¿Posible amistad? Tal vez - Privado

Era medio día, mi tiempo de entrenamiento. Me había despertado hacía escasamente una hora, era sábado y pensaba sacar partido al día. Necesitaba un día para mí, uno de esos donde no haría nada más que aquello que me apasionaba. No había nada mejor que un duro entrenamiento, un buen almuerzo y relajar la mente recostado en algún parque. Hacía buen tiempo, un clima agradable de unos 20º y una humedad soportable. El día me esperaba, me llamaba como cantos de sirena, y yo ya me frotaba las manos con mi día libre.

La organización me tenía agotado. Desde hacía un mes no tenía días para mi. Siempre había algo nuevo que investigar, un nuevo organismo que archivar o pequeños sucesos que redactar como si fuera un mero periodista. Me sentaba bien estar activo, pero todos tenemos un límite. La noche anterior había desconectado mis móviles y cualquier aparato donde pudiera ver un mensaje de la organización, no me tentarían con una paga extra o con un misterio suculento que acabara siendo un fraude, demasiado peligroso o simplemente no tan llamativo como uno se esperaba.

Nada más tomar el desayuno me enfundé unos pantalones deportivos grises, una camisa blanca sin mangas y una sudadera fina a juego con el equipamiento deportivo. En los pies llevaba mis queridas zapatillas de una marca imposible de pronunciar, la cual duró poco en el mercado pero yo compré varios pares similares. Eran cómodas, eran ligeras y evitaban el sudor en el pie. Si no habían sido un éxito era por su precio y su escasa gama de colores. Cuando estuve listo sólo tuve que tomar mi botellín de agua y las llaves de casa.

Llevaba una hora corriendo, dejando que el sol y la brisa golpearan directamente. Había llegado hasta una zona cercana a mi residencia, un parque bastante agradable. Los árboles evitaban que el sol me diera de lleno, la primavera había dado sus frutos y las flores comenzaban a brotar con un amplio abanico de aromas y colores, y los bancos se veían llenos de parejas que habían decidido empalagar a todo aquel que los observara. También se escuchaba de fondo las risas de los niños, así como las de algunos adolescentes bastante patéticos creyéndose adultos al reírse de algunos ancianos que intentaban rememorar buenos tiempos. El parque tenía vida, era la cara amable de la ciudad... y todo por la salida del sol.

Decidí descansar un rato, tirado en el jardín sintiendo el césped bajo mi cuerpo y el agradable movimiento de las ramas sobre mi cabeza. Observaba a todos los que estaban en el lugar, podía percibir que eran distintos a mí pero sin indicar bien la raza de cada uno de ellos. Mis instintos felinos estaban desarrollados, pero como simple humano no podía hacer demasiado. Sin embargo, no presentía peligro alguno y me deleitaba con la vista que ofrecía el parque.

-Primavera, todos con pareja. ¿Qué demonios les pasa? como si fuera tan importante tener pareja, ¿a caso no se está mejor solo?-solo del todo no se estaba bien, no tenía amigos en la ciudad, pero siempre había sentido que tener pareja me quitaría libertad, haría que mi nivel en Talamasca descendiera... entre otros motivos que achacaba al amor. Pero, en esos momentos hubiera dado cualquier cosa por una conversación agradable y un refresco frío.

-La soledad no se quita acompañado, a veces puedes estar rodeado de personas y sentirte vacío.-hablaba por experiencia, pues había sido demasiado duro el percibir el mundo frío a pesar de poseer algo especial. Pero todo se quedaba en nada, desde el romance a la simple amistad. Había perdido contacto con las personas que estaba conociendo últimamente, como si fuera una especie de maldición y me viera abocado a verme solo.

Había respondido sin mirar siquiera a la persona que me había hablado, lo había hecho por instinto. Tenía los ojos cerrados aceptando la brisa agradable, como si esta fuera lo único especial del lugar. Cuando los abrí lo vi. Me quedé recorriendo lentamente su figura, analizando cada pliegue de su ropa o pequeñas, casi imperceptibles, arrugas. ¿Qué era? Tenía el aspecto delicado de una chica, pero algo me decía que no debía guiarme por las apariencias. No quería ser descortés y tratarlo de mujer si no lo era, o tratarlo de chico siendo una ella.

