Looking for my personal heaven -Priv

El imponente teatro de Los Ángeles, remodelado quien sabe cuántas veces para que siguiera en pie. Me estaba tomando un par de días de descanso, a escondidas de la organización y de mi protector, ya que ambos siempre estaban exigiendo todo de mí, y me había comprado una entrada para ver una obra pasajera de teatro de una compañía francesa, cómo no. Aunque me había costado un poco comprender el idioma, la obra me había entretenido e intrigado; sin embargo, ya hacia el final de ésta, mi mente se dedicó a divagar.

Cuando la obra acabó -la última de aquella temporada tras la cual la compañía completa se marchó de la ciudad-. me quedé dando vueltas en el teatro, escabulléndome para que los guardias no me viesen y corriesen de las instalaciones del edificio. Una vez que todos hubieron marchado, me senté en uno de los palcos privados y me puse a pensar en la obra, lo que había visto, y lo que tenía pensado hacer. Mi mente eran meros pensamientos confusos que no conducían a ninguna parte.

Habia llegado nuevamente a aquel punto exasperante de mi existencia, donde nada tiene sentido real y todo parece tan monotono, en un mundo en semi guerra donde nada se decide y no hay forma de mover las piezas sin que terceros inocentes resulten afectados. Por el bien de mi familia, era por eso que no habia movido ni un dedo... aun.

Y ahi estaba nuevamente a solas en el teatro, disfrutando de na vieja opera francesa que habia sido creada en el siglo XXI, justo antes de que el principio del fin iniciara.

Suspire cancinamente aguardando a que el lugar quedara vacio, permaneciendo en mi palco sin ser molestado, pues todos sabian que no debia ser molestado, que el gran señor, el dueño de la ciudad de Los Angeles, debia tener tranquilidad. Me deshice el nudo de la corbata purpura, abriendo el boton del tope de la camisa negra, aun con el saco del negro traje abierto, mientras observaba el rojo telon bajado, escuchando el silencio casi total del lugar.

Los minutos pasaron de forma lenta y algo tediosa, mientras intentaba recuperar el rumbo de todo. A veces me sentía cansada, tan inmensamente cansada, que me preguntaba cómo es que hasta ahora no me había rendido. Tal vez se debiera a todo el apoyo que había recibido y a los múltiples golpes a mi enorme orgullo.

Tras un rato de silencio total, decidí bajar y recorrer el lugar. Caminé hasta el escenario y me subí en éste, observando desde allí hacia el inexistente público, levantando las manos y jalando levemente mis cabellos rubios como el sol y el oro. Aguanté un poco la respiración y luego dejé caer mis brazos a ambos costados, para terminar por gritar de frustración, provocando que por todo el teatro se escuchara el vibrante sonido de mi voz.

- ¡Estoy viva! -Exclamé, sin creérmelo yo misma-. Lo estoy... ¿no es así? -Pregunté al aire, a la nada.

Me encontraba recargado y aburrido sobre el brazo del "trono" que tenia como asiento, mirando con exprecion fastidiada el telon, hasta que de la nada salio una joven, una mortal, podia escuchar su corazon latir y su sangre correr por sus venas, el calor y el sonrojo en sus mejillas, bonitos cabellos rubios y hermosos ojos azules....

Ah! Algo que em habia llevado a la condena desde mis años como mortal, hacia mas de doscientos años, Ojos Azules.

Me levante sobre el palco recargandome en la baranda, asomando la cabeza y hable.

-Lo estas, puedo sentirlo - era un tono de voz estable, fuerte y sin ganas de aparentar nada de interes, simplemente dar una respuesta y ser indiferente.

Fruncí el ceño al escuchar aquella sosegada respuesta y busqué con la vista al dueño de aquella suave y masculina voz, encontrándolo de inmediato en un palco privado, justo frente al escenario. Sus palabras me dieron a entender que no era humano, por tanto, debía cazarlo, pero... Ni siquiera tenía ganas de cazar. Era por esto por lo cual había acudido al teatro a despejarme, ¿no?

- ¿Y tú, ser de la noche, lo estás también? -Le pregunté aunque sin saber muy bien por qué, por qué me interesaba tanto su respuesta. Bajé la mirada y me dejé caer sobre las tablas del escenario, quedando sentada con las piernas cruzadas y dejando que mis ondas rubias cubrieran parte de mi rostro-. ¿Cómo es que un ser como tú se interesa por las artes que se representan en estos escenarios?

-Es como la vida - conteste a su segunda pregunta, sin saber aun que responder de la primera, aun que suponia que en esta estaba implicado - Es como mi vida... toda una representacion artistica.

