Porque las cosas cambian - privado

Los cuentos de hada no terminan con el final apropiado, más bien no tienen fin. Por mucho que narraran la historia de un personaje siempre tendría una continuación lejos de los libros, en nuestra mente cargada de fantasía. Muchos humanos pensaban que mi fin no llegaría jamás, que sus oraciones buscando mi bendición siempre llegarían y que las narraciones que escucharían de mí no serían más que bellas palabras ensalzando mi gloria. Sin embargo, el último párrafo dado por Dios había sido mi condenación. Él me había dado sentimientos, los más parecidos a los humanos, para que comprendiera su dolor y pudiera sanar sus almas, cuerpos y evitar fatales decisiones. Mi cuento de tapas blancas y letras doradas se transformó en cisne negro con gruesas letras en plata. Había caído, no era bien visto por Dios, y sin embargo estaba seguro que muchos de mis hermanos no me llegarían a odiar. No podía tener odio de aquellos que amé, me negaba a pensar que así acontecería.

Mi camino había empezado de nuevo, no lo hacía a solas sino que llevaba la luz de la sonrisa de Olivia. Había arrastrado a la mujer que amaba al pecado, al dolor, y a la vez ella parecía ser feliz. Mi amor era suyo, mi corazón se lo había entregado, y en silencio le había hecho la promesa de ser para ella. El anillo que le había otorgado era una muestra de amor y respeto. No sería como otros caídos, no era ese mi destino ni mi personalidad. Estaría unido únicamente a ella, como a los enfermos y desamparados.

Tras dos semanas de caída había logrado encontrar cierta fuerza después de ayudar a David Talbot, así como un momento de descanso en mi búsqueda al tomar unas cervezas con Jonte, un viejo hermano al que había vuelto a encontrar. Me preguntaba cómo estaría Miguel, pese a mi viaje al Vaticano durante unas noches no había encontrado rastro de él. No lograba sentirlo y la conexión psíquica había desaparecido. Yo ya no era un hermano como tal, tan sólo era la sombra que siempre se apoyó en sus hombros.

Recordaba los momentos en los cuales él cazaba a los demonios mientras yo curaba a los heridos, reconstruía todo con mi poder y enviaba mi energía hacia sus brazos, cansados de tanto alzar la espada. Yo fui quien rogó a Dios que no terminara sepultando a la humanidad, quien suplicó porque descendieran a la Tierra mis hermanos y pusieran en firme las fuerzas del mal. Había combatido finalmente hasta perder las fuerzas e incluso en esos momentos lo di todo, dejando que mis brazos se sintieran tan cansados como los de Miguel. Recuerdo como Gabriel se equivocó en varias ocasiones, pero rectificó y siguió su lucha. Todos luchamos unidos. Mis hermanos, aquellos que amaba con tanta fuerza, se estaban disgregando entre dudas y soberbia. Jofiel tenía esa mirada firme de siempre, así como su bondad, pero su vista parecía cansada. La resistencia celestial se hundía, y Uriel parecía no querer escuchar. No sólo había que ser un guerrero para destrozar infiernos sin importar las circunstancias, olvidando que a nuestro alrededor podíamos ocasionar víctimas y que los humanos eran lo primordial.

Había conseguido encontrar una zona apropiada. Estaba cerca de los Thorns. Deseaba una reunión con su líder, o al menos con el General de los Ángeles Caídos si tenían. Sabía que estaban sus razas mezcladas, pero a la hora de la verdad se dividían por razas tomando posiciones ya pensadas de antemano. Me parecía un grupo agradable, pero desconocía si Olivia desearía unirse a ellos como yo quería. Sabía que entre ellos podríamos tener protección y yo ejercer de médico para todos aquellos que nos necesitaban.

Era de noche cerrada, la luna despuntaba extraña en el cielo. Podía escuchar a los lycan aullar calles más abajo. No muy lejos un par de ambulancias comenzaron a pasar. Mientras yo estaba subido en la cama del apartamento que había alcanzado encontrar. Tenía una guitarra clásica española, la había encontrado noches atrás en un contenedor. No sabía si había sido su músico victima de alguna aterradora circunstancia, si bien me había enamorado de ella. Sabía que podía componer algo para Olivia, o quizás recordar como era tocar para alguien más que para mi.