-Es preferible quedarse solo cuando no se consigue conectar con las personas, atar alguien a ti por el mero hecho que así no estás solo es un error. Provocas que esa persona no sea feliz, y por desgracia tú tampoco lo eres.-me incorporé quedándome frente a frente, me parecía poco apropiado quedarme tumbado mientras le hablaba.-Es mejor conocer a las personas que tienes a tu alrededor, si algunas merecen tu amistad quedarte a su lado. Hay distintos tipos de afecto, por desgracia no sabemos canalizarlos ni aprender de ellos.-estiré mi mano hacia mi interlocutor y rogué que al menos su forma de apretarme la mano me sacara de dudas.-Lee Junsu.-dije presentándome con una escueta sonrisa, porque si la agrandaba parecía un idiota como siempre.

-La comprensión no se da en el mundo.-dije mientras estrechaba su mano, escuchando su nombre.

Al fin supe que era chico. Nada más por el nombre, porque por lo demás podía jurar que era una chica. Pocas veces se veía a hombres como él, sólo en Asia podría darse semejante espectáculo de belleza y androginia. Su ropa era delicada, así como su fragancia y su voz era agradable. Recordé a varios cantantes de épocas pasadas, esta moda de ser lo que no se es venía gracias a ellos. Una revolución antigua que se rescató décadas antes de la Gran Guerra.

En toda cultura hubo hombres que actuaban ante el público como mujeres, desde la Grecia antigua pasando por los teatros medievales y llegando a los estruendosos escenarios del siglo XXI. Sin embargo, Japón los alimentaba y lograba llevarlos a una escala de poder superior. Artistas que hacían soñar con su voz, trajes de época, canciones de diversa temática y videos cuidados. Eso era el Visual Kei. Yo era más de rock, pero admitía que algunas bandas metal de Visual eran increíbles y los respetaba profundamente.

-Un placer, Amidas.-retiré mi mano tras un apretón algo más brusco que el suyo, aunque intenté no apretar demasiado por si lo lastimaba. Porque la verdad, parecía que yo lo podía romper.

Aparté mi mano y miré a mi alrededor, todos parecían complacidos con el día como si les hubiera tocado la lotería. Yo la verdad, me sentía bien después de correr por media ciudad. Me había empapado en una fuente antes de llegar al parque, refrescandome, pero aún así tenía sed.

-Si quieres te invito a un refresco y seguimos charlando sobre todo esto, aunque no sé si llevabas prisa o ibas para alguna cita.-todos tenían citas, todos tenían amigos, y yo tenía a... ¿qué tenía yo? Una moto con petardos que hacían volar por los aires a demonios, sí una moto.-Hay un pequeño tenderete por aquí, casi al final del parque, podríamos sentarnos y conversar. Claro, si quieres.

Mi aspecto desenfadado, lleno de muestras de haber hecho ejercicio como un loco, y tal vez mis modos algo bruscos eran muy distintos a su delicadeza, pulcritud y buena colonia. Para ser sinceros, era lo más parecido a una chica que no me empujaba contra unas zarzas, tiraba un refresco, me ofrecía una bofetada o simplemente me gritaba.

Hacía mucho tiempo que alguien no me secaba el sudor o se preocupaba por mí, aunque fuera una preocupación breve. Me recordó a mi madre, siempre después de cada entrenamiento estaba ahí para pasarnos unas toallas y algunos refrescos energéticos. Ese recuerdo me hizo sonreír. Fue algo del momento, como si una chispa hubiera iluminado la oscuridad que caía sobre mí como una manta gruesa, la cual no me dejaba moverme demasiado y me atormentaba.

-Claro, sólo sígueme y te mostraré los mejores lugares de este parque.-eché a caminar esperando que me siguiera, caminaría a su lado para que me perdiera de vista.

El parque tenía varios senderos, todos llegaban a una fuente central donde se hallaba una escultura en memoria de la Guerra que habíamos vivido. Un momento turbio del pasado conmemorado con belleza en mármol blanco y negro. La fuente se mostraba cristalina, aunque había cientos de monedas en el fondo. Las personas de los alrededores pensaban que podías pedirle a los espíritus que te cuidaran, encontraran algo que habías perdido o simplemente que te ofrecieran un momento agradable en el parque.

