Cazador cazado...(?)Privado

-Te lo dije, Kitty, el minino necesita correa...- masculló la pelirroja sin levantar demasiado la voz para no alertar a nadie, mientras se movía sigilosamente por el lugar.
"Que no! no esta bien atar a nadie, no puedes obligar a nadie a amarte, lo único que puedes hacer es dar lo mejor de ti para generar esos sentimientos en el otro, pero sin obligarlo. Ya conoces la frase: si lo amas dejalo ir, si vuelve es porque también te ama" Kitty respondió en su cabeza, haciendo que Yoko sintiese ganas de vomitar arcoiris.
-Kath...es un puto tigre, no jodas! no va a volver a menos que tenga com... ahí esta!- corrió intentando alcanzarlo pero sin asustarlo ni hacer demasiado ruido para no alertar a nadie, prácticamente lanzandosele encima al ver que intentaba huir... o jugar, o quien sabe...-te tengo! gato malo, no puedes escaparte así... que tal si te llevan a un zoo... o de nuevo a un puto circo...- lo regañó suavemente pero sin poder evitar acariciarlo y medio comérselo a besos.

Spoiler:

Me encontraba en el interior del hospital, buscándolo, necesitada de sus consejos. Sin embargo, nuevamente no estaba, ¿dónde se metía?

"Disculpe, ¿sabe de un tipo llamado Alexandre Escamilla?" Había preguntado a casi todos los indigentes que allí se refugiaban, sin que nadie supiera darme alguna respuesta. Simplemente, como siempre, nadie sabía quién era aquel hombre que se hacía llamar mi protector.

Cabizbaja y un poco irritable, me fui a mi cuarto en la tercera planta en busca de mi Colt y mi navaja, iría a cazar. Necesitaba algo de dinero para comprar balas y, aunque aquí la comida era gratis, prefería conseguir la mía con algo más de esfuerzo. Bajé las escaleras del hospital a la carrera y una vez abajo, salí por la puerta trasera, ya que allí siempre, entre los callejones, se encontraban buenas presas dignas de una buena pelea conmigo.

¿Que por qué no mataba a los vampiros y los lobos que residían en el hospital? Fácil, no había honor en ello. Eran seres cobardes, heridos, temerosos, débiles. Y aunque habían excepciones, era parte de las reglas del hospital.

Una vez afuera, cargué la Colt y revisé que llevara el puñal encima. Tras esto, me puse en marcha callejón adentro, con paso ligero, poco audible, usando las sombras para ocultarme de cualquier potencial presa.

Volvió a salir del lugar antes de que la descubrieran con su gatito en brazos, usando su propia campera para cubrirlo a pesar de que no tenía mucho abrigo y el frío le calaba los huesos. Se sorprendió un poco al ver una chica acomodando lo que parecían armas, por lo que decidió esperar para no ser vista. No quiso arriesgarse con el minino en brazos...
Bueno... no quería arriesgarse, pero ahora que la había visto no podía evitar la curiosidad y como no fuera detrás de la chica iba a morir sin saber, cosa que no parecía buena idea. Comenzó a seguirla procurando moverse sin hacer ruido, haciendo uso de toda su agilidad luego de años en el circo, consciente de que si la rubia decidía atacarla, el pobre tigrecito sufriría las consecuencias.

-shhh, bonito... no te preocupes, no pasa nada-susurró lo más bajito que pudo, suponiendo que la rubia no podría oírla.

Caminaba alerta, sintiendo otra presencia cerca y fingiendo no darme cuenta, hasta que aquel susurro suave me hizo girar y apuntar con la Colt a aquella figura que se ocultaba entre las sombras. Mi mirada enfocó lo que parecía ser una mujer joven, cargando un pequeño bulto entre sus brazos.

-Muéstrate o desearás jamás haber aparecido en mi camino -susurré con voz fría, cortante y autoritaria. Tenía el ceño ligeramente fruncido, las piernas separadas para un mayor equilibrio al sujetar el arma, y mi pulso, firme, denotaba una total seguridad.

