Under the Rain - Privado

-suena tentador-  respondió notando que el también revisaba sus heridas, vaya día, -pero no quiero dormir- reprocho con los ojos cerrados, casi al instante que se lo propusieron notando que podía sentirle a su lado de nuevo, no solo porque la cama se había hundido a su lado, abrió los ojos mirándole a su lado, la pregunta le saco una sonrisa, - no, realmente no, mi padre no me lo permitía, el perro se ponía terco y era el quien cuidaba de mi durante el día, no muy bien que digamos – dijo señalando múltiples cicatrices en su pecho de las innumerables veces que se había herido tras trepar un árbol o simplemente correr sin cuidado entre los escombros -siempre alegaba que no quería verme con la piel traslucida como la de la princesita – intento imitar su voz ronca y socarrona sonriéndose ante los buenos recuerdos, sus miradas se cruzaron apenas unos segundos antes de verse obligado a cerrar los ojos cuando le despeinaban, riéndose e incorporándose intentando reacomodar su cabello, -eso es porque eres un suicida- le acuso mostrándole la lengua mientras que sin mucho éxito intentaba desenmarañar su cabello, ya lo tenía bastante largo y cada vez le costaba más mantenerlo.

- mi padre le tenía pavor al sol, por eso cuando el perro se fue yo ya no pude salir, solo de noche y…vamos de noche…siendo humano no tiene mucha gracia – se quejó rindiéndose ante el nudo que no quería salir,  dirigiéndole una mirada acusadora al vampiro, -disculpa que lo pregunte…-se quedó unos segundos con aire pensativo – olvídalo no es nada -, mintió, volviendo a intentar pasar los dedos entre su pelo sin que se quedaran atorados, le causaba curiosidad saber por qué buscaría exponerse al sol, a sabiendas que era dañino para ellos, pero no quería llenarlo de preguntas incomodas.

-podrías ser mi abuelo con la edad que tienes- bromeo intentando desviar el tema.

Alcé una ceja con aire pensativo, me parecía algo deprimente que incluso en su vida humana se hubiera visto limitado a no disfrutar del sol y el día, de esa fatal luminosidad que a los vampiros tanto daño nos provocaba y que aún así, la mayoría ansiábamos con vehemencia. Cerré los ojos nuevamente sin preguntarle a quién se refería cuando hablaba de "la princesita", ya sabía a quién se refería dado que antes había estado en su mente. 

Sonreí con sarcasmo cuando me llamó suicida, no que el término me viniera mal. Retiré el antebrazo de mis ojos cuando se arrepintió de preguntar, viéndole con una ceja alzada esperando a que continuara. En cambio, sólo desvió el tema, desenredando sus largos cabellos con los dedos. Me encogí de hombros, si no quería preguntar no le obligaría y estaba más que seguro, de que la respuesta no sería del agrado de ambos, lo sentía. Su siguiente afirmación, me hizo lanzar una fuerte carcajada.

-Lo cierto es que ya tengo más nietos de los que quisiera -comenté entre risas, recordando mi encuentro con Adrián, la forma en que había tomado su frágil cuerpo, el morbo y la excitación por el hecho de que era mi tatara nieto y por su enorme parecido a mi dulce criatura cuando recién le conociera. Exhalé un suspiro moviendo la cabeza, desechando ese recuerdo y la amarga preocupación de saber si estaría bien, tan pequeño y perdido, siempre sufriendo sin motivo alguno. Adrián era todo un caso. 

-Pero no estoy tan viejo, conozco a vampiros con milenios encima -dije con elocuencia, sonriendo divertido. Me incorporé sentándome en la cama con las piernas cruzadas, y tras mirarle y pensarlo un momento, estiré mi mano acariciando sus mejillas y delineando sus labios con mis dedos, para finalmente, desviar el camino hacia sus cabellos, ayudándole a peinarse-. Lo primero que haremos cuando vuelva a atardecer, será conseguirte un cepillo para el cabello, dulce Rapunzel -bromeé, desarmando sin problemas una pequeña maraña de pelo.

