Disenchanted [Adrian]

La noche se presentaba especialmente fría. O al menos eso me parecía. Quizás sólo eran ocurrencias mías, por el estado emocional en que me encontraba, pero sinceramente, me traía sin cuidado. Llevaba el cabello algo desarreglado, lo cual no era para nada común en mí. Si bien mi vestimenta podía resultar a menudo lo que los humanos llamaran “grunge”, el cabello siempre lo llevaba perfectamente prolijo.
Definitivamente, ese no era un día como cualquier otro en mi existencia.

Tenía tanto en qué pensar... Pero a su vez, las ideas se desvanecían antes de que
llegara a ellas. No había bebido ni ingerido ninguna clase de droga (excepto claro, el cigarro) desde hacía varios días. No la extrañaba demasiado, me daba igual. Lo que me sorprendía era el hecho de que cargara con la misma confusión que cuando me drogaba. Con la pequeña y no menos importante diferencia de que la droga me hacía permanecer despreocupado y esta vez los pensamientos me abrumaban.

Cuando pertenecía al Ejército Celestial, tenía una utilidad y un camino muy claro al que seguir. Recibía órdenes y las cumplía sin cuestionar. Porque para eso había sido concebido, al fin y al cabo. Hacía lo que debía sólo porque era lo que todos esperaban de mí. Pero, ¿y qué si Dios estaba esperando que me revelara? ¿Qué si todos nosotros, los etiquetados como “traidores” en realidad éramos parte de Su perverso plan, cualquiera que ese fuera? ¿Qué si Él no jugaba con nadie y sólo buscaba generar caos para vernos despedazarnos entre nosotros? Pero sobre todo, me preguntaba, ¿cómo se supone que acabas con un ser junto al que creciste, reíste, lloraste y amaste?¿Cómo entierras en su pecho tu daga y le das fin a su miserable
existencia? ¿Y cómo estás seguro de que la tuya no será más miserable cuando tu ejército logre su cometido? ¿Qué harás en esa situación, si es que aún continúas vivo?¿A qué dedicarás tu eternidad?..

Con todas estas ideas en mente, caminé por las desiertas y sucias calles de New York hasta llegar a una plaza. Ya allí, me recosté sobre el pasto y observé las estrellas.-¡Mierda!-Maldije para mis adentros al recordarla tal y como siempre había sido. Perfectamente hermosa, pura, inocente... Pero fría e implacable. Segura, calculadora y perspicaz. Así era Lisbeth, una de mis hermanos y más allegados ex
compañeros de batalla. Volver a verla me había resultado extraño y confuso. Pero la echaba de menos, eso no podía negármelo. Habíamos compartido un ideal, un sueño, un objetivo, una labor, un terrible castigo, una injusticia... Una que ella aún seguía sufriendo. Deseaba ayudarla, quería que se liberara... Pero mi siguiente
pregunta me hizo dudar. ¿Renunciar al Ejército Celestial realmente garantizaba la felicidad? ¿Alguna vez había sido yo capaz de experimentarla? En primer lugar, ¿existía? Mientras trataba de desarmar el enjambre de emociones e incertidumbre que llevaba, inconscientemente, hice que los columpios se balancearan y el sube y
baja se moviera como si llevara niños encima, aunque la plaza estaba totalmente vacía, o al menos eso parecía.

~She may be the face that I can't forget... A trace of pleassure or regret...:

Vollkommen....

Odiaba ese nombre, desde el mismo instante que Damien habia aparecido, en que habia instalado su reinado en la ciudad que me habia visto nacer una vez y crecer.

Nueva York, era mas agradable, y deseaba tanto volver a ver a la ciudad en toda su grandeza, con los rascacielos, las tiendas, las luces y broadway, los musicales y especialmente el parque que se habia vuelto mi refugio hacia los ultimos meses antes de que cayera la desgracia.

Suspire largamente, andando a paso lento por lo que aun ahora era conocido como Vollkommen City, la verdadera ciudad del pecado. Entre al renovado parque central, observando el cielo azul, y las pocas nuves en lo alto, el viento era refrescante, especialmente dado a que los potentes rayos de sol en esa estacion del año, la primavera, era de las estaciones que menos me gustaban, aun que lo disfrutaba, simpre era mejor para mi el otoño y el invierno, debido a mi doble naturaleza.

Anduve largo rato por los senderos, aprovechando las sombras de los arboles que habian sobrevivido a las guerras, me sente despues de una larga caminata bajo uno de ellos, en el fresco cesped, recostado para seguir apreciando el cielo azulado.

