Respira profundo y no mates a nadie(?) -Priv.-

Jadeé ahogado cuando sentí su mordida en mis labios, dejando que bebiera de mi sangre, sintiendo de forma agradable sus lamidas aunque bufé bajo cuando siguió dando vueltas al tema, no quería seguir hablando de eso. Observé su rostro cuando se alejó y me relamí la sangre de los labios, los suyos estaba teñidos de rojo de forma agradable brindándole algo de madurez a su rostro, casi como si se hubiese maquillado. 

-No quiero aceptar que me sigas a todos lados como un animal perdido que sólo mendiga cariño, te mereces algo mucho mejor -gruñí inclinándome sobre su cuello, asestándole una breve mordida rompiendo en parte su piel, haciéndole sangrar, pasando mi lengua sobre el rojo líquido pensando que tal vez le estaba desangrando demasiado-. ¿Por qué simplemente... no aceptas... que no sé cómo quererte? -pregunté entre lamidas, dejándole un enorme chupetón al terminar de hablar.

Cuando finalmente me separé de su cuello, me aparté de él volviendo a ponerme en pie, sentía que de seguir allí acabaría por desnudarle y tomarle allí mismo en el frío y duro suelo-. ¿Puedes levantarte o caminar? -Pregunté alzando una ceja, dudaba que pudiese hacerlo así que sin esperar realmente una respuesta, le tomé entre mis brazos, cargándole como el primer día que nos encontramos-. Volvamos al Hospital, aquí estamos demasiado expuestos...

Soltó una ligera risilla, pues realmente así se sentía, perdido, buscando un poco de cariño, -yo estoy bien con eso – sintiendo una breve punzada sobre su cuello,la sangre broto de la herida, sintiéndola recorrer su piel y ser limpiada, comenzaba a asustarle el hecho de que por un descuido de ambos terminara sin sangre en su cuerpo, intuía que si eso sucedía, probablemente terminaría muerto.

-¿Por qué simplemente no dejas que te quiera?- respondió su pregunta con  otra pregunta, estremeciéndose cuando ese ligero dolor que apenas y recordaba volvía a su cuello, cerrando sus ojos, cansado,  abriendo sus ojos alarmado cuando le sintió alejarse,  mirándole con reproche, apenas podía mantenerse de pie,- ya, si te va…. – iba a comenzar un comentario sarcástico sobre lo obvio que resultaba que apenas podría mantenerse de pie por unos segundos, pero ya le había tomado en brazos, haciendo una mueca cuando comento sobre regresar al hospital, ese lugar tenía un no sé qué, que le volvía loco, tal vez el hecho de que todo fuese tan blanco y pulcro.
-¿expuestos?... ¿a qué? Pensaba que era zona neutra – cuestiono exigiéndole una respuesta con sus ojos, sin esperar que esta fuese inmediata se recargo en su pecho, cerrando los ojos con gesto cansado.

-No me gusta el hospital – susurro entre dientes moviendo sus piernas como gesto de desaprobación y pequeño berrinche personal, repentinamente recordando al licántropo que habían dejado huérfano en las ruina – ¿Qué sucedió con el? – pregunto con gesto perdido, como si todas las personas pudiesen compartir el mismo pensamiento que él, no viéndole caso especificar sobre que hablaba.

"Yo estoy bien con eso", decía, y supe en ese preciso momento qué era lo que tanto me molestaba de él: su conformismo, esa forma que tenía de aceptarlo todo sin quejarse o discutir. Me había acostumbrado demasiado a los constantes reclamos y berrinches de Anssi, y siempre había sido eso lo que me había gustado de él, así como de mi adorada Cassandra. Su vivacidad, sus caprichos, sentía que me llenaban de vida y me hacían sentir jovial otra vez, casi como el crío que era al ser convertido al don oscuro. Leigh no tenía eso, no veía esa chispa de luz en él, tal vez, porque le había conocido como un vampiro, no como el humano que fuera. Y aún así...

-No todo el mundo maneja o respeta el concepto de "zona neutra", en especial los demonios y los caídos -comenté con gesto vago, cargándole por la oscura calle cuyas farolas había hecho estallar instantes atrás. Su peso era casi inexistente y temí haberle desangrado más de la cuenta, pero respiraba tranquilo al verle aún despierto, sentirle "vivo" entre mis brazos. Alcé una ceja con su última pregunta sin saber a qué o quién se refería, dirigiéndole una mirada interrogante aunque su gesto perdido me indicó que estaba lejos de mí, vagando mentalmente. 

-El hospital es agradable cuando te acostumbras, cachorro... Es todo lo que tenemos ahora -comenté viendo el viejo e imponente edificio frente a nosotros, con sus resquebrajadas escalinatas hasta la entrada apenas iluminadas por la luna. Por algunas ventanas se filtraban débiles rayos de luces, adivinaba que habían prendido velas en lo que cambiaban las ampolletas-. Me esperarás en mi... -hice una pausa chasqueando la lengua, recordando que ahora compartíamos habitación-, nuestro cuarto, mientras voy a conseguirte algo de sangre que bebas.

Bien ahora sabía que igual si llegase a salir no debía de hacerlo sin cargar con sus armas, no quería terminar siendo encarado por un demonio o un caído y darse cuenta que no era más que una pulga sin nada más que hacer que correr, torció una mueca cuando no le hubo respondido que fue lo que sucedió con el pequeño licántropo, no podía perdonarse el dejarle solo, y haberlo olvidado por varios días, se tapó la cara ahogando unas cuantas groserías.

-No me gusta estar en el hospital –  gruño contra su mano, no quería volver a esos pasillos, volver a estresarse hasta perderse nuevamente, no ahora que podía incluso reconocer el olor del lugar, que se hacía cada vez más fuerte, se removió en sus brazos, intentando que le bajase, no quería regresar, quería volver a las ruinas a buscar al licántropo, y encontrar un nuevo hogar, cerca del hospital, pero lejos de esos pasillos llenos de gente, de memorias, y rastros de la guerra.

-solo déjame volver a las ruinas y poder pagar un lugar en el cual quedarme, no quiero dejarte, ni alejarme de ti…pero me vuelve loco estar en el hospital – gruño ya no soportando más, no quería volver.

-¡¡tengo que volver por el!! – grito ofuscado.

