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Mar, guitarra y templanza - Privado
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Mar, guitarra y templanza - Privado
El mundo se derrumbaba ante los placeres más caóticos, crueles, llenos de estupidez y decadencia. La envidia, la soberbia y la lujuria caminaban de la mano por Los Ángeles. La ciudad se había convertido en un nido de dolor, miseria y destrucción. Nadie podía impedirlo, todos estaban condenados. Miraba al cielo contemplando el ocaso, naranja con destellos rojizos y amarillos mientras las nubes, las cuales durante el día parecían de cálido algodón, tenían tonos grisáceos casi negros. El cielo se ensombrecía, como las alas de algunos de aquellos que había visto a mi lado, sentía cuando un ángel caía.
-Una virtud y un arcángel, me pregunto si...-podía sentir como todos esa extraña punzada en el corazón, esa terrible sensación.-Si eres tú.-hacía clara referencia a Rafael, alguien que me pareció honorable pese a sus sentimientos tan humanos. Una lágrima surgió de mis lacrimales, deslizándose por mi mejilla hasta mis labios. Saboreé aquella lágrima, la primera tras tantos siglos.-Estamos perdiendo, padre.-susurré antes de sentarme sobre la arena, algo cálida todavía.
Saqué la guitarra de su funda, acariciando lentamente su madera, para después comenzar a tocar. Mi voz sonó amarga, mientras una sonrisa silenciaba mis sentimientos. Un mal augurio sobre mi cabeza. Mis alas blancas, resplandecientes, estaban guardadas esperando el momento en el cual mostrarme al próximo inocente.
Mis cabellos dorados alborotados por el aire se movían como una llama de luz frente al mar rugiente, el cual besaba la playa gracias a las mareas, el aire se podía sentir lleno de sal pegándose a mis pulmones. Mi camisa era blanca y abierta, mis jeans desgastados por completo y con manchas de pintura de varios tonos, mis pies estaban descalzos.
Me preguntaba con qué edad me podían ver las personas que paseaban por el paseo ¿cinco años? ¿diez años? ¿quince años? ¿veinte? ¿quizás cuarenta? ¿qué tal setenta?
-Una virtud y un arcángel, me pregunto si...-podía sentir como todos esa extraña punzada en el corazón, esa terrible sensación.-Si eres tú.-hacía clara referencia a Rafael, alguien que me pareció honorable pese a sus sentimientos tan humanos. Una lágrima surgió de mis lacrimales, deslizándose por mi mejilla hasta mis labios. Saboreé aquella lágrima, la primera tras tantos siglos.-Estamos perdiendo, padre.-susurré antes de sentarme sobre la arena, algo cálida todavía.
Saqué la guitarra de su funda, acariciando lentamente su madera, para después comenzar a tocar. Mi voz sonó amarga, mientras una sonrisa silenciaba mis sentimientos. Un mal augurio sobre mi cabeza. Mis alas blancas, resplandecientes, estaban guardadas esperando el momento en el cual mostrarme al próximo inocente.
- Spoiler:
Mis cabellos dorados alborotados por el aire se movían como una llama de luz frente al mar rugiente, el cual besaba la playa gracias a las mareas, el aire se podía sentir lleno de sal pegándose a mis pulmones. Mi camisa era blanca y abierta, mis jeans desgastados por completo y con manchas de pintura de varios tonos, mis pies estaban descalzos.
Me preguntaba con qué edad me podían ver las personas que paseaban por el paseo ¿cinco años? ¿diez años? ¿quince años? ¿veinte? ¿quizás cuarenta? ¿qué tal setenta?
Invitado- Invitado
Re: Mar, guitarra y templanza - Privado
…
¿Por qué me sentía tan cansado? Sin ánimos de nada, ni siquiera de levantarme de la cama, débil, sin deseos de salir afuera, vivía en un modesto departamento en las afueras de la ciudad, no contaba con mucho dinero como para pagar algo más decente, aunque no la pasaba nada mal, era cómodo, tenía un poco de privacidad… aunque… estaba rodeado de personas con problemas, era un sinfín de peleas, maltratos, mi poder no los alcanzaba, y yo sufría, me sentía intranquilo…
- Voy a morir si me quedo aquí… no puedo más…- Dije para mí mismo, haciendo un enorme esfuerzo por levantarme de aquella cama enmohecida, carcomida y rechinante. Me cambie de ropa, una simple playera de algodón blanca, unos vaqueros algo rotos y unos tenis cómodos, fue todo lo que lleve consigo, además de mi pesar fuera de aquel departamento.
Por donde mirara, había personas tristes, que renegaban de la vida, escuchaba sus quejas, las sentía en mi, juro que mi poder intentaba alcanzarlos, pero ellos parecían tener una enorme barrera que impedía que mi amor entrara en sus corazones, sentí muchas ganas de llorar, me sentía realmente abrumado, así que comencé a correr y a correr sin dirección alguna, solo quería que ese sentimiento devastador desapareciera.
Cuando menos lo pensé, mis pasos se volvieron realmente torpes, se me dificultaba dar el paso, pues me hundía constantemente en la superficie blanda. Cansado, me detuve y me permití observar donde me encontraba:
La playa.
Respire profundamente el aire salitroso que inundaba el ambiente, escuche claramente el romper constante de las olas y esa quietud que mi corazón buscaba. Me despoje de los tenis y los cargue en mi hombro izquierdo una vez que entrelace bien las agujetas, de esa forma llevaría mis manos libres dentro de los respectivos bolsillos de mis pantalones. El tacto de mi piel tibia con la arena fresca era reconfortante, sino es que delicioso, me provocaba extrañas sensaciones que se podrían catalogar como placenteras para los humanos.
Así dure caminando un momento por la orilla, hasta que a mi oído llego el son de una melodía, una bastante peculiar, que recuerdo haber escuchado alguna ocasión en manos de un ángel… o mejor dicho de una Virtud… ¿Podría ser que fuera él? Me guie por el sonido de las notas de lo que sería una guitarra, hasta que di con la imagen suya…
- David…- Pronuncie con cierta alegría y una sonrisa enorme en mis labios pero sin acercarme del todo, observándole a un par de metros. Al fin, algo que me daba alegría.
¿Por qué me sentía tan cansado? Sin ánimos de nada, ni siquiera de levantarme de la cama, débil, sin deseos de salir afuera, vivía en un modesto departamento en las afueras de la ciudad, no contaba con mucho dinero como para pagar algo más decente, aunque no la pasaba nada mal, era cómodo, tenía un poco de privacidad… aunque… estaba rodeado de personas con problemas, era un sinfín de peleas, maltratos, mi poder no los alcanzaba, y yo sufría, me sentía intranquilo…
- Voy a morir si me quedo aquí… no puedo más…- Dije para mí mismo, haciendo un enorme esfuerzo por levantarme de aquella cama enmohecida, carcomida y rechinante. Me cambie de ropa, una simple playera de algodón blanca, unos vaqueros algo rotos y unos tenis cómodos, fue todo lo que lleve consigo, además de mi pesar fuera de aquel departamento.
Por donde mirara, había personas tristes, que renegaban de la vida, escuchaba sus quejas, las sentía en mi, juro que mi poder intentaba alcanzarlos, pero ellos parecían tener una enorme barrera que impedía que mi amor entrara en sus corazones, sentí muchas ganas de llorar, me sentía realmente abrumado, así que comencé a correr y a correr sin dirección alguna, solo quería que ese sentimiento devastador desapareciera.
Cuando menos lo pensé, mis pasos se volvieron realmente torpes, se me dificultaba dar el paso, pues me hundía constantemente en la superficie blanda. Cansado, me detuve y me permití observar donde me encontraba:
La playa.
Respire profundamente el aire salitroso que inundaba el ambiente, escuche claramente el romper constante de las olas y esa quietud que mi corazón buscaba. Me despoje de los tenis y los cargue en mi hombro izquierdo una vez que entrelace bien las agujetas, de esa forma llevaría mis manos libres dentro de los respectivos bolsillos de mis pantalones. El tacto de mi piel tibia con la arena fresca era reconfortante, sino es que delicioso, me provocaba extrañas sensaciones que se podrían catalogar como placenteras para los humanos.
Así dure caminando un momento por la orilla, hasta que a mi oído llego el son de una melodía, una bastante peculiar, que recuerdo haber escuchado alguna ocasión en manos de un ángel… o mejor dicho de una Virtud… ¿Podría ser que fuera él? Me guie por el sonido de las notas de lo que sería una guitarra, hasta que di con la imagen suya…
- David…- Pronuncie con cierta alegría y una sonrisa enorme en mis labios pero sin acercarme del todo, observándole a un par de metros. Al fin, algo que me daba alegría.
Invitado- Invitado
Re: Mar, guitarra y templanza - Privado
Había vivido tantos años entre los hombres que me había acostumbrado al mundo ajetreado y decadente. Eran como luces y sombras difusas que se movían a mi alrededor. No todos se dejaban ayudar, pero aquellos artistas y pensadores que me habían necesitado les había ofrecido la calma con el sosiego de mi presencia, mis palabras y una cálida sonrisa. Algunos artistas no lograban canalizar sus pensamientos, necesitaban sosegarse para poner en orden sus ideas y poder volcarse en su trabajo. Recordé mientras tocaba a varios filósofos que me habían adorado y amado como si fuera de su propia familia. Había convivido con hombres sabios que me tuvieron acogido en sus casas ofreciéndome el poco pan que tenían para llevarse a la boca, el cual siempre rechazaba. Mi presencia era para ayudarlos y con ese sentimiento de felicidad me alimentaba. Sin embargo, los tiempos cambiaban demasiado y en ocasiones veía como mis esfuerzos se escapaban de mis manos, quedando todos los intentos en nada.
Sentí una presencia próxima a mí, un ángel. Podía reconocer a cada uno de mis hermanos, aunque en pocas ocasiones ellos me reconocían a mi. Cada uno tenía una visión distinta de mi aspecto y era divertido saber como podían verme otros. Recordé por unos instantes, breves realmente, la felicidad que sintió Rafael, el arcángel, al contemplarme como un niño. Ese deseo oculto de ser padre, tener una familia, le había impulsado siempre a colaborar con los más necesitados, pero sobre todo con los más pequeños. Él mismo me confesó sus sentimientos más humanos, los cuales le habían terminado provocando la peor de las caídas. El rumor se había convertido en certeza y la certeza para mí en dolor. Para mí ya no era un hermano, sin embargo rezaba porque su alma no terminara tan carbonizada como la de otros que como él desobedecieron y cayeron en el rencor.
Pronto el viento atrajo mi nombre de labios del ángel, esto hizo que me girara y sonriera mientras permanecía sentado sobre la cálida arena. Palmeé aquel suave y cálido mar de arena fina y dorada. Era un gesto evidente de invitación para quedarse a mi lado. Sabía bien quién era, era Shamuel, y podía jurar que su alma parecía decaída. Tal vez podía hacer algo por él y él por mí. Podríamos conversar, quizás terminar ayudando a cualquier alma necesitada de ambos y posiblemente eso nos haría a ambos muy felices.
-Ven Shamuel, siéntate a mi lado.
Sonreí al verlo, me alegraba poder ver que él estaba bien. Pues cada vez caían más ángeles sin importar su rango. Muchos debido al sentimiento de dolor que recorría el mundo, se sentían frustrados y acababan dejándose arrastrar por los murmullos de los demonios.
Sentí una presencia próxima a mí, un ángel. Podía reconocer a cada uno de mis hermanos, aunque en pocas ocasiones ellos me reconocían a mi. Cada uno tenía una visión distinta de mi aspecto y era divertido saber como podían verme otros. Recordé por unos instantes, breves realmente, la felicidad que sintió Rafael, el arcángel, al contemplarme como un niño. Ese deseo oculto de ser padre, tener una familia, le había impulsado siempre a colaborar con los más necesitados, pero sobre todo con los más pequeños. Él mismo me confesó sus sentimientos más humanos, los cuales le habían terminado provocando la peor de las caídas. El rumor se había convertido en certeza y la certeza para mí en dolor. Para mí ya no era un hermano, sin embargo rezaba porque su alma no terminara tan carbonizada como la de otros que como él desobedecieron y cayeron en el rencor.
Pronto el viento atrajo mi nombre de labios del ángel, esto hizo que me girara y sonriera mientras permanecía sentado sobre la cálida arena. Palmeé aquel suave y cálido mar de arena fina y dorada. Era un gesto evidente de invitación para quedarse a mi lado. Sabía bien quién era, era Shamuel, y podía jurar que su alma parecía decaída. Tal vez podía hacer algo por él y él por mí. Podríamos conversar, quizás terminar ayudando a cualquier alma necesitada de ambos y posiblemente eso nos haría a ambos muy felices.
-Ven Shamuel, siéntate a mi lado.
Sonreí al verlo, me alegraba poder ver que él estaba bien. Pues cada vez caían más ángeles sin importar su rango. Muchos debido al sentimiento de dolor que recorría el mundo, se sentían frustrados y acababan dejándose arrastrar por los murmullos de los demonios.
