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Mensaje por Invitado Sáb Abr 14, 2012 6:17 am

Llovía, era una de esas lluvía intensas, frías y que lograba que la tarde que parecía en principio luminosa se volviera tan oscura como la noche. Eran esas sombras donde las criaturas que poco a poco se habían ido apoderando de aquella ciudad, fueran reptando fuera de sus escóndites, ahora más libres y poderosas que nunca. Amparadas en la aparente indiferencia del Cielo y la indefensión de sus servidos, cada vez menos, los demonios ganaban la partida a pasos agigantados, conscientes de la vulnerabilidad de sus eternos rivales que apenas presentaban batalla. Sí, la oscuridad ya no era una mera ausencia de luz, ahora era una entidad, una fuerza que se iba apoderando poco a poco de todo, envolviendo a Los Angeles una telaraña, donde vagaban bocas hambrientas. Luego estaban otras fuerzas, intermedias, quizás más peligrosas porque jugaban en los dos bandos, poderosas porque no se atabana ellas y sus pactos eran temporales, seres que vivían en el borde de la magía, entre corrientes, entre el día y la noche.

Los neumáticos frenaron en un charco de agua, pertenecían a un mercedes negro, brillante. La puerta del piloto se abrió y un hombre, vestido con la librea de un mayordomo descendió, con toda formalidad abrió un paraguas y miró el escaparate de la pequeña tienda, una mano enguantada de se metió en su bolsillo, extrajo un pequeño trozo de papel, verificando que efectivamente era aquella la dirección. Alzó levemente las pobladas y canas cejas, tendría cerca de unos setenta años, se encaminó a la puerta y la empujó, sobre él se escuchó el repiquiteo de una diminuta campanilla.

Cerró el paraguas mientras la puerta, a sus espalda, giraba sobre sus goznes para encajarse nuevo. Miró en torno suyo, todo el lugar estaba abarrotado de extraños objetos, estanterías en las paredes con libros, algunos pequños y otros enormes, alineados pulbramente y sin polvo encima de sus lomos. El aire estaba impregnado de diferentes aromas, algunos los conocía, de hierbas que se usaban incluso en la cocina pero otros eran desconocidos. Se tiró de la pajarita mientras se adentraba, la tienda resultaba más grande por dentro que por fuera.

Carraspeó-¿Señorita Kang Ha Neul?-parecía mas un nombre de tipo coreano o chino. Aquella era la última opción que tenían. Una aminga de la familia Windsor les comentó sobre aquel lugar, de objetos esotéricos, quizás allí, pudieran encontrar la ayuda que no encontraron en ninguna parte.-¿Señorita?-llegó hasta el mostrando, pulido y abrillantado, parecía que hubiera nadie en todo el local.
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Mensaje por Invitado Sáb Abr 14, 2012 10:57 pm

La tarde estaba de lo más desapacible. Esas tardes me gustaba estar tranquila en la trastienda porque por regla general nadie venía a la tienda. ¿Quién haría la locura de atravesar parte de la ciudad para deslizarse en un lugar como el “Rising Sun”? Pocas personas en realidad. No me quejaba, sin embargo. No quedaba demasiado tiempo para que cerrara y el día había tenido el mínimo de ventas que exigía para mantener un equilibrio más o menos estable en los libros de contabilidad. Pero no estaba peleándose con cuentas en el momento en el que la campanilla sonó, sino inmersa en transcribir parte de un libro en el que llevaba un tiempo trabajando.

Lo que para otros eran símbolos sin sentido, alejados del alfabeto occidental, para Ha Neul formaban rápidamente sílabas y palabras mientras la tinta iba formándolos con habilidad, rapidez y, no por ello, menos mesura. Estaba precisamente terminando uno de los párrafos cuando escuchó que alguien entraba, pero no se levantó de inmediato. Podría permitirse que el cliente mirara un momento a su alrededor, buscando lo que fuera que estuviera buscando, para después salir y ver en qué podía ayudarlo. Sin embargo, al escuchar su nombre le indicó que aquella no era la visita habitual de adolescentes buscando un amarre o alguna tontería por el estilo. En dos pasadas rápidas finalizó la página, marcándola y cerrando el libro con suavidad antes de agacharse para devolverlo a la caja metálica de seguridad donde había estado junto con la copia. Sabía demasiado bien que frente a determinados seres no haría demasiado, pero los símbolos mágicos que se encontraban en la puerta, se lo haría un poco más difícil.

