Estuve unos minutos buscando mi talla, hasta que di con ella entre la marabunta de prendas, así como hallé un traje chaqueta de color claro. La camisa era blanca, perfecta para el traje, y pensé que era mejor tener cierta distinción al principio. También hallé unos mocasines, no de muy buena calidad pero sólo me importaba que fueran bonitos y cómodos.

Fui a la dependienta y lo compré todo sin probarlo, sabía mis tallas con exactitud y aquello me iba a quedar. Pagué con el dinero que tenía en mis bolsillos. Me vestí en un cambiador de aquellos y al salir agarré varias camisetas, pantalones y alguna sudadera que también pagué. Tenía bastante dinero de aquel imbécil.

-¿Dónde está?-murmuré antes de olfatearlo e ir hacia donde se encontraba, esperaba que me viera bien con aquella ropa.

Con todo eso me metí en el probador. Los jeans me habían quedado un poco grandes, como supuse, aunque la camiseta me había quedado bien. Tuve que salir y buscar unos nuevos, escogiendo al final un modelo femenino de un bonito color negro.

También cogí un abrigo largo, me encantaban esas prendas aunque me hacían ver mucho más bajito y delgado de lo que ya era. Luego de probarme todo aquello, salí del probador encontrándome a Satoru esperando afuera. Cuando le vi, casi no pude reconocerle.

-Dioses... te ves bien -comenté luego de tragar duro, terminando por morderme el labio inferior y bajar el rostro. Apreté un poco las prendas que llevaba, bajando la vista y pasando veloz por su lado y huir hacia la caja. Había estado a punto de soltar aquella ropa y meterle al probador conmigo, para no volver a soltarle más.

Más que bien, se veía... increíblemente sexy. Pagué las prendas en silencio y luego de cogerlas otra vez, volví a meterme al probador sin decirle nada. Mi rostro se había puesto rojo por aquel pensamiento, yo no solía ser así nunca. Me cambié con rapidez y guardé mis ropas femeninas en las bolsas, saliendo luego de unos minutos con una tímida sonrisa.

-Ya estoy, ¿me tardé mucho? Tuve que cambiar los jeans por unos de chica... -le dije sin mirarle directamente.

Sonreí cuando vi que iba de un lado a otro, parecía un pequeño muñeco a cuerda. Sin embargo, noté que se había vuelto algo tímido. Acaricié sus mejillas con la punta de mis dedos, para después dejar por completo mi mano sobre su rostro.

-Te sientan bien.-murmuré antes de sonreír como hasta ahora.-¿Te ocurre algo?-dije al tomarlo por el mentón para que me mirara.

Alcé las bolsas que llevaba en una mano, eran mis viejas prendas y ropas que había conseguido. No sólo llevaba ropa de vestir, también ropa interior. No tenía las usaba demasiado, prefería ir como lobo por el mundo, pero había cosas que cambiarían con tal de poder estar a su lado y que me entendiera.

-Vamos, vayamos a tu casa.-dije tomándole de la mano para sacarlo de la tienda.

-Estoy bien, no es nada -le dije viéndole ruborizado. Volví a bajar el rostro y coger bien las bolsas con mis prendas, se sentía tan bien dejar los tacones por unos momentos que aquello servía para distraerme de las ganas que le había tenido a Satoru hacía instantes.

Solté su mano nada más salir de la tienda, juntando ambas mías para soplar sobre ellas con suavidad. Al abrirlas, la mariposa esmeralda volvió a salir de ellas, revoloteando a mi alrededor para luego enseñarnos el camino. Ahora sí podía caminar con naturalidad por las calles, aunque echaba en falta mis gafas oscuras.

-No debería faltar tanto para llegar a la playa... al menos media hora o un poco más -le comenté arreglando un poco mi cabello mientras miraba mi reflejo en el espejo de una tienda. Terminé con un mechón cubriendo mi ojo derecho completamente, ese que a la luz se veía de distinto color, carmesí...

-Eres muy coqueto.-susurré inclinándome para susurrarle aquello al oído.-Aunque es normal, eres demasiado lindo para ser un chico... aunque he conocido hechiceros atractivos, pero no como tú.-dije tomándole de nuevo la mano.

Seguía pensando que era como un chica con las buenas cosas de un chico. Se veía más calmado que una mujer, además no tendría que soportar sus "días". Aunque no sabía la que se venía sobre mi cabeza y la verdad que ocultaba. La verdad, aún así, poco o nada me importaba o me importa. Él era alguien especial al cual cuidar y tener a mi lado.

Pronto comencé a sentir la brisa marina y la mariposa se detuvo en una casa. Era un lugar bastante humilde, pero a la vez deprendía cierto encanto. Percibí vampiros cerca y gruñí, pero hubiera incluso hecho trizas mis ropas de no ser porque uno de los aromas era conocido en sus prendas.

Cuando me dijo coqueto y comentó aquello, no pude evitar bajar la mirada y ruborizarme. No sabía cómo decirle aquel secreto, él me decía que era demasiado lindo para ser un chico... y era porque también era una chica. ambos, hombre y mujer, en un solo cuerpo... No sabía si aquello era una bendición, como solía decir mi madre, o una maldición, como estaba empezando a pensar.

Continuamos caminando en silencio, pronto los edificios desaparecieron dando paso a una calle que desembocaba en la playa, y a cuyos lados tenía cientos de pequeñas casas y parques residenciales. Ya conocía yo aquella zona, y pronto vi con una leve sonrisa que la mariposa se detenía frente a nuestra casa antes de desaparecer en un brillo esmeralda.

-Bueno, aquí es... Espero que no te sientas incómodo, pero mi hija... bueno, es una vampira. Bueno, de hecho es una híbrida, mitad ángel y mitad vampiro -le dije cuando sentí su gruñido, tomando su mano con firmeza esta vez y mirándole a los ojos- Tranquilo, ellos, ambos, son nuestra familia... No te harán daño, y si lo intentan, yo me pondré al medio -le dije antes de besar tiernamente sus labios.

Al separarme, me agaché buscando la llave bajo la maceta junto a la puerta, tomándola para abrir esperando que mi acompañante fuera bienvenido por ella. No sabía en verdad como iba a reaccionar, y al momento de abrir la puerta, sólo pude rogar a los dioses que no me abandonaran en este momento.