Crimson Butterfly -Priv

Había salido por la mañana, y todavía giraba dando vueltas por todo el cementerio. Jugaba a perseguir las mariposas, y por ello, no me había dado cuenta de que ya había anochecido y que seguramente pronto Atsushi despertaría de su sueño.

En el cementerio podía ver a otros, pero todos eran espíritus débiles o ecos que ante mi presencia se ocultaban o desaparecían, temerosos tal vez de que pudiera dañarlos o absorber parte de ellos. Por eso es que estaba sola, saltando de tumba en tumba y sonriendo al ver que cada vez que tocaba una, las flores muertas que estaban allí parecían adquirir vida otra vez.

Reía suavemente, demasiado absorta en mi propio mundo perfecto, aquel que no era más que una ilusión producto de mi propia imaginación. Las mariposas carmesíes brillaban delante mío, no me permitían atraparlas y tan concentrada estaba, que ni siquiera me había dado cuenta de la poderosa presencia que estaba delante mío, un hombre con el cual terminé chocando y bueno, por supuesto atravesando, para volver a materializarme y correr tras las mariposas.

Habia anochecido en aquella ciudad, si, provablemente era una bella replica, casi perfecta de lo que habia sido hace doscientos años, Los Angeles, era una ciudad que nunca dormia, incluso ahora, permanecian abiertos distintos lugares, demaciados lugares donde se insitaba al pecado, sin embargo, eso era algo que simplemente carecia de interes, ya habia pasado por ello, vivido cada pecado en carne propia, ahora preferia la soledad, la tranquilidad de lugares aislados a los que aun en estos tiempos la gente temia y respetaba profundamente, los cementerios.

Por ello habia entrado a Forest L.A., y se habia quedado absorto en las construcciones magnificas de algunas criptas, entre ellas, la cripta del hijo de Belial.

Se hubiera quedado mas tiempo observando dicha construccion, de no ser por la extraña presencia que habia chocado con el, mas bien, atravesado su cuerpo entero, dejandole una extraña sensacion, un cosquilleo en toda su cara.

Me detuve cuando vi a las mariposas desaparecer, fue justo después de haber atravesado a aquel hombre. Quedé sorprendida mirando la nada, ¿entonces sí eran espíritus de mariposas? Me entristecí un poco porque no pude atraparlas, y sólo entonces me giré con curiosidad a ver a quién había encontrado.

-Bonjour -saludé, apareciéndome frente a él y haciendo una linda reverencia, tomando uno de los bordes de mi blanco vestido el cual ondeaba con una brisa inexistente- ¿Le hice daño? -le pregunté, notando por su presencia y poder que era un ser igual que Atsushi- Es un krusnik... ¿cierto?

Le sonreí de forma amable luego de preguntar, sintiendo que en veces se levantaba un viento helado que revolvía un poco mis cabellos y los suyos, así como mi vestido blanco. Entonces tomé su mano, arrastrándole conmigo hasta el mausoleo que estaba junto a nosotros, y cuya puerta había abierto con una orden mental.

-Hace frío, ¿no lo sientes? Aquí es mejor -le dije, soltando su mano cuando entramos ambos.

Sintio el toque de aquella mano inexistente, energia pura, particulas que se concentraban gracias a la fuerte voluntad de un fantama, un pequeño y debil espiritu que le hablaba, que se sentia viva. No hablo, incluso cuando la pequeña le sonreia y el la observo con curiosidad.

-Si-dijo al fin cuando entraron al mausoleo, mirandola extrañado pues para el el frio o el calor eran cosas que no apreciaba correctamente, debido a sus años y a la dureza de su piel- Es curioso que un espiritu como tu sigua con "vida".

Comento, miranod fuera de la cripta, sacando un cigarrillo, encendiendolo.

Le observé con ojos curiosos, encendiendo con mi energía las velas que estaban repartidas en aquel mausoleo e iluminando su rostro y el mío de paso. Nuestros rostros parecían los de muñecos perfectos, aunque el suyo era más bonito y se veía muy suave. Sin embargo, sabía que no era así porque al tocar su mano, había descubierto que su piel era muy dura.

- ¿A qué te refieres con "siga con vida"? -le pregunté con curiosidad, ladeando un poco el rostro mientras no dejaba de mirarlo con una sonrisa tierna- Yo siempre he estado viva -le dije, mirando hacia afuera del mausoleo, viendo el viento otoñal revolver las hojas secas que caen de los árboles como si de nieve de colores se tratase- Me gusta el otoño, es muy bonito -comenté, abrazándome a mí misma sin saber muy bien por qué.

No podía sentir el frío como las demás personas, para mí más que algo físico era algo espiritual. Pero me imaginaba que hacía frío, por la forma de desatarse del viento, la forma en que los árboles se mecían y las mariposas desaparecían.