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Kuchizuke - Pecado - Priv Gabrielle (+18)
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Re: Kuchizuke - Pecado - Priv Gabrielle (+18)
Lo miro con una sonrisa en sus labios, su cuerpo aun temblaba bajo el suyo como si una corriente de aire helado se hubiese colado por alguna rendija, pero estaba feliz, feliz de una manera en la que solo él podía hacerla sentir. ¿Como había vivido sin él? ¿como había pensado que su vida podía ser completa sin tenerlo a su lado? las dudas siempre presentes cuando lo tenia así, y se dio cuenta de que en realidad solo había estado buscándolo siempre, como si una voz la llamara, la llevara inevitablemente a su camino.
El era un ser libre, demasiado fuerte para que ella lo retuviera, y tampoco deseaba hacerlo, pero estaba segura de que no lo dejaría ir de nuevo.
Sus manos recorrían con lentitud su espalda y se enredaban en sus cabellos negros sedosos. Finalmente podía decir que estaba en paz, pero era una paz relativa, con un temor constante y cuando lo sintió salir de ella un suspiro suave escapo de sus labios.
Al fin he llegado a ti
Sus ojos fijos en su rostro solo podían percibirlo a él, cuando se puso de pie vistiéndose ella se sentó en la alfombra notando como algo, una sombra llenaba de improviso aquel lugar, podía sentirlo y miro hacia la ventana donde el observaba la calle poniéndose de pie. Lo escucho y lo vio salir corriendo a medio vestirse mientras caminaba hacia un sofá y sus manos cubrían un poco de su cuerpo.
Una vez sola miro en el suelo los pedazos de su ropa, en la casa no había nada que pudiera usar para cubrirse, había unas cortinas raídas y sucias. Ya no las limpiaban o si quiera las cuidaban y arrancando una de la ventana se envolvió con ella como si fuera una de esas túnicas romanas, atándola con un nudo en su hombro y después ciñéndose un cinturón inventado y después ato su cabello mientras un temor crecía en su corazón.
Desde la ventana podía percibirlo, la batalla era cruenta y los gritos de dolor llegaban a ella. Esto la impacientaba, tomando su espada caminaba ansiosa como una leona enjaulada, de un lado a otro, en la casa se percibían sus pasos descalzos y mientras los gritos de la batalla aun persistían.
Intento calmarse una vez más, el no saber cuál era el resultado de esa pelea la volvía loca, no deseaba perderlo, y sentía que ese ser contra el que luchaba su amado era alguien poderoso realmente, no un simple esbirro que se podía eliminar simplemente.
Y mientras descansaba su cabeza sobre el mango de su espada el regreso y se puso de pie mirándolo él estaba lleno de la sangre del demonio, su mirada era fría, dura, como cuando lo encontró en la calle y asintiendo tomo su espada y su arma lista para salir. Aunque la noche era fría y aquella vieja cortina no la cubría mucho, estaba lista para salir, no podían quedarse allí.
Esta bien vamos
El era un ser libre, demasiado fuerte para que ella lo retuviera, y tampoco deseaba hacerlo, pero estaba segura de que no lo dejaría ir de nuevo.
Sus manos recorrían con lentitud su espalda y se enredaban en sus cabellos negros sedosos. Finalmente podía decir que estaba en paz, pero era una paz relativa, con un temor constante y cuando lo sintió salir de ella un suspiro suave escapo de sus labios.
Al fin he llegado a ti
Sus ojos fijos en su rostro solo podían percibirlo a él, cuando se puso de pie vistiéndose ella se sentó en la alfombra notando como algo, una sombra llenaba de improviso aquel lugar, podía sentirlo y miro hacia la ventana donde el observaba la calle poniéndose de pie. Lo escucho y lo vio salir corriendo a medio vestirse mientras caminaba hacia un sofá y sus manos cubrían un poco de su cuerpo.
Una vez sola miro en el suelo los pedazos de su ropa, en la casa no había nada que pudiera usar para cubrirse, había unas cortinas raídas y sucias. Ya no las limpiaban o si quiera las cuidaban y arrancando una de la ventana se envolvió con ella como si fuera una de esas túnicas romanas, atándola con un nudo en su hombro y después ciñéndose un cinturón inventado y después ato su cabello mientras un temor crecía en su corazón.
Desde la ventana podía percibirlo, la batalla era cruenta y los gritos de dolor llegaban a ella. Esto la impacientaba, tomando su espada caminaba ansiosa como una leona enjaulada, de un lado a otro, en la casa se percibían sus pasos descalzos y mientras los gritos de la batalla aun persistían.