¿Una presa tan pronto? No me lo esperaba, pero sí me era agradable. Aunque... ni tanto, tomando en cuenta de que cazar también me distraía de pensar en cierto desaparecido de la vida de quien nadie sabía nada. Escamilla...

La pelirroja maldijo mentalmente y también lo hizo en voz baja, apretando contra su cuerpo al del "minino" y con el cerebro a mil buscando la forma de salir de ahí sin que el tigrecito sufriera ningún daño. Descartó la idea de dejarlo en algún rincón para molerse a golpes con la rubia antes de que se tentara demasiado, solo porque no estaba segura de que no le hiciera tantos agujeros, ni que estos le permitieran poder llevarse de ahí al cachorro.
Al final, no le quedo otra más que intentar calmarla-oye, espera... no dispares...- pidió con "miedo", parándose donde le diera la luz no sin antes ocultar al cachorro esperando que no lo hubiese visto. No tenía ni idea de qué decirle, sobretodo porque no tenía muchas ganas de hablar sino más bien de ver que tan buena era peleando la rubia... -yo... yo... estaba viendo si por aquí es donde Elvis Presley daba autógrafos-
Ok, vale... esa no había sido la mejor de las explicaciones. Sobre todo teniendo en cuenta que no estaba segura si el tal Elvis seguía vivo... Aunque habían rumores que lo confirmaban...

Creo que mi poker face... fue épica. ¿Qué clase de...? Ok, olvídalo Luth, no te desconcentres, me dije a mí misma, sin bajar el arma y acercándome a la chica pelirroja con paso firme, deteniéndome a prudentes dos metros de ella. No parecía a simple vista ser nada más que una humana... inútil humana. Suspiré bajo y alcé una ceja, mirándola.

-Vale, y por curiosidad... ¿es la excusa más inteligente que se te pudo haber ocurrido? -Le pregunté con voz y gesto arrogante, notando que ya no llevaba aquel bulto que había vislumbrado a lo lejos-. ¿Qué es lo que ocultaste? Habla si no quieres que llene de agujero ese bonito rostro tuyo... -tras decir aquello, con una mueca burlona, la observé sin disimulo alguno de arriba a abajo. No estaba mal para una pelirroja...

La rubia se acercó mostrando la misma seguridad de alguien que sabe que podría aplastarte con un solo dedo, algo que Yoko no veía muy a menudo y eso le gusto. No solamente era bonita sino que además parecía peligrosa, la cuestión ahora era si solo se trataba de una mera apariencia o de verdad tenía que cuidarse de la rubia.
Ignoró la primer pregunta demasiado ocupada en sopesando la posibilidad de ver que tan peligrosa era la chica sin su arma- tu mamá no te dijo que no es de buena educación apuntar a la gente con un arma?- sonrió divertida luego de darse cuenta que acababa de hablar como Kitty- eres alguna especie de delincuente juvenil? apuesto a que no te ves tan valiente sin la pistola
Sabía que no debería provocarla, pero... la chica le caía bien. Mejor aún, le estaba gustando esa rubia, a pesar de que le ponía nerviosa el que se hubiera percatado de su minino.
-Lo siento mucho, no puedo contarte qué era. Si lo hiciera tendría que matarte- sonrió como angelito, sin amedrentarse por la amenaza. Ignorando la vocecita que le decía que no debía subestimar a sus oponentes.

Alcé una ceja, divertida ante sus provocativas preguntas, sonriendo de lado mientras volvía a acercarme a ella. Ante la mención de mi madre, en mi rostro se había formado una sonrisa siniestra y, desviando la mirada de ella hacia el cielo, aguantando un poco las carcajadas que me invadieron, disparé en su dirección. Justo a unos escasos milímetros de su mejilla, aunque la bala no pudo haber siquiera su piel. Mi precisión con el arma era... excepcional.