Buenas tardes— preguntó nada más salir de detrás de la cortina de cuentas que daba a la trastienda dejando tras de sí el sonido rítmico de estas golpeando entre sí mientras se dirigía hacia el hombre que se encontraba delante del mostrador. No, desde luego aquella no era la visita habitual que se hubiera imaginado. Durante un momento pensó que quizá se hubiera confundido, pero no, había escuchado perfectamente su nombre. ¿Qué era lo que buscaba un hombre como él en un lugar como aquel? ¿Acaso sería algún fanático de lo esotérico? No lo parecía, pero había aprendido que dejarse llevar por las apariencias podría ser un tremendo error. —¿En qué puedo ayudarle?
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Mensaje por Invitado Jue Abr 19, 2012 5:04 am

Richard ya rondaba cerca de los setenta años de edad pero se conservaba de forma excelente, había servido en dos grandes familias y podía afirmar con seguirad que cuando alguien contrataba a un mayordomo inglés de la vieja escuela no solo contrataba un sirviente casi perfecto, contrtaba una claúsusa de discreción absoluta y de confianza. Había visto de casi todo a lo largo de su vida, testigo de las mayores extravagancias o tragedias, muchas de las cuales se llevaría al silencio de la tumba pero lo que estaba ocurriendo actualmente no tenía explicaciones racionales posibles. Se irguió imperceptiblemente cuando la vio salir de las trastienda, sus dedos enguantados de blanco aferraron levemente el mango del paraguas, mostrando algo de la tensión que llevaba soportando varios meses.

-Señorita.-hizo una leve inclinación de cabeza-Verá, soy el mayordomo de la familia Windor y vengo en nombre de mi señora. No vengo a comprar nada, queríamos..-aquí se detuvo una leve sombra de miedo cruzó sus pupilas-si fuera posible que uste fuera hasta la mansión en calidad de profesional en su saber.-inspiro despacio-en la mansión están ocurriendo cosas que tienen que ver con su campo me parece-metió una mano en uno de los bolsillos de la elegante chaqueta-por supuesto, nadie pretende que sea gratis-puso un cheque en blanco sobre el mostrador y extrajo una pluma-ponga usted la cantidad.-y esperó.

Fuera, la lluvia continuaba con la misma intensidad pero una figura oscura sobrevoló el coche que estaba estacionado delante de la tienda, era un cuervo enorme que se posó en una de las foralas, vigilando todo desde esa privilegiada posición, los ojillos nebros y brillantes, esperando. Tenía un amo exigente y que además estaba particularmente interesado en sus juguetes, ah ...sí, un amo al cual, caprichosamente, le encantanba poner fichas en el tablero, darles libre albedrío y ver que ocurría, siempre te podían sorprender.
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Mensaje por Invitado Vie Abr 20, 2012 3:34 am

Había aprendido a escuchar y a leer las personas. Si uno se quedaba observando y no se lanzaba directamente a ser el centro de la atención como muchos de los humanos que conocía hacían, podía descubrir mucho más de lo que las palabras decían. Un ejemplo había sido esa sombra de miedo que había cruzado sus pupilas hacía un instante. Por lo demás representaba al perfecto mayordomo inglés: perfecto, imperturbable, incluso el acento. Me imaginaba que estaba acostumbrado a ver, escuchar y callar. Por un momento me pregunté cuántos secretos guardaría a sus espaldas con la edad que parecía tener.

Miré entonces el cheque en blanco. El dinero era algo que necesitaba, por supuesto, nadie trabajaba gratis y yo no era una excepción. Sin embargo, había situaciones y momentos. Cobraba por los elementos que vendía en aquella tienda, pero muchas veces había ayudado a los demás simplemente porque había querido. Como a aquella jovencita que se había presentado en la tienda hacía unos días. Negué brevemente.

No puedo poner un precio sin saber de qué se trata.— le contesté mientras le miraba a los ojos. — ¿Qué es lo que sucede exactamente para que consideren que necesitan enviarlo a usted a una tienda como esta para requerir mis servicios?

