Red Eyes - Libre-

Baje al infierno por un tiempo, buscaba a algún demonio que supiera donde había ido a parar Samael. Casi no podía notar su presencia y eso me frustraba. No saber donde estaba mi esposo me ponía de mala gana y al final caía en las redes de Caim aunque sabía que no volvería a tenerme en su cama porque a él no le interesaba.

Caminaba con paso decidido por los pasillos y los jardines, de vez en cuando acariciaba algún viejo árbol con los dedos. Había extrañado aquella oscuridad latente en todo aquel mundo, el que aun seguía siendo mi hogar después de muchos milenios.

Casi todos parecían estar en la tierra haciendo maldades a las ordenes de Caim. Ya iría a ver a la pareja de Semyazza mas adelante. Llegue a la sala donde tenía nuestros tronos, suspire cerrando los ojos y me senté en el mio, apoyando el codo en el apoya brazos y mi barbilla en la palma de mi mano, quedando mirando a la nada, pensando en Samael y en quien podría saber donde estaba.

Llevaba demasiado tiempo sin bajar a los infiernos... que seguían siendo mi hogar, a pesar de tantos siglos que habían pasado, casi milenios...

Lo cierto era que no era sólo mi añoranza por los infiernos lo que me hacía pensar en ir... tal vez allí alguien supiera dónde estaba Alec. Bien, ciertamente era lo más probable. No llevaba demasiado tiempo buscándolo, pero estaba resultando difícil por la sencilla razón de que me había costado decidirme, y que tampoco me había empeñado demasiado en su búsqueda... Y no porque no le echara de menos, sino porque tenía demasiado miedo a que me rechazara al contárselo todo...

De todas formas, por el simple placer de volver al hogar, bajé a los infiernos. Disfruté de cada olor, cada sombra, y cada mueca que me dedicaban algunos demonios desgraciados. Y entonces llegué al Hades.

Estaba tan distraída recordando que, sin saber cómo, llegué a una sala con unos tronos que me resultaba familiar. En uno de ellos, estaba sentada una mujer mirando al vacío.
-Buoneggiorno, signorina.-saludé suavemente a la mujer, sin reconocerla aún.

Note la presencia de un demonio de bajo rango en la sala, aunque era enorme sabía que de lejos no podría verme bien. Solté un gruñido cuando me saludo y voltee la cabeza un poco para mirarla.

Buongiorno... Come stai? - respondí y pronto la reconocí. Era aquella muchacha con la soberbia en su ser.

Sonreí levemente pero ni me levanté siquiera de donde estaba, aquel era parte de mi reinado, hacía tiempo que no me sentaba aquí, desde casi aquella zorra de Lilith me encerrara en aquella jaula.

Che fortuna devo trovare due peccati, quasi nella stessa settimana - dije con algo de entusiasmo por encontrarme con la otra hermanita.

La mujer gruñó y volvió un poco la cabeza, pero seguí sin poder reconocerla. Entonces me saludó en italiano, sonriendo levemente.

Yo le devolví la sonrisa, que no era precisamente muy verdadera, pero tampoco era tan falsa como solía ser:
-Bene, bene... Suppongo che non posso lamentarmi...-respondí educadamente... mintiendo en parte.- ¿E tu, signorina?

La mujer comentó alegremente, aún en italiano, que era una suerte encontrarse con dos pecados casi en la misma semana.

Entonces fue cuando, al acercarme un poco más para observarla mejor, los recuerdos se agaloparon en mi mente. Recuerdos lejanos, poco más que visiones borrosas, sonidos indefinidos, y sensaciones perdidas... Y supe quién era. Naamah, el ángel caído considerado la madre de los demonios...

Yo sacudí la cabeza y mis pupilas se dilataron enormemente, mostrando una insoldable profundidad negra con apenas un círculo azul intenso:
-Naamah...-susurré, quedando frente a ella.- Madre... Hace tanto tiempo...-sonreí levemente.- Así que te has encontrado con mis hermanas... Hace no demasiado, me reencontré con Lujuria...-comenté alegremente.- ¿Cómo es que estás de vuelta en los Hades?