Aunque me encontraba muy ensimismado, no pude evitar notar la presencia de alguien allí. No fue demasiado complicado tampoco. Volkommen, por lo general, estaba desierta y era lo más lógico; no había demasiado para hacer sobre las ruinas de lo que alguna vez hubiese sido una magnífica y maravillosa ciudad erigida y conservada por sus habitantes, quienes por entonces ya debían estar muertos en su totalidad, o, los restantes, radicados en algún sitio más seguro, aunque ciertamente ningún lugar lo era ya. Mis ojos se desviaron del estrellado cielo para recorrer aquella plazoleta con atención, buscando al ser que emitía la energía que estaba percibiendo. Se trataba de un jovenzuelo, aparentemente menor de veinticinco años, de pálida tez y cabellos largos, finos, lacios y rubios que le caían sobre los hombros como una cascada. No traía demasiadas ganas de enfrascarme en conversaciones, pero de verdad había llamado mi atención el verlo simplemente allí, en donde nadie solía ir a reflexionar ni a ninguna otra cosa, porque los estragos de la guerra eran tan evidentes en el paisaje que se volvía, para la mayoría de la gente, inquietante o desagradable. Pero no para mí, y al parecer tampoco para aquel chico de facciones suaves y dulces, casi femeninas; aspectos que sólo logré divisar al encontrarme más cerca de su persona. Tomé asiento a su lado sin pedirle permiso y saqué la cajetilla de cigarrillos. Agarré uno y lo coloqué entre mis labios para luego acercarle la cajetilla en modo de ofrecimiento.-Kenneth.-Me limité a decir, volviendo a dirigir la vista al manto oscuro que cubría el cielo.

-Kenneth.

Escuche aquel nombre y mi corazón dio un fuerte vuelco, repentinamente muchas de mis memorias aun estancadas comenzaron a fluir como agua que ha sido liberada de una presa. Mi respiración se detuvo. Era increíble que un solo nombre pudiera hacerme reaccionar de aquella manera.

-Mike - creo que murmure en una voz muy bajita, casi inaudible, me incorpore lo suficiente para ver el rostro del sujeto que me ofrecía la cajetilla, esperando encontrar aquella sonrisa torcida, el negro cabello alborotado sobre sus ojos y sus inseparables gafas de sol y la ligera linea que se asomaba debajo de ellos, la cicatriz que era su marca personal, al igual que sus ojos de acero.

La sonrisa en mis labios cambio en el instante en que pude visualizar al hombre que se había sentado a mi lado. Rubio, mas bajito, labios carnosos y ojos azules. Total luz, nada de oscuridad en apariencia, algo que no iba muy acorde a su aura.

-Adrian - conteste negando con la cabeza su ofrecimiento. Baje el rostro, frotándome ligeramente los ojos, sacándome la imagen de mi entrañable amigo, mi sotocapo y mi confidente. Mi verdadera alma gemela. Michael.

So, do you believe in ghost?:

Noté que el joven murmuró algo, pero no pude entender. Su voz apenas sí había salido. Por un momento, me vio con una sonrisa dibujada en los labios, casi como si me conociera, y más que eso, como si se alegrara de verme, como si sintiera aprecio hacia mí. Posiblemente me hubiese confundido con otra persona. No dije nada al respecto, si es que había algo que podía decir. El chico negó mi ofrecimiento con la cabeza y se presentó como Adrian. Luego bajó el rostro y se frotó los ojos, como si estuviera intentando salir de alguna clase de confusión. No encendí mi cigarro, por el contrario lo hice bailar en mis labios sólo por la sensación que me producía el tenerlo en la boca. Aunque posiblemente más tarde se me hiciera indispensable fumar, porque siempre ocurría.-Es extraño ver a alguien por estos descampados, en especial en la noche.-Observé, y mi vista se dirigió de nuevo a los columpios, que aún no dejaba de balancear.-A la mayoría de la gente le asusta o perturba el lugar. Claro está que hay excepciones...

-Por que habria de asustarme - murmure en respuesta, dirigiendo la mirada al mismo sitio que el joven, a los columpios en movimiento - He visto cosas peores que una ciudad destruida - indique y volvi el rostro nuevamente hacia el, sonriendo amablemente - Y tu.. que te trae a este lugar? El ambiente o simple curiosidad?

Pregunte y me le quede mirando fijamente, observando el aura que despedia, sin duda, no humano y no era terrenal, claramente habia algo de celestial en el, pero habia demaciada oscuridad en su alma, lo que significaba, es que el era familiar de mi madre. Un caído, igual que ella.

