Love isn't always fair - Priv

Era medianoche y la luna se veía serena sobre las aguas. Había estado de viaje por unos días y al regresar, mi primer impulso fue dar un paseo por el Hospital St. Albert y comprobar que todo estuviera en orden. Mi visita fue fugaz aunque silenciosa, y sólo mis más cercanos supieron que estuve allí, revisando los papeles, cuidando que no faltara nada. Tras firmar unos papeles y revisar otros tantos, me esfumé en la noche cual fantasma y acabé en la playa, dando un solitario paseo por el borde costero. Llevaba en la mano mis zapatos y caminaba descalzo por la arena, sintiendo la frialdad del agua salada en mis pies aunque no conseguía entumecerme.

Con el paso de los minutos terminé por llegar al puerto abandonado. Volví a calzarme los zapatos y recorrí los viejos y derruidos muelles, pasaba mi mano de vez en cuando por los fierros viejos y oxidados, por las tablas podridas, por las verjas amontonadas en un rincón de forma precaria. A pesar del resurgimiento de la ciudad, en viejas construcciones como éstas, totalmente abandonadas, se podían ver las consecuencias de la guerra y servía para recordarme que los viejos tiempos ya habían quedado en el olvido. Finalmente me senté en el borde de uno de los muelles, el de mejor aspecto y el más firme, y me quedé con la vista perdida en las negras aguas que amenazaban con tirar abajo toda la construcción.

Desde que había regresado de Vollkommen, desde que Siegfried se habia ido nuevamente, y yo sin poder soportar el frio espacio que dejaba, tanto en mi como en el lugar en el que viviamos, habia regresado a Los Angeles, con la firme desicion de no regresar, a no seguirme torturando con toda la situacion.

Aquella oche no habia conseguido consiliar el sueño, por lo que me habia escapado de la mansion, en busca de despejar mi mente y dejar de pensar en Siegfried y en aquel licantropo, Dennis. Camine tranquilamente por el muelle abandonado, dejando la mente en blanco, o intentando, hasta que el frio comenzo a calar en mi piel, me detuve sentandome cerca de un embargadero, levantando el rostro y dejando que la briza terminara de llevarse todo, al menos un instante.

Pronto sentí una presencia desconocida acercarse, y tanto por el aroma como por su esencia pude saber que se trataba de un híbrido. Guardé silencio, siguiendo con mis sentidos sus movimientos mientras seguía con la vista perdida en las aguas, notando que se había sentado cerca de donde yo me encontraba y que aún no me había visto.

Tras un rato de muda contemplación, me puse de pie y sacudí un poco mis ropas, ya que a diferencia de muchos inmortales antiguos, a mi aún me importaba tener siempre un aspecto pulcro y elegante. Cada uno con su estilo y a lo suyo...

Caminé de vuelta por el muelle y llegué al embargadero, cerca del cual estaba sentada la criatua más ambigua que había visto nunca. En aquel momento no supe identificar si se trataba de un hombre o de una mujer, era muy andrógino y sus rasgos muy delicados, pero notaba una sutil ausencia de busto. Caminé con paso lento hasta él, con ambas manos en los bolsillos, suspirando pesado por el recuerdo que despertaba en mí, el de una mujer de mi pasado, mi esposa. Sacudí la cabeza dejando escapar esos pensamientos fuera, ya que era imposible, improvable, y masoquista siquiera pensar en ello.

Habia recogido con mis brazos mis rodillas, pegandolas a mi pecho y recargando sobre ellas mi rostro, deje que el viento mesiera mis cabellos, mientras permanecia con los ojos cerrados, disfrutando aquella briza tibia, tan distinta a los mares del norte, en todos aspectos, la arena, el viento, el sonido.

En los Angeles habia siempre ese ambiente calido y el aroma del sol en la tierra, en la arena y el mar que parecia ser mas calmo, en Suecia, el clima era frio, los aromas frescos y el mar era implacable y salvaje, como él.

Abri los ojos cuando senti una presencia, poniendome alerta, sin moverme demaciado, buscando la escencia que tanto conocia y tanto deseaba, sin embargo esa presencia era nueva, era un vampiro, no precisamente un antiguo, pero era uno con los años suficientes para revasarme en poder y fortaleza.

