Nuevamente perdido...

Zadkiel se vio obligado a frenar un poco su caída cuando escuchó de improviso una vez más la voz de Raziel, clavándose en su mente como una daga en su cuerpo, aunque ese breve momento de sorpresa fue escaso, demasiado, dado que Nyx seguía cayendo incosciente, pero con ese pequeño par de alas diminutas brotando de su interior. Con un impulso más de sus alas, Zadkiel voló más rápido, atrapando así al otro entre sus brazos, deteniendo bruscamente la frenética caída, respirando agitado y más acelerado de lo que había estado en no sabía cuánto tiempo.

―¡No tienes porqué forzarte a salir, idiota! ―exclamó irritado, sujetando ese cuerpo, sintiéndolo más frágil que nunca, acariciando con suavidad las pequeñas y diminutas alas, lo hacía con tal ternura que era realmente irónico, dado que gritaba y estaba realmente irritado, por ese acto de Raziel, que puso en un leve peligro su existencia y la de Nyx―. ¡Estás aún débil! ¡Y es claro que yo protegeré a Nyx mientras llega tu tiempo de salir!

Apretó un poco más fuerte el cuerpo humano de Raziel y trató de calmar su explosivo carácter, respirando más lentamente, contando números y hasta ovejitas de mierda todo en afán de recuperar la compostura que después de unos minutos llegó, e hizo que Zadkiel, como pocas veces, se inclinara hacía la frente de Nyx, depositando un beso, un beso fraternal y en el que también le cedía algo de su energía, para mantener estable a Nyx por la fuerza que sin duda debió costarle a él y a Raziel estar en esa forma. Sus alas nuevamente se envolvieron alrededor de su cuerpo y a los pocos segundos apareció en un jardín bastante amplio, a las espaldas de una de las más grandes capillas del vaticano. Ahí recostó suavemente a Nyx, aunque gruñendo aún algunas palabras de enfado que fueron menguando hasta que no quedó rastro alguno de ellas.

En silencio, se encogió de hombros y acarició los cabellos rebeldes y negros del otro.

―Oh, mierda ―susurró divertido―, mira que das problemas.

Pensó por unos instantes en preguntarle a Nyx si estaba siendo atraído por algo, una entidad oscura como quizás lo había sugerido Raziel, pero al verlo despertar en ese momento de perdición, hasta Zadkiel supo que éste no era el más adecuado, así que esperó a que el otro pudiera reaccionar adecuadamente para seguir sus locos interrogatorios en después de que se sintiera mejor.

―Estamos en un jardín, detrás de una iglesia ―respondió con un tono de voz un tanto ronco, quizás por sus gritos de apenas hacía un rato. Pero no dejó descansar su garganta, pues al escuchar la acusación de Nyx, Zadkiel no pudo evitar darle un golpe suave en la cabeza―. ¡Idiota, yo no hice eso, tú te desmayaste!

Cuando las cosas se calmaron y Nyx pidió que viera su espalda, Zadkiel apenas mostró expresión alguna en su rostro de mármol cuando vio la herida que las alas habían provocado en la piel humana. No era de sorprenderse, ya que el cuerpo humano, pese a que eran similares, no tenía la misma resistencia que la de un ángel guerrero. Pensó en Raziel, su hermano y por un instante quiso decirle que no era necesario que se lastimaran ambos. Ni Nyx ni el arcángel.

―No te muevas ―ordenó Zadkiel en voz baja. Tocó los hombros de Nyx, para obligarlo de manera suave a que bajara y relajara las manos, mientras el observaba su espalda. Las manos de Zadkiel eran frías, casi heladas por lo que no sería sorprendente que la piel del otro se estremeciera. Las deslizó con cuidado, tocando aquellas gotas de sangre con sus dedos y al verlos manchados, no pudo evitar de una manera casi enfermiza y morbosa, llevar a sus labios uno de esos dedos y lamer la sangre. Era pura. Volvió sus manos a la espalda de Nyx y éstas comenzaron a emanar un brillo blanco para darle un masaje, que al mismo tiempo no sólo cerraría la herida, sino que también daría energía y estimularía a que las pequeñas alas de Raziel tuvieran descanso y vigor.

―Me temo que esta cicatriz te quedara ―dijo Zadkiel, restándole importancia. Sus manos masajearon con mayor intensidad la espalda de Nyx―. Pero te aseguro que esto te dejara descansar durante algún tiempo.

