Conectarse
Invierno
Últimos temas
Locura (Priv)
Damned Souls :: :: ● Otros Sitios del Mundo ● :: ● AMÉRICA ● :: ••【 Los Angeles City 】•• :: ● BARRIOS BAJOS ●
Página 1 de 1.
Locura (Priv)
-¡POR DIOS, DAVID!-el señor Lee gritó cuando el vampiro barrió el mostrador de su pequeño comercio con un brazo, tirando todo a su paso, un calendario de hace dos años, un expositor de inciensos y el polvieron bote para las propinas, las monedas salieron volando en todas direcciones, lanzando destellos cobrizos por el aire y esparciéndose por el suelo y en torno a los pies del vampiro. David rugió de dolor y se llevó las manos a la cabeza, parecía que esta le iba a estallar, cerrando los ojos y las venas marcándose en las sienes. Cayó de rodillas en el suelo, encorvándose, temblando, sus hombros se estremecían y gemidos quebrados, su abrigo negro cubría su figura como un sudario.
Lee jadeaba, era chino y uno de los miembros de la Talamasca, llevaba treinta años de observador imparcial en aquella ciudad. Tenía una pequeño herbolario donde vendía todo tipo de hierbas y de té. Por supuesto, conocía a David desde que entró en la orden, de hecho fue el vampiro quien entró en contacto con él para reclutarlo. Una amistad cómoda nació entre ellos, David poseía esa formalidad y esos modales que satisfacian el estricto espiritu chino del señor Lee, que creía que una reverencia era una forma adecuada de saludo.
Y ahora miraba con profunda pena a David, el vampiro se había presentado en su tienda, pidiendo ayuda. Lee se quedó de piedra, abatido al ver la marca que profabanaba la tersa piel del rostro del vampiro, atravesando la patina sobrenatural y que parecía no cerrarse, estaba ardiendo, una y otra vez, sin cicatrizar y el dolor constante estaba poniendo al borde de la locura a David. Dentro de su cabeza, su otra parte, el vampiro, reía, divertido, le instaba a buscar sangre virgen, a la matanza, asegurando que así aquella marca demoniaca desaparecería pero David sabía que solo la sangre no bastaría para ello.
Lee intentó aplicar todos los remedios que conocía durante dos noches pero ni su saber con las hierbas ni su magia parecía hacer efecto y David enfermaba, parecía que la marca lo torturaba y Lee sufría por ello. Se armó de valor y salió detrás del mostrador, tenía miedo, nunca había visto a David perder el control de aquella manera y lo asustaba,mucho.
-David..-no lo tocó-David..necesitas otro tipo de ayuda, mas poderosa.
David meneó la cabeza, dolorido, le quemaba y cada vez sentía que estaba al borde de un frenesí de sangre, antes prefería cortarse el cuello él mismo que convertirse en una bestia. Fuera de la pequeña tienda se escuchó un trueno y una intensa lluvia comenzó a caer. David alzó el rostro, desencajado, jadeaba, tenia la blusa destrozada, mostrando su pecho, se había arañado él mismo-No Lee, gracías viejo amigo. Lo haré a mi manera.
Se puso en pie, precariamente, Lee quiso detenerlo pero David ya salió por la puerta, haciendo resonar la campanilla. David alzó el rostro, notando la lluvia fría sobre su rostro, sentía tanta sed pero por mucha sangre que bebiera, aquella marca no desaparecería, por mucho que matara. Caminó por la cera, sus colmillos comenzaban a crecer dentro de su boca, notaba que sus ojos resplandecían dentro de sus cuencas, se metió dentro de un callejón y vio que algo se movía entre las bolsas de basura al fondo. Creía que era una rata, fue hasta allí y alargó una mano, cogiendo a un niño que lo miró con sus grandes ojos , asustado.
-No..no me haga daño..-suplicó con una vocesita. David sintió que se le rompía algo dentro al ver aquel rostro pequeño y sucio, lleno de miedo al verlo a él, una bestia.
David lo soltó con delicadeza a pesar de todo, a pesar que dentro de él la bestia aullaba; "bebe, bebe, bebe de ese cuerpo, bebe hasta secarlo, David"-Vete, no mires atrás, vete.
El vampiro se hizo a un lado para que el infante emprediera la carrera, huyendo del callejón y David se dejó caer en el suelo, apoyando su espalda en la pared, desesperado. Sus ojos se posaron en un gran cristal, quizás si se cortaba toda la cara, entera, pudiera quitar la cicatriz, alargó los dedos y cogió el pedazo, lo viró y la punta de la clavó en la cicatriz, siseó de dolor y cerró los ojos, la sangre se vertió y se derramó por su cuello y su pecho desnudo.
Lee jadeaba, era chino y uno de los miembros de la Talamasca, llevaba treinta años de observador imparcial en aquella ciudad. Tenía una pequeño herbolario donde vendía todo tipo de hierbas y de té. Por supuesto, conocía a David desde que entró en la orden, de hecho fue el vampiro quien entró en contacto con él para reclutarlo. Una amistad cómoda nació entre ellos, David poseía esa formalidad y esos modales que satisfacian el estricto espiritu chino del señor Lee, que creía que una reverencia era una forma adecuada de saludo.
Y ahora miraba con profunda pena a David, el vampiro se había presentado en su tienda, pidiendo ayuda. Lee se quedó de piedra, abatido al ver la marca que profabanaba la tersa piel del rostro del vampiro, atravesando la patina sobrenatural y que parecía no cerrarse, estaba ardiendo, una y otra vez, sin cicatrizar y el dolor constante estaba poniendo al borde de la locura a David. Dentro de su cabeza, su otra parte, el vampiro, reía, divertido, le instaba a buscar sangre virgen, a la matanza, asegurando que así aquella marca demoniaca desaparecería pero David sabía que solo la sangre no bastaría para ello.
Lee intentó aplicar todos los remedios que conocía durante dos noches pero ni su saber con las hierbas ni su magia parecía hacer efecto y David enfermaba, parecía que la marca lo torturaba y Lee sufría por ello. Se armó de valor y salió detrás del mostrador, tenía miedo, nunca había visto a David perder el control de aquella manera y lo asustaba,mucho.
-David..-no lo tocó-David..necesitas otro tipo de ayuda, mas poderosa.
David meneó la cabeza, dolorido, le quemaba y cada vez sentía que estaba al borde de un frenesí de sangre, antes prefería cortarse el cuello él mismo que convertirse en una bestia. Fuera de la pequeña tienda se escuchó un trueno y una intensa lluvia comenzó a caer. David alzó el rostro, desencajado, jadeaba, tenia la blusa destrozada, mostrando su pecho, se había arañado él mismo-No Lee, gracías viejo amigo. Lo haré a mi manera.
Se puso en pie, precariamente, Lee quiso detenerlo pero David ya salió por la puerta, haciendo resonar la campanilla. David alzó el rostro, notando la lluvia fría sobre su rostro, sentía tanta sed pero por mucha sangre que bebiera, aquella marca no desaparecería, por mucho que matara. Caminó por la cera, sus colmillos comenzaban a crecer dentro de su boca, notaba que sus ojos resplandecían dentro de sus cuencas, se metió dentro de un callejón y vio que algo se movía entre las bolsas de basura al fondo. Creía que era una rata, fue hasta allí y alargó una mano, cogiendo a un niño que lo miró con sus grandes ojos , asustado.
-No..no me haga daño..-suplicó con una vocesita. David sintió que se le rompía algo dentro al ver aquel rostro pequeño y sucio, lleno de miedo al verlo a él, una bestia.
David lo soltó con delicadeza a pesar de todo, a pesar que dentro de él la bestia aullaba; "bebe, bebe, bebe de ese cuerpo, bebe hasta secarlo, David"-Vete, no mires atrás, vete.
El vampiro se hizo a un lado para que el infante emprediera la carrera, huyendo del callejón y David se dejó caer en el suelo, apoyando su espalda en la pared, desesperado. Sus ojos se posaron en un gran cristal, quizás si se cortaba toda la cara, entera, pudiera quitar la cicatriz, alargó los dedos y cogió el pedazo, lo viró y la punta de la clavó en la cicatriz, siseó de dolor y cerró los ojos, la sangre se vertió y se derramó por su cuello y su pecho desnudo.
David Talbot- Cantidad de envíos : 394
Fecha de inscripción : 14/02/2012
Localización : Puede que Trafalgar Square
Re: Locura (Priv)
Había regresado a Los Ángeles, pisaba nuevamente la ciudad después de mi caída en sus calles. Mi cuerpo estaba descansado, pero no así mi mente. Ya no escuchaba las oraciones, ni siquiera las palabras de Padre, estaba sordo en ese sentido y ciego al no poder presenciar su amor cobrando vida en mi cuerpo. Sin embargo, otro amor yacía en mi pecho, llameaba con pasión y ternura. Las manos de Olivia acariciaban mi rostro con cuidado, dejando sus suaves dedos sobre mis mejillas y sus labios sobre los míos. Sabía que Dios no me quitaría a Olivia, pero aún así temía que lo hiciera.
Ambos nos trasladábamos juntos, de un lugar a otro, buscaba un lugar adecuado donde poder cuidarla y ofrecerle mi amor, respeto y compañía. Actualmente habitábamos una pequeña y humilde habitación de hotel. Era un lugar cómodo y seguro, al menos por el momento. Poseíamos tan sólo los muebles necesarios, una cama y un pequeño escritorio con su sillas correspondientes. No necesitábamos más, con ello teníamos suficiente para seguir luchando.
Aquella noche había decidido caminar por la ciudad, buscaba inocentes que salvar. Mis pasos eran taimados y mi presencia común para los humanos, salvo para aquellos con percepción especial. Sentía las miradas caer sobre mí como si conocieran mi marca, algunos de mis hermanos, los cuales me habían admirado, me daban la espalda al ver que caminaba junto a ellos. Mis ojos comenzaron a empaparse en lágrimas, las mismas que se deslizaban por mis mejillas, justo cuando la lluvia comenzó a caer en la ciudad. Mi rostro se alzó hacia el cielo encapotado deseando sentir las caricias de padre, su amor inconmensurable y su apoyo en mis acciones. Sin embargo, tan sólo escuchaba el tintineo de las gotas de lluvia contra los cristales de los altos edificios, así como el chapoteo de mis pies contra las sucias aceras y el tráfico colapsando las calles.
