Foul-mouthed [ Priv. Dastya Zhidkova ]

Nuevamente había viajado a pie, desde New Orleans, aunque a decir verdad era un viaje que se le había hecho bastante más corto que sus anteriores andadas. Más aún cuando se había tratado de recorrer el círculo polar ártico y sobrevivir esos meses a las bajas temperaturas y la escasez de alimento. Nada más llegar a la ciudad de Los Ángeles, la muchachita recuperó su forma humana y buscó un buen hospedaje para un par de días, no muy segura de a dónde iría ahora.

De su llegada, había trascurrido un par de días. Ya más repuesta y con ropas nuevas, no tan caras ni elegantes, paseaba por el Sunset Strip observando los escaparates, notando que al fin, su piel ni el color de sus ojos -con pigmentos rojos- ni de su cabello, destacaban. Eso la dejaba más tranquila, aunque ser una de las pocas cambiaformas de la zona seguía manteniéndola alerta, ¿y si los cazadores la seguían? ¿O si su familia había mandado a alguien a buscarla? 

Acabó por alejarse hasta una zona poco transitada desde donde el atardecer podía apreciarse en todo su esplendor. Cubrió sus delicados ojos, demasiado susceptibles a la luz solar, y observó parte de la maravillosa vista, impresionada por la belleza de los rayos del sol sobre las tiendas y las palmeras. Estaba tan embelesada mirando, medio cubriendo sus ojos, que apenas se percató de la peligrosa cercanía de un hombre, humano, que sujetó su brazos por la espalda inmovilizándola y exigiéndole su bolso.

Apecto:

Se había quedado totalmente quieta frente a ese agarre y había cerrado sus ojos asustada, pero más aún, atenta a los sonidos que emitía su captor, escuchando sus pulsaciones y un par de pies que se acercaban. Pensó en cambiar a su forma lobuna y atacar a aquel hombre irrespetuoso, pero el jalón y su renovada libertad le hicieron cambiar de idea. Se giró con rapidez viendo aquella escena sorprendida, a ese muchacho golpeando al hombre que la había sujetado y retrocedió un par de pasos.

Al principio no entendió lo que el joven desconocido le preguntaba y negó con la cabeza, se había asustado tanto, que el inglés se le trababa y su mente sólo emitía pensamientos en su idioma natal. Sin embargo, en pocos segundos comprendió el significado de aquellas palabras y retrocedió una vez más, mientras su vista se dirigía al arma que él sostenía-. No le mates -pidió mirando al hombre en el piso, estremeciéndose por el asco que le causaba el hecho de que hubiera tocado sus brazos.

-Gracias por ayudarme -añadió luego, sin dejar de ver aquella arma, meditando la posibilidad de cambiar a alguna de sus formas animales en caso de que le apuntara. ¿Sería un cazador? No olía como uno, más bien, tenía la esencia de los cambiaformas en él pero no pertenecía solamente a aquella raza.

-Es sólo un humano -suspiró ella, sobresaltándose por aquel tono brusco del joven que la había ayudado. Desvió la vista hacia el lugar en donde se perdían los últimos rayos de sol, los cuales, ya no dañaban tanto sus ojos ni dificultaban su vista como antes... Ante la siguientes palabras del chico, apremiándola a caminar, Dastya volvió a sobresaltarse. 

Observó con ojos curiosos a ese chico que seguía caminando y luego al hombre en el suelo, y tras fruncir suavemente el ceño, empezó a caminar. Sin decir nada, la muchacha siguió a ese joven desconocido manteniendo su distancia, fiándose de su instinto canino el cual le indicaba que aquel chico no era tan peligroso como lo sería un cazador. Sin embargo, se detuvo en seco a los pocos minutos, juntando sus manos sobre su pecho y mirándole fijamente, ¿y si era un enviado de su familia? 

Su aroma la alertaba y le hacía desconfiar, después de todos, en esos días se veían muy pocos cambiaformas, mucho más en aquellas zonas americanas-. ¿Puedo saber vuestro nombre al menos? -Preguntó con voz suave y delicada, fijando sus ojos con pigmentos rojizos en el chico, alerta a cualquier extraño movimiento.

Dastya observó la reacción del joven con ojos calculadores, enfriando un poco su mirada, tanto como el hielo, con aquellas preguntas demasiado soberbias a su entender. Dejó caer ambas manos a sus costados y desvió finalmente la vista con un deje de irritación bien disimulada, dando un par de pasos hacia un costado, con ganas de alejarse de él. 

-Si no me interesara saber vuestro nombre, no lo habría preguntado -dijo con voz fría, su dulzura inicial había desaparecido por una fracción de segundo. Cerró los ojos y respiró profundamente, para que al abrirlos otra vez, sus ojos recuperaran aquel brillo leve de paciencia y dulzura característicos de ella-. Y definitivamente, nunca olvido un rostro cuando lo veo, ni un nombre, menos aún si esa persona me ha ayudado.

