Altos vuelos(Libre)

En estos más de 60 años de reflexión y búsqueda interior, Eden ha aprendido a que no siempre es capaz de dominar sus emociones por mucho empeño que ponga en hacerlo. Normalmente los recuerdos de su vida en la academia Bluetenthal suelen perturbar su mente y romper su equilibrio, haciéndole incapaz de proseguir con tareas que requerían tanta concentración como la elaboración de hechizos nuevos o el estudio de los entresijos de la historia de la humanidad. Había pasado mucho tiempo, quizás de demasiada soledad, pero aún así el recuerdo de la fuera su gran amor seguía pululando por su mente como un fantasma atormentado que debía permanecer allí para recordarle la atrocidad que había cometido al haberla abandonado. Sin embargo el tiempo y la experiencia le habían enseñado trucos para liberarse de la presión de sus pecados. Cuando se sentía agobiado, el hechicero buscaba un lugar elevado y se lanzaba al vacío, entregando su cuerpo al elemento al que amaba y adoraba en proporciones similares: el viento.

El brujo, ataviado con una ceñida camiseta blanca y unos desgastados vaqueros, hizo uso de uno de sus hechizos más característicos para rodear su cuerpo de un pequeño halo ventoso que le permitía agarrarse a las corrientes del aire y surcarlas cual ágil nadador en aguas revueltas. La sensación de libertad que embriagaba el cuerpo de Eden cuando se encontraba en las alturas con una visión periférica de la ciudad de Los Angeles era maravillosa, se sentía ajeno a ese mundo que tanto aborrecía por aquello en lo que se había convertido y sin duda eso le reconfortaba de una manera superficial pero igualmente placentera. Sus movimientos en el aire eran plásticos y bellos, nacidos de décadas de prácticas y caídas casi mortales que en alguna ocasión le habían creado algún que otro inconveniente. Se podía decir que las alturas eran el único lugar en el que el hechicero encontraba algo de paz, siempre a sabiendas que en cuanto volviera a pisar la tierra volvería a encontrarse de frente con la cruel realidad.

La sensación del aire frío recorriendo todos y cada uno de los poros de su piel no por familiar había perdido parte del placer intrínseco que le producía al brujo. De repente una fuerte corriente golpeó a Eden de tal manera que no pudo reaccionar y le hizo caer al vacío. El brujo se revolvió en el aire para intentar atarse a una nueva corriente, pero el descenso era demasiado rápido, por lo que optó por una decisión de emergencia, intentó acumular el aire suficiente bajo su cuerpo para que la caída que le esperaba no fuera mortal, sin embargo no pudo reunir tanto como le hubiera gustado, por lo que el golpe que se dio contra el suelo fue de una contundencia considerable. El hechicero tardó unos segundos en poder incorporarse, para descubrir, entre tosidos, que se había roto por lo menos 3 costillas con la travesura.

-No tengo edad para esto...-Farfulló

El brujo miró a su alrededor, se encontraba en una especie de gran jardín en lo que parecían ser los dominios de algún rico de la ciudad. Lentamente, Eden se puso en pie, apretando los dientes para soportar el dolor e intentar indagar acerca de donde se encontraba. La diversión había terminado, ahora tenía que escapar de ahí, o de lo contrario, podría buscarse problemas innecesarios.

Casi se me había olvidado que tenía una vieja mansión en el hollywood, con amplio jardín, mas parecía un parque verdoso amarillo con algunas estatuas de ángeles caídos. Volé desde los barrios bajos hasta la localización casi oculta de la mansión, no se parecía a la de los Bloody Rose pero a dentro no había nadie, o eso esperaba puesto que hacia tiempo que no entraba.

Iba con la ropa que llevé cuando me encontré con Atsushi, comenzaba a acostumbrarme a aquella ropa, me gustaba y era bonita. Con el viento tenía la capucha sacada por el viento. Aterricé en el centro del jardín, notando una presencia de un hechicero por allí, ladee la cabeza y mire hacia el norte donde estaba la mansión, no notaba a ningún intruso en la mansión aparte de aquel hechicero por lo que volví a levantar el vuelo y fui a ver de quien se trataba.

Se le perdió algo? - murmure aterrizando con elegancia y mis cabellos se ponían en su lugar, tan blancos como siempre.

