Fulgores antes del alba (Priv. Shamuel)

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Las calles de la ciudad a estas horas estaban desiertas, la mayor parte de los humanos yacían sobre sus camas, pensando en un mejor mañana, o algunos preocupados por los asuntos pendientes que dejaron este día. Los menos afortunados, pensaban en cómo llevar alimento a la mesa sin caer en el robo, algo que desgraciadamente era inevitable ante la hostilidad que se profesaban unos con otros. Es allí donde yo entraba, cada noche, visitaba los hogares de los pobres, para dejar alimentos, no tanto como quisiera, pero generalmente, era algunos pomos de leche fresca y unos buenos panes, en compañía de frutas que recolectaba diariamente del bosque con esa finalidad, alimentar a aquellos que no podían.
A veces, era común tropezarme con algunos alcohólicos que podían ser víctimas de algún malvado Demonio, los sosegaba y llevaba a su lugar de descanso. Una que otra vez, tenía que entrar en batalla por el alma del sujeto. Hasta el momento, no llevaba ninguna baja, gracias al cielo, mas no por ello diría que no sucediera alguna vez.

Yo vivía en uno de los tantos callejones próximos a un puente. Allí me quedaba a dormir en compañía de dos pequeños felinos, uno moteado y otro negro completamente, ambos de algunos meses de vida, propios que salve de un incendio en un edificio al centro de la ciudad, cuando fue atacado por Demonios sin oficio ni beneficio.

- Lo siento mucho… no pude conseguir pescado hoy… pero si les traje leche…- Comentaba mientras vaciaba la leche sobre una péquela lata de atún del día anterior. Los gatitos parecieron entenderme, maullaron dulcemente para luego comenzar a lamer la leche con aquel gusto, ninguno tenía nombre. Yo tampoco pude comer nada durante el día, pues me mantuve muy ocupado en mis labores, me quite los zapatos que llevaba puesto y deje que descansaran mis pies adoloridos y con algo de ampollas, los mire un momento, sabía que tenía la posibilidad de curar, pero… sentía que de usar mis poderes, para mi propio beneficio era un acto egoísta y despilfarro total.

- Mañana será un mejor día seguramente… les traeré pescado fresco, lo prometo, solo sean buenos chicos y cuiden nuestra casa ¿Vale? – Hablaba con ellos como si lograsen entenderme plenamente. De pronto, alce la vista, sentí una presencia conocida… ¿Podría ser que estuviera cerca?

- Esperen aquí, saldré a ver un momento… no tardo…- Nuevamente me coloque los zapatos, y Salí con cuidado de aquella pequeña casa improvisada de hules y cartón. Estaba a un costado de un enorme contenedor de basura, olvidado, nadie pasaba por ese callejón, por eso estaba seguro de que nadie molestaría a mis pequeños inquilinos. Camine hasta la entrada al callejón a mirar a los alrededores, en busca de esa presencia.

Hacia frio, yo tan solo llevaba puesta una camisa semi blanca, dado que estaba cubierta de suciedad, por ahora, mañana luciría decente.

El ímpetu con el cual fui sorprendido me hizo apenas retroceder unos centímetros, mas prontamente correspondí a su gesto sonriendo alegremente, era él, Jofiel, ¿Cómo no extrañarlo? Quizás era de todos mis hermanos, quien mas cuidados conmigo tenia y eso me gustaba, no por ego, sino porque adoraba su faz cuestionándome una y otra vez lo sucedido, era en veces algo terco.

- ¡Jofiel! Hermano…- Dije ambas palabras con anhelo y tranquilidad, porque estaba bien, tras un año de estar en el cielo, pocas veces pude verlo, generalmente estaba en misiones, una tras otra, mientras yo me quedaba sin hacer nada. Fueron tiempos sumamente duros para mí, pero ahora, lo tenía nuevamente para actualizarnos mutuamente ¿Cierto?

