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La Famille - privado con mi abuela
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La Famille - privado con mi abuela
Había dejado a Lutho en aquel modesto lugar donde nos alojábamos, lejos de mi mansión y perdidos de toda noticia sobre mi padre. Me encontraba bastante afligido, por momentos la gran losa de la culpabilidad aplastaba mis vértebras. Mi abuela me había concedido el regresar a la vida dándome su poder, un demonio tan poderoso como ella me había cedido su poder y su vida a cambio de verme feliz. No veía bien aquello, el estar enamorado de mi hermana, y siempre había sido severa conmigo; sin embargo, me dio todo lo que ella tenía, todo absolutamente, para que regresara a la superficie de este mundo al cual aún intentaba adaptarme.
Rogué unos minutos a solas, lejos de ella y del piano. Tenía que hundirme en mis pensamientos, aunque dejé claro que no huiría. Había dado mi vida por ella y por ello era mi vida. Era mi mujer, pese a no tener anillo alguno en mis dedos. Un romance intenso tan desesperado, asfixiante, que no podía dejar de disfrutar ni un segundo. Sin embargo, el miedo me ahogaba. Debía casarse con Belial sólo para dañar a nuestro padre, ese era su macabro plan, y temía que finalmente no saliera como lo había planeado. Yo había planeado el destrozar a Lestat uniéndome a su hija, hundiéndola en la miseria al despreciarla una vez hundido a padre, pero me enamoré y eché a las profundidades mi venganza. No deseaba que la marea escupiera la verdad, pero sabía que la vida era como el mar y todo lo iba a devolver.
Vestía como si viviera en la época en la cual padre nació, la tela era negra y los bordados dorados resplandecían bajo la oscuridad de la noche. Mis cabellos en tonos castaños y rubios se movían intranquilos, como mis pensamientos, a causa de la brisa que corría entre aquellos callejones de mi París, el París más romántico surgido tras la guerra. Mi mano derecha sujetaba el arco del violín y la izquierda el instrumento, había trazado un recorrido corto hasta alguna de las iglesias cercanas. Tocaría para los santos de la fachada, los feligreses que sin esperanza aún rezaban y para las velas que iluminaban el templo. Tocaría por la condena de mi alma y el dolor que yacía en mi cuerpo. Ahora era un demonio, aunque con las mismas ansias de sangre que hacía aproximadamente un mes.
Comencé a tocar moviéndome sobre una pequeña iglesia, la cual estaba vacía y parecía temerosa ante mi presencia. Lo hacía con gracia y al ritmo de la música, completamente hundido en la melodía. Mi sonrisa se ensanchaba y los problemas parecían perderse junto a las lágrimas cristalinas que surgían sin poder evitarlo.
Rogué unos minutos a solas, lejos de ella y del piano. Tenía que hundirme en mis pensamientos, aunque dejé claro que no huiría. Había dado mi vida por ella y por ello era mi vida. Era mi mujer, pese a no tener anillo alguno en mis dedos. Un romance intenso tan desesperado, asfixiante, que no podía dejar de disfrutar ni un segundo. Sin embargo, el miedo me ahogaba. Debía casarse con Belial sólo para dañar a nuestro padre, ese era su macabro plan, y temía que finalmente no saliera como lo había planeado. Yo había planeado el destrozar a Lestat uniéndome a su hija, hundiéndola en la miseria al despreciarla una vez hundido a padre, pero me enamoré y eché a las profundidades mi venganza. No deseaba que la marea escupiera la verdad, pero sabía que la vida era como el mar y todo lo iba a devolver.
Vestía como si viviera en la época en la cual padre nació, la tela era negra y los bordados dorados resplandecían bajo la oscuridad de la noche. Mis cabellos en tonos castaños y rubios se movían intranquilos, como mis pensamientos, a causa de la brisa que corría entre aquellos callejones de mi París, el París más romántico surgido tras la guerra. Mi mano derecha sujetaba el arco del violín y la izquierda el instrumento, había trazado un recorrido corto hasta alguna de las iglesias cercanas. Tocaría para los santos de la fachada, los feligreses que sin esperanza aún rezaban y para las velas que iluminaban el templo. Tocaría por la condena de mi alma y el dolor que yacía en mi cuerpo. Ahora era un demonio, aunque con las mismas ansias de sangre que hacía aproximadamente un mes.
