In my heaven, your heaven...

-Descuida, sé que lo hiciste de forma inconsciente y no puedo reprocharte nada -murmuré, sin moverme, sintiendo de a poco que mis energías regresaban. Había algo, una fuerza que me mantenía aquí, que me jalaba y evitaba que me fuera a otros mundos. La misma que me brindaba las energías suficientes para volver a tener un cuerpo.

-De todas formas no puedo irme, si desaparezco es sólo por lapsos cortos de tiempo -le expliqué, girando el rostro para mirarle, sonriendo ligeramente con mis labios cortados y llenos de marcas- Aquella mujer me dijo, que lo que me mantiene atada a este lugar es todo el dolor que acarreé en vida -suspiré, mirando el cielo- Pero prefiero fingir que sigo viva, si lo hago puedo mantener mi cuerpo con esa energía... así doy demasiado miedo a quienes me ven.

-No estás muerta, tu alma sigue aquí por completo. Otros fantasmas son sólo reflejos de quienes fueron, de otras almas, huellas que no puede borrar la marea del tiempo.-murmuré cerrando los ojos, tomando aire mientras el aire gélido me congelaba por completo.-Luciérnaga, eso eres... una luciérnaga que intenta sobrevivir en medio de la nieve cuando ya no hay flores, ni niños en el lago, y todos te llaman hada porque las hadas son eso, luciérnagas que no quieren morir.-dije antes de girarme hacia ella para rodearla con mis brazos, aunque sólo fuera energía podía sentirla.

Sonreí cuando dijo aquello, sintiendo el calor de su brazo rodear mi cuerpo y abrazarme. Ese calor no todo el mundo lo tenía, sólo unos pocos, y eran las personas que me iban "enamorando". Buscaba el calor de los vivos, y él me ofrecía el suyo.

-Gracias por tus palabras y por tus brazos -susurré abrazándole también, sintiendo que mi energía terminaba por restablecerse y mi felicidad aumentaba. En cosa de segundos, mi cuerpo se materializó y volví a ser la joven de siempre, sin heridas ni marca delatora alguna.

-Me haces real con tu calor, espero que no te moleste mi presencia -murmuré sonriendo suavemente, a modo de disculpa- A veces no puedo evitar absorber energía, lo siento y me disculpo de antemano si te sientes mal...

-Soy tan viejo, tan fuerte... que ni lo noto.-murmuré abrazándola aún más, sintiendo que su cuerpo estaba ahí hecha con la energía que emanaba de mí.-Eres como una bombilla... tomas la energía del agua y del viento para convertirte en luz.-susurré antes de besar su mejilla y su frente.-Quédate conmigo, al menos esta noche como te digo...

La marea escupió parte de mi ropa y a lo lejos estaban mis zapatos, pero no me importaba estar congelándome porque no podía enfermar, sólo era una sensación que me recordaba que podía sentir y que parte de mí estaba vivo.

-Tomo energía del calor y la felicidad que otros pueden regalarme -murmuré, girándome un poco para mirar el cielo y las pocas estrellas que la luminosidad de la ciudad dejaba ver.

-Si por mí fuera me quedaría contigo siempre, porque como te digo, me he enamorado de ti -dije mirando el cielo, posando una de mis manos sobre las suyas esperando que le diera calor... aunque en realidad, de mi cuerpo sólo emanaba un intenso y gélido frío.

-Eres una persona hermosa, amada y luminosa. Como una lámpara, y yo el mosquito que enamorado va hacia ella -volví a mirarle, fijamente a los ojos- Pero a diferencia de otros como yo, puedo irme si ya no me quieres siguiéndote... Muchas veces me he ido, porque los humanos que me enamoran se cansan de mi presencia.

-Acompáñame si lo deseas, sólo desearé que te alejes cuando necesite cazar. No es algo que me agrade mostrar.-dije notando su mano fría, tan fría como mi cuerpo. Éramos dos seres congelados en un tiempo que estaba aún más frío, demente y solo.

Me tumbé de nuevo en la arena, colocándola sobre mi pecho notando que era como tener una hoja de papel. Podía contemplarla, ver como su energía la hacía viva, pero si la pellizcaba no lo sentiría y si la acariciaba tal vez ni siquiera sabría que lo había hecho.

-¿Puedes sentir mis brazos rodeándote?-pregunté dejando mis manos sobre su rostro.

-Está bien, como desees -susurré, dejando que me colocara sobre su pecho. Su calor era reconfortante, me hacía querer acurrucarme contra él y no separarme más de su cuerpo. Sonreí ante su pregunta, no era la primera vez que me preguntaban si sentía el tacto de los vivos.