- Descuida, estoy bien, es solo que tuve mucho que hacer este día y termine en harapos…- Respondí bajando avergonzado la mirada, tenía las habilidades suficientes como para cambiarme de ropa y esas cosas, pero mi terquedad en no malgastar en los poderes obsequiados por nuestro padre, provocaban estas reacciones en quienes me vieran.

- Sí, tengo algo de frio…- Murmure sintiendo sus cálidas manos pasarse con insistencia sobre mi piel fría y húmeda por el sereno que caía del cielo. Esta noche seria al parecer, mucho más helada que las anteriores, tenía que resguardar bastante bien a mis pequeños felinos para que tuvieran un cómodo y apacible descanso.

- No…- Tome su rostro entre mis manos, para que calmase sus ánimos internos. – Nadie ma ha hecho nada, te digo, tuve muchas cosas que hacer hoy, gracias por la gabardina… ¿Vamos adentro? Es decir… no tengo una casa material realmente, es más bien temporal dado que me la paso de aquí y allá…- Comente mientras soltaba su rostro y tomaba una de sus manos, señalando dentro del callejón, estaba oscuro, pero para nosotros no sería difícil ver en la oscuridad.

- Ven, acompáñame…- Le pedí guiándolo gentilmente apretando su mano con suavidad, sin duda feliz de que estuviera aquí ahora, de alguna manera, me sentía solo, deseaba reunirme con todos mis hermanos, incluso con aquellos que habían caído, no renegaba de ellos, los seguía amando de igual forma, porque para empezar, yo no era quien para juzgar sus motivos por los cuales decidieron caer del seno celestial.

- Cuéntame ¿Qué has hecho? ¿Estás en una misión o recién bajas del cielo? – Cuestione mientras seguía caminando.

Detuve el caminar al quedar ante la entrada de aquella humilde morada, una casa simple, elaborada a base de cartones y hules que fui recolectando en las calles, que estuvieran en buen estado, agradecía de antemano que en los últimos días desde mi llegada, no había llovido, de lo contrario, la casa no seguiría de pie ahora mismo.

- Seguro que nuestro padre entenderá tu preocupaciones…- Dije esbozando una sincera sonrisa, esperando que realmente no se disgustase por el arrebato de mi hermano. Tampoco es que nuestro padre fuera un dictador, simplemente nos cuidaba celosamente, pues éramos sus hijos, aquellos que representábamos su poder en la tierra.

- Pasa por favor, es espaciosa como podrás ver ¿Quieres un poco de Leche? – Tenía vasos desechables en una maleta, la cual solía llevar a todas partes cada que salía de ese refugio, procurando dejar bien resguardados a mis pequeños inquilinos y amigos. Retire el hule negro que serbia de puerta, ambos gatitos maullaron al unísono al verme regresar, posteriormente, se pusieron atentos ante Jofiel.

- Tranquilos, es mi hermano Jofiel, sean buenos con el también – Les indique a ambos, pasando adentro, esperando que Jofiel hiciera lo mismo y se acomodara en la parte que mejor quisiera.

- Yo también deseo reunirme con todos nuestros hermanos, hace algunos días, tuve la oportunidad de hablar con Uriel, estuvimos entrenando algunos días, puesto que al pasar tanto sin blandir una espada, estaba casi oxidado…- Comente mientras tomaba en brazos al gatito moteado, el otro se restregaba sobre Jofiel, en espera de sus mimos.

- Si lo deseas, podemos buscarlos a todos entre tú y yo… Al menos sè el actual paradero de Uriel, no dudo que entre los tres logremos reunir al resto…- Sugerí entusiasmado, realmente deseaba verlos a todos, Rafael, Miguel, David… muchos de ellos seguramente estaban ocupados en sus misiones, luchando o salvando vidas y almas, por eso, teníamos que ser más bien un poco pacientes.

- Estamos dispersos por el mundo, pero con tu cuerno, seguramente se unen…- Agregue mirando sosegado su persona.

Recaí un poco tarde en mi equivocación, mas no dije nada al ser Jofiel quien me corrigiera.