Invitado- Invitado
Re: Mar, guitarra y templanza - Privado
No dude ni un instante en ir hasta donde él, necesitaba de su presencia, porque dentro de mi había un caos que me mantenía intranquilo, sufriendo, eso no me gustaba, era desesperante sentir todos esos sentimientos de una sola vez, no comprendía cómo es que algunos humanos, solían sentir tantas cosas al mismo tiempo y no terminar enloqueciendo por ello… siempre tan hábiles y admirables.
- David… hermano…- Murmure con la voz un tanto apagada, sentándome a su lado, abrazando mis piernas una vez le hube saludado. Debía de notarse mi lucha interna quizás, o quizás no… aunque alguna vez, Abaddon me dijo que era como un libro abierto, mis sentires se reflejaban claramente en mis gestos, incluso en mis palabras… Aunque en ocasiones era precavido y maquillaba mis tristezas con afables sonrisas.
- ¿Por qué tan alejado, hermano? –Cuestione, refiriéndome al hecho de que se encontrase en este lugar, aunque bien podría ser que solo buscaba un momento de paz, para reencontrarse con el mismo… lo que yo deseaba, me sentía perdido, mas no de Dios, sino de mismo.
La brisa era fresca, mi piel resentida se en crispó suavemente, así que me abrace un momento para menguar ese sentimiento. Era raro verme en ese estado, por lo general siempre sacaba una sonrisa a pesar de las circunstancias en las que me vieran envuelto, mas esta ocasión, me sentí superado en muchas formas.
Suspire profundamente, solo necesitaba calma interior, recuperarla a como diera lugar. Ante nosotros, se poso una gaviota, curiosa nos observo por unos instantes, posteriormente, se dirigió hacia la orilla del mar a coger alimento, algunos pequeños cangrejos, erizos de mar y algunas algas marinas de su agrado.
- David… hermano…- Murmure con la voz un tanto apagada, sentándome a su lado, abrazando mis piernas una vez le hube saludado. Debía de notarse mi lucha interna quizás, o quizás no… aunque alguna vez, Abaddon me dijo que era como un libro abierto, mis sentires se reflejaban claramente en mis gestos, incluso en mis palabras… Aunque en ocasiones era precavido y maquillaba mis tristezas con afables sonrisas.
- ¿Por qué tan alejado, hermano? –Cuestione, refiriéndome al hecho de que se encontrase en este lugar, aunque bien podría ser que solo buscaba un momento de paz, para reencontrarse con el mismo… lo que yo deseaba, me sentía perdido, mas no de Dios, sino de mismo.
La brisa era fresca, mi piel resentida se en crispó suavemente, así que me abrace un momento para menguar ese sentimiento. Era raro verme en ese estado, por lo general siempre sacaba una sonrisa a pesar de las circunstancias en las que me vieran envuelto, mas esta ocasión, me sentí superado en muchas formas.
Suspire profundamente, solo necesitaba calma interior, recuperarla a como diera lugar. Ante nosotros, se poso una gaviota, curiosa nos observo por unos instantes, posteriormente, se dirigió hacia la orilla del mar a coger alimento, algunos pequeños cangrejos, erizos de mar y algunas algas marinas de su agrado.
Invitado- Invitado
Re: Mar, guitarra y templanza - Privado
-Vivo cerca del mar, el mar es como el mundo. Parece agitado pero siempre tiene un momento de calma. Puede hacer zozobrar barcos inmensos, y a la vez permitir que un pequeño pesquero sobreviva a una tormenta. La vida es así, como es así el ser humano.
Comenté sin apartar la guitarra de mis manos, dejando que algunas notas se escaparan de entre mis dedos. El sol brillaba provocando que las olas tuvieran cierta similitud a las escamas de los peces que albergaba aún en sus profundidades. La espuma llegaba a besar la arena hasta quedar cerca de mis pies. Podía sentir el mundo girar y a la vez quedar detenido, esperando un cambio nuevo.
-Te siento decaído, Shamuel. Yo también lo estoy por algunos acontecimientos, pero intento sonreír a la vida y agradecer a Dios la confianza que me ofrece. He venido para ayudar a los hombres de buena voluntad, también a los hermanos que se encuentran perdidos. Soy el ángel que ayuda a los filósofos, artistas y muchachos que quieren cambiar el mundo.
Era el ángel del pensamiento. Siempre me habían considerado como una de las virtudes más importantes para un intelectual. Sosegaba el espíritu y lograba meditar sobre el ir y venir de los tiempos. Muchos lograban alcanzar grandes metas a mi lado, otro simplemente no terminaban cayendo en medio de la lujuria, avaricia o glotonería.
Acaricié la madera de mi guitarra, sus cuerdas y finalmente dejé mis manos sobre la arena. Podía sentir el mundo llorar a nuestras espaldas, pero también las risas de la inocencia. Aún se hallaba la felicidad en las diminutas pertenencias, fotografías que nos recordaban al ayer y caricias sinceras con palabras francas. Todavía había esperanza y fe, aunque algunos las perdieran.
-Shamuel, quien busca encuentra.
Comenté sin apartar la guitarra de mis manos, dejando que algunas notas se escaparan de entre mis dedos. El sol brillaba provocando que las olas tuvieran cierta similitud a las escamas de los peces que albergaba aún en sus profundidades. La espuma llegaba a besar la arena hasta quedar cerca de mis pies. Podía sentir el mundo girar y a la vez quedar detenido, esperando un cambio nuevo.
-Te siento decaído, Shamuel. Yo también lo estoy por algunos acontecimientos, pero intento sonreír a la vida y agradecer a Dios la confianza que me ofrece. He venido para ayudar a los hombres de buena voluntad, también a los hermanos que se encuentran perdidos. Soy el ángel que ayuda a los filósofos, artistas y muchachos que quieren cambiar el mundo.
Era el ángel del pensamiento. Siempre me habían considerado como una de las virtudes más importantes para un intelectual. Sosegaba el espíritu y lograba meditar sobre el ir y venir de los tiempos. Muchos lograban alcanzar grandes metas a mi lado, otro simplemente no terminaban cayendo en medio de la lujuria, avaricia o glotonería.
Acaricié la madera de mi guitarra, sus cuerdas y finalmente dejé mis manos sobre la arena. Podía sentir el mundo llorar a nuestras espaldas, pero también las risas de la inocencia. Aún se hallaba la felicidad en las diminutas pertenencias, fotografías que nos recordaban al ayer y caricias sinceras con palabras francas. Todavía había esperanza y fe, aunque algunos las perdieran.
-Shamuel, quien busca encuentra.
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Re: Mar, guitarra y templanza - Privado
- La vida misma es extraña, compleja, pero sin duda, hermosa…- Respondí conforme escuchaba sus palabras, observando el paisaje, algo que atesoraba inmensamente y agradecía a nuestro padre por permitirme algo semejante. Desdichados aquellos que no gozaban de tal privilegio.
- Lo estoy, actualmente… me siento inquieto… por no decir que perturbado, hui prácticamente de mi lecho… porque sentía me asfixiaba… y es entonces que mis pasos me han traído hasta aquí… a tu lado…- Comente al tiempo que de mis labios surgía una leve sonrisa lánguida.
- He pesando que… los seres humanos no desean ser del todo ayudados…¿Lo has pensado alguna vez?... es decir, constantemente he visto personas que buscan sus propios males, se aferran a la idea de sufrir, algunos por culpabilidad… otros por simple gusto masoquista… son pocas las personas que he escuchado pensar en la felicidad, una vida tranquila y alejada de los deseos mundanos que tanto quebrantan el alma…- Fui diciendo conforme jugaba con un poco de arena, que manejaba entre mis dedos con esa curiosidad propia de un ser abstraído en sus pensamientos.
Posteriormente, desvié mi vista a su guitarra, un instrumento de aire y cuerdas… recordé por un momento que alguna vez, hace mucho tiempo, tuve una igual entre mis manos, cuando acompañaba a Daniel en sus noches de insomnio, yo tocaba para él una melodía que a ambos nos gustaba, esas noches fueron divertidas, extrañas e irrecuperables. Ese humano, llego a dejar una huella tan profunda en mi, que llegue incluso a considerarlo un hermano, lo ame con todo el amor que pude… pero…
- Las cosas cambiaron demasiado en un año… me lamento el haber estado inmóvil todo ese tiempo… quizá habría hecho algo que…mantuviera la balanza estable… no que ahora…- Suspire cansino, una ola llego lo suficiente como para mojar mis pies, la frescura me resulto tan agradable, refrescante, sanadora.
- Pero él hubiera francamente no existe… así que no tiene caso alguno el lamentarme por algo así…- Encogí suavemente los hombros, buscando consuelo en las próximas palabras que fuera a decir mi hermano, atento para grabarlas en mi mente y corazón, y de esa forma, encontrar descanso a mis inquietudes y penas.
- Lo estoy, actualmente… me siento inquieto… por no decir que perturbado, hui prácticamente de mi lecho… porque sentía me asfixiaba… y es entonces que mis pasos me han traído hasta aquí… a tu lado…- Comente al tiempo que de mis labios surgía una leve sonrisa lánguida.
- He pesando que… los seres humanos no desean ser del todo ayudados…¿Lo has pensado alguna vez?... es decir, constantemente he visto personas que buscan sus propios males, se aferran a la idea de sufrir, algunos por culpabilidad… otros por simple gusto masoquista… son pocas las personas que he escuchado pensar en la felicidad, una vida tranquila y alejada de los deseos mundanos que tanto quebrantan el alma…- Fui diciendo conforme jugaba con un poco de arena, que manejaba entre mis dedos con esa curiosidad propia de un ser abstraído en sus pensamientos.
Posteriormente, desvié mi vista a su guitarra, un instrumento de aire y cuerdas… recordé por un momento que alguna vez, hace mucho tiempo, tuve una igual entre mis manos, cuando acompañaba a Daniel en sus noches de insomnio, yo tocaba para él una melodía que a ambos nos gustaba, esas noches fueron divertidas, extrañas e irrecuperables. Ese humano, llego a dejar una huella tan profunda en mi, que llegue incluso a considerarlo un hermano, lo ame con todo el amor que pude… pero…
- Las cosas cambiaron demasiado en un año… me lamento el haber estado inmóvil todo ese tiempo… quizá habría hecho algo que…mantuviera la balanza estable… no que ahora…- Suspire cansino, una ola llego lo suficiente como para mojar mis pies, la frescura me resulto tan agradable, refrescante, sanadora.
- Pero él hubiera francamente no existe… así que no tiene caso alguno el lamentarme por algo así…- Encogí suavemente los hombros, buscando consuelo en las próximas palabras que fuera a decir mi hermano, atento para grabarlas en mi mente y corazón, y de esa forma, encontrar descanso a mis inquietudes y penas.
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Re: Mar, guitarra y templanza - Privado
-Hermano, todo ser merece ser ayudado aunque no lo desee. Puede que estén cegados por demonios atroces, quizás no saben qué es el amor porque nadie se lo ha explicado y tal vez están tan confundidos por el dolor que creen que es lo único que merecen. El ser humano es un ser complejo que no debe ser tomado como un ingenuo y estúpido que quiere sufrir en vez de amar. Recuerda que Dios nos enseñó a nosotros a contemplar el mundo y amarlo, cada criatura que posó sobre su superficie, montaña, lago, río, mar o planta. Dios nos creó a nosotros para ser los guardianes, jardineros y maestros de este mundo.
Mis palabras no eran una regañina, sino un recuerdo. Quería que viera en su corazón y comprendiera mis palabras con los recuerdos de su alma. Él era un arcángel, era el amor de Dios y debía saber que este amor estaba siendo olvidado por el ser humano.
-Shamuel, el mundo necesita recordar para poder anhelar.
Dije colocando mi mano izquierda sobre su hombro, apretándolo unos instantes para volver la mirada al horizonte. Las gaviotas se veían a lo lejos intentando pescar algo para poder paliar su apetito, los pelícanos también estaban sobrevolando las zonas costeras, mientras el rugir de las aguas iba y venía abofeteando las rocas, acariciando la arena y nuestros pies que comenzaban a humedecerse.
-El amor existe, tú eres la prueba viviente de ello y por lo tanto tienes que demostrarlo.
Ejercí mi poder sobre él, dejé que este entrara en su piel enterrándose hasta lo más profundo. Mi energía acariciaron su corazón, su mente, sus pulmones y cada milímetro de su ser. Deseaba que se calmara y pudiera razonar mis palabras. Si las razonaba conseguiría ver la luz tras el oscuro túnel que creía estar viviendo. Sin embargo, yo en ocasiones también me desmoralizaba pero un vistazo al mar, la belleza del mundo y unos segundos de reflexión provocaban que mis ánimos regresaran con fuerza.
Mis palabras no eran una regañina, sino un recuerdo. Quería que viera en su corazón y comprendiera mis palabras con los recuerdos de su alma. Él era un arcángel, era el amor de Dios y debía saber que este amor estaba siendo olvidado por el ser humano.