La vi acercarse a mi mientras respondía que no podía quejarse haciendo que soltara media carcajada. Cuando quedo frente a mi sonreí al decirme que se había encontrado con Angie.

Es de ella a quien me refiero - me levante y le tome las mejillas acariciándolas, mientras le miraba a esos ojos azules suyos. Me acerque a su rostro y le di un suave beso en los labios como bienvenida.

He vuelto porque en la tierra no esta Samael, no noto casi su presencia y eso me jode sobremanera - gruñí y volví a sentarme en el trono. Siéntate anda y cuéntame cositas - sonreí haciendo aparecer un cómodo cojín de color rojo.

Naamah se echó a reír y sonrió, comentando que era a Lujuria a quien se refería. Se levantó del trono y se acercó, acariciándome las mejillas mientras me miraba a los ojos, y me besó suavemente en los labios.

Yo sonreí con una dulzura extraña en mí. Ella era la única a la que le permitiría hacer algo parecido... aparte de a Alec, por supuesto.

Naamah respondió, sentándose de nuevo, que casi no notaba la presencia de Samael y que no estaba en la Tierra, y que eso la jodía enormemente. Haciendo aparecer un cojín, me pidió que le contara cosas.

Yo reí delicadamente y la obedecí, sentándome con cuidado:
-Madre... ¿no tienes la menor idea de dónde está Samael, entonces?-me sorprendí.- Al parecer todo el mundo ha perdido a alguien últimamente...-suspiré compungida.- ¿Y qué quieres que te cuente, madre? Podría hablarte de las cosas más bellas de la Tierra, de las más horribles, de las más dolorosas, y de las más divertidas, pero no te serviría de nada porque todo lo conocerías ya. ¿Qué hay que tú no sepas y que te interese saber?-volví a sonreír dulcemente, pensando en que comportarme así no estaba en mi naturaleza... tal vez era la presencia de Naamah la que repercutía en mí, o tal vez había pasado demasiados milenios en la Tierra.

Me quede acariciando sus cabellos dorados cuando se sentó cerca de mis piernas, escuchando sus palabras volviendo a mirar a la nada.

No mi pequeña, no se donde esta Samael, pero no creo que esté muerto, yo lo sabría. - suspire y me quede pensando en su pregunta. - Hiciste muchas maldades con Angie? Me prometió en dos semanas que me llegarían los papeles de dos orfanatos que compraría para mi - dije con brillo en los ojos mirándola. Sonreí y le acaricie la mejilla con la misma que acariciaba su cabello. - Te quedarás unos días conmigo?

Naamah se entretuvo acariciando mi cabello, y yo se lo permití ronroneando suavemente como una gatita...
Me respondió suspirando que no sabía dónde estaba Samael, pero que si estuviera muerto lo sabría. Quiso saber si había hecho maldades con Angie, que le había prometido comprarle dos orfanatos. Me miró con un brillo en los ojos que me hizo sonreír, tras lo que ella sonrió también y me acarició la mejilla, preguntando si me quedaría unos días con ella.

Yo asentí levemente:
-A mí también me ocurre algo parecido...-susurré, de nuevo pensando en Alec, y maldiciéndome por ello.- Unas cuantas, madre.-respondí sonriendo sádicamente... y disminuyendo en gran medida el número.- Dos orfanatos... es fantástico.-admití con una amplia sonrisa que permitía ver mis dientes como perlas.- Oh, no estoy segura, madre... lo cierto es que yo también estoy buscando a alguien...-dudé.- Déjame pensar, más tarde te lo diré con seguridad.

Estuve a punto de decir que sí sin reservas, pero me enfureció pensar que con ella era como un gatito controlable y sumiso... pero es que era Naamah... Muchas cosas se mezclaban en mi cabeza. Tenía que pensarlo bien.

Alce una ceja cuando dijo que buscaba a alguien, solté una carcajada negando con la cabeza.

Así que buscas a tu hermanito? - sonreí y volví a acariciarle los cabellos jugando con un mechón dorado entre mis dedos. - Deberías sosegarte un poco mas, deja que piense en vuestras cosas. - murmure mirándola y le di un beso en la frente. Puedes pensarlo todo el tiempo que quieras, estaré aquí todo el día.