- Si, debemos buscar primeramente a Gabrielle…- Asentí moviendo suavemente mi cabeza, pendiente de los movimientos de mis felinos. Sonriendo por lo hermosamente adorables que me resultaban.

Tal como sentí las emanaciones de energía de Jofiel, así lograba sentir las del resto de mis hermanos, recuerdo la profunda tristeza que me embargo al momento de la caída de Rafael y Miguel respectivamente, el primero resultaba como un maestro para mi, cuando lográbamos cruzarnos en el cielo, era un constante de charlas, exponiendo ambos nuestras opiniones, llegando a ser incluso debates que duraban muchas revoluciones.

Miguel me agradaba, aunque en veces llego a inquietarme por su afán de cuestionar los designios y parábolas de nuestro Padre.

…

La conversación cambio drásticamente, mas no me molestó ello, al contrario agradecí profundamente su preocupación.

- En realidad, tienes razón… aunque no lo parezca, temo por su seguridad, cada que salgo, llevo el Jesús en la boca, esperando que nada malo suceda en torno a este humilde refugio, pero comprenderás que soy terco, siento que malgasto mis poderes usándolos en mi propio beneficio… cuando hay tantos afuera esperando milagros y sosiego para su sufrimiento…- Retire al pequeño felino travieso de su pierna y lo resguarde en mi regazo junto a su hermano.

- ¿Me ayudarías en ello?... ellos merecen estar en un lugar mejor, suficiente han padecido ya… - Suspire profundamente- Me siento egoísta…- Murmure avergonzado, por ser humilde, estaba privando de bienestar y confort a dos pequeños inocentes que no tenían la culpa de mis creencias y moral.

Pronto salí afuera de la casa, dejando a los dos pequeños felinos adentro, bebiendo tranquilamente una nueva tanda de leche al tiempo. Para darme cuenta de todo el material que ya había aparecido gracias a sus poderes.

- Jofiel, hermano… ¿Estará bien hacer una edificación en este espacio reducido? Es decir, es un callejón… aunque no me importaría de poderse…-. Encogí suavemente los hombros, acercándome a abrazarlo por la espalda, llenándome con su energía cálida y reconfortante. Al ser el más sensible de todos los Arcángeles, me era casi imprescindible tomar afecto de las personas con que me viera rodeado, disfrutarlas, amarlas y bendecirlas.

Cuando pululábamos en el cielo, libremente, sin un cuerpo como ahora, siendo solo entes de energía. Nos divertíamos, recorriendo grandes tramos de los preciosos jardines, donde era posible ver las almas de los humanos descansar sobre los frondosos árboles frutales, el cielo era puro, cristalino, en el, se reflejaba claramente la tierra y en contraparte, el infierno, he de allí que pudiéramos estar al pendiente de que ningún ser impuro, pisara suelo celestial y contaminase con su veneno algún alma inocente que ahora se dedicaba a ser feliz.
Cuando alguno se atrevía a cruzar, es entonces cuando actuábamos y repelíamos la intromisión, manteniendo la calma y la tranquilidad en el lugar.

- ¿Tienes ya algo en mente? Yo no busco nada de lujos, solo quizás lo necesario, cuando menos posea, mas deseare enriquecer mi espíritu – Mi humildad a veces podría llegar a ser exagerada para muchos, pero a mí me resultaba justa. Pocas veces, se me podría ver tomando más de lo necesario, cuando lo hacía era solamente para ayudar a algún desvalido.

Cerré los ojos al momento de que estuve abrazado con él, disfrutando de su abrazo, de su compañía, por ahora, no me volvería a sentir solo. Hasta que tuviera que partir a realizar sus quehaceres, tampoco es que fuera dependiente de nadie, solo… me gustaba estar en compañía de mis hermanos constantemente, como era en el cielo.

Jofiel tenía toda la razón respecto a ello, nadie se tomaría la molestia de quejarse por hacer algo semejante en ese lugar que más bien, estaba olvidado, un callejón húmedo, lleno de escombros y humedad.