Intento calmarse una vez más, el no saber cuál era el resultado de esa pelea la volvía loca, no deseaba perderlo, y sentía que ese ser contra el que luchaba su amado era alguien poderoso realmente, no un simple esbirro que se podía eliminar simplemente.
Y mientras descansaba su cabeza sobre el mango de su espada el regreso y se puso de pie mirándolo él estaba lleno de la sangre del demonio, su mirada era fría, dura, como cuando lo encontró en la calle y asintiendo tomo su espada y su arma lista para salir. Aunque la noche era fría y aquella vieja cortina no la cubría mucho, estaba lista para salir, no podían quedarse allí.
Esta bien vamos
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Re: Kuchizuke - Pecado - Priv Gabrielle (+18)
Había entrado en la frialdad habitual, una frialdad que podía quemar como el propio fuego. Mis ojos eran dos pozos de café caliente petrificados por el deseo de engullir alguna víctima. Aquella lucha me había alterado y terminé deseando a la muerte danzar en mis labios. Me aproximé a ella estirando mis garras hacia su piel de muñeca de porcelana. Mis uñas acariciaron con delicadeza inusitada sus mejillas aún sonrosadas. Había bebido hacía pocas horas, por ello su cuerpo se sintió tan cálido cuando nos fundimos en uno nuevamente. Mis labios estaban resecos, necesitaba sangre.
-Acompáñame.
Mi voz sonó tenebrosa, muy distinto a la melodía que podía poseer en otras ocasiones. La tomé entre mis brazos elevándome sobre los edificios con ella pegada a mi. Debía buscar una víctima una vez dejada en mi hogar. Aunque mi hogar era un edificio de piedra semidestruido, un pequeño palacete construido por un egocéntrico demasiado alterado hace más de tres siglos. Un hombre de gran fortuna y que decidió regodearse en su magnificencia. Los jardines eran una selva profunda, marañas de arbustos repletos de flores pero sin orden alguno, árboles con rapas excesivas y senderos descuidados con madreselva que corría hasta la fachada.
Nos desplazamos por los aires mientras mis cabellos se enredaban con los suyos. Mis ojos rasgados quedaron encallados en los suyos, dos azules mares llenos de profundos pensamientos. Sabía que me podía llegar a temer, si bien también que su corazón era mío. Necesitaba sangre otra vez. Si bien, yo era incapaz de dañarla.
-Quédate aquí.
Dije una vez llegado al lugar donde se hallaba aquella mansión abandonada, cerca del bosque. Los frondosos árboles cubiertos de flores o frutos nos dieron la bienvenida, igual que la fuente del estanque que seguía emanando agua pese a la suciedad que poseía sus anteriormente cristalinas aguas.
-Necesito sangre.
Besé su frente antes de moverme con rapidez, la misma rapidez de un cazador furtivo. No muy lejos había varios vampiros jóvenes, seres que no tenían más de unos años y que eran de una organización que saqueaba los barrios bajos. Un grupo de rebeldes que creían que la muerte de otros era divertida. Ellos me servirían de alimento.
-Acompáñame.
Mi voz sonó tenebrosa, muy distinto a la melodía que podía poseer en otras ocasiones. La tomé entre mis brazos elevándome sobre los edificios con ella pegada a mi. Debía buscar una víctima una vez dejada en mi hogar. Aunque mi hogar era un edificio de piedra semidestruido, un pequeño palacete construido por un egocéntrico demasiado alterado hace más de tres siglos. Un hombre de gran fortuna y que decidió regodearse en su magnificencia. Los jardines eran una selva profunda, marañas de arbustos repletos de flores pero sin orden alguno, árboles con rapas excesivas y senderos descuidados con madreselva que corría hasta la fachada.
Nos desplazamos por los aires mientras mis cabellos se enredaban con los suyos. Mis ojos rasgados quedaron encallados en los suyos, dos azules mares llenos de profundos pensamientos. Sabía que me podía llegar a temer, si bien también que su corazón era mío. Necesitaba sangre otra vez. Si bien, yo era incapaz de dañarla.
-Quédate aquí.
Dije una vez llegado al lugar donde se hallaba aquella mansión abandonada, cerca del bosque. Los frondosos árboles cubiertos de flores o frutos nos dieron la bienvenida, igual que la fuente del estanque que seguía emanando agua pese a la suciedad que poseía sus anteriormente cristalinas aguas.
-Necesito sangre.