Quería saber también de qué pie cojeaban, qué era lo que creían que podía hacer. Me había encontrado de todo a lo largo de los años y era todo debido a que regentar una tienda como “Rising Sun” atraía a todo tipo de fauna. Muchas veces era algo más subjetivo que otra cosa. Muchas veces creían que la casa estaba embrujada cuando no era más que sugestión. En realidad, la actividad sobrenatural se había disparado, pero en muchas ocasiones no eran más que ideas preconcebidas que podían resolverse de otras muchas formas. No era una charlatana como había podido conocer a lo largo de mi vida que buscaba sacar hasta los riñones de la gente que me contactaba, como muchos que había conocido en el pasado.
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Mensaje por Invitado Mar Abr 24, 2012 10:52 pm

Richard suspiró, se había esperado una respuesta semejante, se pasó unos dedos enguantados por los ralos cabellos blancos, se permitía aquel gesto nervioso como una excepción y para relajar sus maneras de mayordomo inglés. Era su férreo sentido de la fidelidad lo que hacia que no abandonara su puesto de trabajo, casi todo el servicio había renunciado durante la primera semana, aterrorizados por lo que estaba sucediendo en la habitación de la pequeña Elena aunque viviendo en un mundo donde la existencia de criaturas sobrenaturales era algo conocido, convivir con hechos que se escapaban al entendimiento común, unida a una gran ignorancia, había sembrado el pánico.

Richard no se permitió renunciar, ¿qué tipo de mayordomo sería si huía ante los primeros problemas que aparecían? pero llevaba sin dormir cerca de dos semanas, cuando se acostaba y cerraba los ojos no podía dejar de escuchar los sonidos que llenaban la gran mansión, era una construcción antigua y tenía gran cantidad de crujidos de madera y viento que se colaba entre las rendijas pero entre todos aquellos murmullos nocturnos, había algo en infrasonido, Richar no podía quitarse de la cabeza la impresión que algo se paseaba por la casa, una presencia, que rondaba por los oscuros pasillos y finalmente...finalmente se detenia delante de su puerta y se quedaba respirando al otro lado, entonces Richard rezaba y se tapaba con las mantas hasta que aquello se fuera de allí.

-Escuche, seré sincero. Llevo cuarenta años de mi vida trabajando como mayordomo. Sé como doblar una sábana perfectamente, como servir el té, como colocar una mesa, como llevar el servicio de una casa, como guardar los secretos más vergonzosos..
-la miró directamente a los ojos, las arrugas de su rostro se profundizaron sobre todo en torno a la comisura de los labios-pero lo que está ocurriendo allí, no sé que es ni sé como enfrentarlo, solo sé que paso miedo todas las noches y que una niña se ocho años está sufriendo a cada segundo que pasa. Le ruego, por favor, que venga conmigo, solo por el hecho de ir y verlo con sus propios ojos será compensada.

Inspiró despacio e intentó relajarse, escuchando fuera la intensa lluvia, cada vez que pensaba en la cosa que acechaba en los pasillos por la noche, una corriente helada se desplazaba por toda su columna y su viejo corazón se aceleraba dolorosaente en su pecho, causándole pinchazos.
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Mensaje por Invitado Miér Abr 25, 2012 7:14 am

No me gustaba aquello, no sabía hasta qué punto era verdad o no, pero lo cierto es que el temor que había en sus ojos era real y que sus palabras parecían sinceras. No veía al perfecto mayordomo inglés haciendo bromas con aquello. Por un momento dudé, pero finalmente asentí brevemente. Quizá fuera el dato de la niña de ocho años, los niños siempre habían sido mi debilidad: demasiado inocentes, demasiado sensibles. Odiaba a los seres que se ensañaban con ellos. Y desgraciadamente había demasiados. Me froté las manos en las perneras de los vaqueros y miré por un momento hacia el exterior, como si quisiera ver más allá de la cortina de agua. Era mi elemento, era perfecto, me gustaba la lluvia y disfrutaba, pero ese día resultaba especialmente desagradable, incluso para mí.

Iré con usted.— contesté finalmente mientras me movía ligeramente hacia la trastienda. — Deme unos minutos para recoger un par de cosas.

La cazadora y la mochila, el amuleto que solía llevar siempre conmigo y que era un simple colgante, además del anillo de plata que nunca me quitaba, que era básicamente un canalizador que me ayudaba con mis hechizos. Salí a los pocos minutos poniéndome la cazadora y echando finalmente la mochila al hombro. El athame, más algo instrumental que un verdadero arma, se encontraba en la mochila. No sabía qué podría encontrarme cuando llegara a ese lugar por lo que básicamente me había provisto de cosas básicas que quizá, solo quizá, pudieran ayudarme: una de mis libretas, sal, velas, algunas plantas y piedras. Instrumentos, porque en realidad la verdadera magia estaba dentro de nosotros.

Cuando quiera, ya estoy lista.

