Te invito una copa -priv-

Había regresado de Roma hace apenas unos días, pero seguía analizando internamente todo lo que había aprendido de aquél viaje. Las cosas en este mundo estaban cambiando rápidamente y no solo para los humanos.

Meneó la cabeza y volvió a prestar atención a su acompañante quien hablaba hipnotizado de lo bien que lo había pasado y que si ella necesitaba algún favor no dudase en buscarlo. Sonrió y lo miró a los ojos, era un encantador jovencito con un largo vínculo de sangre de algunos importantes jefes de la mafia. Claro que le pediría favores.

Esa noche llevaba un vestido corto por encima de sus rodillas, el color rojo sangre acentuaba su piel y dejaba sus hombros al descubierto. Su cabello estaba suelto y bajaba por su espalda en ondas que se agitaban cada vez que se movía.

Lamió sus labios y suspiró mientras un camarero se acercaba a llenar su copa. Este club, como tantos otros le abrían encantados las puertas y la trataban como si ya fuese parte de la administración… y no estaban muy errados. Ella llenaba los locales y llenaba sus almas de lujuria, tal como había pactado.

Recorrió el club con la mirada, observando a los famosos y magnates errantes que bebían y bailaban. Muchos desaparecían en los pisos superiores donde pagaban un extra por saborear sus fantasías.

Volvió a observar a su acompañante que la miraba como si pudiese desnudarla solo por desearlo fervorosamente. Suspiró de nuevo, se moría de aburrimiento.

Si alcohol no podia embriagarlo dado a su excesiva resistencia, la sangre de unos cuantos vampiros lograria llevarlo a ese punto entre la insconsciencia y la realidad. Sean no estaba pasando por su mejor momento, la reciente perdida de su hijo lo habia vuelto esquivo y viajaba mucho mas que antes apenas quedandose unos dias en las ciudades que visitaba. Era un viaje de placer, como solian llamarlo, pero para el krusnik era mas bien un retiro de todo aquello que le era conocido. Ni siquiera uso su nombre para conseguir mejores mesas, mejores vinos, mejores atenciones, solo era un rostro anonimo mas que buscaba consuelo en el robo de esencias vitales a vampiros jovenes e indefensos.

Sean conocia la existencia en Roma de un grupillo de no-muertos que se hacian llamar "Corvus" por las vestimentas que solian llevar usualmente negras y su filosofia de existencia basada en el culto al diablo y a establecer pactos con ciertos demonios. Resulto que dicha "organizacion" tenia bastantes lazos con la mafia italiana, pero ninguna de esa cuestion impedio que el krusnik se diera un festin con tres de los miembros. Aleatoriamente decidió terminar la noche en un club de elite en donde hizo falta presentarse para que lo dejasen entrar.

Como era habitual su vestimenta era impecable, traje gris oscuro, corbata de seda en tonos azulados y malvas y unos zapatos negros que relucian. Se habia adecentado tras una pequeña masaje que calmo sus animos y ahora necesitaba un trago, una distraccion y quizas en aquel lugar selecto y estiloso con un ligero aroma dulzon y picante pudiera encontrarlo. Se acercó a la barra y apoyó un codo en la misma mientras el camarero se fijaba en él, aprovecho para echar una ojeada con sutileza al lugar, sus ojos azules e intensos taladraron varias almas sin piedad alguna viendo lo que ocultaban tras sus mascaras.

Alzó la cabeza y una ceja para centrarse en los ojos del recién llegado apenas unos instantes. A la vista de todos solo sería alguien más, un hombre apuesto y elegante que pasaba por el club igual que todos. Pero ella podía ver su aura y él podía distinguir que también había algo diferente en ella.

Al fin algo interesante, sonrió para sí.

Volvió a observar a su acompañante y a escuchar su conversación mientras sonreía con coquetería.

-Disculpa cariño, iré por algo más de beber –susurró observándolo, sin importarle su copa aún medio llena que permanecía olvidada sobre la mesa. Se puso de pie y caminó directamente hacia la barra, sus movimientos pausados y felinos antes de sentarse sobre un taburete.

Un camarero le sonrió y tendió una copa de champaña. Solo entonces fijó su atención en el hombre que había observado.

-¿Disfruta de su estancia en el club? –preguntó con voz profunda acariciando el borde de su copa.