Spoiler:

Tenía mi torso desnudo y mis cabellos dorados se mostraban en todo su esplendor, mis alas negras se agitaban intranquilas. Deseaba calmar mi desasosiego, porque cuando las cosas cambian la intranquilidad me perturbaba demasiado. Esta vez lo que había cambiado no había sido yo, sino Dios. Me condenaba por usar los sentimientos que él me había dado. El amor hacia él jamás lo cambiaría, pero en estos momentos había alguien a mi lado que no dejaría de lado.

Aquella canción parecía surgir de mi alma, envolviendo la habitación y quedarse impregnada en mis plumas oscuras, así como las que habían tornado un color ocre o gris, mis cabellos dorados se movían con cada movimiento de mi cabeza mientras asentía a mis palabras.

La melodía la recordaba como si hubiera sido ayer mismo, sonaba con potencia de la radio de un coche que estaba en pésimas condiciones y la carretera se extendía a lo largo de un desierto. Era la autopista al infierno, al desierto que llevaba a Las Vegas. Me habían recogido un par de chicos latinos, iban a probar suerte, y ni siquiera el aire basto aire acondicionado nos daba algo de fresco. Pasaba una y otra vez un pañuelo por mi nuca, mi piel era más oscura y mis cabellos negros. Me hablaban sin parar, expresándome que tuve suerte de ser encontrado en aquel lugar donde se respiraba fuego.

Desde aquel día esa canción me gustó, conocía al cantante pero jamás me había permitido escuchar con atención sus palabras amargas y llenas de emoción. Por encima de la plática que llevaban aquellos muchachos, por encima de todo eso, estaba la música que me causaba cierto sopor dejando que me relajara. Corría el 2008, si mal no recuerdo, y aún quedaba mucho para conocer y sentir. La emisora tenía un programa de radio de música latina y en lengua española, un pequeño guiño a todos los emigrantes.

Ese día cobró sentido para mí, así como ahora. Mis ojos se quedaron prendados de ella, no había carretera sólo su silueta femenina frente a mí con aquella hermosa sonrisa. La amaba, no podía dudarlo ni lo dudaría jamás. Si había algo que tuviera claro es que pasara lo que pasara, estuviera donde estuviera, su amor estaría calentando y bombeando mi pecho. Esbocé una sonrisa recordando esta vez una canción, un clásico para mí, de un cantante que tenía una prodigiosa voz. La letra lo decía todo, explicaba lo que sentía por ella y lo que haría por continuar viendo su sonrisa.

Spoiler:

Cerré mis alas cuando dejé de tocar, levantándome para dejar la guitarra a un lado. Bajé de la cama tomándola del rostro para poder besar sus labios. Su sonrisa me hacía feliz. Era una belleza dulce que cuidaba de mí como yo cuidaba de ella. Deseaba encontrar a Miguel y explicarle todo lo que había ocurrido, esperaba que alguna vez me perdonara. Pocos ángeles eran capaces de tener sentimientos, él los tenía y por ello era valioso para padre. Si bien, sabía que sus sentimientos, todos ellos buenos, podían traerle malas consecuencias como a mí mismo.

Escucharlo cantar era maravilloso, aquella canción que canto para mi me hizo sonreír perdiéndome en aquellos ojos pedazos de cielo que me hacían perderme por completo sin que hubiera nada que lo impidiera a demás que yo no lo deseaba, era maravilloso en todos los aspectos, lo amaba y el hacia que todo valiera la pena, era la pareja perfecta para mi, cada día aprendía mas de el y cada día aprendía que sin el ya no podía estar.

Aquella figura majestuosa podía impresionar a cualquiera y yo no era la excepción, aun a pesar de que sus alas eran como la noche dejaba ver aquella bondad en el, estaba segura que nadie que no debiera no le temería, por que en el aun estaba esa paz que el pensó perder con su caída, me daba gusto saber que yo ayudaba un poco en eso, para mi no había nada mas importante que el y su felicidad.