Naamah soltó una carcajada e inquirió si buscaba a mi hermano, acariciándome de nuevo el cabello. Me besó en la frente y me sugirió que me sosegara para dejarle tiempo para pensar en nuestras cosas...

Estuve a punto de preguntarle cómo lo sabía, presa del asombro, pero entonces recordé con quién estaba hablando... Naamah, por supuesto. Ella lo sabía todo, nada se le escapaba. Además, ¿qué esperaba? ¿Que se enfureciera por enamorarme de mi hermano gemelo? Éramos demonios, después de todo. La ética no nos importaba lo más mínimo.

Naamah me distrajo añadiendo que podía pensarlo, porque ella estaría allí todo el día.

Yo sacudí la cabeza para despejarme, y asentí:
-Lo sé, madre, pero... ¿es que acaso tantos siglos no han sido suficiente? No sé dónde está ni qué está haciendo, y eso me inquieta. ¿Acaso no sientes lo mismo con Samael? Si espero un poco más, de la desesperación arderé en llamas, y por mucho que ame el fuego, preferiría no morir devorado por él.-suspiré levemente.- ¿No sabrás tú dónde está?-pensé de pronto, ilusionada.- Está bien... ¿pero tanto te agrada mi compañía que quieres disponer de ella unos días más?-inquirí irónicamente, tratando de ser un poco más demonio y un poco menos gatito.

En un movimiento con mi mano libre encendí las antorchas que estaban colgadas de las paredes.

Me pone nerviosa no saber donde esta, al igual que me pone frenética recordar que fue Lilith quien me encerró en aquella jaula y que él no se le ocurrió sacarme de esta. Tengo ganas de matarla con mis propias manos. - dije mirando estas y las cerré en puños. -No pequeña, no se donde está tu hermanito - le acaricie la mejilla y solté otra carcajada. -Tan poco te gusta estar conmigo?

Desaparecí del trono apareciendo en el centro de la sala y comencé a caminar por esta dando vueltas sobre mi.

Ya veo que todos siguen subestimando mi poder... La única que se salva es tu hermanita lujuria - dije mirando hacia donde estaba ella con los ojos rojos y los cabellos volando por un viento inexistente.

Naamah encendió unas antorchas con un movimiento de mano, y yo no pude menos que observar el fuego con anhelo... Al fin de al cabo, era mi naturaleza.

Ella replicó que sí le ponía nerviosa, al igual que recordar que Lilith la encerró en la jaula y que él no la sacó, por lo que tenía ganas de matarla con sus manos.

Yo cogí suavemente sus puños cerrados y los deshice, tratando de que se calmara:
-Oh, madre... No seré yo la que esté en contra de la venganza... ¿pero en verdad merece la pena tanta molestia por Lilith? Lilith. En serio, no le veo el sentido.

Naamah soltó una carcajada, y acariciándome la mejilla respondió que no sabía dónde estaba mi hermano, queriendo saber si no me gustaba estar con él.

Yo sacudí la cabeza levemente, frunciendo el ceño:
-Oh... una pena.-murmuré.- No es así, madre... de ningún modo. Era sólo una pregunta "inocente".-reí con diversión.- No, en serio. Es posible que me quede aquí un tiempo, lo echaba todo tanto de menos...

De pronto, Naamah había desaparecido, para aparecer en el centro de la sala, y mirándome con los ojos rojos comentó que todos subestimaban su poder salvo Lujuria.
-No tengo constancia de lo que Lujuria hace o deja de hacer, en realidad. Pero dudo mucho que nadie subestime tu poder, madre, y menos aún yo. Sabiendo todo lo que has hecho...-sonreí cruelmente.- Una verdadera maravilla... A mí me bastaría con la mitad de ese poder, un cuarto si acaso, y... podría hacer tantas cosas.-mi mirada brilló levemente.

Por el simple hecho de querer hacer la vida imposible a los niños mortales, no significa que no sea poderosa
Dije mirándola con ira, si valía la pena destruir a Lilith, ella era un grano en mi vida.
Yo soy el fuego! - alcé las manos hacia el techo soltando llamaradas por los brazos.
Solté un gruñido y regrese a mi trono sin dejar de gruñir mirándola.
Cuando Lilith muera seré libre para siempre pequeña

Naamah se enfureció, replicando que aquello no significaba que fuera poderosa, y alzó las manos soltando llamaradas al gritar que era el fuego.