Comencé a tocar moviéndome sobre una pequeña iglesia, la cual estaba vacía y parecía temerosa ante mi presencia. Lo hacía con gracia y al ritmo de la música, completamente hundido en la melodía. Mi sonrisa se ensanchaba y los problemas parecían perderse junto a las lágrimas cristalinas que surgían sin poder evitarlo.
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Re: La Famille - privado con mi abuela
Después del encuentro con Lestat y de oír sus problemas pensó que era el momento de intervenir, tal vez no de una manera invasiva pero si era verdad lo que había oído sobre este hijo de Lestat tenía mucho en común con ella. Además ellos eran sus descendientes, su familia entonces el deber le llamaba a actuar, tal vez para darle un momento de paz a su hijo.
Si bien Lestat no era como ella, entendía su manera caprichosa de amar a sus hijos por ello hablaría con el mas rebelde de sus nietos.
Viajo a Francia, su instinto la guio hasta allí, tal vez aquella ciudad, aquel país que le resultase por demás desagradable evitándolo siempre que podía, sería el sitio adecuado donde encontrar al rebelde. Sabia las razones por las que habían huido, una relación con alguien que por las normas de la sociedad desde que la primera familia se formó, era prohibida, y muy mal vista, aunque ella misma había soportado esa mirada de los seguidores de Armand cuando era el líder de la asamblea a de Les Innocents, pero eso no era importante, muchos siglos ya habían pasado, mucho tiempo y aquello ya no existía.
El caminar por las calles de Paris trajo demasiados recuerdos, de esa primera noche, de su nacimiento a este mundo de oscuridad, de su primera cacería y sobre todo de esa libertada que no había experimentado en su vida humana, esa sensación de poder que no podía compararse con nada que ella hubiera sentido jamás. Nadie podía apreciar eso, esa libertad de las ataduras de la vida mortal y se concentraban en el desastre de sus vidas ahora cuando el mundo estaba allí al alcance de la mano para ser tomado.
Lucia su traje de cacería, un pantalón de lino color negro que era muy útil para movimientos nada elegantes y una camisa algo desgastada, en cabello atado en una trenza, resignada a que no lo cortaría porque volvería a crecer de todas maneras y por ultimo unos borcegos de cuero al estilo militar, muy alejada a la dama de antes.
Mientras abría su oído a los seres que había a su alrededor pero sin permitir paso alguno a su mente pudo oír un violín en una iglesia, la música la hizo distraerse y quedar absorta escuchándola, entonces movida por la curiosidad y un presentimiento se dirigió al lugar, siempre caminando de manera suave cuidando de no hacer ruido alguno que pudiera hacer detener aquella interpretación.
Entrando al lugar distinguió a un ser supernatural que tocaba el violín, sus cabellos entre rubios y castaños le hicieron recordar a su hijo lo que la dejo impactada mirándolo en silencio, tal vez hubiera dado con quien buscaba.
Si bien Lestat no era como ella, entendía su manera caprichosa de amar a sus hijos por ello hablaría con el mas rebelde de sus nietos.
Viajo a Francia, su instinto la guio hasta allí, tal vez aquella ciudad, aquel país que le resultase por demás desagradable evitándolo siempre que podía, sería el sitio adecuado donde encontrar al rebelde. Sabia las razones por las que habían huido, una relación con alguien que por las normas de la sociedad desde que la primera familia se formó, era prohibida, y muy mal vista, aunque ella misma había soportado esa mirada de los seguidores de Armand cuando era el líder de la asamblea a de Les Innocents, pero eso no era importante, muchos siglos ya habían pasado, mucho tiempo y aquello ya no existía.