Por un momento dejé de entender sus reacciones, en un instante estaba bien y al siguiente cubría su rostro gruñendo bajo, para luego comenzar a patalear y gritar de aquella forma. Estuve a punto de dejarlo caer cuando se revolvió entre mis brazos, frunciendo el ceño, creo que tuve una vaga idea de a qué se refería pero por ningún motivo le dejaría volver a aquel lugar o pagar una habitación o departamento, se supone que estaba a mi cargo, que era mi cachorro. 

-Leigh, ya basta, quédate quieto o te voy a tirar -le amenacé con voz firme, gruñendo de forma peligrosa y deteniéndome, pensando a dónde ir y que no fuera el hospital, temiendo que su berrinche se volviera incontrolable o que entrara en un ataque de histeria, no tenía paciencia para esas cosas ahora-. No vas a volver a Vollkommen, ¿vale? Eres mi responsabilidad ahora, así que te quedarás aquí conmigo y actuarás como corresponde, de forma madura. 

Suspiré exasperado y cansado, girando sobre mis pasos. No podía ir a mi vieja casona porque la había quemado cuando intenté suicidarme por última vez, y ni siquiera los cimientos habían quedado como vestigios de su presencia. Y un hotel, me parecía demasiado para alguien como Leigh, tal vez el encierro o la ostentisidad de esos lugares le hiciera sentir aún peor. Lo más cercano a aquella zona era la playa, pero, ¿sería lo adecuado? Además, el cachorro seguía pataleando. Me sentía cansado, frustrado y agobiado, volví a sentir la necesidad de marcharme lejos de él, de apartarme de su lado, como si no aguantase ni siquiera verle o tocarle.

Abrió de par en par los ojos, gruñendo y mostrándole los colmillos de regreso, la única persona que le había hablado de esa manera en su vida era su padre, y ni siquiera a el había obedecido, dejo de moverse, por el miedo a caer, y es que realmente aunque le bajase no podía moverse mucho o llegar muy lejos, terminó cruzando de brazos, enterrándose las uñas, sin querer mirarle, al menos se alejaban del hospital.

-Así es como funcionan las cosas ¿no?, dejamos al licántropo solo, a su puñetera suerte – respiro profundo, tratando de relajarse, ya lo había visto varias veces, el gritar y gruñir no resolvía nada, sus padres lo hacían todo el tiempo y solo destruían cosas, se apartaban y al poco rato volvían a pelear.

-Entonces ven conmigo…volvamos por el licántropo– trataba de hablar sin gruñir, ni maldecir, y al menos hasta ahora lo estaba logrando, -él es mi responsabilidad ahora – remarco sus palabras, tratando de dejarle bien en claro que si él no le acompañaba en algún momento escaparía y haría cuanto fuese posible por rastrear al licántropo y traerlo con él al refugio.

-Me hablas de ser maduro…pero dejar atrás los problemas… no es actuar con madurez – oculto su rostro contra su pecho, se sentía agotado, y ya solo quería quedarse callado, sentía que cada que hablaba escupía veneno.

Rodeé con los ojos escuchando sus quejas pero me detuve en seco cuando él se dignó a hablar de madurez, mirándole con expresión molesta-. Vale, vale, si tanto quieres ir por tu perro, ¡pues vete! -Exclamé molesto, dejándole caer al suelo sin ninguna clase de remordimiento. ¿Qué podía saber él sobre mis problemas? ¿Y por qué ahora y tan repentinamente se interesaban tanto por ese lobo desconocido? 

-Mira, no voy a aguantar tus berrinches infantiles ni que me hables de aquella forma, niño -gruñí amenazador, viéndole allí en el piso, medio desangrado, con la camiseta rota y el improvisado torniquete en su hombro, luciendo totalmente desaliñado. Fruncí los labios molesto y seguí mi camino hacia ninguna parte, quería alejarme de él lo más que pudiese, no soportaba verle o escucharle nada más-. Has lo que quieras, me da igual. Vuelve a Vollkommen si quieres, cuida de tu nueva mascota y olvida que te traje aquí.

Gimió adolorido cuando le dejo caer, estrellándose contra el suelo, quedándose por unos segundos quieto, adolorido, sin poder moverse, mordiéndose el labio cuando noto que le había echo molestar, desviando la mirada, no quería verle, no podía verle.

Poco a poco se incorporó en el suelo llevándose la mano al hombro,  volviendo a buscar su mirada, demasiado encolerizada como para mantener su vista en ella sin querer darse de topes contra el suelo hasta quedar inconsciente o buscar cortarse la lengua.

-¡¡No me jodas!! – grito gruñéndole desde el suelo, que aunque sabía que era su culpa que estuviera molesto, no podía quedarse simplemente callado.

-Dijiste que cuidarías de mi – gimió sus palabras, su miedo era palpable, - ¡¿solo fui con quien te acostaste por una puñetera noche y luego simplemente olvidas?!- grito viéndole alejarse, dolido, intentando pararse y seguirle pero, su cuerpo no daba para más, demasiado desangrado, y cansado tanto física como psicológicamente, se hizo un ovillo en el suelo, buscando con sus manos temblorosas dentro de su pantalón un pequeño colgante, una placa echa de plata, con el nombre de su padre grabado, tocándola con ambas manos, sumergiéndose en un montón de recuerdos.

Gruñí con cada palabra que decía, maldita sea que sabía que le había prometido cuidar de él pero su actitud me ponía de los nervios, sacaba a relucir lo peor de mí casi como si él mismo fuera mi propia debilidad. Me giré furioso cerrando las manos en puños, procurando canalizar mi rabia hacia cualquier cosa que no fuera él, haciendo estallar todos los vidrios y ventanas de la calle en la que estábamos.

-¿Y qué si sólo fue un polvo más? ¡Como si no lo hubiese hecho miles de veces! -exclamé molesto y dolido, él no había sido sólo un polvo, era diferente, sentía que lo quería y lo odiaba a la vez, que le necesitaba y luego le rehuía. Aunque sin duda lo que más me dolió fue que pensara en mi de aquella forma, que sólo le había buscado por meterlo en mi cama, como si el haber salvado su vida del licántropo o haberle traído al hospital no hubiese sido nada más que una suerte de "pago" por sus servicios.

El cachorro se hizo un ovillo en el suelo y sentí emociones encontradas, por una parte me dolía verle así de indefenso, buscando consuelo en el pasado, en los recuerdos, y por otro, me molestaba y llenaba de impotencia y frustración, quería que se levantara y reclamara, que se plantara decidido frente a mí, que me abofeteara o al menos que se defendiera o me amenazara con marcharse. Pero nada, simplemente se quedaba allí, casi como un cachorro con la cola entre las piernas, sin orgullo, sin amor propio. Me molestaba verlo porque, en el fondo, me recordaba demasiado a mi yo del pasado, al joven humano iluso al que todos pasaban a llevar. 