Mis tupidas alas negras, con sendas plumas de cobre y gris plomo, estaban ocultas e inquietas. Sentía que algo ocurría no muy lejos de allí, a dos calles. Sin importarme nada, ni siquiera la mirada atónita de algunos humanos, abrí mis alas y comencé a moverme por el cielo buscando al inocente. Pronto di con él, quedando a unos metros de su posición, sentí su fuerza y supe que era un vampiro. Sin embargo, podía notar la marca de un demonio y como lo atormentaba.
-Te preguntaría que debo hacer, pero ni siquiera aceptas mis disculpas.
Mi voz sonó en el timbre calmado y dulce de siempre, pese a ser varonil y algo ronco por los días de lágrimas y cánticos.
Me impulsé hacia el callejón cayendo frente a él con mis alas extendidas. Mis cabellos dorados se mecían sobre mi frente, acariciando mis pómulos y rozando mis hombros. Aquellos ojos intensos, con los cuales siempre había contemplado las almas torturadas y necesitadas, se dilataron al comprobar el terrible estado en el cual se encontraba. Mis pies tocaron suelo mientras mis alas se guardaban guareciéndose de su mirada y de la lluvia.
-Amigo, vengo a darte consuelo y curar tus heridas. Pero necesito que creas en mi, a pesar del color de mis alas.
Pedir aquello era un imposible, lo sabía, pero yo no había cambiado y nadie tenía derecho a juzgarme por haber salvado a unos niños de un incendio. ¿Por qué? Tan sólo salvé almas a pesar de dejar escapar a dos demonios, los cuales podía haber sellado después. Dios fue muy injusto conmigo, pero aún así lo amaba y deseaba que comprendiera mis actos. Sin embargo, no esperaba volver al cielo, puesto que ahora amaba a alguien y había hecho que descendiera conmigo.
-Por favor, te lo ruego.
Ambos nos trasladábamos juntos, de un lugar a otro, buscaba un lugar adecuado donde poder cuidarla y ofrecerle mi amor, respeto y compañía. Actualmente habitábamos una pequeña y humilde habitación de hotel. Era un lugar cómodo y seguro, al menos por el momento. Poseíamos tan sólo los muebles necesarios, una cama y un pequeño escritorio con su sillas correspondientes. No necesitábamos más, con ello teníamos suficiente para seguir luchando.
Aquella noche había decidido caminar por la ciudad, buscaba inocentes que salvar. Mis pasos eran taimados y mi presencia común para los humanos, salvo para aquellos con percepción especial. Sentía las miradas caer sobre mí como si conocieran mi marca, algunos de mis hermanos, los cuales me habían admirado, me daban la espalda al ver que caminaba junto a ellos. Mis ojos comenzaron a empaparse en lágrimas, las mismas que se deslizaban por mis mejillas, justo cuando la lluvia comenzó a caer en la ciudad. Mi rostro se alzó hacia el cielo encapotado deseando sentir las caricias de padre, su amor inconmensurable y su apoyo en mis acciones. Sin embargo, tan sólo escuchaba el tintineo de las gotas de lluvia contra los cristales de los altos edificios, así como el chapoteo de mis pies contra las sucias aceras y el tráfico colapsando las calles.
Mis tupidas alas negras, con sendas plumas de cobre y gris plomo, estaban ocultas e inquietas. Sentía que algo ocurría no muy lejos de allí, a dos calles. Sin importarme nada, ni siquiera la mirada atónita de algunos humanos, abrí mis alas y comencé a moverme por el cielo buscando al inocente. Pronto di con él, quedando a unos metros de su posición, sentí su fuerza y supe que era un vampiro. Sin embargo, podía notar la marca de un demonio y como lo atormentaba.
-Te preguntaría que debo hacer, pero ni siquiera aceptas mis disculpas.
Mi voz sonó en el timbre calmado y dulce de siempre, pese a ser varonil y algo ronco por los días de lágrimas y cánticos.
Me impulsé hacia el callejón cayendo frente a él con mis alas extendidas. Mis cabellos dorados se mecían sobre mi frente, acariciando mis pómulos y rozando mis hombros. Aquellos ojos intensos, con los cuales siempre había contemplado las almas torturadas y necesitadas, se dilataron al comprobar el terrible estado en el cual se encontraba. Mis pies tocaron suelo mientras mis alas se guardaban guareciéndose de su mirada y de la lluvia.
-Amigo, vengo a darte consuelo y curar tus heridas. Pero necesito que creas en mi, a pesar del color de mis alas.
Pedir aquello era un imposible, lo sabía, pero yo no había cambiado y nadie tenía derecho a juzgarme por haber salvado a unos niños de un incendio. ¿Por qué? Tan sólo salvé almas a pesar de dejar escapar a dos demonios, los cuales podía haber sellado después. Dios fue muy injusto conmigo, pero aún así lo amaba y deseaba que comprendiera mis actos. Sin embargo, no esperaba volver al cielo, puesto que ahora amaba a alguien y había hecho que descendiera conmigo.
-Por favor, te lo ruego.
Invitado- Invitado
Re: Locura (Priv)
¿Sabía una llama que quemaba y brillaba?, ¿sabía una estrelle que era un horno estelar?, no, no lo sabían y Rafael tampoco. Cuando en ángel entro en el oscuro y sucio callejón para David fue como si el mismo sol acabara de salir a madia noche. Lanzó un grito de dolor, la presencia de aquella criatura lo quemaba, sus ojos dorados se cerraron y todos sus sentidos se bloqueraron. ¿Acaso no era David era una criatura de oscurida? sí, lo era, a pesar del control que ejercía sobre el Don oscuro, de su férreo dominio sobre su sed que lo llevaba solo alimentarse cuando era estrectamente necesario, David no se engañó nunca, era un ser de la noche y no volvería a sentir la luz de sol sobre él, jamás.
Soltó el cristal que había hundido en su rostro, llevado por el dolor y la desesperación, por la locura que estaba invadiendo su mente y derribando a una a una todas las barreras que David interpuso entre su consciencia y aquel ser, la bestia que nació cuando Lestat lo convirtió en Barbados, el vampiro que siempre acechaba, dispuesto a tomar el control si David era débil, si David fallaba, él ser encargaría de poner las cosas en su lugar correspondiente. Se arrastró por el suelo, retrocediendo, intentando huir del ángel hasta que llegó a la pared del fondo. Arañó la pared como una bestia acorralada por aquella presencia y cayó de rodillas de nuevo en el suelo.
David estaba encorvado, sus dedos se clavaron en el suelo, jadeaba, el aliento formaba nubecillas en el aire, la lluvia mojaba todo su cuerpo, su rostro y sus cabellos castaños se apretaban contre sus mejillas que estaban hundidas. La cicatriz comenzó a ponerse al rojo vivo por el aura de Rafael, David gritó de nuevo, le dolía, el dolor atravesaba su cráneo como si una espada estuviera atravesando todo su cerebro.
Abrió sus dorados ojos y los clavó en el hermoso rostro del ángel-Tú...-la voz no era la de David, eran ronca y aserrada, rabiosa. Sus orbes aureos se posaron en aquellas alas manchadas, en las plumas plomizas.-tú..¿cómo puedes ayudarme tú? si ni siquiera puedes ayudarte a ti mismo, ángel-unas lágrimas de sangre bajaron de los ojos de oro puro, David se arañó la garganta, tratando de controlar sus propias cuerdas vocales-Tú ni siquieras puedes rezar por ti mismo..-David se puso en pie, todo su cuerpo tamblaba, los ladrillos se agrietaron por el poder salvaje que manba de su cuerpo-dame tu sangre...
Y David atacó, se abalanzó sobre Rafael, rodaron por el suelo del callejón, estaba completamente enloquecido pero dentro de aquella locura, trataba de no hacerle daño, de huir. David fue criado en una estricta educación religiosa y en su mente resonó la oración que su madre le obligaba a decir todas las noches;
"Angel de mi guarda,dulce compañía,no me desampares ni de noche ni de día
Las horas que pasan,las horas del día,si tú estás conmigo serán de alegría
No me dejes solo,sé en todo mi guía;sin Ti soy chiquitoy me perdería"
David cerró los ojos, rugiendo de dolor de nuevo, como una bestia, sus dedos se cerraron sobre el cuello de Rafael y sus colmillos asomaron.
Soltó el cristal que había hundido en su rostro, llevado por el dolor y la desesperación, por la locura que estaba invadiendo su mente y derribando a una a una todas las barreras que David interpuso entre su consciencia y aquel ser, la bestia que nació cuando Lestat lo convirtió en Barbados, el vampiro que siempre acechaba, dispuesto a tomar el control si David era débil, si David fallaba, él ser encargaría de poner las cosas en su lugar correspondiente. Se arrastró por el suelo, retrocediendo, intentando huir del ángel hasta que llegó a la pared del fondo. Arañó la pared como una bestia acorralada por aquella presencia y cayó de rodillas de nuevo en el suelo.
David estaba encorvado, sus dedos se clavaron en el suelo, jadeaba, el aliento formaba nubecillas en el aire, la lluvia mojaba todo su cuerpo, su rostro y sus cabellos castaños se apretaban contre sus mejillas que estaban hundidas. La cicatriz comenzó a ponerse al rojo vivo por el aura de Rafael, David gritó de nuevo, le dolía, el dolor atravesaba su cráneo como si una espada estuviera atravesando todo su cerebro.