Cuando termino aquella bella melodía lo vi caminar hacia mi, no podía dejar de sonreír cuando estaba con el, era la razón por la cual yo me sentía tan plena y completa, cuando sus labios rozaron los mios respondi de la misma forma acercándome un poco mas a el subiendo mis manos por su cuello haciendo que me levantara un poco de puntas, mi corazón comenzó a latir un poco mas rápido, siempre pasaba eso cuando el se me acercaba era una reacción que no podía evitar y pensaba que jamás lo haría aun así pasaran siglos o el tiempo que fuera

Me aparté de ella con la misma calidez con la cual me aproximé, tomé sus manos entre las mías para que se moviera. Deseaba hablar con ella con seriedad y calma sobre nuestra situación. Había escuchado durante días algunos relatos que quería contrastar con ella, relatos que hablaban sobre buenas obras de parte de sendas organizaciones que parecían promover un mundo más justo, honesto y pacífico. Criaturas de diversa índole unidas por una causa que los fortaleciera cuidando de la Tierra.

Tomé asiento el borde de la cama, contemplándola con cariño la senté sobre mis piernas y la rodeé de inmediato con mis brazos. Mis labios rozaron sus mejillas y frente, lo hice con la ternura de siempre. Quería que ella me escuchara como era habitual.

-He pensado que deberíamos hallar una organización que nos acepte, en la cual sienta que estás protegida y podemos hacer grandes logros.

Mi voz sonó suave y penetrante, como si quisiera que comprendiera la magnitud de aquella charla. Cambiaría nuestras vidas, haría que finalmente tomáramos mayores riesgos y decisiones. No sería sólo nosotros dos, sería un cúmulo de personas unidas por unos objetivos. Mis ojos se perdieron en los suyos, hundiéndome en ellos hasta observar la bondad que anidaba en su alma.

-Crean obras benéficas, reconstruyen la ciudad en la zona baja, sanan enfermos, luchan por cierta justicia en el mundo y son la luz que falta en esta era. Se llaman Thorns.

Mis manos acariciaban su cintura, su espalda y punta de sus mechones. Lo hacía para sosegarla por si llegaba a sentirse alterada. Sabía que allí encontraríamos seres violentos, aunque de buen corazón, y eso podía hacerla sentir temerosa. Sin embargo, jamás la llevaría a un lugar donde pudieran dañarla.

Pude percibir como su preocupación aumentó debido a mis palabras, pero bien sabía que ella me comprendería al explicarle en qué consentía la organización. Hacía unas noches me topé con un vampiro que estaba en un grave apuro, un par de demonios le perseguían. Era un muchacho de escasa altura, ojos color cielo y cabellos dorados muy rizados. Tenía una apariencia frágil, pero también lo era su poder a ser prácticamente un recién nacido en plena noche. Desconocía la capacidad de sus poderes, se veía muy limitado todavía, y por ello era la carnaza perfecta para cualquier demonio o inmortal de gran fuerza física.

El pequeño corrió con suerte, tropezó conmigo cayendo literalmente en mis brazos. Mis alas negras se desplegaron ocultándolo de todo mal, mientras mi brazo derecho se erguía con mi espada. Eran demonios de ojos verdes y supe claramente quien era su padre. El filo de mi hoja los decapitó, para finalmente entrar en su corazón. Sus carnes hicieron combustión y su energía corrió por las calles hasta ser absorbida por el asfalto, justo hasta las cloacas donde se hallaría algún demonio ansiando mayor poder.

Estaba tan asustado que manchó mi camisa blanca con la sudorosa sangre de su frente. Cuando logró hablar, tras el impacto, me habló sobre su organización. Protegían a los niños, cuidaban de enfermos, vigilaban la naturaleza y embellecían una zona de L.A que tenían cedida por los Bloody Rose.

-Es una organización que se dio a conocer hace aproximadamente doscientos años, como tal se hizo firme en creencias de libertad y prosperidad. Son los causantes que muchos mendigos de la zona baja de esta ciudad posean medicamentos, así como que haya luz y buen asfalto. Ellos tienen todo tipo de criaturas bajo su mando, es como la torre de Babel.

Mi voz se escuchó calmada intentando que comprendiera. Necesitaba que pudiera sentir por ella misma el deseo que tenía de integrarme en un mundo como aquel, uno donde no sería despreciado por mis alas y ella sería apreciada por su labor. Un lugar donde no seríamos juzgados.

-Estoy seguro.

-Tienen un lugar para cada uno en su organización.

Intentaba explicarle bien en qué consistía, sabía que sus miedos se disiparían si yo los alejaba con buenas palabras y caricias. Deseaba verla libre de cualquier miedo o peligro, por ello elegiría una organización donde pudieran darle cobijo. Pensé en ellos porque los había visto. Mi zona de acción había sido Los Ángeles, pues parecía haberse desquebrajado los infiernos dejando libre la maldad, crueldad y lujuria caminar por las aceras de la ciudad. Sentía como cada ladrillo que se erigía, cada fuente resplandeciente o cualquier golosina que se ofrecía podía estar mancillada con la codicia y malicia de los demonios.

