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Privado - Conversaciones en un café -
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Re: Privado - Conversaciones en un café -
Estaba seguro que ella podía hacer bien al mundo, más de aquel que ella pensaba o creía con firmeza. El ser humano daba tumbos como borracho antes de desplomarse en la cantina, nosotros debíamos rebajar su exceso y tenderle una mano amiga. Los demonios solían burlarse del borracho, patearlo y saquearlo hasta terminar como ellos. El ser humano debía darse cuenta, pero en ocasiones estaba ciego o perdido sin su fe.
Asentí a sus palabras, ya podíamos marcharnos como teníamos pensado. Salí del local dejando atrás las miradas, las conversaciones sobre cualquier tema sin concreción alguna y la ansiedad de sentirse acorralado de algunos licántropos presentes. Tomé su mano nuevamente, la ciudad bullía y se mostraba una marea humana incesante.
-En ocasiones pareces tan humana como ellos, igual que yo lo soy.-susurré antes de girarme para contemplarla.-Intenta que eso no cambie jamás, en cuanto encuentres diferencias entre ellos y tú estarás perdida. Ni siquiera los demonios son distintos a nosotros, todos fueron creados con el mismo amor de Dios. Si bien, las almas de los demonios cayeron en esas diferencias y desearon igualarse en otros asuntos.
El amor no era lujuria, cosa que ellos no vieron cayendo cegados. Así como codiciaron actos humanos, la libertad para nosotros no era tan extensa pues estábamos ligados a una naturaleza compasiva, a unos hechos y misiones que no querían ver o seguir. No eran diferencias de sentimientos, sino de actos. Yo quería que viera que todos podíamos caer como alzarnos, que todos éramos iguales y que debíamos luchar para que esas similitudes prevalecieran.
-El ser humano piensa que somos distintos, que no los escuchamos y los demonios sacan partido de ello. Jamás dejes de ayudar a un inocente, aunque te cueste la vida o esté pendiente de un hilo. Jamás. Padre te ayudará a volver, te cuidará y curará. Dios nos hizo así para lanzarnos a colaborar sin miedo alguno.
Mi mano estrechaba con firmeza la suya, aunque con cierta delicadeza para no dañarla. Su piel era suave, cálida y agradable. Sabía que esas manos podrían aliviar las mejillas húmedas de un niño y el dolorido rostro de un anciano. Sus ojos, sus escasas palabras y sus buenos actos debían estar unidos y atados a una calidez extraña que hasta a mí me afectaban. Amaba a todos los seres, sin discriminarlos, porque éramos hermanos. Si bien, a ella la sentía como una hermana real. Sentía el mismo vínculo que un hombre me narró una vez frente a la tumba de una de sus hermanas, un hombre anciano y lleno de arrugas. Supe que ese sentimiento era el que sentía por Gabriel, Uriel o Miguel y era parecido al que sentía por Olivia o que llegué a sentir por algunos vampiros.
Esos seres condenados, los mismos que viajan entre las sombras, y se tachan de demonios, esos mismos eran seres que podían ver en los seres humanos quienes debían ser castigados, desechados y aniquilados como si fueran dioses salvajes. Me quedé atónito ante la respuesta de uno de ellos “sólo cazo la escoria, así el mundo sigue vivo y yo también”. Uno de esos seres fue para mí un hermano, pero no recordaba su rostro ni su nombre.
Incluso en la secreta y selecta hermandad de los lycan, seres que se comportaban como auténticos lobos salvajes, había encontrado hueco. Me recordaban a las tribus humanas como los Mayas o Aztecas que creaban culturas fuertes, llenas de belleza y de cuidado a la naturaleza. A pesar de no ser como antes, tan secreta, seguía siendo selecta y entre ellos había encontrado auténticos hermanos.
Los amigos, aquellos que comparten contigo pensamientos, son hermosos hermanos que te transmiten sus sentimientos y que debes aceptarlos con cariño. Amaba ese trato y ese trato quería darle a ella. Deseaba darle la misma calidez que ella emanaba.
Asentí a sus palabras, ya podíamos marcharnos como teníamos pensado. Salí del local dejando atrás las miradas, las conversaciones sobre cualquier tema sin concreción alguna y la ansiedad de sentirse acorralado de algunos licántropos presentes. Tomé su mano nuevamente, la ciudad bullía y se mostraba una marea humana incesante.
-En ocasiones pareces tan humana como ellos, igual que yo lo soy.-susurré antes de girarme para contemplarla.-Intenta que eso no cambie jamás, en cuanto encuentres diferencias entre ellos y tú estarás perdida. Ni siquiera los demonios son distintos a nosotros, todos fueron creados con el mismo amor de Dios. Si bien, las almas de los demonios cayeron en esas diferencias y desearon igualarse en otros asuntos.
El amor no era lujuria, cosa que ellos no vieron cayendo cegados. Así como codiciaron actos humanos, la libertad para nosotros no era tan extensa pues estábamos ligados a una naturaleza compasiva, a unos hechos y misiones que no querían ver o seguir. No eran diferencias de sentimientos, sino de actos. Yo quería que viera que todos podíamos caer como alzarnos, que todos éramos iguales y que debíamos luchar para que esas similitudes prevalecieran.
-El ser humano piensa que somos distintos, que no los escuchamos y los demonios sacan partido de ello. Jamás dejes de ayudar a un inocente, aunque te cueste la vida o esté pendiente de un hilo. Jamás. Padre te ayudará a volver, te cuidará y curará. Dios nos hizo así para lanzarnos a colaborar sin miedo alguno.
Mi mano estrechaba con firmeza la suya, aunque con cierta delicadeza para no dañarla. Su piel era suave, cálida y agradable. Sabía que esas manos podrían aliviar las mejillas húmedas de un niño y el dolorido rostro de un anciano. Sus ojos, sus escasas palabras y sus buenos actos debían estar unidos y atados a una calidez extraña que hasta a mí me afectaban. Amaba a todos los seres, sin discriminarlos, porque éramos hermanos. Si bien, a ella la sentía como una hermana real. Sentía el mismo vínculo que un hombre me narró una vez frente a la tumba de una de sus hermanas, un hombre anciano y lleno de arrugas. Supe que ese sentimiento era el que sentía por Gabriel, Uriel o Miguel y era parecido al que sentía por Olivia o que llegué a sentir por algunos vampiros.
Esos seres condenados, los mismos que viajan entre las sombras, y se tachan de demonios, esos mismos eran seres que podían ver en los seres humanos quienes debían ser castigados, desechados y aniquilados como si fueran dioses salvajes. Me quedé atónito ante la respuesta de uno de ellos “sólo cazo la escoria, así el mundo sigue vivo y yo también”. Uno de esos seres fue para mí un hermano, pero no recordaba su rostro ni su nombre.
Incluso en la secreta y selecta hermandad de los lycan, seres que se comportaban como auténticos lobos salvajes, había encontrado hueco. Me recordaban a las tribus humanas como los Mayas o Aztecas que creaban culturas fuertes, llenas de belleza y de cuidado a la naturaleza. A pesar de no ser como antes, tan secreta, seguía siendo selecta y entre ellos había encontrado auténticos hermanos.
Los amigos, aquellos que comparten contigo pensamientos, son hermosos hermanos que te transmiten sus sentimientos y que debes aceptarlos con cariño. Amaba ese trato y ese trato quería darle a ella. Deseaba darle la misma calidez que ella emanaba.
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Re: Privado - Conversaciones en un café -
Salimos de aquel lugar lleno de murmullos de conversaciones que no tenian nada que ver con lo que nosotros haciamos, aquellos licantropos sabia que se habian quedado con un buen recuerdo de aquella pequeña muestra de afecto, por ser lo que era siempre llevaba la felicidad a quienes lo requerian y por mi padre que lo disfrutaba tanto, si el me dejara escojer que es lo que quisiera hacer seria eso y nada mas
Tomo mi mano y sonrei ante su contacto como cada que lo hacia, sus palabras eran llenas de sabiduria, el compararme a un humano al igual que lo hacia con el mismo no sabia por que pero me agradaba en cierto sentido, su mano sujetaba con firmeza la mia con esa fuerza de proteccion que solo en el habia sentido, el aire frio corria entre nosotros pero eso no era el causante de que mis mejillas estubieran rojas, sabia cual era la forma que el me veia pero no evitaba que yo me sintiera de la forma que me sentia a su lado
Caminamos por entre la gente que bullia por aquellas calles sin parar hasta que llegamos a las orillas de aquella urbe de hierro y concreto dando paso a espacios mas amplios y lejos de tanto ir y venir, mostrando un nuevo paisaje, sonrei ante aquel espectaculo y con ganas de corretear por aque lugar pero no me solte de su mano, me sentia protegida a su lado y el espacio se veia tan grande que sentia cierto temor de que algo pudiera pasar
no tenia muchas palabras, todo estaba en mi mente cada cosa que habia pasado con mi "hermano" y lo que aun faltaba o esperaba que aun faltara, tenia tanto que aprender tanto que ver y sabia que el me lo mostraria
Tomo mi mano y sonrei ante su contacto como cada que lo hacia, sus palabras eran llenas de sabiduria, el compararme a un humano al igual que lo hacia con el mismo no sabia por que pero me agradaba en cierto sentido, su mano sujetaba con firmeza la mia con esa fuerza de proteccion que solo en el habia sentido, el aire frio corria entre nosotros pero eso no era el causante de que mis mejillas estubieran rojas, sabia cual era la forma que el me veia pero no evitaba que yo me sintiera de la forma que me sentia a su lado
Caminamos por entre la gente que bullia por aquellas calles sin parar hasta que llegamos a las orillas de aquella urbe de hierro y concreto dando paso a espacios mas amplios y lejos de tanto ir y venir, mostrando un nuevo paisaje, sonrei ante aquel espectaculo y con ganas de corretear por aque lugar pero no me solte de su mano, me sentia protegida a su lado y el espacio se veia tan grande que sentia cierto temor de que algo pudiera pasar
no tenia muchas palabras, todo estaba en mi mente cada cosa que habia pasado con mi "hermano" y lo que aun faltaba o esperaba que aun faltara, tenia tanto que aprender tanto que ver y sabia que el me lo mostraria
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Re: Privado - Conversaciones en un café -
Los edificios eran grandes monstruos de hierro, golosos que deslumbraban con el escaso sol que nos regalaba el día. Los cristales de habitaciones, colmenas donde las almas se entrelazaban creando el néctar de la vida. El mundo parecía seguir girando, el mundo no caía, a pesar de sus achaques, y la vida bailaba descalza entre aquellos que no sabían afrontar el mal tiempo con una sonrisa. Mis dedos jugaban con los suyos, con la calidez de su mano, mientras nuestros pies se deslizaban por las lenguas negras de alquitrán y las grises aceras.
Los escasos parques y árboles daban una sombra tétrica, tal vez la verdad oculta en los extraños pensamientos de la ciudad de la incomunicación social. El ser humano debía aprender a vivir, a vivir realmente. Sobrevivían brindando por minutos rasgados y ganados al minutero, pero no servía para nada si las sonrisas eran amargas y las lágrimas seguían siendo negras. Ella me provocaba sentir más cerca la felicidad, era la joya que debían llevar como amuleto todos aquellos que decaían.
-Tienes una virtud que debes ofrecer, Olivia.
Susurré antes de besar su mejilla algo sonrojada, porque su cuerpo era cálido al ser pura luz. La felicidad seguía brotando de ella, como el perfume brota de las flores. Una pareja de ancianos pasó justo a nuestro lado mientras hablaban de sus achaques, como tenían por costumbre, aunque terminaron sonriendo como quinceañeros debido al aura que desprendía ella.
-La vida es como un tango, intensa y atrayente hasta el final. No hay que olvidar que a veces hay que bailar bajo la lluvia o sobre la nieve, pero también hay que aceptar los días cálidos y aquellos de fragancia de primavera. La vida es la flor que se marchita lentamente, pero aún cuando se va marchitando es hermosa. No hay que olvidarlo, por ello hay que dar gracias y ser feliz pese a todo.
Seguimos el camino hasta llegar al final de la ciudad. Una autopista inmensa se veía ante nosotros, no había nadie hasta que llegáramos casi al centro del bosque y tardaríamos como dos horas a pie. Era un lugar seguro para desplegar mis alas, como las suyas y movernos a favor del viento, hasta un cerro cercano que nos dejaría próximos al pueblo, a unos diez minutos caminando.
Desplegué parte de mi poder agitando las ramas de algunos árboles cercanos a la zanja de la autopista. Mis plumas blancas, doradas y plateadas brillaron abriéndose paso en el aire, cortándolo con caricias algo bruscas. Las agité sintiendo que estaban entumecidas, durante días habían estado a buen resguardo. Mis alas eran de mayor tamaño a las de un ángel común, el plumaje era espeso y tenía ese aroma diferente cercano al incienso.
-Volaremos hasta un cerro cercano, da espalda al pueblo. Quedaremos a los pies de este escondidos gracias a los altos robles y chopos, para luego caminar por el viejo sendero hasta llegar al centro del pueblo donde tal vez ya dan por sentado que hoy no llegaré.
Los escasos parques y árboles daban una sombra tétrica, tal vez la verdad oculta en los extraños pensamientos de la ciudad de la incomunicación social. El ser humano debía aprender a vivir, a vivir realmente. Sobrevivían brindando por minutos rasgados y ganados al minutero, pero no servía para nada si las sonrisas eran amargas y las lágrimas seguían siendo negras. Ella me provocaba sentir más cerca la felicidad, era la joya que debían llevar como amuleto todos aquellos que decaían.
-Tienes una virtud que debes ofrecer, Olivia.
Susurré antes de besar su mejilla algo sonrojada, porque su cuerpo era cálido al ser pura luz. La felicidad seguía brotando de ella, como el perfume brota de las flores. Una pareja de ancianos pasó justo a nuestro lado mientras hablaban de sus achaques, como tenían por costumbre, aunque terminaron sonriendo como quinceañeros debido al aura que desprendía ella.
-La vida es como un tango, intensa y atrayente hasta el final. No hay que olvidar que a veces hay que bailar bajo la lluvia o sobre la nieve, pero también hay que aceptar los días cálidos y aquellos de fragancia de primavera. La vida es la flor que se marchita lentamente, pero aún cuando se va marchitando es hermosa. No hay que olvidarlo, por ello hay que dar gracias y ser feliz pese a todo.
Seguimos el camino hasta llegar al final de la ciudad. Una autopista inmensa se veía ante nosotros, no había nadie hasta que llegáramos casi al centro del bosque y tardaríamos como dos horas a pie. Era un lugar seguro para desplegar mis alas, como las suyas y movernos a favor del viento, hasta un cerro cercano que nos dejaría próximos al pueblo, a unos diez minutos caminando.
