Heart of Nishiyama

Samael se permitió suspirar encantado por el paisaje.

Por mucho que le extasiara presenciar parajes donde la muerte, la estupidez y la destrucción se respiraban en cada rincón, no podía evitar el ser seducido por las maravillas que 'el creador' había puesto al alcance de criaturas tan insignificantes como lo eran los seres humanos. Los árboles abundantes con follaje rosa, las aguas cristalinas de los estanques, el cielo puro, despejado y celeste, el sonido del viento meneando las ramas...todo era como estar de vuelta en el cielo, a esos jardines que alguna vez le tocó proteger.

Negó, acomodándose la yukata y llevando hasta sus labios una pipa japonesa. Aspiró larga y profundamente, cuestionando por enésima vez el juicio de ese supuesto Dios que se atrevía a ofrecerle un pedazo del Edén a inservibles cucarachas, recargándose contra las puertas corredizas de papel, en espera de que su mensajero apareciera en el cielo.

Sólo faltaría que Giorgio se equivocara de ciudad y terminara visitando Tokio en vez de Kyoto, lo cual intuía. Sonrió perversamente divertido, imaginándose el estrés del muchacho al ver kanjis, hiragana y katakana por doquier, sin opciones de leer algo al no existir letreros en lenguas similares al latín o al abecedario griego.

El graznido de un halcón anuncio al fin el arribo del mensajero, Giorgio voló a través de la puerta abierta y tras dar un giro completo por la habitación se poso en el brazo extendido del demonio, conservando aquel aspecto animal a pesar de ya encontrarse en su destino. Sobre su emplumado pecho brillaba la gema azul del talismán que le permitía moverse entre las dimensiones, mientras que cubierto por las plumas estaba la gema carmesí apenas visible.

Encontrar a su amo no fue una tarea sencilla, ese país tenía un idioma y escritura que el ave jamás tubo la oportunidad de ver o escuchar con anterioridad, así que había tenido que hacer uso de todas sus habilidades para rastrear los rastros de oscuridad dejados por Samael y volar hasta que sus alas protestaron contra el esfuerzo. Casi desistía de su búsqueda cuando la resonancia de sus amuletos le hizo notar finalmente donde se hallaba el demonio de platinada cabellera.

-Hai preso il tuo tempo (Te tomaste tu tiempo).

El demonio sonrió cínico y entretenido, sacando la pica de su boca y colocarla sobre una pequeña bandeja que descansaba a su costado, ocupada especialmente para depositar allí las cenizas. Miró las garras del águila enterrarse en su carne y dejar pequeños hilos de sangre, mirándolo con una ceja arqueada antes de acariciarle la plumas del pecho, conforme de ver allí sus marcas de pertenencia.

-Ho bisogno di te all'inferno per mia moglie (Necesito que vayas al infierno en busca de mi esposa)-rodó los ojos al ocupar ese apelativo, abriéndose la yukata y sacando de ésta un rollo de papel-li metterai e cantare il messaggio, Gio. Non mi importa se lo conosci o no (le entregarás Y cantarás el mensaje, Gio. No me importa si sabes hacerlo o no)-enfrentó sus ojos afilados y mordaces con los amplios del ave, pasando de parecer tranquilo a peligroso en un santiamén-Non ti azzardare a tornare se Naamah non è vero, hai sentito? Non mi importa quanto ti costa, convincerla a incontrarmi.(No te atrevas a regresar si Naamah no viene contigo, ¿escuchaste? No me importa lo mucho que te cueste, convéncela de reunirse conmigo.)-hizo una pausa, pasando sus dedos nuevamente por el plumaje de su majestuosa mascota-Vi consiglio di cercare Hades. Molto probabilmente lo troverete lì.(Te recomiendo buscarla en el Hades. Muy seguramente la encuentres allí.)

La criatura emplumada escucho las instrucciones de forma atenta, ya antes Samael le había mostrado como entrar al Hades pero este conocimiento no creyó que lo fuese a usar tan pronto, menos aun para ir en búsqueda de la mujer de su amo, de hecho ni siquiera conocía a la mencionada Naamah, pero algo sabía de ella por las historias que contaban en su pueblo para asustar a los niños.

Se desprendió del brazo del demonio llevando en su pico el pergamino colgando del cordel que lo mantenía enrollado, de inmediato desapareció de la vista en un destello azul obra de la gema concedida por Samael.

Samael le miró partir, complacido de ver como sus hechizos funcionaban a la perfección, colocándose de pie e internándose en su habitación, en espera de que Gio regresara. Tal vez le costara un poco convencer a Naamah, pero nada podía asegurarlo. Aquella mujer que era su esposa era una cajilla de sorpresas, que podía darle algunas, tanto gratas, como no tanto.

El metamorfo no tenía una noción exacta de cuanto tiempo había estado en el infierno, a el le había parecido días en busca de la mujer de su amo, pero quizás sólo se tratase de horas, el tiempo entre dimensiones tendía a variar.

Regreso a la misma habitación en Tokyo esperando encontrar allí a su amo, viendo su esfuerzo recompensado al encontrarle tomando el té en compañía de unas mujeres vestidas con coloridos kimonos y con tanto maquillaje que sus rostros se veían tan blancos como la leche.

Aterrizo en el suelo para no causar un alboroto, acercándose con el gracioso caminar de un ave que no esta hecha para andar, las compañeras de Samael lo observaban con curiosidad pero su disciplina de Geishan las hacía mantener sus preguntas para ellas mismas.

Giorgio llego hasta el lado del demonio pero no cambio ya que había demasiado ojos femeninos que serían testigos de su desnudez si lo hacia.

--Ah...mi estimado Giorgio, ¿Qué haces todavía convertido en un gorrioncillo?-bromeó el demonio, arqueando una ceja mientras las damas se volvía a ver curiosas al ave recién llegada-conviértete en humano. Dime cuando viene Naamah y márchate de nuevo. Ellas y yo estábamos a punto de jugar un rato.

Algunas de las mujeres se ruborizaron, bajando la cabeza, mientras que otras le sonreían a Samael con aire travieso. Unas pocas, muy posiblemente nuevas, escuchaban todo con sorpresa, como si el estar frente a un cambia formas fuera algo que jamás habían hecho en su vida.

Giorgio obedeció dejando atrás la cubierta de sus plumas para mostrarse luciendo apenas el traje con el que había nacido, su tersa piel que se estiraba sobre las atléticas formas de su cuerpo. Las mujeres soltaron risitas mal disimuladas haciendo que sus mejillas se colorearan furiosamente, y se cubriera rápidamente con la mano sus partes privadas.

- Mio signore ... mi dispiace per segnalare che la moglie non venire a vedere (Mi señor… lamento informar que su esposa no vendrá) – dijo el joven con la cabeza gacha esperando que el demonio no se enfureciera demasiado con él – La signora Naamah mi ha detto che se si vuole parlare deve andare di persona a guardare (la señora Naamah me ha dicho que si usted desea hablarle debe ir en persona a buscarla) – agrego removiéndose incomodo, esperando alguna reacción violenta en su contra.