-Shamuel, el mundo necesita recordar para poder anhelar.
Dije colocando mi mano izquierda sobre su hombro, apretándolo unos instantes para volver la mirada al horizonte. Las gaviotas se veían a lo lejos intentando pescar algo para poder paliar su apetito, los pelícanos también estaban sobrevolando las zonas costeras, mientras el rugir de las aguas iba y venía abofeteando las rocas, acariciando la arena y nuestros pies que comenzaban a humedecerse.
-El amor existe, tú eres la prueba viviente de ello y por lo tanto tienes que demostrarlo.
Ejercí mi poder sobre él, dejé que este entrara en su piel enterrándose hasta lo más profundo. Mi energía acariciaron su corazón, su mente, sus pulmones y cada milímetro de su ser. Deseaba que se calmara y pudiera razonar mis palabras. Si las razonaba conseguiría ver la luz tras el oscuro túnel que creía estar viviendo. Sin embargo, yo en ocasiones también me desmoralizaba pero un vistazo al mar, la belleza del mundo y unos segundos de reflexión provocaban que mis ánimos regresaran con fuerza.
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Re: Mar, guitarra y templanza - Privado
…
Asentí mientras él hablaba, tenía toda la razón, sin embargo… ¿Por qué no podía dejar de sentir que mi persona era ignorada? Constantemente, intentaba por todos los medios posibles, hacerles ver que el amor estaba en todas partes, incluso en las sonrisas de los extraños, en el aleteo de un ave… en el mismo viento… pero algunos estaban tan sumidos en su propia desgracia que no volteaban a ver más allá de su nariz…
- Ojala pudiera yo hacerlos recordar, realmente… no encuentro la forma de avivarlos… créeme, he intentado de todo y nada parece funcionar, a veces, quisiera poder tocar a cada uno de los seres humanos, darme el tiempo para aliviar su alma y llenarla de paz y amor… reconfortar su dolor… pero no me es posible, entre el cielo, la tierra, el infierno… no me doy abasto…- Comente suspirando un poco cansado.
De pronto el mar se volvió tan inmenso, jamás lo hube sentido de esa forma, tan dolorosamente grande e imposible de abarcar en su totalidad. Mas pronto, gracias a las habilidades de David, poco a poco, fui recobrando la calma, por dios que la necesitaba o terminaría gritando de rabia e impotencia, por no lograr mis objetivos, por tanto que me esforzara…
- Gracias David… Ojala tuviera tus habilidades, me serian de tanta ayuda para cuando pierda la calma…- Sonreí ampliamente, agradecía desde el fondo de mi corazón, ahora más tranquilo, el hecho de que me ayudara.
- ¿Quieres hacer algo? Quizás caminar un momento… cualquier cosa…- Del bolsillo de mi pantalón, saque un par de golosinas que anteriormente me había comprado en un bazar, eran de coco y leche quemada, deliciosas en realidad.
- ¿Gustas? Son deliciosas estas… Cocadas, así las llamo la mujer a la cual se las compre…- Comente ofreciéndole una de ellas en la palma de mi mano extendida.
Asentí mientras él hablaba, tenía toda la razón, sin embargo… ¿Por qué no podía dejar de sentir que mi persona era ignorada? Constantemente, intentaba por todos los medios posibles, hacerles ver que el amor estaba en todas partes, incluso en las sonrisas de los extraños, en el aleteo de un ave… en el mismo viento… pero algunos estaban tan sumidos en su propia desgracia que no volteaban a ver más allá de su nariz…
- Ojala pudiera yo hacerlos recordar, realmente… no encuentro la forma de avivarlos… créeme, he intentado de todo y nada parece funcionar, a veces, quisiera poder tocar a cada uno de los seres humanos, darme el tiempo para aliviar su alma y llenarla de paz y amor… reconfortar su dolor… pero no me es posible, entre el cielo, la tierra, el infierno… no me doy abasto…- Comente suspirando un poco cansado.
De pronto el mar se volvió tan inmenso, jamás lo hube sentido de esa forma, tan dolorosamente grande e imposible de abarcar en su totalidad. Mas pronto, gracias a las habilidades de David, poco a poco, fui recobrando la calma, por dios que la necesitaba o terminaría gritando de rabia e impotencia, por no lograr mis objetivos, por tanto que me esforzara…
- Gracias David… Ojala tuviera tus habilidades, me serian de tanta ayuda para cuando pierda la calma…- Sonreí ampliamente, agradecía desde el fondo de mi corazón, ahora más tranquilo, el hecho de que me ayudara.
- ¿Quieres hacer algo? Quizás caminar un momento… cualquier cosa…- Del bolsillo de mi pantalón, saque un par de golosinas que anteriormente me había comprado en un bazar, eran de coco y leche quemada, deliciosas en realidad.
- ¿Gustas? Son deliciosas estas… Cocadas, así las llamo la mujer a la cual se las compre…- Comente ofreciéndole una de ellas en la palma de mi mano extendida.
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Re: Mar, guitarra y templanza - Privado
Shamuel tenía el corazón de un niño, también su paciencia. Debía comenzar a comprender que los tiempos cambiaban y que en ocasiones se debían enviar nuevos mensajes. Tomé una de las golosinas que me ofrecía. Mis ojos estaban fijos en el mar contemplándolo con cautela. En sus profundidades aún existían misterios tan grandes como en el corazón de los hombres. Todo era aprender a llegar hasta ellos, pues cada uno era un océano y una grieta hacia un mundo completamente desconocido.
-Cada hombre es distinto, hay que buscar aquello que toca su corazón.
Me giré hacia él con una cálida sonrisa esperando que terminara de comprender mis palabras. Necesitaba una clase práctica. Algunos de mis hermanos se veían colapsados en este mundo, yo también lo estaba. En ocasiones me sentía defraudado, pero solía despejarme y proseguir mi camino. Si dejaba que mis brazos se bajaran y mi cabeza se llenara de miedos no ayudaría a padre, tan sólo colaboraría con lo oscuro.
-A un músico hay que hablarle de arte, no sólo de música, y a un pensador hay que darle nuevos misterios.
Me levanté quedando frente a él mientras acomodaba mi guitarra tras mi espalda, le llevaría a un local donde podría conversar con mortales. Allí solían desahogar sus penas, escuchar sus preocupaciones y si le ayudabas podías ver como el amor crecía en sus corazones. No había que hacer demasiado por ellos, tan sólo escuchar con calma sin sentir que sus sentimientos te arrastran hasta el fondo del abismo.
-Acompáñame, hermano.
-Cada hombre es distinto, hay que buscar aquello que toca su corazón.
Me giré hacia él con una cálida sonrisa esperando que terminara de comprender mis palabras. Necesitaba una clase práctica. Algunos de mis hermanos se veían colapsados en este mundo, yo también lo estaba. En ocasiones me sentía defraudado, pero solía despejarme y proseguir mi camino. Si dejaba que mis brazos se bajaran y mi cabeza se llenara de miedos no ayudaría a padre, tan sólo colaboraría con lo oscuro.
-A un músico hay que hablarle de arte, no sólo de música, y a un pensador hay que darle nuevos misterios.
Me levanté quedando frente a él mientras acomodaba mi guitarra tras mi espalda, le llevaría a un local donde podría conversar con mortales. Allí solían desahogar sus penas, escuchar sus preocupaciones y si le ayudabas podías ver como el amor crecía en sus corazones. No había que hacer demasiado por ellos, tan sólo escuchar con calma sin sentir que sus sentimientos te arrastran hasta el fondo del abismo.
-Acompáñame, hermano.
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Re: Mar, guitarra y templanza - Privado
Comprendía bastante bien sus palabras, cada individuo era un manojo de pensamientos, ideas, sentimientos, deseos… todo eso los convertía en seres hermosos y complejos. Solo a veces, algunos parecían tan iguales, con los mismos desánimos, problemas y tristezas… eso a mí me colapsaba.
- Se a lo que te refieres, David… entiendo perfectamente, solo que a veces, lo olvido… me dejo guiar por mis dudas… y me pierdo del camino…- Respondí bajando la cabeza avergonzado por ello, mas no era perfecto, de serlo, seguramente no cometería los mismos errores una y otra vez.
- Vamos…- Respondí poniéndome de pie a su lado, soltando el puñado de arena que estaba manteniendo en mi puño momentos antes. La marea estaba subiendo conforme caía la noche en torno a nuestras figuras. Sacudí insistente mi ropa del exceso de arena que hubo quedado prendada de ella, posteriormente, estire mi cuerpo provocando que algunas de mis articulaciones hicieran ese sonido un tanto molesto para algunas personas.
- ¿A dónde iremos puedo comer algo? Muero de hambre…- Cuestione esperando no importunar con sus planes, como dije anteriormente, no había comido mucho en el día. Deseaba un chocolate caliente, a los humanos les gustaba tomar bebidas calientes cuando se sentían tristes o meditaban asuntos importantes, y no es que yo quisiera parecer uno adoptando sus maneras, simplemente notaba que esa simple acción en veces confortaba sus corazones inquietos, era como una medicina dulce para el corazón.
- Dijiste que vives cerca del mar… ¿Es cómodo? A mí me gustaría, pero no tengo mucho dinero para hacerme de un departamento cerca de aquí… conseguí uno en el centro de la ciudad, es… más bien humilde, pero me proporciona refugio y descanso cada que puedo…- Comente mientras iniciaba la marcha, despacio y sin prisa alguna, después de todo, David era mi guía esta noche.
- Se a lo que te refieres, David… entiendo perfectamente, solo que a veces, lo olvido… me dejo guiar por mis dudas… y me pierdo del camino…- Respondí bajando la cabeza avergonzado por ello, mas no era perfecto, de serlo, seguramente no cometería los mismos errores una y otra vez.
- Vamos…- Respondí poniéndome de pie a su lado, soltando el puñado de arena que estaba manteniendo en mi puño momentos antes. La marea estaba subiendo conforme caía la noche en torno a nuestras figuras. Sacudí insistente mi ropa del exceso de arena que hubo quedado prendada de ella, posteriormente, estire mi cuerpo provocando que algunas de mis articulaciones hicieran ese sonido un tanto molesto para algunas personas.
- ¿A dónde iremos puedo comer algo? Muero de hambre…- Cuestione esperando no importunar con sus planes, como dije anteriormente, no había comido mucho en el día. Deseaba un chocolate caliente, a los humanos les gustaba tomar bebidas calientes cuando se sentían tristes o meditaban asuntos importantes, y no es que yo quisiera parecer uno adoptando sus maneras, simplemente notaba que esa simple acción en veces confortaba sus corazones inquietos, era como una medicina dulce para el corazón.
- Dijiste que vives cerca del mar… ¿Es cómodo? A mí me gustaría, pero no tengo mucho dinero para hacerme de un departamento cerca de aquí… conseguí uno en el centro de la ciudad, es… más bien humilde, pero me proporciona refugio y descanso cada que puedo…- Comente mientras iniciaba la marcha, despacio y sin prisa alguna, después de todo, David era mi guía esta noche.
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Re: Mar, guitarra y templanza - Privado
Algunos de mis hermanos poseían un apetito voraz y no por gula, por necesidad. Gastaban excesiva energía moviéndose de un lado a otro, buscando a quien ayudar. Otros se manteían serenos esperando que la persona apropiada apareciera frente a ellos. Yo simplemente dependía del día en el cual estuviera, la sensibilidad especial que poseía me hacía encontrar con facilidad a todo aquellos que me necesitaban. En las bibliotecas, centros de lectura, librerías, tiendas esotéricas y lugares de culto siempre hallaba filósofos y jóvenes deseosos de tener un poco de raciocinio. Sin embargo, podía hallar la forma de hacerme con el amor de aquellos que me detestaban. Los ocios nocturnos también era buen lugar para taimar el alma de aquellos agitados al ritmo del rock, hacerles recapacitar sobre las drogas y llevarlos a un estado más sosegado.
-Es una casa, no un apartamento. Decidí mejorarla con mis poderes.
Era un lugar extraño, tan extraño como lo era yo. Un lugar agradable que se mostraba interesante. Una casa cuya estructura parecía no tener pies ni cabeza y con un jardín hermoso cargado de flores. Amaba las flores, no podía evitarlo, y sentir el césped bajo mis pies desnudos era una sensación maravillosa igual que la arena. Era dichoso porque había conseguido encontrar un lugar barato donde hacer que mi pequeño poder de creación y mi imaginación dieran rienda suelta.
-Podemos ir a mi hogar primero, puedo prepararle algo de alimento.
Podía alimentarlo para que tomara energías, las suficientes, para ir a buscar a todo aquel que precisara de nosotros.
-No se asuste por el aspecto de mi hogar, no queda lejos.