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Por un momento el dolor abandonó la mente del brujo ante la visión de una de las mujeres más bellas que se habían aparecido ante sus ojos. La fusión de su belleza enmarcada en un descenso sublime maravilló a un Eden, que sin embargo, no tardó demasiado en percatarse de la problemática que comenzaba a adquirir aquella situación. No solo estaba en un terreno desconocido, malherido y un tanto despistado; al parecer había ido a parar a un lugar en el que había llamado la atención de un ser que no solo era capaz de fracturar una realidad por su belleza, sino que aún desde la distancia, era capaz de erizar todos y cada uno de los pelos de su cuerpo ante la intensidad del poder que desprendía. El paso de los segundos golpeaba la conciencia del hechicero como un martillo de arrepentimiento; cada vez tenía más claro que no había sido una buena idea su vuelo nocturno. El brujo torció el gesto nuevamente aturdido por el dolor, llevándose la mano derecha al sector izquierdo de su torso, pero se sobrepuso, e intentando mantener la serenidad, respondió a aquella mujer de cabello deslumbrante.

-En este momento, la vergüenza, jamás pensé que pudiera terminar en propiedad ajena, desaliñado y malherido frente a una señorita de sus características....-Respondió el brujo, mostrando humildad y arrepentimiento-Lamento muchísimo haber terminado en su propiedad por accidente, no tendré ningún problema en abandonarla si así lo desea en cuanto me recupere de mis heridas...

Eden agachó levemente la cabeza, no se sentía seguro, no había tomado las precauciones que solía tomar cuando tenía que enfrentar a seres sobrenaturales y sin duda si aquella mujer se aprovechaba de sus debilidades, no encontraría demasiada oposición. El hechicero levantó su mirada y clavó sus ojos verdes en los profundos azules de la mujer, esperando a que tomara una decisión sobre la situación.

Parpadee al ver aquel hombre desorientado, ladee la cabeza y sonreí ante sus halagos. Me crucé de brazos y comencé a dar vueltas a su alrededor examinando su cuerpo que parecía mal trecho. No usaba la mansión pero creía recordar que tenía un botiquín que usaba para curar alguna herida de las sirvientas. No quería que se hablara de mi mansión y menos que se rumoreara que estaba deshabitada.

El hechicero no puede curarse? - pregunte alzando una ceja con algo de curiosidad. -Eres muy joven para querer volar por el cielo- solté una carcajada y comencé a caminar hacia mi querida mansión abriendo las ventanas mentalmente para que al llegar no se notara el olor a cerrado. - No me gustan los humanos, pero por un poco de compasión y pura curiosidad hacia ti te curare esas heridas. - dije sin dejar de caminar tranquilamente y elegante esperando que me siguiera.

Aquella vampiresa había supuesto que el brujo no podía curarse, o cuando menos, quería hacerle ver que así lo creía para arrastrarlo hasta su mansión. Si se trataba de lo primero, Eden sabía perfectamente que se equivocaba, se había curado heridas mucho más graves que aquella, sin embargo tenía la costumbre de no derrochar poder a no ser que fuera totalmente necesario. El hechicero se topó ante una disyuntiva, rechazar la propuesta, lo que la damisela podría abrazar como una falta de respeto que podía terminar en una situación compleja, sobretodo para la salud del propio Eden o seguirla y dejar que lo atendiera, lo cual era un riesgo casi mayor puesto que se estaba metiendo en la boca del lobo, o en este caso, del murciélago. Sin embargo esa dama tenía algo particular, algo que le resultaba familiar y que no hacía demasiado tiempo que había percibido en un ser bastante particular, el miembro de los Thorns, Amaury. De alguna manera en su interior se despertaban las mismas alarmas que con aquel peculiar depredador, que finalmente se destapó para mostrar su verdadera naturaleza de krusnik.

Si aquella mujer resultaba ser también un krusnik, sus alarmas estaban obligadas a estar doblemente activas, sin embargo el brujo había vuelto al punto de partida; no estaba en condiciones de huir con garantías. Eden levantó la mirada y observó la sinuosa figura de aquella bella mujer, intentando controlar sus instintos más primarios. El mortal quería seguirla aún sabiendo los peligros que entrañaba aquella decisión, atentando contra la paz que había conseguido instaurar en sus ser durante unos 60 años; pese a sus esfuerzos, la lujuria seguía usurpando su cuerpo con extrema facilidad. Finalmente el hechicero liberó un suspiro y se centró, tenía un plan "Por ahora la seguiré y reuniré energías por si tengo que actuar, no tengo otra opción..."