Volvió a fijar su vista en su interlocutor y le sonrió sutilmente, de forma amable aunque procurando mantener su distancia. Por más extraño, violento o soberbio que le pareciera, ella era una señorita y sus modales no le permitían ser realmente fría o descortés con él. Además, debía aceptarlo, le llamaba demasiado la atención, como pocas veces antes le había llamado la atención un hombre. Tembló ligeramente ante ese pensamiento-. Puedes decirme Anastasia. Tengo mis razones para no decirte mi nombre, al menos, hasta que me digas el tuyo.

Repasó mentalmente aquel nombre, grabándolo cuidadosamente en su memoria... No, no lo recordaba, definitivamente, razón que le hizo relajar el semblante pues estaba más que segura, de que su familia no lo había enviado por ella. Sonrió dulcemente a Wolf mientras se acercaba con pasos lentos y movimientos elegantes y ligeros, casi como el viento, pues ahora que estaba relajada, podía moverse con mayor naturalidad. 

-Es un gusto conocerle, Wolfgang -dijo cortéstemente, haciendo una coqueta reverencia y luego tendiéndole la mano, estrechándosela. La mano de aquel joven era cálida y enorme en comparación con la propia, demasiado fina y delicada. En su propia muñeca, su pulsera de oro blanco resplandeció ligeramente, con un sutil tintineo. 

Se apartó rápidamente de aquella mano, consideraba que no era necesario mantener contacto con otros más allá de lo necesario y además, la mirada de Wolf la ponía nerviosa, esos ojos que la observaban causaban extrañas reacciones en su ritmo cardíaco acelerando un poco sus palpitaciones, pese a la capacidad innata de Dastya por controlarlas. Se estremeció ligeramente entrelazando sus propios dedos, notando cómo el frío viendo movía ligeramente sus cabellos y su blanco vestido.

La chica meditó unos instantes las palabras del joven frente a ella, llevando delicadamente sus dedos a sus labios en actitud pensativa. Luego subió nuevamente la mirada hacia él y la fijó en aquel par de ojos que la observaban, notaba la decepción por el hecho de que le hubiese llamado por su nombre de pila al completo y sonrió dulcemente, casi de forma radiante y coqueta.

-¿Puedo llamarte Wolf? -Preguntó dulcemente, suavizando su mirada sin dejar de sonreír de aquella forma. Luego pensó en lo extraño y bonito que sonaba su segundo nombre de los labios de Wolf y se estremeció ligeramente, ladeando el rostro suave, sutilmente-. ¿No quieres saber mi nombre de pila? -Ofreció, dejándose llevar un poco por su instinto, el cual le decía que no corría peligro, que probablemente, Wolf jamás la reconocería y que no corría peligro.

Esta vez Dastya no retrocedió cuando el joven se acercó, y más bien, sostuvo su mirada con dulzura y un leve brillo salvaje en sus ojos, casi una advertencia instintiva para que Wolf mantuviera una distancia apropiada. La chica notaba aquella mirada depredadora e inevitablemente casi, su instinto de lobo le hacía responder de la misma forma, aunque su sonrisa fuera suave y dulce.

-Tal vez desear conocer tantas cosas de una desconocida como yo, pueda ser demasiado peligroso, o en su defecto, descortés -comentó volviendo a caminar, lentamente aunque alejándose un poco, se sentía nerviosa por la forma en que le veía aunque sentía que podía sobrellevarlo, al menos de momento. Y en cualquier caso, estaba lista para cambiar de forma y defenderse adecuadamente si se diera el caso.

-Mi nombre es Dastya Anastasia Zhidkova -le indicó su nombre con una mirada casi soñadora, desviando su vista hacia el cielo, en donde la luna en su cuarto menguante empezaba a ser visible junto a algunas estrellas. Bajo su luz pálida, la piel albina de la muchacha parecía casi resplandecer, haciéndola parecer un ángel-. ¿Eres de aquí, Wolf? 

-No creo que seas vulgar -lo miró sorprendida cuando dijo aquello, notando que el ritmo de su corazón se aceleraba notoriamente y una extraña sensación recorría su cuerpo, haciéndola temblar. Cuando le llamó princesa, sin embargo, bajó la mirada sintiendo arder sus mejillas a causa de un pálido rubor, extrañamente cohibida y avergonzada. No era primera vez que le llamaban princesa, y normalmente sus conocidos solían llamarla zarina cuando ella vivía en Rusia. 

-Bueno... puedes llamarme Dastya o... Lumi... Que es como me dicen mis amigos -comentó, sin saber muy bien la razón exacta por la cual le había dado aquella información que ni siquiera con Morgan, su nuevo amigo en New Orleans, había compartido. Una vez hubo reunido el suficiente valor, fijó su mirada cálida y tímida en la ajena, sonriéndole con tanta dulzura que incluso a ella le sorprendía. 

-No creo que seas vulgar, en lo absoluto. Creo que eres una persona muy interesante. Tampoco me decepcionas, lamento si te he ofendido -se disculpó inclinándose suave, levemente, con gesto educado y a la vez, un poco avergonzado-. Me temo que seré yo quien te decepcione, pues no puedo contarte de mí más que mi nombre...