En mi mente se proyectaron todas aquellas imágenes de cómo es que deseaba Jofiel construir lo que sería mi hogar. Cada una de ellas me gustaba, sin duda.

- Me gusta mucho, hermano… solo… ¿Te gustaría vivir conmigo? O quizás ya tengas alguna vivienda ¿Cierto?... todos ustedes generalmente me han ganado en ese aspecto…- Suspire, mas pronto sonreí despeinando sus cabellos con ternura y fascinación.

- Vamos pues, manos a la obra, me gustaría también, de poder hacerlo, tener un espacio para plantas ornamentales y flores… creo que no podría estar sin un poco de vegetación conviviendo conmigo…- Explique pensando en una maqueta de fierro que pudiera colgar en una de las paredes de la casa, para en ella colocar macetas con plantas hermosas, especialmente amapolas y orquídeas, mis flores favoritas.

- Y también construiré una pequeña casa para mis pequeños amigos…se la merecen por soportar tanto a mi lado… han sido fuertes y muy seguros…-Refiriéndome a los dos felinos que yacían ahora dormidos, uno junto al otro, tan dulces que se miraban. Respirando acompasados, sin preocupación alguna. A pesar de las precarias condiciones, nunca me abandonaron, se mantuvieron firmes, adaptándose a mi forma de vivir, siempre cariñosos.

Mire a todos lados.

- Pues, me temo que no molestaríamos a nadie, generalmente nadie pasa por este callejón… siempre esta desierto…- Respondí observando con curiosidad el pico con el cual seguramente comenzaría a fincar.

Mas algo que se removió en el bolso que Jofiel, dejo en una superficie a la vista acaparo mi total atención. Dado que se movía con insistencia. Con cuidado, me acerque y muy despacio, fue levantando la obertura del bolso.

- ¡HAAAA! – Exclame cayendo al suelo con algo sobre mi cara, pegajoso y ciertamente aguadito. Vaya sorpresa que me di cuando mire un sapo…si… un… extraño sapo que comenzó a croar sobre mi mano, tan tranquilamente mientras yo lo observaba asombrado y ciertamente con algo de recelo, jamás había tenido la oportunidad de tocar uno.

- He… ¿Viene contigo… hermano? – Sonreí más que nada, avergonzado de mi mismo, por haber gritado de esa forma. De haber estado Uriel presente, me habría corregido inmediatamente, el era tan correcto y duro… ciertamente limitaba un poco. Cuando entrenábamos, me reprimía algunos impulsos, por reír o por jugar, dado que sabía que a él no le gustaba ese tipo de cosas, así que solamente entrenábamos y descansábamos, conversando de algunas cosas, pero sin bromear.

El sapo siguió croando como si nada, sin mover uno solo de sus músculos, observándome con sus ojos de reptil que me causaba más y más curiosidad. Por lo que me anime a pasar suavemente mi mano por la superficie de su cabeza, el tacto era liso con un relieve inconstante, pero al final de cuentas, simplemente liso y claro, húmedo.

- Por cierto, por mi estaré encantado cuando vengas a quedarte conmigo, tendré mas compañía…- Comente sin dejar de mirar a nuestro amiguito curioso.

- Seguro que a él le gusta su nombre, pues es lindo – Respondí mientras mantenía al pequeño animal entre mis manos, mientras el croaba tranquilamente, mirándome con sus ojos preciosos de reptil.

Ni un alma se asomó durante la labor de Jofiel, me sentí un tanto inútil. Dado que el estaba haciendo la parte más difícil del proceso, los cimientos, la fachada quizás sería lo más fácil. Mas por un momento me percate de que lo que en realidad sería difícil de adquirir, serian las tuberías de agua y drenaje. Estaba seguro que solo utilizaría para dormir la casa, pero de cualquier manera, esta debería de contar con todo lo necesario para que funcionara perfectamente, en caso de que fungiera como refugio para alguien mas mientras yo pasaba el día fuera.