-No es mi intención causarla problemas, sin embargo una atención no me vendría mal...Los mortales que jugamos en el terreno de los seres supraterrenales tenemos esas cosas, somos demasiado frágiles...-Comentó el hechicero, que ni corto ni perezoso, siguió a la dueña de la mansión a través del bello jardín al que había caído por capricho del destino.

Me era tan fácil leer su mente que cuando pensó en Amaury solté una carcajada sin dejar de caminar, asentí levemente sin dejar de reír, luego escuche sus palabras.

Si me hubieras conocido antes de fin de año, no estaría caminando detrás de mi querido - solté una carcajada, alcé un poco la vista viendo el tejado de la mansión. Así que tranquilo, mientras te comportes bien no voy a comerte.

Cogí mis cabellos y los puse a un lado acariciándolos, aun no tenía puesta la capucha pues no la necesitaba, me gustaba lucir mi cabello blanco.

La diferencia entre Amaury y yo es que mis cabellos son blancos tenga la forma de vampiro o no, aparte de que él es mucho mas joven que yo - volví a reír divertida.

Aunque no tuviera una sed incontrolable, desde hacía mucho tiempo el cabello se había vuelto de ese color blanco casi platino. Pasé al lado de las ruinas de una estatua, representó a Caim en su momento, pese a que lo destrocé nada mas saber quien era para mi, por suerte mis ojos no eran verdes como los suyos sino azules era un punto a mi favor.

Ya casi llegamos, Ah, llámame Hella - sonreí y gire por fin la cabeza para ver a aquel hechicero que me seguía algo de lejos.

El brujo no pudo evitar ponerse en alerta. Se había descuidado y aquella krusnik había superado sus defensas casi sin oposición, accediendo a su mente con una facilidad pasmosa, sin embargo aquello había servido para confirmar sus sospechas; debía tener mucho cuidado. El brujo reforzó su mente sin saber demasiado bien si serviría de algo mientras luchaba porque el dolor que le provocaba dar cada paso no le hiciera perder parte de su lucidez. La dama se presentó como Hella, deferencia a la que el brujo necesitó dar una respuesta, que viendo las libertades que se había tomado la mujer al acceder a su mente, profirió en un tono más cercano

-Puedes llamarme Eden, y tranquila, te portes bien o mal creo que no sería tan temerario como para hacer algo inadecuado.

El brujo esbozó una media sonrisa mientras seguía caminando, cruzando nuevamente su mirada con la de aquella divinidad. Cuanto más cerca estaba de ella, más peligro le imbuía, y al mismo tiempo, mayor era la necesidad que tenía de aproximarse. Eden ese estaba dando cuenta de lo débil que era simplemente caminando a su lado, nuevamente se había topado con la cruel barrera que siempre diferenciaría a los mortales de los seres sobrenaturales y con la cual se había peleado durante demasiados años. Buscando disipar de su mente las deprimentes ideas que se estaban paseando por ella, tomó la palabra.

-¿También perteneces a los Thorns? Por una razón u otra parece que estoy destinado a encontrarme con vosotros continuamente...

Volví a reír al notar como intentaba bloquear su mente, a la vez que notaba sus deseos primarios hacia mi. Por suerte ya no le tenía tantos ascos a los hombres gracias en parte a Nico y a Amaury.

Si, soy de los Throns, Amaury es como mi hermano - murmure entre risas.

Unos pasos más hacia delante ya se vislumbraban las ventanas victorianas y unos pasos mas ya se podía ver la puerta de la entrada, una puerta robusta de roble pintada de negro que se abrió a un chasquido de mis dedos. Volví a mirar a Eden sonriendo, tal vez sería divertido jugar un poco con él.

Tus muros mentales solo sirven para vampiros jovenes de un siglo, conmigo no puedes hacer nada. Igualmente puedo notar como peleas para no terminar seducido por mi, eso me divierte mucho. Y mira que no te he tocado aun. - volví a reír divertida.

Al pasar por la puerta la luz del hall se abrió al igual que la luz de la cocina donde estaba el botiquín para curar sus heridas.