Existían varios bancos dispuestos a su alrededor, tras ellos había enormes trozos de césped, rosales, árboles y pequeños rincones donde poderse tumbar a leer, dormir una plácida siesta, conversar o simplemente hacer volar una cometa. El parque tenía pequeñas zonas donde hacer deporte, espacios cuidados al detalle para que los niños jugaran con seguridad, y tomar algún aperitivo. Nosotros íbamos hacia la última zona del parque.

En la zona más transitada había una gran extensión de baldosas de color grisáceo cuarteadas en pequeños cuadrados. Sobre esta se asentaban varios puestos de comida, bebida y postres. Cerca de allí había mesas de piedra y bancos del mismo material sin respaldo. Allí se podía tomar lo que se compraba y no muy lejos existían papeleras donde deshacerse de los envoltorios.

Me aproximé al puesto de limonadas, había desde la típica de limón hasta la de sabores como sandía o cereza. Miré los precios e hice cuentas con el dinero que llevaba en el bolsillo, tenía lo justo para dos de tamaño mediano.

-¿Qué desean?-preguntó el hombre del puesto, un chico de unos veinte años y muy delgado.

-Yo tomaré uno mediano de sandía, ¿y tú?-pregunté girándome hacia él, esperando que eligiera el sabor que más le gustara.

-Cóbreme a mí.-dije al chico cuando fue directo a tomar sus monedas.-Yo te he dicho que invito, así que acepta que pague.

Siempre solía venir a tomar algún refresco tras mis ejercicios, me agradaba aquel lugar. Los domingos, si tenía unos escasos minutos para mí, paseaba por el parque con una cerveza observando como la naturaleza era cambiante, no sólo con el clima. Si eras observador podías comprobar como llegado el verano las ramas de los árboles comenzaban a tener un color amarillento, pronto naranja y ocre hasta llegar a ser marrón y con ello su caída. La primavera estaba llegando con fuerza, las flores se abrían paso a paso. Los tréboles cubrían zonas extensas del parque, donde las amapolas y las campanillas surgían de forma silvestre.

El chico cobró de mi billete, era lo justo para ambos pedidos. El jugo estaba dulce, pero no un dulce empalagoso. Sabía que prácticamente no echaban azúcares, era natural y refrescante. Sonreí tras el primer trago mientras indicaba a Amidas que nos sentáramos en una de las mesas, tenía una pequeña sombrilla a un lado dando algo de sombra, junto a esta había varios árboles. Se sentiría mejor de esa forma que con el sol en todo lo alto golpeándonos.

-¿Llevas mucho tiempo lejos de japón?-pregunté antes de sentarme esperando que él también lo hiciera.-Por como te desenvuelves parece que poco.-dije mirándole fijamente antes de esbozar una sonrisa.-Lo sé porque cuando vine de corea estaba perdido, todo me parecía muy extraño y me costaba a pesar de saber el idioma.

Pd: No pasa nada si es corto, yo espero tu respuesta a este. Espero que te mejores.

Era nuevo en la ciudad, pero no fuera de casa. Aunque si comparaba sus cuatro años con mis más de diez años era nada. Echaba de menos mi país, pero sólo por la comida de mi madre. El mundo era pequeño para mí, para otros era inmenso. Yo quería encontrar en él todas esas pequeñas y maravillosas cosas que se podían leer en mis libros, apuntes de otros como yo que se habían dedicado día y noche durante toda su vida a la conservación del mundo, a conocer cada detalle de sus criaturas.

-Casi once años.-respondí con una leve sonrisa.-Si volviera no sería lo mismo, no regresaría con mi hermano. Él murió poco después de salir del país. Creo que no quiero regresar ni siquiera a ver a mi madre, ella no es la misma y yo tampoco lo soy. Los dos hemos perdido mucho.-comenté antes de dar un buen trago a mi jugo, estaba frío y sentaba bien en un día tan agradable.-El mundo para mí es pequeño, lo he recorrido estos años y tengo como residencia Los Ángeles, pero siempre estoy de un lugar a otro. Se puede decir que cuando quiero regresar a algo llamado hogar, aunque parezca extraño, regreso aquí paseo por sus calles, me adentro en este parque y me tomo alguna cerveza bien fría en los bares que están cerca de mi apartamento.