-Tienen niños en aquel lugar, no sólo en su sede central. Tal vez podrías hacerlos feliz, ayudarlos. Podrías ofrecerte para ellos.

Había visto muchachos de no más de quince años, jóvenes vampiros y pequeños ángeles caídos, así como hechiceros, correr de un lado a otro en el Hospital San Patricio. Entré con aquel mensajero, el cual me dijo que su jefe había estado hablando de mí a un hombre. No quiso decirme quién o cómo, decía que era algo que debería hablar en persona realizando una petición. Sin embargo, guardó silencio y me rogó que me marchara cuando sintió que podía ver demasiado. Ni siquiera alguien tan joven podía fiarse ya de mí.

-Yo quizás podría ayudar con los enfermos y en las luchas en las cuales se me precisara. No me importa colaborar con ellos si consigo un mundo más justo.

Era increíble como llegaban sus sentimientos como olas que me golpeaban. Sus sentimientos se expandían y me azotaban. Podía percibir con claridad su molestia cuando pensaba en salir fuera, cazar demonios y ejercer mi poder. No sabía como calmar sus miedos y dudas. Yo era un ángel con poder suficiente para parar a los seres más lóbregos y cruentos, sin embargo en mí estaba ser distinto. Tan sólo luchaba con aquellos que golpeaban la libertad y la paz que muchos deseaban respirar. No importaba si tenía que dejar parte de mis fuerzas, era mejor morir luchando que vivir arrodillado agachando la cabeza.

-No me ocurrirá nada. Sé que estás molesta y preocupada, pero no puedes pretender que no ayude. No puedo quedarme de brazos cruzados, el mundo nos necesita. Quiero conseguir un mundo mejor para nosotros, así como para otros que estén a nuestro lado. Dios no puede perder, aunque no nos ame. Deseo ver que su gloria impregna cada rincón de este jardín destrozado por la maleza. Nosotros fuimos creados para que el amor de nuestro Padre brillara, que fuera el sol de la justicia en las noches. Aunque no nos tienda la mano, pese a darnos la espalda, sigo siendo su hijo y lo amo. No voy a permitir que nadie destroce lo que tanto esfuerzo le llevo realizar.

Mis manos acariciaban sus cabellos, de igual modo que ella lo hacía con los míos. Podía sentir que su alma se resentía, se veía débil frente a otros. Yo mismo la arrojaba a esos pensamientos, puesto que aún no sabía luchar como debía. Tenía que enseñar mis mejores tácticas para que la espada siempre fuera su mejor guía y acompañante fiel. Si algún día yo tenía que apartarme de ella en contra de mis deseos, por el motivo que fuera, ella debía saber defenderse.

-Puede que Dios no esté ya de nuestro lado, pero otros sí lo estarán. Ten fe, Olivia.

-Te mostraré alguna de sus obras, espero poder encontrar a alguien de la organización que desee hablar con nosotros.

Besé su cuello acariciando su vientre bajo sus ropas, mientras deslizaba mis manos hasta sus costados. Su cuerpo cálido era la tentación de mi piel fría. Notaba un agradable y reconfortante sentimiento cuando la tenía entre mis brazos. Mis labios rozaban el lado derecho e su cuello, así como su mejilla y parte de su nuca. Aspiraba su aroma dejando que esa dulzura me sosegara.

-Ven conmigo.

Hice que se levantara dejándola de pie frente a mí, mis manos se quedaron acariciando su cintura mientras la contemplaba. Sus ojos eran la belleza de este mundo, una ventana dulce a su alma cálida. Ella era la luz en las sombras. Sonreí antes de incorporarme para tomarla de las manos, besándolas antes de apartarme para buscar en el armario algo de abrigo. Teníamos una pequeña habitación, pero al menos podíamos guardar algo de ropa bastante útil.

-Te llevaré a las calles de los barrios más humildes, allí donde los Thorns se muestran compasivos a la vez que aguerridos.

Giré mi rostro hacia el armario, el cual era de madera frágil y barata, mis dedos se internaron entre las sendas ropas de abrigo. Saqué la gabardina gris que usaba en las noches de viento y lluvia, así como una de color azul marino entallada en la cintura que había creado para ella. Me coloqué con rapidez mi prenda y me acerqué a ella con la suya, intentando ayudarla a colocársela.