El caminar por las calles de Paris trajo demasiados recuerdos, de esa primera noche, de su nacimiento a este mundo de oscuridad, de su primera cacería y sobre todo de esa libertada que no había experimentado en su vida humana, esa sensación de poder que no podía compararse con nada que ella hubiera sentido jamás. Nadie podía apreciar eso, esa libertad de las ataduras de la vida mortal y se concentraban en el desastre de sus vidas ahora cuando el mundo estaba allí al alcance de la mano para ser tomado.
Lucia su traje de cacería, un pantalón de lino color negro que era muy útil para movimientos nada elegantes y una camisa algo desgastada, en cabello atado en una trenza, resignada a que no lo cortaría porque volvería a crecer de todas maneras y por ultimo unos borcegos de cuero al estilo militar, muy alejada a la dama de antes.
Mientras abría su oído a los seres que había a su alrededor pero sin permitir paso alguno a su mente pudo oír un violín en una iglesia, la música la hizo distraerse y quedar absorta escuchándola, entonces movida por la curiosidad y un presentimiento se dirigió al lugar, siempre caminando de manera suave cuidando de no hacer ruido alguno que pudiera hacer detener aquella interpretación.
Entrando al lugar distinguió a un ser supernatural que tocaba el violín, sus cabellos entre rubios y castaños le hicieron recordar a su hijo lo que la dejo impactada mirándolo en silencio, tal vez hubiera dado con quien buscaba.
Invitado- Invitado
Re: La Famille - privado con mi abuela
Tocaba una tarantela mientras me giraba brincando y sosteniéndome en el aire como si fuera un diente de león, caía sobre los peldaños y como si no pesara nada volvía a levantarme. Me sentía vivo cuando me unía con la música, de igual modo que acontecía al estar entre las piernas de Lutho. Aquel amor incestuoso era el pecado del que me alimentaba, su energía fluía hasta mi cuerpo. Mis ojos violetas se encontraban sellados por mis párpados bajados, una sonrisa de enamorado surcaba mis labios y lleno de pecado me ofrecía frente a la puerta de aquella iglesia.
Nadie sabía que era el hijo de Lestat, había rumores sobre mis orígenes como siempre. Sin embargo, yo me encargaba de negar una y otra vez. Para mí era absurdo. Solía decir que los demonios podíamos cambiar de aspecto, pero yo no era un demonio venido de la oscuridad sino uno de una familia asombrosamente fuerte y poderosa. Si bien, mi abuela me cedió todo. Ahora era el único de mi linaje. Había sido el destino. Lutho debía ser salvada para que floreciera en ella un sentimiento tan cálido que yo deseaba, lo atesoraba, y nadie me la quitaría. Ni siquiera me la quitaría Belial.
Al parar me quedé contemplando a una mujer que se acercaba, su atuendo era simple y parecía estar dispuesta a un ataque inminente. No comprendí quién era hasta que la observé fijamente. Era la madre de Lestat, mi abuela. Rápidamente cerré mi mente con precisión y mis ojos se volvieron azules con tonos café. No permitiría que ella supiera la verdad. Si alertaba a mi padre todo lo que tenía se vería reducido a cenizas. Pegué mi violín contra mi cuerpo, abrazándolo con cierta ansiedad, aunque supe guardar las formas y mis sentimientos.
-Bonsoir, madam.-dije esbozando una reconfortante sonrisa, una de esas que solían iluminar mi rostro igual que ocurría con mi padre.
canción: https://www.youtube.com/watch?v=nb-z1ZG7q3o&feature=related (sólo violín)
Nadie sabía que era el hijo de Lestat, había rumores sobre mis orígenes como siempre. Sin embargo, yo me encargaba de negar una y otra vez. Para mí era absurdo. Solía decir que los demonios podíamos cambiar de aspecto, pero yo no era un demonio venido de la oscuridad sino uno de una familia asombrosamente fuerte y poderosa. Si bien, mi abuela me cedió todo. Ahora era el único de mi linaje. Había sido el destino. Lutho debía ser salvada para que floreciera en ella un sentimiento tan cálido que yo deseaba, lo atesoraba, y nadie me la quitaría. Ni siquiera me la quitaría Belial.