Vamos ven, será divertido

Todos y cada uno de los núcleos de racionalidad de su ser pugnaban unos con otros por convencer al hechicero de que aquello era de todo menos una idea que pudiera acabar en algo medianamente positivo para su bienestar tanto físico como mental. Se había preparado durante casi 60 años para estar por encima de esas situaciones, y sin embargo en aquel momento solo podía pensar: "y si...esta vez...". Estaba aterrado por el poder de aquella vampiresa, pero del mismo modo, se sentía apresado por la sensualidad que desprendía a cada paso. Poco a poco, una sensación de angustia comenzó a devorarlo desde lo más profundo de sus entrañas; por si no había sido suficiente con tener que hacer frente al chiquero de mediocridad en el que se veía inmerso por ser un simple mortal, ahora su carcelero personal había decidido enjaularlo de una manera mucho más cruel, por medio de sus instintos más básicos y primitivos. Estaba desnudo, indefenso y lo peor de todo es que no quería luchar contra aquello. Una nueva corriente de ideas embistió a su perturbada conciencia" ¿Por qué continuar? Jamás podré reconducir este mundo, soy ínfimo, no tengo el poder ni la fuerza, no la tenía hace décadas y continuo sin tenerla. La única realidad, la que no quiero ni jamás querré enfrentar, es que soy un ser mediocre que busca una utopía que algún día le pueda hacer volver a descansar. Me doy asco..."En ese momento se detuvo en seco ante la visión de aquella mansión victoriana de arquitectura exquisita hasta la que había seguido a la vampiresa. De una manera irrefrenable, el veterano hechicero soltó una pequeña carcajada. Era increíble como el hecho de encontrarse al lado de un ser de una presencia tan abrumadora había conseguido llegar a despertar en su interior pensamientos que creía enterrados bajo montañas de meditación. "Ya no soy un crío, y sin duda, me estoy equivocando de ángulo..." Se dijo, y liberó un profundo suspiro. Uno de los muchos defectos de Eden era que en muchas ocasiones se dejaba llevar por unas inseguridades infundadas que estaban cimentadas en lo ocurrido en Bluetenthal años atrás. Pero si por algo se había decidido a actuar por fin era porque ya no era el mismo, "No tengo otra opción que ser invencible...". El mortal sonrió levemente, daba igual si era débil o no, lo único que importaba era que no podía permitirse caer derrotado. Que aquella mujer le creía un ser inferior, perfecto, ese pensamiento tan solo reforzaría su baraja ante cualquier eventualidad futura.

Reforzado por una confianza inusitada e irrefrenable, el hechicero se liberó de las opresivas ataduras que sus propios miedos le habían colocado en sus articulaciones y continuó la marcha, en pos de enfrentar sus propios límites. Sabía que estaba correspondiendo con una bravura irracional a un impulso lujurioso y sobretodo curioso, sin embargo debía probar sus capacidades en todos los ámbitos, y disfrutar-o padecer-la presencia de un ser de esas características. Una vez dentro del vestíbulo, el hechicero siguió, mudo, expectante y aún con dolor, a la miembro de los Thorns, hasta la cocina, donde en teoría, les esperaría un botiquín para tratar sus heridas. Observar durante demasiado tiempo a aquella mujer perturbaba los sentidos del hechicero y deformada la noción que tenía el mortal sobre lo terrenal, por lo que intentando evitar un inoportuno desvanecimiento, hizo uso de su elocuencia para intentar eludir, aunque fuera levemente, el embrujo.

-Debe ser una sensación difícil de describir esa de ver cómo solo con tu mirada eres capaz de desarbolar al más íntegro de los hombres-Comentó Eden con cierto aire de misterio en sus palabras-. Sin embargo, creo que debes tener cuidado, puede que tu belleza haya conseguido rasgar parte de mi voluntad...con la otra parte no será algo tan sencillo.

No era un farol, si había tomado la decisión de entrar era porque quería ver hasta donde era capaz de reforzar su estabilidad. Todo indicaba a que, en cuanto aquella mujer le mirara fijamente durante más de unos segundos sus defensas terminarían de quebrantarse si ella así lo deseaba, pero la decisión estaba tomada, y las apuestas, retiradas.

Era como si el tiempo se hubiera parado nada mas entrar yo de nuevo en mi querida mansión, aquella que compre hacia años en la que tenía sirvientes y hacía fiestas y orgías con hombres y mujeres. Aun podía percibir el olor a perversión y algunas imágenes asaltaban mi mente, haciendo que sonriera con cierta perversión, era mi época dorada.

Busque el botiquín en los armarios de la alacena hasta que dí con él, solo esperaba que estuviera todo, vendas y algún esparadrapo. Escuche sus palabras cuando me acerque a él ladeando la cabeza y reí levemente algo sonrojada por sus palabras. Deje el botiquín en la mesa central de la cocina y acerque una silla para que se sentara.