Para mí no había límites. Viajaba por cielo, mar y tierra. Estaba siempre en contacto con la vida, pues eso era la vida movimiento continuo que fluía sin límites. Yo me movía constantemente, sin límites.

-Estuve en Japón hará cinco años, durante dos semanas estuve recorriendo algunas zonas donde el hombre no ha regresado tras la guerra. Todo está muy cambiado, si se mira las fotografías del pasado con las actuales.-yo seguía usando cámara de carrete. Me gustaba revelar en mi cuarto oscuro aquellas fotografías, tan artísticas, aunque también tenía digitales que cada vez eran más resistentes, con mayor capacidad y con un foco más exacto. Se podía tomar fotografías en movimientos y en cuestión de segundos. Sin embargo, no había nada como lo clásico.-Las ruinas de las pequeñas áreas metropolitanas han sido cubiertas por árboles, raíces, flores y todo tipo de plantas. Los animales se han hecho los reyes de ese terreno que antaño fue asfalto. Algunos semáforos se han sido cubiertos y únicamente queda de ellos su figura, por lo demás no parece siquiera una señal de tráfico.

Cerca de allí, de esas zonas, había sentamientos de lycan que protegían con cuidado la zona imponiendo su ley y pidiendo respeto con sus colmillos. También había pequeños asentamientos humanos muy tecnológicos con sus propias esferas cubriendo todo, blindándose de demonios sin saber que ellos son inmunes a ese blindaje. Las casas subterráneas ya no son una idea loca del futuro, es algo real y en Japón proliferan. Sin embargo, los fondos marinos no son lo que eran. Tan contaminados por culpa de la radiactividad que aún continua tras el suceso terrible del 2011, como también los pos residuos que hoy en día se vierten.

-¿Dónde has estado? ¿Has ido a la India? Si no lo has hecho deberías, no queda mucho de las maravillas que antes poseía pero sigue tan verde en algunas zonas. Se siente la naturaleza muy cerca, muy honda calándote hasta lo más profundo de tu corazón. Sientes como el latido de tu propio corazón se une a las zonas más frondosas.

Sin duda, era un lugar para ir. Si se sentía tan sólo como parecía, por lo de la muerte de su padre y la lejanía de esa persona querida, allí se daría cuenta que jamás lo estaría. La naturaleza latía con fuerza en la India, como en lo que quedaba de Amazonas. Por supuesto el desierto africano te abrazaba, pero yo no podía estar demasiado tiempo como pantera, gato o lobo. No eran animales de esas tierras, como tampoco lo era para aguantar las heladas zonas de los polos. Aunque sí lo era Rusia, amaba Rusia. La estepa siberiana era muy agradable pese al frío.

-Yo cuando me siento solo acudo a la naturaleza, porque soy parte de esta y no me importa aceptarlo. En ocasiones, aunque soy sociable, me gusta estar a solas rodeado de todo lo que el hombre no puede controlar aunque quiera. Todo eso que no pueden destruir los demonios, el hombre o cualquier ser.-susurré antes de terminar mi bebida, quedándome con el vaso de plástico entre mis dedos.-Los grandes viajes son aquellos que nos descubre un poco de nosotros.

Esbocé una sonrisa antes de acomodarme bien en aquel asiento de piedra, miré a mi alrededor y noté que estaba lleno de personas que iban y venían. No sentía peligro alguno, todo estaba siendo demasiado agradable y no era sólo el clima. Él parecía muy sociable, alguien con quien simpatizas sí o sí. Me pregunté que clase de secretos podía esconder su alma, pero prefería quedarme en lo que deseara mostrarme al contrario que otras veces.

Los padres siempre desean lo mejor para sus hijos, sobre todo las madres. Había conocido padres muy estrictos que se empeñaban en alejar del todo a sus hijos del conocimiento de qué eran, todo por miedo a que fueran dañados. Me quedé mirándolo unos segundos. Él era algo más que un humano común, su voz era muy agradable y su forma de ser también lo era. Me pregunté qué clase de animal sería cuando la naturaleza le llamaba, pensé en pájaros. Había unas aves con un canto especial, unos trinos que te hacían sentir que el mundo se podía romper en mil pedazos y tú sin embargo te sentías feliz por estar escuchando sus canciones, su canto.

