Destellos bajo la lluvia (Libre)

Una tenue lluvia caía con parsimonia desde las alturas, las gotas que perlaban su piel contenían el reflejo de las luces de neón, aquella era la Sodoma moderna, o quizás sería mejor denominarle como “La autentica Sodoma”. Lo que allí se practicaba hubiese hecho ruborizar a los extintos habitantes de la citada ciudad.

El pecado estaba en cada esquina y en toda forma imaginable, polvos, pastillas, jeringas. Brillaba más que una estrella, era imponente, ruidosa, totalmente seductora. Aunque Leviathan prefería placeres más sutiles, no podía negar que las calles de Hollywood Hill´s lo atraían como las flamas a la polilla.

Se encontró en sus calles teniendo aquella sensación de ser un niño que ha encontrado el revólver de su padre. Había peligro allí, debajo de todo el esplendor de sus edificios, la obscuridad latía con fuerza. Sus “hermanos” estaban allí, era imposible precisar donde, o cuando, debido a la multitud de presencias, aromas y olores, pero flotaba en el ambiente los vestigios de esa esencia más antigua que los hombres, la misma que lo componía a el.

- Estas empapado cariño, te apetece algo para calentar tus bonitos huesos?- le interrogo una voz femenina algo maltratada por el humo del cigarrillo. Allí en uno de esos gigantescos umbrales que contenían tras sus puertas esos sonidos disonantes y ensordecedores que ahora llamaban música, se había detenido una mujer de pronunciadas curvas y un escote que le llegaba hasta el ombligo, su cuerpo hablaba de lujuria pero en cambio su rostro pese a la exagerada capa de polvo y productos mostraba en cansancio que los años marcan en los hombres.

Al verlo examinarla de pies a cabezas ella sonrío acentuando las líneas de expresión de su rostro.

- No seas tímido amor, no voy a morderte – le aseguro – el chico viene conmigo – informo al enorme vampiro que custodiaba la entrada.

Leviathan había visto suficientemente la belleza humana marchitarse, pero el permanecía inalterable, los años no le marcaban, siquiera sus ojos delataban algo distinto a lo que fue en principio. La siguió seducido por aquella cascara con que pretendía encubrir sus años, deseo saber la razón de tal comportamiento, porque el humano se obsesionaba tanto con su aspecto.

Por un rato la mujer estuvo contenta, se aferro a su brazo mientras delineaba con su artificial uña los contornos de sus músculos bajo la humedecida tela, no dejo de ronronear en su oído toda clase de elogios mientras trataba de sacarle halagos de su parte también, sin embargo el demonio no la encontraba apetecible, era curiosa e interesante, digna de observación y quizás incluso algunas anotaciones, pero nada más.

Al cabo de un rato ella misma comprendió que no conseguiría sacarle al joven más que aquella intensa mirada gris y una que otra esporádica palabra, desapareció en la multitud de cuerpo buscando alguien más dispuesto.

Amaba la lluvia. Eso era algo imposible de negar. Me estaba calando, pero a pesar de todo era genial.

Si bien, no me importaría quedarme en alguna casa calentita, ducharme con agua caliente, y luego permanecer en la ventana observando la lluvia con una taza de chocolate.

Pero no. Precisamente aquella noche, me apetecía más andar paseando un rato por allí, observando la gente que se dejaba llevar por los vicios... Los demonios estaban haciendo un buen trabajo, o tal vez eran los humanos los que precipitaban su fin.
De todas formas, continué andando hasta que mi mirada se fijó, como por casualidad, con un joven que parecía un ángel, pero en realidad era... un demonio.

Sorprendida por aquel hecho, y además con ganas de hablar con alguien, me acerqué a él lentamente:
-Buenas noches.-saludé con suavidad.

Una voz como campañillas, femenina y suave le hizo regresar de sus cavilaciones, alzando el rostro para poder ver a la dueña de tales notas. Resulto ser una joven con un bonito rostro, aunque quizás demasiado joven por los rasgos de niña que se aferraban a ella, aun cuando tenía todos los atributos de la belleza.

- Hola – devolvió sonriendo de lado, apenas aquel gesto relajo todo su semblante realzando aquella imagen angelical que recordaba su aspecto – Que hace una chica tan linda en este antro? – interrogo, imitando algunas de las frases y tonos que observaba en los jóvenes humanos, aunque lo que realmente quería saber, es si sabía donde se estaba metiendo. Allí una joven como aquella debía lucir como una presa apetecible, el no era mejor que otros demonios, aun si la consideraba un cachorro humano, una vida apenas floreciendo, ella se desharía entre sus dedos como una figura de arena si así su humor se lo dictaba, pero el llamado de la sangre estaba ausente esa noche, su violencia adormecida en algún rincón – quieres sentarte y beber algo?

El demonio me saludó sonriendo, y quiso saber qué hacía una chica tan linda como yo en un antro como aquel, tras lo que me invitó a sentarme y beber algo.