Allí, en aquellas calles olvidadas por Dios, los más pobres sobrevivían ayudados por Thorns, los mismos que los acobijaban y les daban esperanza. La esperanza debía seguir germinando en este mundo, aunque fuera bajo varias capas de asfalto y dolor. El mundo no debía verse desprovisto de la esperanza, del amor y los buenos sentimientos.

La ciudad se mostraba cruel y violenta, sin embargo entre las mareas de asfalto brotaban flores de esperanza. La sangre de los guerreros se convertían en la paz tras la tormenta, mundos llenos de gloria y futuro. Los demonios eran parados por la unión de almas que coreaban cánticos de libertad. Era lo más parecido al mundo que una vez se tuvo, la entrega que no se logró en aquellos primeros días. Podía verse una luz tras aquel oscuro túnel. Deseaba que ella lo viera con claridad, quería conseguir aquel cerro lleno de amapolas y margaritas para que sintiera el viento, la calma, la belleza y sobre todo la esperanza que jamás debíamos perder.

Salí con ella del edificio dispuesto a ir por la Avenida hasta la primera intersección, girando hacia la izquierda. Estábamos cerca de la zona que cuidaban los Thorns, la zona más próspera aunque pobre. No interesaba demasiado a los demonios aquel lugar, salvo para torturar a los que ya no tenían nada, debido a la pobreza de sus posibles víctimas.

Tomé su mano izquierda entrelazándola con mi mano derecha, fundiendo nuestras manos. Mis pasos eran cautelosos, mi vista estaba posada en cada punto oscuro de aquella gran maremágnum de calles desoladas, hasta que la luz de las farolas hicieron presencia y la vida parecía volver. Un par de jóvenes guerreros parecían hacer guarda en la frontera. Su aspecto era de guerreros sacados de los libros de fantasía que una vez leí, semejantes a los elfos pues llevaban arcos y flechas a sus espaldas.

Pasamos siendo observados con curiosidad, si bien ellos ya me conocían. Habían notado como era mi hora de hacer ronda por las enrevesadas calles, algunas destrozadas aún y otras arregladas a duras penas. Sin embargo, la vorágine de tiendas que se alzaban a un lado y a otro invitaban a relajarse pensando en los alimentos que allí se vendían, las prendas tan cálidas y a buen precio que se exponían, los peluches para los más pequeños y los libros que se amontonaban en las estanterías de las librerías.

-Observa la vida que hay aquí, tan diferente a otros puntos de la ciudad.

Salimos a la calle para que yo pudiera ver lo que le me quería mostrar, tomo mi mano y entrelazamos nuestros dedos, iba muy cauto observando con detenimiento todo por si algo pasaba, camine a su lado viendo a nuestro alrededor como poco a poco iba camibiando ya que había un poco mas de luz, pasamos juntos a unos chicos que nos observaron, solo sonreí al pasar junto a ellos, de una forma dulce como saludando.

Escuche sus palabras y vi aquel lugar que parecía contrastar con lo que había visto fuera de esa zona, como que todo era nuevo algo que yo no había visto, niños hombres y mujeres sin tanto temor caminando por las calles se sentía un ambiente mas relajado, tal ves se debía a que se sentían protegidos y cuidados por aquellos que Rafael había mencionado, sonreí viendo a aquella gente caminar y tanta diversidad, un par de chicos estaban jugando en una esquina eran lycans, recordé a aquellos que una vez vinos cuando comimos hamburguesas, eran tan distinos

-Todo parece como si no fuera la misma ciudad - dije sin soltar su mano, me pregunte si iríamos a ver en ese momento a los que se encargaban de todo eso de que aquellos seres pudieran tener algo mejor

Deseaba buscar a una mujer de la cual tenía sólo referencias, breves referencias. Ella iba negocio por negocio vigilando a los demonios, tenía coraje, sabía que era la muerte para aquellos seres. Lugar donde se aparecía terminaba siendo controlado por los Thorns para dar caza al demonio que atemorizaba al dueño. Una mujer de aspecto delicado, como si fuera la propia Virgen María de algunas obras, envuelta en túnicas negras y con los ojos grisáceos llenos de melancolía. Era un espíritu que pese a conocer su destino no se marchaba, ella había decidido quedarse para cuidar a los que admiraba en vida. Una mujer de cabellos dorados como los míos, aunque en tonos más cercanos al café que al trigo. Ella no parecía estar muerta, tenía un cuerpo de energía que parecía sólo e incluso podía contemplarse algunas arrugas en su rostro.