Desplegué parte de mi poder agitando las ramas de algunos árboles cercanos a la zanja de la autopista. Mis plumas blancas, doradas y plateadas brillaron abriéndose paso en el aire, cortándolo con caricias algo bruscas. Las agité sintiendo que estaban entumecidas, durante días habían estado a buen resguardo. Mis alas eran de mayor tamaño a las de un ángel común, el plumaje era espeso y tenía ese aroma diferente cercano al incienso.
-Volaremos hasta un cerro cercano, da espalda al pueblo. Quedaremos a los pies de este escondidos gracias a los altos robles y chopos, para luego caminar por el viejo sendero hasta llegar al centro del pueblo donde tal vez ya dan por sentado que hoy no llegaré.
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Re: Privado - Conversaciones en un café -
Caminabamos mientras sentia con gran dicha como jugaba con mis dedos dejandome poder sentir aquella fuerza y proteccion que el me brindaba, mi sonrisa se dibujaba en mi rostro sin que nadie la pudiera desvaneser, sus palabras llegaban a mis oidos y se quedaban en mi mente una por una grabadas por completo con esa melodiosa voz que poseia, cuando beso me mejilla hizo que aquel leve sonrojo se hiciera mucho mas notorio, mientras mi sonrisa se iluminaba mas como la de alguien que habia recibido el mayor de los premios o mas hermoso que le pudieran dar.
Pasamos por donde habia tanta gente cada uno tan distinto, y cuando pasamos por aquella pareja de ancianos, les sonrei amablemente lo cual hizo que ellos hicieran lo mismo, luego lo voltee a ver a el aun con la sonrisa en mis labios para despues escuchar sus palabras, una forma muy extraña de comparar la vida con un baile pero en cierta forma tenia razon ya que podia ser lenta o acelerada dando vueltas inesperadas y cambios sin previo aviso.
-Me gusta la comparacion y tienes razon sin alegria no se puede gozar de la dicha de todo lo que nos da el padre- dije caminando con el sin soltar su mano hasta llegar al final de aquella ciudad, frente a nosotros se alzaba un bosque lleno de maleza, pero tambien de vida y eso me alegraba ya que denotaba que el mundo aun tenia vida en su interior y pronto surgiria de nuevo en su explendor
Cuando el abrio sus alas me quede embebida con aquella magnificencia tanta luz y color, su aroma suave floto por el viento envolviendome, respire ondo para poder disfrutar de aquel aroma, tratando de que no lo notara demaciado mientras mis manos se debatian entre tocar aquel par de maravillosas y magnificas alas que el padre le habia dado, aun siendo yo un angel no podia evitar perderme en aquella vision del el tan hermoso
Sus palabras me retraian un segundo de mis pensamientos y asenti pero aun aquella cosquilla en mis manos no se iba, tal vez en algun momento el me dejara tocarlas -Sera una bonita sorpresa que lleguemos antes- dije sonriendo y extendiendo mis alas blancas que el ya habia visto con anterioridad pero que se veian opacadas y diminutas ante las suyas
off: sorry el trabajo me comio u.u pero ya respondi ^^
Pasamos por donde habia tanta gente cada uno tan distinto, y cuando pasamos por aquella pareja de ancianos, les sonrei amablemente lo cual hizo que ellos hicieran lo mismo, luego lo voltee a ver a el aun con la sonrisa en mis labios para despues escuchar sus palabras, una forma muy extraña de comparar la vida con un baile pero en cierta forma tenia razon ya que podia ser lenta o acelerada dando vueltas inesperadas y cambios sin previo aviso.
-Me gusta la comparacion y tienes razon sin alegria no se puede gozar de la dicha de todo lo que nos da el padre- dije caminando con el sin soltar su mano hasta llegar al final de aquella ciudad, frente a nosotros se alzaba un bosque lleno de maleza, pero tambien de vida y eso me alegraba ya que denotaba que el mundo aun tenia vida en su interior y pronto surgiria de nuevo en su explendor
Cuando el abrio sus alas me quede embebida con aquella magnificencia tanta luz y color, su aroma suave floto por el viento envolviendome, respire ondo para poder disfrutar de aquel aroma, tratando de que no lo notara demaciado mientras mis manos se debatian entre tocar aquel par de maravillosas y magnificas alas que el padre le habia dado, aun siendo yo un angel no podia evitar perderme en aquella vision del el tan hermoso
Sus palabras me retraian un segundo de mis pensamientos y asenti pero aun aquella cosquilla en mis manos no se iba, tal vez en algun momento el me dejara tocarlas -Sera una bonita sorpresa que lleguemos antes- dije sonriendo y extendiendo mis alas blancas que el ya habia visto con anterioridad pero que se veian opacadas y diminutas ante las suyas
off: sorry el trabajo me comio u.u pero ya respondi ^^
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Re: Privado - Conversaciones en un café -
Despegué mis pies del suelo comenzando a levitar expandiendo mis alas, dejando que estas al fin pudieran sentir las caricias de la leve brisa. Una vez a varios metros las moví como un gorrión dentro de un hermoso estanque de agua cristalina, me sentía tan vivo y natural como las flores que germinaban al borde de la carretera. Era hermoso volver a sentirme sin ataduras, sin máscaras, y contemplarla a ella de esa forma también me hizo sentir feliz por ella. Ambos amábamos nuestra naturaleza.
-Te retaría a una carrera, pero prefiero disfrutar de tu compañía.
Comenté girándome dejando que el sol quedara a mis espaldas, la luz de mis alas era comparable a sus rayos. Mis cabellos habían crecido un poco más, mostrando mi verdadera forma, y aquellos rizos ahora tenían una forma más definida. Mis ojos azules lo eran como el cielo veraniego, calmados y libres de cualquier pecado. Notaba como la brisa transportaba aroma a roble, pino, manzano y pequeños frutos silvestres que se consumen en invierno.
-Sígueme Olivia.
Fueron mis palabras cubiertas de un tenue cariño parecido al de un hermano mayor hacia uno de sus hermanos más pequeños, al cual debe cuidar y tratar con respeto enseñándole el mundo. Deseaba mostrarle la belleza de un paisaje otoñal, como algunos árboles aún no estaban desnudos a pesar de haber nevado ya. Rojo, amarillo, naranja y verde eran los colores del bosque que estaba bajo nuestros pies. A lo lejos se podía vislumbrar el cerro cargado de un verde oscuro, moviéndose como los cabellos de una joven frente al mar. La ilusión de libertad, el espejismo que nos ofrecía, era impresionante... pero era una ilusión, porque ese mismo cerro encerraba en incomunicación a sus aldeanos. Necesitaban construir mejores comunicaciones, llegar antes a la ciudad, y nosotros les ayudaríamos.
Abrí mis brazos como mis alas moviéndome como lo haría un pájaro recién salido de la jaula, las pequeñas piruetas en el cielo me hacían parecer un niño, pero era un ser tan antiguo como el mismo mundo. Amaba aquello que veía, sentía y olía. Deseaba dejarme llevar por la felicidad de finalmente ayudar a la humanidad como décadas atrás.
-Te retaría a una carrera, pero prefiero disfrutar de tu compañía.
Comenté girándome dejando que el sol quedara a mis espaldas, la luz de mis alas era comparable a sus rayos. Mis cabellos habían crecido un poco más, mostrando mi verdadera forma, y aquellos rizos ahora tenían una forma más definida. Mis ojos azules lo eran como el cielo veraniego, calmados y libres de cualquier pecado. Notaba como la brisa transportaba aroma a roble, pino, manzano y pequeños frutos silvestres que se consumen en invierno.
-Sígueme Olivia.
Fueron mis palabras cubiertas de un tenue cariño parecido al de un hermano mayor hacia uno de sus hermanos más pequeños, al cual debe cuidar y tratar con respeto enseñándole el mundo. Deseaba mostrarle la belleza de un paisaje otoñal, como algunos árboles aún no estaban desnudos a pesar de haber nevado ya. Rojo, amarillo, naranja y verde eran los colores del bosque que estaba bajo nuestros pies. A lo lejos se podía vislumbrar el cerro cargado de un verde oscuro, moviéndose como los cabellos de una joven frente al mar. La ilusión de libertad, el espejismo que nos ofrecía, era impresionante... pero era una ilusión, porque ese mismo cerro encerraba en incomunicación a sus aldeanos. Necesitaban construir mejores comunicaciones, llegar antes a la ciudad, y nosotros les ayudaríamos.
Abrí mis brazos como mis alas moviéndome como lo haría un pájaro recién salido de la jaula, las pequeñas piruetas en el cielo me hacían parecer un niño, pero era un ser tan antiguo como el mismo mundo. Amaba aquello que veía, sentía y olía. Deseaba dejarme llevar por la felicidad de finalmente ayudar a la humanidad como décadas atrás.
- Spoiler:
- No te preocupes, lo comprendo. Yo también tuve problemas ayer
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Re: Privado - Conversaciones en un café -
Lo vi despegar el vuelo y cuando escuche sus palabras rei divertida ya que en una carrera contra el seria como si un chita le jugara una carrea a un simple gato casero, yo jamas hubiera tenido oportunidad, aprete un poco mis manos para quitar aquella curiosidad que habia en ellas de poder tocar sus alas, cuando las abrio en el aire quede sin evitarlo embelesada con aquella figura en el cielo, era justo una maravilla del padre, solo el habia podido hacer a alguien como el
Abri mis alas y alce el vuelvo junto con el colocandome a su lado -A mi tambien me gusta disfrutar de tu compañia - dije sonriendo y despues lo segui tal como me lo pidio, el aire corria entre mis blancas plumas acariciando mi piel suavemente con una caricia mientras me elevaba un poco mas hasta los cielos disfrutando de aquella sensacion haciendo alguna pirueta de vez en vez riendo divertida disfrutando de aquel momento, yo era un angel y amaba volar, desde que habia llegado no lo hacia tanto sobre todo como en ese momento con tanta dicha y alegria que desbordaba de mi
Me acerque un poco a el y tome su mano sonriendo, queria que sintiera lo mismo que yo la alegria que yo emitia, aun que el era un arcangel aun asi podia hacer que sintiera aquella felicidad plena cuando me tocaba, era una traedora de felicidad y nada disfrutaba mas que poder transmitir aquello lo hacia solo con ver o sonreir a la gente pero el era distinto por eso tenia que tener contacto con el para que fuera completa aquella fucion de felicidad
Abri mis alas y alce el vuelvo junto con el colocandome a su lado -A mi tambien me gusta disfrutar de tu compañia - dije sonriendo y despues lo segui tal como me lo pidio, el aire corria entre mis blancas plumas acariciando mi piel suavemente con una caricia mientras me elevaba un poco mas hasta los cielos disfrutando de aquella sensacion haciendo alguna pirueta de vez en vez riendo divertida disfrutando de aquel momento, yo era un angel y amaba volar, desde que habia llegado no lo hacia tanto sobre todo como en ese momento con tanta dicha y alegria que desbordaba de mi
Me acerque un poco a el y tome su mano sonriendo, queria que sintiera lo mismo que yo la alegria que yo emitia, aun que el era un arcangel aun asi podia hacer que sintiera aquella felicidad plena cuando me tocaba, era una traedora de felicidad y nada disfrutaba mas que poder transmitir aquello lo hacia solo con ver o sonreir a la gente pero el era distinto por eso tenia que tener contacto con el para que fuera completa aquella fucion de felicidad
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Re: Privado - Conversaciones en un café -
Olivia era como una niña, una dulce niña que jugaba a conocer el mundo y que el mundo la conociera a ella. Me recordaba a Uriel, a la luz que él desprendía a su paso. Ya ni recordaba cuando fue la última vez que lo estreché entre mis brazos acariciando sus cabellos, besando su frente y notando como la luz de Padre emanaba de él con aquella delicadeza y fortaleza. En ese preciso instante recordé a Miguel, su semblante serio ante las adversidades del hombre y su afán de ayudar. Ella me recordaba a mis hermanos, aquellos que fueron para mí algo importante desde que los conocí y Padre me aseguró que no estaríamos solos, que habíamos sido creados para ser sus manos, ojos y labios. Nosotros daríamos cobijo los días de frío, cuidaríamos de las heridas del hombre y les aseguraríamos un futuro fértil en la Tierra.
Su mano tuvo contacto con la mía, provocando que su felicidad traspasara mi piel. Paré mi vuelo para tirar de ella hacia mí, lo hice con un gesto delicado para no dañarla ni importunarla. Mis labios se posaron sobre su frente mientras mis brazos la estrechaban. Deseaba verme feliz, cubierto de ese toque mágico y especial que tenía Dios para sus criaturas.
-Gracias, sé que intentas hacer.
Mis labios rozaron su oído, fue como si estuviéramos en un café rebosante de personas y no solos en medio de la nada llena de naturaleza. Sin embargo, quería que fueran unas palabras tomadas desde el más profundo afecto. Me aparté alzándome sobre su cabeza para terminar alejándome girado hacia ella, esperando que me siguiera.
-¡Vamos! ¡Quiero llegar pronto!
Mi voz sonó como la de un chiquillo, porque realmente me sentía un niño a pesar de mis milenios. Sin embargo, mis actos eran los de un anciano. Elegía con sabiduría a los hombres a los cuales ayudar, aquellos que elegirían a otros para colaborar y mostrarle la gracia de Dios. Había sido entrenado para no dejar pasar ni una oportunidad.
Su mano tuvo contacto con la mía, provocando que su felicidad traspasara mi piel. Paré mi vuelo para tirar de ella hacia mí, lo hice con un gesto delicado para no dañarla ni importunarla. Mis labios se posaron sobre su frente mientras mis brazos la estrechaban. Deseaba verme feliz, cubierto de ese toque mágico y especial que tenía Dios para sus criaturas.
-Gracias, sé que intentas hacer.
Mis labios rozaron su oído, fue como si estuviéramos en un café rebosante de personas y no solos en medio de la nada llena de naturaleza. Sin embargo, quería que fueran unas palabras tomadas desde el más profundo afecto. Me aparté alzándome sobre su cabeza para terminar alejándome girado hacia ella, esperando que me siguiera.
-¡Vamos! ¡Quiero llegar pronto!
Mi voz sonó como la de un chiquillo, porque realmente me sentía un niño a pesar de mis milenios. Sin embargo, mis actos eran los de un anciano. Elegía con sabiduría a los hombres a los cuales ayudar, aquellos que elegirían a otros para colaborar y mostrarle la gracia de Dios. Había sido entrenado para no dejar pasar ni una oportunidad.