Al parar me quedé contemplando a una mujer que se acercaba, su atuendo era simple y parecía estar dispuesta a un ataque inminente. No comprendí quién era hasta que la observé fijamente. Era la madre de Lestat, mi abuela. Rápidamente cerré mi mente con precisión y mis ojos se volvieron azules con tonos café. No permitiría que ella supiera la verdad. Si alertaba a mi padre todo lo que tenía se vería reducido a cenizas. Pegué mi violín contra mi cuerpo, abrazándolo con cierta ansiedad, aunque supe guardar las formas y mis sentimientos.
-Bonsoir, madam.-dije esbozando una reconfortante sonrisa, una de esas que solían iluminar mi rostro igual que ocurría con mi padre.
canción: https://www.youtube.com/watch?v=nb-z1ZG7q3o&feature=related (sólo violín)
Invitado- Invitado
Re: La Famille - privado con mi abuela
Se quedó mirándolo, el parecía receloso con algo demasiado grande que ocultar y le sonrió de manera amable, después de todo era su nieto, los rasgos de Lestat eran más que evidentes y si lo que decían era verdad más aun necesitaría de su concejo.
A veces ella podía decir las más crudas verdades que los demás no querían aceptar y si era su nieto él tendría que escucharla. Cuando lo vio sonreír se asemejo tanto a su padre pero con un aire que lo hacía único, diferente a pesar de lo que dijeran, jamás los confundiría pero tendría que romper cierta barrera algo que no sería fácil.
Bonsoir mi querido nieto, no creo que te asombre saber que soy tu abuela, ya lo has adivinado y debes dejar ese recelo de lado, yo no te juzgare ni obligare a nada.
A diferencia de lo que crees no me gusta influir en la vida de los demás, a Lestat siempre le di la libertad de elegir su camino y cuando pude lo ayude.
Mi pequeño, ven a hablar con tu abuela que no conoces y no temas
Las palabras habían salido amables de sus labios, sonrientes y sus ojos fijos en los de su nieto sin intención de penetrar su mente porque podía leerlo como a Lestat, en su rosto todo aparecía claro y sentándose en una de las bancas de la iglesia desierta le hizo un gesto para que se acercase.
Esperaba que el confiara en ella, porque no haría nada contra él y si era necesario lo cuidaría, después de todo ese era el deber que le tocaba por ser la madre del príncipe, por ser la que dio vida al humano y por ende la responsable de todo esto, al menos de la familia que ahora había crecido.
La iglesia tenía ese toque tan antiguo y sacro que a veces recordaba en sus sueños de los primeros años de vida cuando recorría con su hijo esos lugares demostrando que Dios no los castigaría por ser lo que eran.
A veces ella podía decir las más crudas verdades que los demás no querían aceptar y si era su nieto él tendría que escucharla. Cuando lo vio sonreír se asemejo tanto a su padre pero con un aire que lo hacía único, diferente a pesar de lo que dijeran, jamás los confundiría pero tendría que romper cierta barrera algo que no sería fácil.
Bonsoir mi querido nieto, no creo que te asombre saber que soy tu abuela, ya lo has adivinado y debes dejar ese recelo de lado, yo no te juzgare ni obligare a nada.
A diferencia de lo que crees no me gusta influir en la vida de los demás, a Lestat siempre le di la libertad de elegir su camino y cuando pude lo ayude.
Mi pequeño, ven a hablar con tu abuela que no conoces y no temas
Las palabras habían salido amables de sus labios, sonrientes y sus ojos fijos en los de su nieto sin intención de penetrar su mente porque podía leerlo como a Lestat, en su rosto todo aparecía claro y sentándose en una de las bancas de la iglesia desierta le hizo un gesto para que se acercase.