Yo alcé las cejas divertida, y le dediqué una tierna sonrisa:
-Me halaga, pero... No puedo creer que alguien con tantos años, use la misma estúpida pregunta de todos los jóvenes...-sacudí la cabeza y le observé de medio lado.- Precisamente tú deberías saber que las apariencias engañan... ¿crees acaso que soy una inocente y frágil humana?-inquirí en voz baja, sonriendo; si bien era "humana", no era ni inocente ni frágil, de ningún modo.- Pero aceptaré tu invitación, de todas formas...

Hice un leve gesto al camarero, un vampiro al parecer, que me dedicó una mirada que no me gustó nada, hasta que le mostré con discrección mi mano cubierta de fuego. A mí no me quemaba, pero a él sí lo haría... y muchas cosas peores podría hacerle, si quisiera. De inmediato, puso la que al parecer era su mejor cara de poker, invitándonos a pedirle algo.
-Un poquito de potcheen...-pedí con un tono de voz suave, pero helado, mostrándole una sonrisa sádica... quería que estuviera seguro de quién era yo.

El pidió whisky decantándose por una bebida conocida. El alcohol no le producía mas que un cosquilleo en la garganta, en su larga existencia no había experimentado siquiera una resaca.

- Seas lo que seas bonita, no eres más que una niña – dijo tranquilamente inclinándose hacia ella y olfateando el aire a su alrededor – tienes el aroma de la carne tierna, los años endurecen la carne sin importar que aspecto tenga, en tu caso … - le dio una mirada apreciativa – estas aun en desarrollo – se limito a observar – si yo quisiera clavar mis dientes en la blanca carne de tus muslos crees que amenazarme con una bola de fuego serviría? – le interrogo recostándose en uno de los sillones apreciando la fricción de los cuerpos en la pista – si piensas quedarte entonces hagamos una apuesta… esto es el juego de la ruleta rusa, podríamos tener una noche agradable,,, te encuentro bastante bonita o… podría acabar esta velada usando tus huesos como mondadientes… es que, me gusta la carne tierna – dijo sonriendo de un modo tan alegre que apenas si era posible relacionar aquellas palabras crueles con la imagen candida que mostraba.

El demonio se inclinó hacia mí, indicando con una mirada apreciativa que no era más que una niña que estaba aún en desarrollo. Añadió, sonriendo alegremente, que si quisiera clavarme los dientes, una bola de fuego no se lo impediría, y comentó que si quería quedarme aquello sería una apuesta.

Yo escuché como explicaba aquel jueguecillo, y sonreí divertida:
-Ah, creo que me sigues subestimando. Puedo hacer mucho más que crear una bola de fuego, y por supuesto, no pensé ni por un momento en usarla contigo; esa pequeña muestra estaba exclusivamente reservada para nuestro "amigo" el camarero vampiro.-reí suavemente.- Mmm... aceptaré tu apuesta; me gusta la idea.-de todas formas, no pensaba permitir que aquel demonio me mangoneara; desde luego que no me dejaría matar, y dudaba mucho que me apeteciera acostarme con él.- Sidney NightRoo, también llamada Sid o Pantera... como desees.-me presenté divertida.

- Llámame Levi – concedió mas si revelar su autentico nombre, con los hechiceros, brujos y magos era mejor no revelar ciertas cosas, pues sabía que existían formas de encadenar a los demonios a través de la magia, claro que el usuario de tales artes debía tener la suficiente fuerza y experiencia para lograr una hazaña como esa. Pero prefería no correr ningún riesgo, especialmente tratando con una cachorrita como aquella, seria humillante tener que servir a una niña que apenas y con suerte alcanza la década y media. – esa música… es irritante – dictamino tomando un trago abundante de whisky – en verdad esto es lo que gusta a los jóvenes actualmente? – interrogo pero parecía hablar en retórica – al menos la bebida es buena – sonrío una vez más terminando el resto del trago

El demonio me pidió que le llamara Levi.

Yo asentí, pero alcé las cejas levemente, pensativa. Mentalmente, repasaba los archivos de Talamasca; aquel apodo me sonaba de algo, pero no estaba segura de qué.
-Hmmm... Levi. Ese no es tu nombre completo, ¿no?-murmuré, con la idea rondándome la cabeza; aunque no tenía mayor importancia, hasta que no conseguía recordar lo que había olvidado, no me quedaba tranquila.

Levi comentó que la música era irritante, pero que al menos la bebida estaba bien.

Yo sonreí levemente, observando mi copa con aire crítico:
-Sí, la música ha ido degenerando enormemente...-bufé tiernamente.- Y de eso no tienen la culpa ni los vampiros ni los demonios, por una vez.-sonreí divertida, ladeando la cabeza.- Y bien... ¿qué haces por aquí? ¿Algún negocio?-inquirí distraídamente, bebiendo un poco.