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Re: Privado - Conversaciones en un café -
Mi mano estaba tomando la suya mientras le transmitia aquella alegria, cuando jalo de mi y senti sus labios en mi frente mis mejillas se volvieron a teñir, parecia que eso se volveria costumbre, una que a decir verdad disfrutaba mucho, respondi su abrazo, si el padre me diejera que era lo que habia disfrutado mas en mi estancia en aquel lugar hasta ese momento podia decir que el sentir aquellos brazos que brindaban proteccion y calidez al mismo tiempo, su aroma mi inundo por completo y cuando senti el roce de sus labios en mi oido mi sonrojo se hizo mas intenso, sobre todo con sus palabras.
Cuando me solto y volo sobre mi cabeza lo segui sonriendo, la gente de aquella villa estaria feliz de resiviernos por que ibamos a ayudarles, vole hasta el para poder emprender de nuevo nuestro viaje , las nueves a nuestro alrededor nos acarisiaban cuando pasabamos entre ellas, no sabia por que me sentia tan feliz pero lo hacia y eso me agradaba mucho me recordaba cuando ayudaba a mis hermanos en el cielo
Cuando me solto y volo sobre mi cabeza lo segui sonriendo, la gente de aquella villa estaria feliz de resiviernos por que ibamos a ayudarles, vole hasta el para poder emprender de nuevo nuestro viaje , las nueves a nuestro alrededor nos acarisiaban cuando pasabamos entre ellas, no sabia por que me sentia tan feliz pero lo hacia y eso me agradaba mucho me recordaba cuando ayudaba a mis hermanos en el cielo
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Re: Privado - Conversaciones en un café -
Notaba sus sonrojos, percibía que se sentía feliz y eso era todo lo que yo deseaba. La felicidad debía ser una piedra con la cual tropezarnos día tras día, no las lágrimas o el desánimo. El mundo tenía que conocer un mejor destino, Padre necesitaba de nosotros para alzarnos fuertes y vigorosos luchando por un nuevo amanecer.
Descendí rápidamente entre unos árboles altos, tan altos como los edificios que habíamos dejado atrás. Mis manos acariciaron los troncos mientras descendía los últimos metros lentamente, como si tuviera miedo de romperme las alas por culpa de sus ramas. Finalmente mis pies desnudos acariciaron el pasto, creando de inmediato la ropa que había llevado. Puesto que cuando abrí mis alas me mostré con mi túnica resplandeciente, la cual era mucho más apropiada para volar que aquella ropa deportiva demasiado ajustada para mi gusto.
Me coloqué la capucha de la nueva sudadera, roja como el rubor de las mejillas de Olivia, ocultando así los mechones rubios de mi cabello. Mis deportivas eran blancas igual que la pluma que había caído frente a mis ojos. La tomé contemplándola, era mía sin duda. Acariciaba lentamente con mis dedos el tronco de esta, como cuando los niños encuentran una en medio de un parque e imaginan las alas de las aves deseando volar.
Alcé mi rostro hacia el cielo buscando a Olivia, sabía que ella descendería junto a mí y caminaríamos por el estrecho y mal señalizado sendero. Lo haríamos para ayudar nuevamente, para que las almas de otros sintieran felicidad y sus huesos estuvieran sanados. Allí en el bosque hacía más frío que en la ciudad, el aire corría libremente y las montañas regalaban una altitud que lo congelaba.
Descendí rápidamente entre unos árboles altos, tan altos como los edificios que habíamos dejado atrás. Mis manos acariciaron los troncos mientras descendía los últimos metros lentamente, como si tuviera miedo de romperme las alas por culpa de sus ramas. Finalmente mis pies desnudos acariciaron el pasto, creando de inmediato la ropa que había llevado. Puesto que cuando abrí mis alas me mostré con mi túnica resplandeciente, la cual era mucho más apropiada para volar que aquella ropa deportiva demasiado ajustada para mi gusto.
Me coloqué la capucha de la nueva sudadera, roja como el rubor de las mejillas de Olivia, ocultando así los mechones rubios de mi cabello. Mis deportivas eran blancas igual que la pluma que había caído frente a mis ojos. La tomé contemplándola, era mía sin duda. Acariciaba lentamente con mis dedos el tronco de esta, como cuando los niños encuentran una en medio de un parque e imaginan las alas de las aves deseando volar.
Alcé mi rostro hacia el cielo buscando a Olivia, sabía que ella descendería junto a mí y caminaríamos por el estrecho y mal señalizado sendero. Lo haríamos para ayudar nuevamente, para que las almas de otros sintieran felicidad y sus huesos estuvieran sanados. Allí en el bosque hacía más frío que en la ciudad, el aire corría libremente y las montañas regalaban una altitud que lo congelaba.
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Re: Privado - Conversaciones en un café -
Vi que bajo por entre unos arboles altos, baje tras de el esquibando vairas ramas que estaban a mi paso, una me alcanzo a rasguñar pero no le di importancia ya sanaria despues, lo vi ya vestido de distinta forma y cuando mis pies tocaron el suelo hice que mi ropa cambiara a una paresida a la de el solo que la sudadera era de un tono rosado, mi cabello caia hacia atras de forma alborotada, mi ropa quedaba señida a mi cuerpo aun que bastante abrigada aun que jamas sentia demaciado frio no sabia bien a bien por que
Llegue hasta donde estaba el con una sonrisa en los labios hacercandome cerca de su posicion, sus alas ya habian desaparesido de la vista y un poco de desepcion se formo en mi mirada cuando me percate de ello ya que aquella curiosidad de poderlas tocar no la saciaria, desvie mi atencion a el y sonrei de nuevo -Iremos a la aldea o esperaremos a mañana?- pregunte algo curiosa, tal vez esperariamos hasta mañana que segun el habia dicho era cuando lo esperaban a el, el llegar en ese momento seria una gran sopresa sin contar que llegaria acompañado de alguien mas
El lugar era encantador, voltee a ver todo a mi alrededor los aromas, los colores, los sonidos todo era nuevo y maravilloso, aquel aroma que despedian los arboles, era delicioso, el aire frio acariciaba mi rostro y jugaba con mi cabello alborotan dolo aun mas de lo que ya estaba haciendo que mi dulce aroma se combinara con el de la naturaleza que estaba a nuestro al rededor
Llegue hasta donde estaba el con una sonrisa en los labios hacercandome cerca de su posicion, sus alas ya habian desaparesido de la vista y un poco de desepcion se formo en mi mirada cuando me percate de ello ya que aquella curiosidad de poderlas tocar no la saciaria, desvie mi atencion a el y sonrei de nuevo -Iremos a la aldea o esperaremos a mañana?- pregunte algo curiosa, tal vez esperariamos hasta mañana que segun el habia dicho era cuando lo esperaban a el, el llegar en ese momento seria una gran sopresa sin contar que llegaria acompañado de alguien mas
El lugar era encantador, voltee a ver todo a mi alrededor los aromas, los colores, los sonidos todo era nuevo y maravilloso, aquel aroma que despedian los arboles, era delicioso, el aire frio acariciaba mi rostro y jugaba con mi cabello alborotan dolo aun mas de lo que ya estaba haciendo que mi dulce aroma se combinara con el de la naturaleza que estaba a nuestro al rededor
Invitado- Invitado
Re: Privado - Conversaciones en un café -
Percibí su llegada antes de sentirla a mi lado. A nuestro alrededor sólo había un frondoso bosque, los árboles crecían hacia el cielo dejándose acariciar por el peine del viento. Las pocas flores invernales saludaban desde los arbustos. Las ramas pequeñas que crujían a cada paso era un chasquido parecido al de la leña cuando la quema el fuego, un fuego tan cálido como el que nacía en nuestro interior y que bailoteaba con la gracia de Dios.
Mis dedos se pegaron al tronco de un gigantesco roble carvallo que saludaba majestuoso. Tenía su tronco cubierto por pequeños tréboles, era como los árboles que concedían a los humanos la entrada a los mundos de fantasía. Sonreí jugando con sus surcos mientras la escuchaba. Me sentía un niño perdido entre hadas, elfos, duendes y pequeños animales que los acompañaban a ocultarse de nuestra presencia.
-Iremos hoy y pernoctaremos allí. Comeremos junto a ellos, celebraremos que Dios sigue dándonos un día más en nuestras vidas y les ayudaremos en la mañana temprano a levantar una buena parte del puente. Podría construirlo yo mismo con mis poderes, así como toda la calzada hasta la ciudad. Sin embargo Dios no lo desea, desea que ellos se superen y consigan grandes cosas por si mismos. Quiere que yo ayude pero a sanar sus heridas, más las del alma que las físicas.
Mis pies comenzaron a moverse dejando que ese sonido característico surgiera. Algunos animales nos acechaban con cierta cautela. Los pájaros trinaban a lo lejos ocultos en sus nidos, intentando sentir el calor suficiente como en los días de estío. Varios lobos solitarios, lobos comunes, nos contemplaban con sus ojos ambarinos esperando que no agrediéramos su territorio. Si bien, ante nuestra presencia se calmaron y se convirtieron en dóciles animales con cierta curiosidad sana. No se aproximaron porque estaba en su instinto el mantener ligeramente oculto tras zarzas y matorrales frondosos aún en invierno.
Me movía como un gato, era ágil y elegante para ciertas situaciones. No podía dejar de ser un ángel a pesar de mi carácter humano. Tendríamos que sortear trampas de caza menor, así como piedras gigantescas que entorpecían el camino hacia el sendero.
Nada más llegar noté como se habían quedado las obras, completamente empantanadas y destrozadas. Suspiré pesado al recordar que no deseaban agredir demasiado al bosque, pues el bosque les daba todo aquello que necesitaban. Poseían tierras de cultivo más hacia la zona este, de donde surgía el sol, para que tomaran los primeros rayos y cierta humedad climatológica idónea. Los pude contemplar a lo lejos, algunos cubiertos por plásticos hechos con célula de patata, estos se destruían en el clima tras pasados unos meses, después servían como abono.
Cerca de allí jugaba un grupo de niño, dos niños y una niña. Ella decía ser la princesa de las hadas, vestía un bonito vestido blanco con algunos remates en azul como los lazos de sus coletas, y unas hojas dibujadas en verde en el torso de aquella prenda. Sobre sus pequeños hombros llevaba una capa verde, la misma que cubría parte de sus cabellos. Ellos eran un humano agradecido y su elfo enamorado, al cual jamás hacía caso pues lo veía como un hermano. Los chicos vestían con pantalones negros de tela vaquera y cazadoras. Ellos tenían el cabello dorado como el mío, los de la chica eran pelirrojos y alborotados.
-¡Adultos!
Gritaron antes de comprobar que era yo, el mismo adulto con rasgos de niño que solía contarles historias de hadas, ángeles y hechiceros de buen corazón. Corrieron hacia mí abrazándome y dejando que alzara al pobre elfo, algo más delgado y pequeño. Me incliné hacia ella y tomé su mano para besarla como si realmente fuera una princesa.
-Buenas tardes my lady.
Mis palabras hicieron que riera mostrándome que se le habían caído las paletas, lo cual provocó que se cubriera la boca con la mano algo avergonzada. El más grande de los tres se quedó con la mirada fija en Olivia, sus enormes ojos verdes la contemplaban con cierto cuidado y curiosidad. Me recordó a los ojos de los lobos, esa misma mirada intensa y salvaje domada por la necesidad de conocimiento.
-¿Quién es ella?
Preguntó tocando mi hombro, dejando sus pequeños dedos sobre la tela roja de mi sudadera. Yo me giré con una sonrisa contemplándola. Notaba como la felicidad flotaba a su alrededor y emanaba de ella. Su aspecto podía ser similar al mío, una chica joven perdida en medio de un bosque.
-Es una amiga, nos ayudará hoy y mañana.
Los niños eran mi debilidad. Cuando supe que Marta estaba gestando uno mío temblé y lloré como un chiquillo. Al fin sería padre, podría tener todo lo que yo deseaba. Pero olvidé las palabras que me dijo Dios cuando acepté el poder probar lo que era ser humano, estar en su mundo y disfrutar de todas las emociones. La felicidad es intensa pero dura poco, tan poco como unos meses. Prácticamente íbamos a tener al pequeño con nosotros cuando ella murió por salvarme, perdiendo así todo. Padre me recordó sus palabras cuando lloraba aferrado a su cadáver. Debía aprender lo bueno y lo malo de ser humano y jamás olvidarlo, porque si lo olvidaba ¿para qué había experimentado? Aquellos niños me recordaban a mí y a ella, por ello siempre los visitaba prácticamente desde que sólo medían un palmo en el suelo.
Mis dedos se pegaron al tronco de un gigantesco roble carvallo que saludaba majestuoso. Tenía su tronco cubierto por pequeños tréboles, era como los árboles que concedían a los humanos la entrada a los mundos de fantasía. Sonreí jugando con sus surcos mientras la escuchaba. Me sentía un niño perdido entre hadas, elfos, duendes y pequeños animales que los acompañaban a ocultarse de nuestra presencia.
-Iremos hoy y pernoctaremos allí. Comeremos junto a ellos, celebraremos que Dios sigue dándonos un día más en nuestras vidas y les ayudaremos en la mañana temprano a levantar una buena parte del puente. Podría construirlo yo mismo con mis poderes, así como toda la calzada hasta la ciudad. Sin embargo Dios no lo desea, desea que ellos se superen y consigan grandes cosas por si mismos. Quiere que yo ayude pero a sanar sus heridas, más las del alma que las físicas.
Mis pies comenzaron a moverse dejando que ese sonido característico surgiera. Algunos animales nos acechaban con cierta cautela. Los pájaros trinaban a lo lejos ocultos en sus nidos, intentando sentir el calor suficiente como en los días de estío. Varios lobos solitarios, lobos comunes, nos contemplaban con sus ojos ambarinos esperando que no agrediéramos su territorio. Si bien, ante nuestra presencia se calmaron y se convirtieron en dóciles animales con cierta curiosidad sana. No se aproximaron porque estaba en su instinto el mantener ligeramente oculto tras zarzas y matorrales frondosos aún en invierno.
Me movía como un gato, era ágil y elegante para ciertas situaciones. No podía dejar de ser un ángel a pesar de mi carácter humano. Tendríamos que sortear trampas de caza menor, así como piedras gigantescas que entorpecían el camino hacia el sendero.
Nada más llegar noté como se habían quedado las obras, completamente empantanadas y destrozadas. Suspiré pesado al recordar que no deseaban agredir demasiado al bosque, pues el bosque les daba todo aquello que necesitaban. Poseían tierras de cultivo más hacia la zona este, de donde surgía el sol, para que tomaran los primeros rayos y cierta humedad climatológica idónea. Los pude contemplar a lo lejos, algunos cubiertos por plásticos hechos con célula de patata, estos se destruían en el clima tras pasados unos meses, después servían como abono.