Sonrei, moviendome en el palco, subiendome a la barda antes de lanzarme hasta el escenario, cayendo de forma ligera sobre las tablas del prosenio, mirando a la joven.

-Ser de la noche, me parece una descripcion demaciado fantasiosa para lo que mi raza realmente representa, joven mortal - dije, torciendo los labios en una sonrisa llena de sarcasmo.

Escuché sus palabras y no pude evitar una sonrisa llena de sarcasmo mientras me ponía rápidamente de pie al verle caer en el escenario. Era consciente del arma cargada en mi cinturón, y en estado de alerta, la saqué y le apunté, sin borrar mi sonrisa.

-Bueno, hay que mantener algo del viejo romanticismo de antaño, ¿no? O esto se tornaría demasiado monótono y aburrido -comenté, apartándome un par de pasos de él para mantener algo de distancia. Su piel pálida delataba que era un vampiro, bueno, aparte de la demostración que hizo al saltar del palco-. Entonces, ¿tu vida es una tragicomedia? -Pregunté con tono sarcástico, sonriendo de lado con gesto burlón-. No sé por qué, tal vez un deja vú, pero me pareces cara conocida...

Levante una oscura ceja, sonriendo ligeramente cuando apunto con su arma, ese tipo de cosas no eran muy de mi agrado, me hacia sentir demaciado... extraño, no asustado, pero me hacia sentir como un animal salvaje.

-Deberias bajar tu arma si es que quieres hablar - conteste mirandola fijamente, no queria hacerle daño, el tener que usar mis dones era algo que hacia muy poco, ya que siempre resultaba la gente con efectos secundarios que duraban muchos dias.

-Mientras tengas tu bonita dentadura lejos de mis venas y arterias, no tienes nada que temer -comenté, dejando de apuntarle y observándole fijamente mientras volvía a prenderla de mi cintura. Parecía bastante joven, un chico muy guapo. Le sonreí ligeramente, no parecía tener ganas de pelear o de meterse en problemas.

-Y ¿cómo dices que te llamas? -Le pregunté, volviendo a sentarme en el escenario con las piernas cruzadas y gesto despreocupado-. Si quieres te puedes sentar. No es necesario que te quedes parado allí...

La seguí mirando de forma fija, tratando de calcular que tan rápido podía moverse ella, ya que al parecer era una joven ágil y dedicada a ello, a la caza de vampiros y otros seres de la oscuridad, como ella había dicho.

-No deberías preocuparte por mi alimentación - dije sentándome a su lado, mientras sacaba la cigarrera y encendía uno de mis cigarros - Mas bien deberías preocuparte que la policía no te encuentre aquí y te lleve a la cárcel por allanamiento de "morada" y daño en propiedad ajena.

Sonreí nuevamente y di una larga calada al cigarro antes de volver a ella.

-Darius Merchant - dije estirando la mano para saludarle de forma amable y educada, dejando escapar el humo del cigarro por mis labios entreabiertos.

-Prefiero asegurarme y no correr riesgos con eso -comenté, respecto al tema de su alimentación-. Me parece curioso que me digas eso, sabiendo a lo que me dedico. Normalmente me enfrento a tu raza, ¿crees que unos simples humanos podrían siquiera descubrirme aquí? -Pregunté, viéndole con el ceño ligeramente fruncido en señal de duda. ¿Me veía tan... incapaz?

Cuando se presentó no pude evitar sonreír de lado, aquel nombre era curioso, no sé, me gustó. Pocas veces había escuchado antes el nombre Darius-. Lindo nombre -comenté, estrechando su mano con cierta rudeza masculina, muy propio de mi persona-. Yo soy Lutho -evité mencionar mi apellido, desviando la vista y posándola sobre la cajetilla-. ¿Me das uno?

Levante las cejas estirando la mano con la cigarrera, no me importaba realmente que fuese humana o mujer, especialmente cuando mis recuerdos decían que antes era mal visto que una mujer fumara, aun que ahora, en estos tiempos, ya nada de eso interesaba realmente.

-Una cazadora- murmure encendiendo el zippo - Vaya, últimamente me he topado con mucha gente como tu, aun que ninguno hasta ahora me había amenazado con un arma.

-Sí, suelo ser la excepción a la regla desde siempre -comenté, sacando un cigarrillo con mis dedos enguantados de blanco y encendiéndolo en su zippo, para luego llevármelo a los labios y aspirar suavemente el tabaco-. Mmm gracias. Espero que esto no tenga alarmas anti incendios, o nos llevaremos un buen baño -comenté, liberando el humo de mis pulmones y observándole fijamente.