Yo retrocedí levemente. No temía al fuego, pero me inquietaba la ira de Naamah.
-Por supuesto, madre...-acepté con voz meliflua.- Y todos los demonios aman el fuego...

No estaba loca, no quería que Naamah me carbonizara. No tenía ninguna piedad con los que la enfurecían.

Naamah gruñó, volviendo a su trono, y replicó que cuando Lilith muriera sería libre para siempre.
-¿Acaso estar aquí ahora no significa estar libre?-inquirí sorprendida; lo cierto era que la historia jamás me había interesado, ni siquiera la de los demonios, por lo que no sabía los pormenores del encierro de Naamah.- En tal caso, si sería conveniente matar a Lilith... cuanto antes. Pero primero habría que localizarla... y parece que todo el mundo ha perdido a alguien últimamente.-insistí.

Odio ser su hermana, por eso intente que mi nuevo cuerpo no fuera tan parecido al de aquella zorra. Odio que tenga mas fama que yo. Lilith esto, lilith aquello.... - gruñí varias veces y me acomodé mejor en el trono intentando fundirme en este.

Si al menos supiera porque aquella zorra me encerró en aquella jaula... Por suerte gracias a una niña pude salir de esta... Y con ello creo que me he ganado el odio de un demonio.. - suspire cansada y me puse como estaba al principio mirando a la nada.

Yo era el fuego, ese era mi don, manejarlo por lo que nunca me quemaba, use el fuego para deshacerme del cuerpo que me hizo ese estúpido de Dios y hacerme con uno de un ángel caído.

Naamah replicó, gruñendo, que odiaba ser su hermana y que ella tuviera más fama, añadiendo que por eso intentó que su nuevo cuerpo no se pareciera a ella.

Yo sacudí la cabeza:
-Madre, tal vez sea tu hermana de sangre, pero si no es tu hermana de corazón... no es nada. Y Lilith no es más famosa...-añadí sonriendo con cierto desprecio, a pesar de no haberme encontrado con ella, ya la odiaba.- Sólo más zorra.

Naamah suspiró queriendo saber por qué la encerró en la jaula, aunque gracias a una niña había salido, ganándose el odio de un demonio.

Aquella historia me sonó de algo. Alguien me lo había comentado, aunque no estaba segura.
-Ah, madre... Probablemente la única razón por la que te encerró fue por pura envidia...-sonreí divertida.- Eso es lo que ocurre cuando eres tan poderosa.-lo pensé un instante.- Juraría haber oído esa historia en algún lugar... ¿fue una tal Lauren, tal vez? Sí, creo que fue ella. Creo que Agramón se enamoró de ella...-reí levemente.- Llevaba algún tiempo siendo el hazmerreír por ello, aunque ahora no sé cómo irán las cosas...

Suspire cerrando los ojos, tal vez si fuera por envidia, apoye la cabeza en el respaldo escuchando sus palabras.

mm... O ya te a follado Caim o Angie te lo a contado...

Negué con la cabeza aun con los ojos cerrados, que rápido volaban las noticias.

Y que me dices de Samael? Él también cayó en esa trampa de amor por mi y alguien se burla de él? - ladee la cabeza mirándole por fin con media sonrisa sádica.

Naamah suspiró, y cerrando los ojos dijo que o ya me había follado Caim, o Angie me lo había dicho.

Yo hice una momentánea mueca de repugnancia, que ella no pudo ver, y sacudí la cabeza negativamente:
-Yo no me he acostado con Caim, ni pienso hacerlo... aunque no me vendría mal hacer algunos negocios con él...-admití.- Lo cierto es que lo he oído por ahí, no recuerdo donde.

Naamah ladeó la cabeza y me miró con una sonrisa sádica, comentando que Samael se enamoró de ella y nadie se burló de él.

Yo sonreí levemente, divertida:
-Por alguna razón, todos temen más a Samael que a Agramón... Además, Samael se enamoró de la madre de los demonios, un ser poderoso... Y Agramón de una hechicera...-hice una mueca.- ¿Ves la diferencia, madre?