-¿No quieres más?-pregunté al ver como me tendía el vaso.-Bueno, si es así dame.-sonreí tomándolo para antes de beber preguntarle.-¿Cómo te sentiste cuando lograste ser tú? Yo siempre he sido así, lo he aceptado tal y como venía. En ocasiones me gusta ser como soy, en otras desearía ser del todo normal. Aunque viéndolo bien tenemos más posibilidades de sobrevivir que otros, tenemos ciertos instintos que nos hacen ser más ágiles o fuertes.-di un trago a la bebida recordando que debía comprar manzanas, habían acabado todas las que compré en el mercado. Hice anotación mental unos segundos, intentando no olvidarlo.-Antes, cuando hablabas, pensé algo, y no te lo tomes a mal, tienes una voz delicada muy bonita. Parece demasiado hermosa para ser la de un chico, es como si estuvieras en un plano distinto. ¿Te dedicas profesionalmente a ello?

A mí me apasionaba la música, sobre todo cierto tipo de música, pero si tenía buena letra podía escuchar de todo. Sonreí cuando le miré, lo hice mirándolo a los ojos y con una sonrisa franca. No me burlaba de él, quizás alguien podría hacerlo por sus rasgos y su ropa, pero yo era todo lo contrario. Admiraba a las personas que se dejaban atrás los prejuicios de la sociedad y eran tal y como eran, sin más ni menos.

-Los padres siempre quieren lo mejor para sus hijos, mi madre jamás se aceptó a sí misma y deseaba que nosotros nos mantuviéramos al margen de ser lo que somos. Mi hermano y yo no podíamos ser encerrados en una apariencia tan simple, necesitábamos descubrirnos.-dije en respuesta a todo lo que me contó.-Mi familia, como muchos de nosotros, ha sido perseguida. Para algunos somos trofeo de caza, lo sabes bien.-susurré dando el último trago al vaso de jugo de manzana, el que él no había deseado terminarse.

Durante unos segundos me imaginé su posición en el escenario. Debía ser un espectáculo curioso debido a sus rasgos y su voz, pero no me atrevía a preguntarle qué género musical llevaba y cual era su show. Quería que si lo hacía fuera por su parte, aunque deseaba poder escucharlo y verlo por mí mismo.

-¿Darás algún concierto en la ciudad? Si lo haces me gustaría acudir y ver por mis propios ojos cómo es tu show, así como escucharlo y saber qué sentir de cada nota. No me gusta clasificar géneros, aunque lo mío es más el rock, pero soy capaz de escuchar cualquier canción si tiene sentido y sentimiento.-y eso era cierto. No importaba en realidad su género. Me había descubierto cantando canciones románticas aunque nunca había amado, nunca lo he hecho, pero el sentimiento que transmitía era tan agradable, muy cálido, que me fue imposible no tararear sus temas un buen rato. Eran grupos que hacía cientos de años que se extinguieron, pero no importaba si era actual o de hacía dos siglos, lo importante era la emoción con la cual se narraba la historia.

-La música me da adrenalina. Mi moto tiene radio, puedo escuchar la música cuando conduzco por la ciudad, hace que acelere y desee comerme el asfalto.-dije cuando dijo aquello de la música, eso era lo que a mí me apasionaba aunque no me veía con buena voz.-Será un placer verte actuar, aunque no sean conciertos grandes. Mira los grandes grupos, empezaron en bares o locales pequeños. Después tuvieron gran repercusión.-recordé a las leyendas del rock de otros tiempos, ahora lo que existía no era más que una sombra de toda esa música que tanto amaba.

En este mundo, el actual, podía encontrar conciertos y vivirlos en mi apartamento. Era como si me trasladara a 1970, pudiera sentir la liberación que ellos sentían y dejarme llevar. Había encontrado archivos de arte muy peculiares, los cuales custodiaba con recelo. Sin embargo, sería un honor mostrarle algunas reproducciones y prestarle la copia de algunos cd's.