-No necesitas esconderte, se que estas ahi. - dije con voz modulada, estirando las piernas.

-Nadie ha dicho que me esconda -respondí con vos suave y ligera, dando un par de pasos más en su dirección hasta ser visible para él, porque ahora lo sabía, por la voz, que se trataba de un joven, de un chico. Llevaba las manos resguardadas en mis bolsillos y al detenerme, adopté una pose un tanto despreocupada, recargando la espalda sobre una pared que parecía tener más firmeza que el resto de la construcción.

-¿Qué haces por aquí a estas horas? Puede ser peligroso -comenté, sin amenaza alguna, aunque tampoco con verdadera preocupación. Le sonreí ligera, amablemente, con la cabeza algo ladeada pues aquel muchacho me llenaba de curiosidad. Era como ver a mis dos antiguos amores reencarnados, aunque sabía que era imposible y, de serlo, tampoco le daría la misma importancia que antaño.

Suspire largamente y ahi estaba nuevamente la cuestion y la molestia mas grande. Realmente aparentaba ser tan delicado? Al punto de que no podia cuidar de mi mismo?

Baje la mirada y lleve mis manos a mi rostro, retregandome con las manos y acomodando mis cabellos antes de volver a verlo, un hombre demaciado alto y robusto, atractivo sin duda y con una extraña sonrisa en los labios.

-No, no es peligroso - comente y lo mire fijamente - Tu quien eres?

-Si tú así lo crees... -me encogí de hombros y me acerqué a él, a sentarme a su lado mirando el cielo-. A veces creo que soy un fantasma -murmuré bajo, cerrando los ojos y deseando tener un cigarrillo entre los labios.

Luego reí bajo y desvié la mirada hacia él-. Soy Alex Escamilla -incliné ligeramente la cabeza-. Un gusto, minino desconocido... -tras presentarme, rebusqué en mis bolsillos hasta dar con una cajetilla de cigarrillos. Me llevé uno a los labios y lo encendí con el poder de mi mente, aspirándolo para al rato dejar salir el humo hacia arriba, hacia el cielo.

Lo mire fijamente, levantando una de mis rubias cejas, medio sonriendo ante el adjetivo "minino", recordaba ese sobre nombre de mi otra vida, Kitten, kitty... era curioso que pese a todo, la gente me seguía llamando de esa manera.

-Adrian - conteste, omitiendo el apellido, no quería reconocimiento, no en ese instante en que mi vida entera estaba convertida en un caos total, ya no sabia quien era con exactitud y todo lo que creía real simplemente se estaba desvaneciendo frente a mis ojos, sin que yo pudiese evitarlo. Dolía, sin duda.

-Adrian... -repetí su nombre tras quitar de mi boca el cigarrillo, jugueteando con él entre mis blancos dedos. Le guiñé el ojo y luego sonreí mirando hacia adelante, a la nada-. ¿Sabes? Este sitio en verdad es peligroso, no deberías estar solo -comenté, acomodándome los cabellos con la mano libre-. Alguien podría encontrarte, o reconocerte...

Había logrado captar parte de sus pensamientos, sabía quien era, pero no haría preguntas ni nada, ¿para qué? No era un tema que me importara, realmente. Seguí fumando tranquilamente, agudizando un poco los sentidos cada que escuchaba algún sonido extraño que indicara la presencia de alguna víctima o algún enemigo.

Levante los hombros, restando importancia a la situación. Realmente no me interesaba, quizás por el hecho de que me sabia protegido o simplemente tanto dolor me había dejado sin la capacidad de pensar en el peligro latente que me rodeaba.

- Dudo que puedan hacerme daño, sin resultar dañados - dije con desinterés, mirando aun mas haya de la delgada linea que dividía el mar del cielo, observando el ligero reflejo de la luna sobre la superficie liquida. - Y tu que haces aquí, Alexandre?