-Así es, puedo sentir el calor manar de tu cuerpo y rodearme. No todos los vivos tienen ese don de brindarnos calor, casi todos son fríos como nosotros... Pero de ti, siento tu tacto y calor -le expliqué, apoyando mi mejilla en su pecho. No sentía latido alguno, pero sí, podía escuchar la vida filtrarse por sus venas a su cuerpo. Estaba vivo, como yo no volvería a estar, pero no sentía envidia, sino felicidad por él.

-En verdad eres muy cálido... es reconfortante sentir algo después de tanto tiempo... -susurré, acariciando su pecho con sutileza, preguntándome si él podría sentirme a mí. Eso era algo que no todos podían sentir, por poderosos que fueran.

-Tú no pesas nada, aunque siento tu energía.-dije acariciando sus cabellos.-Por eso me pregunté si todo lo que te compone siente como nosotros, o realmente no siente nada. Porque sería una lástima no sentir el calor, no sentirnos el uno al otro.-comenté antes de besar su frente y sonreír como un gato, una especie de felino de fantasía.

Mis ojos eran cálidos, como café a punto de lava, mis labios se podían ver más rosados que el mármol del cual parecía estar hecho, y mis uñas se veían brillantes pese a que las manchaba con laca negra para tener un aspecto menos vampírico... tal vez en cierto modo estrambótico.

-El mundo no está preparado para aceptar que un vampiro puede producir calor o que se puede abrazar a un alma, todos piensan en cosas comunes y vulgares... cosas de las cuales están acostumbrados.

-Puedo sentir mucho y demasiado poco... -comenté, con mis ojos cerrados, sintiendo su pecho subir y bajar a causa de su respiración calmada. Me relajaba permanecer en aquella posición, y sentía que en cualquier momento podría dormirme y tener sueños dulces y tranquilos.

-A pesar de todo lo que el mundo ha vivido, me apena que siga pensando de forma tan... egoísta y prejuiciosa -dije a sus palabras, mientras dejaba una suave caricia en su pecho y abría los ojos, levantando el rostro para mirarle- Espero que llegue el día en que todos puedan reflexionar de sus errores, porque cuando llegas a este punto, ya es demasiado tarde...

Suspiré, acariciando su frente y apartando de ésta sus cabellos, dejando su rostro despejado mientras sonreía dulcemente.

-¿Y si te dijera que el día llegó?-dije acariciando sus cabellos tras sus escuetas, pero profundas palabras.-Llegó, nos aplastó a todos y nos hizo reflexionar. Si bien, si no sucede seguido la gente olvida, cuando hablo de la gente incluyo incluso a los ángeles, demonios y demás criaturas. Todos saben que en el pasado se hizo todo mal, y cuando no se hizo mal fue a medias y a medias tampoco es una solución. Ahora todo se hace de forma mediocre, por no decir desastrosa.-la miré a los ojos tomándola del rostro.-Tal vez tú ya no lo recuerdes, pero muchos de los que son como tú, aunque no tienen tanto poder, murieron en ese momento y otros renacieron como si fueran rosas en primavera.-murmuré antes de mirar a las estrellas.-Dios fue benévolo, pero las leyes que han impuesto en su nombre no lo son... vuelven a cometer el mismo error y yo quiero cambiar eso. Somos libres de elegir, libres para comunicarnos y hacer de este mundo entre todos algo más sensato. Hay que dialogar y buscar puntos comunes... por eso creo en la anarquía del Dios Oscuro, así se hace llamar... es mi líder aunque es mucho más joven que yo.

-Yo creo que no ha llegado ese día, porque se necesita un cambio permanente que permute en el tiempo y que siempre esté presente... -comenté, volviendo a dejar mi cabeza sobre su pecho- Pero eso no quiere decir que se necesite una nueva guerra, o una nueva matanza. No creo que matar a otros ayude en lo absoluto, ni tampoco en obligar a nadie a pensar como uno... Somos libres y es una maldición si lo piensas bien.

Luego de decir aquello, me puse de pie y me quedé a su lado, contemplándolo. No podía quedarme mucho tiempo quieta, tenía demasiada energía acumulada que no sólo servía para hacerme real y materializarme.

-¿Caminemos? Me desespera estar quieta, es como si me sobrecargara -dije con una sonrisa un tanto infantil y juguetona, tendiéndole la mano para ayudar a que se colocara de pie. Si hubiera estado bajo techo o en medio de la ciudad, seguramente habría provocado un corto circuito.

-No se trata de matar, yo mato para comer. Otros matan por despecho, es distinto.-comenté colocándome de pie para tender mi mano hacia ella.-Vamos pequeña, vamos.-dije en un murmullo.