Besé su frente antes de moverme con rapidez, la misma rapidez de un cazador furtivo. No muy lejos había varios vampiros jóvenes, seres que no tenían más de unos años y que eran de una organización que saqueaba los barrios bajos. Un grupo de rebeldes que creían que la muerte de otros era divertida. Ellos me servirían de alimento.
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Re: Kuchizuke - Pecado - Priv Gabrielle (+18)
Cuando comenzaron a viajar una vieja sensación, familiar, como si fuera un deja vu que la hizo sonreír sin importar nada mas, lo que hiciera pasado, la batalla o la sangre que aun podía oler en el, eso no importaba. Sus ojos fijos en los de ella hacían sonreír, estaba en calma y en ellos se perdía en la oscuridad de una noche eterna, mágica llena de vida como nunca antes.
El frio ahora parecía menos cruel que hace un momento, como si el clima se hubiera cambiado, y un aroma a primavera le llego desde un lugar desconocido. Miro a su alrededor cuando él la deposito en el suelo y al ver toda esa cantidad de vegetación, esos árboles y sus frutos como si fueran una bienvenida, un recibimiento a dos seres que eran igual de salvajes que ellos.
Asintió levemente recibiendo ese beso en la frente, sabía ahora todo de su amado y no quería molestarlo, pero sonrió porque en cierto modo ella era una víctima para él, como una humana para ella y suspiro.
Aquí estaré
Y cuando desapareció, comenzó a mirar a su alrededor, recordando que esa noche ella habia salido a cazar para alimentarse, ya llevaba un mes sin hacerlo pero no habia cerca nada que le sirviera de alimento, y solo pensó que mejor esperaría, ya que la sed no era tan insoportable como antes y la sobrellevaba de manera agradable.
Comenzó a caminar entre los arboles tocando sus hojas y sus frutos percibiendo sus aromas dulces que casi era como tenerlos en la boca, saboreándolos, como alguna vez lo hizo. Solo tenía que esperarlo, aunque jamás se imagino que lo haría vistiendo una cortina vieja y estando descalza pero eso no importaba, solo lo esperaría hasta que volviera aunque temiendo en el corazón que no lo hiciera.
El frio ahora parecía menos cruel que hace un momento, como si el clima se hubiera cambiado, y un aroma a primavera le llego desde un lugar desconocido. Miro a su alrededor cuando él la deposito en el suelo y al ver toda esa cantidad de vegetación, esos árboles y sus frutos como si fueran una bienvenida, un recibimiento a dos seres que eran igual de salvajes que ellos.
Asintió levemente recibiendo ese beso en la frente, sabía ahora todo de su amado y no quería molestarlo, pero sonrió porque en cierto modo ella era una víctima para él, como una humana para ella y suspiro.
Aquí estaré
Y cuando desapareció, comenzó a mirar a su alrededor, recordando que esa noche ella habia salido a cazar para alimentarse, ya llevaba un mes sin hacerlo pero no habia cerca nada que le sirviera de alimento, y solo pensó que mejor esperaría, ya que la sed no era tan insoportable como antes y la sobrellevaba de manera agradable.
Comenzó a caminar entre los arboles tocando sus hojas y sus frutos percibiendo sus aromas dulces que casi era como tenerlos en la boca, saboreándolos, como alguna vez lo hizo. Solo tenía que esperarlo, aunque jamás se imagino que lo haría vistiendo una cortina vieja y estando descalza pero eso no importaba, solo lo esperaría hasta que volviera aunque temiendo en el corazón que no lo hiciera.
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Re: Kuchizuke - Pecado - Priv Gabrielle (+18)
Atrapé a los jóvenes como si fuera la dulce muerte, agarrándolos por el gaznate como gallinas a punto de ser desplumadas. Mis ojos brillaron con furia y fuerza sobrehumana. Mis colmillos se agrandaron como dos poderosos sables antes de hundirse en la yugular de cada uno de estos pobres idiotas. Bebí de ellos como hacía años que no lo hacía, apresurado sin disfrutar demasiado del sabor metálico y extraño de su sangre. Mis labios se mancharon de carmín mientras mis túnicas oscuras cubrían el muro donde aquellos desechos comenzaban a pudrirse.
-Descansen en paz.
Mi voz rugió insaciable, buscando tal vez una nueva presa que pudiera llevar ante Gabrielle. Había notado su frialdad momentos antes de abandonarla. No deseaba que su sed fuera un problema, menos cuando estaba junto a mí. Deseaba sentir la calidez de sus mejillas, así como el aroma de la muerte en sus delicados labios.