Finalmente el camarero reparó en Sean y le atendió, este pidio un whisky escocés sin hielo y cuando iba a retirar la botella, el krusnik la cogió para que la dejase cerca de él. Tomó sin vacilar un largo trago apurando la copa, dejando que el liquido ardiera en su paladar y su garganta pero sin tener mas consecuencias para su organismo, a no ser que bebiera grandes cantidades. Inspiró profundamente y volvió a llenarse la copa. Se percato entonces que aquel aroma dulzon y embriagante procedia de una unica persona y que esta se acercaba a él. Inspiró sin pretenderlo el aroma del pecado y ladeó el rostro para encontrarse con una hermosa criatura.

-No esta mal...aunque hay demasiado presuntuosidad..- respondió a la mujer en un tono algo grave por el alcohol -¿Es usted la musa del club?- preguntó observando con sutileza su atractiva figura hasta reparar de nuevo en su rostro. Sabia lo que era, ese aroma dulzon y picante tenia una nota de azufre muy infima pero distinguible para un olfato como el suyo, una demonia y seguramente no seria la unica del local. Clavo su celeste mirada en los ojos de la mujer e inclinó su rostro ligeramente -Perdone mis modales, me llamo Sean O´connor..y usted es?.- alargó la mano hacia ella de manera elegante para presentarse como es debido.

Rió ligeramente y se llevó su copa a los labios antes de responder.

-Debemos ser presuntuosos, ¿o dónde estaría la diversión? –susurró siseando cada palabra-. Uhm, digamos que soy la encargada de que todos disfruten su estancia aquí.–hizo un leve encogimiento de hombros y se detuvo a observarlo sin molestarse en esconderlo. Sus rasgos eran fuertes y bellos, como un antiguo griego modernizado. Y sus ojos transmitían más emociones de las que probablemente quisieran ser mostradas.
Un hombre hermoso, pero con historias a sus espaldas, decidió luego de su escrutinio.

-Sean O’connor –dijo irguiéndose un poco antes de tomar su mano-. Puedes llamarme Angie. –sonrió y sus ojos sonrieron también con un brillo turquesa.

-¿Qué te trae a esta ciudad llena de pecado? –estaba casi segura de que se encontraba de paso por allí o ya se habrían cruzado antes.

La ciudad era bastante pequeña para seres como ellos.

Sean tomó la mano de la muchacha y se inclinó para besarle en el dorso con gentileza, luego se irguió y esbozo una sonrisa leve -Angie...- se dijo para si mismo, curioso nombre para un ser de los infiernos, aunque fuera solo el que daba a los seres "oficialmente" y que olor mas dulce salia de ese escultural cuerpo enfundado en el ceñido vestido rojo.

-Una investigación...soy agente del gobierno.- respondio con una gran mentira aunque oculta habilmente bajo un tono vehementemente sincero -Tras un largo dia de trabajo todo hombre desea una copa y un descanso...distracciones...y todo lo que este local pueda ofrecerme.- añadió ligeramente cortante. Harto de ser tan sincero con todos, de ser tan comedido y andar con pies de plomo, por una vez no queria ser Sean y ser otra persona.

-Bella señorita...¿Asi que es dueña de este lugar? ¿O solo es la relaciones publicas?.- cambió drasticamente la direccion de la conversacion mientras tomaba un trago de su copa. Habia sido consciente de que el principal reclamo de este club no era el buen alcohol o la musica si no la compañia de un ser como ella. Se sentia envidiado por muchos de aquellos hombres por hablar cone lla, la Lujuria personificada. Sean estaba seguro que en algun tiempo pasado, cuando vivia con Zuka, los tres se encontraron en un mismo ambiente.

Un caballero. Sonrió con gentileza por el gesto, al fin alguien que no daba por sentado que era fácilmente conquistable.
¿Agente del gobierno? Alzó una ceja cuando lo mencionó, si hubiese nacido hace unos años quizás le creería, pero había visto demasiadas cosas durante tantos siglos como para saber que esa era solo una mentira. Se encogió de hombros mentalmente, no era su problema, aunque el hombre fuera interesante.

-Todo el mundo necesita distracción estos días –asintió y sonrió ligeramente, aunque los clubs a los que ella iba se llenaban en busca de más que distracción. Escuchó su pregunta y sonrió un poco más abiertamente-. Soy… digamos que soy una visitante recurrente –susurró-. Me encargo de distraer a los clientes y darles todo lo que desean –afiló la mirada como la de un felino, había rudeza en su voz, ¿escapaba de algo quizás?- Aquí pueden olvidarse de todo… -susurró antes de lamer sus labios.