Cerré los ojos llevando mis dedos a las sienes frotándolas, me había entrado un poco de dolor de cabeza, suspire y negué levemente.

Que pesadilla... Lauren ahora es un demonio, no tan poderoso como Agramón o yo misma.... - volví a suspirar y eché la cabeza hacia atrás.

Anda... cuéntame algo mas interesante... Y por cierto, tal vez no le intereses a Caim para meterla.

Naamah se frotó las sienes, cerró los ojos, y suspirando replicó que todo aquello era una pesadilla, y que Lauren ahora era un demonio aunque no tan poderosa como ella.

Yo abrí levemente los ojos por la sorpresa, e hice una mueca:
-¿Un demonio? Me pregunto cómo lo habrá conseguido.-bufé ligeramente.- Así es imposible estar informada, si andan cambiando de raza como si fueran pokemons...-reí burlonamente.

Naamah pidió que le contara algo interesante, y añadió que tal vez no le interesara a Caim para que la metiera.

Yo disimulé mi molestia con una falsa sonrisa:
-Seamos realistas... Caim no hace distinciones; mientras no sea un animal, todo le vale...-di suavemente con las uñas en mi pierna, pensativa.- No se me ocurre nada especial que contarte, madre... ¿hay algo que deseas saber y de lo que aún no tengas noticia?-iquirí.

Ay pequeña, Lauren era nephilim hija de Semyazza la cual murió cuando cumplió cien años por el pacto de sacarme de la jaula con el hechicero - murmure en un suspiro con los ojos cerrados.

Ahora tiene un cuerpo de demonio - ronque un poco y moví la cabeza a los lados. Caim... Caim... No creo que seas su tipo de mujer - solté una carcajada por aquello.

Estaba claro que ella no era un rico plato para el gusto de Caim

Naamah me explicó lo que había ocurrido con Lauren.

Yo sacudí la cabeza, con una pequeña mueca:
-Hmmm... Al parecer siempre soy la última en enterarme de todo. Algún día tendré que ir a ver a algún Talamasca, y que me cuente las novedades...-realmente no tenía demasiadas ganas de hacerlo; ni que me apeteciera tanto saberlo todo; me daba dolor de cabeza.

Naamah soltó una carcajada, afirmando que no era el tipo de mujer de Caim.

Yo me encogí de hombros, sin molestarme, y observé distraídamente las llamas danzantes de las antorchas:
-No sé si alegrarme o molestarme...-sonreí burlonamente.- ¿Estás cansada, madre?-inquirí, observando sus movimientos.

Tendrías que salir mas. - murmure en un susurro casi inaudible sobre que tendría que ir a la Talamasca. - No creo que te dejen sus historiales a un demonio - ladee un poco la cabeza.

Me levante y mire por el trono como si buscara algo, luego baje las escaleras y camine por la sala poco a poco como si tuviera un vestido pesado.

Hace mucho que no vengo aquí, me canso- suspire y regrese de nuevo a donde estaba ella.

Naamah suspiró asegurando que tendría que salir más, y que no creía que los Talamasca dejaran sus historiales a un demonio.

Yo sacudí la cabeza, sonriendo burlonamente, y observé como se desplazaba con lentitud por la sala:
-Sí, supongo... Aunque jamás dije nada de que fuera a pedírselos.-reí levemente, divertida por la idea.

Naamah suspiró y regresó a mi lado, comentando que hacía mucho que no iba por allí, por lo que se cansaba.

Yo hice un mohín y apoyé levemente la mano en su hombro:
-¿Estás bien, madre? Yo no podré hacer nada por ayudarte, pero otros tal vez sí.

No creo que si robas en Talamasca les guste mucho a tus jefes que lo hayas hecho. - suspire encogiendo un poco mis hombros cerrando los ojos.

La mire cuando se preocupo por mi y sonreí levemente sentándome en el trono de nuevo.

Estoy bien, no te preocupes por mi, tal vez regrese a la tierra y ya. - cerré de nuevo los ojos y las llamas de las antorchas incrementaron un poco su luz