Fueron escasos los pasos hasta hallar a una joven de aspecto descuidado, estaba temblando en la acera porque no encontraba la dosis de droga que le hiciera sentir como una princesa entre escombros. Olía a pocilga, sexo y mentiras. Sus ojos dorados estaban empequeñecidos y las terribles ojeras le daba un aspecto demacrado. La cruz de madera que llevaba colgada de su cuello era un recuerdo de su difunta madre, la cual dilapidó en penurias hasta el último día de vida.
-¿Quién eres? ¿Tienes coca? Puedo darte un buen rato si me das algo de coca.
Negué con la cabeza tomándola entre mis brazos, cubriéndola con mi cama y dejando que su hedor se pegara al mío. Apestaba a muerte, sangre y horror. Ella tembló estremeciéndose pero a penas tenía fuerzas para negarse. Mis pies se despegaron del suelo para ir junto a mi amada y obsequiarle aquella presa tan fácil y cómoda.
-Tengo algo para ti.
Caí tras sus espaldas arrojando a la humana cerca de ella. Mis ojos fríos resplandecieron por segundos, aunque volvieron a ser opacos.
-Descansen en paz.
Mi voz rugió insaciable, buscando tal vez una nueva presa que pudiera llevar ante Gabrielle. Había notado su frialdad momentos antes de abandonarla. No deseaba que su sed fuera un problema, menos cuando estaba junto a mí. Deseaba sentir la calidez de sus mejillas, así como el aroma de la muerte en sus delicados labios.
Fueron escasos los pasos hasta hallar a una joven de aspecto descuidado, estaba temblando en la acera porque no encontraba la dosis de droga que le hiciera sentir como una princesa entre escombros. Olía a pocilga, sexo y mentiras. Sus ojos dorados estaban empequeñecidos y las terribles ojeras le daba un aspecto demacrado. La cruz de madera que llevaba colgada de su cuello era un recuerdo de su difunta madre, la cual dilapidó en penurias hasta el último día de vida.
-¿Quién eres? ¿Tienes coca? Puedo darte un buen rato si me das algo de coca.
Negué con la cabeza tomándola entre mis brazos, cubriéndola con mi cama y dejando que su hedor se pegara al mío. Apestaba a muerte, sangre y horror. Ella tembló estremeciéndose pero a penas tenía fuerzas para negarse. Mis pies se despegaron del suelo para ir junto a mi amada y obsequiarle aquella presa tan fácil y cómoda.
-Tengo algo para ti.
Caí tras sus espaldas arrojando a la humana cerca de ella. Mis ojos fríos resplandecieron por segundos, aunque volvieron a ser opacos.
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Re: Kuchizuke - Pecado - Priv Gabrielle (+18)
Estaba pensando, pensamientos recorrían su mente sobre lo acontecido aquella noche y sintió un deseo de reír y carcajear, algo muy infantil, algo que ni cuando fue una adolescente hizo, después borro todo eso de su mente cuando lo sintió llegar de nuevo. Se giro y vio a su amado que traía algo en sus brazos notando un corazón latiendo y después vio a una joven algo demacrada. Sintió el fuego en su garganta, no sabía porque la sed se le presentaba de esa manera cuando vio a la joven, después fijo la mirada en su amado y rodeando a la humana le beso los labios antes de ponerla de pie y tomar su rostro antes de morder su cuello.
Bebió esa sangre lentamente sin apresurarse, podía saborearla haciéndola pasar lentamente por su garganta sintiendo un éxtasis profundo, perdida en el latir de ese corazón tratando de no ceder a las imágenes que la joven le otorgaba, sobre todo a ese sentimiento de soledad, de abandono y sobre todo de necesidad.
Llego un momento en que todo se detuvo, había bebido demás y la joven había muerto dejando ese sabor amargo, esa tristeza en sus labios junto con una gota roja que permanecía allí. Se giro y miro a Atsushi sonriendo con ese toque melancólico de las cosas cuando se acaban repentinamente y el calor llenaba su cuerpo lentamente, sobre todo sus mejillas.
Gracias por traerme esto Atsu, merci
Cuando susurro eso sus manos se apoyaron en su pecho mientras lo miraba a los ojos, el era tan poderoso no deseaba perderlo y en cierto modo le alegraba que hubiera regresado.
Bebió esa sangre lentamente sin apresurarse, podía saborearla haciéndola pasar lentamente por su garganta sintiendo un éxtasis profundo, perdida en el latir de ese corazón tratando de no ceder a las imágenes que la joven le otorgaba, sobre todo a ese sentimiento de soledad, de abandono y sobre todo de necesidad.