-Esto es lo que mi amada madre me enseñó -Tras esto, guardé el arma en mi cinturón y cogí su rostro con confianza, mirándola directo a sus enormes ojos-. Y que te quede claro, que te enteres de que soy cazadora -murmuré en voz baja, fría, para a continuación soltarla con brusquedad y dar un par de pasos hacia atrás.

Con cuidado me quité los guantes blancos de las manos; esto prometía ser divertido- ¿Quieres apostar al peligro, muñeca? -Pregunté de forma retadora, apoyando la espalda contra la pared cercana.

Se sobresaltó por el sonido del disparo, preocupándose más porque el tigrecito también se había asustado que porque la bala estuvo cerca de volarle los sesos. Intentó calmar con caricias al gatito sin que la rubia se diera cuenta, distrayéndola con más huevadas-Joder... que buena madre tuviste!- exclamó. Vale, si estaba algo sorprendida. Aunque teniendo en cuenta que su madre tampoco fue muy... normal que digamos...

La fulminó con la mirada en cuanto la rubia la tomo del rostro, si bien... acababa de calentarse con ese gesto, su orgullo le impedía dejar que la otra chica se saliera con la suya tan rápido-- ajam, cazadora... seguro. Sabes? no voy a creerte semejante estupidez solo porque sepas manejar un arma, y luego dices que mis excusas son idiotas? - respondió en tono burlón, preguntándose donde dejar al tigre para poder bajarle los humos... o subírselos más, aún no estaba segura de qué quería.

-Por favor, rubia, yo siempre apuesto al peligro - tuvo que morderse la lengua para no soltar la carcajada al ver como se quitaba los guantes-bien pensado... haré que te ensucies bastante- sonrió señalándolos con la cabeza

Me sonreí casi de forma macaba tras su burlón comentario, guardando con calma y cuidado los guantes en los bolsillos de mi chaqueta; no debía perderlos puesto que aquel era un material muy difícil de conseguir, y la Talamasca no me daría otros a menos que me volviese a presentar en sus instalaciones.

-Me gusta tu actitud desafiante, aunque no sé si es valentía o estupiez. Espero comprobarlo -comenté, quitándome el cinturón con las armas y dejándolo a un lado junto a mi mochila, lo más ligera y limpia posible para una buena lucha cuerpo a cuerpo-. Ven aquí, bonita. Espero divertirme contigo -le dije con tono retador y burlón, haciendo tronar los huesos de mis delgadas y finas manos.

Aprovechó que la rubia dejaba sus cosas a un costado para hacer lo mismo y poner en un lugar relativamente seguro al minino, rogando para que no se le diera por querer salir ahora- hablas demasiado... necesitas que te pateen el culo de vez en cuando- comentó más preocupada por acomodar su abrigo de manera que el tigre no se dejara ver, pero tampoco se asfixiara-descuida, yo te haré el favor gratis - volvió a ponerse de pie con una sonrisita, sin caer en la cuenta de lo raro que había sonado eso último.

Caminó acercándose lentamente con las manos en las caderas, sin dejar de verla de arriba a abajo, un poco preguntándose que tanto sería capaz de hacer la rubia engreída, y otro poco baboseándose mentalmente-oh... lo harás, nos divertiremos mucho, solo espero no ser demasiado ruda para ti. Una vez dicho esto, se lanzó hacía adelante amagando a golpear su rostro con la mano izquierda a modo de distracción para golpear su estómago con la rodilla sin "interrupciones" y preparando la derecha para frenar cualquier golpe de parte de la rubia al mismo tiempo. Aun así tenía la esperanza de que no le fuera tan fácil ganar, hacía tiempo que no tenía una buena pelea.

Fue sencillo. Podría decir que por instinto esperaba aquellos golpes, aquellos movimientos de parte de la pelirroja. Tal vez la posición que tomó, la forma en que se movía e inclusive la posición de sus pies. Con movimientos rápidos incluso para un ser humano común, me moví esquivando sus golpes y deslicé mi pierna bajo sus pies, haciéndola caer y tumbándola en el suelo irremediablemente.