Le gustaba verlo sonreír y reírse, torciendo una mueca cuando parecía írsele la felicidad de entre los dedos, y luego volver a sonreírle.

-Que los conozcas no te quitan años – murmuro viéndole de reojo sentarse también en la cama, a los pocos segundos sintió su tacto, suave, sobre su mejilla, luego sobre sus labios, casi adivinando lo que sucedería después soltando un ligero suspiro decepcionado.

-Solo si el cepillo viene con una torre, y de paso un dragón ¿por qué no? – respondió siguiéndole el juego, notando que sus dedos eran más hábiles contra los nudos, y el apenas y había logrado deshacerse de uno.

-Al menos tienes nietos,  de mi familia creo que solo quedo yo, la princesita se esfumo, el perro desapareció, mi madre murió, y mi padre…mi padre posiblemente también este muerto, o quien sabe, mi madre tenía un don para meterse en situaciones extrañas, y salir completamente ilesa para contarlo – guardo silencio unos segundos notando su error – cuando yo nací, Matthew dijo que todos estaban sorprendidos, me parecía tanto a él, pero yo no soy su hijo, al menos no de sangre – rodo los ojos – esa mujer estaba loca – concluyo dándole la razón a sus padres adoptivos.

-¿cómo fue tu vida humana? – Pregunto curioso –seguro que mejor y menos revuelta que la mía - 

-No me los quitará, pero es un consuelo. Soy de espíritu joven -bromeé desenredando su cabello con dedos hábiles, hacía mucho, realmente mucho tiempo que no hacía algo así, entretenerme en cabelleras ajenas. Evité pensar en ello y sólo le escuchaba, sonriendo de lado cuando me siguió el juego. Escuché cómo había perdido a su familia y suspiré brevemente, no sabía si era su edad o la inocencia que destilaba, pero como fuera... 

Era demasiado joven para haber pasado por tanto. Su historia me recordaba a mi niña protegida. 

-Mi vida humana... -mis ojos se ensombrecieron y dejé caer ambas manos sobre mis piernas, cerrando momentáneamente los ojos. Recordando el fuego, los gritos de agonía, el olor a carne humana chamuscada. Al abrirlos, el halo de oscuridad que había caído sobre ellos había desaparecido-. No es algo muy agradable para recordar. Antes las cosas eran muy diferentes, más crueles y salvajes.

Guardé silencio y volví a recostarme, mirando el techo, sintiendo el amanecer cercano, en una hora al vez Leigh ya estaría dormido y yo, procurando descansar sin tener pesadillas. Llevé una mano al crucifijo en mi pecho sintiendo la suave madera, sujetándolo con firmeza-. Deberías prepararte ya para dormir.

Chasqueo la lengua cuando se quedo todo en silencio, mirándole, bajando la mirada sintiéndose culpable al preguntarle.

-No era mi intención – murmuro al verle recostarse de nuevo y sujetar el crucifijo, se sentía impotente y solo asintió con la cabeza pese a que realmente no quería dormir, volvió a recostarse en silencio, acurrucándose a su lado, colocando su frente contra el hombro del vampiro, buscando demostrarle que no estaba solo, esperando que eso le reconfortara de algún modo como lo había echo con el cuando se desmorono ante el recuerdo de su padre.

-¿hay algo que pueda hacer para que te sientas mejor?...además de dejar de preguntarte cosas- 

-Tranquilo muchacho, todo está bien -murmuré desviando la mirada hacia él, soltando el rosario de madera y pasando mi mano bajo sus hombros medio abrazándole atrayéndole hacia mi pecho. Acaricié sus lacios y sedosos cabellos calmándome con aquel gesto y me incliné a besar su frente.

-Sólo deja que te abrace y procura dormirte, cachorro, estoy agotado -murmuré abrazándole con mi otra mano, pasándola por su cintura y atrayéndole sobre mi cuerpo, dejándole sobre mi pecho. Acaricié su mejilla y aparté unos cuantos mechones de cabello de su rostro, mirándole intensamente, decidiéndome finalmente a besar la comisura de sus labios, midiéndome, controlando al máximo mis movimientos.