Estaba cansado y lleno de frustración. Me giré caminando lejos de él, pateando todo a mi paso, pero tampoco podía simplemente irme y dejarlo allí, la moral me lo impedía y vaya que sorpresa, ¡aún quedaba moral en mi persona! Luego de un rato de dar vueltas, volví junto a Leigh tomándole del antebrazo, haciendo que se levantara con gestos algo bruscos-. Basta, no soporto esto, vendrás conmigo y fin del asunto, ¿vale? No quiero pelear, no soporto estar a tu lado pero tampoco puedo simplemente dejarte. Eres mío, maldición... -gruñí tomándole de la cintura, besándole rudamente, apretándole contra mi cuerpo.

Lo que había escuchado antes de largarse mentalmente al pasado le había dolido, y aun dentro de los recuerdos sentía ese dolor, aferrándose al colgante como si en ello se le fuera la vida, veía a su padre, arroparle antes de dormir, y de un segundo a otro sus constantes peleas con el perro, y el cómo terminaban por reconciliarse tarde o temprano, solo empezando una pelea más grande por ver quien ira debajo de quien, y su madre, esa joven llena de vida, tan glamorosa, la maternidad le sentaba bien, sus ojos tenían un brillo especial, le amaba, si, Elizabeth le amaba, le amaba más que al vampiro, y de la nada un recuerdo que nunca había visto, Eli tendida con la piel grisácea, sus ojos vacíos y el, a un lado de ella llorando desconsolado, la imagen le resultaba tan cruda, removiéndose en el suelo incomodo, su mente vago un poco más, y ahí se veía, tan pequeño y frágil, tan humano, con los ojos llenos de lágrimas, mientras Yohann le gruñía por ponerse a llorar, no, el perro no tenía tacto ni paciencia con él, tomándole la carita entre las manos, limpiándole las lágrimas sin mucho cuidado y diciéndole que si lloraba todo el mundo le pasaría por encima, el seguía ahí llorando, y el perro exasperado amenazó con dejarlo por ahí o vender sus órganos en el mercado negro si no paraba de llorar, dándole lo mismo si el vampiro buscaba matarle por abandonarlo o venderlo en trocitos.

El recuerdo le resultaba gracioso, ese par no estaba preparado para ser padres, le daba la impresión que más que verlo como un hijo le veía como una mascota, y que si no le habían puesto collar y correa, fue realmente porque no encontraron una.

Su regreso a la realidad fue de manera violenta, el colgante había quedado apenas enredado entre sus dedos, aferrando su mano a él, se odiaría si lo perdía, era ahora, lo único que tenia de su padre, todo se había quedado en las ruinas, le obligaron a pararse pero no podía, se tambaleo, mirándole, casi sin reconocerle,  devolviéndole una mirada molesto, le pertenecía, lo sabía, y él estaba de acuerdo con ello, pero no podía simplemente hacer eso, besarle como si nada, y decirle que hacer, el beso apenas duro unos segundos antes de que el menor apoyara sus manos en su pecho y le empujase, haciendo uso de una fuerza casi inexistente en su cuerpo, motivada única y sencillamente por su enojo.

Su pelo completamente enmarañado, solo hacia realzar esa imagen de un pequeño niño perdido y enfadado, respiro agitado, fulminándole con la mirada, recordando las palabras del perro, gruñéndole, ¿tan débil y frágil se veía?, se sentía como el niño pequeño que había visto en sus recuerdos, había perdido la razón por su miedo, miedo a quedarse solo, y ¿qué más daba?, ¿no había pasado todos estos años solo?, ¿qué más daban otro par más?

-Si no soportas estar a mi lado…lárgate, pensé que te daba igual lo que hiciera, ¿no fue eso lo que dijiste? , ¿No has hecho esto ya miles de veces? –bufo sus palabras, colocándose el colgante en el cuello, luciéndolo orgulloso, como si ese trozo de metal le devolviera un poco de carácter y fuerza.

-Te pertenezco Alex…-gruño las palabras, recargándose contra la pared más cercana, -pero eso no quiere decir que me puedas tratar como un puñetero muñeco de trapo – le miro por el rabillo del ojo con seriedad.

-Solo mírame… -jadeo contra la pared, tambaleándose, el hombro le dolía, camino hacia el tomándole por la camisa, de manera amenazadora, pero su estado y su altura le restaban demasiados puntos –apenas me puedo mantener en pie, todo por dejarte hacer lo que querías, por tenerte una pizca de paciencia…por no querer llenarte de preguntas, por simplemente aceptarte tal y como eres, por respetar tu espacio, por querer encajar en tu vida…-guardo silencio mirándole a los ojos, no, en ellos no había reflejado odio, aunque sus palabras pudiesen sonar a ello.

-Me llevaste al borde de la locura…Y…pese a ello no te odio – comenzó a reírse suavemente, parecía un loco, -solo te hace más deseable, me hace querer saber todo de ti…Ya dime tu si eso no es amor, tal vez un amor enfermo –rodo los ojos cansado recargándose contra su pecho –ahora eres mío, y yo soy tuyo - susurro con aire posesivo, llenando sus pulmones de su aroma, recorriendo con sus pequeñas y frías manos su espalda.

-Alex…- se aferró a él, -volveré a las ruinas…-anuncio escondiendo su rostro en su pecho, ya esperando que volviera a enfadarse –necesito mi ropa...la tuya es demasiado grande… ¿vendrías conmigo? Solo será un momento, necesito mi cámara, mis fotografías, mi dinero, la guitarra que me dio mi padre, mi ropa… -comento haciendo una lista de lo que necesitaba, quedándose callado por unos instantes – y al licántropo…Dijiste que nos seguiría al refugio, ¿Por qué no lo hizo?, matamos a su familia…es nuestra responsabilidad cuidar de el… ¿podemos adoptarle? –Nuevamente su mentecilla comenzaba a divagar – sería como tener un hijo ¿no? –cuestiono con aire alegre, como si todo lo anterior fuese nada, ilusionado con la idea.