A tan sólo dos calles del paseo estaba una casa invertida, pequeña y modesta pero invertida. Poseía unos elegantes setos bien recortados y unos rosales cargados de rosas blancas. Tenía una tímida valla de color blanco, como las rosas, y un encantador buzón con unas pequeñas alas dibujadas en azul en el lateral de este. Dentro podía encontrarse muebles peculiares, aquellos que ahorraban espacio. Tenía un sofá hueco donde podía introducir libros y más libros sin que estos se deformaran, rompieran o simplemente me incomodaran para poder sentarme a leerlos. Unas estanterías de formas diversas y llamativas, un techo lleno de pequeñas luces de colores que daban a la casa un aire campestre con luciérnagas a mi alrededor. La cocina era pequeña con todos los electródomesticos cubiertos e introducidos en muebles. Era de color azul, como era la pintura de la casa y las baldosas del baño, su inodoro y todo lo que allí podía hallarse salvo por las nubes pintadas en el techo que recordaban a un cielo de verano, con algunas nubes buscando ensombrecer el día.
-Es una casa, no un apartamento. Decidí mejorarla con mis poderes.
Era un lugar extraño, tan extraño como lo era yo. Un lugar agradable que se mostraba interesante. Una casa cuya estructura parecía no tener pies ni cabeza y con un jardín hermoso cargado de flores. Amaba las flores, no podía evitarlo, y sentir el césped bajo mis pies desnudos era una sensación maravillosa igual que la arena. Era dichoso porque había conseguido encontrar un lugar barato donde hacer que mi pequeño poder de creación y mi imaginación dieran rienda suelta.
-Podemos ir a mi hogar primero, puedo prepararle algo de alimento.
Podía alimentarlo para que tomara energías, las suficientes, para ir a buscar a todo aquel que precisara de nosotros.
-No se asuste por el aspecto de mi hogar, no queda lejos.
A tan sólo dos calles del paseo estaba una casa invertida, pequeña y modesta pero invertida. Poseía unos elegantes setos bien recortados y unos rosales cargados de rosas blancas. Tenía una tímida valla de color blanco, como las rosas, y un encantador buzón con unas pequeñas alas dibujadas en azul en el lateral de este. Dentro podía encontrarse muebles peculiares, aquellos que ahorraban espacio. Tenía un sofá hueco donde podía introducir libros y más libros sin que estos se deformaran, rompieran o simplemente me incomodaran para poder sentarme a leerlos. Unas estanterías de formas diversas y llamativas, un techo lleno de pequeñas luces de colores que daban a la casa un aire campestre con luciérnagas a mi alrededor. La cocina era pequeña con todos los electródomesticos cubiertos e introducidos en muebles. Era de color azul, como era la pintura de la casa y las baldosas del baño, su inodoro y todo lo que allí podía hallarse salvo por las nubes pintadas en el techo que recordaban a un cielo de verano, con algunas nubes buscando ensombrecer el día.
- Spoiler:
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Re: Mar, guitarra y templanza - Privado
+ No es mi intención darte muchas molestias pero… me vendría bien algo de alimento… así que vamos…+ Accedí con vergüenza y todo, aunque realmente no tenia porque avergonzarme, porque estaba siendo invitado después de todo. Así que le seguí a la par, procurando ir observando las calles por las cuales pasábamos, a las personas, la decadencia en la cual se encontraba la humanidad, pero a pesar de todo ello, había personas con una sonrisa enorme en sus labios, niños corriendo de un lado a otro, se escuchaban felices.
+ El ser Humano es hermoso… por muy mal que se encuentre, siempre busca la forma de salir adelante, lucha por lo que quiere… son admirables…+ Comente quizás pensando en voz alta. Amaba a la humanidad como amaba a mis hermanos, eso es algo que nadie jamás podría arrancarme, existía por y para ellos, no había más explicación que esa.
+ No tengas cuidado, David, no soy quien para criticar vuestros gustos y propiedades, me estas ofreciendo amablemente darme alimento y dejarme pasar a tu hogar, me siento honrado por ello + Sonreí. Aunque mi sonrisa de un momento a otro se petrifico y se transformo en una mueca de sorpresa y desconcierto.
¡Su cara era curiosa por el amor de Dios! Cual crio, corrí hasta la entrada, pero sin intentar abrir la puerta, admire con lujo de detalle el exterior de esta, la fachada, todo, hasta el mas mínimo de los detalles que esta poseía, teniendo el antojo de tomar asiento en aquella banca que estaba encima de mi cabeza, por Dios que me sentía como un niño explorando algo divertido.
+ ¿Dices que tú la hiciste David? ¡Es preciosa! + Elogie en la mínima oportunidad. Tocando la superficie de lo que sería el tejado. Además de que los colores eran igualmente acertados y curiosos.
Al entrar me quede embobado con las luces que pendían del techo. Luego recorrí cada espacio, curioso, se me olvido incluso que tenía hambre, todo esto era nuevo para mí.
+ El ser Humano es hermoso… por muy mal que se encuentre, siempre busca la forma de salir adelante, lucha por lo que quiere… son admirables…+ Comente quizás pensando en voz alta. Amaba a la humanidad como amaba a mis hermanos, eso es algo que nadie jamás podría arrancarme, existía por y para ellos, no había más explicación que esa.
+ No tengas cuidado, David, no soy quien para criticar vuestros gustos y propiedades, me estas ofreciendo amablemente darme alimento y dejarme pasar a tu hogar, me siento honrado por ello + Sonreí. Aunque mi sonrisa de un momento a otro se petrifico y se transformo en una mueca de sorpresa y desconcierto.
¡Su cara era curiosa por el amor de Dios! Cual crio, corrí hasta la entrada, pero sin intentar abrir la puerta, admire con lujo de detalle el exterior de esta, la fachada, todo, hasta el mas mínimo de los detalles que esta poseía, teniendo el antojo de tomar asiento en aquella banca que estaba encima de mi cabeza, por Dios que me sentía como un niño explorando algo divertido.
+ ¿Dices que tú la hiciste David? ¡Es preciosa! + Elogie en la mínima oportunidad. Tocando la superficie de lo que sería el tejado. Además de que los colores eran igualmente acertados y curiosos.
Al entrar me quede embobado con las luces que pendían del techo. Luego recorrí cada espacio, curioso, se me olvido incluso que tenía hambre, todo esto era nuevo para mí.
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Re: Mar, guitarra y templanza - Privado
Mi hogar representaba la belleza de lo extraño. Una pequeña casa que había creado con mi poder co la ayuda de nuestro creador. Me llevó varios días terminar los detalles, sin embargo yo mismo pinté la fachada y coloqué las losas del suelo, mejoré el jardín y coloqué la valla tras crear los materiales. Tan sólo había creado la cimentación, tuberías y cableado eléctrico. Mi amor por las cosas hechas a mano me había llevado a crear un pequeño banco de madera, la madera para el banco la tomé del bosque. Aquella pequeña banca no había sido creada, ni siquiera sus materiales, pues quería que algo tan íntimo pudiera ser contemplado, como era el amor de Dios, y disfrutado por aquellos que me visitaran. La luz incidía de forma armoniosa en los colores claros que la fachada poseía.
Abrí la valla dejando que él pasara tras mis pasos, dándole la espalda por unos segundos. Mis pies sonaban bajo la gravilla antes de sentir la rugosidad de la madera, la puerta cedió después de un giro rápido de las llaves. Al entrar los muebles parecían diseñados para poder ocupar el mínimo espacio. Tan sólo tenía un salón luminoso con un pequeño comedor, una cocina diminuta y arriba un cuarto con dos camas y un aseo. Disfrutaba de pocos lujos pues no los necesitaba.
-Pasa, te haré algo de comer que sea rápido y puedas saciarte.
Me giré hacia él esbozando una de mis mejores sonrisas, para continuar hablando.
-Siéntate, puedes tomar el libro que gustes para que vayas leyendo y no te canses de esperar.
Dejé las llaves en un cenicero de cristal decorativo, las llaves tintinearon quedando recostadas y mostrando el llavero de una pequeña guitarra parecida a la de mi espalda. Abandoné a mi buena amiga en un rincón de aquel salón para ir a la cocina. Una vez allí tomé pastas para cocinarlas, mientras troceaba queso fresco y pensaba en una ensalada de pasta con queso, algo rápido de cocinar y comer.
Abrí la valla dejando que él pasara tras mis pasos, dándole la espalda por unos segundos. Mis pies sonaban bajo la gravilla antes de sentir la rugosidad de la madera, la puerta cedió después de un giro rápido de las llaves. Al entrar los muebles parecían diseñados para poder ocupar el mínimo espacio. Tan sólo tenía un salón luminoso con un pequeño comedor, una cocina diminuta y arriba un cuarto con dos camas y un aseo. Disfrutaba de pocos lujos pues no los necesitaba.
-Pasa, te haré algo de comer que sea rápido y puedas saciarte.
Me giré hacia él esbozando una de mis mejores sonrisas, para continuar hablando.
-Siéntate, puedes tomar el libro que gustes para que vayas leyendo y no te canses de esperar.
Dejé las llaves en un cenicero de cristal decorativo, las llaves tintinearon quedando recostadas y mostrando el llavero de una pequeña guitarra parecida a la de mi espalda. Abandoné a mi buena amiga en un rincón de aquel salón para ir a la cocina. Una vez allí tomé pastas para cocinarlas, mientras troceaba queso fresco y pensaba en una ensalada de pasta con queso, algo rápido de cocinar y comer.
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Re: Mar, guitarra y templanza - Privado
Al entrar, mis ojos se abrieron ampliamente, de la impresión, si la fachada exterior era una monada, el interior lo era aun mas. Todo era pequeño, curioso y minimalista. El salón era pequeño, pero todo pulcramente acomodado, además de limpio. Me pregunte si David era un exagerado de la limpieza como lo era ese hombre llamado Sean. El cual no volvería a tratar, dado que su pareja era una especie de psicópata celoso que buscaba problemas con tan solo dirigirle la palabra al primero, ese tipo de personas me exasperaban, aunque mi paciencia era mucha, ese hechicero, rompió con ella.
+ Muchas gracias + Respondí mientras tomaba asiento en ese curioso sillón, además de cómodo, Rebusque entre los libros hasta que di con uno que me encantaba.
+ ¡Tienes “El Principito”! ¿Sabes? Me encanta este libro, solía leerlo cada noche hace ya algunos años en un orfanato, había un pequeño que decía ser un príncipe, contaba siempre que venía de un reino lejano, donde los humanos eran felices, llenos de amor y armonía. Cosechaban todas las mañanas sus alimentos, ordeñaban a las vacas y tomaban leche tibia, no existía el mal, y el gobernaba ese reino, justamente dándole oportunidad a todos sus habitantes de poder participar en las mejoras al reino…+ Fui diciendo conforme hojeaba el libro, buscando sin mucha dificultad la pagina donde se encontraba esa mi parte favorita.
+ Se llamaba Alejandro, tenía tan solo 6 Años, desgraciadamente murió de pulmonía… yo mismo me encargue de guiar su alma junto a sus padres… recuerdo que esa noche, me sentí tan deprimido, esa noche… cuestione a nuestro Padre…+ Suspire un poco pesado, dejando el libro en santa paz por un momento, mirando la alfombra que cubría parte de la sala.
+ Pedí respuestas, pero estas nunca llegaron…+ Agregué esbozando una sonrisa un tanto melancólica.
+ A veces, vuelvo al cielo, a leerle cuentos a Alejandro…+ Los Martes eran los días que subía al cielo puntualmente a Leerle algún nuevo cuento, se lo prometí cuando murió. Ese pequeño infante llego a dejar en mí una huella que era imposible de borrar, su dulzura e inocencia de alguna forma, se gano todo mi cariño y afecto.
+ Muchas gracias + Respondí mientras tomaba asiento en ese curioso sillón, además de cómodo, Rebusque entre los libros hasta que di con uno que me encantaba.
+ ¡Tienes “El Principito”! ¿Sabes? Me encanta este libro, solía leerlo cada noche hace ya algunos años en un orfanato, había un pequeño que decía ser un príncipe, contaba siempre que venía de un reino lejano, donde los humanos eran felices, llenos de amor y armonía. Cosechaban todas las mañanas sus alimentos, ordeñaban a las vacas y tomaban leche tibia, no existía el mal, y el gobernaba ese reino, justamente dándole oportunidad a todos sus habitantes de poder participar en las mejoras al reino…+ Fui diciendo conforme hojeaba el libro, buscando sin mucha dificultad la pagina donde se encontraba esa mi parte favorita.
+ Se llamaba Alejandro, tenía tan solo 6 Años, desgraciadamente murió de pulmonía… yo mismo me encargue de guiar su alma junto a sus padres… recuerdo que esa noche, me sentí tan deprimido, esa noche… cuestione a nuestro Padre…+ Suspire un poco pesado, dejando el libro en santa paz por un momento, mirando la alfombra que cubría parte de la sala.
+ Pedí respuestas, pero estas nunca llegaron…+ Agregué esbozando una sonrisa un tanto melancólica.
