Viaje a Finlandia

El ferry está lleno de gente. 
Han pasado meses desde la última vez que me aventuré en una multitud, permanentemente distraída por lo diferentes que son unos de otros, por lo que hablan, lo que hacen. 
Dearg estaciona su moto en el primer nivel y lo veo subir hacia cubierta, mucho más enérgico que hace un par de días.

Lo sigo despacio, mirando a mi alrededor. Hay familias con niños pequeños en cochecitos, envueltos en cobijas y gorros. Hay jóvenes compartiendo chocolate caliente y recuerdo un viaje a Francia y a un joven estudiante de literatura. El recuerdo me hace sonreír, y me acerco a comprar uno. 

Es en ese momento en el que siento un tirón. Como si alguien estuviera halando de mí, no con fuerza, pero si con insistencia. 
Pago rápidamente mi bebida y subo a cubierta, y lo veo a él apoyado en los barandales. El viento lo ha despeinado un poco a pesar de traer el cabello en una coleta. Bajo el sol, incluso oculto entre las nubes, su cabello resplandece en un rojo muy profundo. Siento mi rostro sonrojarse, y en esas, me voltea a ver.

No bajo la mirada, camino hacia donde él está. Trae un gesto de molestia en la cara y yo exhalo. No, no va a ser un viaje cómodo. Pero acepté venir, y debo hacerme a la idea.

"Linda vista, ¿no es así?", le pregunto, apoyando mis brazos en la baranda mientras sujeto el chocolate.

"Hm, debí traerte uno", le digo, mirando mi vaso en sus manos. No se lo pido de vuelta, y me quedo un momento en silencio. Y si Dearg me pide que lo deje solo a mitad de camino? O ni siquiera ahí, antes. Al llegar a Bélgica. 
Me digo que no sería problemático dejarlo ir y que continúe solo, pero sé que no es el caso.

"Dearg, recuerdas como es? Digo, físicamente?", le pregunto sin decirle de quien hablo porque no hay necesidad. Llevo un par de horas pensando en ello, y es posible que podamos encontrar un rasto del vampiro que busca por Europa. Solo necesito confiar en su memoria, o arriesgarme a hurgar en ella para encontrar una imagen.

"Bien, bien", le digo, y pongo una mano en su espalda sin darme cuenta. Seguramente de aquí a Finlandia habrá podido recordar algo más concreto. La mención de las chapas me da esperanzas. Tal vez podrá recordar el nombre en ellas, y tal vez eso nos de indicación de algo. 
O se las pudo haber robado. Cualquier opción es posible.

"Estoy acá no más para traerte bebidas calientes?", le digo mientras regreso con un bizcocho y un café latte en la mano. 

La espalda me mata, la cabeza me da vueltas, tengo sueño y náuseas.

Pero no me sentía tan vívida desde hacía años.

Dearg sigue junto a la motocicleta, a pesar de haberle insistido a entrar a comer conmigo. O por lo menos a hacerme compañía. Su mala cara es, de cierta forma, bienvenida y la encuentro agradable. Tal vez al final de éste viaje su rostro haya cambiado. Tal vez al final de éste viaje haya encontrado lo que busca.

"Gracias", le digo con un bufido y me acabo el bizcocho. 
"Sería bueno comprar algo de comida para el camino. Tu que crees? Sé que no necesitas eso a diario pero...", no acabo, y me bebo el resto del latte. 

Quisiera saber si tenemos una ruta fija. Algo. 
La meta es Finlandia pero en el camino debemos poder encontrar migajas de éste individuo por ahí. La región está llena de vampiros y licántropos. Es más una zona hostil para mi que para Dearg, aunque todo el asunto territorial también va a ser complicado de manejar. 
Exhalo, y trato de recordar si conozco a alguien aquí.

Exhalo y arrugo el papel.

"Si, si, compraré cosas para mi. Supongo que tu puedes arreglártelas en el camino", comento, y saco mi monedero.

A la mención de dormir, tengo que pensarlo un momento. ¿¡Qué tan importante es parar y buscar una cama? Recuerdo viajes con noches en vela y siento que lo mío es estar fuera de práctica. Podría quedarme dormida aferrada a él, algún hechizo de tantos debería ser útil para no caer y romperme el cráneo en el camino.

"Vamos, procuraré no caerme de tu moto en movimiento", le digo en chiste.

Cuando salgo del baño veo a una muchacha de cabello rubio y ojos azules caminando hacia mi. Me esboza una suave sonrisa y la encuentro bellísima, y yo salgo al estacionamiento para encontrarme a Dearg rodeado de gente. Hay otra chica, parecida a la que acabo de ver, y tres muchachos que charlan animadamente con él.

Animadamente.