Cerca de allí jugaba un grupo de niño, dos niños y una niña. Ella decía ser la princesa de las hadas, vestía un bonito vestido blanco con algunos remates en azul como los lazos de sus coletas, y unas hojas dibujadas en verde en el torso de aquella prenda. Sobre sus pequeños hombros llevaba una capa verde, la misma que cubría parte de sus cabellos. Ellos eran un humano agradecido y su elfo enamorado, al cual jamás hacía caso pues lo veía como un hermano. Los chicos vestían con pantalones negros de tela vaquera y cazadoras. Ellos tenían el cabello dorado como el mío, los de la chica eran pelirrojos y alborotados.
-¡Adultos!
Gritaron antes de comprobar que era yo, el mismo adulto con rasgos de niño que solía contarles historias de hadas, ángeles y hechiceros de buen corazón. Corrieron hacia mí abrazándome y dejando que alzara al pobre elfo, algo más delgado y pequeño. Me incliné hacia ella y tomé su mano para besarla como si realmente fuera una princesa.
-Buenas tardes my lady.
Mis palabras hicieron que riera mostrándome que se le habían caído las paletas, lo cual provocó que se cubriera la boca con la mano algo avergonzada. El más grande de los tres se quedó con la mirada fija en Olivia, sus enormes ojos verdes la contemplaban con cierto cuidado y curiosidad. Me recordó a los ojos de los lobos, esa misma mirada intensa y salvaje domada por la necesidad de conocimiento.
-¿Quién es ella?
Preguntó tocando mi hombro, dejando sus pequeños dedos sobre la tela roja de mi sudadera. Yo me giré con una sonrisa contemplándola. Notaba como la felicidad flotaba a su alrededor y emanaba de ella. Su aspecto podía ser similar al mío, una chica joven perdida en medio de un bosque.
-Es una amiga, nos ayudará hoy y mañana.
Los niños eran mi debilidad. Cuando supe que Marta estaba gestando uno mío temblé y lloré como un chiquillo. Al fin sería padre, podría tener todo lo que yo deseaba. Pero olvidé las palabras que me dijo Dios cuando acepté el poder probar lo que era ser humano, estar en su mundo y disfrutar de todas las emociones. La felicidad es intensa pero dura poco, tan poco como unos meses. Prácticamente íbamos a tener al pequeño con nosotros cuando ella murió por salvarme, perdiendo así todo. Padre me recordó sus palabras cuando lloraba aferrado a su cadáver. Debía aprender lo bueno y lo malo de ser humano y jamás olvidarlo, porque si lo olvidaba ¿para qué había experimentado? Aquellos niños me recordaban a mí y a ella, por ello siempre los visitaba prácticamente desde que sólo medían un palmo en el suelo.
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Re: Privado - Conversaciones en un café -
Sonrei y empece a caminar a su lado, debia decir que en ciertas partes tenia que ir casi corriendo tras de el ya que se movia bastante rapido pero eso no impedia que mi andar fuera tan agil como el de el, el lugar era bastante accidentado, lleno de maleza y piedras durante todo el camino, los animales se sentian algo inquietos con nuestra peresencia en el sitio, asi que solo deje que mi sonrisa inundarar todo el lugar para que los animales se calmaran un poco.
un par de lobos escondidos entre la maleza llamaron mi atencion, de no haber sido por que no ibamos de paseo tal ve hubiera hecho una parada para poder acariciar su pelaje, amaba a los animales y siempre que podia me hacia cargo de ellos asi como lo hice con aquella ave que ese chico me habia dado para su cuidado, solte un suspiro al no poder acercarme a ellos debido a que teniamos algo mas que hacer en ese momento .
Saliendo de la maleza divise como un intento de camino estaba casi formado entre agua y lodo, camine junto con mi "hermano" viendo a unos niños jugando, sonrei al verlos y me mantuve serca de el todo el tiempo, cuando dijo que los ayudaria sonrei -Soy Olivia - dije presentandome y despues vi aquel niño que me veia tan fijamente, solo sonrei de la forma mas dulce que pude mientras desviaba despues mi atencion a la pequeña que estaba ahi, su vestido era hermoso, me acerque un poco y le di un beso en la mejilla
un par de lobos escondidos entre la maleza llamaron mi atencion, de no haber sido por que no ibamos de paseo tal ve hubiera hecho una parada para poder acariciar su pelaje, amaba a los animales y siempre que podia me hacia cargo de ellos asi como lo hice con aquella ave que ese chico me habia dado para su cuidado, solte un suspiro al no poder acercarme a ellos debido a que teniamos algo mas que hacer en ese momento .
Saliendo de la maleza divise como un intento de camino estaba casi formado entre agua y lodo, camine junto con mi "hermano" viendo a unos niños jugando, sonrei al verlos y me mantuve serca de el todo el tiempo, cuando dijo que los ayudaria sonrei -Soy Olivia - dije presentandome y despues vi aquel niño que me veia tan fijamente, solo sonrei de la forma mas dulce que pude mientras desviaba despues mi atencion a la pequeña que estaba ahi, su vestido era hermoso, me acerque un poco y le di un beso en la mejilla
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Re: Privado - Conversaciones en un café -
El mundo bailaba con una música macabra en las calles más transitadas, el mal las asechaba y los niños parecían aterrados de usar su dulce imaginación. Sin embargo, en las profundidades del bosque podías hallar la pureza del espíritu de Dios presente en los pequeños corazones de los niños. Sus abrazos sinceros y sus sonrisas dulces te hacían olvidar que tal vez la Tierra estaba dando sus últimos latidos. Debíamos ganar la batalla, fortalecer las debilitadas raíces y hacer que brotaran hermosas flores como antaño.
Tomé a la pequeña que reía gracias a Olivia, los tres parecían completamente encantados por habernos hallado en el bosque. La niña jugaba con mis cabellos recostada sobre mi torso, mientras mis brazos la rodeaban de forma amorosa como la de un padre. En más de una ocasión había pedido a Dios poderme hacer cargo de algún orfanato, al igual que otros hermanos hacían. Si bien, yo tenía una misión de más peso y debía estar alejado de mi mayor ilusión. Siempre quise ser padre, estar profundamente orgulloso de las buenas acciones de mi hijo y preocupado cuando cayera en peligros por su terquedad. Deseaba comprender a mi propio Padre, pero él decidía y no era quien para rogar continuamente su beneplácito pues podía cansarle.
Caminaba junto a ellos y a Olivia sintiendo el bosque darnos la bienvenida al llano del poblado. Estaban rodeado de frondosos caminos de árboles gigantes y ancianos, así como montañas que permanecían varadas como ballenas cerca de aquel asentamiento. Las casas eran de madera y piedras, simples construcciones que poseían chimenea y lo esencial para vivir. La luz eléctrica era pura magia para aquellos que la desconocían, como los pequeños, y se sentían arropados como los primeros hombres en el hermoso edén que había construido Padre.
Al llegar fuimos recibidos por varios ancianos y más de una decena de hombres jóvenes. Las mujeres estaban con los niños y las mujeres más ancianas. Todos ellos parecían felices por sentir de nuevo que habían sido bendecidos con un poco de ayuda. A pesar de ello, el desánimo reinaba en sus corazones y se veían imposibilitados para construir el puente de madera y piedra, asfaltar mejor los caminos y obrar de ese modo un pequeño milagro.
-Rafael, padre, no le esperábamos tan pronto.
Comentó uno de los muchachos de no más de veinte años. Se abrazó a mí y tomó a su hermana dejándola en el suelo. Me miraba con los ojos llenos de felicidad, una felicidad que agitaba sus mares de café y miel. Su sonrisa era dulce y limpia, era un chico que cuidaba de sus cinco hermanos prácticamente desde que tenía conocimiento. Un hombre que deseaba poder comprometerse con una de las chicas del pueblo y poder marcharse a un lugar menos apacible. Deseaban crear su propio mundo, regir su destino, y tal vez volver como el hijo pródigo pero con bienes que pudieran disfrutar sus pequeños hermanos.
-Hemos decidido venir antes, traigo una amiga y espero que esta noche nos deis acogida.
Mi voz sonaba más humana y aún más cálida. Mis palabras eran escuetas y me mostraba bastante ufano. Las manos de un anciano se pusieron sobre una de las mías, concediéndome de esa forma una caricia atenta para que le siguiera. Él nos daría refugio en su vivienda. Era un hombre solitario dentro de una pequeña sociedad llena de vida, ajetreo y deseos que parecían no querer cumplirse.
Sus cabellos canos y largos me recordaban a la espuma de mar. Tenía los ojos grandes, demasiado para su rostro seco y lleno de arrugas. Sus manos temblaban impacientes, quería ofrecernos un poco de sus embutidos y caldo caliente. Desprendía bondad y tristeza. Sus hijos habían muerto cuando eran niños por unas fiebres fatales, su mujer murió en el parto del más pequeño, y no tenía otra familia que su viejo y leal perro.
Los niños habían quedado atrás con sus madres y padres, nosotros caminábamos por la pequeña plazuela que habían hecho entorno a un pozo. Caminábamos a su ritmo mientras su bastón dejaba pequeñas marcas en el suelo. Sonreía sintiéndome afortunado al estar junto a ellos, sentirlos tan cercanos y llenos de vida. Quería que esa pobre gente lograra salir adelante.
La cabaña del anciano era de madera y piedra, no muy grande, y poseía una chimenea que calentaba aún el puchero. Al entrar el aroma de las verduras y la carne hizo que sonriera aún más, sintiéndome perdido en un mundo que ya había olvidado el ser humano. Había una mesa pequeña, varias sillas, una alfombra, un cesto para su perro y un camastro donde él descansaba. Nosotros podíamos tomar los sacos y mantas para hacer nuestra propia cama. Era un hombre humilde, sencillo y que no precisaba de demasiadas cosas.
-Sentaos, sentaos sin miedo. Estáis en vuestra propia casa, ¿verdad Rufi?
Hablaba con su perro el cual sólo levantó su cabeza lamiendo su hocico. Tenía los ojos cansados de color caramelo, su pelaje era negro parecido a la lana. Estaba agotado porque sus viejos huesos no aguantaban el frío del invierno. Las llamas de la chimenea hacían que el caldo cada vez oliera mejor, la leña se quejaba chisporroteando e iluminaba parte de la vivienda.
Sobre la mesa había un jarrón cargado de flores frescas, las mismas que él cultivaba no muy lejos. Eran flores que sobrevivían al invierno gracias a cruces con las semillas más resistentes. Tenían coloridos pétalos y una fragancia fresca.
-¿Cuánto hacía que no nos veíamos?
Pregunté con una leve sonrisa colocando mis manos sobre sus doloridos hombros, calmando su dolor. Él sabía que yo era algo más que un simple hombre, pero no porque yo se lo hubiera dicho sino por su suspicacia.
-Desde el verano amigo, desde el verano. Estuve unos días fuera, lejos de todos, para poder aclarar mis ideas y poder encontrar a Dios en amaneceres más puros e intensos. Hay, estuve solo y dejé todo atrás porque quería olvidarme de mi dolor. Pronto me llegará la hora y no quería morir sin estar cerca de las montañas acariciándolas, viendo que poseen las mismas arrugas que cuando yo era un muchacho.
Se giró mirando a Olivia con una cálida sonrisa y luego me miró a mí. Esta vez podría contar una y otra vez sus batallas, sus viejas leyendas, sin tener miedo a que yo la hubiera escuchado en otra ocasión. Tenía una nueva oyente y eso le hacía sentir aún más feliz.
-¿Y tú niña? ¿Cómo te llamas? ¿Vienes también a darnos tu apoyo?
Tomé a la pequeña que reía gracias a Olivia, los tres parecían completamente encantados por habernos hallado en el bosque. La niña jugaba con mis cabellos recostada sobre mi torso, mientras mis brazos la rodeaban de forma amorosa como la de un padre. En más de una ocasión había pedido a Dios poderme hacer cargo de algún orfanato, al igual que otros hermanos hacían. Si bien, yo tenía una misión de más peso y debía estar alejado de mi mayor ilusión. Siempre quise ser padre, estar profundamente orgulloso de las buenas acciones de mi hijo y preocupado cuando cayera en peligros por su terquedad. Deseaba comprender a mi propio Padre, pero él decidía y no era quien para rogar continuamente su beneplácito pues podía cansarle.
Caminaba junto a ellos y a Olivia sintiendo el bosque darnos la bienvenida al llano del poblado. Estaban rodeado de frondosos caminos de árboles gigantes y ancianos, así como montañas que permanecían varadas como ballenas cerca de aquel asentamiento. Las casas eran de madera y piedras, simples construcciones que poseían chimenea y lo esencial para vivir. La luz eléctrica era pura magia para aquellos que la desconocían, como los pequeños, y se sentían arropados como los primeros hombres en el hermoso edén que había construido Padre.
Al llegar fuimos recibidos por varios ancianos y más de una decena de hombres jóvenes. Las mujeres estaban con los niños y las mujeres más ancianas. Todos ellos parecían felices por sentir de nuevo que habían sido bendecidos con un poco de ayuda. A pesar de ello, el desánimo reinaba en sus corazones y se veían imposibilitados para construir el puente de madera y piedra, asfaltar mejor los caminos y obrar de ese modo un pequeño milagro.
-Rafael, padre, no le esperábamos tan pronto.
Comentó uno de los muchachos de no más de veinte años. Se abrazó a mí y tomó a su hermana dejándola en el suelo. Me miraba con los ojos llenos de felicidad, una felicidad que agitaba sus mares de café y miel. Su sonrisa era dulce y limpia, era un chico que cuidaba de sus cinco hermanos prácticamente desde que tenía conocimiento. Un hombre que deseaba poder comprometerse con una de las chicas del pueblo y poder marcharse a un lugar menos apacible. Deseaban crear su propio mundo, regir su destino, y tal vez volver como el hijo pródigo pero con bienes que pudieran disfrutar sus pequeños hermanos.
-Hemos decidido venir antes, traigo una amiga y espero que esta noche nos deis acogida.
Mi voz sonaba más humana y aún más cálida. Mis palabras eran escuetas y me mostraba bastante ufano. Las manos de un anciano se pusieron sobre una de las mías, concediéndome de esa forma una caricia atenta para que le siguiera. Él nos daría refugio en su vivienda. Era un hombre solitario dentro de una pequeña sociedad llena de vida, ajetreo y deseos que parecían no querer cumplirse.
Sus cabellos canos y largos me recordaban a la espuma de mar. Tenía los ojos grandes, demasiado para su rostro seco y lleno de arrugas. Sus manos temblaban impacientes, quería ofrecernos un poco de sus embutidos y caldo caliente. Desprendía bondad y tristeza. Sus hijos habían muerto cuando eran niños por unas fiebres fatales, su mujer murió en el parto del más pequeño, y no tenía otra familia que su viejo y leal perro.