+ A veces, vuelvo al cielo, a leerle cuentos a Alejandro…+ Los Martes eran los días que subía al cielo puntualmente a Leerle algún nuevo cuento, se lo prometí cuando murió. Ese pequeño infante llego a dejar en mí una huella que era imposible de borrar, su dulzura e inocencia de alguna forma, se gano todo mi cariño y afecto.
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Re: Mar, guitarra y templanza - Privado
Muchos de nosotros teníamos cierta relación con los humanos hasta el punto de considerarnos parte de su familia, formábamos una historia entorno a ellos y nos veíamos en la necesidad de seguir sus almas hasta años después de su muerte. Sin embargo, yo era algo frío en relación con los seres que poblaban la tierra. Bien era cierto que mi amor por el arte y la filosofía en ocasiones me habían puesto en un aprieto, pero siempre tenía claro que una vez llegado su descanso debía dejarles en el amparo de Dios. Él sabía darles su lugar y el amor que tanto deseaban.
-Es una historia que calza con tu forma de ser, Shamuel.
Calzaba con el amor de Dios, él era su representación. Mi espíritu era distinto al suyo, mi camino en el mundo y la misión que poseía para los seres con los cuales me topaba podía tener ciertos rasgos comunes, pero sin embargo se basaba en algo muy diferente. Él intentaba que todos sintieran el amor de Dios, yo deseaba sosegar sus almas para poder llegar a un estado zen donde sus mentes pudieran ver con claridad los pasos a dar.
-Alejandro es un nombre que me trae viejos recuerdos, conocí a un filósofo al cual los susurrantes jamás abandonaban. La tenacidad de esos demonios era tal que incluso provocaron en él insomnio, malestares varios y una terrible enfermedad mental. Mi ayuda llegó tarde, aunque logré paliar su dolor y sosegar su mente revuelta. Los últimos años de su vida fueron sumamente agradables.
Dejé el bol de la ensalada en la mesa, la cual previamente había colocado en una bandeja junto a un tenedor y un vaso de limonada casera con un poco de menta. Desconocía si le agradaría aquella cena inesperada, sin embargo había escuchado su peculiar gusto por los vegetales.
-Si lo deseas tengo manzanas y fresas en la nevera, tal vez podría crearte algún puré de frutas con caramelo.
Saqué la silla de la mesa del comedor y me alejé de esta para que pudiera tomar asiento. Yo me quedé sentado en el suelo muy próximo a la mesa. Hice aparecer entre mis manos las anotaciones de las horas previas a nuestro encuentro. Llevaba un horario estricto con respecto a varias visitas, personas que necesitaban de mi ayuda en más de una ocasión.
-Es una historia que calza con tu forma de ser, Shamuel.
Calzaba con el amor de Dios, él era su representación. Mi espíritu era distinto al suyo, mi camino en el mundo y la misión que poseía para los seres con los cuales me topaba podía tener ciertos rasgos comunes, pero sin embargo se basaba en algo muy diferente. Él intentaba que todos sintieran el amor de Dios, yo deseaba sosegar sus almas para poder llegar a un estado zen donde sus mentes pudieran ver con claridad los pasos a dar.
-Alejandro es un nombre que me trae viejos recuerdos, conocí a un filósofo al cual los susurrantes jamás abandonaban. La tenacidad de esos demonios era tal que incluso provocaron en él insomnio, malestares varios y una terrible enfermedad mental. Mi ayuda llegó tarde, aunque logré paliar su dolor y sosegar su mente revuelta. Los últimos años de su vida fueron sumamente agradables.
Dejé el bol de la ensalada en la mesa, la cual previamente había colocado en una bandeja junto a un tenedor y un vaso de limonada casera con un poco de menta. Desconocía si le agradaría aquella cena inesperada, sin embargo había escuchado su peculiar gusto por los vegetales.
-Si lo deseas tengo manzanas y fresas en la nevera, tal vez podría crearte algún puré de frutas con caramelo.
Saqué la silla de la mesa del comedor y me alejé de esta para que pudiera tomar asiento. Yo me quedé sentado en el suelo muy próximo a la mesa. Hice aparecer entre mis manos las anotaciones de las horas previas a nuestro encuentro. Llevaba un horario estricto con respecto a varias visitas, personas que necesitaban de mi ayuda en más de una ocasión.
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Re: Mar, guitarra y templanza - Privado
Sentí pena por ese hombre y rabia por esos malvados seres infernales que no perdonaban a nadie. Siempre buscando la forma de clavar su semilla maldita en los seres más sensibles.
- Lo importante aquí, es que estuviste con él en los últimos momentos, lo apoyaste en todo lo que pudiste, seguramente eso lo agradeció el y se fue en paz…estará mejor ahora…- Sonreí recordando algunos momentos emotivos que era posible verse en el paraíso, muchos seres humanos sino es que la gran mayoría, siempre cuestionaban lo que había luego de morir, lo cierto era, que naturalmente tenían que lavar sus pecados, borrar hasta el mas mínimo de ellos, para posteriormente ser perdonados y ser merecedores de un lugar en el paraíso. Aquellos que lo conseguían, se les podía ver eternamente felices, reuniéndose con sus familiares o esas personas amadas en vida. Cada reencuentro era tan hermoso, la felicidad que manaba de su alma pura era simplemente reconfortante, a mi me llenaba de tranquilidad y sosiego.
- Muchas gracias, David, lamento causarte estas molestias…- Agradecí honestamente tomando asiento, comenzando a comer. Estaba deliciosa la ensalada, era la primera ocasión que comía pasta de esta forma, por lo que procure degustarla tranquilamente. Negando.
- No hace falta, estoy seguro que con lo que me has ofrecido, será suficiente para quedar satisfecho, no te molestes – Sonreí picando un poco más de la pasta con el resto de los ingredientes, llevando todo a mi boca, masticando sin prisas, pero tampoco siendo demasiado lento. Una tonta costumbre que tenia era la de procurar masticar muy despacio, de forma que, no se escuchara el masticar de la comida, mucho menos el tragar de esta, me resultaba un poco… ¿Cómo decirlo? Desagradable.
- Esta deliciosa, no sabes cuánto me ha gustado – Comente, observando que anotaba en una libreta.
- ¿Anotas todo lo que haces en el día? ¿Una especie de Bitácora o Agenda? – Cuestione, mientras tomaba un generoso trago de Limonada, refrescante y muy buena también. Sin duda, tenía don para la cocina, yo podría decir que no se me daba del todo bien, aunque solo lo había intentado un par de veces.
- Pronto acabare, para que vayamos a donde deseas, no quiero retrasarte – Consumí un poco más de la ensalada, limpiando mis labios con una servilleta dispuesta sobre la mesa. Procurando no dejar nada.
- Lo importante aquí, es que estuviste con él en los últimos momentos, lo apoyaste en todo lo que pudiste, seguramente eso lo agradeció el y se fue en paz…estará mejor ahora…- Sonreí recordando algunos momentos emotivos que era posible verse en el paraíso, muchos seres humanos sino es que la gran mayoría, siempre cuestionaban lo que había luego de morir, lo cierto era, que naturalmente tenían que lavar sus pecados, borrar hasta el mas mínimo de ellos, para posteriormente ser perdonados y ser merecedores de un lugar en el paraíso. Aquellos que lo conseguían, se les podía ver eternamente felices, reuniéndose con sus familiares o esas personas amadas en vida. Cada reencuentro era tan hermoso, la felicidad que manaba de su alma pura era simplemente reconfortante, a mi me llenaba de tranquilidad y sosiego.
- Muchas gracias, David, lamento causarte estas molestias…- Agradecí honestamente tomando asiento, comenzando a comer. Estaba deliciosa la ensalada, era la primera ocasión que comía pasta de esta forma, por lo que procure degustarla tranquilamente. Negando.
- No hace falta, estoy seguro que con lo que me has ofrecido, será suficiente para quedar satisfecho, no te molestes – Sonreí picando un poco más de la pasta con el resto de los ingredientes, llevando todo a mi boca, masticando sin prisas, pero tampoco siendo demasiado lento. Una tonta costumbre que tenia era la de procurar masticar muy despacio, de forma que, no se escuchara el masticar de la comida, mucho menos el tragar de esta, me resultaba un poco… ¿Cómo decirlo? Desagradable.
- Esta deliciosa, no sabes cuánto me ha gustado – Comente, observando que anotaba en una libreta.
- ¿Anotas todo lo que haces en el día? ¿Una especie de Bitácora o Agenda? – Cuestione, mientras tomaba un generoso trago de Limonada, refrescante y muy buena también. Sin duda, tenía don para la cocina, yo podría decir que no se me daba del todo bien, aunque solo lo había intentado un par de veces.
- Pronto acabare, para que vayamos a donde deseas, no quiero retrasarte – Consumí un poco más de la ensalada, limpiando mis labios con una servilleta dispuesta sobre la mesa. Procurando no dejar nada.
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Re: Mar, guitarra y templanza - Privado
-No exactamente, es más bien una guía para los lugares que debo de ir a pesar que me surja algo por el camino. No puedo dejar a varios de estos mortales, parecen tener un don para encontrarse rodeados de susurrantes, demonios del pecado y varios vampiros bastante ingratos.
Los vampiros me parecían tan frágiles como los humanos, muchos de ellos eran seres que tenían leyes que implicaban cuidado hacia el mundo, amor hacia el ser humano, y otros sin embargo eran crueles, estúpidos e irracionales. No los odiaba, pero no perdonaba. Yo tomaba batalla con ellos, así como los demonios inferiores de clase pecaminosa y sus secuaces. Estábamos equilibrados en fuerzas, a veces era una lucha que duraba horas o días. En ocasiones perdía, retrocedía mi beneficio hacia el ser que cuidaba y en otras lograba espantarlos para siempre.
-Me da gusto ver como comes, yo a penas tomo algunas frutas o verduras. Como algo de carne, cosa que sé que tú no haces. He oído rumores sobre ti, igual que sobre otros hermanos.
Rumores sobre la caída de Rafael y Miguel eran continuos. Rafael había conversado conmigo a penas unas noches antes de su caída, jamás pude explicarme porqué sucedió. Había comentarios de toda clase, cosa que me perturbaba. Últimamente los ángeles caían con bastante facilidad, tal vez la desesperanza se apoderaba de sus corazones.
Escuché ladrar a mi perro, el cual terminó apareciendo en el salón. Había estado durmiendo bajo uno de los árboles frutales plantados en mi jardín. Entró hasta donde estábamos y se quedó frente a mí lamiendo mi rostro mientras yo acariciaba su corto pelaje marrón. Era un labrador, un perro de gran tamaño, que había hallado el día que ayudé a uno de esos vampiros agradables y confiables.
-Shamuel, te presento a Dalí.
Acabé por dejarlo sosegado gracias a mis poderes y mis caricias. Me levanté para dirigirme hacia el mueble del pienso en la cocina, la cual daba directamente a la sala donde aún se encontraba Shamuel. Allí las croquetas para perro le esperaban junto a un pequeño premio. Vertí un poco en su cuenco, aunque tenía otro en su caseta y un bol de agua en cada planta de la casa, en la caseta y dos colchones donde poderse recostar. No podía estar todo el día con él como deseaba, pero podía cuidarlo mientras no encontraba a un niño para él. Dalí me veía como un niño de unos ocho años, por ello su comportamiento atento y cuidadoso conmigo.
Los vampiros me parecían tan frágiles como los humanos, muchos de ellos eran seres que tenían leyes que implicaban cuidado hacia el mundo, amor hacia el ser humano, y otros sin embargo eran crueles, estúpidos e irracionales. No los odiaba, pero no perdonaba. Yo tomaba batalla con ellos, así como los demonios inferiores de clase pecaminosa y sus secuaces. Estábamos equilibrados en fuerzas, a veces era una lucha que duraba horas o días. En ocasiones perdía, retrocedía mi beneficio hacia el ser que cuidaba y en otras lograba espantarlos para siempre.
-Me da gusto ver como comes, yo a penas tomo algunas frutas o verduras. Como algo de carne, cosa que sé que tú no haces. He oído rumores sobre ti, igual que sobre otros hermanos.
Rumores sobre la caída de Rafael y Miguel eran continuos. Rafael había conversado conmigo a penas unas noches antes de su caída, jamás pude explicarme porqué sucedió. Había comentarios de toda clase, cosa que me perturbaba. Últimamente los ángeles caían con bastante facilidad, tal vez la desesperanza se apoderaba de sus corazones.
Escuché ladrar a mi perro, el cual terminó apareciendo en el salón. Había estado durmiendo bajo uno de los árboles frutales plantados en mi jardín. Entró hasta donde estábamos y se quedó frente a mí lamiendo mi rostro mientras yo acariciaba su corto pelaje marrón. Era un labrador, un perro de gran tamaño, que había hallado el día que ayudé a uno de esos vampiros agradables y confiables.
-Shamuel, te presento a Dalí.