No me acerco al grupo y me siento en una mesilla junto a la tienda, y los observo fingiendo desinterés. La chica está junto a Dearg y coquetea con él. Descaradamente. 
Y Dearg le sigue el juego.
Siento que me hierve un poco la cara y que mi ceño se va frunciendo de a poquitos, y me falta nada para darme una palmada en la mejilla porque, ¿de verdad? ¿voy a ponerme celosa de una fulana que le hace ojitos a un tipo que conozco hace poco menos de una semana? 

La otra chica sale y agita una mano hacia el grupo, y se aproxima a ellos. Todos charlan animadamente, incluso Dearg. Me toma un momento darme cuenta que es solo un acto, cuando voltea a verme y me guiña un ojo.
Yo me cruzo de brazos y saco un bocadillo de la maleta. 
En momentos como éste me gustaría no haber olvidado como comunicarme con su mente.

Sonrío y saludo a todos. Las chicas hacen mala cara cuando me ven tan cerca de Dearg y no puedo evitar el pequeño sentimiento de satisfacción que se asoma en mi pecho.

"Claro, estaría bien! La carretera ha estado un poco sola los últimos kilómetros y caería bien algo de compañía", contesto y me acomodo la mochila. 
Los chicos del grupo asienten y hablan entre ellos, y deciden comprar algo de provisiones para el viaje, lo que nos deja a Dearg y a mi en medio del estacionamiento.
Me separo un poco de él y lo veo, con mis brazos cruzados. 

"¿Te importaría decirme qué tramas?", le pregunto.

Exhalo y estiro mis brazos sobre mi cabeza. No sé si preguntar más. 
Sé de su naturaleza y sé precisamente que no va a alimentarse de Twinkies y barras de granola por el camino, y esa simple frase me da a entender muchas cosas. Por primera vez en mi vida me siento cómplice de alguien. No es poco común escuchar noticias de campistas encontrados muertos y sin una gota de sangre como evidencia del crimen, y no es como si los causantes fueran perseguidos arduamente. No vemos una matanza colectiva desde hace una década, a lo sumo.

"No puedo creer que vaya a decirte ésto Dearg, pero, ¿necesitas que haga algo?", le pregunto, con los brazos a los lados.

"Está bien, supongo. Solo... avísame, cuando, ya sabes. ¿Cuando vaya a pasar?", digo, y me sale tan inseguro que hago un mohín de disgusto.

Los viajeros salen de la tienda con varias bolsas y uno de los chicos se acerca y me ofrece una barra de chocolate, con una tímida sonrisa en el rostro. Yo la acepto y le respondo con la sonrisa más coqueta que tengo, mientras que para mis adentros solo puedo decir que bien podría ser yo su abuela. 

Las chicas se acercan a Dearg y de nuevo comienzan a charlar. Es sencillo acordar con ellos una ruta, y luego de varios minutos, estamos en marcha de nuevo, siguiendo a la camioneta. 

Ésta vez si me aferro firme de Dearg.

Se llama Stephen y tiene veintitantos. Es rubio, alto, de ojos verdes y sonrisa despampanante, cosa que hace unos treinta años habría bastado para darle mi total atención.
Pero es un menudo mentecato.
Habla y habla y habla, de su familia millonaria y sus viajes alrededor del mundo, y de cómo ésto es una aventura más para anotar en su haber.
Sonrío y asiento, pregunto lo que debo preguntar en el momento justo, y trato de apartarme de él despacio, pero parece ser inútil porque sin darme cuenta, termina pasando un mechón de mi cabello tras mi oreja.

Es ahí cuando escucho a las muchachitas éstas hacerle tal proposición a Dearg, y volteo a verlo, incómoda y fastidiada por éste muchachito, y por las niñitas regaladas.

"Ojalá las dejes secas", pienso, y le doy una tímida sonrisa. Sin embargo, mis ojos hablan más. Dearg asiente y sonríe también.

"Ven Carter, vamos a ver las estrellas", me dice Stephen con una sonrisa. Yo sigo el juego, tomo su mano, y dejo que me guíe hacia la fogata que los otros chicos han iniciado ya.
Dearg va tras de mí, con las rubias a cada lado.

Stephen continúa hablándome y yo finjo poner atención. El ambiente, a pesar de la situación en la que todos nos encontramos, ellos sin darse cuenta, es agradable. El cielo ha despejado y las estrellas brillan claras y firmes allá arriba. Tal vez lo disfrutaría de estar sola. 
Las muchachitas están alcoholizadas y están sobre Dearg. Sería divertido verlas pelear por el, tal vez. 
Sacudo mi cabeza.
No, no es forma de pensar. Nunca había pensado así antes sobre alguien, y la sensación me estremece un poco. Pongo una mano sobre la de Stephen y sonrío.

"Me siento algo cansada, voy a dormir", le digo sin más y no espero a que diga palabra, me levanto y camino hacia el pequeño hotel de carretera. Dearg, sin embargo, me sigue con la mirada y yo lo encuentro.
Asiento.

"Te estaré esperando", trato de decirle en mis pensamientos, y no me detengo a ver si resulta o no.