Estaba acostumbrada a la lucha cuerpo a cuerpo con vampiros y licántropos, pues así fue como me habían entrenado, dejándome sola en medio de los bosques rusos y liberando a las criaturas más salvajes y sedientas. Por algo mi familia había sido tan famosa cuando vivía mi apellido, y era por sus métodos de entrenamiento extremos.

Me hice a un lado viendo a la pelirroja en el suelo y me apoyé en la pared con gesto despreocupado, observándola con una socarrona sonrisa, pasando los ojos sin pudor por su bonito trasero. Todo un desperdicio esa linda chica-. Vamos, arriba nena, que ya luego me deleitaré con tu lindo traserito.

Se sorprendió ante la rapidez de la rubia, sin importarle demasiado el terminar estampada contra el piso. Era consciente de que había subestimado un poco a la rubia y ese terminaba siendo un error fatal, pero se había acostumbrado a que sus contrincantes la desilusionaran continuamente por lo que no se molestaba mucho en hacer uso de su agilidad. A menos que tuviera muchas ganas de humillar al otro...
De todas formas, tenía la sospecha de que esta vez le iba a costar un "poco" patearle el culo a la rubia. Aunque mirándola bien, no estaba segura si quería patearlo, o hacerle otras cosas...

-Te gusta lo que ves?- sonrió poniéndose de pie, antes de apretujarse el trasero y mirarla divertida-lo quieres? por qué no vienes a buscarlo?- Ok, acababan de estrolarla contra el piso y quizás no era la más inteligente de las ideas provocarla, pero... Empezaba a tenerle ganas en serio a la rubiecita del demonio y el juego era divertido.

-No eres suficiente para mi -respondí sin dejar de sonreír, acercándome con pasos lentos y medidos, analizando velozmente cada movimiento suyo. La rodeé como hace un felino con su presa, cual depredador hambriento que se deleita con la previa observación para luego atacar con ferocidad. "Lo la subestimes", susurraba aquella molesta vocecita en mi cabeza que la gente suele llamar conciencia, recordándome experiencias previas. Nunca debía subestimar a mis contrincantes, aunque fueran unos simples humanos inútiles. Aquel era el verdadero arte de la lucha y el éxito.

-Vamos gatita, inténtalo de nuevo -la reté, deteniéndome frente a ella, tomando un mechón de su cabello y mirándola directamente a los ojos con aire de superioridad y arrogancia.

-Awwwwwww, pobre rubia no vayas a contagiarte nada raro de mi- prácticamente se le cagó de risa en la cara, a pesar de que una pequeña parte de ella se sintió algo ofendida y juraba venganza.

La dejo pasearse a su alrededor aunque sin perderla de vista, aprovechando de paso para echar una mirada a su abrigo de la forma más disimulada que pudo, y asegurarse que el tigrecito seguía oculto, mientras se cruzaba de brazos y preparándose para un posible ataque.
Alzó una ceja al ver como la provocaba de nuevo para que fuera ella quien diera el primer paso y le apartó la mano de su pelo de un manotazo-y por qué tengo que ser yo la que ataque? estas muy cansada que no puedes hacerlo tu?- protestó de la misma forma en que lo haría si la mandaran a limpiar su habitación.

-Vamos nena, te doy la oportunidad de que me tumbes, no quiero partirte el trasero tan rápido -respondí, apartándome y empezando a liberar el poder en mis manos, haciendo tronar los nudillos para luego y de forma rápida, lanzarme contra ella depositando las manos en el suelo y dirigiendo una patada directo a su pecho.

No me detuve a ver si había dado en el blanco o si ella de alguna forma lo había esquivado. Apenas toqué el suelo con mi pie derecho, lancé un puñetazo hacia su vientre que en condiciones normales hubieran tumbado a una persona. Y entonces, usé las manos. La estreché contra mí como suelen hacer los vampiros cuando beben de sus víctimas, y extendiendo las palmas sobre su espalda, empecé a absorber cual vampiro su vida, su energía, su vitalidad...