No sabía si iba a aceptar o no el pago. No era dinero lo que buscaba. Podía estar lanzándome a la boca del lobo sin saberlo o llegar y encontrarme con que no había sido nada. A veces, como aquella ocasión, me sentía como algún tipo de “cazafantasmas” que iba por ahí sin la mochila para cazarlos. Sí. Aquella película de los 80-90 me había marcado, pero a la vez casi me había dado una clara explicación de lo que muchas personas esperaban de nosotros cuando iban a la tienda a buscar… algo. Lo que fuera. Como si con el chasquear de los dedos pudiéramos conseguir absolutamente todo. Le esperé para moverme con él fuera de la tienda, cerrarla, y ver a dónde me llevaba todo aquello.
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Mensaje por Invitado Mar Mayo 15, 2012 12:50 am

El enorme cuervo continuaba aposentado en la farola, sus plumas negras estaban brillantes porque las gotas de lluvia resbalaban por ellas, parecía una estatua de obsidiania. Ladeó la cabeza y los ojos astutos se posaron en las dos figura que emergieron de la tienda, el que vestía con la librea de mayordomo se adelantó y abrió el paraguas que colocó sobre la cabeza de la muchacha que comenzó a cerrar la tienda. Los ojos del pájaro se enfocaron en la mujer, una voz dentro de su cabeza le estaba dando todas las órdenes, le interesaba aquel humano de sexo femenino, de ella manaba poder, como un aura o un aroma que la envolvía completamente, era algo que no se podía ver a menos que viviera y respiraras en el mundo sobrenatural. Era otro mundo parelelo, parecio al que habitaban los humanos comunes pero era allí donde podías "ver" y donde las máscaras solo eran de papel, mostrando lo que había debajo, a veces, era una pesadilla.

El anciano le abrió la puerta trasera del coche y Kang Ha Neul subió al mismo, el cuervo graznó, roncamente, estirando las grandes alas cuando el motor del coche rugió suavemente y se puso en marcha. El cuervo desencedió y fue tras el auto que enfiló por una de las grandes avenidas, sobrevolándolo a escasa distancia, desviándose hacia las colinas de aquella ciudad del pecado, las falsas luces, las lentejuelas y las carnes de plástico. Dentro del coche, la tapicera era beige, era lujoso y confortable, apenas se notaba que se deslizaba por la carretera, comenzaron a ascender una pendiente, el asiento trasero estaba separado del delantero por un greso vidreo ahumado. El coche entró en uno de los túneles y varias luces del techo qu estaban prendidas comenzaron a parpadear y se apagaron, quedando todas a oscuras.

-¿Por qué te metes en esto, pequeña hechicera?-la voz susurró al oído, un brazo largo y musculoso rodeó los finos hombros de Kang y la arrimó contra un cuerpo firme, algo estaba compartiendo el asiento del coche con ella-Se inteligente-era una voz masculina y profunda, modulada, una presencia aplastante inuncaba todo el pequeño cubículo que continuaba en la completa oscuridad, ahora el aire era húmedo, también caluroso y parecía que las vias respiratorias se cerraban-dile al vejestorio que no te interesa sus mierdas y que deseas bajarte en la próxima esquina...-los labios tersos rodaron por el perfil de la mandíbula de ella, despacio-tú quieres vivir más tiempo, ser feliz, tener hijos, un marido y una tiendita para vender hierbajos. Esto no te conviene, jugar con los mayores..Kang Ha Neul.
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Mensaje por Invitado Dom Mayo 20, 2012 9:07 am

Miraba el camino que tomábamos mientras el coche estaba en marcha. Tenía una extraña sensación muy difícil de identificar: una mezcla de ansiedad y desazón, como si algo quisiera avisarme que me estaba metiendo en la boca del lobo. El silencio era pesado, demasiado, una sensación que conseguía que todas las alarmas se encendieran. Ahora comenzaba a pensar que quizá me había precipitado en aceptar por las buenas ese “viaje en coche” sin hacer más preguntas, sin embargo las palabras del anciano y lo que no había dicho, esa mirada de temor, me había impulsado a intentar ayudarlo como pudiera. Algo estaba sucediendo, no sabía exactamente el qué, pero estaba claro que me necesitaban. O al menos necesitaban ayuda. Quizá no fuera yo lo que esperaban, quizá no pudiera hacer nada, pero sabía que si no daba ese paso me pasaría días enteros dándole vueltas a la cabeza. Me conocía lo suficiente como para saber cómo iba a reaccionar en esas situaciones.