Puedo hacer que tu otro lado termine por caer a mis pies sin siquiera tengas tiempo de reaccionar - respondí mientras mis ojos brillaban.

Lo tome de la muñeca haciendo que su espalda quedara tocando el borde de la mesa quedando delante de su cuerpo, mostré mis colmillos en una sonrisa mientras mis ojos quedaban fijos en él. Entre abrí mis labios dejando escapar un poco de aire hacia sus labios, volví a sonreír terminando por besar estos cogiendo su otra muñeca para impedir que se escapara.

No era muy normal en mi, y menos ahora que había cambiado tanto en tres meses. Era mas de mi otra persona aquella que era cuando tenia mi orgullo intacto, volvía a ser aquella Hella destructiva e impulsiva. Después de unos pocos minutos termine por se pararme de sus labios para acercarme a su oreja.

Ya no puedes resistirte a mi - susurre y me separe de su cuerpo. - Bien ahora dime que es lo que tengo que curar... vendar... o si por otro lado tengo que usar mis dones mágicos en ti - sonreí cruzando mis brazos en el pecho esperando que reaccionara.

El brujo pensaba que había conseguido superar lo más difícil, sus propias reticencias, sin embargo se había equivocado, no sabía lo que se le venía encima. Tras proferir una frase retadora, la chupasangre se dispuso a curarle mediante un kit médico, y sin previo aviso, agarró la muñeca del brujo. Inmediatamente el corazón de Eden dio un vuelco apasionado que se detuvo en seco ante la visión de los ojos sobrenaturales de la vampiresa. Estaba paralizado, sabía que sostener aquella mirada era una de las misiones más complicadas a las que podía hacer frente aquella noche, sin embargo la profundidad de la misma lo arrastraba hacia un abismo de caos y destrucción que horrorizaba al mortal. Tragó saliva, y aún inmovilizado, recibió un eléctrico beso no sin antes quedar plasmados en su retina aquellos colmillos que tantas vidas debían de haber segado en el pasado.

Eden quedó atrapado en un vaivén de emociones que lo arrastró primero a los horrores-y errores- de su pasado, dejándolos al descubierto de la inmortal. Nuevamente, el mortal asistió a la muerte de su amada, al sacrificio de su maestro, a su propia impotencia ante aquellos eventos...Padeció su sed de venganza, su inexperiencia, sus sacrificios...revivió su soledad...y finalmente se topó de bruces con su oscuridad. Por un simple beso, aquel ser sobrenatural había sido capaz de acceder a su rincón más oculto, aquel al que siempre habían temido sus semejantes y el que le capacitaba para ser aquel que pacificaría el mundo de una vez por todas. Unas sombras tan densas y opacas que amedrentarían al más fiero de los demonios y que le convertían en el elegido para llevar a cabo "las palabras de Lilith". El beso no duró lo suficiente para que pudiera ver su interior con total impunidad, sin embargo ella ya sabía demasiado de él como para que Eden no se viera imbuido por una lujuria irrefrenable que no sentía desde hacía años. El hechicero prácticamente no podía escuchar sus palabras, tan solo miraba las comisuras de sus labios intentando domar los ardientes deseos que le empujaban a tomar la iniciativa y besarla sin temor a que pudiera asesinarlo en ese preciso momento por intentar tomar el mando. Sin embargo de repente algo cambió, Hella había abierto una puerta que llevaba cerrada mucho tiempo, quizás demasiado. Un aire sombrío se apoderó del rostro del brujo, acompañado de un aplomo inconmensurable, casi sobrenatural que le llevó a contestar con circunspección.

-Ahora mismo podría morirme y no me importaría-Replicó con contundencia, elevando su mano derecha para separar un mechón del bello cabello de la inmortal-. Sin embargo hay algo que no puedo evitar preguntar, aunque signifique mi propia muerte, ¿qué es lo que hay detrás de tanto caos, Hella?

Ella lo había visto todo él en tan solo unos segundos, sin embargo él también había visto algo que lo había maravillado hasta el punto de apartar durante un momento sus instintos. Quería desvelar aquel enigma llamado Hella y saber si ese brillo que lo había deslumbrado durante un instante había sido un simple espejismo.