Acabé por dejarlo sosegado gracias a mis poderes y mis caricias. Me levanté para dirigirme hacia el mueble del pienso en la cocina, la cual daba directamente a la sala donde aún se encontraba Shamuel. Allí las croquetas para perro le esperaban junto a un pequeño premio. Vertí un poco en su cuenco, aunque tenía otro en su caseta y un bol de agua en cada planta de la casa, en la caseta y dos colchones donde poderse recostar. No podía estar todo el día con él como deseaba, pero podía cuidarlo mientras no encontraba a un niño para él. Dalí me veía como un niño de unos ocho años, por ello su comportamiento atento y cuidadoso conmigo.
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Re: Mar, guitarra y templanza - Privado
- Ya veo, creo que eso me vendría bien a mí, aunque generalmente… son pocas las personas que me aceptan en sus corazones…- Suspire un poco desanimado, pero nunca, si, nunca me daba por vencido, seguía en pie de guerra, buscando la forma de animar los corazones, provocar que se abrieran al amor que Dios padre les ofrecía, a veces tan solo ofreciendo consejos, otras veces, ayudando a los caídos, desilusionados por su ser amado. A veces, haciendo el papel de Cupido, juntaba aquellas almas afines que buscaban tan solo amor puro y verdadero, alejado de la superficialidad. Cansados de tanto caminar solos. A veces, comprendía ese sentimiento abrumador, era sensible a sus sentires y deseos, ellos eran como libro abierto para mí.
- Soy Vegetariano, creo que eso ha causado cierto revuelo, pero considero que no hay nada más saludable que frutas, verduras y granos…no es que desprecie la carne, simplemente no siento el deseo de consumirla – Respondí a su comentario, terminando de tomar un bocado más próximo al último, posteriormente tomando un trago mas a la Limonado y descansando un poco.
- ¿Qué mas has escuchado sobre mi? – Quise saber mirando al hermoso perro que se acercaba a él meneando el rabo alegremente por verlo seguramente. Era un animal bien cuidado y lucía también bien cuidado.
- Seguro algún comentario amarillista sobre mi larga ausencia…- Murmure por lo bajo, cuando re aparecí, algún par de Demonios se habían burlado de mi, llamándome débil, cobarde… fue duro escucharlos, y mirar a mis hermanos, sabiéndome derrotado. Tenía un poco de mi orgullo herido, más no lo suficiente como para cegarme.
- Hola, Dalí, eres hermoso – Salude al perro sonriendo alegre, me gustaban mucho los animales, pero dentro de mis preferidos, estaban los felinos y los hurones, sin dejar de mencionar las ardillas. Aunque optaba por mantenerme un poquito alejado de ellas, dado que generalmente se me pegaban sus pulgas y era algo… desagradable para los demás, además de que estaba en ronchado mi cuerpo por sus picaduras.
- He terminado, David. Podemos ir a tus reuniones ahora mismo…- Comente, levantando los platos y demás, llevándolos al fregadero, para lavarlos rápidamente, procurando colocarlos en el escurridos luego. Aproveché también para mojar mi rostro, tenía un poco de calor, el agua estaba fresca, deliciosa, eso me hizo recordar cuando Abaddon y yo nos metimos a aquel lago, fue divertido convivir con el sin duda.
- Soy Vegetariano, creo que eso ha causado cierto revuelo, pero considero que no hay nada más saludable que frutas, verduras y granos…no es que desprecie la carne, simplemente no siento el deseo de consumirla – Respondí a su comentario, terminando de tomar un bocado más próximo al último, posteriormente tomando un trago mas a la Limonado y descansando un poco.
- ¿Qué mas has escuchado sobre mi? – Quise saber mirando al hermoso perro que se acercaba a él meneando el rabo alegremente por verlo seguramente. Era un animal bien cuidado y lucía también bien cuidado.
- Seguro algún comentario amarillista sobre mi larga ausencia…- Murmure por lo bajo, cuando re aparecí, algún par de Demonios se habían burlado de mi, llamándome débil, cobarde… fue duro escucharlos, y mirar a mis hermanos, sabiéndome derrotado. Tenía un poco de mi orgullo herido, más no lo suficiente como para cegarme.
- Hola, Dalí, eres hermoso – Salude al perro sonriendo alegre, me gustaban mucho los animales, pero dentro de mis preferidos, estaban los felinos y los hurones, sin dejar de mencionar las ardillas. Aunque optaba por mantenerme un poquito alejado de ellas, dado que generalmente se me pegaban sus pulgas y era algo… desagradable para los demás, además de que estaba en ronchado mi cuerpo por sus picaduras.
- He terminado, David. Podemos ir a tus reuniones ahora mismo…- Comente, levantando los platos y demás, llevándolos al fregadero, para lavarlos rápidamente, procurando colocarlos en el escurridos luego. Aproveché también para mojar mi rostro, tenía un poco de calor, el agua estaba fresca, deliciosa, eso me hizo recordar cuando Abaddon y yo nos metimos a aquel lago, fue divertido convivir con el sin duda.
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Re: Mar, guitarra y templanza - Privado
-He escuchado sobre tus derrotas, pero también sobre aquellos que te alaban por tu gran trabajo. Todos cometemos errores, en ocasiones nos dejamos arrastrarnos demasiado por el amor y olvidamos que hay criaturas incapaces de sentirlo.
Los demonios para mí no sentían amor, tan sólo orgullo o desprecio. El odio era algo que eran también incapaces de conocer, debido a su nulo juicio para amar. No se puede odiar algo que no se ha amado o no se ha logrado amar. Al carecer de amor carecían de odio. Eran criaturas crueles y déspotas que caminaban por el mundo deseando alardear de sus victorias y sus posesiones.
-Intenta no pecar de inocente y razonar más, Shamuel.
Me levanté acariciando la testa del animal y esbocé una sonrisa antes de tomar una botella de agua, me agradaba que estuviera fría y cuando la creaba no solía salir como esperaba. Tenía ese don algo oxidado con respecto a los alimentos y bebidas, no era algo que me interesara usar. Sólo solía crear algunos edificios, camisas, cuerdas para mi guitarra o una cómoda cama para Dalí.
-Son varios hechiceros, grandes eruditos que se dedican a conservar manuscritos y acumular poder. Sus actos son dirigidos a la supervivencia, aunque colaboran con organizaciones que ayudan a los humanos y no los destruyen. Uno de ellos es un hombre anciano, el cual me ve como otro hombre de su edad aproximada.
Entonces lo recordé, desconocía como veía mi forma terrenal mi hermano. Había dado por sentado que vería el envoltorio celestial, aunque con Rafael no fue así y tampoco con otros ángeles con los cuales había conversado. Para Dalí siempre sería un niño que con voz infantil le explicaba las mínimas nociones higiénicas y de orden en mi poco habitual hogar.
-Se lama Jeremías, vive a dos manzanas.
Abrí la puerta que daba al jardín mientras Dalí nos acompañaba, no veía mal que él viniera con nosotros aunque no sabía qué opinaría Shamuel. Jeremías me conocía bien y también conocía al perro. Ambos habíamos conversado largas noches durante las primeras semanas de mi nueva estadía en la Tierra, sin embargo desde el encuentro con el vampiro de cabellos de sangre tan sólo habían sido unas cinco ocasiones y en breves espacios de tiempo. Se encontraba bien, sin susurrantes acechándole, pero con ciertas dudas sobre sus inventos y pensamientos. Debía ayudarle tan sólo a tener más confianza en sí mismo.
-Cuéntame ¿cómo ha ido todo desde tu llegada?
Los demonios para mí no sentían amor, tan sólo orgullo o desprecio. El odio era algo que eran también incapaces de conocer, debido a su nulo juicio para amar. No se puede odiar algo que no se ha amado o no se ha logrado amar. Al carecer de amor carecían de odio. Eran criaturas crueles y déspotas que caminaban por el mundo deseando alardear de sus victorias y sus posesiones.
-Intenta no pecar de inocente y razonar más, Shamuel.
Me levanté acariciando la testa del animal y esbocé una sonrisa antes de tomar una botella de agua, me agradaba que estuviera fría y cuando la creaba no solía salir como esperaba. Tenía ese don algo oxidado con respecto a los alimentos y bebidas, no era algo que me interesara usar. Sólo solía crear algunos edificios, camisas, cuerdas para mi guitarra o una cómoda cama para Dalí.
-Son varios hechiceros, grandes eruditos que se dedican a conservar manuscritos y acumular poder. Sus actos son dirigidos a la supervivencia, aunque colaboran con organizaciones que ayudan a los humanos y no los destruyen. Uno de ellos es un hombre anciano, el cual me ve como otro hombre de su edad aproximada.
Entonces lo recordé, desconocía como veía mi forma terrenal mi hermano. Había dado por sentado que vería el envoltorio celestial, aunque con Rafael no fue así y tampoco con otros ángeles con los cuales había conversado. Para Dalí siempre sería un niño que con voz infantil le explicaba las mínimas nociones higiénicas y de orden en mi poco habitual hogar.
-Se lama Jeremías, vive a dos manzanas.
Abrí la puerta que daba al jardín mientras Dalí nos acompañaba, no veía mal que él viniera con nosotros aunque no sabía qué opinaría Shamuel. Jeremías me conocía bien y también conocía al perro. Ambos habíamos conversado largas noches durante las primeras semanas de mi nueva estadía en la Tierra, sin embargo desde el encuentro con el vampiro de cabellos de sangre tan sólo habían sido unas cinco ocasiones y en breves espacios de tiempo. Se encontraba bien, sin susurrantes acechándole, pero con ciertas dudas sobre sus inventos y pensamientos. Debía ayudarle tan sólo a tener más confianza en sí mismo.
-Cuéntame ¿cómo ha ido todo desde tu llegada?
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Re: Mar, guitarra y templanza - Privado
- Se que soy en veces demasiado inocente… y sé también que no he madurado lo que debería… es por eso que acepto los consejos de aquellos más experimentados, trato de aprender y valorar más – Respondí mirándole de pies a cabeza.
Su apariencia me resultaba curiosa, su cabello particularmente por el color. Sin mencionar su característica sonrisa. Un tanto pérfida, nosotros teníamos libre albedrio a la hora de escoger el envoltorio humano que mantendría a salvo y contenía nuestra verdadera forma, al principio, era bastante difícil adaptarse al cuerpo, así como a sus necesidades, dado que padecíamos tal cual fuéramos un humano común, con la única diferencia que obrábamos milagros y teníamos habilidades que ellos no.
- Eres afortunado, yo hasta ahora no he podido contactar con muchas personas…- Señale acompañándolo rumbo al hogar de aquel hombre llamado Jeremías. Notando la presencia de su perro, quien parecía feliz, movía el rabo insistentemente y corría algunos tratamos para posteriormente volver a donde nosotros, como si jugara.
- Bueno, no me ha ido del todo bien, hace algunas semanas, tuve la oportunidad de encontrarme con Uriel, llevaba dos días de haber bajado, y ya me había metido en dos peleas, Salí herido, ¿Sabes? Estaba en la plaza de san Pedro, en un concierto de una banda musical que según me dijo, le gusta… su música era estruendosa…- Fui comentando resguardando las manos en los respectivos bolsillos de mi pantalón, al tiempo que pateaba una piedrecilla que encontré en mi camino.
- Aparecí entre toda la multitud, cuando menos lo pensé, me mire alzado y pasado de mano en mano ¿Y adivina qué? Termine cayéndole encima a él…- Sonreí de recordar, rememorar mas bien, que caer sobre su cuerpo fue como pegar contra un muro.
- Allí mismo, fuimos atacados por una centenera de Demonios, afortunadamente, ambos logramos dispersar a las personas antes de que sucediera una lamentable catástrofe…fuimos heridos, yo nuevamente, así que me llevo a un departamento que conserva, me curo y me dio alimentos, también me permitió dormir lo suficiente como para recuperarme por completo…- Seguí contando sin perder de vista a la piedra que iba rodando conforme avanzábamos.
- Luego, accedió a entrenarme… para perfeccionar mi técnica…- Agregue finalmente, pero sin terminar de contar todo.
Su apariencia me resultaba curiosa, su cabello particularmente por el color. Sin mencionar su característica sonrisa. Un tanto pérfida, nosotros teníamos libre albedrio a la hora de escoger el envoltorio humano que mantendría a salvo y contenía nuestra verdadera forma, al principio, era bastante difícil adaptarse al cuerpo, así como a sus necesidades, dado que padecíamos tal cual fuéramos un humano común, con la única diferencia que obrábamos milagros y teníamos habilidades que ellos no.
- Eres afortunado, yo hasta ahora no he podido contactar con muchas personas…- Señale acompañándolo rumbo al hogar de aquel hombre llamado Jeremías. Notando la presencia de su perro, quien parecía feliz, movía el rabo insistentemente y corría algunos tratamos para posteriormente volver a donde nosotros, como si jugara.