Se quedó en silencio, sin creerle por completo, cuando le atrajo hacia su pecho se sobresaltó cuando casi por error toca el rosario, quería ver que tanto guardaba, pero no de esa manera, al menos no por ahora, le sintió calmarse volviendo a sentirle cálido, pasando su mano por sus cabellos y depositando un beso en su frente.


Sin oponer resistencia dejo que le abrazara y le atrajera hacia él, sonrojándose cuando le dejo encima suyo, sonriéndole suavemente cuando acaricio su mejilla y acomodo sus cabellos, ahí estaba esa mirada de nuevo, aunque esta vez fue un beso, que para él, parecía perdido, se acomodó sobre su pecho, medio cruzando su brazos, dejando descansar su barbilla sobre sus manos de ese modo le podía ver, le devolvió la mirada unos segundos y luego se inclinó besando sus labios.

-Eso es porque eres un anciano…Descansa – murmuro sintiéndose como un pequeño gato acurrucado sobre el pecho de su amo,  usando como almohada sus propias manos, cerrando los ojos sin ninguna intención de dormir.

-No me digas anciano, cachorro -gruñí viéndole, apretando un poco mi abrazo en torno a su cintura aunque no con la suficiente fuerza como para hacerle daño, sí le hice crujir un poco sus frágiles huesos.

-Sino, tendré que darte una lección -añadí cerrando los ojos, esperando poder descansar aunque lo dudaba, últimamente las pesadillas me atormentaban tanto como en mis primeros siglos de vida. 

Noté que había evitado tocar el rosario y adivinando el por qué, me lo quité dejándolo a un lado pues no quería que viera aquel pasado terrible, los recuerdos que el crucifijo de madera ocultaba eran demasiado fuertes para que pudiese procesarlos. 

Volví a abrazarle rápidamente, acariciando su cintura disfrutando del tacto de su piel caldeada por el reciente consumo de sangre y suspiré, desterrando las ideas que acudían a mi mente, de todo lo que podría hacerle sobre esa cama una vez le quitara toda la ropa.

Gimió cuando le aprisiono haciéndole tronar buena parte de la espalda, se lo merecía y lo sabía, mostrándole la lengua de manera desafiante pese a que no le veía.

-Si no es verdad entonces por qué te molestas – murmuro notando como se quitaba el rosario y lo dejaba a un lado, desviando la mirada unos segundos al crucifijo, su mente se debatía entre esperar, o verlo por sí mismo cuando se descuidase, estremeciéndose cuando sentía sus manos recorrer su cintura, pegando más su cuerpo al de él, en un acto reflejo de huir de sus manos, nunca le habían tocado de esa manera ni había estado tan cerca de otra persona que no fuese su padre, suspiro temblando ante el recuerdo de los pensamientos del humano, sonrojándose cuando su mente le jugo una broma y en lugar del rostro del humano veía el de Alexandre.

-Porque me haces sentir viejo -murmuré dejando salir una breve risa contenida, notando cómo temblaba y se estremecía, deteniendo mis caricias sobre su piel.

-¿Te incomodan mis caricias? -Pregunté mirándole, sonriendo de lado al verle totalmente ruborizado preguntándome en qué habría pensado. Estuve más que tentado de leer su mente pero me contuve, pues no me parecía correcto ni noble contra su persona.

En cambio, me incliné nuevamente sobre él y le besé los labios, degustando su sabor, aunque fuera un beso breve, sonreí, era suficiente. Lo que menos quería era asustarle, debía recordármelo, no quería cometer errores.

-Muy joven tampoco eres – murmuro apenas, casi seguro de que su risa la provocaba el estado en el que se encontraba, ruborizado y temblando.

Negó con la cabeza en señal de respuesta, no le incomodaban, al contrario, le agradaban, pero todo era nuevo para él.