Un compendio indescriptible de imágenes invadió la mente del hechicero, convirtiendo en mundanas nimiedades todas sus obsesiones y sus preocupaciones. Tanto dolor y destrucción le hizo estremecerse, sin embargo no puso sino sentirse maravillado por que el destino pudiera, de algo tan horrible, producir un ser de una belleza, que para Eden, no estaba al alcance de ninguno de los seres que había conocido. Seguir existiendo tras pasar por un purgatorio de esas características dotaban a aquella mujer demoníaca de una virtud fuera de lo común, la cual, fascinó más aún si cabía al mortal. Sin embargo unos sentimientos tan intensos estuvieron a punto de desmoronar la conciencia del brujo, que de no ser por tener una mentalidad prácticamente inquebrantable, habría sido corrompido en ese preciso momento.

Su respiración se aceleró, y tras salir del trance, se quedo sorprendido por ver como la vampiresa mostraba una mínima señal de debilidad, resultado del regalo que le había hecho. Eden estaba confundido"Jamás pensé que pudiera ocurrir algo así, ¿por qué yo?¿de todos los seres inferiores de esta ciudad, por qué elegirme a mi?" Se preguntó el brujo. Quizás había sido el azar el que le había llevado a caer a aquel jardín, sin embargo no podía sino sentirse dichoso de haber recibido aquel obsequio. Tener la posibilidad de acceder a una vivencias de esa índole le convertían en un privilegiado, triste por su dureza, pero privilegiado al fin y al cabo. Recuperado, clavó su mirada en la deslumbrante figura de la inmortal, no sabía demasiado bien como actuar, sin embargo no tardó en hallar un hechizo apropiado.

-Toda oscuridad alberga luz en alguna parte...Incluso la tuya.

Dicho lo cual, elevó su mano izquierda y colocó el dedo índice de la misma en la frente de la chupasangre. Su objetivo: despertar el recuerdo que mayor paz pudiera atraer a su ser de todos los de su vasta experiencia para que, aunque fuera durante un instante, pudiera relajarse. El brujo no quiso verlo, sin embargo si había algo que la hiciera feliz, o al menos, arrojara algo de luz, la inmortal lo recordaría. Aquel hechizo, aunque básico, aguzó el dolor que sentía en su costado, sin embargo aquello podía esperar. Sin darse cuenta, se había relajado en aquella cocina como hacía años que no lo hacía, y aunque pareciera extraño, sentía una curiosa felicidad.

El brujo decidió no frenar más sus impulsos y pasando levemente su mano izquierda por la zona de sus heridas estas se curaron inmediatamente, repercutiendo de una manera trascendental en sus poderes, los cuales durante las próximas horas estarían muy limitados. Esa circunstancia no le importaba, había tomado una decisión, y todo lo demás, al menos ese preciso momento, era irrelevante. Eden se terminó de quitar la camiseta y la tiro al suelo para acto seguido, ya recuperado, ser él en esta ocasión el que la propinara un beso en sus sugerentes labios. El mortal no se detuvo, y sin miedo alguno, agarró por la cintura a Hella y la puso sobre sus piernas, quedando ambos sentados sobre la mesa, la una encima del otro. Eden extendió el beso durante unos segundos hasta finalmente, por temor a quedar eternamente enganchado, liberar su boca y apartarse levemente para clavar su mirada en los fríos ojos de la krusnik. Se mantuvo en silencio, limitándose simplemente a observarla, intentando desvelar que era aquello que creía haber visto y que ahora era totalmente inaccesible para él. Deseaba volver a besarla y del mismo modo, sentir cada uno de los encantos de su cuerpo, sin embargo también quería quedarse quieto, observando la sobrenatural belleza de aquella vampiresa y dejar esa imagen grabada en su memoria para siempre. De repente, y sin saber por qué, unas palabras salieron de su boca.

-No es justo que hayas tenido que sobrevivir a algo así...

No podía borrar las imágenes que le había trasladado la krusnik, las cuales, martilleaban una y otra vez su cerebro, haciendo que su conciencia se retorciera de dolor ante aquellas cruentas visiones. Una lágrima brotó del ojo izquierdo del hechicero por culpa de aquella condensación de dolor tan intensa, y en ese momento, volvió a besarla, pero lo hizo devolviendo su propio sufrimiento en el proceso para que supiera que pese a tratarse de seres antagónicos de alguna manera podía llegar a comprender aquel martirio. Solamente Dios y el propio Eden sabían el castigo ininterrumpido al que se había sometido el brujo durante todos estos años.