- Bueno, no me ha ido del todo bien, hace algunas semanas, tuve la oportunidad de encontrarme con Uriel, llevaba dos días de haber bajado, y ya me había metido en dos peleas, Salí herido, ¿Sabes? Estaba en la plaza de san Pedro, en un concierto de una banda musical que según me dijo, le gusta… su música era estruendosa…- Fui comentando resguardando las manos en los respectivos bolsillos de mi pantalón, al tiempo que pateaba una piedrecilla que encontré en mi camino.
- Aparecí entre toda la multitud, cuando menos lo pensé, me mire alzado y pasado de mano en mano ¿Y adivina qué? Termine cayéndole encima a él…- Sonreí de recordar, rememorar mas bien, que caer sobre su cuerpo fue como pegar contra un muro.
- Allí mismo, fuimos atacados por una centenera de Demonios, afortunadamente, ambos logramos dispersar a las personas antes de que sucediera una lamentable catástrofe…fuimos heridos, yo nuevamente, así que me llevo a un departamento que conserva, me curo y me dio alimentos, también me permitió dormir lo suficiente como para recuperarme por completo…- Seguí contando sin perder de vista a la piedra que iba rodando conforme avanzábamos.
- Luego, accedió a entrenarme… para perfeccionar mi técnica…- Agregue finalmente, pero sin terminar de contar todo.
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Re: Mar, guitarra y templanza - Privado
Era algo rotundamente extraño encontrar espectáculos de esa clase en un mundo como el actual. Los conciertos multitudinarios no era algo que se diera porque las presencias demoníacas solían atacar, claro que siempre había pequeños locales y negocios musicales que permitían realizar algunas tocadas. Suspiré pesado escuchando la narración fragmentada de aquella historia. Sabía bien que su corazón guardaba alguna frase que no sabía expresar, tal vez por el desánimo que parecía arrancarle parte de su espíritu o simplemente porque se veía cohibido.
-Hermano, deberías comenzar a comprender que no puedes ambicionar el aproximarte a todos. Ese deseo tan imperioso quizás provoca que se alejen de ti. Debes tener paciencia como si fueras a darle alimento a unas palomas. Para que estas coman de tu mano debes quedarte quieto y esperar que ellas deseen aproximarse, igual que los felinos cuando juguetean a tu alrededor pero no permiten tocarlos.
El mundo animal era muy parecido al mundo de los humanos y tal vez él podía vislumbrar el gran parecido. Dalí en ocasiones me demostraba lo parecido que podíamos ser ambos, quizás él era algo más nervioso pero tenía cierto instinto. Ambos queríamos ayudar, pero intentábamos estar ahí cuando hiciera falta sin tener que presionar con la sonrisa del buen samaritano.
Shamuel era alguien muy pasional, podía verse a simple vista. Su rostro era un cúmulo de rasgos dulces llenos de una luz que irradiaba bondad y nerviosismo. El nerviosismo provocaba que sus pestañas se movieran más rápidas de lo debido, su frente se fruncía intentando comprender su propio relato y recordar aquello que quizás no deseaba añadir. Él y no yo tendría que poner remedio a ese nerviosismo, aunque mi presencia colaboraría para que el desánimo no cundiera y tampoco la insensatez.
-Debes ofrecerle mayor poder a tus pensamientos, más que a tu corazón. ¿Has probado a meditar alguna vez?
-Hermano, deberías comenzar a comprender que no puedes ambicionar el aproximarte a todos. Ese deseo tan imperioso quizás provoca que se alejen de ti. Debes tener paciencia como si fueras a darle alimento a unas palomas. Para que estas coman de tu mano debes quedarte quieto y esperar que ellas deseen aproximarse, igual que los felinos cuando juguetean a tu alrededor pero no permiten tocarlos.
El mundo animal era muy parecido al mundo de los humanos y tal vez él podía vislumbrar el gran parecido. Dalí en ocasiones me demostraba lo parecido que podíamos ser ambos, quizás él era algo más nervioso pero tenía cierto instinto. Ambos queríamos ayudar, pero intentábamos estar ahí cuando hiciera falta sin tener que presionar con la sonrisa del buen samaritano.
Shamuel era alguien muy pasional, podía verse a simple vista. Su rostro era un cúmulo de rasgos dulces llenos de una luz que irradiaba bondad y nerviosismo. El nerviosismo provocaba que sus pestañas se movieran más rápidas de lo debido, su frente se fruncía intentando comprender su propio relato y recordar aquello que quizás no deseaba añadir. Él y no yo tendría que poner remedio a ese nerviosismo, aunque mi presencia colaboraría para que el desánimo no cundiera y tampoco la insensatez.
-Debes ofrecerle mayor poder a tus pensamientos, más que a tu corazón. ¿Has probado a meditar alguna vez?
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Re: Mar, guitarra y templanza - Privado
Por un momento, me puse a analizar sus palabras ¿Y si tenía razón? Mi sed de verme rodeado de personas, quizás era lo que los alejaba de mí, lejos de mi carácter en veces volátil. Solía entristecerme demasiado cuando notaba miradas sobre mi persona, pasando como un mortal cualquiera, era una mirada simple la que me dedicaban, pero de antemano, sabía que notaban algo en mi que inmediatamente los alejaba en vez de atraerlos… eso me dolía, otras veces no me importaba… porque sabía que no todo el tiempo iba a tener una sonrisa en el rostro, más bien… era ocasional, me gustaba la sobriedad y el silencio… incluso, la soledad, aunque a veces olvidaba que yo debía de utilizarla a ella y no ella a mí.
Esa era una parte mía que nadie conocía, ni la conocerían jamás, porque no era agradable.
- ¿Y si nunca desean aproximarse?-. Respondí en un murmullo, sintiendo una leve punzada en el corazón. Como dije, me gustaba la soledad, pero llega un punto en el que te cansa estar solo y sientes la necesidad de tener una mano amiga que sujetar.
¿Y qué haces cuando no la tienes? Nada, te lamentas, pero no buscar cambiar… conformismo.
- No… jamás he meditado…- Dije totalmente honesto. Pocas veces me detenía a pensar en mi, solo dedicaba mi tiempo a los demás, a mis deberes, a cumplir con ellos de la mejor manera, velar por los demás y nunca por mí, mi vida era un constante ir y venir. ¿Qué necesitaba yo si todo lo tenía? Eso me decía constantemente cuando un deseo se presentaba, por minúsculo que fuera.
Otras veces, solía darme arranques de desprendido y me consentía, así fuera con un helado, un chocolate, o esas verduras que tanto deseaba comer. Hablando de los primero tiempos en que baje a la tierra, mucho antes de la pelea que me inutilizo por mucho tiempo.
Ahora buscaba iniciar de nuevo, quizás con un poco más de experiencia y sabiduría.
- ¿Me enseñarías a meditar, David? – Pregunte deteniendo mis pasos un instante, para alzar la mirada al cielo, las nubes eran tan blancas, sentí el deseo de alzar el vuelo y volar por un largo periodo allí arriba, libre, sin preocupación alguna que nublase mi sano juicio.
Deseaba sosegar tanto mi alma… porque estaba inquieta.
Esa era una parte mía que nadie conocía, ni la conocerían jamás, porque no era agradable.
- ¿Y si nunca desean aproximarse?-. Respondí en un murmullo, sintiendo una leve punzada en el corazón. Como dije, me gustaba la soledad, pero llega un punto en el que te cansa estar solo y sientes la necesidad de tener una mano amiga que sujetar.
¿Y qué haces cuando no la tienes? Nada, te lamentas, pero no buscar cambiar… conformismo.
- No… jamás he meditado…- Dije totalmente honesto. Pocas veces me detenía a pensar en mi, solo dedicaba mi tiempo a los demás, a mis deberes, a cumplir con ellos de la mejor manera, velar por los demás y nunca por mí, mi vida era un constante ir y venir. ¿Qué necesitaba yo si todo lo tenía? Eso me decía constantemente cuando un deseo se presentaba, por minúsculo que fuera.
Otras veces, solía darme arranques de desprendido y me consentía, así fuera con un helado, un chocolate, o esas verduras que tanto deseaba comer. Hablando de los primero tiempos en que baje a la tierra, mucho antes de la pelea que me inutilizo por mucho tiempo.
Ahora buscaba iniciar de nuevo, quizás con un poco más de experiencia y sabiduría.
- ¿Me enseñarías a meditar, David? – Pregunte deteniendo mis pasos un instante, para alzar la mirada al cielo, las nubes eran tan blancas, sentí el deseo de alzar el vuelo y volar por un largo periodo allí arriba, libre, sin preocupación alguna que nublase mi sano juicio.
Deseaba sosegar tanto mi alma… porque estaba inquieta.
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Re: Mar, guitarra y templanza - Privado
Notaba la intranquilidad de su alma, estaba lleno de temores comunes para muchos de mis hermanos. Él parecía no querer comprender que no se puede pedir demasiado, tan sólo aceptar aquello que nos llega. Muchas de mis misiones eran entregadas por Dios, me llegaban los nombres y los lugares ofreciéndome una amplia visión de la zona. Podía sopesar como interactuar de forma calmada aunque fuera en un banco podrido de un parque al que ya nadie va a pasear, no importaba si llovía a cántaros o hacía un sol de justicia. Viajaba grandes distancias y me concentraba en llegar a tiempo para salvar a los inocentes, o simplemente salvar las almas que ya han sido condenadas.
-Hermano, permite que te abrace.
Quedé frente a él rodeándolo con mis brazos sobre sus hombros, dejando que mis manos se colocaran en su espalda mientras mis ojos se cerraban. Dejé que mi espíritu se fundiera con el suyo durante unos segundos arrancando de él el estrago de los miedos, dejando su aura cristalina limpia de toda duda. Mis dedos se deslizaban por la cruz de su espalda hasta su nuca dejándolos allí varios segundos. La frialdad de mis manos se contrarrestaba con la luz que emanaba, luz que otros no podían ver salvo Shamuel.
-A partir de ahora observa como ayudo al anciano, contempla el mundo y verás a otros como él deseando tener la fortuna que Jeremías posee. Una fortuna llena de paz, meditación, humildad y amor. Todos desean ser tocados por la felicidad que él goza, aunque en ocasiones se vuelve turbulenta.
Habíamos quedado próximos a la vivienda. Un edificio gris de escaleras aún más grises, la pasarela era de color verde y poseía en varias partes pintura desconchada. Subimos por ellas a paso lento antes de abrir la puerta, una pesada puerta de hierro con cristales ahumados. Dentro, el enorme hall, daba a los buzones de color verde algo destrozados. Los ascensores eran nuevos, sin embargo jamás me había agradado sentirme una sardina enlatada.
-Tomemos las escaleras, es el primer piso en la puerta b.
La escalera estaba en el lado izquierdo, poseía una barandilla de hierro forrada en madera en la parte superior. Esta era robusta, aunque pareciera muy delgada. Los peldaños de mármol barato tenía la mezcla mal hecha en algunos tramos y parecían moverse. Pronto alguno de estos se romperían, tal vez lo arreglaría a la vuelta.
Quedé frente a la puerta de color marrón oscuro con aquella letra dorada clavada en el centro. Dejé que mis nudillos sonaran. Jeremías solía odiar el sonido del timbre que poseía su hogar, prefería algo más cercano como un golpe de mis dedos contra la madera. El sonido de sus zapatos tras la puerta me hizo esbozar una leve sonrisa.
-¡Oh! Amigo mío, no debiste venir pues estoy con una alergia bastante aguda.
Su alergia primaveral le impedía disfrutar con totalidad los jardines que tanto amaba contemplar desde su ventana, el causante era una de esas flores. Era una lástima que el polen de una flor lo convirtiera en un hombre enfermo durante unos días. Sus ojos vivarachos llenos de sabiduría se encontraban algo enrojecidos, sus pobladas cejas blancas se arquearon hacia arriba al ver al muchacho que me acompañaba. Dalí pasó dentro moviendo la cola, saludando y entrando como si fuera su propio hogar. Aquel hombre de aspecto rechoncho, nariz redonda y rostro amable no era más que un filósofo que había dado su vida por el amor a las letras, un maestro jubilado que aún hoy daba clases sin pedir dinero alguno.
-Jeremías, este es Shamuel. Él es un amigo mío, un joven que quiere aprender a tener algo de paciencia.
Dentro olía a café, nos esperaba con el café hecho y unas cuantas galletas. No le importaba ofrecerme un poco de hospitalidad pese a lo cansado que en ocasiones estaba. Un buen hombre que se sentía triste y apático en algunos días.
-Pasad, tomad un poco de café y unas cuantas galletas. Esta vez son de almendras con miel. Sé que te gustaron la otra vez, David.
-Siempre tan atento.
-Mientras, podéis mirar los libros que queráis. Termino de escribir unos documentos y os atiendo como se merece. Hoy vino una chica y me dejó un problema filosófico que no logra comprender y yo he decidido explicarselo.
Entré en su pequeño salón revuelto con mil folios, los libros se acumulaban dejando poco espacio. El sofá cómodo y pulcro quedaba frente a la mesa con las galletas y café, así como el pequeño jarrón cargado de flores de plástico porque eran las únicas que no le hacían sentir un comatoso.