-Poseo algunos locales yo misma, pero además debo cumplir con ciertos compromisos –se encogió de hombros y observó los ojos claros de su acompañante-. Así que dígame, ¿qué es lo que desea esta noche?

Por el rabillo del ojo observó al chico al que había acompañado antes, comenzaba a cansarse de esperar que volviese. Niños mimados de la mafia. Frunció los labios y miró alrededor captando la mirada de uno de los meseros que se acercó rápidamente hacia ella.

Susurró unas rápidas instrucciones antes de volver su atención a Sean. El mesero se encargaría de llevarlo a la zona exclusiva, pisos arriba donde sus fantasías se harían realidad y dejaría de molestarla por un rato.

-¿Nunca has deseado tener un momento para aclarar tu cabeza antes de que todos reclamen tu atención? –murmuró distraídamente acariciando ligeramente el borde de su copa.

Sean casi se habia olvidado de lo complacientes que solian ser los demonios y de los altos y caros intereses que enredaban sus ofrecimientos. Parecia una mujer de negocios...una mujer cuyo negocio era ese, hacer sentir bien al genero masculino o mas bien facilitarles un pasatiempo placentero...como una madame de burdel pero mas sofisticada. El local estaba llenos de hombres como él que buscaban un refugio de su vida cotidiana, un escape de su vida emoiconal, placer sin compromiso. No era de extrañar que Sean percibiera el olor del sexo en la planta de arriba y tampoco era tan inocente como para no comprender lo que el niño rico e impaciente queria de ella, cada vez estaba mas claro que no era una madame cualquiera.

-Continuamente, si- afirmó con una leve inclinación de cabeza -He tenido muchos de esos momentos...para aclarar la mente y el cuerpo.- alzó el vaso removiendo un poco la bebida ambarina y tomó un largo y grato trago.

-Lo que deseo se me ha concedido, la compañia de una mujer muy especial, una femina infernal que destila aquello que muchos hombres ambicionan...el mismo pecado...hecho tentación.- sus ojos brillaron por un momento como dos gemas preciosas, mas luego se apagaron con melancolia, el dolor habia arraigado profundo en su alma por mucho que lo maquillase y disfrazase. Suspiró brevemente y se apretó el hombro derecho destensandolo mientras sonreia -¿Me dejara que la invite a la proxima copa? He perdido modales por el tiempo...en estas epocas modernas las mujeres son mas independientes y muchas no desean de esta cortesia- explicó con voz suave y aterciopelada.

Lo observó y sonrió ligeramente, así que ya sabía lo que ella era o lo intuía al menos.

-¿Así que deseaba la compañía de la Lujuria? Creo que no es necesario que oculte mi identidad ¿o sí?–rió con suavidad y asintió-. Uhm, usualmente no dejo que nadie pague por mis copas, pero creo que esta es una buena oportunidad para hacer una excepción –murmuró pronunciando cada palabra de forma susurrante.

Esperó a que él ordenara de nuevo antes de preguntar: -¿Ya conocías esta ciudad? –tenía curiosidad por saber de qué época provenía su acompañante-. Me gusta el ritmo cambiante del mundo, no se detiene ante nada, siempre hay un cambio.

Asintio con una seductora sonrisa, la charla trivial con la señorita lo distria de otros pensamientos funestos. Estaba funcionando. Asi pues cuando vació su trago en la garganta, alzó la mano para volver a reclamar la atencion del camarero -Lo que desee la señorta corre de mi cuenta, gracias.- y volviendo la cabeza, giró su cuerpo semi apollado en el taburete hacia ella.

-No es necesario Angie, aunque la seguire llamando por ese nombre en lugar del otro si no le parece mal.- se perdió unos segundos en la vibrante mirada de la demonia y ladeando el rostro hacia la copa soltó un largo suspiro -Si, la conozco...tengo algunas posesiones aqui y solia alojarme a menudo en algun que otro hotel. Tenia...- miró de nuevo a la señorita -Tengo..algunos asuntos por aqui.- añadió finalmente mientras se servia asi mismo otra copa. Lo bueno o malo de tener ese cuerpo es que no se emborrachaba facilmente.

-Los imperios se alzan, los imperios se caen... la historia se repite una y otra vez.- susurro sonriendo desencantado -A lo largo de mi vida me he quedado prendado de la habilidad de los mortales para superarlo todo. Perdidas, catastrofes....hasta que finalmente todo acabe.- alzó la copa y la chocó con la de ella suavemente -Asi que hay...que aprovechar el tiempo no cree?, Carpe diem- musito suave y aterciopelado mientras arrimaba de nuevo la copa a sus labios.

