Kenneth Chase Shaw [caído]

º Habilidades: velocidad, regeneración, fuerza y resistencia, metamorfosis, tele transportación, telekinesis, dominio o control mental e inmortalidad. Básicamente, los que poseen los caídos.
º Don: si tengo uno, aún no lo descubro.
º Gusta y Odios: Disfruto de la música clásica, la buena compañía y, como todo guerrero, de los enfrentamientos. Odio a los seres inferiores, especialmente a los humanos. A Dios.
º Virtudes y Defectos: Bueno, esta parte se me hace un tanto difícil... ¿Cómo puedes tú mismo juzgar que es lo mejor y lo peor en ti? Virtudes, defectos... Todo eso es relativo, depende del ojo que lo mire. Por mi parte, creo que lo mejor que tengo es la serenidad, me permite pensar con claridad en todo momento, excepto cuando de humanos se trata. Entonces para mí es matar, no puedo detenerme a verlo de otro modo. Bien... Ahí tendríamos un defecto y una virtud. Por otro lado, presumo ser un gran estratega, una de las mentes más privilegiadas de mi ejército. A lo cual debe sumarse el hecho de que soy testarudo y quizás hasta demasiado... uhm... seguro de mí mismo. Verás, no confío en los demás, sus conocimientos y todo eso. Prefiero guiarme por mis propias convicciones. En todo caso, si me equivocara, pagaría mis propios errores y no los de alguien más. Uhmmm... ¿qué más podría agregar? Ah, sí. No le temo casi a nada. No sé si eso entraría en los defectos o en las virtudes; por un lado me hace más decidido, pero por otro quizás pueda convertirme en imprudente. Como sea, lo dejo a tu elección. Eso es todo, por el momento. Si quieres saber más, tómate el trabajo de conocerme.
º Armas: daga para matar ángeles y arcángeles.
º Otras Pertenencias: ____________________

Bien.¿ Por dónde podría comenzar? Supongo que no hay un punto de partida para empezar a describir a una persona. No, Sin lugar a dudas, no lo hay. Al menos no uno concreto y perfectamente correcto. ¿Qué es lo primero? El nacimiento, ha de ser. Perfecto. Tomémoslo por aquí. Fui creado recientemente por un ser en el que muchos creían, y muchos otros no, pero cuya existencia es, en los tiempos que corren, irrefutable. Fui creado con el propósito de convertirme en un caballero del cielo. Fui creado para servir toda la eternidad. Fui concebido como un siervo, para someterme totalmente a la voluntad del ser superior, omnipotente, omnipresente, perfecto. Fui creado para ser leal y servicial, obediente y sumiso, disciplinado y correcto. En fin. Fui creado para no poseer voluntad ni capacidad de razonamiento propios. Pero especialmente, fui creado para protegerlos a ellos. Los pequeños, inútiles, pecadores e insignificantes. Los favoritos de Él. Los malditos humanos. Esos seres vulnerables, ignorantes y fáciles de corromper. Qué ironía, ¿no? Los esclavos del cielo, protegiendo a los desleales. Pues bien. Durante los primeros años de mi existencia, no fui otra cosa más que lo que de mí se pretendía. Trabajé en silencio. Me sometí por completo a Su voluntad. Fue entonces que, frente al levantamiento de “los caídos”, Él me envió, junto con otros, a proteger a la humanidad en la Tierra. No me resistí ni presenté reclamo alguno. Simplemente obedecí, como siempre. Sucedieron muchas cosas desde que arribé al sitio en donde era necesario. Pero ninguna de ellas es lo suficientemente importante como para mencionarla. El máximo hecho se dio cuando le conocí, aquel chaval que cambiaría mi existencia para siempre. ¿Cómo era? Pues, no me es difícil recordar cada centímetro de su cuerpo. Su cabello, hebras de oro rizadas, sus ojos, azules luceros. Sus labios… rojizos, perfumados, tersos… Su piel, suave, fresca, joven, luminosa… Creo