No pude evitar reír un poco al ver lo que había sucedido, era de esperarse de que un instrumento tan simple, aguantara el peso del poder de mi Hermano.

Por un instante, mis ojos se vieron eclipsados por la potente luz que desprendía el arma y las Alas de mi hermano, provocando que ocultase mis ojos tras el dorso de mi mano. Incluso Míster tuvo que cerrar sus pequeños y vivarachos ojitos para no verse molestado por la luz tan imponente que desprendía el ser de Jofiel.

- Un momento…- De forma rápida, recogí todo aquello que estaba dentro de la casucha de cartón y hules, para que pudiera Jofiel realizar sus labores. Mientras tanto, coloque las cosas materiales en una caja de cartón amplia, mientras que los felinos y el propio Míster, estaban sobre mi regazo, mis felinos más bien adormilados, pues ya había pasado su hora de dormir y estaba molestándoles.

- Hare mientras tanto, las casa de mis felinos… me animare a usar mis poderes…- Suspire profundamente. Me arrodille en el suelo, y fueron apareciendo cada uno de los instrumentos, tanto la madera, los clavos, el martillo, algunos alambres, y barniz transparente, para que la casa se mantuviera alejada de termitas.

Así pues, fui dándole forma a una pequeña casa, aunque amplia para mis dulces mascotas, esperando que fuera de su agrado y durmieran allí dentro con tranquilidad y sosiego.

Spoiler:

Cerciorándome en todo momento que mis felinos y el curioso Míster estaban cómodos donde los deje, procure en todo momento ir a la par con sus labores, creando de los tablones que me proporciono, las paredes que darían cobijo cual alas a la estructura, mientras Jofiel elaboraba el techo con una presteza que me hizo pensar que quizá tenia por gusto realizar edificaciones de distintas formas, se notaba a simple vista, que disfrutaba lo que hacía.

- Tienes razón, se aproxima una tormenta…- Las nubes se amotinaban de forma lenta, pero amenazantes. Eran densas y oscuras, poco a poco el viento frio anunciaba la inminente llegada. Por lo que me apresure a mover mis manos, dando gracias a Dios por mis poderes, de lo contrario sería imposible lograrlo en tan poco tiempo.

- Termine…- Dije dando los últimos martillazos a los clavos para cerciorarme de que estos estaba bien firmes y adentro de la gruesa madera. En efecto, realice una buena obra sin siquiera saber mucho de construcción. La casa de mis felinos, esta también lista, incluso podría caber un perrito de mediana estatura allí dentro. Al verla, me di cuenta de lo curiosa que esta era, pensé incluso que estaba siendo demasiado consentidor con ellos, sin siquiera saber si les gustaría o no.

Casita Felina:

Esta, estaría en una de las esquinas de las casa mientras tanto. Donde no fueran molestados.

- Hare la puerta de la entrada…- Comente, al tiempo que me concentraba, no la haría de madera, seria de material grueso y solido, es decir, hierro. No dejaba de sentir que estaba usando mis poderes de forma egoísta, para mi propio beneficio, pero a pesar de ello, hice aparecer una puerta de hierro forjado a mano, en tono gris oscuro, que pudiera ir acorde con la fachada de la casa, lo siguiente fue crear el marco, donde posteriormente iría colocada la puerta, esta tendía tres seguros, solo precaución. Después de todo, sería mi fortaleza de descanso.

Tras tener ambos objetos listos, lo que hice fue colocar una cosa por tiempos, procurando que estuviera bien nivelado el marco, para que no hubiera problemas a la hora de colorar debidamente la puerta.

En torno a nosotros comenzaba a caer una leve brisa de lluvia, helada, al tiempo que el viento arreciaba y se llevaba la basura que había regada en el suelo, alejándola de allí.

- Tenemos poco tiempo… esto va a empeorar…- Murmure, apurándome a colocar la puerta finalmente, sin dejar de observar a nuestros amigos mascotas.