Los niños habían quedado atrás con sus madres y padres, nosotros caminábamos por la pequeña plazuela que habían hecho entorno a un pozo. Caminábamos a su ritmo mientras su bastón dejaba pequeñas marcas en el suelo. Sonreía sintiéndome afortunado al estar junto a ellos, sentirlos tan cercanos y llenos de vida. Quería que esa pobre gente lograra salir adelante.
La cabaña del anciano era de madera y piedra, no muy grande, y poseía una chimenea que calentaba aún el puchero. Al entrar el aroma de las verduras y la carne hizo que sonriera aún más, sintiéndome perdido en un mundo que ya había olvidado el ser humano. Había una mesa pequeña, varias sillas, una alfombra, un cesto para su perro y un camastro donde él descansaba. Nosotros podíamos tomar los sacos y mantas para hacer nuestra propia cama. Era un hombre humilde, sencillo y que no precisaba de demasiadas cosas.
-Sentaos, sentaos sin miedo. Estáis en vuestra propia casa, ¿verdad Rufi?
Hablaba con su perro el cual sólo levantó su cabeza lamiendo su hocico. Tenía los ojos cansados de color caramelo, su pelaje era negro parecido a la lana. Estaba agotado porque sus viejos huesos no aguantaban el frío del invierno. Las llamas de la chimenea hacían que el caldo cada vez oliera mejor, la leña se quejaba chisporroteando e iluminaba parte de la vivienda.
Sobre la mesa había un jarrón cargado de flores frescas, las mismas que él cultivaba no muy lejos. Eran flores que sobrevivían al invierno gracias a cruces con las semillas más resistentes. Tenían coloridos pétalos y una fragancia fresca.
-¿Cuánto hacía que no nos veíamos?
Pregunté con una leve sonrisa colocando mis manos sobre sus doloridos hombros, calmando su dolor. Él sabía que yo era algo más que un simple hombre, pero no porque yo se lo hubiera dicho sino por su suspicacia.
-Desde el verano amigo, desde el verano. Estuve unos días fuera, lejos de todos, para poder aclarar mis ideas y poder encontrar a Dios en amaneceres más puros e intensos. Hay, estuve solo y dejé todo atrás porque quería olvidarme de mi dolor. Pronto me llegará la hora y no quería morir sin estar cerca de las montañas acariciándolas, viendo que poseen las mismas arrugas que cuando yo era un muchacho.
Se giró mirando a Olivia con una cálida sonrisa y luego me miró a mí. Esta vez podría contar una y otra vez sus batallas, sus viejas leyendas, sin tener miedo a que yo la hubiera escuchado en otra ocasión. Tenía una nueva oyente y eso le hacía sentir aún más feliz.
-¿Y tú niña? ¿Cómo te llamas? ¿Vienes también a darnos tu apoyo?
Invitado- Invitado
Re: Privado - Conversaciones en un café -
Caminamos hasta llegar a aquella villa oculta en el bosque, la niña que había besado en la mejilla se encontraba en los brazos de Rafael, su forma de tratarlos y verlos era tan parecida a la forma en que el padre nos trataba, no sabia mucho de el de lo que había hecho durante el tiempo que estuvo en la tierra y yo en el cielo resguardada por mi padre, pero sabia que el amaba a los niños de eso no había duda alguna ya que eso era lo que el demostraba con cada uno de ellos.
La gente nos recibió muy bien, como la vez pasada lo llamaron padre, por lo que veía el prefería presentarse como un eclesiástico mas que brindaba su apoyo a sus hermanos , era una buena idea asi no sospecharían de quien era en realidad, aun que muchos sabían lo que éramos aun que no nos delatáramos, un chico con entusiasmo se acerco a el y luego me presento, solo sonreí hacia todos los que estaban ahí, era como una forma de saludo.
Despues de que aquel buen hombre nos llevara a su casa de inmediato fui hasta donde se encontraba aquel viejo perro y me arrodille con el acariciando su cansado y viejo cuerpo, tal vez eso le quitaría un poco de dolor y molestias que sentía el pobre animal, me agradaban tanto y eso me hizo recordar a mi ave a la cual aun cuidaba ya que no había podido llevarla a la tienda de aquel hibrido pero ya tendría tiempo para eso al final me agradaba poder disfrutar de su compañía.
- Yo señor? … me llamo Olivia… Blake – dije parándome y acercándome a el con una sonrisa, era mejor usar aquel apehido que había tomado prestado cuando se trataba de presentarme con personas como el asi parecía mas humana –Si señor también vengo a ayudar- respondi a sus preguntas y después vi venir a aquel perro en busca de mas caricias las cuales sin dudar le proporcione con mucho cariño
La gente nos recibió muy bien, como la vez pasada lo llamaron padre, por lo que veía el prefería presentarse como un eclesiástico mas que brindaba su apoyo a sus hermanos , era una buena idea asi no sospecharían de quien era en realidad, aun que muchos sabían lo que éramos aun que no nos delatáramos, un chico con entusiasmo se acerco a el y luego me presento, solo sonreí hacia todos los que estaban ahí, era como una forma de saludo.
Despues de que aquel buen hombre nos llevara a su casa de inmediato fui hasta donde se encontraba aquel viejo perro y me arrodille con el acariciando su cansado y viejo cuerpo, tal vez eso le quitaría un poco de dolor y molestias que sentía el pobre animal, me agradaban tanto y eso me hizo recordar a mi ave a la cual aun cuidaba ya que no había podido llevarla a la tienda de aquel hibrido pero ya tendría tiempo para eso al final me agradaba poder disfrutar de su compañía.
- Yo señor? … me llamo Olivia… Blake – dije parándome y acercándome a el con una sonrisa, era mejor usar aquel apehido que había tomado prestado cuando se trataba de presentarme con personas como el asi parecía mas humana –Si señor también vengo a ayudar- respondi a sus preguntas y después vi venir a aquel perro en busca de mas caricias las cuales sin dudar le proporcione con mucho cariño
Invitado- Invitado
Re: Privado - Conversaciones en un café -
El anciano quedó en silencio ante la voz de Olivia, parecía que le había recordado a los viejos tiempos cuando la felicidad llenaba la aldea. Él había intentado encontrar a la felicidad en las pequeñas cosas, en los diminutos milagros, y aún así no había encontrado demasiado. Estaba cansado de ver como todo se volvía viejo e inservible como él, como todo lo que una vez amó se volvía polvo y cenizas, a veces ni eso. Era un hombre humilde con una sonrisa que no se desprendía de su rostro pese a los malos años.
-Así es, mi hermana me ayudará dándoles ánimos a los obreros y repartiendo el alimento que se pueda recolectar. Teniendo en cuenta que es invierno quizás sólo se pueda hallar alguna seta, animal pequeño o peces.
Él se apoyó en una de las sillas observando como las manos de Olivia mimaban al pobre animal. Las caricias siempre eran un pequeño ritual de amor que se olvidaba, así como los leves abrazos o las escuetas miradas en silencio frente a un fuego. El aroma a leña se impregnaba en mis cabellos, así como los recuerdos colgaban de mi corazón.
-Sabes bien que siempre que apareces jamás falta el alimento, aún así pasen años Rafael.
Me aproximé a él con una leve sonrisa en mis labios, idéntica a la suya. Rodeé su frágil cuerpo mientras él sollozaba. Notaba como podía conocer parte de mis recelosos secretos. Era un hombre que se comunicaba con la naturaleza, con Dios mismo en su maravilloso esplendor, y no había detalle alguno que se escapara de sus pequeños ojos de niño. Porque eso era él, un niño con una mariposa en sus manos contemplándola maravillado.
-Las penas son más pequeñas cuando tú estás, todo parece conseguirse con una de tus sonrisas. Sé que no eres lo que aparentas.
Aquel murmullo me hizo reír a carcajadas mientras me apartaba, puesto que acababa de señalarme como ángel o santo. Si bien, se guardaba sus pensamientos temiendo ser tachado de loco. Sin embargo, no había locura mayor que la certeza con la que hablaba. Se sentó en su vieja mecedora y esperó que nosotros nos aproximáramos a la lumbre.
-No se ven chicas tan bonitas con tan buen corazón, normalmente las bonitas siempre se miran al espejo.
Dijo antes de aproximarse su pipa para encenderla, dándole una pequeña calada intentando mecer su cuerpo muy cerca de la lumbre. El calor del fuego provocaba que entráramos en un pequeño mundo cálido, muy lejos de las altas temperaturas que podían llegar a sentirse en pleno bosque.
-Así es, mi hermana me ayudará dándoles ánimos a los obreros y repartiendo el alimento que se pueda recolectar. Teniendo en cuenta que es invierno quizás sólo se pueda hallar alguna seta, animal pequeño o peces.
Él se apoyó en una de las sillas observando como las manos de Olivia mimaban al pobre animal. Las caricias siempre eran un pequeño ritual de amor que se olvidaba, así como los leves abrazos o las escuetas miradas en silencio frente a un fuego. El aroma a leña se impregnaba en mis cabellos, así como los recuerdos colgaban de mi corazón.
-Sabes bien que siempre que apareces jamás falta el alimento, aún así pasen años Rafael.
Me aproximé a él con una leve sonrisa en mis labios, idéntica a la suya. Rodeé su frágil cuerpo mientras él sollozaba. Notaba como podía conocer parte de mis recelosos secretos. Era un hombre que se comunicaba con la naturaleza, con Dios mismo en su maravilloso esplendor, y no había detalle alguno que se escapara de sus pequeños ojos de niño. Porque eso era él, un niño con una mariposa en sus manos contemplándola maravillado.
-Las penas son más pequeñas cuando tú estás, todo parece conseguirse con una de tus sonrisas. Sé que no eres lo que aparentas.
Aquel murmullo me hizo reír a carcajadas mientras me apartaba, puesto que acababa de señalarme como ángel o santo. Si bien, se guardaba sus pensamientos temiendo ser tachado de loco. Sin embargo, no había locura mayor que la certeza con la que hablaba. Se sentó en su vieja mecedora y esperó que nosotros nos aproximáramos a la lumbre.
-No se ven chicas tan bonitas con tan buen corazón, normalmente las bonitas siempre se miran al espejo.
Dijo antes de aproximarse su pipa para encenderla, dándole una pequeña calada intentando mecer su cuerpo muy cerca de la lumbre. El calor del fuego provocaba que entráramos en un pequeño mundo cálido, muy lejos de las altas temperaturas que podían llegar a sentirse en pleno bosque.
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Re: Privado - Conversaciones en un café -
El darle mimos a aquel can había sido algo bastante agradable, por un momento recordé a aquellos lobos en el bosque que no tuve oportunidad de acariciar debido a que debíamos llegar a la aldea pronto, para que a la mañana siguiente pudiéramos iniciar temprano con los arreglos de aquel puente y camino que tanto ansiaban, me termine sentando en el suelo con aquel perro sobre mi mientras lo acariciaba y veía a aquel anciano que comenzaba a fumar su pipa de forma tranquila y placida, aun que parecía ajena a toda su plática estaba muy consciente de ella.
Cuando escuche la risa de mi “hermano”, solo sonreí ya que aquel hombre tenía razón ninguno de los dos éramos lo que aparentábamos pero el jamás lo diría abiertamente por miedo a que se le tomara a mal, cuando sus palabras se dirigieron hacia mi solo sonreí -Me gusta ayudar y los animales señor- dije ante sus palabras, yo pensaba que todo lo hecho por mi padre era digno de admirar y disfrutar pero en si yo no me consideraba alguien bello como había visto a tantas chicas en mi corta estadia en la tierra tal vez la vanidad no estaba en mi por naturaleza
-Mañana iniciaremos cuando salga el sol?- le pregunte a mi “hermano” ya que de ser asi tal vez debíamos descansar aun que estaba tan emocionada que no tenia ánimos de eso quería ver más tal vez escuchar algún relato de aquel hombre que se mecía al compas del crepitar de las llamas que daban calor a aquel lugar.
Desde mi llegada a la tierra era la segunda vez que ayudaba y ambas habían sido al lado de Rafael, me gustaba poder hacer algo por los demás, el estar quieta no era para mí, así me había hecho el padre y disfrutaba ser así, como traedora de felicidad esperaba llevarles la suficiente para que no olvidaran el amor que el padre les tenia.
Cuando escuche la risa de mi “hermano”, solo sonreí ya que aquel hombre tenía razón ninguno de los dos éramos lo que aparentábamos pero el jamás lo diría abiertamente por miedo a que se le tomara a mal, cuando sus palabras se dirigieron hacia mi solo sonreí -Me gusta ayudar y los animales señor- dije ante sus palabras, yo pensaba que todo lo hecho por mi padre era digno de admirar y disfrutar pero en si yo no me consideraba alguien bello como había visto a tantas chicas en mi corta estadia en la tierra tal vez la vanidad no estaba en mi por naturaleza
-Mañana iniciaremos cuando salga el sol?- le pregunte a mi “hermano” ya que de ser asi tal vez debíamos descansar aun que estaba tan emocionada que no tenia ánimos de eso quería ver más tal vez escuchar algún relato de aquel hombre que se mecía al compas del crepitar de las llamas que daban calor a aquel lugar.
Desde mi llegada a la tierra era la segunda vez que ayudaba y ambas habían sido al lado de Rafael, me gustaba poder hacer algo por los demás, el estar quieta no era para mí, así me había hecho el padre y disfrutaba ser así, como traedora de felicidad esperaba llevarles la suficiente para que no olvidaran el amor que el padre les tenia.
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Re: Privado - Conversaciones en un café -
Escuché las palabras de Olivia asintiendo, si bien notaba que un tímido latido del corazón del anciano pedía que le escucháramos. Parecía querer rememorar aquellos tiempos cuando era joven, cuando tenía mucho menos que todo lo que veíamos en aquella humilde cabaña. Era un lugar pequeño construido con sus dedos, hecho a base del dolor de sus riñones y de días pasando frío para terminar de arreglar el tejado. La madera seguía crepitando, dejando un murmullo alegre a la habitación que había quedado en silencio.
-Recuerdo que cuando tenía veinte años decidí irme de la ciudad. Mi mujer decidió que no era lugar para tener a nuestros hijos, debíamos irnos lejos a un lugar más pacífico. En la ciudad sólo encuentras el caos del tráfico de cada mañana, adelantos que no sé si ayudan a la humanidad o sólo la destruyen aún más, la fe se está perdiendo e incluso he visto demonios en las iglesias. No hay nada en aquella urbe llena de metal, cristal y humo que merezca la pena. Nada.
Sus palabras eran sabias, pero estaban causadas por el miedo. Si bien tenía razón sobre la peligrosidad de los nuevos inventos, si caían en malas manos terminarían destruyendo el mundo. Pero no todo era desechable. Había visto en la ruína a familias enteras y sin embargo seguían sobreviviendo con poco, muy poco, porque el amor los unía y les hacía desear seguir subsistiendo. La ciudad no era para débiles, aunque él era un hombre robusto lleno de buenos ideales.
