Kiss me undead

Estaba intentando que comprendiera su vida, sus amigos ¿por qué? No le había pedido que lo hiciera. Me sentí extraño en ese momento, fue como si él me tratara como una preja y no sabía aún qué podíamos ser o qué llegaríamos a ser. Ni siquiera estaba seguro que supiera comprender sentimientos. Él era la muerte, frío e inalterable.

-Tranquilo.-dije en un murmullo mientras cerraba unos segundos los ojos, me gustaba caminar con los ojos cerrados porque sentía mejor todo lo que me rodeaba. Sin uno de mis sentidos los otros se desarrollaban aún más, podía escuchar con mayor claridad nuestros pasos o el sonido del aleteo de una mosca.-Te creo.-murmuré de nuevo unas pocas palabras abriendo los ojos.-Queda poco.

Me había quedado muy callado quizás porque todo lo que íbamos diciendo no me quedaba del todo claro.

-No tires las colillas al suelo, es sucio y contamina. Ya bastante sucio está el mundo.-dije regañándolo como si fuera un niño.-Intenta no hacerlo ¿vale?-sonreí intentando olvidarme de todo lo que había dicho, me estaba complicando la vida pensando que quizás alguien podía quererme un poco.

¿Y si no me querían? Si no me querían luego me ponía histérico y triste. No quería ilusionarme con algo que no pasaría y menos con él. Deseaba ser yo mismo sin complicarme, porque con el único que quise complicarme fue con mi Dio.

-Aquí es.-el escaparate era enorme, tan grande que parecía acaparar toda la entrada. Los cristales eran a prueba de impacto de las nuevas balas y cualquier explosión.

Comencé a cantar mientras abría la puerta y dejaba el "cerrado" para dejar un "abierto baby". Se iluminó toda la tienda llena de maniquies con pelucas espectaculares y ropa de todo tipo. Los poster de los hermosos modelos que había tenido noches atrás colgaban, así como los hologramas en el escaparate.

https://www.youtube.com/watch?v=h-G9HY75Fr4&ob=av2e <-- la canción

-Prefiero de militar.-dije abriendo la zona de disfraces para comprobar que todos los pedidos estaban limpios. Pasarían a recogerlos mañana, era para una fiesta de disfraces en un club nocturno. Sabía que muchos de los que llevarían aquellas ropas serían demonios quisquillosos, vampiros petulantes y humanos estúpidos.

El mundo en el que me movía daba igual de donde eras, aunque yo era Bloody Rose y no me iba a mover de esa organización. Quería estar pendiente si ocurría algo con Adrian, había escuchado rumores y me preocupaba horrores. No sabía en qué pensaba él, aunque ya no era el mismo... y aunque me negara y me dijera "no es él, ya no es él" seguía viendo a la persona que tanto quise, ese por el cual hubiera puesto en riesgo mi vida para ayudarle.

-Puedes mirar lo que quieras.-dije hundiéndome en el armario.

Estaba concentrado en los distintos disfraces, sobre todo aquellos que tenían complementos que había diseñado con cuidado. Algunos eran muy frágiles, se rompían con sólo mirarlos. Los más delicados eran de cristal fundido, hechos con soplete y paciencia, y para que quedaran bonitos y dignos de una reina en los tocados de las damas que irían de princesas, hadas o simples mortales endiosadas. Detestaba a las mujeres que iban de reinas del mundo, esa clase de tipas solían tener una autoestima muy baja.

-Espera, que miro cosas para las doñas.-dije tomando un colgante dorado de un narciso, me había costado días decirle al orfebre como tenía que hacerlo y revisar que quedara como quería.-Lucas...-jugueteaba diciéndome aquello cuando bien sabía que lo que quería era otra cosa.-Esperate, que tengo trabajo... dame media hora y te haré caso.-me aparté para revisar los gemelos, todos y cada uno de los que habían pedido, y por último miré el pequeño body para Lugh.