Esperaba que el confiara en ella, porque no haría nada contra él y si era necesario lo cuidaría, después de todo ese era el deber que le tocaba por ser la madre del príncipe, por ser la que dio vida al humano y por ende la responsable de todo esto, al menos de la familia que ahora había crecido.
La iglesia tenía ese toque tan antiguo y sacro que a veces recordaba en sus sueños de los primeros años de vida cuando recorría con su hijo esos lugares demostrando que Dios no los castigaría por ser lo que eran.
Invitado- Invitado
Re: La Famille - privado con mi abuela
(Debido a que mi querida ex borró a la pareja de Richard, digamos que murió repentinamente)
Había matado a muchos, todos aquellos que habían logrado averiguar que era un Lioncourt. Sin embargo, ella podía conocer claramente mis intenciones con “De Valois” era un reto que había propuesto con el estúpido de mi padre, pero digamos que la inteligencia jamás fue su fuerte y por fortuna yo había salido a mi madre. Hice desaparecer mi violín con un leve ademán de mis manos, permaneciendo frente a ella sin importarme que me mirara de forma amorosa o inquisidora.
-Como habrá notado no uso el apellido Lioncourt, sería una lástima ver manchada mi inteligencia al ser comparada con la de su querido hijo, mi progenitor.-dije descendiendo un par de escalones con la elegancia característica de otra época, una muy distinta a esta. La época de las fiestas, el lujo, la opulencia de las clases nobles, los reyes y princesas, las máscaras y el arte.-Aunque viene en buen momento, puedo transmitirle mi pésame por la muerte de su única hija.-pasé a su lado sonriendo con cierta maldad.-Disfrute de París, de la danza macabra de la muerte rondando las calles y de su comida.-susurré acomodando mi chaleco para tomar mi reloj de bolsillo, mirando sus diminutas manecillas oscuras que marcaban la media noche.-Si no se le ofrece nada más, me marcho. Tengo asuntos importantes que atender lejos del apellido Lioncourt, no me interesa ser un remilgado estúpido de ricitos dorados. Lástima que no haya salido a usted su hijo, pues salió un completo memo.-mis ojos eran una esfera violeta y salvaje, lleno de ira.
Detestaba a mi padre, cada milímetro de su cuerpo me repugnaba. Saber que mi madre había sufrido terriblemente por un tremendo idiota, un hombre que no supo apreciarla y amarla, alguien que la alejó de su cometido en este mundo y la arrojó al dolor más cruel. Una mujer tan importante como mi madre, digna de un hombre con mejores aptitudes, tuvo que caer seducida por un completo idiota. Un niño mimado francés que ni siquiera sabía llevar con orgullo sus orígenes. ¡Un idiota! ¡Era hijo de un idiota!
-Bonsoir, madam Lioncourt.
Había matado a muchos, todos aquellos que habían logrado averiguar que era un Lioncourt. Sin embargo, ella podía conocer claramente mis intenciones con “De Valois” era un reto que había propuesto con el estúpido de mi padre, pero digamos que la inteligencia jamás fue su fuerte y por fortuna yo había salido a mi madre. Hice desaparecer mi violín con un leve ademán de mis manos, permaneciendo frente a ella sin importarme que me mirara de forma amorosa o inquisidora.
-Como habrá notado no uso el apellido Lioncourt, sería una lástima ver manchada mi inteligencia al ser comparada con la de su querido hijo, mi progenitor.-dije descendiendo un par de escalones con la elegancia característica de otra época, una muy distinta a esta. La época de las fiestas, el lujo, la opulencia de las clases nobles, los reyes y princesas, las máscaras y el arte.-Aunque viene en buen momento, puedo transmitirle mi pésame por la muerte de su única hija.-pasé a su lado sonriendo con cierta maldad.-Disfrute de París, de la danza macabra de la muerte rondando las calles y de su comida.-susurré acomodando mi chaleco para tomar mi reloj de bolsillo, mirando sus diminutas manecillas oscuras que marcaban la media noche.-Si no se le ofrece nada más, me marcho. Tengo asuntos importantes que atender lejos del apellido Lioncourt, no me interesa ser un remilgado estúpido de ricitos dorados. Lástima que no haya salido a usted su hijo, pues salió un completo memo.-mis ojos eran una esfera violeta y salvaje, lleno de ira.
