La sangre hierve de nuevo (Priv)

Uriel se presentó en aquel lugar, oculto, casi escondido entre las colinas, uno de los tantos escondrijos de la Bloody Rose. No era el momento de ser escrupulo buscando aliado para la guerra que se acercaba ni tampoco estaba de más tantear el terreno en cual se iba a mover a medida que transcurrieran los meses. De momento, sus filas se iban mermando a medida que sus hermanos iban cayendo una tras otro, algunos porque simplemente abandonaban sus responsabilidades con la rabieta de un niño pequeño y otros porque pecaban aunque luego se escudaran en otro argumentos que les permitieran conciliar el sueño durante las noches, alejados de la gracia de Dios. Uriel ni siquiera había hablado con ellos, le rehuían como si le temieran, pocos tenían el valor de afrontar la verdad y si la escuchaban, seguramente darían un buen discurso sobre sus razones, la mayoría de sus hermanos eran sobresalientes en oratoria. Él no, a veces ni quería ni hablar ni escuchar, se limitaba a observar hasta que su paciencia se agotaba.

Darius era uno de los líderes de la organización, quizás uno de los misteriosos y menso público, se guardaba sus razones aunque continuaba dirigiendo todo desde las sombras. No se implicaba directamente en ninguno de los juegos que estaban acontenciendo en la ciudad de los Ángeles, seguramente estaba estudiando todo, desde los movimientos de Caim, que continuaba con su imperio de drogas, corrupción y sexo pagado hasta los Thorns con su lider, por supuesto que sabía quien era, desde el Cielo se veía perfectamente todo, en el centro mismo de la ciudad de Plata, donde habitaban los ángeles, existía una laguna que les permitía ver todo lo que acontecía. Nada escapaba a los ojos del cielo por mucho que aquellos mortales se empañaran en creer lo contrario, ellos eran niños a los ojos Uriel pero niños peligros en algunos casos.

El lugar estaba entre dos colinas, era una mansión cuya parte de la fachada daba al exterior aunque gran parte de la construcción estaba dentro de la tierra. Uriel se presento vestido de negro, con una cazadora de cuero, sin arma, esperaba no necesitar su espada en aquel lugar, no había venido a luchar, si ese fuera el caso, estaría vestido con su armadura de pies a cabeza. Una cámara lo enfocó mientras se acercaba y tocaba al interfono de la entrada, pediría audiencia con Darius, lo había a la forma mortal y sin violar tu santa sactorum, aquella mansión era su hogar, no podia hallanarla sin y esperaba ser bien recibido.

Se decía cuando penetraban en el Cielo no debía temer mas que aquel mal que uno llevara consigo porque allí se volvería contra ti, por eso los demonios no podían entrar en el cielo, terminaban luchando consigo mismos y devorándose. Y de la misma forma él no traí mal alguno, ni perversidad, estaba allí con el corazón abierto y sus convicciones como si fueran su espada. Uriel no sabía mentir, tampoco disimular, era transparente, directo y no daba pie a equivocaciones, no creía que solo las palabras fueran a cambiar nada porque a grandes males, grandes remedios. Su ejército, antes Legión, se reducía, se quedaba sin sus principales caballeros, sin los mejores guerreros, sin aquellos cuyo corazón estuviera encomendado a la destrucción de los demonios y aunque no reclamara nada, Uriel sentía que aquella batalla ser perdía y mucha responsabilidad recaía sobre sus anchos hombros.

Las grandes puertas se abrieron y Uriel las atravesó, ambos lados del pasillos, los perros lo miraban, notaban su naturaleza celestial con claridad, uno de los grandes mastines se aproximó y Uriel alargó la mano, sus dedos acariciaron el enorme cráneo con suavidad, el animal se sento sobre sus cuartos traseros, la larga lengua rosada asomó entre los colmillos-buen guardián.-Uriel retiró su gran mano y continuó avanzando, a su espalda la puerta se cerró, sumiendo todo en una oscuridad agobiante pero solo durante unos segundos porque en el suelo se prendieron unos pequeños leds que lo condujeron hacia arriba, subió unas escaleras y otras puertas se abrieron, dándole acceso a una sala.

Era enorme, a modo de gran salon, con un estilo entre ecléptico y morderno, con una gran pantalla de television, un bar al fondo con su propia barra, sofas y alfombras muy peludas. Todo en colores rojos, negros y dorados, llamativo y que parecía latir extrañamente para su visión. Se detuvo justo en medio, ladeó el rostro cuando a sus espaldas se abrió una puerta y un muchacho salió por ella, sí, parecía un muchachito delgado y poco corpulento, Uriel a su lado se vería enorme y robusto aunque proporcionado, lo vio avanzar con la naturalidad de un gato, mirándolo de arriba abajo.