-Hermano, permite que te abrace.
Quedé frente a él rodeándolo con mis brazos sobre sus hombros, dejando que mis manos se colocaran en su espalda mientras mis ojos se cerraban. Dejé que mi espíritu se fundiera con el suyo durante unos segundos arrancando de él el estrago de los miedos, dejando su aura cristalina limpia de toda duda. Mis dedos se deslizaban por la cruz de su espalda hasta su nuca dejándolos allí varios segundos. La frialdad de mis manos se contrarrestaba con la luz que emanaba, luz que otros no podían ver salvo Shamuel.
-A partir de ahora observa como ayudo al anciano, contempla el mundo y verás a otros como él deseando tener la fortuna que Jeremías posee. Una fortuna llena de paz, meditación, humildad y amor. Todos desean ser tocados por la felicidad que él goza, aunque en ocasiones se vuelve turbulenta.
Habíamos quedado próximos a la vivienda. Un edificio gris de escaleras aún más grises, la pasarela era de color verde y poseía en varias partes pintura desconchada. Subimos por ellas a paso lento antes de abrir la puerta, una pesada puerta de hierro con cristales ahumados. Dentro, el enorme hall, daba a los buzones de color verde algo destrozados. Los ascensores eran nuevos, sin embargo jamás me había agradado sentirme una sardina enlatada.
-Tomemos las escaleras, es el primer piso en la puerta b.
La escalera estaba en el lado izquierdo, poseía una barandilla de hierro forrada en madera en la parte superior. Esta era robusta, aunque pareciera muy delgada. Los peldaños de mármol barato tenía la mezcla mal hecha en algunos tramos y parecían moverse. Pronto alguno de estos se romperían, tal vez lo arreglaría a la vuelta.
Quedé frente a la puerta de color marrón oscuro con aquella letra dorada clavada en el centro. Dejé que mis nudillos sonaran. Jeremías solía odiar el sonido del timbre que poseía su hogar, prefería algo más cercano como un golpe de mis dedos contra la madera. El sonido de sus zapatos tras la puerta me hizo esbozar una leve sonrisa.
-¡Oh! Amigo mío, no debiste venir pues estoy con una alergia bastante aguda.
Su alergia primaveral le impedía disfrutar con totalidad los jardines que tanto amaba contemplar desde su ventana, el causante era una de esas flores. Era una lástima que el polen de una flor lo convirtiera en un hombre enfermo durante unos días. Sus ojos vivarachos llenos de sabiduría se encontraban algo enrojecidos, sus pobladas cejas blancas se arquearon hacia arriba al ver al muchacho que me acompañaba. Dalí pasó dentro moviendo la cola, saludando y entrando como si fuera su propio hogar. Aquel hombre de aspecto rechoncho, nariz redonda y rostro amable no era más que un filósofo que había dado su vida por el amor a las letras, un maestro jubilado que aún hoy daba clases sin pedir dinero alguno.
-Jeremías, este es Shamuel. Él es un amigo mío, un joven que quiere aprender a tener algo de paciencia.
Dentro olía a café, nos esperaba con el café hecho y unas cuantas galletas. No le importaba ofrecerme un poco de hospitalidad pese a lo cansado que en ocasiones estaba. Un buen hombre que se sentía triste y apático en algunos días.
-Pasad, tomad un poco de café y unas cuantas galletas. Esta vez son de almendras con miel. Sé que te gustaron la otra vez, David.
-Siempre tan atento.
-Mientras, podéis mirar los libros que queráis. Termino de escribir unos documentos y os atiendo como se merece. Hoy vino una chica y me dejó un problema filosófico que no logra comprender y yo he decidido explicarselo.
Entré en su pequeño salón revuelto con mil folios, los libros se acumulaban dejando poco espacio. El sofá cómodo y pulcro quedaba frente a la mesa con las galletas y café, así como el pequeño jarrón cargado de flores de plástico porque eran las únicas que no le hacían sentir un comatoso.
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Re: Mar, guitarra y templanza - Privado
Con su abrazo, logre sentir como toda duda se disipaba, dejando nuevamente mi estado de ánimo sosegado, tranquilo e incluso me sentía feliz, el sentimiento depresivo se marcho. Admiraba a David, en más de un sentido, pues solía ser correcto, hablaba de forma entendible, algo que en veces a mí se me dificultaba, solían allanarme mis propias pasiones y terminaba metido en problemas, problemas que desde un principio pudieron haberse evitado, con tan dolo sensatez y paciencia.
Pero que es el amor sino la expresión más profunda que puede darse de la personalidad y de la intimidad de las relaciones personales. Se emplea para el deseo o la atracción mutua de los sexos, en que no hay restricción alguna o sentido de impureza. Una fuerza interna que nos impulsa a realizar aquella acción que da placer, obteniendo así, el objeto que nos da deseo.
En el ser humano, se le atribuye al sacrificio de uno mismo para el bien de la persona amada y a una inquebrantable lealtad. Algo totalmente decadente y en vías de extinción hoy en día. El amor puro y desinteresado no existía, solo el de una madre hacia sus hijos, ese amor, nunca dejaría de existir.
- Este bien…- Asentí mientras esbozaba una leve sonrisa. Posteriormente pensé ¿Quién no envidiaba la felicidad de otros? Especialmente cuando por alguna u otra razón, no se podía conseguir. Todos creo yo, buscábamos encontrar la felicidad, aunque esta estaba siempre de nuestro lado, en las pequeñas cosas, mas éramos todos unos ciegos, no veíamos todo lo bello y hermoso que nos enriquecía la vida y que por ende, nos daba la felicidad necesaria.
Seguí sus pasos en total silencio, subiendo cada uno de los respectivos escalones, curioseando con mi mano derecha la barandilla de la misma, deslizando mi mano por la superficie de madera conforma íbamos subiendo. Logrando sentir alguna que otra astilla que se clavaba en la palma de mi mano, más que pronto retiraba con la mano libre y volvía a realizar mismo acto hasta que no hubo tramo que recorrer. De igual forma disfrute el rechinar de las lozas bajo nuestros pies, al parecer estaban sueltas, entonces me preocupe, pues alguien podía sufrir un accidente debido a ello, de regreso, las repararía seguramente.
- Encantado, señor…- Salude alegre, como solía ser cada que tenía la oportunidad de conocer personas. Me preocupó instantáneamente su estado, parecía tener la alergia muy arraigada.
Al pasar adentro, mis fosas nasales se llenaron de ese aroma característico a café, mismo que pude percibir anteriormente al pasar por algún par de cafeterías. A los seres humanos les encantaba esa bebida, fuera en calor o en invierno, era versátil, dado que se podía consumir fría o caliente según se diera. Yo aun no la había consumido, esta sería sin duda, mi primera oportunidad de.
Aprovechando que pasamos al salón, inmediatamente me puse a ver los libros, me gustaba leer mucho, al menos cuando tenía oportunidad para hacerlo.
- Jo… tiene el libro de “El Principito”… me gusta mucho – Comente hojeando las páginas del libro.
Pero que es el amor sino la expresión más profunda que puede darse de la personalidad y de la intimidad de las relaciones personales. Se emplea para el deseo o la atracción mutua de los sexos, en que no hay restricción alguna o sentido de impureza. Una fuerza interna que nos impulsa a realizar aquella acción que da placer, obteniendo así, el objeto que nos da deseo.
En el ser humano, se le atribuye al sacrificio de uno mismo para el bien de la persona amada y a una inquebrantable lealtad. Algo totalmente decadente y en vías de extinción hoy en día. El amor puro y desinteresado no existía, solo el de una madre hacia sus hijos, ese amor, nunca dejaría de existir.
- Este bien…- Asentí mientras esbozaba una leve sonrisa. Posteriormente pensé ¿Quién no envidiaba la felicidad de otros? Especialmente cuando por alguna u otra razón, no se podía conseguir. Todos creo yo, buscábamos encontrar la felicidad, aunque esta estaba siempre de nuestro lado, en las pequeñas cosas, mas éramos todos unos ciegos, no veíamos todo lo bello y hermoso que nos enriquecía la vida y que por ende, nos daba la felicidad necesaria.
Seguí sus pasos en total silencio, subiendo cada uno de los respectivos escalones, curioseando con mi mano derecha la barandilla de la misma, deslizando mi mano por la superficie de madera conforma íbamos subiendo. Logrando sentir alguna que otra astilla que se clavaba en la palma de mi mano, más que pronto retiraba con la mano libre y volvía a realizar mismo acto hasta que no hubo tramo que recorrer. De igual forma disfrute el rechinar de las lozas bajo nuestros pies, al parecer estaban sueltas, entonces me preocupe, pues alguien podía sufrir un accidente debido a ello, de regreso, las repararía seguramente.
- Encantado, señor…- Salude alegre, como solía ser cada que tenía la oportunidad de conocer personas. Me preocupó instantáneamente su estado, parecía tener la alergia muy arraigada.
Al pasar adentro, mis fosas nasales se llenaron de ese aroma característico a café, mismo que pude percibir anteriormente al pasar por algún par de cafeterías. A los seres humanos les encantaba esa bebida, fuera en calor o en invierno, era versátil, dado que se podía consumir fría o caliente según se diera. Yo aun no la había consumido, esta sería sin duda, mi primera oportunidad de.
Aprovechando que pasamos al salón, inmediatamente me puse a ver los libros, me gustaba leer mucho, al menos cuando tenía oportunidad para hacerlo.
- Jo… tiene el libro de “El Principito”… me gusta mucho – Comente hojeando las páginas del libro.
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Re: Mar, guitarra y templanza - Privado
Su terca obsesión con aquel libro le hacía lucir con cierta ternura en sus ojos, como si de un niño se tratara. Aquella historia sin duda era una muestra de buenos sentimientos y valores que ya no se daban. Mi buen amigo siempre tuvo en estima aquellos cuentos infantiles, solía decir que para él era algo muy preciado y que debía ser escuchado por niños y mayores, leídos unos a otros. Cuanta mayor fuera la oscuridad mayor hincapié debía tenerse en conocer los buenos deseos, sentimientos y agradables sensaciones que promovían aquellas historias.
-Siempre he amado ese libro, suelo leerlo para aquellos que quieren comenzar a conocer qué es sentir, pensar por si mismo y los buenos ideales. No es el único cuento que suelo prestar y leer, tengo muchos. Creo que los sabios habituales olvidan qué es ser niño, los niños son quienes más preguntas se hacen y son los mayores filósofos que existen.
Su sonrisa llena de arrugas no se difuminaba, se encontraba feliz por tener visita pese a su delicado estado de salud. Se marchó hacia su escritorio lleno de un barullo de papeles, tinta y plumas. Solía escribir con plumas de ave, él pensaba que eran de ave aunque eran mías. Era mi forma de estar presente.
-Los niños son escasos hoy en día.
Dije sirviendo café para ambos, dejando dos terrones en cada taza, para luego obsequiarla a mi hermano. Llevé a mis labios la taza observando al anciano meditando, como si mis palabras le hubieran hecho entristecerse por unos segundos.
-Algún día lograremos que los niños vuelvan a llenar las plazas, calles y cualquier lugar de este mundo. Creo en los milagros, pero estos deben ser meditados durante largos años para poder rogarlos. Dios existe, aunque a veces parece olvidarse de nosotros.
-Sabes bien que no se olvida de ti, amigo mío.
Mis labios se arquearon en una leve sonrisa gentil y él la respondió.
-Los niños volverán, como volvían las golondrinas en la primavera.
-Siempre he amado ese libro, suelo leerlo para aquellos que quieren comenzar a conocer qué es sentir, pensar por si mismo y los buenos ideales. No es el único cuento que suelo prestar y leer, tengo muchos. Creo que los sabios habituales olvidan qué es ser niño, los niños son quienes más preguntas se hacen y son los mayores filósofos que existen.
Su sonrisa llena de arrugas no se difuminaba, se encontraba feliz por tener visita pese a su delicado estado de salud. Se marchó hacia su escritorio lleno de un barullo de papeles, tinta y plumas. Solía escribir con plumas de ave, él pensaba que eran de ave aunque eran mías. Era mi forma de estar presente.
-Los niños son escasos hoy en día.
Dije sirviendo café para ambos, dejando dos terrones en cada taza, para luego obsequiarla a mi hermano. Llevé a mis labios la taza observando al anciano meditando, como si mis palabras le hubieran hecho entristecerse por unos segundos.
-Algún día lograremos que los niños vuelvan a llenar las plazas, calles y cualquier lugar de este mundo. Creo en los milagros, pero estos deben ser meditados durante largos años para poder rogarlos. Dios existe, aunque a veces parece olvidarse de nosotros.
-Sabes bien que no se olvida de ti, amigo mío.
Mis labios se arquearon en una leve sonrisa gentil y él la respondió.
-Los niños volverán, como volvían las golondrinas en la primavera.
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