Abrió sus dorados ojos y los clavó en el hermoso rostro del ángel-Tú...-la voz no era la de David, eran ronca y aserrada, rabiosa. Sus orbes aureos se posaron en aquellas alas manchadas, en las plumas plomizas.-tú..¿cómo puedes ayudarme tú? si ni siquiera puedes ayudarte a ti mismo, ángel-unas lágrimas de sangre bajaron de los ojos de oro puro, David se arañó la garganta, tratando de controlar sus propias cuerdas vocales-Tú ni siquieras puedes rezar por ti mismo..-David se puso en pie, todo su cuerpo tamblaba, los ladrillos se agrietaron por el poder salvaje que manba de su cuerpo-dame tu sangre...
Y David atacó, se abalanzó sobre Rafael, rodaron por el suelo del callejón, estaba completamente enloquecido pero dentro de aquella locura, trataba de no hacerle daño, de huir. David fue criado en una estricta educación religiosa y en su mente resonó la oración que su madre le obligaba a decir todas las noches;
"Angel de mi guarda,dulce compañía,no me desampares ni de noche ni de día
Las horas que pasan,las horas del día,si tú estás conmigo serán de alegría
No me dejes solo,sé en todo mi guía;sin Ti soy chiquitoy me perdería"
David cerró los ojos, rugiendo de dolor de nuevo, como una bestia, sus dedos se cerraron sobre el cuello de Rafael y sus colmillos asomaron.
David Talbot- Cantidad de envíos : 394
Fecha de inscripción : 14/02/2012
Localización : Puede que Trafalgar Square
Re: Locura (Priv)
Pude sentir el mal cubrir su cuerpo como si fuera un manto, cruzar de arriba hacia abajo sus carnes duras por el Don Oscuro, así lo llamaban aún algunos, debido a su conversión en vampiro. Era un hombre poderoso, al parecer poco juicioso y bastante inteligente, pero de él quedaba a penas nada. El demonio, la marca, lo cubría con la espesura de la brea y el fango de las arenas movedizas. Intentaba huir de la escasa luz que quedaba en mí, aquella que Padre parecía haberme dejado reflejada en mis despejados ojos azules y mis cabellos dorados como el trigo. Sus ojos, también dorados como mi cabello, parecían rogarme ayuda mientras sus cuerdas vocales se tensaban dejando que la maldad abundaran.
-A palabras necias, oídos sordos.
Fue mi respuesta, aunque su ataque fue improvisado pero esperado. Sabía que intentaría derrumbarme y clavar sus colmillos en mí. La sed de sangre era intensa, su locura parecía arrastrarlo a las profundidades de un océano desconocido para él. Era un océano de fuego y lava ardiente, un mundo lleno de mentiras y crueldad, que le pedía encarecidamente su alma para que así, doblegado como cordero, cayera por siempre en las pesadillas más tortuosas.
-Misericordia y paz y amor os sean multiplicados
Sabía que mis palabras le torturarían, a la bestia que estaba interna en sus carnes luchando con su raciocinio. Sus uñas se clavaron en mí como garras, pero podía soportarlo. Había luchado contra cientos de demonios, sellado a miles y besado las mejillas de ángeles caídos, los cuales descendían por amor, antes de pedirles que se alejaran del cielo terminando con ellos con la espalda que Dios me había otorgado.
-Conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. A algunos que dudan, convencedlos. A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne.
Impuse entonces mis manos sobre sus heridas, hundiendo mis dedos intentando acariciar su piel. En el interior de aquel cuerpo había un alma luchando por sobrevivir y otra por matarla. Mi cuerpo brillo en una luz opaca, pero brilló, dejando que el calor de mi poder le quemara como si fuera agua bendita. Mis labios besaron su frente mientras susurraba en hebreo cánticos de alabanza a Dios, de ofrenda a este y de curación.
Sentía como sus uñas me desgarraban al tiempo que mi cuerpo sanaba, aunque no impedía que mis heridas fueran graves, pues jamás me había curado a mí mismo. Di gracias que Olivia no estuviera presente, pues estaba seguro que se hubiera horrorizado ante aquello. Deseaba que ella se encargara de las almas melancólicas, los solitarios en busca de la felicidad y de los niños que necesitaban de sus abrazos. Para mí los demonios, como siempre había luchado a veces en la compañía de Miguel. ¿Qué hubiera pensado de mi él? ¿Qué hubiera sentido él?
-Miguel, hermano, dame fuerzas.
No muy lejos la vida continuaba desenvolviéndose como si nada ocurriera en el mugroso callejón donde estábamos, algunas cajas caían formando un gran estruendo, pero nadie reparaba en nosotros.
-A palabras necias, oídos sordos.
Fue mi respuesta, aunque su ataque fue improvisado pero esperado. Sabía que intentaría derrumbarme y clavar sus colmillos en mí. La sed de sangre era intensa, su locura parecía arrastrarlo a las profundidades de un océano desconocido para él. Era un océano de fuego y lava ardiente, un mundo lleno de mentiras y crueldad, que le pedía encarecidamente su alma para que así, doblegado como cordero, cayera por siempre en las pesadillas más tortuosas.
-Misericordia y paz y amor os sean multiplicados
Sabía que mis palabras le torturarían, a la bestia que estaba interna en sus carnes luchando con su raciocinio. Sus uñas se clavaron en mí como garras, pero podía soportarlo. Había luchado contra cientos de demonios, sellado a miles y besado las mejillas de ángeles caídos, los cuales descendían por amor, antes de pedirles que se alejaran del cielo terminando con ellos con la espalda que Dios me había otorgado.
-Conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. A algunos que dudan, convencedlos. A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne.
Impuse entonces mis manos sobre sus heridas, hundiendo mis dedos intentando acariciar su piel. En el interior de aquel cuerpo había un alma luchando por sobrevivir y otra por matarla. Mi cuerpo brillo en una luz opaca, pero brilló, dejando que el calor de mi poder le quemara como si fuera agua bendita. Mis labios besaron su frente mientras susurraba en hebreo cánticos de alabanza a Dios, de ofrenda a este y de curación.
Sentía como sus uñas me desgarraban al tiempo que mi cuerpo sanaba, aunque no impedía que mis heridas fueran graves, pues jamás me había curado a mí mismo. Di gracias que Olivia no estuviera presente, pues estaba seguro que se hubiera horrorizado ante aquello. Deseaba que ella se encargara de las almas melancólicas, los solitarios en busca de la felicidad y de los niños que necesitaban de sus abrazos. Para mí los demonios, como siempre había luchado a veces en la compañía de Miguel. ¿Qué hubiera pensado de mi él? ¿Qué hubiera sentido él?
-Miguel, hermano, dame fuerzas.
No muy lejos la vida continuaba desenvolviéndose como si nada ocurriera en el mugroso callejón donde estábamos, algunas cajas caían formando un gran estruendo, pero nadie reparaba en nosotros.
Invitado- Invitado
Re: Locura (Priv)
David tenía su propia batalla dentro de él, luchaba contra si mismo, decían que las mayores batallas se libraban en el interior y eso hacia David, luchaba contra aquella bestia, intentando levantar todas las barreras mentales que llevaba años estableciendo, Caim con aquella marca le había dado fuerzas a aquel ser oscuro que atacaba ahora al ángel, riendo locamente pero a medida que Rafael curaba aquella marca hecha por la espada de Caim, David recobraba fuerzas y el vampiro que clamaba la sangre del ángel iba retrocediendo, aullando, hasta que al final el vampiro pudo agarrarlo del cuello con firmeza y encadenarlo de nuevo. Nunca lo mataría del todo, era parte de él, era el legado de la sangre oscura y el precio que se pagaba por aquella inmortalidad. Solo que David era más consciente de ello que muchos.
Un relámpago hendió la noche, iluminando sus figuras en en callejón, David estaba de rodillas, delante del ángel, sus brazos ahora estaban laxos, la cabeza echada hacia atrás, las gotas de lluvia recorrian su rostro que miraba hacia el cielo pero tenía los ojos cerrados, su camisa rota, desgarrada, las solapas de su abrigo abiertas, mostrando su pecho desnudo con arañazos hechos por él mismo durante la lucha y antes. Aquellas marcas no desaparecerían hasta la noche siguiente. Los dedos se fueron flexionando, despacio y el vampiro entreabrió sus labios, apenas un ronco quejido manó de ellos.
Abrió los dorados ojos, dorados e intensos, poco a poco fue bajando su cabeza para quedarse quieto, apoyó sus manos sobre sus muslos, calmando su ronca respiración, el dolor ya no estaba en él, aquel horrible dolor que casi lo enloqueció por completo. Luego alzó la vista hacia la figura que estaba delante de él, sabiendo lo que era, reconociéndola pero a la vez, incrédulo y dolorido, dolorido porque nunca vio ninguno hasta ahora, hasta que case se había perdido a si mismo.
David se puso en pie y retrocedió un paso, temblando todavía por lo que acababa de suceder, mirándolo, aun veía la luz, era una luz que alumbraba pero no en aquel plano físico sino en el espiritual. Vio que le había hecho heridas a aquel cuerpo, hiriendo la tersura de aquella epidermis. Pero David no lo tocó, tenía miedo de perderse a si mismo siquiera lo rozaba. Pero se quitó su abrigo y suavemente lo colocó sobre la cabeza de Rafael, en silencio todavia, su lengua aun estaba pesada dentro de la boca y no sabía que decir. David, el orador, sin palabras.
Un relámpago hendió la noche, iluminando sus figuras en en callejón, David estaba de rodillas, delante del ángel, sus brazos ahora estaban laxos, la cabeza echada hacia atrás, las gotas de lluvia recorrian su rostro que miraba hacia el cielo pero tenía los ojos cerrados, su camisa rota, desgarrada, las solapas de su abrigo abiertas, mostrando su pecho desnudo con arañazos hechos por él mismo durante la lucha y antes. Aquellas marcas no desaparecerían hasta la noche siguiente. Los dedos se fueron flexionando, despacio y el vampiro entreabrió sus labios, apenas un ronco quejido manó de ellos.