Busco su mirada, esperando alguna explicación pero recibió un beso, suspiro, mordiéndose el labio inferior, soltándose del abrazo para sentarse sobre su abdomen, le miraba por entre sus cabellos que le cubrían parte del sonrojado rostro, apoyando sus manos en su pecho hasta bajar y besarle introduciendo su lengua jugando con la de su mayor, para luego romper el beso y susurrar por encima de sus labios –Pensé que estabas cansado- 

Gruñí porque se seguía metiendo con mi edad, cosa que en el fondo sí que me acomplejaba, y le miré fijamente cuando se sentó sobre mi abdomen, mirándome a través de sus cabellos, luciendo demasiado sensual y tentador, todo un deleite a la vista. Correspondí a su beso enredando mi lengua con la suya, acariciando su cavidad reconociéndola, quedándome con su sabor.

Entrelacé mis dedos en sus cabellos y le sujeté por las caderas, casi ronroneando como respuesta a su comentario-. Bueno, aún me queda algo de energía -susurré atrayéndole hacia mí otra vez, besándole de forma pasional, girando sobre su cuerpo quedando él debajo de mí, aunque me aseguré de que mi peso no le aplastara y se concentrara en mis rodillas.

Sonrió ante su respuesta, volviendo a estremecerse cuando le tomo por los cabellos, y le sujeto las caderas, respondiendo el beso con la misma intensidad, ahogando un jadeo cuando termino contra la cama, le rodeo el cuello con los brazos atrayéndole hacia el, quería sentirle cerca, su respiración se había agitado y su cuerpo temblaba, apenas y podía reconocer esas nuevas sensaciones, su piel parecía mas sensible de lo normal, pero no le desagradaba, rompió el beso con las mejillas sonrojadas y mirándole, sus ojos parecían hablar por si solos denotando su miedo y curiosidad, mientras que su cuerpo comenzaba a responder por si solo, desviando la mirada.

Él rompió el beso y como respuesta a su mirada, llevé mis labios a su cuello succionando su piel, lamiendo luego en donde se había enrojecido debido al chupón. El sabor de su piel resultaba delicioso y adictivo, y mi mano recorría la piel de su cadera y subía por su cintura recorriendo sus costados, pero luego de un momento me separé, estábamos llegando demasiado lejos.

-Deberíamos meternos bajo las mantas -sugerí viéndole a los ojos, sentándome en la cama y alejándome de él. Me quité la camisa negra y me llevé ambas manos al rostro, terminando por echar hacia atrás mis cabellos. ¿Qué demonios se suponía que estaba haciendo? 

Obviamene Leigh era un chico virgen, o al menos un primerizo, eso podía verlo en sus ojos y reacciones. Y yo no quería jugar con él, o hacerle pensar que sólo quería tener sexo y luego le dejaría. Suspiré y me metí bajo las sábanas invitándole a hacer lo mismo.

Cerro los ojos sintiendo los labios sobre su cuello, luego un ligero ardor, y su lengua recorrerle, a la vez que sentía sus manos acariciar su cuerpo,  ahogando un suspiro, recorriendo su espalda y a la vez pegándosele mas, casi gruñéndole cuando se separo de el.

Le reprocho con la mirada el echo de que se alejara, al poco viendo como se quitaba la camisa y se llevaba las manos al rostro echando su cabello hacia atrás, haciéndole dudar por unos segundos, desviando la mirada, sentándose al borde de la cama, retirando su calzado, y dejándolo despreocupadamente caer al suelo, gateando de regreso y metiéndose bajo las sabanas volviendo a acurrucarse a su lado, tapándose el rostro con una mano, sin saber si realmente quería continuar o simplemente detenerse.

-yo…es…es mi primera vez- balbuceo apenado, riéndose de si mismo y su confesión.

Lo abracé cuando regresó a mis brazos y le oí balbucear, mordiéndome el labio inferior, era tan tentador, como un fruto prohibido-. Lo sé -contesté simplemente, besando sus cabellos.