-Entonces conoce bien la ciudad, aunque las cosas cambian constantemente, ¿verdad? –bebió de su copa con lentitud, saboreando el líquido sobre su paladar mientras lo escuchaba hablar.

Rió ligeramente y asintió: -Debo darle la razón, debes ver con claridad este mundo antes de que vuelva a cambiar.

Dejó sobre la barra su copa y se puso de pie observándolo antes de extender una delgada mano hacia él. –¿Baila? –dijo con un tono de desafío.

La aguda mirada de los demas hombres del local se clavó en la figura de Sean, podia percatarse del odio y de la envidia que despertaba el hecho de que Lujuria le tendiese la mano. Seguramente acudieron pensando en ser los afortunados de la noche. Simplemente el krusnik esbozo una media sonrisa y depositando la copa sobre la barra tomó la mano de la mujer de suave piel, dejandose guiar a la pista de baile que estaba totalmente despejada.

Conforme llegan a la pista la musica comienza a cenar, un tango con influencia electronicas y marcado ritmo. Sean respira profundamente y mueve el cuello haciendo crujir algunas vertebras del mismo antes de tomar a la mujer por la cintura pegandola a su fuerte cuerpo.
-¿Baila tango?- pregunta mientras la mira con fijeza y cierta sobervia teniendo cerca su rostro de ella. Tomó una de sus manos y la entrelazo con sus dedos. En seguida su cuerpo se puso en movimiento guiandola con precision a golpes de medios giros y pasos lentos, pasionales como la musica que sonaba.

Afortunadamente estaba acostumbrado a las miradas ajenas por lo que no le importo que los hombres de negocios y demas energumeros se centraran en ellos. En la pista de baile podria ser cualquier cosa, un amante consumado, un hombre torturado...o el mismo.

Spoiler:

Caminó con elegancia hacia el centro de la pista. Sintió las miradas, pero daba igual de todas formas los camareros se encargarían de traer lo que los clientes desearan.

Observó a Sean mientras la música comenzaba. Se alegraba de haberse acercado a él, era un hombre interesante y parecía que comenzaba a soltarse.

Asintió y sujetó su mano con firmeza, apoyando su otra mano sobre su hombro y dejando que él guiara. Dejó que el ritmo los inundara y envolviera en cada nota. Giró a su alrededor sin soltarlo del todo antes de volver a pegar sus cuerpos, muy juntos, ante el golpe de la música.
Enlazó una pierna contra la suya acariciando con el movimiento y volvió a girar, sujeta de él, dando vueltas alrededor de la pista siguiendo el ritmo, para detenerse justo cuando la música se volvió lenta y sensual. Se dio la vuelta estirando una de sus piernas contra el piso, con las manos en los costados de él y todo su cuerpo pegado al suyo mientras descendía hasta el suelo.

Enseguida Angie le demostró a Sean que tan bien podia bailar un tango. Sus movimientos eran graciles, sensuales y muy marcados por la pasion del ritmo. Obvio que la temperatura del krusnik subiera al sentir la voluptuosas curvas de la mujer pegado a su fibroso cuerpo. Siguió guiando dejando que ella hiciera algunos movimientos libres y cuando ella se deslizo descendiente pudo observar como el ceñido vestido se le subia mostrando mas de esa estilizada pierna. Sus manos acariciaron la cintura de Sean mientras descendian provocando que su respiracion se agitara, cuando Angie volvió a subir lentamente su mano se deslizó por el vientre de ella mientras su aliento impactaba en el oido.

-Conquista mediante acciones....¿cierto? Sobra las palabras... -susurro en su oido antes de voltearla con gracilidad haciendola girar hasta que quedó nuevamente frente a él. Mantuvo la mirada fija, intensa y penetrante mientras se movian arrastrando practicamente los pasos al son de la música -Si le digo que es hermosa pecare de repetitivo..- esbozó una leve sonrisa e hizo que ella arqueara la espalda inclinandose hacia detras cuando la cancion iba llegando hacia atras.

Su cuerpo se curvo flexible, como un junco y las puntas de sus cabellos rozaban el suelo. Sean colocando una mano en su espalda la fue incorporando lentamente mientras que con su nariz percibia el perfume que brotaba de su escote y se desperdigaba por su cuello y sus labios acariciaban sutilmente aquella piel fragante.