-Podría dejarte algunos cd's para dispositivo 3D nova.-eran unos nuevos productos minúsculos en forma de círculo, muy parecidos a los arcaicos cd's, pero tan pequeños como una moneda. En ellos se podía guardar el contenido de cinco ordenadores actuales. Eran para video y música de gran calidad, estos se reproducían como si fueran realidad virtual. Podías ver el escenario, casi palparlo, mientras se producía.-Si no tienes, puedo invitarte a mi departamento algún día. Claro, hoy no, está hecho un desastre y tengo que ordenarlo. Además, he salido para despejarme y si regreso querré proseguir en mis estudios.

Decidí que debía añadir nuevas plantas a mis archivos, tenía fotografías que debía mejorar en imagen. El archivo de papel como el virtual estaba tasado en millones de dólares, debido a su importancia. Creía haber encontrado unas plantas que podrían ayudar con la contaminación, su ADN se había transformado. Podían vivir en ciudades muy contaminadas como Madrid, Barcelona, Tokyo o Las Vegas. Aún no tenían nombre, debía de otorgárselo, así como añadir nuevos datos a mis estudios.

-El día que quedemos voy a mostrarte unas plantas, son hermosas. Poseen unos colores muy vivos, como las plumas de un pavo real, y un aroma parecido a las flores del manzano pero más intenso.-decía aquello con un brillo en mi mirada lleno de ilusión, de felicidad, porque me sentía realizado.-Tal vez me puedas ayudar a darles un nombre.

Seguro que pensaba que era un par de camisas fuera de lugar, un par de libros amontonados, una pila de platos de la noche anterior sin fregar y quizás algunas revistas mal colocadas. Si pensaba eso seguro que se desplomaba nada más ver el caos. Aunque yo tenía mi orden dentro del caos, sabía cuales eran las carpetas y como tenía que acomodarlas. Estaban fuera de mis estanterías de archivos, pero todas estaban ordenadas dentro de estas. Eran amarillas, rojas, verdes, blancas, violetas o negras. Dependía de los seres o sucesos que estos habían realizado. Amarillas para híbridos y metamorfos, rojos para vampiros y krusnik, verdes para plantas, violetas para demonios y ángeles, negro era para hechiceros y por último las blancas eran para fantasmas. Pero vistas desde un punto de vista ajeno a todo eso eran montones de carpetas de colores desparramadas alrededor de una mesa de cristal repleta de computadoras, dispositivos de video y grabadoras. En el fregaplatos era una zona de desastre nuclear. La cama estaba revuelta, el baño sin hacer y no quería hablar de otras zonas de la casa repletas de cartones de pizza.

-Yo suelo ser ordenado, pero el trabajo me absorbió estos días.-tuve varias misiones en la ciudad, además de cierto incidente con cierto idiota rubio que me las pagaría todas juntas.-Así que tengo cartones de pizza, las carpetas del trabajo por todo el apartamento y los bol de desayuno sin fregar.-sonreí de forma angustiosa, sabía que le iba a parecer un caos si lo llevaba hoy.-Aunque si quieres puedes ir, si no te mueres de la impresión. La zona donde tengo las plantas está ordenada, es de lo poco ordenado que tengo. Mi apartamento es luminoso, no es gran cosa pero tiene luz.

Tenía una pequeña zona en aquel loft para plantas, o mejor dicho pequeñas muestras de plantas que había conseguido al cabo del mes. Sabía que algunas eran de hechiceros. Los hechiceros me habían hablado de ellas, igual que algunos chamanes muy poderosos que preferían mantenerse ocultos. Era un lugar bonito, aunque todo a su alrededor fuera caos. Odiaba el caos al completo que era mi apartamento, pero no podía hacer nada.

Sabía que en dos o tres días al terminar los informes podría ordenar las carpetas en sus archivos, que eran muebles metálicos que tenía a lo largo del apartamento. Eran como pequeños lugares donde saciaba mi saber. Tenía copias en papel, en cinco tipos de dispositivos, en una página camuflada y en la sede. Todo era por mantener la información.