La mochila descansaba en mi regazo, notando el peso seguro, el cuero debajo de mis dedos y el olor conocido a plantas y hierbas, a velas e incienso, que se había quedado impregnado al mismo por la cantidad de horas que se pasaba conmigo en la tienda. Eran olores conocidos, olores que me hacían sentir segura, pero de poco me serviría para lo que vino a continuación. Las luces tenues parpadearon y finalmente se apagaron haciendo que de forma automática me sujetara con más fuerza a la mochila como si de esa manera pudiera salir a flote de la negrura en la que de pronto me había visto inmersa. Sin embargo, eso no fue lo peor… sino lo que vino a continuación. Esa presencia que me agotaba, me aplastaba, me marchitaba. Esa voz masculina que provocó mil escalofríos diferentes por todo mi cuerpo mientras que mi cuerpo reaccionaba intentando alejarme todo lo posible dándome con la puerta del coche sin poder avanzar más. Esas palabras que me indicaron con más claridad que todas las sensaciones que me había metido en algo o con algo que no sabía exactamente qué era.

Basta.— mascullé interponiendo un brazo entre mi cuerpo y esa otra presencia al tiempo que echaba hacia atrás el rostro. Necesitaba luz, necesitaba ver qué demonios era lo que se encontraba conmigo en el coche. Sentía el corazón latiendo a mil por hora al tiempo que el estallido de adrenalina se activaba.— ¿Por qué estás haciendo esto? ¿Quién demonios eres?

Las palabras llegaron a mi mente al tiempo que el click del mechero encendiéndose se escuchó con claridad. Una ligera llama se encendió en mitad de la oscuridad y pronto un pequeño fuego fatuo se formo de la misma, seguido por un par más. Mi rostro se giró entonces hacia donde se encontraba la voz sin estar muy segura de qué podría encontrarme.
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Mensaje por Invitado Jue Mayo 24, 2012 4:59 am

¿Cómo se podía estar a mitad de camino de la santidad y del pecado, del Cielo y del Infierno? Peste no lo sabía, pero creía firmemente que una parte de él mismo estaba completamente enloquecida como todos sus hermanos, tenía dentro de él la esencia de ángel por parte de madre y esencia de demonio por parte de padre, luz y sombra se encontraban en continuo conflicto, batallando, rugiendo, desgarrando y uniendo su alma a cada dia, a cada hora y a cada minuto. Peste no era una criatura cabal, nadie que tuviera que vivir con una dualidad eterna y equilibrar al tiempo todas las fuerzas podía estarlo por completo. Y era eso lo que represantaba el maquillaje de su rostro, negro y blanco, luz y oscuridad, lo bello y lo horrible, sueño y pesadilla. La pintura estaba distribuida por un rostro masculino, de rasgos bien definidos, esculpidos, la boca era generosa y los ojos negros, grandes y demasiado brillantes, unos cabellos ondulados estaban a ambos lados de su faz y vestía de negro por completo, de arriba abajo, ropas ajustabadas al musculoso y largo cuerpo.

Los ojos se posaron en Kang Ha Neul cuando prendió aquel fuego fatuo, continuaban en el coche pero al tiempo parecía que el tiempo y el espacio se hubiera congelado en torno a ellos, el brillo de aquella trémula llama azulada fue tragada por los orbes de Peste, su resplando se perdió en el fondo de los mismos, iluminándolos como la pupila de un gato. Ambos se escrutaron, Peste recorrió su faz despacio, los rasgos altivos, orientales, los ojos almendrados, delicados al finalizar en el lagrimas, las espesas pestañas, largas que aleteaban levemente cuando ella parpadeaba y la boca suculenta y femenina apenas entreabierta para dejar escapar su acelerada respiración.

-¿Sabes todas las reglas, niña?-susurró Peste-¿Aprendiste bien todas las lecciones de la magía? ¿toda y cada una de ellas? la fundamental, siempre se paga por algo, la magía no regala nada y cada pequeño gesto conlleva un pequeño sacrificio.-estiró su pálida y elegante mano y cogió uno de los mechones de la abundante cabellera, acariciándolo con cierta indiferencia, era suave-Olvida esto, vuelve a tu pequeña tienda y a tu pequeño mundo, vuelve a tus sueños pequeños, Kang. Las reglas me obligan a avisarte al menos una vez...porque yo inicié el juego pero solo una vez.-acercó despacio su rostro-Regresa y olvida, hechicera. Ten marido, hijos y se feliz...olvida esta lluviosa tarde y guarda este encuentro en tu corazón.-hacia siglos de aquello, cuando las fuerzas estaban desequilibradas al favor del cielo, usó los sellos, algunos estaban dormidos, otros activos como aquel y el juego fue iniciado, tenía sus reglas e incluso Peste debía someterse a ellas.
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