Me apartó con inusitada fuerza apenas le besé, alzando una ceja sorprendido aunque no lo demostrara demasiado, escuchándole en silencio, gruñendo bajo cuando citó mis propias palabras aunque en verdad quería escucharle, saber qué era lo que tenía que decir. Quise reclamar cuando dijo que le trataba como a un muñeco cuando le miré, casi por primera vez en esa noche, de arriba a abajo, estaba débil y tembloroso, apenas se sostenía en pie por sí mismo, tenía la ropa desgarrada y habían manchas de sangre seca en su cuello y hombro. 

Entonces se acercó nuevamente y me tomó por la camisa, supuse que pretendía verse amenazador aunque no le había resultado demasiado bien. Instantáneamente le sujeté por la cintura para evitar que cayera, me sentí mal por haberle tirado al suelo de esa forma tan brusca y de haberle desangrado, pero no había sido incapaz de controlarme, sus venas parecían llamarme, e incluso ahora, sentía la necesidad de enterrar los colmillos en su piel y desgarrarle, como si esa fuera la milagrosa cura a mi dolor y angustia. 

Estaba siendo injusto con él, lo sabía, pero ese chico me trastornaba y confundía, no sabía cómo actuar o qué hacer. Quería alejarme y a la vez deseaba llevarlo de nuevo a mi cama, callar sus quejas con mis labios, sentirle mío como si todo lo demás no importara. Pero, sabía que le dañaba, lo hacía ahora mismo, y mientras él reía suavemente diciendo que no podía odiarme, yo lo hacía por los dos, sintiéndome una basura, tal vez tantos años y tantos intentos de suicidio me habían dejado más trastornado y loco que lo que pensaba. 

-Lo siento -murmuré bajo cuando me abrazó de aquella forma tan posesiva, apretándole un poco contra mi cuerpo, se sentía bien que me marcara de su propiedad de aquella forma. Porque él era mío y lo sabía, era mi cachorro, pero yo también era suyo, su primer hombre y su primer amor. Creo que ambos estábamos realmente locos y enfermos. 

Cuando comentó de volver a las ruinas me tensé completamente, pero claro, era razonable, si quería traer sus cosas estaba bien, si con eso se sentía a gusto en el hospital, yo no tenía problema alguno en acompañarle, aunque esperaba no toparme con nadie conocido, no me sentía con los ánimos y probablemente el resto de los días andaría con un humor de perros. Y cuando mencionó al licántropo... ¿en qué demonios estaba pensando este crío? Pero la gota que rebalsó el vaso fue cuando habló de paternidad, creo que con la sola insinuación me hizo palidecer de forma desmesurada y se descompuso el rostro con una expresión de pánico.

-¿Q-qué? ¿¿Adoptar un hi... un... hijo?? -Si hasta decir esa palabra me costaba, yo no quería hijos, no los tuve con mi hermosa Cassandra y no los tendría con nadie, ni siquiera adoptados, era demasiada responsabilidad para mí y sentía que con eso traicionaba en cierta forma la memoria de mi esposa-. No digas tonterías niño... No adoptaremos a nadie, mucho menos a un lobo, ¡no son mascotas ni juguetes! -exclamé apartándole un poco de mi pecho, quería ver su rostro-. Envié a alguien por él así que no tienes que preocuparte, no es nuestra responsabilidad, sólo la ley de la vida. ¿Ya olvidaste que casi mueres allí? ¿Crees que si yo hubiera muerto, te habrían adoptado o se habrían hecho cargo de ti? No todos buscan paz, Leigh, deberías saberlo mejor que nadie... Si el cachorro de lobo quiere venir o no es su elección, nada más.

Suspiré juntando mi frente con la suya, aún me sentía demasiado pálido y nervioso por la imagen mental de nosotros dos juntos y un cachorro de lobo como nuestro hijo, la mera idea me hacía temblar de pánico, partiendo por el punto de que ni siquiera sabía si amaba a Leigh o era sólo un capricho más. La juventud de hoy en día sí que gustaba de hacer rápido las cosas...

Torció una mueca al escucharle,  al menos ya no estaba molesto, solo alterado, lo podía ver en su rostro, su manera de hablar, su tono de voz, y sus movimientos que …le resultaban graciosos, obligándose a taparse la boca, aunque sus ojos le delataban, comenzando a reírse como no lo había echo nunca.

-No tenías que asustarte tanto – comento entre risas, acariciándole la mejilla – era solo una broma- mintió, pues su comentario le había echo palidecer, no, realmente no era conveniente que la única persona en la que confiaba plenamente terminase vuelto loco por un simple comentario que hizo sin pensar.

Movía su mano de manera suave, buscando tranquilizarle sin poder dejar de sonreírle, -no puedo olvidar que casi morimos ahí, de hecho no creo poder llegar a olvidar ese día por muchos motivos , y si lo hago tengo varios objetos que me lo recordaran – cerro sus ojos suspirando, - probablemente si no les hubiéramos matado, estaríamos muertos,  pero ellos no pueden decidir qué es lo que hacen cuando están ese estado ¿no?... tampoco es como si pudiéramos saber o suponer a ciencia cierta qué hubiera pasado, si cuando nos encontramos hubiesen sido humanos…creo que todos reaccionamos por instinto, no dejamos de ser bestias –  se encogió de hombros, quejándose por el dolor al moverse.

Recargo su cabeza contra su hombro, mirando su cuello, el cansancio le jodia, pero la sed provocada por su estado  le llamaba, lamio su cuello antes de morderle y alimentarse de él, su sabor y su aroma, le volvían loco, de una manera muy distinta a la que le volvía loco el hospital,  únicamente  se alimentaria de él lo suficiente para reponerse y poder mantenerse de pie, lamiendo su cuello y limpiando los restos de sangre, cuando se sintió capaz de mantenerse de pie por el mismo, besándole hasta que la herida se cerró.

-Pudiste haberme dicho desde antes que habías mandado por él, ¿por qué no lo hiciste? –cuestiono mirándole serio, notando que ahora sus piernas parecían no estar echas de papel, le sostenían, y lo comprobó al pararse sobre la punta de sus pies varias veces, pero el hombro seguía doliendo.

Fruncí el ceño y le gruñí bajo cuando comenzó a reírse, aunque ciertamente sus palabras me dejaron un poco más tranquilo, no es que lo tomara todo demasiado en serio pero la idea de ser padre siempre me había aterrado, me consideraba incapaz de criar a un niño y sólo había confiado en mi esposa para esa tarea, por lo cual lo veía totalmente imposible. Su mano en mi mejilla terminó de relajarme y como venganza desordené sus cabellos con mis manos dejándole aún más despeinado de lo que ya estaba, aunque a decir verdad me gustaba mucho más así, parecía salvaje y pequeño a la vez, un niño y un hombre al mismo tiempo. 