Abrió los dorados ojos, dorados e intensos, poco a poco fue bajando su cabeza para quedarse quieto, apoyó sus manos sobre sus muslos, calmando su ronca respiración, el dolor ya no estaba en él, aquel horrible dolor que casi lo enloqueció por completo. Luego alzó la vista hacia la figura que estaba delante de él, sabiendo lo que era, reconociéndola pero a la vez, incrédulo y dolorido, dolorido porque nunca vio ninguno hasta ahora, hasta que case se había perdido a si mismo.
David se puso en pie y retrocedió un paso, temblando todavía por lo que acababa de suceder, mirándolo, aun veía la luz, era una luz que alumbraba pero no en aquel plano físico sino en el espiritual. Vio que le había hecho heridas a aquel cuerpo, hiriendo la tersura de aquella epidermis. Pero David no lo tocó, tenía miedo de perderse a si mismo siquiera lo rozaba. Pero se quitó su abrigo y suavemente lo colocó sobre la cabeza de Rafael, en silencio todavia, su lengua aun estaba pesada dentro de la boca y no sabía que decir. David, el orador, sin palabras.
David Talbot- Cantidad de envíos : 394
Fecha de inscripción : 14/02/2012
Localización : Puede que Trafalgar Square
Re: Locura (Priv)
La lucha contra aquel demonio se sosegó, quedando de nuevo sellado por el don que le transmitieron. Eran parte de los espíritus nocturnos, les daban fuerzas y quedaban adormecidos dentro de aquellos cuerpos, junto a sus almas. Había visto algo parecido en ángeles que descendieron, el caso de Agramón cuando cedió parte de sí mismo para poseer mayor autoridad perdiendo a su vez las alas y convirtiéndose en un demonio. Aquel hermano mío, el cual sellé en dos ocasiones, y que volvía a estar en las calles quemando iglesias y espantando a todos. Así había sucedido con los primeros vampiros, pactos con lo oscuro, igual que los hechiceros que se dejaban llevar por el deseo y la ambición.
Me quedé parado de pie, contemplándolo con cautela. La prisión de aquella carne dura y joven, pese a que su alma parecía de un hombre de mayor edad, quedó de nueva cedida a su legítimo dueño. Mis labios mostraron una tímida sonrisa, no había vencido a un ser maligno sino encerrado de nuevo donde había quedado en letargo. Mis cabellos dorados tenían un toque extraño, no era un humano común se podía apreciar incluso con mis alas ocultas frente a todos. Mi aspecto era el real, sin envoltorio alguno, pues lo había perdido hacía más de dos siglos y jamás me atreví a rogar a Padre otro.
-Mi nombre es Rafa, te pediría que no te preocuparas por mis heridas. Son gajes del oficio al que estoy acostumbrado desde que el mundo es mundo.
Tomé su abrigo depositándolo sobre sus brazos, tenía tantas heridas que iba a necesitar mi ayuda pese a su inmortalidad. Mis manos acariciaron sus cabellos, deslizándose hasta sus mejillas y bajo su fuerte mentón. Poco a poco dejaba que los arañazos se disiparan, y la marca se cerró dejando una horrible cicatriz, pero al fin estaba cerrada tal y como debía ser. Conocía pocas espadas que contenían ese talento, la mayoría eran de los escasos eran los señores feudales del infierno donde se fraguaban las espadas dignas de guerreros cruentos.
-Hazme un favor, no te enfrentes a seres superiores a ti. Si quieres colaborar, hazlo, pues estás en tu derecho de luchar por lo que crees justo y digno para este mundo. Sin embargo, deja a los colosos para aquellos que tengan la fuerza necesaria, como mi hermano Miguel. Tú eres una criatura de Dios, un humano frágil contaminado y nada más. Pese a tu poder no eres más que un ser frágil en comparación con temibles seres como ellos, tan crueles como déspotas y fríos.
Mis palabras tenían un matiz cálido, eran las palabras de un hombre que regañaba con cierta ternura a uno de sus hermanos. Impuse mis manos en su torso intentando calmar su agitada respiración, mientras mis dedos se hundían dentro de su ropa cerrando cada uno de sus arañazos.
-Lo lamento, soy muy descortés. No he preguntado aún tu nombre y ya te recrimino algo que has hecho por el bien de todos.
Mis ojos azules eran claros, no había nada turbio en ellos. Mi caída fue limpia, sin codicia o soberbia. Fui un guerrero que no cumplió una orden, el cual fue expulsado por ello, y que ahora vivía una vida decente sin aspiraciones de algo más que ser feliz y luchar por lo que aún nos quedaba.
-¿Puedes decirme a quién he ayudado? Por favor, te lo agradecería.
Me quedé parado de pie, contemplándolo con cautela. La prisión de aquella carne dura y joven, pese a que su alma parecía de un hombre de mayor edad, quedó de nueva cedida a su legítimo dueño. Mis labios mostraron una tímida sonrisa, no había vencido a un ser maligno sino encerrado de nuevo donde había quedado en letargo. Mis cabellos dorados tenían un toque extraño, no era un humano común se podía apreciar incluso con mis alas ocultas frente a todos. Mi aspecto era el real, sin envoltorio alguno, pues lo había perdido hacía más de dos siglos y jamás me atreví a rogar a Padre otro.
-Mi nombre es Rafa, te pediría que no te preocuparas por mis heridas. Son gajes del oficio al que estoy acostumbrado desde que el mundo es mundo.
Tomé su abrigo depositándolo sobre sus brazos, tenía tantas heridas que iba a necesitar mi ayuda pese a su inmortalidad. Mis manos acariciaron sus cabellos, deslizándose hasta sus mejillas y bajo su fuerte mentón. Poco a poco dejaba que los arañazos se disiparan, y la marca se cerró dejando una horrible cicatriz, pero al fin estaba cerrada tal y como debía ser. Conocía pocas espadas que contenían ese talento, la mayoría eran de los escasos eran los señores feudales del infierno donde se fraguaban las espadas dignas de guerreros cruentos.
-Hazme un favor, no te enfrentes a seres superiores a ti. Si quieres colaborar, hazlo, pues estás en tu derecho de luchar por lo que crees justo y digno para este mundo. Sin embargo, deja a los colosos para aquellos que tengan la fuerza necesaria, como mi hermano Miguel. Tú eres una criatura de Dios, un humano frágil contaminado y nada más. Pese a tu poder no eres más que un ser frágil en comparación con temibles seres como ellos, tan crueles como déspotas y fríos.
Mis palabras tenían un matiz cálido, eran las palabras de un hombre que regañaba con cierta ternura a uno de sus hermanos. Impuse mis manos en su torso intentando calmar su agitada respiración, mientras mis dedos se hundían dentro de su ropa cerrando cada uno de sus arañazos.
-Lo lamento, soy muy descortés. No he preguntado aún tu nombre y ya te recrimino algo que has hecho por el bien de todos.
Mis ojos azules eran claros, no había nada turbio en ellos. Mi caída fue limpia, sin codicia o soberbia. Fui un guerrero que no cumplió una orden, el cual fue expulsado por ello, y que ahora vivía una vida decente sin aspiraciones de algo más que ser feliz y luchar por lo que aún nos quedaba.
-¿Puedes decirme a quién he ayudado? Por favor, te lo agradecería.
Invitado- Invitado
Re: Locura (Priv)
David había alzado las manos para tomar las muñecas de Rafael, intentando impedir que lo tocara, tenía miedo. Sí, tenía miedo que una criatura así lo tocara y lo redujera a polvo..¿es que no se daba cuenta como brillaba para él? lo cegaba. Tenía miedo porque era justo el otro lado de un demonio, cuando un demonio te tocaba, corrompía, destrozaba, sacaba lo peor y más oscuro del alma, pervertía los corazones, con solo tocarte. Y que te tocara un celestial, era como rozar el sol y quemarte, si su corazón latiera dentro de su pecho, habría estallado. Las personas creían que serían felices si un ángel los tocara, David no, aquellos seres eran poder encarnado, una fuerza tan grande que en su inocencia no se percataban que cambiaban todo aquello con lo cual entraban en contacto. Se sabía de muchos que perecieron de gozo cuando un celestial los tocó.
Pero aquello no impidió que Rafael continuara tocándolo, sus cabellos castaños que relucian bajo la lluvia, David intentó apartar su rostro pero aquellos blancos dedos poseían una fuerza enorme, alcazó sus mejillas y cerró la cicatriz, sabía que se quedaría alli pero David no era vanidoso, otra herida más, algo que quedaría allí pero hacerlo más sabio, si trastocaba o no su belleza era otra cuestión.-Deja de tocarme..-susurró. Pero Rafael posó sus dedos sobre las heridas del pecho del vampiro, cerrándolas, David inspiró, escuchando sus palabras, amonestándolo por lo que hizo.
Entrecerró sus dorados ojos, la lluvia cayendo sobre ambos, la agradeció a pesar de que su cuerpo era frío pero las heridas le quemaron tanto que ahora solo anhelaba el sencillo placer de sentir las frias gotas sobre su cuerpo, sobre su piel que volvía a lucir aquella patina sobrenatural que le tornaba dura como la piedra. Sus labios se ensancharon levemente cuando escuchó que preguntaba su nombre, volvian a las cosas que era más convencionales y eso encauzaba su mente, aferrarse a la normalidad tras haber pasado por aquel trance.
- Mi nombre es David Talbot.-su acento inglés se puso de relevancia casi enseguida, despacio se fue poniendo en pie, soltando suavemente las muñecas de Rafael, lo aferró por puro instinto de defensa. Sus dorados ojos recorrieron en rostro perfecto e intentó apagar la segunda visión que casi lo cegaba cuando lo miraba.-Y, Rafa, solo me queda luchar. Si durante la historia todos aquellos que tuvieran que vencer a un enemigo que parecía superior se encondieran entonces la esperanza hace mucho tiempo que hubiera sido erradicada. -susurró, apretó los dientes y se llevo los dedos a la cicatriz, en silencio durante unos minutos-Seguramente me destruya pero la muerte, en cierta forma será un alivio para mi, no temo lo que hay al otro lado, ya he estado ahi.