-Lamento si te he molestado pero necesitaba conocerte...a veces las meras visiones no bastan-la voz de Uriel era profundamente masculina, sus ojos azules lanzaron unos destellos plateados mientras prendían a los orbes de Darius- Soy Uriel, arcángel, lider de los caballeros del cielo.-hubo en otros tiempos que pronunciar esas palabras lo llenaron de un profundo orgullo familiar pero ahora...ahora todo era distinto.

Uriel poseía ese aspecto imperturbable que en muchas ocasiones desconcertaba, los ojos azules se posaron en la delgada figura de Darius, una de las cabezas visibles de aquella tríada. Su aspecto no delataba su poder, lo cual podria llevar a uno a tener confusiones, subestimarlo pero a Uriel, como a todo buen guerrero, no le gustaba subesmtimar a nadie, ni daba por hecho. Tampoco estaba allí para luchar, prefería tener una conversación larga, sabía que los líderes de otras organizaciones, por puro orgullo y necedad, se abstendrían de iniciar un diálogo con él. Bueno, estaba acostumbrado que lo evitaran, incluso sus propios hermanos. Se hizo a un lado cuando pasó delante de él, pudo captar el aroma que desprendía de cuerpo, había algo de alcohol, al parecer había estado ahogando sus penas en el fondo de una botella.

Posó los orbes azul plata en su espalda mientras se dirigia al fondo de la sala donde estaba la amplia barra, Uriel casi sonrió, que normal sonaba todo aquello, que lo invitaran a una copa pero era cierto que no quería ahondar en lo que le habia traido hasta allí sin antes empapar sus labios. Fue tras sus pasosn y se aproximó para sentarse en una de las altas banquetas pero antes se despojó de su cazadora, bajo ella vestía una simple camiseta blanca que se ajustaba a su musculoso torso-Vino..tinto

No le apetecía ni agua ni zumo, nada tan suave, su palada precisaba de algo más intenso. Lo escrutó mientras se movía detrás de la barra con naturalidad-Estás sufriendo de alguna forma..-Uriel no era de subterfugios, era directo como una flecha, en ocasiones rudo.-¿Realmente te encuentras en condiciones de hablar cosas importante o prefieres primero hablar de lo que aqueja tu corazón?

Uriel no sabía mentir ni tampoco disimular, no era del tipo de persona que se cobijara en las meras apariencias, tampoco esperaba un trato privilegiado cuando otros se dirigían a é, normalmente acostumbraba a hacer uso de un lenguaje militar, rudo e impartiendo órdnes. La diplomacia no era uno de sus puntos fuertes y lo admitía, para eso estaba otros de sus hermanos, aquellos dados a los largos discursos, a los sermones y las oraciones complejas donde podían a llegar a contredecirse a si mismos. Posó los ojos azul plata en la copa de cristal, observando aquel vino rojo como la sangre, muchas veces algunos de sus hermanos lo reprendían por su falta de de delicadeza, estaban al borde de una guerra, debería cuidar sus palabras...

-No puedo hablar contigo de una posibla alianza con los demonios si andas pensando en lo que ahora mismo te hace sufrir y que ahogues tus penes en vaso de alcohol o...-ladeó el rostro, mirando hacia una puerta que conducía fuera de aquella sala, hacia la zona de invitados de la mansión, donde sentía la presencia intensa de Peste, uno de los Jinetes-en los brazos de un hombre.-el tono de Uriel no denotaba censura, no era quien para decirle a nadie con quien practicar sexo, él no era la Castidad, era un arcángel guerrero, su finalidad era comandar las fuerzas del Cielo.

Estiró la mano y sus dedos rodearon el cristal, dio un largo trago y lo volvió de nuevo a colcar sobre la barra, la copa estaba completamente vacía-más, por favor.-se enderezó mejor en su asiento-Habla si crees que eso puede aliviar el peso, puedo escuchar, sé escuchar y guardar secretos, conozco mucho de muchos seres, algunos impotantes, otros...meras tonterías a las que se la demasiado valor.-se inclinó levemente hacia delante, mirándolo con sus intensos ojos-y después hablaremos de pactos, señor de Bloody Rose.

