Red lips - libre-

-Claro que todo el mundo sabe que Samael tiene a muchas... "compañeras" -meneó la cabeza y sonrió un poco-. Por eso mismo me gustaría ver su cara al saber con quienes se acuesta su esposa. -suspiró ligeramente, sentía un cierto grado de aprecio por Naamah.

Salieron del Vaticano con simpleza, se sentía bien no tener el peso de aquél lugar sobre su cabeza, especialmente porque era divertido jugar con los ángeles pero no quería morir a manos de uno de ellos por pasarse de lista. Aunque no importaría, pensó con una mueca, si "moría" simplemente tomaría otro cuerpo aunque este le agradaba bastante y quería conservarlo por unos cuantos siglos más.

Tomó la mano de su compañero y caminaron por las silenciosas y oscuras calles de Roma. Todo el esplendor que los humanos habían tenido en aquél lugar ahora eran ruinas de generaciones anteriores y de próximas

-¿Estás listo para jugar un poco? -sonrió con malicia andando junto a él con paso elegante. Después de todo era un demonio y sus venas latían ansiosas ante la proximidad de observar una muerte.

Lo vio con curiosidad cuando dijo que Naamah había cambiado, pero no dijo nada porque ya comenzaban a sentir la presencia de personas en aquellas calles oscuras.

Quién diría que un humano podía perder su alma solo con un movimiento de la mano de Lucas. Observó fascinada cómo el alma salía del cuerpo arrugado y tembloroso del vagabundo y suspiró ligeramente, nadie en aquél mundo acabaría bien después de todo. Al menos ella viviría por siempre, vagando por aquellos sitios tan cambiantes.

Se paró de pronto y lo observó un poco sorprendida cuando Lucas mencionó el orfanato que ella había regalado a Naamah. No es que fuese un secreto, pero tampoco imaginaba que muchos supiesen de aquello… aunque los rumores siempre corrían demasiado rápido entre todos. También notaba algo más en las palabras de la Muerte.

-¿Qué ha hecho con el orfanato? –preguntó con curiosidad, ahora que lo pensaba, su siguiente movimiento quizás fuese buscarla y ver qué tanto había cambiado-. ¿Qué le ocurrió? Ahora tendrás que contarme la historia querido –susurró observando a su amigo.

Lo observó abstraída sin siquiera ver el alma que tomaba de una joven. Su cabeza estaba concentrada en otra cosa, ahora entendía muchas de las pistas que había conseguido con otros era como una puzle que de repente tenía forma. Apenas había notado el roce de sus labios cuando entrecerró los ojos y lo observó.

-¿Por qué deseó salvarla? –preguntó sin más. Los demonios no hacen favores solo por una obra de caridad… y había provocado en Naamah algo mucho más grande como para que dejase de torturar niños.

Se reiría al final de que los niños estuviesen bien cuidados por un demonio, qué irónico. Definitivamente buscaría a Naamah pronto para observar de cerca los cambios.

-Uhm ¿qué recibiste a cambio por conceder ese trato? –preguntó con curiosidad pasando los brazos por su cuello para observarlo de cerca, sin importar el cadáver que yacía a sus pies.

-Un demonio con sentido de culpabilidad –dijo suspirando. Las cosas sí que estaban cambiando en ese mundo. Ángeles que perdían sus blancas alas y demonios que hacían obras de caridad. Rió entre dientes y volvió a negar con la cabeza.

Dejó que Lucas la guiara por las cayes y observó su mirada. Asintió cuando le preguntó si lo entendía pero no dijo nada más.

-¿Su marido lo sabe? –preguntó por fin mientras unos vagabundos caminaban con lentitud buscando algo de comer. Se preguntó ligeramente si al pasar tantos siglos en este mundo comenzaban a influir directamente en las esencias de todos los seres que lo habitaban.

Asintió a lo que Lucas dijo y suspiró, observando las almas que ahora se marchaban hacia el más allá acompañados de una parca.

-Entonces creo que será muy divertido ver a Naamah o a su querido esposo –rió ligeramente y tomó su brazo-. Ya sé donde iré luego de esto –susurró y besó con coquetería la mejilla de Lucas.

Se encogió de hombros y suspiró, apreciaba su cuerpo, es verdad, pero no poseía demasiado respeto por alguien que no tenía respeto por ella.

-Sería divertido jugar con él, cariño –sonrió y suspiró a continuación-. Está bien, seguiré tu consejo, por ahora no me cruzaré con él… salvo que él se cruce conmigo. –sonrió una vez más, esta vez como un felino esperando a los ratones acercarse.

Alzó una ceja, tomando como un reto sus palabras de enseñarle su poder. Se alejó unos pasos y se concentró en el poder que revoloteaba en el fondo de su pecho y acariciaba su cuerpo. Colocó las manos sobre sus caderas y las deslizó hacia arriba mientras su cuerpo comenzaba a cambiar sus curvas femeninas moldeándose en otras más duras, con más músculo en los brazos y el pecho se aplanó hasta convertirse en musculatura.

Sus manos continuaron subiendo y su rostro cambió, sus labios se hicieron más alargados y un piercing de metal apareció en ellos, sus ojos cambiaron de tonalidad y su cabello se volvió más corto y quedó suelto sobre su espalda. Sus piernas también cambiaron al igual que sus caderas, hasta sus partes más íntimas.

Sonrió socarronamente y observó la cara de su acompañante. Así que este era su gatito. No necesitaba conocerlo para adoptar su forma, Lucas le había proyectado el cambio.