Cada beso era una nueva travesía que embarcaba al brujo en un viaje sin retorno. No solo estaba poniendo en riesgo todo por lo que había luchado, sino que lo estaba disfrutando, por primera vez en demasiado tiempo estaba "viviendo", pero, ¿a qué precio? No quería pensar, no quería dudar...por una noche necesitaba liberarse de aquella prisión de moralidad y desahogar su fustigada alma para poder recargar sus barreras en el día del mañana, si es que había uno. La inmortal se retiró las prendas de la parte superior de su cuerpo, dejando al descubierto parte de sus sugerentes senos y desvelando más porciones de aquella suave piel que estaba enloqueciendo al hechicero.

El mortal comenzó a pasear sus labios con delicadeza por el cuerpo de Hella saboreando con ellos no solo el extraordinario cuerpo de la krusnik, sino también probando todo el caos y la destrucción que había padecido y causado durante varios siglos. Quería amarla en aquel momento y en aquel lugar como hacía años que no lo había hecho con nadie, sin embargo lo más extraordinario era que sentía reciprocidad en ese sentido, circunstancia que jamás hubiera esperado proviniendo de un ente de un estrato tan superior. Con algo de torpeza, dirigió las manos a la espalda de la krusnik para retirar el sujetador de flores estampadas que protegía su pecho, haciendo varias tentativas hasta que finalmente acertó con el tipo de cerradura, sin embargo nuevamente se quedó ensimismado mirando los ojos de Hella.

"¿Por qué yo?" Se preguntó nuevamente, no podía evitarlo, eran tan diferentes y sin embargo ahí estaban, juntos, dispuestos a convertirse, aunque fuera por una única noche, en uno solo.

Hay veces que la ruleta del destino se detiene tal manera que dos seres ajenos, incluso inversos, conectan. Eden lo estaba comprobando en sus propias carnes, aquello iba por encima de lo físico, era superior a la lujuria; su esencia ardía de emoción por haber encontrado un ser de esas características tan especiales. Ambos estaban prácticamente desnudos, superando la incomodidad de aquella mesa de madera para convertirse en uno solo. Aunque parecía imposible, en la mente del brujo seguían apareciendo voces que le empujaban a detenerse, pero cada vez lo hacían con menos fuerza, y aunque hubieran gritado, el hechicero no estaba dispuesto a escucharlas. Ese día no.

El mortal agarró los proporcionados senos de Hella con delicadeza, sin embargo de repente se vio imbuido por un fervor casi febril que le llevó a pasear su boca por ellos, empezando en círculos para terminar coronando en los pezones. Los movimientos siunosos de la inmortal no hacían sino excitar más el hechicero, el cual sin quererlo, poco a poco fue levantando una leve corriente de aire que comenzó a pasearse por la cocina debido a la ausencia de autocontrol alguno que padecía en aquella situación. Nuevamente volvió a acercar sus labios a los de la krusnik, en esta ocasión con mayor intensidad que en las precedentes, sacando a pasear su lengua en pos de fundirla con la de la inmortal pero teniendo precaución de no acercarse a sus colmillos. La intensidad del aire comenzó a aumentar, tirando al suelo cubiertos y platos varios, sin embargo Eden no podía detenerse, y aunque pudiera, no tenía intención de hacerlo.

En el momento que Eden escuchó las palabras de la krusnik se percató de que su espalda se estaba haciendo polvo, y sin mediar palabra, se puso en pie, y con una celeridad casi sobrenatural, prácticamente arrastró a la inmortal por la bella mansión hasta el deseado lecho. Estaba tan cegado, que ni si quiera se percató la maravillosa obra de Vonaitre que decoraba la escalera que llevaba al piso superior, como tampoco se detuvo a admirar la escultura de Rebrov que representaba a un militar humano de mediados del siglo XX. El mortal solo tenía ojos para la que, de manera pecaminosa y blasfema, se había convertido en su diosa nocturna.

Una vez llegaron a la habitación, el brujo se lanzó sobre la cama de una manera feroz, no podía esperar más, necesitaba unir su esencia a la de Hella como si no hubiera mañana y decorar la noche con su placer. En ese momento recordó que aún tenía una última prenda que sin duda era un impedimento para cumplir su objetivo-es lo que tienen los mortales, se dejan llevar-por lo que de una manera algo torpe se quitó sus calzoncillos blancos y los tiró a un lado de la cama. Actuando de una manera tan irracional como sincera se acercó al borde de la cama de sábanas color carmesí y miró a los ojos de Hella como un cachorro encelado, un estado tan aberrante como masculino.