Su repuesta me sorprendió, no esperaba que una criatura en apariencia tan frágil e indefensa dijera algo así. Aunque seguramente se refiriera a alguien capaz de protegerle, alguien que le acompañara y a quien yo no pudiera captar. Levanté una ceja cuando dijo mi nombre en su totalidad, dado que yo sólo me había presentado como Alex. Puede que los temas de identidad y anonimato ya no significaran lo mismo que antes, o que ya no tuvieran la misma importancia. Sin embargo, me aseguré de cerrar mi mente cuidadosamente.

-Sólo camino, recuerdo, y olvido -respondí, mirando el cigarrillo entre mis dedos-. Es una buena forma de sobrevivir a la soledad y a la pérdida de los amores.

Torci los labios cuando mensiono lo de "amores perdidos" y deje escapar un profundo suspiro, sorprendido en cierta forma, el hecho de respirar para mi era tan necesario como amar, en si y me parecia patetico.

-Me gustaria olvidar - murmure - Olvidar todo de nuevo... - sin razon, no sabia a que se debia el hecho que dijera aquellas palabras, simplemente no queria retenerlas, sí, probablemente se debia a ello -.¿Y a quien o que deseas olvidar?

Le di una nueva calada a mi cigarrillo antes de sonreír abiertamente, escuchando su pregunta. Le miré con expresión misteriosa, antes de soltar el humo al cielo y tirar lo que quedaba de mi cigarrillo al suelo, apagándolo.

-No lo sé, supongo que ya lo he olvidado -contesté para luego reír quedamente, aunque sin emoción alguna, sin burla, sin sentimiento. Luego guardé ambas manos en los bolsillos de mi chaqueta y volví a verle, esta vez sólo con una leve sonrisa amarga en mi rostro-. ¿Y tú, pequeño? ¿Cómo es que alguien tan joven desea olvidar y sufre lo que nosotros los viejos? Aún hay mucho que no has visto, la guerra no es motivo para quitarte la experiencia de vivir y disfrutar de lo poco que nos queda.

-Realmente crees que soy tan joven como aparento? -pregunte levantando la mirada, observándolo fijamente, sin expresión alguna - Deberia ser conciente que no todo es lo que aparenta en estos dias...

Dije y volvi a fijar la mirada en el mar, comenzanod a juguetear con mis dedos, de forma ansiosa.

-Oh, por supuesto que se que no eres el cachorro que mis ojos ven, pero puedo sentir tu esencia, tu aura... Eres aún muy joven, al menos desde mi punto de vista -comenté, mirándole de reojo, notando su ausencia, su angustia, su soledad. A mis ojos, parecía un niño perdido, un cachorro perdido que no sabe a dónde ir, que necesita que alguien le cuide y le proteja. No sentí lástima por él, pero sí un sentimiento... parecido. Puede que empatía, no estoy seguro.

-¿Quieres ir a algún lado? Este sitio es deprimente. Las tablas del puerto cederán pronto, oigo la madera podrida crujir y romperse... No creo que te gusten los chapuzones, ¿o sí? -dije con una leve sonrisa, estirando mi mano hacia él con amabilidad, manteniendo mi natural pose seductora-. Ven, te invitaré a un trago. Prometo no hacerte daño, ultimamente ya no muerdo... mucho.

Levante la mirada observandolo fijamente y sonriendo de forma ligera, me sugete de las tablas crujientes para poder impulsarme y tomar su mano para poder ponerme de pie.

-Dudo que te atrevas si quiera a querer hacerme daño - murmure sonriendo ligeramente, soltandolo en cuanto estuve de pie - Acepto esa copa, necesito al menos por unos instantes olvidarme de todo.

-Existen miles de formas de hacer daño, no estés tan seguro. A veces sólo basta un poco de confianza o de esperanza... -comenté, ayudándole a pararse y luego empezando a caminar, lejos de allí, de aquellas tablas y fierros podridos, lejos del mar y de mis recuerdos. Guardé mis manos en los bolsillos pero no duré mucho tiempo sin mi habitual cigarrillo. Esta vez, sin embargo, le ofrecí la cajetilla a mi acompañante-. ¿Fumas?

Mientras aguardaba su respuesta, me llevé un cigarrillo a los labios y lo encendí con mi mente, para darle una fuerte calada que relajó todos mis músculos-. Hay otras formas de olvidar, ¿sabes? Aunque sin duda el alcohol ayuda -comenté, liberando el humo de mis pulmones.