-No quiero obligarte a nada -dije a continuación, dejando una leve caricia sobre su mejilla apartando su mano, quería verle, así tan sonrojado, tan dulce e inocente y fácil de corromper. 

-Tampoco quiero que sientas que me aprovecharé de ti -puntualicé tomándole por la barbilla haciendo que me mirara a los ojos, inclinándome para besarlo una vez más de forma dulce y lenta, quería que se sintiera protegido a mi lado, que confiara en mí. Y a la vez, quería confiar un poco más en mí mismo, pues temía caer en la tentación de sus virtudes y poseerle, hacerle completamente mío aunque recién le conociera.

“Lo sé” le escucho responder, sin burla ni nada, pensando en que era obvio por su comportamiento, se quedó serio mirándole y dejando que le apartase la mano con la que cubría su rostro, el gesto le parecía dulce, comprensivo, quedándose en silencio, escuchándole y preguntándose a sí mismo porque había llegado a esa conclusión, este beso era distinto a los anteriores, más lento, y  poco a poco sus miedos se iban, sintiéndose protegido, cuando el beso termino se quedó viéndole a los ojos.

-No me has obligado a nada – murmuro mirándole con ternura, acariciándole la mejilla –y dudo llegar a pensar que te aprovechaste de mí, o que lo llegarías a hacer en algún momento –hizo una pausa dudando si continuar – si me acerque a ti y te deje acercarte, es porque…no, realmente no lo sé, supongo que fue curiosidad, lo que si se, es que tu no me harás daño, me protegiste aun sin conocerme, y aun lo sigues haciendo – suspiro escondiéndose en su pecho – no tengo razones para desconfiar de ti, para temerte u odiarte, y no creo llegar a tenerlas -

Fruncí el ceño con sus palabras, tanta entrega por su parte, tanta confianza sin nada a cambio, pues a mí así me lo parecía, me sacaron un poco de onda. 

Suspiré largamente pues me daba la impresión de que Leigh actuaba inmaduramente y no me ayudaba a cuidarle de mí mismo y mi depredador interior, pero sobre todo, lo que me sacaba de onda era el parecido de sus palabras con las primeras declaraciones de mi única y desdichada criatura, Anssi, en su momento, también había confiado en mí, plenamente, y ahora, el odio que me profesaba opacaba cualquier sentimiento cálido que de él pudiese salir. Se había vuelto frío, manipulador y rencoroso, y todo eso sólo era por mi culpa, por haberle convertido, por haber sido egoísta.

-No digas esas cosas, cachorro... Nadie sabe lo que depara el destino, tus emociones hacia mí podrían cambiar en cualquier momento. Con sólo saber poco más que mi nombre -murmuré en voz baja, soltando su barbilla y mirando el techo, recorriendo sus cabellos y su espalda con gesto protector-. Sólo nunca olvides que te protegeré si me necesitas, aunque en el futuro creas que es una mentira. Me gustas mucho, pequeño, y no quisiera hacerte daño jamás.

Gruño levemente, -Para de decirme cachorro –bufo, ahora siendo el quien se fastidiaba al señalarle su edad – Que sea joven no quiere decir que no se el peso de mis palabras, no me subestimes solo por mi edad – se separó de el bastante molesto , sentándose en la cama mirándole a los ojos con su semblante completamente serio – háblame de ti, del por qué piensas que un futuro dudare de ti, del por qué piensas todo eso –soltó mordiéndosela lengua notando que había terminando por explotar, respirando profundo intentando calmarse, desgraciadamente había sacado el mal genio de su padre, desvió la mirada maldiciéndose a sí mismo.

-Yo confió en ti – murmuro volviéndose a dejar caer a su lado –si prefieres no hablar está bien, a final de cuentas puedo ver quién eres y todo lo que escondes si me lo propongo – bufo cerrando los ojos

Explotó en un arranque de mal humor pero no me inmuté, ya me lo esperaba en cierta forma. Guardé silencio a sus palabras mirándole a los ojos todo el tiempo, buscando leer a través de ellos, alzando una ceja cuando gruñó amenazando prácticamente con averiguar sobre mi persona por sus propios medios.