A punto estuve de aclarar su unto de vista sobre la naturaleza licántropa pero me detuve, prefería que pensase de aquella forma pues tampoco estaba muy lejos de la realidad. En mi experiencia había aprendido que los licántropos de naturaleza pura podían controlar su estado lupus y algunos, como Cerberus, incluso el crynos, pero no es como si hubiese tenido forma de saber si aquellos lobos eran puros o no, así que en ese momento el silencio era lo mejor. 

Y sobre su punto de vista, estaba totalmente de acuerdo, todos éramos bestias en el fondo, guiados por el instinto, abandonados de nuestra naturaleza humana después de tantos siglos de vida, estancados en el tiempo, muchas veces incapaces de actualizarnos y seguir adelante, de avanzar. Era eso exactamente lo que siempre ocurría conmigo, me sentía incapaz de dejar el pasado atrás y mirar hacia adelante, me aferraba con fuerza y desesperación a mi época, a viejos sentimientos y emociones, a las tradiciones del pasado. Buscaba volver a sentirme joven y eterno con compañeros joviales y jóvenes, pero siempre acababa matándolos, alimentándome de ellos. Temía que eso me ocurriese con Leigh, o que todo se saliera de control y fuera aún peor, como con mi desdichada criatura, mi amado Anssi Enkeli...

Su mordida me devolvió a la realidad y dejé escapar un jadeo de placer al sentir cómo bebía de mí, apretándole contra mi pecho y ladeando el rostro para darle más espacio. Se sentía deliciosamente bien, sus labios contra mi piel, sus colmillos perforando mi carne, me excitaba casi de forma retorcida y deseé estar dentro de él en ese preciso momento, pero tenía que controlarme, no era sano para él. Se apartó demasiado pronto para mi gusto y observé su rostro atentamente, lucía un poco más repuesto y parecía capaz de sostenerse en pie, lo cual me dejaba más tranquilo. 

-No pensé que te importaría tanto -comenté vagamente, acariciando sus caderas, siguiendo el movimiento de su cuerpo cada que se paraba en puntillas comprobando su estado, aunque su mueca de dolor no me pasó desapercibida, su hombro aún debía de dolerle. Deslicé mis labios por su rostro y bajé por su cuello hasta su hombro, desarmando con calma el torniquete improvisado, comprobando su estado. Tenía un grumo de sangre seca y se veía bastante mal, tal vez se había incluso infectado y era todo mi culpa-. Cachorro mío, no sabes cuánto lo siento por ésto -me disculpé mordiendo mi lengua, inclinándome a lamer su herida limpiando la sangre seca y dejando caer gotas de la mía sobre él, pues mi sangre antigua era mucho más fuerte y podía prevenir los riesgos de la infección.

-Me importa…como te lo dije antes, mate a su familia, no puedo simplemente pasar de él, los que mataron a mi padre lo hicieron, pero yo no, no quiero ser como ellos, tiene todo el derecho a odiarme, y a quererme matar – comento apenas notando sus manos en su cadera, sonriéndole, le encantaba tenerle cerca, aunque le despeinase,le gustaba ser cuidado por él, que le dedicase su tiempo y atenciones.

-¿qué cosa? – pregunto mirándole confundido, notando como limpiaba su herida, pero había algo más, podía olerlo, su sangre, suspiro acariciándole los cabellos como gesto de agradecimiento, sin entender del todo el por qué se disculpaba, si por haber agrandado su herida, o por mezclar su sangre con la de el de manera tan directa, invadiendo ese lazo roto entre él y su padre.

-No es nada que el tiempo y cuidados no curen…– comento con gesto despreocupado, no era la primera vez que se hacía una herida, pero si la primera que tardaba tanto en curar, - en cuanto a mi lazo con mi padre, mi creador…está bien, el merece descansar, ahora te pertenezco,  y sé que el confía en ti -no comprendía del todo el por qué su sangre sobre la herida mitigaba el dolor, había tantas cosas que desconocía del mundo real, pues siempre había vivido en un mundo creado por y para él, y ahora solo quería conocer todo lo que ignoraba, maldiciéndose por entrar en un estado de histeria al llegar al refugio, cerrándose a conocer a todos esos seres, conocer sus historias, incluso porque ¿no?,  vigilarlos a escondidas como hacía con los licántropos en las ruinas, esas eran ahora sus ruinas y esas personas objetos que solía encontrar y llevar a casa con él, robándose un poco de alegría o tristeza de ellos.

-Volvamos al hospital, puedes hacer conmigo lo que quieras si entro en pánico, incluso dejarme – comento buscando su mirada, con rostro serio, sonriéndole al poco alejándose de él y acariciando sus mejillas con las puntas de sus dedos –no dejes que me pierda mentalmente de nuevo  - pidió besándole de manera desesperada, su boca aun sabia a sangre, y eso le gustaba, el tiempo que pasaba junto a él le parecía eterno y al mismo tiempo tan corto, no quería perder ningún segundo, quería disfrutarlo, sentir su cuerpo desnudo sobre él, quería que le tomara de nuevo, que le demostrara que aún seguía siendo completamente suyo, que aún le deseaba como la primera vez, que volviera a cantar sobre su oído, que dejase de huirle, que dejase de negarse a que le quisiera… quería tantas cosas.

-Que deseen matarte no me parece una idea muy agradable -murmuré contra su hombro, cerrando los ojos al sentir su mano en mis cabellos y sin dejar de lamerle, hasta asegurarme de que ya no sangraría más ni se le infectaría. Me separé relamiéndome los labios sintiendo cómo mi lengua sanaba rápidamente y le sonreí levemente, claro que ahora me pertenecía aunque se me hacía algo extraño hacerme a la idea de que yo también le pertenecía a él.

-No voy a dejarte, Leigh... -gruñí bajo no muy seguro de mis palabras, aunque haría mi mejor intento por quererle y protegerle a la vez, no quería volver a discutir y que otra vez quedara en aquel deplorable estado. Negué con la cabeza a su petición-. Confía en mí, cuidaré de ti como mejor pueda... Aunque eso signifique cuidarte de mi mismo también -me comprometí, también con expresión seria, correspondiendo a su beso desesperado, metiendo mi lengua en su boca reconociéndola, acariciando su cavidad y dominándole fácilmente en aquel beso. 