Lo observó, bajo la lluvia, algo que parecía propio de una imagen sacra-¿Te percatas de como brillas bajo el agua? hasta las gotas parecen romper en destellos en torno a tus cabellos, me duele solo verte. La oscuridad se duele.-se colocó el abrigo sobre su cuerpo y tembló levemente-No creo que este sea el mejor lugar para hablar, le debo una disculpa a un amigo y me parece que tú necesitas reponerte, ¿vendrás conmigo? Hace mucho que quería entablar conversación con un celestial, los demonios suelen decir muchas mentiras y quisiera saber que tiene que decir el otro lado.
Pero aquello no impidió que Rafael continuara tocándolo, sus cabellos castaños que relucian bajo la lluvia, David intentó apartar su rostro pero aquellos blancos dedos poseían una fuerza enorme, alcazó sus mejillas y cerró la cicatriz, sabía que se quedaría alli pero David no era vanidoso, otra herida más, algo que quedaría allí pero hacerlo más sabio, si trastocaba o no su belleza era otra cuestión.-Deja de tocarme..-susurró. Pero Rafael posó sus dedos sobre las heridas del pecho del vampiro, cerrándolas, David inspiró, escuchando sus palabras, amonestándolo por lo que hizo.
Entrecerró sus dorados ojos, la lluvia cayendo sobre ambos, la agradeció a pesar de que su cuerpo era frío pero las heridas le quemaron tanto que ahora solo anhelaba el sencillo placer de sentir las frias gotas sobre su cuerpo, sobre su piel que volvía a lucir aquella patina sobrenatural que le tornaba dura como la piedra. Sus labios se ensancharon levemente cuando escuchó que preguntaba su nombre, volvian a las cosas que era más convencionales y eso encauzaba su mente, aferrarse a la normalidad tras haber pasado por aquel trance.
- Mi nombre es David Talbot.-su acento inglés se puso de relevancia casi enseguida, despacio se fue poniendo en pie, soltando suavemente las muñecas de Rafael, lo aferró por puro instinto de defensa. Sus dorados ojos recorrieron en rostro perfecto e intentó apagar la segunda visión que casi lo cegaba cuando lo miraba.-Y, Rafa, solo me queda luchar. Si durante la historia todos aquellos que tuvieran que vencer a un enemigo que parecía superior se encondieran entonces la esperanza hace mucho tiempo que hubiera sido erradicada. -susurró, apretó los dientes y se llevo los dedos a la cicatriz, en silencio durante unos minutos-Seguramente me destruya pero la muerte, en cierta forma será un alivio para mi, no temo lo que hay al otro lado, ya he estado ahi.
Lo observó, bajo la lluvia, algo que parecía propio de una imagen sacra-¿Te percatas de como brillas bajo el agua? hasta las gotas parecen romper en destellos en torno a tus cabellos, me duele solo verte. La oscuridad se duele.-se colocó el abrigo sobre su cuerpo y tembló levemente-No creo que este sea el mejor lugar para hablar, le debo una disculpa a un amigo y me parece que tú necesitas reponerte, ¿vendrás conmigo? Hace mucho que quería entablar conversación con un celestial, los demonios suelen decir muchas mentiras y quisiera saber que tiene que decir el otro lado.
David Talbot- Cantidad de envíos : 394
Fecha de inscripción : 14/02/2012
Localización : Puede que Trafalgar Square
Re: Locura (Priv)
Parecía reacio a cada una de mis acciones, sin embargo no pensaba dañar su cuerpo ni su espíritu. Era el arcángel de los desamparados por la salud y el dolor, aún lo era pese a mi desgracia y vergüenza. Me entregaba a la ayuda como a los rezos. No había cambiado ni un ápice, ni siquiera lo habían hecho mis alas. Pese a la degradación, y al dolor que en ocasiones sentía en mi espalda. La huida del infierno fue demasiado dura, sin embargo allí estaba ayudando a un vampiro para que afrontara el mal que ocupaba su espíritu.
Escuchaba cada una de sus palabras, aceptaba que fuera un guerrero y deseara afrontar el mal que germinaba, o más bien brotaba, en las almas de los hombres que intentaban encauzar su vida con la fe y la palabra de Dios. Acomodé mi ropa intentando tener un aspecto más presentable, pues al haber sido golpeado por él parte de mis prendas se habían movido. Introduje mis manos en los bolsillos de los jeans, buscando en ellos un paquete de pañuelos desechables.
-Debería hacerme caso, no sabe a lo que se enfrenta por muy leído que sea.
Su nombre retumbó en mi mente y recordé al estúpido de Lestat. Aquel vampiro de cabellos dorados, ojos con tonos violáceos y sonrisa de bufón que había ayudado a Marta en varias ocasiones. Un hombre con un amor al arte y a las fiestas, un sibarita en todos los aspectos, y por supuesto un conocido mío. Había hablado con él durante largas noches justo cuando la guerra se iniciaba. Él me recordaba con otro aspecto mucho más latino, unos de distinto color y cabellos negros como el ébano. Mi piel tostada había quedado atrás, pues mis dedos blanquecinos, prácticamente lechosos, eran los que Dios me otorgó. La imagen que veía David era la imagen de mi creación, totalmente al descubierto.
-Conozco a su creador, juraría que incluso a usted por sus descripciones y alabanzas.
Sabía que era un amante de los misterios, un hombre culto y razonable. Aunque, tal y como lo veía parecía haber cambiado la razón por la espada.
-Estoy de acuerdo, si lo desea puedo acompañarlo.
Finalmente logré encontrar los clinex en el bolsillo trasero de mi pantalón. Saqué un par de ellos comenzando a dejarlo sobre mis heridas, las cuales cicatrizaban poco a poco. El agua parecía haber limpiado bien aquella zona, aunque sabía que estaba contaminada. Dios parecía estar llorando de pena, porque en los últimos días no había caído únicamente yo, sino varios hermanos de rangos inferiores. Estaba perdiéndose la lucha quizás, pero aún así no dejaría que sucediera. Yo seguía siendo uno de sus hijos, aunque ya no fuera de los más amados. No importaba, lloraría mi pena lejos de mi pareja y junto a ella mostraría mi lado menos dolido. Dios no era el único que podía lamentar nuestra caída, nosotros también.
Escuchaba cada una de sus palabras, aceptaba que fuera un guerrero y deseara afrontar el mal que germinaba, o más bien brotaba, en las almas de los hombres que intentaban encauzar su vida con la fe y la palabra de Dios. Acomodé mi ropa intentando tener un aspecto más presentable, pues al haber sido golpeado por él parte de mis prendas se habían movido. Introduje mis manos en los bolsillos de los jeans, buscando en ellos un paquete de pañuelos desechables.
-Debería hacerme caso, no sabe a lo que se enfrenta por muy leído que sea.
Su nombre retumbó en mi mente y recordé al estúpido de Lestat. Aquel vampiro de cabellos dorados, ojos con tonos violáceos y sonrisa de bufón que había ayudado a Marta en varias ocasiones. Un hombre con un amor al arte y a las fiestas, un sibarita en todos los aspectos, y por supuesto un conocido mío. Había hablado con él durante largas noches justo cuando la guerra se iniciaba. Él me recordaba con otro aspecto mucho más latino, unos de distinto color y cabellos negros como el ébano. Mi piel tostada había quedado atrás, pues mis dedos blanquecinos, prácticamente lechosos, eran los que Dios me otorgó. La imagen que veía David era la imagen de mi creación, totalmente al descubierto.
-Conozco a su creador, juraría que incluso a usted por sus descripciones y alabanzas.
Sabía que era un amante de los misterios, un hombre culto y razonable. Aunque, tal y como lo veía parecía haber cambiado la razón por la espada.
-Estoy de acuerdo, si lo desea puedo acompañarlo.
Finalmente logré encontrar los clinex en el bolsillo trasero de mi pantalón. Saqué un par de ellos comenzando a dejarlo sobre mis heridas, las cuales cicatrizaban poco a poco. El agua parecía haber limpiado bien aquella zona, aunque sabía que estaba contaminada. Dios parecía estar llorando de pena, porque en los últimos días no había caído únicamente yo, sino varios hermanos de rangos inferiores. Estaba perdiéndose la lucha quizás, pero aún así no dejaría que sucediera. Yo seguía siendo uno de sus hijos, aunque ya no fuera de los más amados. No importaba, lloraría mi pena lejos de mi pareja y junto a ella mostraría mi lado menos dolido. Dios no era el único que podía lamentar nuestra caída, nosotros también.
Invitado- Invitado
Re: Locura (Priv)
Lestat, a pesar de la situación casi absurda e irreal que estaba viviendo en aquellos mismos momentos, una leve sonrisa asomó en los labios sensuales de David al venir a su mente el vampiro de cabellos dorados y sonrisa insolente, el señor de las contradicciones y de los caprichos, el rey egocéntrico sin remedio. Al parecer su creador lograba ser conocido tanto en el Infierno como en el Cielo, bailando justo en el borde de ambos mundos y sin comprometerse con ninguno, su egoísmo lo manteía a salvo de todas las batallas y riñas. Lestat era así, no libraría un duelo por la humanidad pero bien podría hacerlo por los ojos de uno de sus amantes o porque Louis le diera su amor de nuevo. Por suspuesto David jamás se lo reprocharía, para que querer a Lesta uno debía aceptarlo como era.
-Entonces sabe más de mi que yo de usted. Nunca dejará de asombrarme la inaudita capacidad de Lestat para establecer relaciones en cualquier ámbito.-se arrebujó dentro de su abrigo, observando al ángel y por voluntad propia desconectó, si así podía decirse, su capacidad para percibir lo sobrenatural, no quería quedarse ciego, mirándolo. Suspiró con alivio, ahora veía solo su carne, no aquella radiante luz que se desbordaba de su piel aunque era una luz que parpadeaba como si temblara, como si amenazara con apagarse.