-No entiendo cómo te has topado con cazadores y sigues vivo. Si no fuera por mi estado de ánimo, ya te habría matado -dije como si nada, viéndole todavía alerta, analizando sus movimientos en caso de que decidiera atacar. En momentos como este agradecía ser tan rápida y ágil.

Solte una carcajada, demaciado divertido con el impetu de la chica. Me recoste totalmente sobre el escenario, observando el techo del teatro, en total calma mientras el cigarro permanecia en mis labios - No podrias ni tocarme - murmure - si realmente quisieras atacarme, ten por seguro que no podrias moverte - sonrei y cerre los ojos.

Lo sabia, habian cosas que los caza vampiros aun no entendian, ellos eran humanos, pese a todo, y no podrian con nosotros, ni siquiera Damien habia logrado el objetivo de erradicarnos, y ahora la especie proliferante eramos nosotros.

-No sé, dudo que tengas razón -comenté dándole una nueva calada al cigarrilo y viéndole recostarse totalmente sobre el teatro-. Pareces un gato -murmuré sonriendo de lado, y, sin poder resistirme a la tentación, me tumbé con total confianza sobre su cuerpo, usándole de almohada como si tal cosa.

-Pues, ya te atrapé -dije riendo levemente, acomodándome y quedándome así, con la mitad del cuerpo encima de su estómago y vientre, fumando tranquilamente-. Y sí que me puedo mover. Eres cómodo, ¿sabes? -sonreí de lado viéndole, para luego quitarme los guantes y enseñarle mis manos abiertas-. Buu~

Levante ligeramente la cabeza solo para observarla, totalmente desparramada sobre mi cuerpo, no que pesara, pero era extraño que los humanos se me acercaran tanto.

-Tu eres rara - dije mirando su mano y levante una ceja - Se supone que debo temer de tu mano?-pregunte sacando mi mano, la que llevaba un tatuaje en forma de esqueleto mostrandosela - Yo tambien se hacer trucos de manos, sabes.

Sonrei moviendo los dedos de forma graciosa.

-El raro eres tú, tan confianzudo -comenté, fumando tranquilamente, sonriendo divertida al ver cómo movía los dedos. Si alguien nos hubiera visto en ese momento seguramente se hubiera reído del ridículo que ambos, vampiro y cazador, estábamos haciendo, pero daba igual, era divertido. Una nueva técnica bastante interesante de poner en práctica.

- ¿Y como qué trucos sabes? Estoy segura de que no superas los míos -dije moviendo los dedos igual que él, aunque cuidando bien el no tocarlo... aún-. Los de la moneda tras el oído están pasados de moda, es sólo un recordatorio -reí levemente y volví a darle una nueva calada a mi cigarrillo, sujetándolo con la otra mano y descansando todo mi peso sobre él. Estaba más que segura y enterada de que mi peso para {el no significaba nada.

-Podria matarte con una sola de mis manos - dije sonriendo - Podria tomar tu cuello y partirlo en dos con un solo y rapido movimiento que no verias llegar.

Suspire largamente y volvi a cerrar los ojos.

-Pero no lo hare... a menos que tu ataques, yo no tengo por que hacer nada - confese - Y... la razon por la que los otros cazadores no me mataron, bueno... digamos que uno es retirado y el otro debe tener sus razones... aun que sospecho que pronto lo vere en la ciudad y buscando mi cabeza.

-No creas que te lo dejaría tan fácil, tengo mis trucos -murmuré sin dejarme intimidar por la imagen mental de sus manos rompiendo mi cuello, en realidad, de cierta forma, me traía sin cuidado. Suspiré escuchándole y escudriñé sus manos con mis ojos, brillantes de curiosidad.

-O sea, ya tienes a tu cazador... -comenté, acercando mi blanca y delicada mano a la suya, tocándole apenas, rozando sutilmente su piel y controlando mi poder, aquellas ansias casi salvajes de devorarle, de absorber el poder que podía sentir tan sólo de rozar sus manos-. No sería muy bueno si te atacara, ya que eres de él... -fruncí ligeramente el ceño, olvidando mi cigarrillo por unos momentos y dejándolo caer, casi hipnotizada por el llamado de aquella fría mano suya-. Pero tengo curiosidad.

No iba a atacarle, solo era eso, curiosidad. Liberé mi poder y tomé su mano entre ambas mías, sintiendo como si una aguja atravesara mil veces mis manos al mínimo contacto con su piel. Dejé escapar un sutil gemido, ya que, sin poder controlarlo más, empezaba a absorber su energía y vida.