Escuchó sus palabras con atención, sorprendiéndose bastante al escuchar la procedencia del chico, Noruega, tan cerca de su antiguo hogar y tan lejos a la vez. Casi sintió que su corazón se detenía, en cierta forma, era emocionante sentir que el chico frente a ella estaba en una situación parecida a la suya, lejos de su patria y del ártico, lejos del frío y la nieve. Lejos de su hogar. Sería aquel sentimiento de empatía el cual consiguió conmocionarla de aquella forma, ¿tal vez? 

-Aunque no me lo creas, sí que eres muy interesante -comentó posando la vista en los ojos ajenos, un poco conmocionada y llena de curiosidad por él, con renovadas ganas de conocerlo, de saber su historia y de acercarse a él. Volvió a ruborizarse intensamente cuando cuando Wolf habló de la forma en que quería conocerla y volvió a sentirse ligeramente cohibida e intimidada, aunque no de una forma mala o molesta, se sintió ligeramente confusa. 

-¿Y puedo saber, Wolf, de qué forma deseas conocerme? -Preguntó volviendo a pronunciar su nombre, se sentía bien el decirlo. Sonrió casi de forma inocente, en realidad, aquella pregunta lo era por ser producto de su mera curiosidad, aunque en todo caso, tenía presente el dicho "la curiosidad mató al gato", pero en su interior, una voz le recordaba la continuación: "pero el gato murió sabiendo."

Ante los actos del chico, Dastya se quedó literalmente congelada en su lugar, incapaz de reaccionar y de moverse frente a la cercanía del muchacho. Su corazón empezó a golpear con tal vez demasiada fuerza en su pecho y su cuerpo tembló por completo, en especial, sus manos y piernas, pues aquella situación, le recordaba demasiado al suceso que la había llevado a estar en donde estaba. 

Ahora que lo analizaba bien, sí que se arrepentía de haber preguntado, aunque su consciencia le regañó diciéndole que tal vez debía de haberse esperado una situación como esa. Miró a los ojos de Wolf cuando éste sujetó su barbilla y sintió sus mejillas encenderse en su punto máximo, provocándole un notable rubor que destacaba en demasía en su pálida piel. Con vergüenza y nerviosismo también, notó que el muchacho era ligeramente más bajo que ella, lo cual, tal vez en otra ocasión, le hubiera provocado un poco de gracia. 

-Wolf, yo... por favor, suéltame... -pidió con voz temblorosa, notando cómo todo su cuerpo temblaba, y sin poderlo evitar, dejándose llevar por su instinto de conservación y supervivencia, casi en un parpadeo, cambió a su forma de lobo, sacudiéndose las ropas de encima y retrocediendo espantada y nerviosa, con la cola casi entre las piernas y los pelos del lomo erizado, aunque no enseñaba los colmillos. Se había asustado tanto, que no había conseguido controlar su transformación.

La joven en su forma lupina, observó la reacción de Wolf y bajó la mirada muy avergonzada cuando el muchacho empezó a reír a carcajadas, bajando aún más las orejas y gimoteando bajo por la vergüenza de su reacción, se sentía realmente torpe y tonta por ello. Suspiró pesado y se sentó en sus cuartos traseros, bajando los pelos de su lomo y rodeando sus patas con la cola, de forma similar a como hacen los más finos felinos o canes. 

Se sentía muy humillada y no sabía cómo reaccionar realmente, e interiormente, deseó que la Tierra se la tragase o mínimo, poder comunicarse con Wolf y darle una explicación ligeramente decente del por qué de su transformación. En cambio, tras unos instantes de meditarlo e intentar relajarse y calmarse, se puse de pie y se acercó a sus prendas, cogiéndolas con el hocico a la vez que movía la cola ligeramente, muy avergonzada. 

Tras asegurarse de coger todas sus prendas, salvo sus zapatos, levantó la vista hacia Wolf mirándole detenidamente, para luego, echar a correr hasta el callejón más cercano, a un par de metros. Una vez allí, cambió de forma nuevamente y totalmente ruborizada, se vistió otra vez y respiró un par de veces de forma profunda, bastante nerviosa y apenada por su reacción. Una vez consiguió calmar sus pulsaciones y normalizar su respiración, empezó a caminar con lentitud de vuelta al lugar en donde Wolf había quedado junto a sus zapatos.

-S-sí... Volví por... mis zapatos... -señaló apenada, totalmente ruborizada y sin saber muy bien qué hacer, decir o pensar en aquella vergonzosa situación, pues nunca, había tratado antes con ningún muchacho que no fueran sus hermanos, los cuales, como siempre ocurre en las relaciones de fraternales, siempre dejaban mucho que desear. Sus blancos y delicados pies se había enfriado rápidamente por la falta de calzado, aunque no era nada que realmente molestase a la muchacha, o al menos, apenas podría notarlo en aquella situación.

-¿Me... me los devolverías? Por... por favor... yo... creo que debería irme... hace frío -comentó apenada y entrelazando sus propios dedos en torno a su pecho, observando sus finos zapatitos sobre las manos y el regazo del muchacho. Evitó todo lo posible el tener que verle directamente, temblando frente a una corriente de viento demasiado frío.