Se había estado reprimiendo durante tato tiempo que era como si todos los sentimientos que el mortal había estado acumulado durante décadas fueran expulsados en un sentido pasional y pecaminoso. Cada segundo que su cuerpo se mantenía en contacto con la cálida piel de Hella parecía acercarle un poco más a un paraíso infernal en el que ni el tiempo ni en espacio tenían lugar; tan solo ellos y su manera de amar.

Eden se estremecía con cada uno de los mordiscos de la krusnik, pero los aceptaba y los agradecía, reacción que jamás hubiera esperado de si mismo en un pasado cercano. Finalmente el mortal no pudo esperar más y tendió a Hella sobre el blando colchón de aquel lecho carmesí, y tras besarla nuevamente, se dispuso a unir sus cuerpos en el plano físico, pero con el ardiente y casi sofocante deseo de que su esencia quedara ligada a la de ese ser tan perfectamente caótico por toda la eternidad.

El hechicero volvió a besar a la inmortal, esta vez con mayor calidez y dulzura que en las precedentes, y tras clavar su mirada en sus celestes ojos sobrenaturales y esbozar una sonrisa de ingente satisfacción, se introdujo en la krusnik por primera vez. En ese momento la sensación de que estaba cometiendo una tropelía por acercarse tanto a un ser tan alejado de su condición de mortal mediocre le asaltó con violencia, sin embargo se sobrepuso, y a ese primer movimiento le sucedieron una serie de desarrollos similares, algunos con mayor intensidad y otros con menos, todos con el objetivo de que aquella noche la luna asistiera atónita a lo imposible convertido en algo bello y hermoso; la fusión de dos seres unidos por el destino, trabados por sus pasados, y por inverosímil que pudiera parecer, inmiscuidos el uno en el futuro inmediato de la otra y viceversa.

El brujo se entregó a la inmortal sin reticencias, sin miedos y sin penas. Había conseguido que se despojara de todos los lastres con los que estaba obligado a cargar cada día, y aquello lo convertía en un ser pasional e impetuoso que se sentía capaz de llevar a cabo cualquier gesta. Con cada embestida se sentía más unido a ella, y del mismo modo, más alejado de la mundana existencia a la que estaba tan aferrado. Eden prosiguió amando a Hella como si no hubiera mañana, con el ansia propia de aquel que llevaba décadas siendo un amante falso.

Los minutos se sucedieron y con el paso del tiempo llegaron los últimos movimientos. El mortal tenía dudas de si continuar hasta el final, sin embargo la inmortal parecía dispuesta, y si él era sincero consigo mismo, sentía un deseo irrefrenable por hacerlo. Todo su cuerpo se atenazó, y en medio de una respiración entrecortada y jadeante, culminó su derroche de pasión. Una vez hubo terminado, el brujo cayó a un lado de la cama, y pese a estar extasiado de satisfacción, de repente fue imbuido por un profundo de dolor que comenzó a recorrerle todo el cuerpo.

Turbado, el hechicero se puso en pie y se agachó levemente para volver a ponerse sus calzoncillos. Estaba mareado, algo en su cuerpo no andaba del todo bien. Dando tumbos el mortal terminó sin saber demasiado bien cómo en uno de los baños de aquella mansión, y al observarse en el espejo se encontró con su faz dominada por un enfermizo color blanco. De repente el veterano hechicero fue asediado por un par de tosidos a través de los cuales expulsó sangre de su organismo, en ese momento lo comprendió todo: "Me he dejado llevar y aquí están las consecuencias, un brujo nunca debe sanarse sus propias heridas, he sido un auténtico idiota" Se dijo. El mortal abrió el grifo y se refrescó el rostro con agua fría, lo que no solo le reconfortó, sino que le relajó y le aportó cierta racionalidad en aquella situación. Entonces, de manera irrefrenable, no pudo evitar sentir un terror iracundo que recorrió todo su ser.

-¿Qué es lo que acabo de hacer?

Se preguntó desconcertado, no solo por lo que acababa de ocurrir con aquella inmortal llamada Hella sino por lo que sentía, una angustia tan profunda que solo podía llamarse amor, algo incomprensible teniendo en cuenta que la acaba de conocer. El hechicero volvió a toser sangre, y de repente, se desmayó.