Paseando en la oscuridad [libre]

La reunión en el Hospital San Patricio había tenido como resultado la proeza de reunirme con Miguel de nuevo bajo un mismo estandarte, sin embargo sabía que sería costosa, aunque necesaria, nuestra adaptación a la nueva vida que debía llevar. Intentaba ocultar ante todos mi dolor, como si fuera imposible para mí aún sopesar que mi estupidez me hubiera hecho descender de los cielos para ser un caído más. Junto a mí había hecho caer a la mujer que compartía conmigo el lecho, pronto el altar y en un futuro una familia. Mi vida se estaba volviendo complicada comparada con las misiones programadas y la hoja de ruta de los caminos, senderos y carreteras que debía patear prácticamente a diario.

Aquella velada había supuesto para mí algo más que una nueva cruz que llevar a cuestas, colgando de mi cuello y mostrando la llave a dos mundos de una cultura ya muerta, supuso confianza en seguir ejerciendo mi amor por los humanos y mi buena voluntad hacia ello. No necesariamente cuando uno cae pierde todo su instinto, yo había hecho renacer mi instinto protector y mi amor hacia el mundo que me rodeaba.

Había caído la noche nuevamente con su pesado manto de tragedias. Decidí que Olivia debía aprender a estar lejos de mí, tal vez Miguel me haría el favor de entrenarla para que obtuviera mejor dominio de la espada. Yo era un guerrero, pero mi afán autoprotector con ella era demasiado intenso.

Desde mi salida del apartamento había seguido a una muchacha, su alma estaba terriblemente confusa desde su huida de casa. Desconocía porque se sentía diferente, simplemente era uno de esos extraños seres que podían comunicarse con la naturaleza en forma animal. Sin embargo, perdí su pista siguiendo a un muchacho que deseaba acabar con su vida. Estaba marcado a fuego por la desesperanza. Era un joven neófito que había perdido la felicidad al sentirse culpable por las primeras víctimas que había tenido que tomar.

Durante una hora estuve conversando con él, explicándole que podía tomar sangre de animal y aquellos humanos que asesinaban. No lo haría sentir mejor quizás, pero al menos le daría la firmeza que hacía algo bueno por la sociedad venidera. Él aceptó mi propuesta y su alma pareció brillar durante unos escasos segundos, los justos para hacerme sentir dichoso.

Sin embargo, la presencia de la muchacha apreció de nuevo en escena y junto a ella un terrible alarido. Noté como su vida se evaporaba y por mucho que corriera por las calles hacia ella era imposible de llegar a tiempo. Mis ojos se fijaron en el vampiro que había destrozado impunemente su vida, alguien que merecía vivir y ser feliz como jamás lo había hecho aún.

-¿Cómo te atreves?

Dije tras él con un tono frío desconocido tal vez para Olivia, pero no así para los demonios que había erradicado. Apreté la mandíbula mientras mis ojos azules, sosegados frente a la mujer que amaba, se volvían dos bolas de azul intenso llenos de frialdad.

-Caminas por los senderos que os ofreció Dios y sesgas la vida de otros sin dolor, simplemente añadiendo una víctima más a tu horrible cuenta.

Recordé los ojos verdes del vampiro que había socorrido. Había matado simplemente a humanos que estaban a punto de morir y aún así se culpaba. Sin embargo, el patán que tenía frente a mí parecía no importarle siquiera si aquella chica tenía un nombre, familia o sueños.