-Mentiras! tu lo que quieres es justamente eso, romperme el trasero, y no a patadas precisamente. He visto como me miras, no intentes negarlo! te mueres por darle una probadita- exclamó divertida, antes de dar un paso atrás al verla moverse. Espero hasta tenerla cerca para esquivarla dando un giro hacía el costado que parecía más de danza clásica que de pelea, usando el mismo truco para esquivar el puñetazo también y mareándose en el proceso.

Maldijo por lo bajo tambaleándose sin ser capaz de esquivar el.... abrazo?- eres bipolar o qué? intentas atacarme y luego te pones cariñosa? quieres que te de un par de minutos así decides?- la miró divertida antes de aprovechar la cercanía para cobrarse eso de que "no era suficiente" para ella y morderle el cuello con fuerza para sacársela de encima.
Frunció el ceño ante el repentino cansancio, pero no le dio demasiada importancia y decidio que era culpa de la falta de café y/o chocolate, nada que no pudiera solucionar más tarde.

Aquella mordida suya me hizo gemir bajo, y renovó mis ganas de apoderarme de su vida cual vampiro energético. Pronto sentí que su cuerpo desfallecía y que sus piernas empezaban a ceder, y al morder yo también su cuello para vengarme por eso, noté cómo palpitaba su arteria debido a la presión de mi poder sobre su corazón. Sería cuestión de minutos para que cayera muerta, pero lo que yo quería era divertirme, así que cuando hube absorbido buena parte de ella, la dejé caer al suelo y me aparté,dirigiéndole una mirada de superioridad.

-¿Cariñosa? No te emociones, aun estamos solo calentando -dije, sobándome las manos para quitarme la sensación de pinchaso, como miles de agujas, que atravesaban mis palmas. Lo mismo que ella debería sentir en su espalda, donde había depositado mis manos-. Ni que fueras la gran cosa -tras decir esto, le di una fuerte patada en la cabeza capaz de dejarla aturdida.

Sonrió mentalmente al oír el gemido a pesar de que no consiguió sacársela de encima, para luego comenzar a forcejear contra ella cayendo en la cuenta de que lo del café y el chocolate estaba convirtiéndose en una necesidad urgente. Iba a probar con un golpe cuando sintió los dientes de la rubia clavándose en su propio cuello haciéndola soltar un grito y sonrojarse un poco. Buscó de forma frenética en sus recuerdos cuando había sido la última vez que había comido algo, o que había tomado café, o se había atragantado a dulces y chocolates. Estaba perdiendo fuerzas demasiado rápido, ni siquiera recordaba si le había pasado antes, y en medio de una pelea no era algo bueno.

Cayó al suelo cuando la rubia la soltó poco después del intercambio de mordidas- qué mierda fue eso?- ignoró olímpicamente sus palabras y la fulminó con la mirada al notar miles de pequeñas agujas allá donde sus manos estaban apoyadas en su espalda, sintiendo al mismo tiempo como la sangre abandonaba su rostro cuando noto que el tigre se revolvía dentro del abrigo para salir, probablemente alertado por su grito. La distracción fue suficiente para que no viniera venir la patada y que esta le diera de lleno en el rostro, tirándola al suelo y prácticamente noqueándola.

Movimiento. Lo mismo que distrajo a la pelirroja llamó mi atención, y ya que le había dado su merecida paliza... Me aparté de ella dejándola en el suelo, acercándome hacia el bulto que era su abrigo. Algo se movía bajo éste, lo que ella había ocultado de mí. ¿Un cachorro de lycan, tal vez? Guiada por mi curiosidad destapé aquel bulto, descubriendo a... mmm... ¿cómo se llamaban? ¿Tigres? Por lo que sabía, esa especie se había extinguido hacía ya dos siglos.

