Prelude - priv -

Concentrar todos sus poderes en atraer más y más gente a los locales de Caim la hacía cada vez más poderosa (igual que a Caim), pero también era agotador y de vez en cuando necesitaba unos minutos en aquél lugar para observar la oscuridad en silencio y a los humanos que transitaban alrededor.

Llevaba un vestido blanco y largo al estilo griego, con un hombro descubierto y el otro con un suave bordado en hilos de oro que sujetaban el vestido. Sus pies se movían sigilosamente y se percató de otra presencia en cuanto el aire frío del exterior golpeó su piel.
Se acercó con cuidado, observando a la distancia al ser que permanecía sentado allí en medio de la nada con el rostro inexpresivo.

-No sabía que otros seres conocían este lugar –dijo sonriendo con suavidad. Lo observó con detenimiento, con los ojos turquesa afilados como los de un gato. Era un lobo, su aura se lo decía-. ¿Nuevo en la ciudad?

Rió ligeramente sin alterar la paz del lugar. Había llegado allí para inspeccionar el lugar y reunir sus energías. Le parecía divertidísimo que fuese en ese lugar, por eso lo había elegido. Aunque sabía que sería un gran revuelo si alguien más notaba su presencia.

Los pecados no son bien recibidos en el Vaticano y ellos ni siquiera sabían que ella estaba haciendo alboroto en su propia casa. Los de su raza morirían de risa.
El licántropo seguía sumido en sus pensamientos hasta que le observó.

-¿Alguien como yo? –susurró sensual caminando elegantemente hasta donde él se encontraba-. ¿Y qué soy además de una mujer que pasea en la oscuridad? –sonrió con los ojos turquesa oscurecidos por las nubes-. De negocios o algo así… oh, qué descortés de mi parte, mi nombre es Angie –sonrió extendiendo una larga y delicada mano.

Rió ante el comentario, era cierto, en los últimos años nada era lo que parecía.
Observó su postura y sus elegantes movimientos y cómo le besó la mano. Un lobo inglés, ahora era cuando se alegraba de estar en ese sitio. Sonrió e hizo una leve inclinación en respuesta.

-Un chico inglés, eso es encantador –le sonrió con suavidad y asintió-. También es un placer conocerte, oh y claro que puedes llamarme Angie, si me dejas llamarte Dennis. ¿Te importa si te hago compañía un momento?

Le gustaba ese lugar, no por donde se encontraba, sino más bien porque estaba lo suficientemente oscuro y tranquilo como para que ella pudiese descansar un momento. En los últimos meses había estado usando su poder como no hacía en miles de años y necesitaba un momento.

Se sentó a su lado con suavidad y observó la oscuridad alrededor. Lo observó y rió mientras él se disculpaba por hablar sobre sus problemas. Negó con la cabeza y le restó importancia con un movimiento de su mano.

-No te disculpes –le sonrió con suavidad, antes de recostarse sobre el suelo con elegancia, para observar el cielo-. ¿Puedo preguntar por qué es exasperante? –preguntó con curiosidad, se preguntaba qué clase de vida tendría-. ¿Una familia?

Los demonios respetaban la sangre y los “linajes” pero no tenían una familia. Se reían de ese tipo de cosas, al igual que del incesto.

Negó ligeramente con la cabeza, ante su pregunta de si le molestaba que fumase y escuchó su respuesta. Estaba allí para escapar por un rato de su vida y encontrar algo diferente.
Pues vaya que has encontrado algo diferente, pensó y sonrió con suavidad.

-Estoy aquí porque me gusta el silencio de este lugar -sonrió a la oscuridad-. Además me resulta muy divertido venir a este lugar y pasear bajo las narices de los ángeles.

Hizo una mueca divertida y observó a su acompañante.
-Supongo que también estaba destinada a encontrar algo diferente -lo observó y acercó una mano lentamente hacia él antes de que una pequeña llama de fuego encendiera su cigarrillo.

Rió resuelta y asintió finalmente.

-A veces tienes que agregarle emoción o se vuelve demasiado monótono –dijo observando su sonrisa egocéntrica, el chico definitivamente le caía bien-. Es divertido saber que puedo pasearme por aquí y darles un buen susto –susurró lamiendo sus labios lentamente.

-¿De dónde eres? –preguntó finalmente, curiosa del porqué un lobo estaría en el vaticano de todas formas. ¿Pertenecería a alguna organización?-. ¿Puedo preguntar cómo fuiste convertido en lobo? -sonrió de costado, tantos siglos vagando por el mundo le enseñaron a reconocer cada especie a simple vista.

-Un lobo de Londres –susurró pensando en aquella ciudad llena de callejuelas que había recorrido muchas veces en siglos anteriores. Se alegraba de que aquél lobo no intentase ocultar su condición, al fin y al cabo era estúpido intentar parecer inocente en un lugar como ese.

-¿Un accidente? –sonrió enseñando los dientes y lo observó- Los accidentes no existen en este mundo querido –susurró con voz grave-. Aquí solo existe el destino. –se encogió de hombros y observó las luces resplandecientes a lo lejos.

Un momento después observó a su acompañante y sonrió ligeramente.
-Puedes preguntar lo que desees, supongo que tienes curiosidad.

-Todo el mundo tiene charlas con el destino de vez en cuando –rió observándolo un poco. Quería que le contase su historia, realmente no había mucho que contar, ¿o sí? Tampoco tenía sentido mentirle.

-¿Mi historia? Es bastante simple y al mismo tiempo compleja –susurró y cerró los ojos un momento-. Existo desde que el mundo es mundo y desde los inicios del tiempo –abrió los ojos solo para observar su reacción y le sonrió-. Soy un demonio, aunque supongo que eso ya lo sabes, aunque aún no sé si sabes qué tipo de demonio soy –susurró acercándose peligrosamente a él, liberando aquél aroma delicioso que atraía a todo el mundo mientras sus ojos se clavaban en los suyos manteniéndolo hipnotizado por unos eternos segundos. Presionó ligeramente los labios sobre los suyos y se apartó volviendo hacia su lugar.