Ladeó el rostro y sacudió sus cabellos castaños, mojados, volvió a palparse la cicatriz del rostro, estaba cerrada pero enterrada en su carne, parecía que no podría librarse de ella con facilidad o que simplemente Rafael no podía contrarrestar del todo el poder maligno y eso le decía mucho a David pero no era aquel el mejor lugar para discutirlo. Se puso delante y esperó que el celestial se recompusiera, comenzaron a caminar, saliendo del callejón, entrando ahora en la calle, donde había menos personas poque parecía que estaba acontenciendo el segundo diluvio universal. Lo guió entre las avenidas y dieron de nuevo con la tienda del señor Lee.
David empujó la puerta y la campanilla resonó casi alegremente a pesar del ambiente fúnebre que ahora mismo se respiraba. El señor Lee estaba inclinado, pese a su avanzada edad en el suelo, recogiendo los pedazos de cristal del bote que rompió David en su acceso de frustración y dolor. Con su traje tradicional chino, negro e hilos rojos. David avanzó y se puso de cuclillas a su lado.-Dame, amigo mío-con suavidad le quitó la pala y el cepillo de las manos-Te debo una enorme disculpa, lamento el espectáculo antes. Estoy mucho mejor.-el vampiro comenzó a recoger los pedazos.
El anciano sonrió, aliviado de verlo tan recuperado, estrechando sus rasgados ojos y se puso en pie, luego se quedó paralizado al ver a Rafael, Lee también tenía una alta sensibilidad sobrenatural, una de las razones por la cual la Talamasca entró en contacto con él.
-Por Dios..-susurró y luego se acercó a Rafael pero con la típica reserva china, no lo tocó, se limitó a hacer un profunda reverencia-Bienvenido a mi humilde local, señor.
David alzó la vista desde su posición y sus ojos dorados quizás emitieron un brillo a modo de guiño-¿Podemos tomar un té?-por supuesto, el solo sostendría la taza entre sus dedos para sentir el calor pero siempre resultaba placentero el tacto de la porcelana.
-Por supuesto, por supuesto.-hizo un gesto a Rafael y llevó hacia un pequeña esquina del local, donde estaba dispuesta una mesa lacada rojo oscuro, dos asientos cuyo respaldo estaban labrados con grullas y cojines negros. Esperó que Rafael se acomodora y fue en busca de su servicio de té. David tiró los cristales rotos al cubo de basura y se acercó, se sentó en frente del celestial, sobre ellos había un farolillo naranja que desprendia una suave luz.
-Antes que nada, quiero darte las gracías por lo que hiciste en el callejón y lamento profundamente haberte herido-David lo observó, el aroma de la sangre de Rafael era completamente distinto a cualquier cosa que hubiera experimentado, no había forma de definirlo ni siquiera para él-Quisiera saber, puedes negarte a responder, pero ..¿es ese el color habitual de tu alas?
-Entonces sabe más de mi que yo de usted. Nunca dejará de asombrarme la inaudita capacidad de Lestat para establecer relaciones en cualquier ámbito.-se arrebujó dentro de su abrigo, observando al ángel y por voluntad propia desconectó, si así podía decirse, su capacidad para percibir lo sobrenatural, no quería quedarse ciego, mirándolo. Suspiró con alivio, ahora veía solo su carne, no aquella radiante luz que se desbordaba de su piel aunque era una luz que parpadeaba como si temblara, como si amenazara con apagarse.
Ladeó el rostro y sacudió sus cabellos castaños, mojados, volvió a palparse la cicatriz del rostro, estaba cerrada pero enterrada en su carne, parecía que no podría librarse de ella con facilidad o que simplemente Rafael no podía contrarrestar del todo el poder maligno y eso le decía mucho a David pero no era aquel el mejor lugar para discutirlo. Se puso delante y esperó que el celestial se recompusiera, comenzaron a caminar, saliendo del callejón, entrando ahora en la calle, donde había menos personas poque parecía que estaba acontenciendo el segundo diluvio universal. Lo guió entre las avenidas y dieron de nuevo con la tienda del señor Lee.
David empujó la puerta y la campanilla resonó casi alegremente a pesar del ambiente fúnebre que ahora mismo se respiraba. El señor Lee estaba inclinado, pese a su avanzada edad en el suelo, recogiendo los pedazos de cristal del bote que rompió David en su acceso de frustración y dolor. Con su traje tradicional chino, negro e hilos rojos. David avanzó y se puso de cuclillas a su lado.-Dame, amigo mío-con suavidad le quitó la pala y el cepillo de las manos-Te debo una enorme disculpa, lamento el espectáculo antes. Estoy mucho mejor.-el vampiro comenzó a recoger los pedazos.
El anciano sonrió, aliviado de verlo tan recuperado, estrechando sus rasgados ojos y se puso en pie, luego se quedó paralizado al ver a Rafael, Lee también tenía una alta sensibilidad sobrenatural, una de las razones por la cual la Talamasca entró en contacto con él.
-Por Dios..-susurró y luego se acercó a Rafael pero con la típica reserva china, no lo tocó, se limitó a hacer un profunda reverencia-Bienvenido a mi humilde local, señor.
David alzó la vista desde su posición y sus ojos dorados quizás emitieron un brillo a modo de guiño-¿Podemos tomar un té?-por supuesto, el solo sostendría la taza entre sus dedos para sentir el calor pero siempre resultaba placentero el tacto de la porcelana.
-Por supuesto, por supuesto.-hizo un gesto a Rafael y llevó hacia un pequeña esquina del local, donde estaba dispuesta una mesa lacada rojo oscuro, dos asientos cuyo respaldo estaban labrados con grullas y cojines negros. Esperó que Rafael se acomodora y fue en busca de su servicio de té. David tiró los cristales rotos al cubo de basura y se acercó, se sentó en frente del celestial, sobre ellos había un farolillo naranja que desprendia una suave luz.
-Antes que nada, quiero darte las gracías por lo que hiciste en el callejón y lamento profundamente haberte herido-David lo observó, el aroma de la sangre de Rafael era completamente distinto a cualquier cosa que hubiera experimentado, no había forma de definirlo ni siquiera para él-Quisiera saber, puedes negarte a responder, pero ..¿es ese el color habitual de tu alas?
David Talbot- Cantidad de envíos : 394
Fecha de inscripción : 14/02/2012
Localización : Puede que Trafalgar Square
Re: Locura (Priv)
Caminé tras él colocando mis cabellos dorados tras mis orejas, mis heridas comenzaban a cicatrizar sin tan siquiera aplicarme mi poder en ella. Jamás había caído en la tentación de usar conmigo mis propios poderes, me parecía algo imposible de concebir. Dios me había dado aquel don, otorgándomelo en confianza, para usarlo con los hombres, y mis propios hermanos, pero jamás para mi propio beneficio.
-Me describió a sus amigos en las largas noches de espera, intentó colaborar conmigo en varias ocasiones. Aún le estoy agradecido por ello, pese a su carácter.
Nunca osaría criticar el humor, o defectos de forma, de aquellos que me habían apoyado. Él era un buen hombre, aunque su carácter chocara con el mío mucho más sencillo. Lestat se fascinaba eligiendo cada pequeño detalle con el mejor tino, buscando en cada uno de estos la mejor calidad para disfrutarlos unos segundos antes de cansarse. Yo me conformaba con un té o un café caliente entre mis manos, una silla algo cómoda y un techo que cubriera mi cabeza. Un ejemplo era el hotel donde nos hospedábamos Olivia y yo, un pequeño lugar donde se sentía la calidez. Sin embargo, aspiraba a algo más. Deseaba encontrar una vivienda y reconstruirla con mis propias manos, cerca de la naturaleza. Lestat hubiera optado por una mansión llena de empleados, todos ellos vestidos con elegancia y los detalles más gloriosos adornando cada rincón. Debido a este choque de visiones estábamos condenados a discutir, aunque no de forma airada.
Mientras me hundía en mis recuerdos él caminaba y mis pasos iban a su son, sin despegar demasiado mi figura de la suya. Poseía mis alas ocultas, pero podía notar como algunos me contemplaban con cierta lástima y otros con desprecio. Los azotes que me habían regalado en el infierno seguían ardiendo en mi piel, aún dolían como si hubieran sido realizado minutos atrás. Sin embargo, no había marca alguna de estos en mi clara dermis. Olivia estaba más aliviada, con ella había usado mi poder igual que con David. Sin embargo, para sanarlo a él debía tener la voluntad de Dios y él me había dado la espalda.
Al entrar en aquella pequeña tienda el aroma a té y especias hizo que mis fosas nasales se ensancharan. Era un aroma tan agradable y que me recordaba a mi buen amigo Sean, así como aquella pequeña cafetería donde el tiempo parecía haberse detenido. Deseaba volver al Jardín Secreto, ver a mi buen amigo y llorar mis penas esta vez. Sin embargo, no tenía derecho alguno para rogar un cálido abrazo cuando debía llevar solo la cruz miserable de la desobediencia.
El dueño de la tienda era asiático. Hice el mismo gesto cortés que él tomó conmigo, ensanché mi sonrisa mientras escuchaba a David dialogar con aquel hombre. Su aspecto era frágil, pero su alma parecía fuerte. Poseía una presencia amable, muy cercana, y también misteriosa que me recordó a varias personas que había conocido a lo largo de los milenios. Personas que habían sido claves para el desempeño de mis funciones, de las obras que deseaba ofrendar gracias a Dios.
-No, antes eran blancas con algunos tonos dorados y plateados. Ahora son negras, como la noche, cobres y gris plomo.
Agaché la mirada al hablar de mis alas, aún me dolía porque era reciente. Sin embargo, aquellos niños no podía dejarlos morir. No importaba la impronta con la cual nacieron, ellos eran flores nuevas surgiendo de la tierra agrietada y seca.
-Caí por desobediencia. Aunque he pedido a Dios disculpas por anteponer la vida de unos niños a sellar demonios, dudo que él me acepte de nuevo en su reino ya que no lo lamento en absoluto. Por eso mis alas son distintas, y el Arcángel que fui ha quedado en el pasado relegado a un Caído, como lo es mi hermano Lucifer pero sin dejar de amar a los hombres de buena voluntad, sin dejar de ayudar a este Mundo oscuro y doloroso, sin poder odiar a Dios y sin dejar de proteger a los más débiles de los seres oscuros que pueblan las calles de la Tierra.