-Eres mío... sólo mío, Leigh... -susurré cuando nos separamos, viéndole a los ojos y pasando mis manos por sus caderas y su trasero, apretando una de sus nalgas. Volvía a sentir aquella ardiente necesidad de tomarle y marcar su cuerpo como mío, quería enterrarme dentro de él y ser recibido por su estrecha calidez-. Sé exactamente qué voy a hacer contigo cuando entremos a mi habitación -murmuré inclinándome a lamer el lóbulo de su oreja, succionando de forma sugerente, pegando su vientre al mío rozándome contra él.

Entrecerró la mirada casi sospechando que le hubiese leído la mente  cuando sus manos comenzaron a recorrer su cuerpo,  -no me leas la mente- le reprocho  entre risas, moviéndose inquieto bajo sus labios, amando esa calidez y cercanía.

-¿y por qué esperar?  - propuso de manera atrevida, restregándose contra su cuerpo, acariciando su espalda, para separarse apenas un poco.

-Nadie podrá vernos…- susurro, aunque eso fuera mentira, cualquier ser como ellos podría verlos con claridad, escucharlos y sentir su presencia, y eso de una manera enferma le agregaba cierta emoción a las cosas.

Alzo una de sus piernas pegándose más contra él, buscando provocarle y que le tomara en ese lugar, no le importaba si alguien más les veía o les escuchaba, de algún modo bizarro eso remarcaría el hecho de que uno le pertenecía al otro.

-Alex – gimió sobre su oído.

Reí bajo con su reclamo, no le había leído la mente pero me satisfacía que tuviera ideas similares a las mías, le sentía inquieto bajo mis labios rozándose contra mi, excitado-. ¿Seguro que aquí? -Inquirí tomando con una mano la pierna que había levantado, moviendo mis caderas contra las suyas simulando suaves embestidas. 

Sin esperar realmente una respuesta colé mi mano bajo su pierna estirada tomándole completamente en brazos, acercándome más al callejón pegando su espalda contra la pared. Sus gemidos me encendían nublándome el juicio y no tuve que pensarlo mucho hasta desgarrarle la camiseta, pegando mis labios a su blanca piel, golpeando mis caderas contra las suyas sintiéndome tan duro como yo mismo estaba.

-Oh, cachorro mío... -ronroneé sobre su cuello apretando sus muslos y nalgas. La excitación se podía palpar en el aire, el hecho de que ambos supiéramos que podían vernos o descubrirnos allí en cualquier momento sólo volvía todo más excitante y retorcido. Un simple callejón me parecía un sitio indigno donde tomarle, pero le necesitaba ahora mismo, quería oírle gemir más fuerte y desesperado, ver su rostro contorsionado por el placer. 

-Después de ésto prometo que no podrás caminar -murmuré con una sonrisa enorme en mi rostro, desgarrándole el pantalón con las uñas. Ya luego vería cómo meterle al hospital otra vez, pero yo le quería ahora-.Vamos, quiítame el pantalón...

Antes de que pudiese responderle ya le había cargado, aferrándose a su cuello, gimiendo su nombre aun,  rodeándole con sus piernas para no caer, pegándose a él, sintiendo luego el frio muro en su espalda que en ese momento le sirvió de apoyo, sonriéndole de manera picara al notar como buscaba el tacto de su piel, arañando su ropa, dejándole el pecho desnudo, temblando excitado bajo sus labios, sintiendo sus cuerpos rosarse de manera  desesperada.

-Alex – susurro con voz aterciopelada al escucharle ronronear, restregándose contra su cuerpo al sentir sus manos apretándole los muslos, viendo por el rabillo del ojo la calle, riendo al pensar en que sorpresa se llevaría el desdichado que decidiese pasar por ahí y verles, tan sumidos en su mundo, tan perdidos en placer.

-Como si no me lo hubieras echo ya una vez –comento volviendo su mirada, viéndole sonreír de ese modo, de alguna manera le excitaba y le causaba miedo, aun no podía superar el haber caído de lleno al suelo cuando solo quería alcanzar su ropa y vestirse, dedicándole una sonrisa ladina al escuchar como la tela era desgarrada, arañándole de paso, riéndose, al sentir su sexo excitado contra el pidiendo ser liberado, era una locura, ambos tendrían que dar una muy larga explicación si alguien les veía llegar en ese estado al hospital, con la ropa arañada, apestando a sexo, y claro, el completamente cuerdo, tal vez siendo la respuesta más acertada “el sexo hace maravillas, me devolvió la cordura”, no, esa respuesta inquietaría a más de uno y a otros les robaría un par de carcajadas.

-No solo amenazas con dejarme sin caminar… si no que ¿también tengo que ayudarte a hacerlo? - murmuro entre risas, ayudándose con la pared a acomodándose  arañando su espalda por encima de su ropa, escuchando como esta terminaba por desgarrarse también –ups, lo siento – murmuro con falso remordimiento, recorriendo el camino restante hasta el borde de su pantalón, de manera lenta, recordando cómo le había torturado la primera vez de esa manera, haciéndole desear que se apresurara, pero comenzó a tomarse su tiempo, sintiendo la textura de la tela, del cinturón,  luego jugando con el hebilla de metal, recorriendo con sus uñas el botón del pantalón, pero el hacer todo con tanta lentitud le hacía odiarse a sí mismo, desabrochando finalmente el cinturón y casi arrancando el botón, bajando el cierre de nuevo de manera lenta, quería torturarle, pero al mismo tiempo se torturaba el también, una vez habiendo bajado el cierre, paso su mano por encima de su ropa interior, notándole tan excitado, sonriéndose, sabía que eso era única y sencillamente su culpa, con mucho cuidado, desgarro la tela de su ropa interior, liberando su sexo.

-Tanto me deseas – susurro aprisionando su sexo con su mano, moviéndola despacio de arriba abajo un par de veces antes de liberarle y comenzar a mover su cadera, de manera provocativa,  sintiéndose resbalar poco a poco por sus propios movimientos aferrándose nuevamente a su cuerpo, atrayéndole hacia el volviendo a recargar su espalda contra la pared, jadeando excitado, buscando sus labios, quería besarle, y que ese beso sellase sus boca, que no le permitiese seguir emitiendo sonido alguno, pues aunque fuera solo el rose de su cuerpo le hacía gemir de manera suave, robándole suspiros y haciendo que su respiración se agitara, ante la idea de lo que sucedería mas delante.