-Yo soy experto en dolor - murmure tomando un cigarro, aguardando a que el lo encendiera o me diera su encendedor. - Se lo que es sufrir en distintos niveles.

Indique y segui andando.

-A donde iremos? - cuestione sin dejar de mirarle.

-Yo a lo largo de mi vida he aprendido que el dolor tiene infinitos niveles... jamás es demasiado, ni suficiente -comenté mirándole, encendiendo su cigarrillo también con mi mente, con cuidado. A pesar de que la mayoría de los vampiros no usaban sus poderes porque les hacía sentir menos humanos, yo prefería no perder la costumbre de ser una criatura sobrenatural. Era mi forma personal de sobrevivir, lleno de contradicciones.

-Conozco un bar cerca de aquí, bastante tranquilo y privado -indiqué, doblando en la siguiente esquina, metiéndome por unos callejones en apariencia laberínticos y serpenteantes. Pronto salimos a una calle poco iluminada y concurrida, en donde la única muestra de vida era un letrero con luz parpadeante que citaba "Storni's Bar", justo al otro lado de la acera-. No viene mucha gente por aquí, salvo los refugiados del hospital St. Albert.

-Ah... si he escuchado del lugar - murmure sin interes dejando escapar el humo que mantenia en mis pulmones.

Segui al hombre, vampiro, a paso moderado, agradeciendo que el no caminara tan rapido como solian hacer Siegfried y Darius, podia mantener un paso moderado y evitar el agitamiento de trotar.

Entramos al bar en silencio, no había mucha gente, como siempre. El local era oscuro y apestaba a alcohol y humanos ebrios, aunque apenas se veían dos o tres, en las mesas más apartadas, medio dormidos, idos. No me detuve a observarlos, aquella decadencia humana no era digna de mi atención, y simplemente me dirigí hacia una mesa cercana a la barra. Cuando Adrián se acercó, aparté una silla para él y le invité a tomar asiento caballerosamente, con una amable sonrisa.

-Tú no eres de por aquí, ¿cierto? De estos barrios, de esta vida, me refiero -comenté, observando significativamente a mi alrededor para luego volver a fijar en él la vista. El camarero se acercó y le pedí una copa de vino, partiría la noche con algo suave-. Pide lo que quieras, yo invito esta noche.

-Yo vivo en Vollkommen - conteste pidiendo un whiskey en las rocas - Estoy aqui por que mi hermano vive en esta ciudad... no en estos barrios, pero el vive aqui.

Indique y aguarde el silencio, sin dejar de fumar, sintiendo melancolia de mi vida antigua, de mis amigos.

-Ya veo, ¿cómo se llama? Puede que le conozca -comenté, notando que ya me había terminado mi cigarrillo. Demasiado rápido para mi gusto, pero no encendería otro, prefería deleitarme con la copa de vino que rápidamente trajo el camarero, junto con la bebida de Adrian. Me acerqué la copa a los labios y aspiré su aroma suave, dulce, para luego beber un poco del rojo líquido.

-Delicioso... -murmuré bajo, con voz ronca, bajando la copa y depositándola cuidadosamente sobre la mesa. Luego me crucé de piernas y dediqué por completo mi atención a él, mi rubio acompañante.

Suspire pesadamente apagando los restos del cigarro en el cenicero, pasando mi mano por mi cabello, alborotandolo mas.

- No hay ser en esta ciudad que no sepa de el - murmure - o de mi familia en general - dije y bebí un poco del whiskey.- Su nombre es Darius Merchant, dueño de los Angeles City.

-Oh, ya veo. Nunca le he visto en persona, pero sé quién es -comenté, bebiendo nuevamente de mi copa, disfrutando del sabor del vino. Sin embargo, le faltaba aquel toque que sólo la sangre podía dar, por lo cual, mordí mi dedo índice y dejé caer unas cuantas gotitas de mi sangre dentro de la copa.

-No suenas muy feliz al hablar de tu hermano -dije, tras un nuevo trago, pasando la lengua por los labios. El sabor había cambiado, no era perfecto, pero me agradaba.