Buscaba presencia de demonios de grado inferior, seres que pudieran ser los que ella vigilaba hasta dar la alarma. La presencia de estos se concentraba en un bar. Dentro hombres de aspecto rudo bebían cerveza, brindaban por las pocas horas de tregua y conversaban sobre sus planes en las próximas luchas callejeras. Dentro había un par de demonios intentando extorsionar al dueño. Ella estaba en la entrada, parada observando, hasta que se desvaneció.

Varios jóvenes guerreros, vampiros de cierta fuerza, y un Krusnik de cabellos dorados, entraron sacando a los demonios a patadas. Comenzaron a luchar, las armas parecían las manos, y pronto aquel vampiro del avismo dio rienda suelta a su verdadero aspecto. Su piel se volvió blanca, sus cabellos dorados eran de nieve y sus ojos parecían inyectados en sangre. Crueldad, la mayor de todas para seres como aquellos. Bebía de estos aferrándose a sus ropas, sin piedad, mientras el resto de vampiros le acompañaban en su delirio. Los cuerpos sin vida aparente cayeron en el suelo, las espadas entonces hablaron hasta que sus cuerpos quedaron destrozados. Un hechicero corrió calle abajo derramando agua bendita, mientras que un ángel caído los encerraba con su poder en un objeto sin mucho valor. Sus cuerpos desaparecieron, quedaron solo las ropas y el recuerdo macabro de la escena en nuestras retinas.

El ángel se quedó mirándonos con sus ojos almendrados, su piel algo tostada y sus cabellos negros como la propia noche. Su aspecto era parecido al de un navajo, padre nos dio la posibilidad de poseer los rasgos que deseáramos, rasgos que poblaron el mundo. Dio un paso hacia nosotros, pero definitivamente terminó huyendo. Desplegó sus alas negras y comenzó a volar en busca del hospital que se erguía en medio de aquella locura.

-¿Qué desean?

La voz de aquella mujer sonó a nuestras espaldas, materializándose y haciéndose visible a nuestros ojos nuevamente.

-¿Podemos conocer más sobre esta organización? Por favor.

Dije rodeando a Olivia con mis brazos, dándole cierta protección que quizás no sentía por culpa de haber contemplado tal horror. Ella asintió esperando mis preguntas.

-¿Es cierto la hermandad de este lugar? ¿Es cierto que no se busca dañar al mundo sino reconstruirlo?

-Somos una familia, somos Thorns. Sobre dañar el mundo ¿qué ganaríamos destruyéndolo? Pasead por este lugar, buscar y encontraréis la solución a vuestras dudas.

Se desvaneció nuevamente frente a nosotros. No sabía si Olivia desearía ir a indagar más sobre ellos, contemplar otro tipo de actuaciones, y ayudar a todo aquel que tenía que esperar a la intemperie la ayuda.

Rodeé el cuerpo de Olivia durante unos instantes. Su cuerpo cálido contrastaba con la noche algo fría. A lo lejos se podía escuchar los rezos en una iglesia, una pequeña iglesia que sin mucha decoración, tan sólo con algunas vidrieras y unos pocos fieles, oraban en un funeral por la vida de un guerrero caído noches atrás. Era un hombre bueno, un ser que lograba cambiar de forma como si fuera un animal. No lo conocía, pero lamenté su muerte. Los rezos cubrían parte del ruido, había tantos guerreros allí unidos para ofrecerle el último adiós.

-Él como Jesús resucitará, pues padre le ofrecerá grandes glorias.

Dije aquello observando la avenida, deleitándome con el alto campanario y la gruesa puerta de madera que estaba cedida, la cual dejaba ver parte de aquella misa. Los cánticos resonaban como si fueran altas campanadas elevadas al cielo, plegarias por una vida honesta y entregada con sacrificio. Un hombre honesto, fiel a sus creencias, y un amante de la vida.