-Como si no quisieras que te lo hiciera de nuevo -contraataqué sonriendo cuando desgarró mi ropa dejando mi espalda y torso expuesto a sus deseos y a la vista de cualquier público inesperado. Sentir sus uñas en mi espalda me hacía estremecer notablemente de placer y tuve que morder mi lengua para contener el jadeo de placer que nació en mi garganta cuando tomó mi miembro entre sus dedos, me encantaba la lentitud con la cual me iba desnudand y la espera sólo volvía todo más interesante y deseable.

-Te deseo como no te imaginas, cachorro mío -ronroneé, apretando su trasero, tanteando aquella zona sensible por donde me hundiría en él. Mientras nos besábamos de forma ardiente y entregada, movía mis caderas contra las suyas sujetándole por el trasero y las piernas, recorriéndole, levantándole un poco posicionándole sobre mi miembro rozándole tentadoramente, pero sin entrar en él, no todavía. Rompí el beso deseoso de escuchar más de sus gemidos y mordisqueé su hombro sano sin hacerle daño, restregando mi miembro contra su trasero, quería tentarle y hacerle enloquecer, que me lo pidiera, que jadeara desesperado por tenerme dentro de su cuerpo golpeándole salvajemente. 

-¿Así que te gusta ir lento? -Pregunté con sarcasmo succionando su piel, deseaba sentir nuevamente su mano masturbándome pero aquello era mil veces mejor, y en un impulso, admito que sin ser demasiado caballero o delicado, tomé mi miembro colocándolo contra su entrada, perforándole lenta, muy lentamente, sujetándole con mi otra mano por la cintura y contra la muralla pues no quería que cayese al suelo otra vez. Su interior me recibía tan cálido y apretado como la primera vez y jadeé contra su boca, gimiendo bajo cuando me sentí completamente en él, quedándome quiero, aguardando.

Le deseaba y se lo había dicho, eso le hacia feliz, arqueándose al sentir como buscaba su entrada, quedándose con los labios entreabiertos gimiendo cuando el beso termino y podía reconocer su sexo rozándole, esperando que entrara dentro de el, gruñéndole cuando solo le tentaba y se dedicaba a morder su hombro, jadeo inquieto, moviéndose, susurrando su nombre.

-¡Odio ir lento! – gruño, antes de terminar estremeciéndose al sentir como comenzaba a penetrarle, sin ninguna clase de preparación previa, dolía, y esta vez dolía de verdad, murmuro su nombre con voz entrecortada jadeando, quería pedirle que se detuviera, que el dolor le resultaba insoportable, enterrando sus uñas en su espalda, cada vez con mas fuerza conforme le sentía entrar, el dolor se hizo presente en sus jadeos, el temblor de su cuerpo y sus ojos llorosos.

Su boca se mantenía entreabierta , respirando por ella de manera desesperada, sin acostumbrarse del todo a tenerle dentro de sí, esta vez le había recibido de manera tan repentina, tan falta de delicadeza, arrepintiéndose de sus palabras, ir lento era mejor, mucho mejor, su pecho subía y bajaba  sin quererse mover, recargando su frente con la de su mayor, tratado de acostumbrarse al dolor, desencajando sus uñas de su espalda recorriéndole hasta abrazarse a su cuello, escondiéndose en el por unos momentos, jadeando, mordiéndole el hombro, enterrando sus colmillos en él una y otra vez, vengándose por tomarle de esa manera, pese a que lo deseaba, le mordía hasta hacerle sangrar, manchándose los labios y parte del rostro de sangre, relamiéndose satisfecho por su venganza.

Gemí ronco de placer y dolor con sus mordidas, sabía que intentaba vengarse por haberle penetrado de aquella forma tan brusca pero conseguían el efecto contrario totalmente, me encantaba que me mordiera, que bebiera de mí, me hacía sentir que le pertenecía y aquello me brindaba una extraña calidez en mi frío pecho. Tal vez sí me pudiera enamorar de él, o ya lo estuviera y ni siquiera me había percatado de ello, no lo sabía, y en lo único que podía pensar en aquel momento era en su cálido y estrecho interior que me recibía de esa forma tan placentera. 

-¿No que.. odiabas... ir lento..? -pregunté entre jadeos sin moverme aún, sentía su cuerpo demasiado tenso y algunos hilos de sangre manchaban mi espalda por culpa de sus uñas, pero se había sentido tan bien aquel dolor, junto a él, sentía que me embriagaba, era diferente a cualquier otro u otra. Busqué sus labios casi con desesperación enredando mi lengua con la suya, acariciándole, buscando distraerle del dolor, hacerle ver todo lo que me hacía sentir. 

Recargué su peso en una de mis manos y contra la pared, sujetándole firmemente del muslo derecho, para poder atrapar su miembro con mi mano libre acariciándolo, subiendo y bajando con movimientos rápidos como ya sabía que le gustaba, deteniéndome en veces para acariciar la húmeda punta con mi dedo pulgar, sintiéndole tan duro como estaba yo, tan excitado pese al dolor-. Leigh... te adoro -murmuré entre jadeos comenzando a moverme contra sus caderas de forma lenta apretando su muslo con deseo, saliendo y entrando de él clavándome profundamente en su interior-. Mi cachorro... sólo MIO... -gemí contra su oído, lamiendo el lóbulo de su oreja, marcándolo como mío, impregnándole de mi olor.

“¿No que odiabas ir lento?” solo escuchar la pregunta le hizo erizarse, gruñendo sobre su hombro, alejándose para reclamarle, pero parecía que eso se convertía en costumbre, el buscaba hablar, reclamar algo, o gruñirle simplemente y le callaba, besándole, dejando que saborease su propia sangre desde su boca, entreteniéndose en el beso, casi olvidándose del dolor, recordándoselo cuando su espalda choco contra la pared de nuevo, tan fría y dura, casi como su piel, sus manos se dedicaban a atenderle y a sostener su peso,  rompiendo el beso para gemir contra su boca cuando comenzó a masturbarle, pese a que solo había sido una vez, parecía haber aprendido donde y como tocarle, para hacerle gemir y hasta gritar de placer.

La excitación ahora superaba al dolor,  volviéndole como esa parte agridulce pero necesaria de las cosas, ahogo un gemido cuando comenzó a moverse, sintiéndole entrar y salir de él, recordando el lugar en el que se encontraban, un callejón, no debía de hacer tanto ruido o terminarían por descubrirlos, y no quería que nadie más le viese así, sus gemidos, su cuerpo tembloroso, y su cara surcada en placer pertenecía a una sola persona, y no debía de ser visto por nadie más que no fuese el, aunque la sola idea de que les descubrieran le parecía divertida y excitante.