Detestaba a mi padre, cada milímetro de su cuerpo me repugnaba. Saber que mi madre había sufrido terriblemente por un tremendo idiota, un hombre que no supo apreciarla y amarla, alguien que la alejó de su cometido en este mundo y la arrojó al dolor más cruel. Una mujer tan importante como mi madre, digna de un hombre con mejores aptitudes, tuvo que caer seducida por un completo idiota. Un niño mimado francés que ni siquiera sabía llevar con orgullo sus orígenes. ¡Un idiota! ¡Era hijo de un idiota!
-Bonsoir, madam Lioncourt.
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Re: La Famille - privado con mi abuela
Lo miro mientras lo escuchaba hablar de esa manera tan despectiva, tan arrogante que poco podía ver de su hijo en él, porque a pesar de sus locuras jamás había sido así de grosero con ella, y no importaba cuan enojado estuviera o cuanto le afectara la decisión de los demás, Lestat tenía un dominio sobre sus emociones que este joven no parecía tener.
Incluso Lestat se había encargado de su padre en su vejes a pesar de que este solo se había encargado de arruinar cada sueño de su hijo, no existió peor padre que el que fue su esposo.
Pero con una amable sonrisa en sus labios lo dejo desahogarse, parecía un poco más rebelde de lo que alguna vez lo fue Nicolás, ese último tiempo en que convirtió la vida de Lestat en un infierno, el dolor que esto debía causar a su hijo, aun después de la muerte de Lutho, a quien solo había oído mencionar en su plática con su hijo.
Después que el pareció dar por terminada la charla o el monologo comenzó a irse lo que la hizo poner de pie y con un solo impulso de su mente la cerro frente a él y después de acomodar su ropa como si eso fuera solo un simple acto se paró detrás de él.
Creo que eres verdaderamente descortés, no puedes hablar y marcharte como si solo tu voz fuera lo importante. Te quejas tanto de mi hijo y no ves lo parecidos que son, y no hablo solamente de lo físico, eso es terriblemente obvio, además mira quién habla de niños mimados y mal educados.
Así que compórtate como el hombre que dices ser y siéntate, porque podre ser tu abuela pero me debes respeto como un ser que lleva más de 500 años existiendo, porque yo no te he hecho nada.
Con una mano le indico que se sentara, podría aparentar muchas cosa pero en verdad no era una mujer débil o que se dejase intimidar por nadie, y le recuerdo fugaz de su amado, un guerrero jamás habría permitido que alguien le hablara así, entonces volvió a indicarle con la cabeza que se sentara.
Incluso Lestat se había encargado de su padre en su vejes a pesar de que este solo se había encargado de arruinar cada sueño de su hijo, no existió peor padre que el que fue su esposo.
Pero con una amable sonrisa en sus labios lo dejo desahogarse, parecía un poco más rebelde de lo que alguna vez lo fue Nicolás, ese último tiempo en que convirtió la vida de Lestat en un infierno, el dolor que esto debía causar a su hijo, aun después de la muerte de Lutho, a quien solo había oído mencionar en su plática con su hijo.
Después que el pareció dar por terminada la charla o el monologo comenzó a irse lo que la hizo poner de pie y con un solo impulso de su mente la cerro frente a él y después de acomodar su ropa como si eso fuera solo un simple acto se paró detrás de él.
Creo que eres verdaderamente descortés, no puedes hablar y marcharte como si solo tu voz fuera lo importante. Te quejas tanto de mi hijo y no ves lo parecidos que son, y no hablo solamente de lo físico, eso es terriblemente obvio, además mira quién habla de niños mimados y mal educados.