No muy lejos de allí pude sentir el nacimiento de un nuevo fruto. Un niño lloraba en el callejón, donde su madre lloraba junto a la criatura. Estaban siendo asistidos por un muchacho de los Thorns, aunque ella no pertenecía a organización alguna. Mis pasos se movieron raudos, tirando de Olivia mientras entrelazaba los dedos de su mano con los míos. Mis ojos pudieron admirar al pequeño surgiendo de su madre nada más llegar, vislumbrando de esa forma la luz que emanaba de ambos.

-Es un niño.

Comentó el chico antes de tendérselo. Era un hechicero, un muchacho que sabía controlar y descifrar la sabiduría de las plantas. El muchacho sonreía maravillado por la fuerza de los pulmones de aquel pequeño. Su madre parecía desfallecida, por ello me moví del lado de mi pareja para imponer mis manos en ella.

-Un momento, sólo un momento.

Susurré al comprobar que ambos se alarmaron. Mis dedos acariciaron su frente sudorosa mientras se iluminaba mi cuerpo, una luz tenue comparada con el brillo de antaño. Mi poder no había menguado, pero no tenía la luminiscencia por amor de Padre. Ella me contempló sofocada, con los ojos aún vacilantes. Sin embargo, pronto se calmó y sus energías regresaron.

-No hay nada más hermoso que una vida.

Logré decir antes de besar su frente, pues las madres para mí siempre habían tenido un especial coraje. Mantenían a sus hijos en su vientre durante meses, los acunaban en las noches de insomnio sin un mal gesto, no se compadecían mientras se movían con fuerza y tenacidad para lograr un mundo mejor para sus hijos y sobre todo no se dejaban empequeñecer por el dolor.

Impuse mis manos en su vientre, para después deslizar mis manos sobre sus piernas. Acaricié sus muslos, rodillas y tobillos algo hinchados. Estaba llena de sudor. Su pequeño gritaba con algo de frío, pero pronto fue rodeado por la chaqueta, de apariencia agradable, que el joven poseía. Me aparté de aquella escena con mi pareja, dejando que el chico siguiera curando sus heridas. Si bien, encontraría que todas habían sanado. Sólo necesitaba por último algunos puntos, nada más.

-¿Quieres que vayamos a visitar algún lugar en concreto? ¿Parque? ¿Cafetería?

Noté como ella quedaba pensativa. Parecía tener ciertas dudas, aunque sus labios permanecieran sellados. Pasé mi brazo derecho por su cintura, dejando que su cadera acariciara mi cuerpo. Podía sentir como sus ojos se llenaban de preguntas, así como su curiosidad aumentaba a pasos agigantados. Si bien, decidí que fuera ella quien me expusiera cualquier duda. Debía darle tiempo a responderse a sí misma, o al menos a intentar comprender.

Caminábamos por calles llenas de seres diversos. Las farolas parecían iluminar con cierta pasión cada fachada; algunas estaba descascarilladas y llenas de grietas, mientras otras parecían ser la viva imagen de un mundo glorioso alejado de la guerra. En las aceras podías encontrar músicos callejeros, hombres y mujeres que daban todo para sacar una sonrisa y algo de comer. Lejos seguía aquel hospital, no estaba seguro de encauzar mis pasos hacia su sede. Preferí girar a la izquierda en la primera intersección. Allí había un parque, un glorioso jardín, que parecía el mismo edén.

Los naranjos se encontraban en floración, aunque algunos ya poseían algunos frutos. Los limoneros parecían dar la nota de color ácida con sus frutos aún sin madurar. Los rosales estaban cargados de rosas rojas, amarillas, naranjas, rosas, blancas, violetas y azules a lo largo del camino junto a los arbustos de moras rojas y violetas. Las margaritas surgían bajo los peldaños del sendero, igual que algunos tréboles. El pasto se extendía hasta la zona de columpios y merendero. Un lugar para vivir un día especial cuando el sol aparecía, en la caída de la noche era todo silencio salvo el sonido de las pezuñas de algunos lycan. Ellos caminaban por el parque vigilando el recorrido, sintiéndose válidos al tener parte de su territorio libre de cualquier enemigo.

Nosotros nos adentramos buscando inspeccionar el lugar, tal vez allí me confesaría qué ocurría. Era un lugar seguro y tranquilo, pese a la pequeña neblina y que algunos de los lobos nos miraban con cierto recelo. Si bien, podía sentir que no nos atacarían.