-No estoy de acuerdo con muchos pasajes de la Biblia. Muchos han usado el libro santo para escribir mamarrachadas. Dios no es un ogro, pero tampoco es un ser bondadoso. Como todos tenemos nuestros errores, Dios no hizo idénticos a ellos y por ello quiere que seamos mejor que él, por eso busca sus triquiñuelas. Dios es sabio, es bondadoso con aquellos que saben ser aún más sabios que él, pero colérico cuando le dañan o hieren algo que ha creado con tanto esfuerzo.
Jamás había pensado que diría aquello. Sabía que era un devoto, que amaba las palabras de Jesús y siempre las repetía. Sus pequeños ojos miraban el fuego mientras una sonrisa amarga se dibujaba en su arrugado rostro. Podía leer en cada arruga el dolor igual que en el fuego danzaba el calor, de igual modo que amanecía después de una larga noche y que las estrellas se alzaban junto a la luna bañando de tonos plateados los bosques en las oscuras madrugadas.
-Y como he dicho no estoy conforme, porque esos pasajes no los ha escrito Dios ni ha llegado un ángel para narrarlos. Sin embargo, la Biblia debe ser recordada por muchos en la ciudad, la tienen olvidada o como un libro de cuentos. ¿Y son los demonios cuentos?
Me lanzó una mirada directa. Sus ojos me rogaban que respondiera yo y no ella. Mi mano derecha se posó sobre mi mejilla, acariciándola lentamente, dejando pequeños surcos causados por mis cortas uñas. Cerré los ojos y suspiré. No podía evitar su mirada, tampoco lo deseaba, por ello lo miré con cierta ternura dando unos breves pasos hacia él.
-Dios te ama. Dios sabe que comprendes que muchos se han apoderado de su nombre para cometer injusticias, terribles sacrilegios y engañar a los fieles. Tú eres un hombre bueno. Decidiste vivir como lo hicieron los primeros hombres y mujeres. Quisiste recordar porque amabas la naturaleza, porque en ella encuentras a Dios.
Me había quedado inclinado hacia él, con una de mis rodillas clavadas en el suelo. Sus arrugadas y ásperas manos, llenas de yagas y viejas grietas, las colocó sobre mis dorados cabellos hundiendo sus dedos, acariciando cada mechón con cariño.
-¿Por eso me envía ángeles?
No supe responder a su pregunta, deseaba ser un hombre común para ayudar a todo aquel que lo necesitaba. Tomé sus manos entre las mías y las besé acariciándolas. El dolor del trabajo duro, el calor de la lumbre pegada a estas y el aroma a flores eran su marca personal. Había estado en el jardín hacía unos minutos, acariciando los pétalos de las flores invernales.
-Yo seré tu ángel si así lo crees, amigo mío.
-Recuerdo que cuando tenía veinte años decidí irme de la ciudad. Mi mujer decidió que no era lugar para tener a nuestros hijos, debíamos irnos lejos a un lugar más pacífico. En la ciudad sólo encuentras el caos del tráfico de cada mañana, adelantos que no sé si ayudan a la humanidad o sólo la destruyen aún más, la fe se está perdiendo e incluso he visto demonios en las iglesias. No hay nada en aquella urbe llena de metal, cristal y humo que merezca la pena. Nada.
Sus palabras eran sabias, pero estaban causadas por el miedo. Si bien tenía razón sobre la peligrosidad de los nuevos inventos, si caían en malas manos terminarían destruyendo el mundo. Pero no todo era desechable. Había visto en la ruína a familias enteras y sin embargo seguían sobreviviendo con poco, muy poco, porque el amor los unía y les hacía desear seguir subsistiendo. La ciudad no era para débiles, aunque él era un hombre robusto lleno de buenos ideales.
-No estoy de acuerdo con muchos pasajes de la Biblia. Muchos han usado el libro santo para escribir mamarrachadas. Dios no es un ogro, pero tampoco es un ser bondadoso. Como todos tenemos nuestros errores, Dios no hizo idénticos a ellos y por ello quiere que seamos mejor que él, por eso busca sus triquiñuelas. Dios es sabio, es bondadoso con aquellos que saben ser aún más sabios que él, pero colérico cuando le dañan o hieren algo que ha creado con tanto esfuerzo.
Jamás había pensado que diría aquello. Sabía que era un devoto, que amaba las palabras de Jesús y siempre las repetía. Sus pequeños ojos miraban el fuego mientras una sonrisa amarga se dibujaba en su arrugado rostro. Podía leer en cada arruga el dolor igual que en el fuego danzaba el calor, de igual modo que amanecía después de una larga noche y que las estrellas se alzaban junto a la luna bañando de tonos plateados los bosques en las oscuras madrugadas.
-Y como he dicho no estoy conforme, porque esos pasajes no los ha escrito Dios ni ha llegado un ángel para narrarlos. Sin embargo, la Biblia debe ser recordada por muchos en la ciudad, la tienen olvidada o como un libro de cuentos. ¿Y son los demonios cuentos?
Me lanzó una mirada directa. Sus ojos me rogaban que respondiera yo y no ella. Mi mano derecha se posó sobre mi mejilla, acariciándola lentamente, dejando pequeños surcos causados por mis cortas uñas. Cerré los ojos y suspiré. No podía evitar su mirada, tampoco lo deseaba, por ello lo miré con cierta ternura dando unos breves pasos hacia él.
-Dios te ama. Dios sabe que comprendes que muchos se han apoderado de su nombre para cometer injusticias, terribles sacrilegios y engañar a los fieles. Tú eres un hombre bueno. Decidiste vivir como lo hicieron los primeros hombres y mujeres. Quisiste recordar porque amabas la naturaleza, porque en ella encuentras a Dios.
Me había quedado inclinado hacia él, con una de mis rodillas clavadas en el suelo. Sus arrugadas y ásperas manos, llenas de yagas y viejas grietas, las colocó sobre mis dorados cabellos hundiendo sus dedos, acariciando cada mechón con cariño.
-¿Por eso me envía ángeles?
No supe responder a su pregunta, deseaba ser un hombre común para ayudar a todo aquel que lo necesitaba. Tomé sus manos entre las mías y las besé acariciándolas. El dolor del trabajo duro, el calor de la lumbre pegada a estas y el aroma a flores eran su marca personal. Había estado en el jardín hacía unos minutos, acariciando los pétalos de las flores invernales.
-Yo seré tu ángel si así lo crees, amigo mío.
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Re: Privado - Conversaciones en un café -
El hombre parecía que había escuchado mis deseos de escuchar alguna historia por que empezó a contar un poco de su vida cuando iba a tener a sus hijos, me acomode un poco mejor aun en el suelo sin dejar de dar mimos a aquel perro viejo que estaba en mis piernas dando un poco de tranquilidad y quitando un poco aquella pesadez que sentía en su viejo y molido cuerpo, tal como el de su amo, aun que claro no era lo mismo y yo no tenía tampoco la fuerza que tenía mi “hermano” para con solo una caricia aliviar el dolor de alguien como él.
Después ya sin poder callar mas se dirigió a mi “hermano” señalándolo nuevamente como aquel ángel que él deseaba o necesitaba ver, tenía tantas preguntas que tal vez año con año el guardaba pero tal vez esta vez aquel bienestar y alegría que traía conmigo lo había animado a hacerlas, aun que yo pasaba un poco desapercibida para él, tal vez por Rafael ya era asiduo a ir con ellos año con año, sin cambiar dando la ayuda que necesitaban todos y cada uno, mi “hermano” al fin hablo diciéndole lo que todos sabíamos, dándole a conocer el amor del padre para todos sus hijos para finalizar con lo que tal vez necesitaba escuchar, solo sonreí escuchándolo.
Después de eso aquel perro que reposaba en mis piernas se levanto y fue hacia el fuego dejándome libre así que me puse de pie dándoles un poco de espacio ante aquel momento en donde trataban de saldar viejas preguntas.
Después ya sin poder callar mas se dirigió a mi “hermano” señalándolo nuevamente como aquel ángel que él deseaba o necesitaba ver, tenía tantas preguntas que tal vez año con año el guardaba pero tal vez esta vez aquel bienestar y alegría que traía conmigo lo había animado a hacerlas, aun que yo pasaba un poco desapercibida para él, tal vez por Rafael ya era asiduo a ir con ellos año con año, sin cambiar dando la ayuda que necesitaban todos y cada uno, mi “hermano” al fin hablo diciéndole lo que todos sabíamos, dándole a conocer el amor del padre para todos sus hijos para finalizar con lo que tal vez necesitaba escuchar, solo sonreí escuchándolo.
Después de eso aquel perro que reposaba en mis piernas se levanto y fue hacia el fuego dejándome libre así que me puse de pie dándoles un poco de espacio ante aquel momento en donde trataban de saldar viejas preguntas.
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Re: Privado - Conversaciones en un café -
Podía percibir el aroma de la leña chisporroteando aún, así como la lejanía de Olivia ante los deseos de mi viejo amigo de contarme aquello que tanto le desgarraba el alma. Sus manos quedaron entre las mías, atadas con firmeza haciéndome sentir como la vida se escapaba en entre sus pequeñas rugosidades fruto hiperqueratosis y yagas. Había estado tallando en madera horas atrás, tenía varias astillas enterradas cerca de la palma de la mano derecha y sin embargo ni las apreciaba. Mis dedos jugaban sobre sus arrugas y entre estas, con sus asperezas y la belleza de unas manos llenas de dolor por la artritis. Pronto comenzaron a sanar y prácticamente a rejuvenecer, aunque no era visible a simple vista.
-Debo haber cansado a tu amiga.
-Mi hermana jamás se cansa de escuchar a las personas que tienen algo que decir, ella es pura luz que ilumina los caminos más oscuros. Sólo deja que su brillo te haga estremecerte y hacerte sentir como un niño, la ilusión de las hadas del bosque y de los cuentos que mil veces me has narrado.
Conocía muchas historias de sus labios, cuentos que me hacían sentir vivo cuando sus pequeños y vivarachos ojos los contaban casi sin necesidad de palabras. Cánticos a la naturaleza, alabanzas a Dios y a sus criaturas, así como un guiño a la magia y al tesón de los seres celestiales. Jamás había conocido a un hombre tan bondadoso desde que comenzó la tragedia que nos aisló, torturó y casi mató a todos.
-Sea como sea, es tarde ya.
Se levantó de aquella mecedora a duras penas, yo le ayudé a terminar de levantarse puesto que sus adoloridos riñones eran golpeados con insistencia por la edad y sus achaques. Ambos sonreímos como si se tratara de un juego, uno viejo muy común entre nosotros. Sabía que sus días estaban acabando, no había viajado con ella hasta el pueblo un día antes sólo por casualidad. Deseaba que ella le diera la paz y la felicidad suficiente mientras moría cómodamente en su lecho, junto a mí tomándole la mano como si fuera un familiar cercano. Yo veía a los amigos como parte de la familia, parte de uno mismo, y él se había hecho un hueco en mi corazón. Quería al anciano como si fuera un maestro. Él me enseñó a tallar en madera, contemplar con otros ojos las maravillas de Dios y saber como sobrellevar la muerte de Marta, así como su recuerdo.
-Sí, mañana seguiremos conversando.
Aquello únicamente lo sabía yo, aunque él podía presentirlo y callarlo dejándolo en los profundos misterios de la muerte y la vida. Ayudé a su cansado cuerpo a tumbarse en su cama, tenía un colchón de paja como los de hacía más de tres siglos, pero tan confortable como los más caros y modernos.
-Debo haber cansado a tu amiga.
-Mi hermana jamás se cansa de escuchar a las personas que tienen algo que decir, ella es pura luz que ilumina los caminos más oscuros. Sólo deja que su brillo te haga estremecerte y hacerte sentir como un niño, la ilusión de las hadas del bosque y de los cuentos que mil veces me has narrado.
Conocía muchas historias de sus labios, cuentos que me hacían sentir vivo cuando sus pequeños y vivarachos ojos los contaban casi sin necesidad de palabras. Cánticos a la naturaleza, alabanzas a Dios y a sus criaturas, así como un guiño a la magia y al tesón de los seres celestiales. Jamás había conocido a un hombre tan bondadoso desde que comenzó la tragedia que nos aisló, torturó y casi mató a todos.
-Sea como sea, es tarde ya.
Se levantó de aquella mecedora a duras penas, yo le ayudé a terminar de levantarse puesto que sus adoloridos riñones eran golpeados con insistencia por la edad y sus achaques. Ambos sonreímos como si se tratara de un juego, uno viejo muy común entre nosotros. Sabía que sus días estaban acabando, no había viajado con ella hasta el pueblo un día antes sólo por casualidad. Deseaba que ella le diera la paz y la felicidad suficiente mientras moría cómodamente en su lecho, junto a mí tomándole la mano como si fuera un familiar cercano. Yo veía a los amigos como parte de la familia, parte de uno mismo, y él se había hecho un hueco en mi corazón. Quería al anciano como si fuera un maestro. Él me enseñó a tallar en madera, contemplar con otros ojos las maravillas de Dios y saber como sobrellevar la muerte de Marta, así como su recuerdo.
-Sí, mañana seguiremos conversando.
Aquello únicamente lo sabía yo, aunque él podía presentirlo y callarlo dejándolo en los profundos misterios de la muerte y la vida. Ayudé a su cansado cuerpo a tumbarse en su cama, tenía un colchón de paja como los de hacía más de tres siglos, pero tan confortable como los más caros y modernos.
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Re: Privado - Conversaciones en un café -
Escuche atento cada palabra de las que se decían en aquella pequeña habitación, -Oh no señor no me ha cansado - dije ante sus palabras sonriendo dulcemente, después observe como mi “hermano “ lo ayudaba a levantarse y a acostarse, el no me había dicho nada pero algo intuía yo así que me acerque hasta aquel hombre sonriendo y bese su frente como una hija lo haría al despedirse de su padre, sonreí acariciando su mejilla -Descanse - dije llenándolo de la felicidad que me rodeaba que emanaba de mi, después me sente cerca de mi “hermano” a sus pies mientras el sostenía su mano yo miraba a ambos.