Era un pequeño body de pelitos que le harían parecer un gato, suave y mimoso. Mi niño estaría muy guapo, un niño precioso que me quería porque se notaba. Deseaba tenerlo entre mis brazos y mordisquear sus mejillas regordetas. Había pensado en adoptar a un niño pero no sería lo mismo, quería uno mío y me estaba planteando el informarme como era eso de la donación de esperma. Jugaba con la prenda acariciándola e imaginándome a Lugh con ella puesta. De momento me conformaba con poder cuidar a ese pequeño diablillo a ratos, ser su tito y darle los caprichos que no le daría a un hijo mío para no malcriarlo. Sabía que Levi podía dejarmelo horas sin rechistar, incluso me propuse como canguro si lo necesitaba.

-¿Los demonios crecen muy rápido?-ese era mi temor, que creciera muy rápido y me quitaran incluso esa ilusión de cuidarlo.

-Realmente Lucas, lo que diga Caim me lo paso por el forro de los cojones.-dije empezando a mirar los paquetes.-Literalmente.-añadí.

Levi me había dicho que se puso mal cuando lo vio vestido de conejo, pero a mí me la soplaba. Yo quería ver a mi regordete vestido de gatito y que me hiciera miau en sus balbuceos. Era una ricura que se quedaba sonriendo cuando me miraba. Yo me había enamorado de ese bebé, quería a ese niño como si fuera mi nieto y lo iba a cuidar como a mí me pareciera.

-Ese rubito es mi monada y mi monada se viste como a mi me da la gana.-declaré frunciendo el ceño.-Además, esa ropa fea y seria que le pone... lo pone serio con una expresión muy madura... no quiero que mi niño crezca rápido.

-Eres peor que un niño.-dije antes de echarme a reír para abrazarlo mordiendo su cuello.-Dame cinco minutos más y acabo.

Estaba mirando los remates, no quería que se cayeran y tuviera una mala fama mi tienda se iría al demonio. Escuchaba su parloteo sobre Caim, pero para mi Caim no era nadie porque estaba cuidado por Levi. Caim parecía que no haría nada que lo molestara demasiado, así que bien por mi.

-Lucas.-dije acariciando su torso mientras lo rodeaba por la espalda.-Luquitas...-susurré de forma sensual.-¿Por qué no te vas fuera donde la tienda? quiero ponerme algo... dame cinco minutos.

Se estaba portando bien conmigo, así que yo iba a portarme bien con él. Iba a darle uno de esos caprichos que quería, pero aún no sabía de qué. Me iba a poner mi uniforme militar a mi modo.

ropa

Miré por mi ropa que solía usar cuando salía a la calle, me gustaba destacar y a quien no le gustara que no mirara. No tenían porque mirarme, no tenían porque amarme, no tenían siquiera porque olerme. Yo era yo, si no te gustaba pues al demonio.

Me coloqué chaqueta militar y los pantalones ajustados negros que casaban con la chaqueta. Las botas altas con plataforma con cierto aire bélico. La puntera de esas botas eran de chapa, podía pegar una buena patada en los cojones y madar a tomar vientos a quien me molestara.

Me coloqué mi gorra militar y me puse los labios pintados con un tono algo más llamativo que mi color habitual. Sonreí de forma cruel y salí fuera. Mis pasos eran marciales y elegantes, los de un gatito militar a punto de pegarte un tiro. Me faltaba ronronear, pero eso sólo lo hacía si conseguía mi presa.

-¿Nos vamos? mañana sí abro, hoy sólo quería mirar los modelos... es viernes y los viernes salgo.-me acomodé la ropa y me acerqué a él.-Te la regalo si quieres

-Sí, deseo salir contigo a caminar, tomar alguna copa y que me hables de tu trabajo.

Tenía una curiosidad insana, una de esas que te despertaba y desesperaba. Una sed insaciable que me quemaba la garganta hasta hacerme caer al piso. Quería saber. Necesitaba saber. Por unos instantes miré sus ojos y sonreí acariciando sus mejillas, notando que realmente quería hacerlo pero yo prefería otras cosas antes. Necesitaba liberarme, conocer qué era realmente y una vez llegado el momento dejarme hacer.

-Si tienes trabajo no me importaría ver como es, pero por favor nada de accidente... quiero ver muertes dignas, necesito saber que hay muertes donde el enfermo no sufre.-seguía amando a la humanidad, igual que mi padre, y me preocupaba por los últimos minutos de vida de cada frágil humano.