Mi mente se quedó clavada en varios días de aquel momento, cuando todo empezó y todo acabó a la vez. Los primeros ángeles en caer como meteoritos blancos envueltos en sangre, sus alas caían como copos de nieve, los demonios salían abrasados de las esquinas de las ciudades más opulentas, los vampiros cazaban indiscriminadamente pensando que sería el último día en su eternidad. Los licántropos corrían de un lugar a otro, completamente desquiciados, y los demás seres lloraban junto a los humanos. Varios hechiceros alzaron sus manos intentando invocar fuerzas benignas y oportunas, pero quedaron aplastados por la ira divina. Todo, absolutamente arrasado, no hacía tanto... pero la gente olvidaba demasiado rápido.

-No era a ti a quién me refería, ni a tu superior. Es a las personas a quien me refiero -aclaré, tomando su mano y llevándole conmigo por la orilla del mar, mojando mis pies sintiendo levemente el frío del agua y su humedad.

- ¿Sabes? Hace poco encontré un lugar muy bonito cerca de aquí, pero parece que nadie va allí ahora. ¿Quieres que vayamos? -le pregunté, deteniéndome para mirarle con una sonrisa luminosa- Me gusta jugar allí, incluso hay un carrusel muy hermoso y colorido.

-Llévame.-dije aún envuelto en aquellas imágenes, intentando olvidarme de todo lo que podía llenarme de dolor.

El dolor me volvía ciego, lleno de ansias, y esto hacía que la sed se volviera más aguda hundiéndome por completo en las tinieblas. No quería mostrarme violento con ella, no deseaba asustarla, y quería seguir calmado. La estreché mientras caminábamos, como se estrecha a una vieja amiga, intentando infundirle mi calor y mis deseos, los sueños de un viejo guerrero.

-No te perturbes... -susurré con voz calma, al notar que a nuestro alrededor, mejor dicho, a su alrededor, se formaba una especie de nube negra. Siempre la veía rodear a las personas tristes o perturbadas, era como ver su aura o más allá de sus sentimientos.

Me detuve y me quedé frente a él, sujetando ambas manos suyas. Le miraba a los ojos, quedándome quieta, intentando pasarle parte de mi energía, de la luz que me hacía brillar como un hada cuando jugaba y hacía reír a los niños.

-Olvida el dolor y no dejes que te consuma -le dije, antes de colocarme de puntillas cual bailarina de ballet y dejar en sus labios un casto beso, en el cual le pasaba parte de mi energía, pero también de mis recuerdos, aquellos que no podía contener.

Una niña jugando en un columpio, riendo... la misma niña, llorando y gritando mientras cortaban sus manos... Recuerdos que al separarme de sus labios, se volvieron polvo en mi memoria.

-Vamos, ese lugar te alegrará porque a mí siempre me alegra -le dije, volviendo a ponerme en marcha, casi sin tocar el suelo con mis pies mientras empezaba a correr, ligera, jalándole con fuerza sobrenatural.

Ese casto y cálido beso me transmitió parte de su dolor, era imposible no perturbarme con aquello. Me sentí cómplice de su historia, de su esfuerzo por pensar que estaba viva y como viva la veía. No veía a un ser muerto, sino alguien vivo y sin cuerpo en el cual permanecer. Me pregunté si se podría restaurar su alma en algún cuerpo a punto de morir y yo revivirlo con mi sangre. Pero era un experimento que podría salir mal, tal vez ella me odiaría por ello y era de las pocas personas que podía tolerar a mi lado.

-Llévame.-dije comenzando a tararear bajo una canción que no comprendería, pero que a veces cantaba para olvidar.

https://www.youtube.com/watch?v=5HLRNlduiI8

Seguía corriendo sujetando su mano con fuerza, dejando atrás las luces de la ciudad y llegando a un punto en que los árboles empezaban a aparecer junto a la playa. Me detuve cuando la arena desapareció dejando espacio a varias rocas grandes.

-Está al otro lado, vamos -dije, soltando su mano y empezando a saltar de roca en roca, a correr cada vez más ligera junto al viento. Más allá de las rocas, había un camino de tierra entre los árboles, por el cual continué mi carrera. Estaba ansiosa por llegar, adoraba ese lugar y allí pasaba la mayor parte del tiempo, jugando.