-Hola, pequeño... -susurré, tomando al felino entre mis brazos con cuidado y girándome a ver a la pelirroja tirada en el suelo-. No me digas que esta tipa te secuestró... -comenté, mirándola con el ceño fruncido. El pequeño animal mordisqueaba mis dedos juguetonamente y movía su cola,algo inquieto.

Me incliné junto a la chica y le di algunas palmadas suaves en la mejilla, esperando que volviera a reaccionar tras el aturdimiento-. Hey, mírame, ¿de dónde sacaste este animal? -Le pregunté con voz ruda. Acaricié con cuidado la cabeza del animal, notando la suavidad de su pelaje y concentrándome al máximo para mantener controlado mi poder.

Podía oír los gritos desesperados de kitty dentro de su cabeza, pero tardó varios segundos en entender lo que sucedía. Sentía el cuerpo demasiado cansado, como si hiciera siglos que no ingería comida ni dormía... lo cual no sería nada raro, pero no concordaba demasiado con la sensación de peligro y urgencia que tenía encima.
Abrió los ojos en cuanto escuchó la palabra tigre al mismo tiempo que la rubia golpeaba su mejilla buscando su atención. Intentó enfocar la mirada teniendo una leve idea de lo que sucedía y luchando por incorporarse, si le pasaba algo al gatito no iba a perdonárselo jamás- atrévete a hacerle daño y juro por todos los putos dioses que te arrancare la piel a tiras y te ahorcare con tus propias tripas- siseó sacando un instinto maternal que ni sabía que tenía. Aunque ahora que miraba bien, la rubia no parecía tener intención de hacerle daño... al menos no por la forma en que lo acariciaba, de todas formas no quería arriesgarse.

Se sentó sintiendo que no iba a aguantar otro enfrentamiento, rogando para que fuera cierto eso de que una mujer era capaz de levantar un camión solo para salvar a su hijo. Iba a necesitar esa adrenalina para quitarle el tigre a la maldita rubia del demonio-no es de tu incumbencia, dámelo - masculló.

-Qué bellas palabras, me llegan al corazón -dije con sarcasmo, apartándome de ella y caminando a su alrededor. Noté que de su nariz y de su labio salían dos pequeños hilillos de sangre y que su mejilla estaba hinchada, tal vez me había pasado un poco de la raya. Debía recordar que los humanos eran más débiles y mucho más frágiles que los vampiros y los licántropos contra los que acostumbraba a luchar.

-¿Que te lo dé? Estás loca, ni siquiera eres capaz de cuidar de ti misma -dije de forma fría y cruel, acercándome a recoger mi cinturón, mis armas y colocándome los guantes. Había dejado el felino junto a mí y éste miraba a Yoko fijamente, tal vez atraído por el olor a sangre. ¿Cuánto tiempo hacía que no se alimentaba como correspondía? Misma pregunta para la chica-. Mira, no es nada personal, me pillaste de mal humor. Pero este animal es mi nuevo trofeo, así que... ¡despídete! A menos que te puedas levantar y venir conmigo.

¿Por qué le ofrecía a aquella chica acompañarme? Seguramente porque la consciencia no me dejaría tranquila si moría allí. En cualquier caso, prefería llevarla al hospital St Albert y que al menos alguien se ocupara de ella, aunque lo que menos hubieran allí fueran médicos.

Yoko puso los ojos en blanco ante el comentario sarcástico sin molestarse en responderle, todavía no confiaba en su cuerpo y prefería guardar sus fuerzas por si tenía que salir en rescate del minino. Agradecía de todo corazón no ser el tipo de persona que se preocupaba por su apariencia porque por el dolor que sentía en en el rostro no dudaba que éste se estuviera poniendo muy feo.
Apartó los pensamientos a un lado cuando el segundo comentario de la rubia dio de lleno en su orgullo. No podía negar que tenía razón y se odiaba a si misma por eso, quizás la rubia no fuera a hacerle daño al gatito, y rogaba a dios que fuera el caso, pero si se hubiese encontrado con alguien más peligroso probablemente estarían muertos los dos.