Uriel guardó silencio mientras escuchaba, sabía mucho de armas, de armaduras, de demonios, de estrategias de batalla, de fuerzas, de poderes y de la guerra que se avecinaba, tantos conocimientos que se acumulaban en su interior y a veces se encontraba que era un ignorante o un simple niño en otros asuntos. Las emociones de aquel tipo le resultaban incomprensibles, puede que en algún momento de su dilatada existencia estuviera próximo a sentir algo parecido pero lo cierto es que ....no entendá esos impulsos..¿ de verdad uno podía desear poseer a otro ser? tenerlo a su lado o sentir su dueño, anhelarlo de tal forma que quisera unir su cuerpo...¿era eso posible? Uriel frunció el ceño.

-No sé si eso es patético-la voz de Uriel era grave pero ahora más suavida, teñiada de una extra tonalidad de desconcierto, duda o sorpresa-Pero a veces no comprendemos lo mucho que queremos algo hasta que no está entre nuestras manos..-eso sí lo había experimentado aunque siempre prefería aislarse de esos sentimientos, no quería ser herido desde dentro, no se lo podía permitir-¿es esa persona más feliz ahora?-sus orbes azul plata recorrieron sin pudor el rostro de Darius, directamente, no tenía nada que esconder de aquel hombre.-¿tu sacrificio mereció la pena?-uno sufría, se dolía, agonizaba si era necesario y si eso...da a otros lo que necesitaban en cierta forma.

Él ya se consideraba en cierta forma sacrificado, quizás hasta condenado pero no tenía miedo, el destino ya estaba decidido desde el momento que aceptó ser el lider de los caballeros del cielo-Si esa persona ahora es ..libre y está protegido..entonces más amor que ese no puede haber en este mundo.

Uriel guardó silencio de nueov, ser silencioso era algo que se le daba muy bien, era una criatura que estuvo siglos y siglos, solo, delante de las puertas del Infierno, sin nadie con quien conversar, sin nadia con la cual da rienda a pensamientos o emociones, fue quizás ahí donde se volvió más hermético y reservado, aislado del contacto de sus hermanos y manteniendo una vigilia de varios siglos enteros, quieto, apenas moviendo las plateadas alas a su espalda.

Ladeó el rostro y sus poderosos dedos acariciaron el cristal de su copa, despacio-A veces desearímos tomar las decisiones de nuestros hermanos por ellos...-susurró-creen que los amamos menos o somos crueles si hacemos algo que ellos les causa un dolor a pesar de que por su bien..-sonrió de forma extraña-pero cuando son adultos ellos deben elegir como equivocarse y aunque intentes salvarlos..a veces solo podemos esperara que vuelvan a nuestros brazos cuando han sido heridos.-Uriel de repente se puso en piel, algo turbado, aquello se parecía a lo sucedido con sus hermanos caidos, eran unos traidores...todos ellos pero fueron sus hermanos largo tiempo pero jamás se atrevieron a hablar con él, le tenían miedo, seguramente. ¿Era acaso un mal ángel o un mal hermano por haber permitido que cayeran?

-..Creo que has diferentes formas de amar, una es directamente, cogiendo, tomando..y otras, sutilmente, esperando, deseando y siendo pacientes.-alzo la vista hacia él-y ahora te ha tocado esperar, Darius.

Uriel se miró las grandes manos que sostenían la frágil copa de vino, consciente que no era nada conversador y que quizás fue la comunicación lo que falló con sus hermanos antes de que estos cayeras pero en esa caso fueron ellos quien dicidieron caer con todas las consecuencias por mucho que Uriel hubiera deseado que eso jamás ocurriera no pudo detenerlo. Inspiró despacio y el ancho pecho se infló bajo la camiseta que vestía, lo cierto es que estaba más interesado en los demonios que el mismo pecado, los pecados...sí, eran algo perverso pero no perseguía a nadie porque hubiera cometido lujuria o gula, no era esa su labor, él liquidaba demonios, ese era su cometido, era un soldado y se le daba bien cumplir órdenes. Si Dios decretaba la muerte de todos los primogénitos en aquel mismo instante, así sería.

Los ojos azul plata recorrieron el rostro del híbrido, parecía un jovencido desaliñado con aquellos cabellos revueltos, las ropas oscuras pero mucho peso fue depositado sobre sus hombros y aun lo cargaba.

-Nunca he sido bueno dando consejos ni consolando-no pedía perdón por ello, meramente lo aclaraba, Uriel era demasiado directo para ocultar nada-Soy un guerrero, doy órdenes y ejecuto. Pero hay algo que he aprendido, es a no lamentarme por el pasado, no puedo borrarlo ni cambiarlo, tendrás que vivir en el presente Darius y el presente es este. Tu hermano ya no está a tu lado, es pareja de otro hombro y tú estás al cargo de una poderosa organización con la cual los caballeros del cielo desea tener tratos, el cielo te tiene en cuenta..-estrechó sus ojos-yo te tengo en cuenta.