Podía percibir que algo bullía en su interior. Sus ojos llenos de belleza y emociones que escapaban de su comprensión provocaba que luciera de forma más hermosa, llena de una curiosidad que siempre me había mostrado con sus palabras y acciones. Era una mujer hermosa llena de sentimientos aún más hermosos, su alma parecía querer entender la vida y la muerte. Presentía que el paseo había movido algo en ella y ese era el motivo que impulsó un sentimiento que no lograba descifrar.

-¿Sí? ¿Ocurre algo? Puedes contarme qué ocurre, sabes que yo te ayudaré.

Tomé su mano guiándola hasta uno de los bancos que allí se disponían a lo largo del sendero, sentados allí entrelacé mis dedos con los suyos mientras la contemplaba. Era una rosa en medio de la oscuridad, una rosa blanca que se abría con la belleza de la naturaleza. Besé sus labios de forma suave, dejando que los míos tan sólo la acariciaran. Podía sentir que dentro de aquella flor que había germinado en la tierra, la misma que defendíamos, poseía ciertos sentimientos que ella misma debía ir narrando.

-Olivia, no temas. Sabes que te amo y puedo hacerte comprender qué ocurre.

Nuestras manos lucían unos anillos que significaban más allá de un simple respeto, muestra de afecto y amor. Era una promesa de cuidarla, respetarla y mantenerla a mi lado por el resto de nuestra existencia. Ella aún desconocía su simbolismo, sin embargo deseaba que fuera comprendiéndolo mientras nuestros sentimientos se hacían más fuertes. Brillaban en aquella oscuridad, como ella brillaba para mí pese a sus alas cubiertas con el luto del rechazo de Padre.

Sus palabras esclarecieron mis dudas, una leve sonrisa se formuló en mis labios mientras que mis ojos la contemplaban atentamente. Podía sentir sus sentimientos cubrirla como si fueran cálidas cobijas. Decidí soltar nuestras manos para llevar las mías a su cintura, con un gesto delicado, aunque rápido, la coloqué sobre mis piernas, rodeándola de esa forma con mis brazos. Podía sentir su cuerpo algo más caliente que el mío, su aroma corporal y el de los geles que había comprado para ella.

-¿Deseas ser madre?

Pregunté comprendiendo su sentimiento. Desde que había bajado a este mundo para ayudar a los enfermos, a todos y cada uno, colaboré con varios partos en medio de los caminos. Las mujeres lloraban, gritaban y golpeaban a sus esposos enfurecidas por los dolores del parto. Sus frentes perladas de sudor, sus labios entreabiertos y sus dientes apretados mientras ellos se mareaban, lloraban o simplemente rezaban, era un espectáculo que me causaba cierta curiosidad. Si bien, cuando los niños nacían gracias a mi ayuda, los cuales comenzaban a llorar nada más sentir el frío o el calor de la intemperie, mis sentimientos se volvían fuertes y llenos de deseos. Yo deseaba ser padre desde mucho antes de conocernos. Padre me permitió tener la posibilidad de sentirme cerca de esa emoción.

Marta quedó embarazada y mis sueños, el más fuerte y persistente de todos, se cumplía. Pude contemplar como su vientre crecía, sus caprichos y cambios de humor así como sus piernas hinchadas, era parte del ciclo de la vida. Sabía que la vida que llevaba era un regalo de Dios, me sentí bendecido. Había rogado a Dios en más de una ocasión el ser padre, aunque fuera tomando a un pequeño para cuidarlo y adiestrarlo como un seguidor y difusor de la palabra divina. Sin embargo, había sido rechazada mi propuesta hasta ese momento.

Recordé como Marta tejía ropa para el pequeño, decía que sería un hermoso guerrero. Yo había creado una cuna con mis propias manos, poseía conocimientos de carpintería. Sin embargo, pronto me vi privado de todo. Cuando tan sólo quedaba unos días, para tenerlo entre mis brazos, mi sueño se esfumó. La guerra sobrevino y ella murió junto a nuestro hijo. Dio su vida por mí, tal y como Dios tenía planeado. Perdí todo lo que había soñado, una mujer que me amara y un hijo al que cuidar.

La virtud de la Templanza, David, me hizo ver que quizás fue un castigo divino. Dios me quiso explicar que no debía desear algo humano, pues no era un humano. Sin embargo, siempre había creído que fue una bendición el poder tener esos días junto a Marta y aquel pequeño que jamás nació.

-Podemos ser padres, será una bendición.