-Si quieres podemos ir, me dejas ordenar un poco antes de mostrarte todo. Soy rápido cuando quiero.-y cuando mi orgullo y honor está en juego, odiaba que alguien pensara que era un desastre con patas.

-¿En serio me ayudarías? Si quieres por tu ayuda te invito a comer, podemos comer algo viendo los conciertos.-hablar con alguien después de tanto tiempo era muy raro. Con mi hermano solía comer viendo la tele, intentábamos encontrar películas que jamás hubiéramos visto para quedarnos pegados al sofá, comiendo y hablando sobre las escenas. Las veíamos un par de veces, nos quedábamos con los detalles y después éramos incluso de redactar un final alternativo. Eso era lo divertido.-Puedo pedir algo de comida al local que hay bajo mi casa, hay comida japonesa y coreana.-era un negocio de una chica japonesa y un chico coreano, pareja ambos, y hacían buenas delicias. También tenían algunos dulces chinos, pero no les salían demasiado bien porque era receta conocido por otros y no por tradición.-Aunque lo único que te voy a pedir es que me ayudes a secar los bol, siempre termino destrozándolos. Creo que ya he comprado una docena desde que vine a vivir a la ciudad, se resbalan de mis manos cuando los estoy secando.

Era un desastre con ciertas cosas, pero con otras no era para nada torpe. Podía ser buen bailarín, saber distintos tipos de lucha, correr por la ciudad a toda velocidad y ser ágil como animal, pero luego con el fregado era muy torpe. Solía romper vasos, así como cuando iba a las bibliotecas y los libros caían sobre mí uno tras otro.

-Bueno, entonces nos ponemos en marcha ¿no?-pensaba llevarlo allí, que viera las plantas mientras colocaba los archivos y luego pues que fuera a por la comida, dándole algo de dinero, y mientras yo quitaría la basura reinante y limpiaría un poco el suelo, las mesas y los pocos muebles que tenía.-Vamos, está algo lejos y mientras podemos ir hablando.

Me ducharía mientras fuera por la comida, no iba a estar así frente a alguien tan refinado. Parecía sacado de un libro de cuentos, de esos que te leen tu madre antes de ir a dormir o más bien para que te duermas.

Empecé a caminar junto a él, por momentos su figura me parecía demasiado femenina y eso le daba un aspecto frágil y elegante que no todos los chicos tienen, más bien sólo los que seguían su tendencia a la hora de vestir. Ya no se veían tantos como antes, quizás porque la humanidad no tenía tiempo para pararse a mirarse al espejo y desear crear cierta ilusión. Mientras caminábamos permanecí en silencio pensando en su voz porque, aunque dijera que era prácticamente un novato, tenía talento.

Después de casi veinte minutos girando en avenidas, cruzando, parándonos en semáforos y mirando de vez en cuando que seguía a mi lado, llegamos hasta el edificio donde vivía. Allí nos esperaba un desastre horrible. Bajo el edificio estaban los restaurantes de comida. Así que hice alarde de confianza con él, solía confiar en aquellos que me demostraban por su mirada y comportamiento que se lo merecía. Aunque a veces era muy desconfiado.

-Hay una buena fila aquí abajo.-dije señalando el restaurante.-¿Podrías quedarte en la fila y comprar? Mientras puedo asearme un poco y ordenar algo.-comenté sacando mi cartera para tenderle varios billetes.-Con esto tienes para dos menú especiales, consisten en comida asiática tanto japonesa como coreana, mezclada. Te preguntarán si cerveza o refresco, para mi menú dile cerveza sin alcohol.-le miraba a los ojos mientras le hablaba, era una forma de remarcar lo que decía para que no se le olvidara. Todos lo hacemos aunque no nos demos cuenta, pero yo me fijaba en cada detalle y ese era uno muy común.-Mi apartamento está en este edificio, se entra por esta puerta.-señalé la entrada al edificio, era negra con unos cristales gruesos pero transparentes.-Vivo en la última planta, en el B.

Mientras compraba podía quitar las carpetas y darme una ducha rápida, estaba seguro de mi agilidad para guardar todos los documentos con rapidez. Si bien, con respecto al resto, eso era un caos que ni yo mismo tenía seguro que alguna vez dejara de existir.