-Lo mismo digo.-Me limité a responder. De verdad que había muchísimas cosas peores que una ciudad en ruinas. Aquello no era la gran cosa. Pero a causa de los últimos acontecimientos, las personas se habían vuelto especialmente supersticiosas. Lo cierto es que la muerte les alcanzaría por igual a quienes merodearan en Vollkommen como a los que decidieran quedarse en casa o en la iglesia a puertas cerradas aferrados a una cruz. Estábamos en una guerra, y las cosas iban a ponerse mucho más feas. Pero, como fuere. Según parecía, aún había quienes instistían en no aparecerse por sitios como aquel, tal vez por miedo, tal vez por el vacío y desolación que expresaba y transmitía. No lo sabía. Pero en ese momento, sinceramente, tampoco me importaba. Era mejor así. La soledad, el silencio, la exquisita y breve calma absoluta previa al caos, que casi de forma irónica anunciaba el comienzo del fin.-Me gusta este ambiente. Bah, en realidad nunca me ha gustado esta ciudad, pero es un sitio en donde estar apartado, por decirlo de algún modo... La gente no tiende a aglomerarse por aquí, como habrás podido apreciar.-Me encogí de hombros, aún sin verle al rostro.-Aventuraría a decir que vienes por las mismas razones, aunque podría equivocarme...-Alcancé a decir mientras el rocío de la noche comenzaba a cubir nuestros cuerpos.

Rei ligeramente y deje escapar el aire contenido en los pulmones, deje que el viento jugueteara con mis cabellos.

-La realidad es que vengo a hacer un estudio de campo...- conteste sonriendole - Pronto esta ciudad volver a su grandeza de antaño, lo merece - dije y permaneci con la vista fija en los columpios - Yo me encargare de ello.

Una sonrisa espontánea se dibujó en mis labios con sus palabras, y es que en realidad hacía demasiado tiempo que no escuchaba a alguien hablar con tanta convicción, con esa certeza y emprendimiento tan características de los jóvenes. Bah, yo no era muy mayor. Pero ya había perdido esa motivación de vivir y cambiar el mundo. Estaba resignado. Sabía que, de una forma u otra, el inminente final llegaría, y arrasaría con todo y todos. ¿Y qué hacerle? El mundo tenía fecha de caducidad desde su creación, nada es realmente eterno. Pero, ¿para qué arruinar las esperanzas de aquel chico? En cualquier otro momento, probablemente me hubiese burlado en su cara, pero ese día no estaba de ánimos para fastidiar a nadie. La vida se encargaría de ellos, igual que lo estaba haciendo conmigo.-Es una interesante postura. Sinceramente, nunca se me hubiese ocurrido que nadie diese ni mierdas por este agujero. ¿Qué te motiva a querer "devolverle la grandeza"?-No quería sonar entrometido, pero sus razones llamaban a mi curiosidad, siempre tan indiscreta.

-La ciudad es mia - sonrei, mirandole fijamente, notando cierto fastidio en su mirada - Supongo que para alguien no terrenal este tipo de cosas no tienen el menor interes.

Dije y volvi a sentarme en el columpio, ya sin balancearme, solo permaneci sentado, observando los arboles que parecian demaciado comodos y despreocupados en aquel sitio.

-Esta ciudad me vio nacer y morir y renacer - indique - Aqui fui alguien importante y es el unico lugar que me hace sentir en paz, pese a lo destruido que esta actualmente.

Confese con algo de pesadumbre, suspirando largamente, saque una paleta de dentro de mi chaqueta y la meti a la boca, ya sin decir nada mas, solo dejando que los ruidos de la naturaleza emanaran en aquel extraño silencio.

Escuché cada una de sus palabras con la atención que ponen los niños al escuchar un relato fantástico contado y protagonizado por un abuelo anciano. Una vez más, me pregunté cómo sería eso. Tener un lugar con el que identificarse, en el cual refugiarse cuando la vida se volviera en contra de uno. Yo nunca experimentaría algo así. No era parte de mi naturaleza como rebelde exiliado, y tampoco como soldado celestial.-Ya, creo que lo entiendo. No me alejaría de mi sitio predilecto por nada, claro si tuviera uno...-Mi vista se perdió en lo azul oscuro del cielo estrellado.

-Es una pena que no tengas un lugar al que puedas llamar hogar - dije sacando de mi boca la paleta - Sentirte totalmente ajeno a todo y todos... creo que actualmente me he sentido así, excepto cuando vengo a lugares que me recuerdan quien fui  en otra vida.

Dije y suspire largamente, sin moverme de aquel lugar, sin alejarme de aquel desconocido.

-Otra vida...-Murmure.-Otra vida...-Repetí. En eso teníamos algo en común. Pero preferí no decir nada. Sentí que era cruzar la linea de lo personal con alguien a quien literalmente veía por primera vez.-Y es por eso que estas aquí? Porque este lugar te recuerda a tu otra vida? Es esa una vida que te gustaría volver a tener?-Luego de haberlo dicho, me di cuenta de que quizás era una pregunta un tanto invasiva. Reitero: no nos conocíamos.-No tienes que responder si no quieres.-Añadí, desviando mi vista de sus ojos claros a la plaza. Y yo? Quisiera volver a tener esa vida?...Me distraje un poco con esta idea hasta que el sonido del sube y baja (que estaba moviendo con la mente) golpeando el suelo me devolvió a la realidad.