-Me describió a sus amigos en las largas noches de espera, intentó colaborar conmigo en varias ocasiones. Aún le estoy agradecido por ello, pese a su carácter.
Nunca osaría criticar el humor, o defectos de forma, de aquellos que me habían apoyado. Él era un buen hombre, aunque su carácter chocara con el mío mucho más sencillo. Lestat se fascinaba eligiendo cada pequeño detalle con el mejor tino, buscando en cada uno de estos la mejor calidad para disfrutarlos unos segundos antes de cansarse. Yo me conformaba con un té o un café caliente entre mis manos, una silla algo cómoda y un techo que cubriera mi cabeza. Un ejemplo era el hotel donde nos hospedábamos Olivia y yo, un pequeño lugar donde se sentía la calidez. Sin embargo, aspiraba a algo más. Deseaba encontrar una vivienda y reconstruirla con mis propias manos, cerca de la naturaleza. Lestat hubiera optado por una mansión llena de empleados, todos ellos vestidos con elegancia y los detalles más gloriosos adornando cada rincón. Debido a este choque de visiones estábamos condenados a discutir, aunque no de forma airada.
Mientras me hundía en mis recuerdos él caminaba y mis pasos iban a su son, sin despegar demasiado mi figura de la suya. Poseía mis alas ocultas, pero podía notar como algunos me contemplaban con cierta lástima y otros con desprecio. Los azotes que me habían regalado en el infierno seguían ardiendo en mi piel, aún dolían como si hubieran sido realizado minutos atrás. Sin embargo, no había marca alguna de estos en mi clara dermis. Olivia estaba más aliviada, con ella había usado mi poder igual que con David. Sin embargo, para sanarlo a él debía tener la voluntad de Dios y él me había dado la espalda.
Al entrar en aquella pequeña tienda el aroma a té y especias hizo que mis fosas nasales se ensancharan. Era un aroma tan agradable y que me recordaba a mi buen amigo Sean, así como aquella pequeña cafetería donde el tiempo parecía haberse detenido. Deseaba volver al Jardín Secreto, ver a mi buen amigo y llorar mis penas esta vez. Sin embargo, no tenía derecho alguno para rogar un cálido abrazo cuando debía llevar solo la cruz miserable de la desobediencia.
El dueño de la tienda era asiático. Hice el mismo gesto cortés que él tomó conmigo, ensanché mi sonrisa mientras escuchaba a David dialogar con aquel hombre. Su aspecto era frágil, pero su alma parecía fuerte. Poseía una presencia amable, muy cercana, y también misteriosa que me recordó a varias personas que había conocido a lo largo de los milenios. Personas que habían sido claves para el desempeño de mis funciones, de las obras que deseaba ofrendar gracias a Dios.
-No, antes eran blancas con algunos tonos dorados y plateados. Ahora son negras, como la noche, cobres y gris plomo.
Agaché la mirada al hablar de mis alas, aún me dolía porque era reciente. Sin embargo, aquellos niños no podía dejarlos morir. No importaba la impronta con la cual nacieron, ellos eran flores nuevas surgiendo de la tierra agrietada y seca.
-Caí por desobediencia. Aunque he pedido a Dios disculpas por anteponer la vida de unos niños a sellar demonios, dudo que él me acepte de nuevo en su reino ya que no lo lamento en absoluto. Por eso mis alas son distintas, y el Arcángel que fui ha quedado en el pasado relegado a un Caído, como lo es mi hermano Lucifer pero sin dejar de amar a los hombres de buena voluntad, sin dejar de ayudar a este Mundo oscuro y doloroso, sin poder odiar a Dios y sin dejar de proteger a los más débiles de los seres oscuros que pueblan las calles de la Tierra.
Invitado- Invitado
Re: Locura (Priv)
Una leve crispación de dolor surcó el rostro de David al escuchar esas palabras, en realidad se vertían como una especie de veneno sobre aquella mínima esperanza de que el Dios que todos pregonaban fuera él que realmente existían, que él, con todas sus teorías erudita sobre la naturaleza del creador se hubiera equivocado. Que era una criatura de amor y piedad aunque numerosas referencia en la Biblia y otros escritos sagrados anteriores mostraban también que era un Dios de cólera y castigo. Pero no esperaba aquello, hubiera preferido que Rafael le dijera que mancilló sus alas con un pecado, algo imperdonable pero no aquello..no aquello.
-Dioses...-susurró y enterró el rostro de repente entre sus manos, David no solía exponer sus emociones de aquella forma pero estaba completamente agotado, exahusto tras el encuentro con Caim, ser marcado por aquella hoja, el dolor que lo acasó varias noches seguidas y luego el duelo mantenido con aquella parte oscura de su ser. Cerró los ojos entre sus dedos, se sentía de repente derrotado, vacío de todas esas fuerzas que siempre lo animaron. Jadeó roncamente, tratando de controlarse.
El señor Lee se aproximó de nuevo con su juego de té, entre sus manos, observó a David y depositó delante de él la taza sin decir palabra, después delante del celestial, en el centro de la pequeña mesa lacada un plato con pequeñas pastas de colores pastel, muy dulces para acompañar el té verde muy amargo. Se retiró y David se sobrepuso poco a poco, alargó los dedos y aferró la taza de porcelana, calentandose las manos con ella.
-Disculpa..no sé que me ha ocurrido-sí lo sabía pero no quería hablar de ello. Sus ojos dorados estaban levemente empañados, poco a poco alzó el rostro hacia él, la cicatriz lo marcaba claramente-Llevo unos días..incómodo.-olió el aroma del té y sus hombros se relajaron visiblemente-Tuve un encuentro con Caim y hace unas semanas con Leviatham, imagino que ambos nombres te son conocidos.-alzó la vista hacia él y pareció contener la respiración por unos instantes-lamento lo de tus alas, en realidad no imaginas cuanto.
-Dioses...-susurró y enterró el rostro de repente entre sus manos, David no solía exponer sus emociones de aquella forma pero estaba completamente agotado, exahusto tras el encuentro con Caim, ser marcado por aquella hoja, el dolor que lo acasó varias noches seguidas y luego el duelo mantenido con aquella parte oscura de su ser. Cerró los ojos entre sus dedos, se sentía de repente derrotado, vacío de todas esas fuerzas que siempre lo animaron. Jadeó roncamente, tratando de controlarse.
El señor Lee se aproximó de nuevo con su juego de té, entre sus manos, observó a David y depositó delante de él la taza sin decir palabra, después delante del celestial, en el centro de la pequeña mesa lacada un plato con pequeñas pastas de colores pastel, muy dulces para acompañar el té verde muy amargo. Se retiró y David se sobrepuso poco a poco, alargó los dedos y aferró la taza de porcelana, calentandose las manos con ella.
-Disculpa..no sé que me ha ocurrido-sí lo sabía pero no quería hablar de ello. Sus ojos dorados estaban levemente empañados, poco a poco alzó el rostro hacia él, la cicatriz lo marcaba claramente-Llevo unos días..incómodo.-olió el aroma del té y sus hombros se relajaron visiblemente-Tuve un encuentro con Caim y hace unas semanas con Leviatham, imagino que ambos nombres te son conocidos.-alzó la vista hacia él y pareció contener la respiración por unos instantes-lamento lo de tus alas, en realidad no imaginas cuanto.
David Talbot- Cantidad de envíos : 394
Fecha de inscripción : 14/02/2012
Localización : Puede que Trafalgar Square
Re: Locura (Priv)
Me sentí incómodo ante su reacción, aunque también agradecí que fuera amable conmigo y no me rechazara por haber descendido. Yo deseaba seguir colaborando con Dios, aunque este no me amara. Recordé entonces el Cantar del Mío Cid donde se cantaba la gesta de Rodrigo Díaz de Vivar, el cual a pesar de ser rechazado por su Rey él siguió luchando, conquistando territorio para rendirlos en tributo. Yo no iría contra seres de otra raza, tan sólo contra aquellos que dañaran o perturbaran a las criaturas que deseaban proseguir su camino en paz.
-Arigato, anata wa totemo shinsetsu.
(Gracias, es usted muy amable)
Susurré a su amigo antes que se retirara, lo hice esbozando la más cálida de mis sonrisas. Mis ojos eran como cielo líquido, se veía en ellos la claridad de la esperanza. La escasa luz que poseía era el amor de Olivia, ella me daba fuerzas y promovía en mí el amor hacia el resto de criaturas. De no ser por ella mis pasos se hubieran perdido en los bosques, quedando como estatua aferrado a la piedra donde oraba. Mis lágrimas no se hubieran secado jamás, mi dolor se hubiera propagado por el resto de los siglos.
-No se preocupe, lo comprendo.
Mis palabras eran sinceras, aunque no sabía si él las tomaría de esa forma. Sabía que quizás no me creería, era mi mayor temor. Miré el té mientras meditaba sobre el tono de mi voz, mis actos y mis palabras dichas, así como las que callaba. Mis ojos se quedaron fijos frente a la taza de té, la cual tomé entre mis manos observando el líquido con cierta melancolía.
Recordé el momento en el cual invité a Olivia a café, como todo se empezó a desatar en mi interior, y después las dudas de Miguel. Miguel dudaba de padre, me hizo dudar a mí y terminé cediendo. Finalmente hice que ella cayera y temía que ahora mi hermano también lo hiciera. Fruncí el ceño antes de dar un leve trago de aquella amarga bebida, sin embargo esbocé una sonrisa taimada.
-No es fácil luchar contra los demonios, menos cuando están en nuestro interior. Tenga fe, sea fuerte y vencerá. Pero tome mi consejo con seriedad, los demonios juegan con un tablero lleno de mentiras y crueldad.