-Si quieres saber no te lo voy a impedir, pero te advierto que verás cosas horribles que podrían aterrarte o dejarte en shock -indiqué con voz calma aunque mi expresión era seria y fría, casi gélida. Me incliné sobre él pasando mi pierna por sus caderas, quedando sentado sobre su vientre con ambas manos en torno a su cabeza, acorralándole contra la cama.

-¿En verdad estarías preparado para ver lo peor del vampirismo en la persona que dices confiar? ¿No preferirías averiguar sólo lo bueno, lo que más te convenga a ti? -Inquirí, entreabriendo mis labios, dejando ver mis colmillos los cuales comenzaron a crecer peligrosamente. Me incliné sobre su cuello asestándole una mordida por sus palabras, sin hacerle sangre, sólo rozando su piel con mis colmillos.

Abrió los ojos ante la advertencia, su voz pese a ser calmada le resultaba bastante dura de escuchar, torciendo una mueca molesto consigo mismo, nunca podía callarse por tanto tiempo las cosas, sintiéndose acorralado cuando sentó sobre él, pensando rápidamente que buscaba ver su reacción,  si de ese modo podía convencerle de que sabía de lo que hablaba y que estaba seguro de sus palabras entonces lo haría, le sostuvo la mirada, y pese a que su instinto le dictaba que se alejara, se mantuvo ahí, sin mostrar miedo, confiaba en él, podía sentir su aliento y sus colmillos en su cuello, pese a eso se mantenía firme en su postura.


-Eh visto tantas cosas,  tantas muertes, vi morir a mi padre, y cada que toco algo por accidente puedo ver lo que esconde el pasado, tal vez al inicio me asuste…-confeso, suspirando  -es normal tener miedo …Y no, Alex, aun para mi es estúpido que una persona se conforme con conocer solo el lado bueno de alguien… solo déjame conocerte, ya conocí tu lado amable, ahora muéstrame el que me hará temerte – murmuro moviendo su cabeza hacia un lado, dándole más espacio – muérdeme si vas a hacerlo, confirma entonces tus palabras, hazme comenzar a odiarte de una vez, o déjame decidir si te odiare o no, no decidas por mi. - 

-No quiero que me odies -respondí tajante, besando la piel de su cuello y alejándome hasta quedar a la altura de sus ojos-. Pero no sería correcto no advertirte del riesgo que corres conmigo. Me alimento de vampiros como tú, incluso mayores de tu edad. Y de alguna forma siempre consigo destruir el alma de quienes dicen amarme o siquiera confiar en mí, la lista de gente que me odia es bastante larga. 

Lamí sus labios y le besé otra vez, separando sus piernas con facilidad y colocando mi rodilla contra su entrepierna, rozándole, mordiendo sus labios hasta hacerlos sangrar. Robé unas cuantas gotas de su sangre degustando su exquisito sabor, diferente a cualquiera que hubiera probado antes, único y tan tentador como su virginal cuerpo. Me separé al cabo de unos instantes sujetando su rostro.

-¿Cómo es posible que confíes tanto en un completo desconocido? ¿Acaso también me dejarías desnudarte y divertirme entre tus piernas? -cuestioné viéndole fijamente, restregando mi rodilla contra su entrepierna buscando estimularle o asustarle, no estaba seguro-. Este es mi lado salvaje, Leigh. Quiero poseerte hasta que amanezca, me muero por ser el primer hombre en tu vida. Quiero poseer tu alma y tu cuerpo y hacerte el amor como nadie hará jamás -murmuré con voz ronca, chocando mi aliento contra sus labios, aguardando su reacción.

Suspiro al escuchar su respuesta, incluso disfrutando del beso sobre su cuello, sonriéndole cuando le pudo ver de nuevo a los ojos, asintiendo.