que podría continuar dando adjetivos. Y aún así, continuarías sin tener ni puta idea de lo que generó en mí. Así es que prefiero continuar con el relato. El caso es que no conocía lo que estaba ocurriéndome, no entendía por qué razón me invadía un extraño impulso de besarlo, y tocarlo, y hacerlo mío cada vez que esbozaba una de aquellas sonrisas tan suyas. No podía contárselo a ninguno de mis hermanos, tenía miedo. Miedo de lo que ellos juzgaran. Miedo de mí mismo y en lo que estaba convirtiéndome. Miedo de lo que pensara mi padre. Miedo de lo que era capaz… Recuerdo entonces que era una de esas noches sin luna, cuando de repente nos volvimos a ver. Parecía cuestión del destino; después de tanto evitarlo, finalmente nos encontramos allí. He considerado la idea de que me hubiese buscado, no lo sé, no lo sabré jamás y tampoco me interesa, la verdad. El hecho es que, no recuerdo precisamente cómo, acabé haciéndole el amor de forma salvaje y urgente. Es sorprendente el modo en que el instinto te dice cómo actuar. Así ocurrió. Esta fue la razón por la cual fui terriblemente castigado. Quemaron mis alas, prohibiéndome así el ingreso al cielo. Claro que al principio me sentí la peor basura del Universo, y totalmente desamparado. No supe qué hacer. Mis hermanos me ignoraban por completo, mi propio padre, a quien tanto amé, me había desterrado como a cualquier humano pecador. Entonces surgió una duda razonable, ¿era la castidad lo único que diferenciaba al ángel del humano? ¿Por qué razón siempre había perdón y misericordia para ellos y nosotros éramos arrastrados al infierno, o abandonados en la Tierra? ¿Sería realmente que Luzbel era un ser “oscuro y pecador”, o aquello no era más que una fachada barata que nos hacían creer para que no le siguiéramos? ¿Podría Luzbel tener razón, ser sólo un ángel que despertó contemplando que había nacido para servir a un ser que no hacía más que despreciarlo y desconocerlo? Necesitaba encontrar un camino. ¿Qué hace un soldadito, cuando no tiene quien le de órdenes? ¿Qué hace un peón sin rey en un juego de ajedrez? Sólo había una cosa que tenía en claro: no iba a dejarlo a Él. Estaba… uhmmm… ¿sería indicada la expresión “enamorado”? No lo sé. Simplemente sentía que mi vida no podría continuar sin él, pero definitivamente me equivoqué. No tengo demasiados ánimos para hablar del tema, lo que debes saber es que me traicionó, haciendo que casi me asesinaran y finalmente yo lo asesiné. Primero lo torturé, por horas, por días… Y luego simplemente lo saqué de su miseria. Una lástima, era un chico muy sexy. Pero digamos que no soy precisamente fanático de los mentirosos. Al acabar con mi debilidad y experimentar la deliciosa sensación de la venganza y la maldad, supe que no podría detenerme. Desde entonces, puedo llamarme con orgullo el templo de todos los pecados. Naturalmente, tenía que tomar una postura frente a la guerra que se estaba disputando; como el “ejército divino” me rechazaba y odiaba a los humanos, finalmente me convencí de que quería servir a mi hermano, sólo a Él, a Luzbel. Mis sentimientos hacia su ser habían cambiado de repente, ahora podía verlo todo con claridad. Y estaba absolutamente orgulloso de luchar con, por y para Él. Luzbel era muy diferente a nuestro padre. Siempre nos recompensaba y nos tenía en cuenta, y lo más importante: nos amaba tal y como éramos. Todo aquel amor que hubiese tenido por Dios en algún momento, de pronto se vio dirigido sólo a mi hermano.
Y bien, básicamente, esto es todo. Actualmente pertenezco a Los Caballeros Del Infierno, y lucho por poder, por libertad y sobre todo por complacer a mi única autoridad.