Pasados varios minutos, terminé en un claro. Ante mí, había un carrusel y más allá varios otros juegos, parte de alguna feria que ahora nadie visitaba. A primera vista, todo parecía viejo y abandonado, lleno de arbustos y helechos que escalaban por los juegos. Pero cuando volví a parpadear, el lugar fue el que conocía, luminoso, limpio y brillante. Podía escuchar el sonido del carrusel, precioso y alegre, y ver cómo las luces iluminaban los árboles que rodeaban la feria.

- ¡Es precioso! -dije cerrando los ojos, contenta de volver a estar allí y girando sobre mí misma- ¡Vamos a jugar!

Me dejé arrastrar, hasta que fui una sombra a su lado. Me movía rápido, aunque no demasiado para no perderla de vista, Al llegar al lugar que decía me quedé consternado. Allí podía escuchar las risas de los niños entre los hierros retorcidos de aquella feria. Había incluso un puesto de tantas sepultado por varios árboles. Aquello databa seguramente de los primeros años del segundo milenio después de Cristo. Tal vez, eran del 2010, aproximadamente, por los dibujos y grafismos de una de las atracciones que era un trenecito. Había una película infantil de aquellos años dibujada en uno de los vagones.

-Bonito lugar.-dije notando como cobraba vida, como si tan sólo hubieran salido cinco minutos a buscar a los clientes que se perdían por los caminos.

Me acerqué al tiovivo observando los rocines, algunos eran caballos de mar, otros pegasos, unicornios, caballos sin montura con pinturas de tribus americanas y una carroza de princesa con caballos blancos que parecían pasear orgullosos por sus apliques del pelo.

-Gira, gira... pequeño carrusel... gira, gira... como bailarina. Verás como los niños acuden a ti... damas y caballeros... vengan al carrusel.-podía escuchar entre las ramas de los árboles mientras yo lo repetía, como si yo fuera el dueño de aquella atracción.

Me giré sonriendo radiante, mirando a Atsushi siendo invadido por el espíritu de aquella feria, ¿y quien no, si estar allí era un sueño? Empecé a reír, jalando a Atsushi de la mano hacia donde estaban los fusibles de todo.

-Mira este truco, te encantará -le dije, soltándole para acercarme a los cables. Me sentía radiante, tanta felicidad me llenaba de aquella energía. Puse mis manos blancas como la nieve sobre la caja eléctrica y de inmediato todo se iluminó todavía más, y los juegos, que habían estado detenidos, empezaron a funcionar gracias a toda la energía que les trasmitía.

- ¡Tará! -dije alejándome de allí, para llevarle al carrusel, mi atracción favorita- ¡Ven, subamos aquí primero! -le dije, montándome sobre uno de los caballos más vistosos, un precioso corcel blanco con riendas rojas y negras.

Esperé a que él me siguiera, y sólo entonces dar la orden a que el juego comenzara. Me sentía como na niña otra vez, tan libre, tan viva y sin miedo a nada. Inocente, ignorante de todo el mal y el dolor que se encuentra más allá de la oscuridad del bosque.

Acepté su invitación, tal vez porque quería recordar esos momentos luminiscentes que poseyó el hombre. Momentos en los cuales una vez creó maravillas para hacer felices a otros, no a sí mismos. Me senté en un corcel negro como la noche, poseía unas riendas de cuero negro y pequeños detalles plateados en las espuelas. Simplemente me acompañaba siempre ese color junto al rojo, ambos simbolizaban mi verdadero yo.

-Hermosa visión.-dije con una leve sonrisa intentando que su energía siguiera tan fuerte, aunque en una hora debía marcharme y ocultarme del sol. Debía desaparecer y quizás ella vendría conmigo, aunque no lo sabía desconocía cual era su deseo realmente.

La atracción empezaba a funcionar, y la música alegraba todo el ambiente. De vez en cuando, entre parpadeos veía la feria abandonada, una visión de un mundo muerto y sin vida, pero luego, todo volvía a mi "normalidad" y se iluminaba, se llenaba de risas de niños que habían quedado allí como recuerdos, tal vez los recuerdos de los mismos árboles y los mismos juegos.

Mientras giraba en el carrusel, montada en mi corcel blanco, podía ver que a lo lejos yo no era la única visitante junto a Atsushi. Habían algunos niños que corrían y jugaban, algunos a los que conocía de tanto venir aquí. Eran como yo, reían y rebosaban energía, pero no solían aparecer muy a menudo. Levanté una mano saludándoles efusivamente, con una sonrisa alegre y radiante. Ellos también saludaban mientras seguían jugando y corriendo.

- ¿No es divertido, Atsushi? -le preguntaba girando el rostro en su dirección, mirándole feliz- ¿Ves a los demás niños? Dicen que se alegran de que estemos aquí, se sienten menos solos -le comenté, mientras sentía que la atracción se detenía. De un suave salto, bajé del corcel y fui donde Atsushi, tomando su mano- ¿Y ahora a dónde vamos? Hay muchos juegos lindos aquí.