Fuera la chica seguía mirando, era la dependienta de la tienda cercana. Ella y yo eramos amigos. Nos conocíamos de hacía varios años. Era una hechicera que vendía comestibles, muy amable y muy entregada. Sus panes de leche habían sido la merienda favorita de Román desde que conoció la existencia de la tienda. Una chica dulce, entregada, obediente y que se había quedado cortada. Siempre que veía la tienda abierta venía a visitarme, hoy salió corriendo.

-Es amiga mía, siempre pasa un rato conmigo cuando abro la tienda.-dije mirándolo serio.-Las personas sufren, pero sé que hay muertes menos dolorosas que otras.

Sabía que morir dormido era la peor según un estudio. Los rusos habían experimentado a medidados del siglo XX con pacientes terminales. Según comentaron era la peor muerte que podía tener una persona, pues no puedes despertar y sabes que estás muriendo. La más rápida por un golpe, en el acto, o por un balazo en el acto. Otra dolorosa es que te corten la cabeza, durante segundos ves como ya tu cabeza no está sobre los hombros.

-Algo rápido y que no duela tanto.-susurré acariciando sus mejillas.-Sé que hay esa clase de muerte, Lucas.

Le miré serio a punto de golpearlo, yo quería conocer la muerte porque sabía que mucho no iba a vivir. No sabía si era un siglo más o dos... pero sabía que yo no iba a ser capaz de ver el mundo destruido. Prefería pensar que moriría antes de ver a mi hijo sufrir en este hogar dañino que llamábamos Tierra.

-Lucas ¿el mundo se acaba?-pregunté serio acariciando sus mejillas.-Lucas, dime la verdad ¿el mundo se acaba?-estaba preocupado, por Román. Estaba empezando a ser más despierto y tenía algo de felicidad, aunque sabía que también sufría.-Dime.-no me importaba morir protegiendo a mi hijo o incluso a mi padre, pero sí me importaba una muerte agónica junto al resto del planeta.

Me aparté abrazándome mientras iba hacia uno de los espejos de cuerpo entero. Mi aspecto era el de un mocoso de no más de veinte años, alguien que vivía al límite y sufría de anorexia. Quizás hubiera muerto de sobredosis, anorexia o tal vez de un tiro. Mi padre me hizo joven y perfecto, me hizo volver a desear estar vivo.

-Nadie se va a bajar del burro, la cabezonería está en todas las razas y más entre los inmortales... sobre todo ángeles caídos y demonios.-hablaba por lo que conocía.-Aunque hay demonios que sé que preferirían que el mundo no se acabara, aquí son felices.

Levi parecía ser feliz, al menos a ratos. Sabía que era amarga su estancia con Caim, pero también sabía que era feliz. Además Caim quería el mundo para él junto para los que eran como él. Muchos demonios estaban enamorados de la naturaleza. Otros, los menos, odiaban todo lo creado por Dios. Dependía mucho de sus personalidades, pero en mayoría sólo querían vivir dominando lo que una vez fue de Dios sin darse cuenta que lo destrozaban. Estaban ciegos.

-No me adores tanto.-dejé que me abrazara mientras besaba su rostro.-Anda, vamos a ver que hay por los locales de los barrios bajos.

-Da igual, no me harás cambiar de opinión. Levi quiere que su hijo sea feliz y seguro que quiere que lo sea aquí.-dije quedándome serio, sabía que Caim era capaz de hacerlo crecer y a mi de sacarme de mis casillas.

Era un maldito hijo de puta y si pudiera le patearía las pelotas una y otra vez, quizás así le dolerían tanto que no sacaría su rabo a pasear. Sabía que hacía daño a mi bebé y mi bebé no tenía porque aguantarlo. Aunque sabía que si Levi se enteraba que le llamaba bebé le daría mil patadas. Pero para mí era mi niño y le daría mimos a mi modo.

-Tan sólo di que te quedas a mi lado para pasar esta noche, lo demás no cuenta.-bebé su mejilla antes de salir para cerrar bien todo.-Vamos, quiero ver la noche.-susurré cerrando para echar a caminar.