- No se si sea mi cazador con exactitud - murmure - Pero estoy seguro de que me va a querer hacer trisas - reí ligeramente, mientras observaba fijamente su mano, era palida, demaciado palida, casi parecida a las manos de un vampiro, la unica diferiencia es que era calida al tacto.

Suspire relajandome ligeramente hasta sentir un tiron en mi mano, era como una descarga electrica que recorria todo el brazo, me levante de forma rapida, concentrandome en el dolor, yo sabia que sucedia, yo hacia lo mismo por lo que bloquie su poder con el mio, absorviendo de vuelta mi energia, mis dones, mientras la tomaba por el cuello, dejandola tirada de espaldas a la tarima, mirandola fijamente a los ojos, gruñendo y mostrandole los colmillos, como haria cualquier animal salvaje al ser atacado.

-No vuelvas a hacer eso - dije y di un rapido tiron a mi mano, soltandome, y me puse de pie.

Me había quedado como en un trance, y sólo reaccioné cuando sentí el golpe contra la tarima del escenario y su mano, fría y dura como una piedra, sobre mi cuello. Parpadeé varias veces sorprendida y perdida, ¿cuánto hacía que no hacía aquello? Era adictivo, era extraño... pero lo más extraño fue sentir cómo su poder me abandonaba otra vez. Noté que me soltó y sentí la vista nublada.

-Eres... eres como yo... -murmuré en voz baja, sorprendida, sintiendo un hilillo de cálida sangre salir de mi nariz, tal vez debido al choque de nuestros poderes. Me quedé allí en el suelo y le busqué con la vista-. Lo siento... Quería saber... si era real -murmuré, moviéndome con lentitud y sentándome sobre la madera, observándole desde abajo como si viera a un ángel. Era como yo, pude sentirlo, ¡no era la única!

-Darius -le llamé, poniéndome de pie y olvidando la sangre que salía de mi nariz y que se amontonaba sobre mis labios. Extendí mi mano abierta hacia él-. Muéstrame... Quiero sentir qué se siente -le pedí, dándome cuenta de lo descabellada de mi petición pero aún así, decidida.

La mire extrañado de su forma de actuar, era como si estuviese frente a una persona desquiciada. Me heche hacia atras, dando un par de pasos, alejandome de ella, sobando mi mano para quitar esa sensacion de escosor en el brazo entero, aun que se consentraba mas en la palma de la mano.

-Alejate - sisee, sin quitarle la vista de encima, pese a que ella se seguia acercando, no con afan de atacarme, mas bien queria que la tocara - Estas loca, no hare eso...

Bajé mis manos decepcionada, suspirando pesado. Claro, el no entendía lo que para mí significaba eso, saber qué sentían mis víctimas, qué sintió mi familia cada vez que, de pequeña, los tocaba sin saber... Pero también, era el deseo de sentirme una persona normal o por lo menos no un fenómeno de la Talamasca.

-¿Por qué no? No sabes lo que se siente... -comenté, notando en mi boca el sabor metálico de la sangre y frunciendo el ceño. Me llevé una mano y limpié aquella sangre que salía poco a poco, extrañada-. No sabes lo que es querer sentirse normal por unos momentos... -terminé, sin moverme de mi sitio. Subí la mirada y luego extendí mi mano otra vez hacia él, esta vez, ofreciéndole la sangre que había manchado mis dedos-. ¿Quieres probar?

Bufe, como lo haria un gato o una serpiente totalmente alterados, me heche hacia atras tratando de alejarme de ella, no por temor, mas bien por la forma en que actuaba.

-Estas realmente mal, niña - sisee, respirando agitado, el aroma de la sangre era demaciado llamativo - Vete... no quiero hacerte daño...

-Creo que de los dos quien mas daño puede hacer soy yo -comenté, sin moverme, llevándome aquellos dedos ensangrentados a mis labios y probando el sabor de mi sangre. Luego me pasé la mano por la nariz limpiandola de aquel hilillo y me coloqué con cuidado mis guantes blancos, volviendo a sentarme en el suelo.

-Dices que yo estoy mal, y tu pareces un gato mojado -dije, sin bajar la guardia, mirándole un tanto divertida. Mi sonrisa ocultaba el sentimiento amargo que se agolpaba en mi pecho-. ¿Hace cuánto que no bebes sangre? Sólo por curiosidad. Generalmente los de tu clase no se exaltan tanto cuando estoy sangrando...