Niños perdidos, como en el cuento de Peter Pan, pero estos perdidos para siempre brotaban como flores nuevas en un campo nevado. Eran sólo ecos, recuerdos del pasado, que seguían allí esperando quizás la hora de regresar a casa y ser abrazados por sus madres. Niños que eran el reflejo terrorífico de la felicidad que una vez hubo allí. Niños con globos que brincaban contemplando los colores de la cuerda, la goma de este y las ramas que lo rozaban con cuidado. Niñas que se colocaban sus lazos mientras reían intentando no ser atrapadas por otros niños con las caras y manos manchadas de chocolate, pequeñas princesas que cantaban girando sobre sí mismas soñando quizás con ser bailarinas, niños con pistolas de vaquero que corrían y gritaban que el séptimo de caballería vendría a salvar al pueblo... niños y niñas atrapados en aquel lugar como en una postal.

-Recuerdo cuando el mundo creía estar a salvo.-

Dije caminando entre todo aquello, girando lentamente mientras mis manos se alzaban al cielo cargado de estrellas. Recordé las ferias de verano a las cuales iba para cazar, buscando ladrones y vampiros torpes que sólo molestaban, e incomodaban, a las presas que uno deseaba.

-Recuerdo cuando las madres no tenían miedo de ver a sus hijos jugar en las calles, recuerdo eso.

Me giré hacia ella abriendo mis brazos con una leve sonrisa.

-Te llevaré al lugar donde descanso, el sol pronto aparecerá y eso podría matarme.

Me detuve mirándole ante sus palabras, con el ceño ligeramente fruncido en señal de duda y temor disimulado. Le escuché en silencio, viendo sus brazos abiertos, pero no tuve el valor de acercarme a él.

- ¿Matarte? -pregunté, en voz baja por el miedo. ¿Miedo a qué? Tal vez a la misma muerte a la que no lograba enfrentarme, el miedo inconsciente a aquella palabra y al darme cuenta de que solamente a mí ya no podría afectarme porque ya estaba... ida.

- ¿Puedes morir... con el sol? Pero... El sol es hermoso y brinda vida... -susurré, mirándole, sintiendo que mis energías bajaban proporcionalmente a mis estados de ánimo y emociones. Pronto tanto la feria como mi aspecto fueron los originales, muertos, sin vida y llenos de las marcas del paso del tiempo.

-El sol me quema, me perforaría y terminaría muerto en menos de unos minutos.-

Comenté bajando mis brazos, para dejarlos junto a mi tronco. Mi aspecto era el de una sombra errante que se había posado. Igual que un cuervo, aunque con un aspecto más atrayente.

-Soy hijo de la luna, una sombra, y a la vez un mago de los sueños. No sé si podría usar contigo mi poder, porque no tienes cuerpo aunque sí estás viva. Soy un hombre que crea fantasía, entra en los sueños de otros y los cambia.-

Comenté sentándome en un banco que allí había. Las maderas crujieron intentando soportar mi peso.

-Vivo en la noche, porque soy su hijo, y en ella me resguardo. La noche me da vida, pero el día me adormece y me mata.

Acabé por sentarme sobre el pasto acariciándolo, notando como la hierba allí jamás había sido cortada desde que comenzó a brotar. Mis labios estaban cerrados y mis ojos también, dejando que la sensación de aquel lugar me bañara.

Empecé a cantar, quería que la muerte dejara de hacerle sufrir junto a sus sentimientos. Había notado su temor. Intenté que mi canción la sintiera y pudiera imaginar las palabras que emitía, lo hacía proyectándolas en ella. La ilusión se hizo presente a mi alrededor, como si fuera un mago.

canción

-Eso... es horrible... -comenté, bajando la mirada confusa, notando que mi cuerpo terminaba por desaparecer- Creía que los demonios, y que todos los seres, vivían con la luz de la vida...

Cerré los ojos abrazándome a mí misma, terminando sentada en el suelo hecha una bolita invisible y pequeña, casi sollozante. Me parecían chocantes sus palabras, que por ser vampiro o demonio estuviera condenado a la oscuridad a la cual yo tanto le temía, esa que me envolvía en veces y me llevaba a ese lugar en el limbo...

Escuché entonces su canto, suave, pero no podía calmarme, estaba consternada. Con mis ojos cerrados y el rostro oculto entre mis piernas, prácticamente llorando lágrimas de sangre como aquella vez en el pasado tan lejano...