Asintió con la cabeza, sin quere hablar o entreabrir sus labios  sin tener miedo a resultar realmente ruidoso y hacer que alguien o algo se acercase a investigar, buscando sus labios, quería  mantener su boca sellada, pero morderse los labios o taparla con su mano, le parecía realmente un desperdicio, no quería privarle a Alex de escucharle, aun recordaba que le había dicho que le gustaba oirle, y que diablos a él también le encantaba escuchar a su mayor gemir, saberse culpable de eso, de su excitación,  de que su cuerpo le buscase de manera desesperada.

-Alex…- Gimió sobre su oído, incluso su nombre le resultaba perfecto, - te amo – susurro, tomando la mano que mantenía en su sexo  llevándola a su muslo, incitándole a que marcara un ritmo más rápido, más violento.

Sus sonidos me hacían estremecer, amaba sus gemidos y jadeos ahogados, ahora lo sabía. Él quitó mi mano de su miembro y le sujeté con fuerza sus nalgas estrujándolas, disfrutando de la firme carne entre mis dedos. Aumenté un poco más mi ritmo sin llegar aún a uno violento pues temía dañarle, pero era tan condenadamente sexy que costaba mantener el control, más aún, con aquellos gemidos que me quitaban el aliento, la forma en que decía mi nombre en mi oído, era simplemente perfecto, todo él. 

Ya no importaba si sus cabellos eran negros o rubios, o qué tan delicadas eran sus facciones, si parecía o no una delicada doncella o un exquisito muchacho angelical. No era nada de eso lo que buscaba, sólo le quería a él, no al recuerdo que no podía representar-. Te adoro.. Leigh... mi Leigh... -gemí contra la piel de su cuello y hombro, dejando marcas oscuras por ahí donde mis labios pasaban, succionando y mordisqueando su piel, marcándole como mío, jadeando y gimiendo roncamente sin importarme que alguien nos oyera o viera, eso sólo volvía todo más excitante.

Pronto aumenté un poco más el ritmo volviéndome desenfrenado y violento, sentía que toda la frustración y rabia anterior se liberaba y desaparecía con cada embiste, y cuando reclamé sus labios otra vez, le mordí la lengua con fuerza haciéndole sangrar, haciendo lo mismo con la mía gimiendo con el sabor de nuestra sangre mezclada, aquel era casi un rito, unirnos en el placer del sexo mientras compartíamos sangre, casi como una promesa. Ahora, definitivamente, éramos un solo ser.

Sus manos le daban rudas caricias, sonriéndole cómplice, entraba y salía de él, estremeciéndose ante la mezcla de dolor y placer, gimiendo, mordiéndose los labios, jadeando recargando su frente temblorosa contra la de su mayor sintiéndose mover junto con él, rasgándose la espalda con el muro en cada movimiento, se sentían como pequeñas y afiladas uñas en toda su espalda.

Arqueándose al sentirle sobre su cuello, moviendo su cabeza hacia un lado dándole espacio, le encantaba y volvía loco sentir sus labios sobre su cuello, excitándose aun mas cuando le escucho gemir,  aferrando sus uñas en su espalda  era su único apoyo, enterrándolas cuando el sexo se tornaba descomedido, aferrándose también con sus piernas en torno a su cintura, soltando sonoros gemidos, siendo incapaz de contenerlos, le sentía tan dentro de el, de manera tan jodidamente perfecta, ni siquiera podía cerrar sus labios, el aire le era tan necesario, siendo una vieja costumbre, su pelo se encontraba entre enmarañado con la pared  y pegado a su rostro sudoroso, araño su espalda hasta llegar a sus cabellos, enredando sus dedos en ellos, gimiendo cuando mordió su lengua, saboreando la sangre de ambos,  acariciando su lengua, degustando su sangre, y llenándole con la propia, resistiendo el gemir tirando de sus cabellos hacia atrás mordiendo sus labios, gimiendo contra su cuello, recorriéndole con la lengua, mordiéndole sin soltarle de su agarre, lamiendo su sangre, sin mucho cuidado, jadeando, con sus labios rojos, coloreados con pura sangre, soltándole y dirigiéndole una mirada provocadora, el sexo era exquisito, solo se podían escuchar sus respiraciones agitadas,  sus gemidos, y a lo lejos algunas voces.

-nos…descubrí…ran-jadeo contra su cuello, ahogando un gemido, tal vez se tratase de un par de humanos, realmente no le importaba mientras no destruyeran ese momento.

Gruñí ronco cuando jaló mis cabellos apartándome de su boca, y cerré los ojos jadeando, sus mordidas me excitaban, saberme drenado por él y luego ver sus gruesos y bien delineados labios rojos, asestándole una mordida juguetona sin hacerle sangre. Él regresó a mi cuello y yo seguí moviéndome firmemente en su interior, podía oír voces lejanas y una sonrisa depredadora asomó en mis labios, riendo bajo contra su oído, chupando el lóbulo de su oreja de forma provocadora.

-Y qué... ahh... déjalos que miren cómo te hago mío... -ronroneé entre roncos gemidos, quitando una mano de su trasero, equilibrando su peso entre la pared y mi cuerpo y la otra mano que le sujetaba. Recorrí su costado pasando mis uñas por su piel dejando finos hilos de sangre y me detuve en su cuello, aferrándolo aunque sin apretarle, acariciando su palpitante vena con mi dedo pulgar de forma sugestiva. Me incliné a besar la zona que acariciaba propinándole una profunda embestida, sintiendo que en cualquier momento llegaría al orgasmo, el placer se desbordaba por los poros de ambos. 

-Eres tan sexy.. -murmuré luego sonriéndole con adoración, sentía mis ojos brillar como hacía siglos no hacían. Leigh era mío y lo había marcado con mi olor y mi sangre, y ahora, con unos últimos movimientos, me derramaba en su interior, llenándole con mi esencia, besándole con deseo y necesidad aunque también con lentitud, su boca y la mía estaban impregnadas del sabor metálido de la sangre y, recuperando un poco la razón, temí haberle vuelto a desangrar más de la cuenta, así que mordí mi lengua otorgándole mi sangre, incitándole a beber aferrando mi mano a sus cabellos, manteniendo su boca unida a la mía.