Apariciones en la noche -priv Atsu -

Permanecí firme mientras observaba como la oscuridad cantaba a nuestro alrededor. La noche se hacía intensa en matices. La vida parecía extenderse frente a nosotros junto a la muerte. La frescura del pasto junto a la de las aguas era agradable. Mis ojos se paseaban por las figuras inexactas que eran los árboles. Un momento de calma en el huracán que era el mundo.

-La guerra nos quita estos momentos rápidamente, Hella.

Mi voz sonó gruesa aunque fue un murmullo, su silencio me dijo que había quedado completamente dormida. Estreché su cuerpo contra el mío, su frialdad era algo menos notora que en mi, aún así ambos éramos cuerpos duros intentando encontrar significado a la rudeza del mundo que vivíamos. Tal vez la calidez no estaba hecha para nosotros, tan sólo la frialdad.

-Muerte y vida, eso somos. Seres que juegan con la belleza y el dolor, con lo horrible y el placer. Sangre, cenizas y humo.

Por suerte sabía que no podía roncar ni hacer ruidos, me moriria de verguenza si eso pasara y mas estando a su lado. Noté como me acerco mas a su cuerpo, estaba frío como el mio, siempre me habían dicho que parecía una muñeca o una diosa tanto por mi aspecto como por mi poder.

Escuche sus últimas palabras que me hicieron volver a su lado, sonreí levemente y abrí mis ojos lentamente, no era de buena educación quedar dormida o a mi me lo parecía pese a estar algo cansada aun.

Eres todo un poeta condenado Atsu - sonreí de lado y termine por dar un beso en su mejilla volviendo a apoyarme en su hombro.

-La poesía es la magia de aquellos que no tenemos talento más allá de colaborar con la muerte, su ideal y frialdad.

Me recosté dejando que mi túnica negra se impregnara del aroma de la naturaleza, mis dedos se hundieron en la tierra como si fueran raices y mis ojos se cerraron recordando tiempos en los cuales la belleza permanecía sobre la crueldad, donde la noche era símbolo de sueños.

-Yo soy el símbolo de la muerte y los sueños.

Mis pesadillas habían hecho temblar de pies a cabeza a todo aquel que me había dañado, si bien no tan sólo provocaba pavor también podía inducir al sueño plácido. Podía jugar con los recuerdos y los pensamientos, con el destino.

Y yo de la destucción y el avísmo - sonreí mirandole aun sentada apoyando mi cuerpo en la mano que estaba en la tierra.

Se había quedado tumbado por lo que me quede sentada unos minutos, luego me tumbé acurrucándome en su cuerpo cerrando de nuevo los ojos. Me quede ronroneando haciendo círculos en su pecho.

No dejes que me duerma, aunque quiero dormir un rato - sonreí levemente sin dejar de hacer circulos en su pecho, luego hice dibujos y formas

Las contradicciones eran habituales en nosotros, la dualidad acrecentaba el baile entre la verdad y la mentira, la melancolía y la felicidad absoluta, la codicia y la bondad. Somos la dualidad, un baile de máscaras que trasciende y que termina con un brindis de sangre. Nuestras máscaras de porcelana son radicalmente opuestas a las alas oscuras que poseíamos.

-Duerme, es mejor que duermas. Yo te llevaré a tu hogar si lo haces.

El amanecer estaba próximo, quizás dentro de una hora la luz anaranjada del sol surgiría bailando un suave vals engañoso. El colorido de la vida vendría, la noche moriría y la primavera perfumada acariciaría nuestros corazones con aromas nuevos. En mi lecho, el ataúd que existía bajo mi pequeña caserona en el bosque, podía sentir esas nuevas fragancias a pesar del aroma a humedad y polvo de mi alrededor y escuchar a lo lejos el trino de las aves.

-Mentira y verdad, el engaño del pobre y del rico.

Coloqué mi mano sobre su frente intentando inducirla a un sueño plácido. Mi cuerpo duro estrechaba el suyo cubriéndola con mis ropas de noche. El murmullo de aleteo de las luciérnagas, las ranas buscando insectos o simplemente el movimiento del viento me ayudaría. Pronto podría ver en sus sueños aquello que ansiaba.

Amaury me dio un apartamento en uno de los edificios cercanos al hospital - murmure después que dijera que durmiera y que ya me llevaría él.

Apoye la mano en su pecho pero luego la pase por su costado quedando abrazada a su cuerpo. Sonreí levemente antes de cerrar los ojos quedando poco a poco dormida de nuevo. Notaba como su don hacía algo de efecto en mi pero no quería soñar nada en concreto, para mi era todo soledad y tristeza por mucho que pasaran mis años no tuve nada para que fueran días felices.

Ofrecí a su mente una imagen de un páramo lleno de luciérnagas, la dulce música de un violonchelo viajando por el aire y prácticamente haciéndose notar en el vals de los insectos. El sonido de un arrollo cercano contribuía a la melodía que se fundía con mi voz. Una mesa dispuesta ante ella con una botella de sangre fría, varias copas y aquellos que había ido conociendo estos meses atrás. Una pequeña celebración aislada de la guerra, sus tambores, lágrimas y nefastas consecuencias. Sangre, música y calma.

Me alcé de la hierba comenzando a volar por los aires buscando la dirección correcta ayudado por el viento. Mi capa la cubría evitando que su piel se enfriara demasiado. Su aspecto era el de un ángel que buscaba el reposo de su alma y el de sus alas cercenadas por la mentira, hipocresía y soledad. Pegué contra mi pecho su rostro mientras mis dedos acariciaban su sien dejando que el mundo se volviera amable. Tal vez, algún día, podríamos reunirnos de esa forma. De momento, no podríamos tener nada igual.

Al llegar a la zona busqué con mi mente en la suya imágenes del apartamento en concreto. Terminé entrando por el balcón de un alto edificio. Allí con mi colgante pude entrar en su habitación. Yo tenía el mismo poder sobre las viviendas de los Krusnik que Amaury, sólo sobre mis hombres, en caso de emergencia.

Tumbé su cuerpo en la cama y acomodé este entre las sábanas. Primero descalcé sus pies, después coloqué sus almohadones y por último la arropé como si fuera mi hija. Dejé que ella disfrutara del sueño, de ese momento alejado de la soledad porque en realidad no estaba sola.

cancion

Escuché su gratitud inclinándome hacia delante parte de mi cuerpo, para despés volver a estar recto en las sombras apoyado en mi lanza. Observé su habitación llena de recuerdos y de viviencias que la hacía suya. Videojuegos, carteles de películas y algunas prendas sobre una silla. Salí de la habitación caminando con los pies desnudos, aunque sanados para no dejar huella alguna. El salón era aún un prototipo, algo que habían tomado con rectitud y seriedad. Ella aún no había dejado demasiada huella de su personalidad en los muebles.

Cuando alcancé la puerta pasé el código de seguridad y mi cruz de isis, para que el hechizo de protección y la seguridad informática dieran cobertura. No deseaba que el mal llegara a ella, aunque ambos estábamos creados de la mandad y la malicia típicas de nuestra raza.

-Flores frescas para su ataúd, ha muerto en la flor de la vida y renacerá en la noche cuando la luna cante sobre la sangre de sus víctimas... flores frescas en el campo santo donde el jardín de la belleza florece en su piel blanquecina... ángel del infierno... ser la ternura cruel...

Tarareaba aquella canción deslizándome por las escaleras sin generar ruido alguno en mis pasos, igual que un espectro.