-No eres el único que guarda secretos – murmuro recordando sus primeros años de vida, matando a todo aquello que se moviera, cuando murió su padre y se llenó de odio, cuantas veces le habían pagado para matar familias enteras y él ni siquiera había demostrado un signo de piedad.

Se sorprendió ante el beso y sobresalto cuando separo sus piernas y comenzó a rosarle la entre pierna, gimiendo cuando mordió su labio tan fuerte que le había echo sangrar, relamiendose el labio esperando que la herida sanase, su rostro se había sonrojado de nuevo, le parecía tan brusco, tan distinto, por unos segundos sintió un escalofrió, recordándose las palabras que le había dicho hacía apenas unos minutos, repitiéndolas para si en su mente “ Sólo nunca olvides que te protegeré si me necesitas, aunque en el futuro creas que es una mentira. Me gustas mucho, pequeño, y no quisiera hacerte daño jamás.”, volviendo a relajarse pese a la situación en la que se encontraba.

Le fulmino con la mirada cuando insinuó que dejaría que cualquiera se metiera entre sus piernas, y aunque quisiera evitarlo, su cuerpo reaccionaba ante los estímulos, respiro profundo tratando de relajarse, esa insinuación le había dolido, terminando por mostrarle los colmillos gruñéndole y sorprendiéndose por lo siguiente que dijo, su semblante cambio y sus ojos se llenaron de lágrimas, -imbécil – murmuro sonriéndole dejando que las lágrimas surcaran su rostro –si después de hacerlo solamente decides desaparecer… entonces te odiare -

Observé sus lágrimas con semblante imperturbable, en el pasado las lágrimas ajenas me habían desesperado y hecho entrar en pánico, y el dolor que me provocaban, era tal, que siempre terminaba por marcharme presa de ataques de ansiedad. Por supuesto con los años todo eso había desaparecido, pero el dolor, seguía allí, sólo por saberme culpable de esas lágrimas. Me incliné lamiéndolas y cuando hube limpiado su rostro, me acerqué a su oído, susurrando con voz suave, casi en un ronroneo:

-Te hice una promesa, ¿no es así? No me iré hasta que no me necesites -repetí cerrando los ojos, abrazándole. Había sido muy rudo con él pero quería que entendiera, que supiera a qué se estaba arriesgando, que no se engañara con una falsa imagen de mí. Quería cuidarle y quererle y que fuera sólo mío, pero ese egoísmo me había costado ya demasiado caro, y no quería que él tuviera que pasar por eso. 

Si tan solo, no me hubiera interferido en el salto del lobo, recibiendo yo el ataque en su lugar. Había actuado tan inconscientemente, que incluso a mí me sorprendía, pero este joven vampiro tenía algo extraño, algo que necesitaba. No quería usarle, y por eso, quería enseñarle esa parte de mí. 

-Si me odias estará bien, de todas formas te llevaré conmigo al refugio. Sólo quiero que entiendas, Leigh... Es probable que a mi lado no seas feliz -le advertí levantando la vista y limpiando sus lágrimas con mis dedos-. No quiero que llores por mi culpa. Jamás, pues nadie merece tus lágrimas.

Suspiro pues todo había acabado, y aunque su mayor se empeñara en limpiarle las lágrimas, estas volvían a brotar manchando su rostro nuevamente, aferrándose a su cuerpo apenas le abrazo, llorando en silencio.

-No te odio – murmuro–solo…déjame estar contigo –insistió, mirándole a los ojos, sujetando la mano con la que le limpiaba las lágrimas, -Yo quiero estar solamente a tu lado, de nada servirá si me llevas al refugio esperando que me olvide de todo esto y me siente ahí a ver el pasto crecer,  si haces eso probablemente yo vuelva a las ruinas antes de que te des cuenta – murmuro soltando su mano, limpiándose las lágrimas el mismo –¿en serio piensas que me metería con cualquiera? – cuestiono, pues  ese comentario le seguía doliendo y era probable que no se lo sacase de la cabeza si no se lo preguntaba.