Clavó la mirada en el tigre pero no se gasto en llamarlo, la rubia lo detendría antes de que diera el primer paso y tampoco quería angustiarlo más. Pero definitivamente no iba a quedarse de brazos cruzados mientras ella se lo llevaba, aunque no supiera qué hacer exactamente para evitarlo.
Golpeó el suelo con el puño izquierdo, maldiciendo mentalmente al darse cuenta de que probablemente se acababa de romper algo, pero tomando fuerzas del dolor para mantener a raya el cansancio. Sentía como el alma se le había ido a los pies cuando la rubia le dijo que se despidiera y fue esa sensación la que la ayudo a ponerse de pie.
-Y adónde pretendes llevarnos?- masculló, aunque no le importaba, pensaba seguir al tigre al puto infierno si era necesario-y te equivocas, no estaría vivo si no fuera capaz de defenderlo- agregó haciendo alusión a cuando lo encontró, aunque la rubia no pudiera saberlo.

-Claro, has tenido suerte. Si yo fuera un cazador común, ya habría matado a tu mascota y habría vendido su piel al mejor postor -comenté, sacando un pañuelo blanco del bolsillo y sin más, pasándolo por el rostro de la pelirroja, limpiando su sangre con algo de brusquedad. Lo que menos necesitaba ahora era que un vampiro hambriento se me atravesara en el camino-. Límpiate bien, no necesito una carnada andante de momento.

-Iremos a donde yo vivo -dije para luego suspirar. No era una de mis mejores ideas, pero bueno. Ya luego podría culpar al desaparecido de Alex por mis ataques de culpabilidad. Sin más y aún con el tigre en brazos, empecé a caminar por los callejones conocidos en dirección al refugio, sin detenerme a ver si ella me seguía o no. Estaba más preocupada por que ningún vampiro ni demonio se nos apareciera que por otra cosa-. Vamos, ¿puedes caminar? ¿O también tengo que cargarte hasta el cuarto de bodas?

-Si tu fueras un cazador común y te hubieses atrevido a tocarle un puto pelo al tigre, tendrías tus intestinos alrededor de tu cuello- masculló consciente de que su voz estaba sonando tensa. Quizás no tuviera la fuerza suficiente para meterse con alguien menos "simpático", pero cuando tocaban a algún miembro de su familia- y le chupaba un huevo si el tigre no hace tanto que esta con ella- la fuerza era lo último que le importaba.
Dio un paso atrás al verla acercarse, gruñendo levemente cuando comenzó a limpiarle la sangre, pero de todas formas hizo lo que le pidió no porque ella lo dijera, ni porque tuviera mucha idea de a qué se refería con eso de carnada andante "cómo si los vampiros fueran a salir de la nada... No me crucé un puto chupasangre en la vida y vivo desparramando mi sangre por ahí, no creo que me lo cruce ahora", sino porque... No tenía idea. Tal vez porque no tenía fuerzas para discutir o negarse, tal vez para terminar con el asunto de una maldita vez.

Fue en busca de su abrigo y tuvo que apoyarse en la pared para recogerlo porque no confiaba demasiado en su cuerpo. No tenía idea de que mierda le había hecho la rubia, pero... había sido demasiado efectivo.
-Que quede claro que no vas a quedarte con MI gato.- declaro jadeando un poco por el esfuerzo que evidentemente le tomo agacharse a recoger el puto abrigo-que ahora no pueda hacerte frente no significa que en cuanto recupere mi fuerza no vaya a intentarlo de nuevo
"No vaya a intentarlo de nuevo"?! De dónde mierda había salido el sentido del honor? y qué coño se creía que hacía apareciendo justo ahora? De seguro era culpa de la rubia. Ella tenía la culpa de todo.

-Y ya quisieras tu disfrutar de la luna de miel...- sonrió muy a su pesar, definitivamente el golpe le había afectado o no estaría respondiendo a sus provocaciones de esa forma. Maldita rubia!