El fuego crepitaba mientras la cabaña se llenaba de aquel aroma a humo, aroma de hogar, todo poco a poco fue llenándose de un calor que envolvía a cualquiera, la hora de aquel hombre estaba llegando, mi “hermano “ tomaba su mano mientras yo recargada en las piernas de el comencé a cantar una melodía que sabia que había escuchado en su infancia, eso hizo que sonriera mientras cerraba los ojos, mi voz sonaba dulce y flotaba en el aire llenando su corazón de paz y tranquilidad, una que hacia mucho anelaba.
cancion
El fuego crepitaba mientras la cabaña se llenaba de aquel aroma a humo, aroma de hogar, todo poco a poco fue llenándose de un calor que envolvía a cualquiera, la hora de aquel hombre estaba llegando, mi “hermano “ tomaba su mano mientras yo recargada en las piernas de el comencé a cantar una melodía que sabia que había escuchado en su infancia, eso hizo que sonriera mientras cerraba los ojos, mi voz sonaba dulce y flotaba en el aire llenando su corazón de paz y tranquilidad, una que hacia mucho anelaba.
cancion
- Spoiler:
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Re: Privado - Conversaciones en un café -
Escuchaba la dulce voz de Olivia, una voz que parecía hecha con pan de azúcar y melaza. Envolvía los últimos sueños de aquella alma solitaria a causa de tantas desgracias. Mis dedos apretaban su mano como si fuera su hijo o nieto, preguntándome si lograría reunirse con todos aquellos que una vez amó. Sería una luz brillante, tan luminosa como cálida, alrededor de nuestro padre. Su rostro se relajaba y la voz de mi hermana seguía susurrando aquella melodía justo antes de su último aliento. Me incliné hacia su frente besándola con ternura, una frente arrugada y morena por el sol. Sus escasos cabellos canos caían sobre su frente, rozando sus pobladas cejas.
-Descansa amigo mío, nos veremos pronto junto a Padre.
Mis labios se movieron lentamente pronunciando aquellas palabras, arropándolo como si únicamente durmiera. Me coloqué de rodillas frente a su lecho, con las manos juntas en forma de rezo. Bajé lentamente mis párpados reteniendo en mi mente sus últimas palabras y su sonrisa. El dolor punzante en mi pecho me reclamaba coraje para enfrentar su partida. Yo había estado junto a él cuando nació, pues lo hizo enfermo y Dios me reclamó que lo sanara. Él tenía que mover conciencias entre sus iguales, crear un poblado de la nada junto a otros, y esa fue su gran misión y obra.
-Padre, gracias por su larga vida. Pese a tener amargura en sus labios, sal en sus mejillas a causa de sus lágrimas, y los huesos rotos por el trabajo duro. Pese a todo. Gracias. Gracias por los días en los que conoció la lluvia, sintió el sol y pudo contemplar como el mundo cambiaba, para bien como para mal. Gracias por las noches y los cantos del gallo en la mañana. Gracias por sus primeros pasos y los últimos. Gracias por todo aquello que ha vivido. Te doy las gracias en su nombre, en el nombre de su alma y en el de sus recuerdos. Bendícelo, permite que esté a tu lado y honra su esfuerzo con la felicidad que una vez conoció de niño, adolescente y muchacho.
Me santigüé de inmediato realizando la señal de la cruz, la misma que cargó nuestro señor como símbolo de los pecados del hombre. En silencio comencé a rezar el Padre Nuestro, el Ave María y el Gloria a Dios. Mis manos se colocaron nuevamente entre las suyas, las cuales comenzaban a helarse. Aquella cama se había quedado enorme para un cuerpo tan encogido por el paso de los años, pero sus manos seguían siendo algo grandes y ásperas como buen campesino y leñador.
-Olivia, ve a la casa de ladrillos vistos y musco en los escalones grises. Ve y dile al alcalde de este lugar que ha muerto nuestro amigo, ruégale que nos permita hacer una misa en su nombre antes de comenzar con la calzada.
Dije aquello dejando al fin que una lágrima surgiera de mi lacrimal, viajando hasta la comisura de mis labios. Si no se marchaba pronto lloraría frente a ella. Deseaba que ella diera la voz, y no yo, porque comenzaba a quebrarse y a sentirme tan vulnerable como un niño. Mis ojos azules se volvieron torbellinos de lágrimas a punto de brotar. Ni siquiera era capaz de girarme para conversar, estaba demasiado inmerso en mi dolor como para evitar darle la espalda.
-Descansa amigo mío, nos veremos pronto junto a Padre.
Mis labios se movieron lentamente pronunciando aquellas palabras, arropándolo como si únicamente durmiera. Me coloqué de rodillas frente a su lecho, con las manos juntas en forma de rezo. Bajé lentamente mis párpados reteniendo en mi mente sus últimas palabras y su sonrisa. El dolor punzante en mi pecho me reclamaba coraje para enfrentar su partida. Yo había estado junto a él cuando nació, pues lo hizo enfermo y Dios me reclamó que lo sanara. Él tenía que mover conciencias entre sus iguales, crear un poblado de la nada junto a otros, y esa fue su gran misión y obra.
-Padre, gracias por su larga vida. Pese a tener amargura en sus labios, sal en sus mejillas a causa de sus lágrimas, y los huesos rotos por el trabajo duro. Pese a todo. Gracias. Gracias por los días en los que conoció la lluvia, sintió el sol y pudo contemplar como el mundo cambiaba, para bien como para mal. Gracias por las noches y los cantos del gallo en la mañana. Gracias por sus primeros pasos y los últimos. Gracias por todo aquello que ha vivido. Te doy las gracias en su nombre, en el nombre de su alma y en el de sus recuerdos. Bendícelo, permite que esté a tu lado y honra su esfuerzo con la felicidad que una vez conoció de niño, adolescente y muchacho.
Me santigüé de inmediato realizando la señal de la cruz, la misma que cargó nuestro señor como símbolo de los pecados del hombre. En silencio comencé a rezar el Padre Nuestro, el Ave María y el Gloria a Dios. Mis manos se colocaron nuevamente entre las suyas, las cuales comenzaban a helarse. Aquella cama se había quedado enorme para un cuerpo tan encogido por el paso de los años, pero sus manos seguían siendo algo grandes y ásperas como buen campesino y leñador.
-Olivia, ve a la casa de ladrillos vistos y musco en los escalones grises. Ve y dile al alcalde de este lugar que ha muerto nuestro amigo, ruégale que nos permita hacer una misa en su nombre antes de comenzar con la calzada.
Dije aquello dejando al fin que una lágrima surgiera de mi lacrimal, viajando hasta la comisura de mis labios. Si no se marchaba pronto lloraría frente a ella. Deseaba que ella diera la voz, y no yo, porque comenzaba a quebrarse y a sentirme tan vulnerable como un niño. Mis ojos azules se volvieron torbellinos de lágrimas a punto de brotar. Ni siquiera era capaz de girarme para conversar, estaba demasiado inmerso en mi dolor como para evitar darle la espalda.
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Re: Privado - Conversaciones en un café -
Mientras terminaba de cantar aquel hombre expiro su último aliento, mi “hermano” aun sostenía su mano como si fuera un padre amoroso que despedía a su hijo, calle y escuche sus ruegos que sonaban con devoción hacia el padre, solo dignos de él, me uní después con él a sus rezos nuestras voces se elevaban hasta el padre con devoción orando por el descanso eterno del alma de aquel hombre que ya hacía en aquel lecho, era casi un canto salido de su garganta.
Cuando terminamos de orar me dio algunas instrucciones, escuchaba en su voz todo aquel dolor que sentía, vi recorrer una lagrima por su mejilla, sabía que debía obedecerle pero no podía dejarlo con todo aquel dolor solo así que dentro de mi empezó una gran batalla que no sabia como librar, estaba entre mi deber de ir a hacer lo que me dijo y que se le pudiera dar la sepultura tal como lo merecía o quedarme con el para consolar todo su dolor, jamás me había encontrado en una situación similar.
Di un par de pasos hacia la puerta para dar aquellas instrucciones que el me había dado pero no puede abandonar aquel lugar, no hasta que estuviera segura que mi “hermano” estaba bien o por lo menos un poco mas calmado, así que me acerque de nuevo hasta donde se encontraba arrodillándome lo mas frente a el que pude tomando sus manos viéndolo a los ojos, dejándole saber que ahí estaba yo y no estaba solo, acaricie su rostro limpiando aquellas lagrimas que rodaban por sus mejillas, limpiándolas de forma tierna .
Cuando terminamos de orar me dio algunas instrucciones, escuchaba en su voz todo aquel dolor que sentía, vi recorrer una lagrima por su mejilla, sabía que debía obedecerle pero no podía dejarlo con todo aquel dolor solo así que dentro de mi empezó una gran batalla que no sabia como librar, estaba entre mi deber de ir a hacer lo que me dijo y que se le pudiera dar la sepultura tal como lo merecía o quedarme con el para consolar todo su dolor, jamás me había encontrado en una situación similar.
Di un par de pasos hacia la puerta para dar aquellas instrucciones que el me había dado pero no puede abandonar aquel lugar, no hasta que estuviera segura que mi “hermano” estaba bien o por lo menos un poco mas calmado, así que me acerque de nuevo hasta donde se encontraba arrodillándome lo mas frente a el que pude tomando sus manos viéndolo a los ojos, dejándole saber que ahí estaba yo y no estaba solo, acaricie su rostro limpiando aquellas lagrimas que rodaban por sus mejillas, limpiándolas de forma tierna .
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Re: Privado - Conversaciones en un café -
Desobedeció mi petición a pesar que en un primer momento parecía que iría a cumplir su cometido, yo no me sentía capaz de abandonarlo. Temía dejarlo solo, apartarme de su alma que aún estaba presente en su cuerpo. Pronto ascendería y deseaba que fuera con los honores de un buen creyente. Las lágrimas no tardaron en surgir, fueron escasos segundos.
Me aferré a ella permitiendo que secara mis lágrimas, llorando en silencio dejando que mis ojos se mancharan con el dolor que sentía mi corazón. Mis manos quedaron en su espalda rodeando con mis brazos su cintura. Podía sentir su aroma, así como la calidez que desprendía. Sin embargo, no había nada que evitara que me desahogara de esa forma.
Él parecía dormir, simplemente descansar esperando que el sol llegara. Su perro estaba junto a nosotros contemplando a su dueño, lo hacía como si fuera una escultura. Sus ojos bonachones parecían lagrimear también, quizás se había percatado que su dueño no volvería a levantarse de aquel cómodo colchón.
El fuego crepitaba ofreciendo el aroma a leña quemada, así como su calor acogedor, a la estancia. Mis lágrimas seguían brotando mientras mi corazón palpitaba. Los recuerdos de aquel hombre me golpeaban duramente, igual que los de otras personas que había conocido y que tuve que dejar partir. Todos parecieron bailar en mi memoria recordándome que se llevaban un trozo de mi corazón, de mi amor por ellos.
Besé la mejilla de Olivia para luego perderme en su mirada, secándome los ojos intentando calmarme. Había sido un momento de debilidad terrible. Sin embargo, eran emociones que no podía contener.
-Debes ir, por favor. Yo me quedaré con él.
Me aferré a ella permitiendo que secara mis lágrimas, llorando en silencio dejando que mis ojos se mancharan con el dolor que sentía mi corazón. Mis manos quedaron en su espalda rodeando con mis brazos su cintura. Podía sentir su aroma, así como la calidez que desprendía. Sin embargo, no había nada que evitara que me desahogara de esa forma.
Él parecía dormir, simplemente descansar esperando que el sol llegara. Su perro estaba junto a nosotros contemplando a su dueño, lo hacía como si fuera una escultura. Sus ojos bonachones parecían lagrimear también, quizás se había percatado que su dueño no volvería a levantarse de aquel cómodo colchón.
El fuego crepitaba ofreciendo el aroma a leña quemada, así como su calor acogedor, a la estancia. Mis lágrimas seguían brotando mientras mi corazón palpitaba. Los recuerdos de aquel hombre me golpeaban duramente, igual que los de otras personas que había conocido y que tuve que dejar partir. Todos parecieron bailar en mi memoria recordándome que se llevaban un trozo de mi corazón, de mi amor por ellos.
Besé la mejilla de Olivia para luego perderme en su mirada, secándome los ojos intentando calmarme. Había sido un momento de debilidad terrible. Sin embargo, eran emociones que no podía contener.
-Debes ir, por favor. Yo me quedaré con él.
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Re: Privado - Conversaciones en un café -
Cuando estuve frente a él me abrazo con fuerza aferrándose a mí, mis manos acariciaban su cabello y su espalda mientras sus brazos me rodeaban por completo, deseaba hacer mas pero sabía que no era correcto así que solo me limite a tratar de darle consuelo, uno que necesitaba en esos momentos , unos momentos en que parecía necesitar protección, una que trataba de hacerle sentir, sabía que no era mucho pero en algo podía ayudar, mientras pasaba una y otra vez mis manos por sus cabellos sedosos como el material más terso lo escuchaba llorar, sus lagrimas inundaban sus ojos, hubiera deseado contenerlas pero era mejor que se desahogara.
Cuando se calmo un poco mas beso mis mejillas lo cual hizo que me sonrojara, y sus ojos se clavaron en los míos, ese azul tan profundo, tal vez solo el mar podía tener tal profundidad y esa paz y fuerza al mismo tiempo, acaricie una vez más su mejilla dando un beso en esta también y luego cuando me pidió que fuera a hacer lo que me había pedido solo asentí y me levante, no quería dejarlo pero sabía que tenía que hacerlo para poder hacer lo que me había pedido así que a regañadientes Salí del lugar.
Saliendo de aquella cabaña sentí el aire frio a mi alrededor, no me hizo temblar pero si hizo que mi piel se sintiera un poco más fresca, camine por aquel lugar hasta encontrar la cabaña con las señas que me había dado, toque la puerta y pedí hablar con el gobernador de aquel pequeño lugar, cuando estuve frente a él le conté lo sucedido y le hice la petición de mi “hermano “ el hombre accedió de inmediato, al parecer aquel hombre solitario era querido por todos en aquel lugar, tal vez sería por ser el más viejo y más sabio porque todo lo que la vida le enseño lo había sabido transmitir.
Después de hacer eso regrese a la cabaña a donde ambos se encontraban, esperaba que mi “hermano” estuviera un poco mejor ya que debía estar calmado para poder llevar a cabo la misa en honor de aquel buen hombre que se encontraba acostado en aquel camastro de paja, me acerque lentamente hasta donde estaba el tratando de no perturbarlo mucho, tal vez se estaba despidiendo de él o solo orando por su alma que regresaría a la casa del padre.
Cuando se calmo un poco mas beso mis mejillas lo cual hizo que me sonrojara, y sus ojos se clavaron en los míos, ese azul tan profundo, tal vez solo el mar podía tener tal profundidad y esa paz y fuerza al mismo tiempo, acaricie una vez más su mejilla dando un beso en esta también y luego cuando me pidió que fuera a hacer lo que me había pedido solo asentí y me levante, no quería dejarlo pero sabía que tenía que hacerlo para poder hacer lo que me había pedido así que a regañadientes Salí del lugar.