Llego un momento en que todo se detuvo, había bebido demás y la joven había muerto dejando ese sabor amargo, esa tristeza en sus labios junto con una gota roja que permanecía allí. Se giro y miro a Atsushi sonriendo con ese toque melancólico de las cosas cuando se acaban repentinamente y el calor llenaba su cuerpo lentamente, sobre todo sus mejillas.
Gracias por traerme esto Atsu, merci
Cuando susurro eso sus manos se apoyaron en su pecho mientras lo miraba a los ojos, el era tan poderoso no deseaba perderlo y en cierto modo le alegraba que hubiera regresado.
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Re: Kuchizuke - Pecado - Priv Gabrielle (+18)
Observar como se alimentaba no me parecía cruel, ni un acto lleno de amargura, pues la joven cumplía un ciclo vital necesario para los de su especie. Sin embargo, yo protegía a los humanos dignos de seguir latiendo y viviendo bajo el sol, aquellos que tenían principios y orgullo. Ella dejó el orgullo en cada dosis de cocaína, sus clientes la torturaban igual que la droga la esclavizaba y la hundía al pantano del olvido. No tenía a nadie y tampoco le quedaba ya nada. Estaba muerta, frustrada, llena de amargura y soledad. Fue un presente rápido y barato para alimentar una sed demasiado aguda cuando se ve lo que se desea, un poco de sangre.
Besé sus labios amargos por el sabor de la sangre humana, unos labios que parecían estar más vivos que nunca. Mis manos acariciaron sus mejillas sonrosadas. Podía librarme del cadáver cuando ella descansara. El sol no me afectaba en las mañanas, las primeras horas, ni en las tardes de invierno. Podía caminar bajo sus rayos deseando que estos me aniquilaran como una vez fue posible.
-Ven conmigo, te mostraré el lugar donde reposo.
Eran ruinas, pero resistentes y llenas de conjuros para que los demonios no pudieran pasar por las puertas. Nada ni nadie que me hiciera daño o perturbara mi sueño, ahora unido al suyo al fin. Mis pasos eran lentos y tortuosos, llenos quizás de la amargura de una muerte que jamás sería anunciada, la nuestra, y de una que dejábamos atrás, la de aquella joven.
Abrí la puerta produciéndose un chirrido. Accedimos mientras yo prendía con mi poder mental las antorchas y velas, dispersas por todo el lugar lleno de andrajosas cortinas y un suelo lleno de podredumbre. Había árboles que habían nacido dentro, entre las baldosas, pero lo interesante era un pasadizo que nos conduciría hasta el interior de aquel caserón. Bajo el suelo yacía un ataúd ancho de piedra cubierto por otro de madera con satén rojo. Una cama cómoda para no ser perturbados por la luz, aunque prefería otro tipo de lecho mucho más cómodo. Desde hacía dos siglos ocupaba nuevamente un ataúd, todo porque el lugar donde yacía no era pulcro ni digno de ella, pero sí de mi.
Besé sus labios amargos por el sabor de la sangre humana, unos labios que parecían estar más vivos que nunca. Mis manos acariciaron sus mejillas sonrosadas. Podía librarme del cadáver cuando ella descansara. El sol no me afectaba en las mañanas, las primeras horas, ni en las tardes de invierno. Podía caminar bajo sus rayos deseando que estos me aniquilaran como una vez fue posible.
-Ven conmigo, te mostraré el lugar donde reposo.
Eran ruinas, pero resistentes y llenas de conjuros para que los demonios no pudieran pasar por las puertas. Nada ni nadie que me hiciera daño o perturbara mi sueño, ahora unido al suyo al fin. Mis pasos eran lentos y tortuosos, llenos quizás de la amargura de una muerte que jamás sería anunciada, la nuestra, y de una que dejábamos atrás, la de aquella joven.
Abrí la puerta produciéndose un chirrido. Accedimos mientras yo prendía con mi poder mental las antorchas y velas, dispersas por todo el lugar lleno de andrajosas cortinas y un suelo lleno de podredumbre. Había árboles que habían nacido dentro, entre las baldosas, pero lo interesante era un pasadizo que nos conduciría hasta el interior de aquel caserón. Bajo el suelo yacía un ataúd ancho de piedra cubierto por otro de madera con satén rojo. Una cama cómoda para no ser perturbados por la luz, aunque prefería otro tipo de lecho mucho más cómodo. Desde hacía dos siglos ocupaba nuevamente un ataúd, todo porque el lugar donde yacía no era pulcro ni digno de ella, pero sí de mi.
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