¡Bueno! Era reconfortante saber que en caso de quedar desempleado, Zadkiel podría ganarse la vida en la tierra. Aquel pensamiento vago le hizo esbozar una sonrisa un tanto inocente, dado que el arcángel por muy poderoso y sincero que fuera, tenía un gran problema con respecto a socializar con otros siendo un total ignorante de la vida humana y probablemente si llevara una vida así, sería tratado como un perfecto idiota.

–No creo que ese tipo de cosas pasen en momentos así –sugirió, aunque había algo en el tono de su voz que sonaba más como a una certeza. Estuvo pensando en ello hasta que su mirada se topó con la de Nyx, quien parecía tener una profunda alma cuando Zadkiel entendió que era a él a quien miraba. –¿Cómo es ser uno? –se preguntó en voz alta como si aquella cuestión jamás alguien se la hubiera hecho; mejor aún, como si ni siquiera él mismo alguna vez la hubiera planteado.

Permaneció en silencio unos minutos tratando de recordar su existencia, la razón de su porqué, su longeva existencia que parecía que nunca tendría fin. Recordaba la fuerza y crueldad de sus puños, que no dejaba de ser un tanto irónico, ya que bajo su custodia estaba el divino don de la misericordia. Al final de una breve meditación, decidió responder.

–No es algo desagradable ni agradable en su totalidad. Le hay que ser fiel a muchas cosas y olvidar otras tantas. A veces pienso que fungiría mejor haciendo otras cosas que ser un arcángel, pero tener este poder inmenso me sirve para pelear. Quizás ese tipo de preguntas quedarían mejor en alguno de mis otros hermanos ya que yo no soy del tipo de seres cariñosos que dicen que aman locamente lo que hacen por el bien de la humanidad. Yo sencillamente tengo misiones y las cumple, aunque me suelen decir que soy alguien frío. No puedo juzgarme correctamente a mi mismo. También tiene ventajas como volar, pelear, poder cambiar aquello que está a tu alcance. Sin embargo –se detuvo en esa parte y sonrió apenas visiblemente, sincerándose aún más con Nyx–… sin embargo, si yo hubiera tenido la oportunidad de escoger, quizás no hubiera elegido esto para mí. ¿Quién sabe?

Zadkiel se limitó a encoger los hombros recordando aquello que decía que nadie estaba a su total gusto en realidad lo que era también un impulso necesario para los seres humanos, ya que esto les permitía avanzar en su camino, pero Zadkiel, siendo un arcángel. ¿De qué le servía sentirse insatisfecho? Tal vez para caer y convertirse en traidor, algo que ciertamente no le interesaba, quizás tenía que ver con que aún jamás alguien había logrado cautivar su corazón, si es que tuviera uno.

Sin embargo, no pudo deja de extender una sonrisa pequeña cuando repentinamente se vio rodeado por los brazos de Nyx, cuya calidez le recordaba lógicamente a la da Raziel, aunque con la diferencia de que ese muchacho era a fin de cuentas un humano: No es que Zadkiel fuese alérgico a los humanos, era sólo que no los entendía.

―Creo que me estás diciendo sobrenatural. Es lógico que no entiendas porque te atraigo, porque después de todo no soy un mortal ―dijo, dando unas palmaditas torpes en la espalda de Nyx, tratando de abrazarlo de manera normal y no como si estuviera a punto de estrangularlo. Era nuevo para el abrazar a alguien sólo por hacerlo.

Después de que se alejara miró con atención el móvil que le enseñaba el otro: no era la primera vez que veía uno así, ya que parecía que la humanidad actual había nacido con uno adherido a la mano. Negó cuando tuvo que contestar que no tenía, pero acepto la tarjeta que le ofrecía, sonriendo. Leyó con atención aquella tarjeta.

―¿Te dedicas a algo en especial? ―preguntó sin apartar la vista de la tarjeta―. He visto que ofrecen este tipo de cosas cuando dan alguna clase de servicio…

La verdad era que alguna vez a Zadkiel le habían ofrecido una tarjeta de servicios sexuales después de que un hombre hubiera visto a Zadkiel desorientado y perdido caminando por una calle, enojado y maldiciendo. Recordaba la mirada lasciva que le habían echado a su cuerpo mortal, la cual había ignorando olímpicamente y entonces levantó la mirada hacía Nyx.

―¿Tú también ofreces servicios sexuales? ―Tan sincero como siempre.