Saliendo de aquella cabaña sentí el aire frio a mi alrededor, no me hizo temblar pero si hizo que mi piel se sintiera un poco más fresca, camine por aquel lugar hasta encontrar la cabaña con las señas que me había dado, toque la puerta y pedí hablar con el gobernador de aquel pequeño lugar, cuando estuve frente a él le conté lo sucedido y le hice la petición de mi “hermano “ el hombre accedió de inmediato, al parecer aquel hombre solitario era querido por todos en aquel lugar, tal vez sería por ser el más viejo y más sabio porque todo lo que la vida le enseño lo había sabido transmitir.
Después de hacer eso regrese a la cabaña a donde ambos se encontraban, esperaba que mi “hermano” estuviera un poco mejor ya que debía estar calmado para poder llevar a cabo la misa en honor de aquel buen hombre que se encontraba acostado en aquel camastro de paja, me acerque lentamente hasta donde estaba el tratando de no perturbarlo mucho, tal vez se estaba despidiendo de él o solo orando por su alma que regresaría a la casa del padre.
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Re: Privado - Conversaciones en un café -
Me hizo sentir apreciado entre sus brazos, algo que provocó que me calmara para no dañar su espíritu. Sabía que cuando alguien lloraba, aunque fuera un desconocido, la tristeza se transmitía como si fuera un efecto en cadena como las hondas de una minúscula piedra en un profundo lago. Su cuerpo era acogedor, pues sentía la luz de Dios emanar de su interior, como si fuera una fuente que ni siquiera es capaz de secarse en plena trágica sequía.
Cuando Olivia se marchó en rumbo al pueblo, cruzando este hasta hallar la cabaña que le había indicado, yo me quedé frente a él. Mis manos acariciaron sus cabellos canos, se hundieron en estos intentando no llorar. Su expresión era de felicidad, igual que si soñara con los buenos tiempos cuando era sólo un niño y su mayor preocupación era hacer volar cometas. En ocasiones los niños desconocen las grandes tragedias, más si son amados y protegidos.
Besé su frente y sus manos, dejándolas nuevamente entre las mías. Sus arrugas se veían tan marcadas, así como la aspereza de la madera en la yema de sus dedos y su piel tostada como el café, por culpa de los rayos del sol. Su aspecto era minúsculo, a pesar de ser un hombre que llegó a ser el asombro de todos. Un leñador, un agricultor, el pescador y el jardinero. Fue un hombre de oficios múltiples, todos duros y llenos de referencias a la belleza natural que nos ofrece el padre. Sin árboles altos y robustos él no hubiera podido ejercer su oficio, sin tierra fértiles jamás hubiera surgido una semilla y sin lagos llenos de carpas nunca hubiera pescado.
Ella regresó rápido, justo cuando colocaba su cuerpo entre las sábanas, dejándolo en la posición habitual para velar a los muertos. Me levanté buscando velas, sabía que él usaba velas hechas con cera de sus propios panales. Un hombre que no necesitaba de nadie, pero que muchos le necesitaban a él. Miré a Olivia unos instantes antes de abrir el cajón de su mesilla, sonreía agradecido por su gesto de hacía unos minutos, y saqué las velas.
Eran velas blancas, tan blancas como la nieve o las margaritas campestres, encendí varias dejándolas en un recipiente de metal, las dejé en la mesa, justo en el centro, para luego dirigirme hacia la estantería desvencijada donde estaba la biblia y un par de novelas de fantasía. Dejé aquella minúscula biblia de bolsillo sobre las maderas de aquella mesa, nada más abrirla estaba la fotografía de su esposa, en su reverso pude leer palabras de amor encomendadas a su alma.
“Jamás te olvidaré, pero Dios te esperaba joven porque sabía que eras un gran pedazo de cielo.”
La muchacha de la imagen, porque era prácticamente una niña, tenía los cabellos negros y ensortijados, la piel parecía de leche, sus labios eran dos cerezas y sus ojos terrones de tierra de un monte fértil esperando ser labrado. El vestido que llevaba era verde con flores rojas, muy llamativo, y poseía en el cabello un tocado de unas alas de mariposa rojas, del mismo tono de las flores.
Abrí el antiguo testamento de aquella versión, sabía que amaba los proverbios y busqué aquel que siempre parecía leer y recordar. Era el capítulo número dos, estaba marcado con las letras desgastadas, sin embargo conocía su contenido como si fuera parte de una vieja historia que yo mismo había narrado. Comencé a susurrar las palabras del libro, lo hice con una leve sonrisa a espaldas de Olivia. Era la bondad de Dios, la belleza de Dios, el amor de Dios... nuestro Padre y Creador.
“
Cuando acabé aquellas palabras cerré la Biblia y la dejé entre sus manos, y dentro de esta iba la fotografía de su esposa. Me giré hacia Olivia más sereno, aunque aún perturbado. Besé su frente como gesto de agradecimiento, así como petición o ruego para que se quedara a mi lado.
-Olivia, esta noche será larga.
Nada más decir aquello el repicar de una campana levantaba a todos de la cama, los sacaba en camisón, pijama y bata para comenzar a sollozar la muerte de mi buen amigo. Se aproximaron en multitud hacia la cabaña y con cuidado levantaron su cuerpo colocándolo en una camilla. No importaba la edad, todos estaban allí incluso los niños. Llevarían su cuerpo a la pequeña iglesia que habían construido, lo dejarían frente al altar y esperarían a la mañana para colocarlo en un ataúd de su tamaño. Mientras lo dejarían en la mesa que usaban para la misa, colocado como ofrenda a los ángeles y a Dios mismo rindiendo tributo a su alma.
Varias mujeres corrieron con flores frescas arrancadas de su jardín, para colocarla sobre su cuerpo y entorno a su figura. La iglesia se llenó de fieles, todos contemplando su cuerpo mientras rezaban dando gracias a Dios por haberlo tenido entre ellos. Era un lugar limpio de tesoros. Las paredes estaban encaladas de blanco, no había monstruosas figuras que recordaran a los ángeles a su modo, y únicamente una cruz sin nazareno presidía aquel templo. Los bancos eran de la misma madera que los muebles del anciano, él los había hecho años atrás.
Yo había salido de la casa apagando las velas, tomando a Olivia de la mano para tirar de ella hasta el lugar sagrado para ellos. Mis dedos se entrelazaban con los de ella, pero finalmente acabé rodeándola con mis brazos, conteniendo mi dolor para que ella no me viera llorar, igual que aquellos a los que apreciaba terriblemente y que siempre que podía ayudaba con mis propias manos.
-El amor de Dios se hace presente esta noche, sus hijos se han reunido para recordar que siempre hay que agradecer la vida, aunque sea en su término.
Cuando Olivia se marchó en rumbo al pueblo, cruzando este hasta hallar la cabaña que le había indicado, yo me quedé frente a él. Mis manos acariciaron sus cabellos canos, se hundieron en estos intentando no llorar. Su expresión era de felicidad, igual que si soñara con los buenos tiempos cuando era sólo un niño y su mayor preocupación era hacer volar cometas. En ocasiones los niños desconocen las grandes tragedias, más si son amados y protegidos.
Besé su frente y sus manos, dejándolas nuevamente entre las mías. Sus arrugas se veían tan marcadas, así como la aspereza de la madera en la yema de sus dedos y su piel tostada como el café, por culpa de los rayos del sol. Su aspecto era minúsculo, a pesar de ser un hombre que llegó a ser el asombro de todos. Un leñador, un agricultor, el pescador y el jardinero. Fue un hombre de oficios múltiples, todos duros y llenos de referencias a la belleza natural que nos ofrece el padre. Sin árboles altos y robustos él no hubiera podido ejercer su oficio, sin tierra fértiles jamás hubiera surgido una semilla y sin lagos llenos de carpas nunca hubiera pescado.
Ella regresó rápido, justo cuando colocaba su cuerpo entre las sábanas, dejándolo en la posición habitual para velar a los muertos. Me levanté buscando velas, sabía que él usaba velas hechas con cera de sus propios panales. Un hombre que no necesitaba de nadie, pero que muchos le necesitaban a él. Miré a Olivia unos instantes antes de abrir el cajón de su mesilla, sonreía agradecido por su gesto de hacía unos minutos, y saqué las velas.
Eran velas blancas, tan blancas como la nieve o las margaritas campestres, encendí varias dejándolas en un recipiente de metal, las dejé en la mesa, justo en el centro, para luego dirigirme hacia la estantería desvencijada donde estaba la biblia y un par de novelas de fantasía. Dejé aquella minúscula biblia de bolsillo sobre las maderas de aquella mesa, nada más abrirla estaba la fotografía de su esposa, en su reverso pude leer palabras de amor encomendadas a su alma.
“Jamás te olvidaré, pero Dios te esperaba joven porque sabía que eras un gran pedazo de cielo.”
La muchacha de la imagen, porque era prácticamente una niña, tenía los cabellos negros y ensortijados, la piel parecía de leche, sus labios eran dos cerezas y sus ojos terrones de tierra de un monte fértil esperando ser labrado. El vestido que llevaba era verde con flores rojas, muy llamativo, y poseía en el cabello un tocado de unas alas de mariposa rojas, del mismo tono de las flores.
Abrí el antiguo testamento de aquella versión, sabía que amaba los proverbios y busqué aquel que siempre parecía leer y recordar. Era el capítulo número dos, estaba marcado con las letras desgastadas, sin embargo conocía su contenido como si fuera parte de una vieja historia que yo mismo había narrado. Comencé a susurrar las palabras del libro, lo hice con una leve sonrisa a espaldas de Olivia. Era la bondad de Dios, la belleza de Dios, el amor de Dios... nuestro Padre y Creador.
“
Hijo mío, si das acogida a mis palabras, y guardas en tu memoria mis mandatos,
prestando tu oído a la sabiduría, inclinando tu corazón a la prudencia;
si invocas a la inteligencia y llamas a voces a la prudencia;
si la buscas como la plata y como un tesoro la rebuscas,
entonces entenderás el temor de Yahveh y la ciencia de Dios encontrarás.
Porque Yahveh es el que da la sabiduría, de su boca nacen la ciencia y la prudencia.
Reserva el éxito para los rectos, es escudo para quienes proceden con entereza,
vigila las sendas de la equidad y guarda el camino de sus amigos.
Entonces entenderás la justicia, la equidad y la rectitud: todos los senderos del bien.
Cuando entre la sabiduría en tu corazón y la ciencia sea dulce para tu alma,
velará sobre ti la reflexión y la prudencia te guardará,
apartándote del mal camino, del hombre que propone planes perversos,
de los que abandonan el recto sendero para ir por caminos tenebrosos,
de los que se gozan en hacer el mal, se regocijan en la perversidad,
cuyos senderos son tortuosos y sus sendas llenas de revueltas.
Ella te apartará de la mujer ajena, de la extraña de melosas palabras,
que ha dejado al amigo de su juventud y ha olvidado la alianza de su Dios;
su casa está inclinada hacia la muerte, hacia las sombras sus tortuosos senderos.
Nadie que entre por ella volverá, no alcanzará las sendas de la vida.
Por eso has de ir por el camino de los buenos, seguirás las sendas de los justos.
Porque los rectos habitarán la tierra y los íntegros se mantendrán en ella;
pero los malos serán cercenados de la tierra, se arrancará de ella a los desleales
.”prestando tu oído a la sabiduría, inclinando tu corazón a la prudencia;
si invocas a la inteligencia y llamas a voces a la prudencia;
si la buscas como la plata y como un tesoro la rebuscas,
entonces entenderás el temor de Yahveh y la ciencia de Dios encontrarás.
Porque Yahveh es el que da la sabiduría, de su boca nacen la ciencia y la prudencia.
Reserva el éxito para los rectos, es escudo para quienes proceden con entereza,
vigila las sendas de la equidad y guarda el camino de sus amigos.
Entonces entenderás la justicia, la equidad y la rectitud: todos los senderos del bien.
Cuando entre la sabiduría en tu corazón y la ciencia sea dulce para tu alma,
velará sobre ti la reflexión y la prudencia te guardará,
apartándote del mal camino, del hombre que propone planes perversos,
de los que abandonan el recto sendero para ir por caminos tenebrosos,
de los que se gozan en hacer el mal, se regocijan en la perversidad,
cuyos senderos son tortuosos y sus sendas llenas de revueltas.
Ella te apartará de la mujer ajena, de la extraña de melosas palabras,
que ha dejado al amigo de su juventud y ha olvidado la alianza de su Dios;
su casa está inclinada hacia la muerte, hacia las sombras sus tortuosos senderos.
Nadie que entre por ella volverá, no alcanzará las sendas de la vida.
Por eso has de ir por el camino de los buenos, seguirás las sendas de los justos.
Porque los rectos habitarán la tierra y los íntegros se mantendrán en ella;
pero los malos serán cercenados de la tierra, se arrancará de ella a los desleales
Cuando acabé aquellas palabras cerré la Biblia y la dejé entre sus manos, y dentro de esta iba la fotografía de su esposa. Me giré hacia Olivia más sereno, aunque aún perturbado. Besé su frente como gesto de agradecimiento, así como petición o ruego para que se quedara a mi lado.
-Olivia, esta noche será larga.
Nada más decir aquello el repicar de una campana levantaba a todos de la cama, los sacaba en camisón, pijama y bata para comenzar a sollozar la muerte de mi buen amigo. Se aproximaron en multitud hacia la cabaña y con cuidado levantaron su cuerpo colocándolo en una camilla. No importaba la edad, todos estaban allí incluso los niños. Llevarían su cuerpo a la pequeña iglesia que habían construido, lo dejarían frente al altar y esperarían a la mañana para colocarlo en un ataúd de su tamaño. Mientras lo dejarían en la mesa que usaban para la misa, colocado como ofrenda a los ángeles y a Dios mismo rindiendo tributo a su alma.
Varias mujeres corrieron con flores frescas arrancadas de su jardín, para colocarla sobre su cuerpo y entorno a su figura. La iglesia se llenó de fieles, todos contemplando su cuerpo mientras rezaban dando gracias a Dios por haberlo tenido entre ellos. Era un lugar limpio de tesoros. Las paredes estaban encaladas de blanco, no había monstruosas figuras que recordaran a los ángeles a su modo, y únicamente una cruz sin nazareno presidía aquel templo. Los bancos eran de la misma madera que los muebles del anciano, él los había hecho años atrás.
Yo había salido de la casa apagando las velas, tomando a Olivia de la mano para tirar de ella hasta el lugar sagrado para ellos. Mis dedos se entrelazaban con los de ella, pero finalmente acabé rodeándola con mis brazos, conteniendo mi dolor para que ella no me viera llorar, igual que aquellos a los que apreciaba terriblemente y que siempre que podía ayudaba con mis propias manos.
-El amor de Dios se hace presente esta noche, sus hijos se han reunido para recordar que siempre hay que agradecer la vida, aunque sea en su término.
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