Así que compórtate como el hombre que dices ser y siéntate, porque podre ser tu abuela pero me debes respeto como un ser que lleva más de 500 años existiendo, porque yo no te he hecho nada.
Con una mano le indico que se sentara, podría aparentar muchas cosa pero en verdad no era una mujer débil o que se dejase intimidar por nadie, y le recuerdo fugaz de su amado, un guerrero jamás habría permitido que alguien le hablara así, entonces volvió a indicarle con la cabeza que se sentara.
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Re: La Famille - privado con mi abuela
Hice desaparecer de mis manos el violín quedando con las manos libres, observándola con cierta altanería que únicamente podía venir de mi parte materna. Mi abuela materna siempre me había enseñado a despreciar a todo aquel que no fuera como yo, que no viniera de la realeza demoníaca a la cual pertenecía. No era un simple demonio mi madre, aunque así la trató mi padre.
-Me niego a sentarme en los peldaños sucios que pueden ser pisoteados por cientos de insulsos turistas, románticos empedernidos e idiotas de todo tipo.-dije intentando alejarme de ella, no quería dar mi brazo a torcer.
No detestaba a los humanos, los amaba por la belleza frágil que poseían. Eran hermosos pues la vida se escapaba de sus manos de forma escandalosa y llamativa. La calidez de sus cuerpos, la fragilidad de estos y sobre todo la pasión que podía arder como fuego en su interior. Los admiraba porque ellos podían vivir vidas cortas y saborear cada instante de forma más intensa. Sin embargo, frente a ella podía mostrarme bastante cruel y cínico. Haría que creyera que odiaba todo lo humano y por lo tanto la fragilidad aparente incluso en ella.
-Tengo grandes negocios que atender para quedarme a su lado.
Los grandes negocios era simplemente sufrir en soledad. Cierta angustia mental se apoderaba de mi. Desde la muerte de mi hermana me sentía un maldito. Sin embargo, no lloraba por haberla matado sino porque lo hice demasiado rápido. Pude haber conocido algo en ella que quizás me hubiera llamado la atención, además el sexo fue demasiado tentador.
-En unas horas marcharé a Los Ángeles, señora Lioncourt.-dije echando a caminar hacia un pequeño café, allí me sentaría como era costumbre con una taza frente a mi hasta que se enfriara. Meditaba mientras sentía el agradable aroma de aquel café recién hecho, dejándome llevar por completo por su delicioso perfume.
-Me niego a sentarme en los peldaños sucios que pueden ser pisoteados por cientos de insulsos turistas, románticos empedernidos e idiotas de todo tipo.-dije intentando alejarme de ella, no quería dar mi brazo a torcer.
No detestaba a los humanos, los amaba por la belleza frágil que poseían. Eran hermosos pues la vida se escapaba de sus manos de forma escandalosa y llamativa. La calidez de sus cuerpos, la fragilidad de estos y sobre todo la pasión que podía arder como fuego en su interior. Los admiraba porque ellos podían vivir vidas cortas y saborear cada instante de forma más intensa. Sin embargo, frente a ella podía mostrarme bastante cruel y cínico. Haría que creyera que odiaba todo lo humano y por lo tanto la fragilidad aparente incluso en ella.
-Tengo grandes negocios que atender para quedarme a su lado.
Los grandes negocios era simplemente sufrir en soledad. Cierta angustia mental se apoderaba de mi. Desde la muerte de mi hermana me sentía un maldito. Sin embargo, no lloraba por haberla matado sino porque lo hice demasiado rápido. Pude haber conocido algo en ella que quizás me hubiera llamado la atención, además el sexo fue demasiado tentador.
-En unas horas marcharé a Los Ángeles, señora Lioncourt.-dije echando a caminar hacia un pequeño café, allí me sentaría como era costumbre con una taza frente a mi hasta que se enfriara. Meditaba mientras sentía el agradable aroma de aquel café recién hecho, dejándome llevar por completo por su delicioso perfume.
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