Conocía bien la jerarquía, así como los poderes de ambos seres, eran lores infernales. Seres sacados de las mayores pesadillas del hombre y para el hombre. La oscuridad los alimentaba, pero la luz de los corazones puros les cegaba y dañaba más que cualquier lanza. El odio se debía contrarrestar con amor, no con acciones violentas. Sólo en los casos más críticos se debía luchar. Yo lo creía de ese modo, quizás por eso era el más humano y el menos belicoso de mis hermanos, junto con Zadkiel.
-Arigato, anata wa totemo shinsetsu.
(Gracias, es usted muy amable)
Susurré a su amigo antes que se retirara, lo hice esbozando la más cálida de mis sonrisas. Mis ojos eran como cielo líquido, se veía en ellos la claridad de la esperanza. La escasa luz que poseía era el amor de Olivia, ella me daba fuerzas y promovía en mí el amor hacia el resto de criaturas. De no ser por ella mis pasos se hubieran perdido en los bosques, quedando como estatua aferrado a la piedra donde oraba. Mis lágrimas no se hubieran secado jamás, mi dolor se hubiera propagado por el resto de los siglos.
-No se preocupe, lo comprendo.
Mis palabras eran sinceras, aunque no sabía si él las tomaría de esa forma. Sabía que quizás no me creería, era mi mayor temor. Miré el té mientras meditaba sobre el tono de mi voz, mis actos y mis palabras dichas, así como las que callaba. Mis ojos se quedaron fijos frente a la taza de té, la cual tomé entre mis manos observando el líquido con cierta melancolía.
Recordé el momento en el cual invité a Olivia a café, como todo se empezó a desatar en mi interior, y después las dudas de Miguel. Miguel dudaba de padre, me hizo dudar a mí y terminé cediendo. Finalmente hice que ella cayera y temía que ahora mi hermano también lo hiciera. Fruncí el ceño antes de dar un leve trago de aquella amarga bebida, sin embargo esbocé una sonrisa taimada.
-No es fácil luchar contra los demonios, menos cuando están en nuestro interior. Tenga fe, sea fuerte y vencerá. Pero tome mi consejo con seriedad, los demonios juegan con un tablero lleno de mentiras y crueldad.
Conocía bien la jerarquía, así como los poderes de ambos seres, eran lores infernales. Seres sacados de las mayores pesadillas del hombre y para el hombre. La oscuridad los alimentaba, pero la luz de los corazones puros les cegaba y dañaba más que cualquier lanza. El odio se debía contrarrestar con amor, no con acciones violentas. Sólo en los casos más críticos se debía luchar. Yo lo creía de ese modo, quizás por eso era el más humano y el menos belicoso de mis hermanos, junto con Zadkiel.
Invitado- Invitado
Re: Locura (Priv)
David contempló a Rafael durante unos largos minutos, en completo silencio, aquellas palabras aunque pronunciadas en un tono cálido y firme, le sonaban huecas y vacías, de hecho hasta eran muy parecidas a las que numerosos grupos religiosos o sectas pronunciaban, se parecían demasiado para estar saliendo de los labios perfectos de un Celestial. Bajó la delicada porcelana, el té verde aun humeaba, era las palabras de alguien que esperaba, inocentemente, que una espada o un tanque, o la lluvía ácida fuera detenida con solo sentarse y sonreír al cielo. La esperanza que David guardaba en su interior no se sustentaba solo en dar mantas o cobijar a aquellos que buscaban su ayuda en las catacumbas de Londres. Creían en él porque David luchaba, no estaba dispuesto a ceder y sabía que era mejor morir combatiendo que de rodillas delante de las ventanillas de racionamiento.
El Celestial no podía culparlo de pensar así, David tenía su forma de llevar aquella lucha, ya fuera mediante sus conocimientos o mediante la fuerza. Las revoluciones, desde la Francesa hasta la Primavera Árabe, comenzaban porque las personas no estaban dispuestas a ser pisoteadas por los poderosos y cuando no tenían nada que perder porque se lo arrebataban todo, era hora luchar, no había nada mas que perder que la vida y la vida no merecía ser vivida si no eras un ser humano, si eras menos que una persona. Y los demonios consideraban a todos meras bestias, no se podían esperar compasión ni aplacarlos, uno debía levantarse y defender su hogar y aquellos que amaba. Pero hubiera deseado escuchar que también podía tener esperanzas que aquella lucha fuera comprendida y apoyada, él no era arrogante, no era lo suficientemente poderoso para detener la enorme marea de maldad.
-Rafa, me llenas de dolor extraño al decir esas palabras. ¿Acaso las crees de verdad? no será tus palabras lo que detenga el asesinato y esclavitud de niños. Puedes recoger los pedazos de todo lo que ellos destrozan pero ..¿no sería mas adecuado evitar el destrozo antes de que se produzca? Quieres aliviar el dolor pero el daño ya está hecho cuando tú llegas a los que proteges, la herida ya está inflingida..-ladeó el rostro y sus dorados ojos se posaron fuera, la lluvía caia con fuerza, todo era oscuridad impenetrable.
-Tengo razones para luchar y tengo razones para continuar haciéndolo.-volvió los aureos orbes hacia aquel hombre que estaba sentando delante de él-Y te juro que ojalá nunca hubiera llegado el día en el cual yo tuviera que cambiar mis libros por las armas. Pero si llegara el día que tuviera un descendiente no quisiera que creciera en este mundo.
Alargó las manos de repente y rozó los dedos del Celestial, cerrando los ojos, inclinando la cabeza-Mi madre me hacia orar todas las noches, decía que tenia que dar las gracías a mi ángel de la guarda. ¿Aún puedo guardar esperanzas?
El Celestial no podía culparlo de pensar así, David tenía su forma de llevar aquella lucha, ya fuera mediante sus conocimientos o mediante la fuerza. Las revoluciones, desde la Francesa hasta la Primavera Árabe, comenzaban porque las personas no estaban dispuestas a ser pisoteadas por los poderosos y cuando no tenían nada que perder porque se lo arrebataban todo, era hora luchar, no había nada mas que perder que la vida y la vida no merecía ser vivida si no eras un ser humano, si eras menos que una persona. Y los demonios consideraban a todos meras bestias, no se podían esperar compasión ni aplacarlos, uno debía levantarse y defender su hogar y aquellos que amaba. Pero hubiera deseado escuchar que también podía tener esperanzas que aquella lucha fuera comprendida y apoyada, él no era arrogante, no era lo suficientemente poderoso para detener la enorme marea de maldad.
-Rafa, me llenas de dolor extraño al decir esas palabras. ¿Acaso las crees de verdad? no será tus palabras lo que detenga el asesinato y esclavitud de niños. Puedes recoger los pedazos de todo lo que ellos destrozan pero ..¿no sería mas adecuado evitar el destrozo antes de que se produzca? Quieres aliviar el dolor pero el daño ya está hecho cuando tú llegas a los que proteges, la herida ya está inflingida..-ladeó el rostro y sus dorados ojos se posaron fuera, la lluvía caia con fuerza, todo era oscuridad impenetrable.
-Tengo razones para luchar y tengo razones para continuar haciéndolo.-volvió los aureos orbes hacia aquel hombre que estaba sentando delante de él-Y te juro que ojalá nunca hubiera llegado el día en el cual yo tuviera que cambiar mis libros por las armas. Pero si llegara el día que tuviera un descendiente no quisiera que creciera en este mundo.
Alargó las manos de repente y rozó los dedos del Celestial, cerrando los ojos, inclinando la cabeza-Mi madre me hacia orar todas las noches, decía que tenia que dar las gracías a mi ángel de la guarda. ¿Aún puedo guardar esperanzas?
David Talbot- Cantidad de envíos : 394
Fecha de inscripción : 14/02/2012
Localización : Puede que Trafalgar Square
Re: Locura (Priv)
-No me acuses de algo que desconoces.
Mis palabras fueron duras. No admitiría jamás que mi forma de luchar era inútil. Había encerrado a cientos de demonios, conducido a hermanos hasta prácticamente las puertas del infierno, ayudado a hombres santos a seguir luchando pese a sus heridas, dado fuerzas a las madres de este mundo y generar buenos sentimientos encontrándolos bajo los escombros de los más dañinos. Capturé almas a punto de la perdición, bendije a varios de mis hermanos caídos al ver como volvían a creer en Padre, que seguían luchando a su modo contra la crueldad, y por supuesto aún era para muchos el Arcángel Rafael, el protector de los enfermos y el salvador de la humanidad.
-He luchado desde mucho antes que tú surgieras como un humano más, frágil y desprovisto de todo. Tu madre te mecía en la cuna cuando yo capturaba demonios, salvaba vidas en conflictos bélicos y ayudaba a los más belicosos de mis hermanos a seguir firmes. Uriel y Miguel, los más formidables guerreros.
Recordé guerras cruentas desde que el mundo era mundo. El ser humano comenzó a codiciar demasiado el paraíso que le había ofrecido Dios. El Jardín del Edén era arrasado desde dentro. Yo era el ángel de la conciencia de muchos, el ángel que ofrecía la bondad a cambio de nada, y que curaba a los guerreros más nobles para que siguieran luchando, pero no en batallas contra sus hermanos sino contra los demonios.
Temblé unos segundos al recordar las Guerras Santas propiciadas por demonios, libradas en nombre de Dios o Jesucristo, y envenenadas por el poder, la maldita codicia y la envidia. Me aproximé a esas guerras, di consuelo a todo aquel que moría y le hacía arrepentirse de haber empuñado una espada blasfemando contra aquel que tanto lo amaba, su Dios... el Dios de todos, mi creador y el suyo.
Las bombas nucleares, los misiles de submarinos rusos, las balas disparadas en las calles, las danzas tribales contra el hombre blanco y su explotación de las minas de diamantes, los gritos de aquellos que pedían libertad mientras que Francisco Franco mandaba aniquilaros, los campos de concentración de Hitler o cualquier yaga sangrante en el pasado histórico del mundo. Desde los conflictos con lanzas hasta los actuales que se generaban con las armas más destructivas.
-Sigo bajo las órdenes de Dios, aunque Dios no me desee a su lado. Prácticamente no he dejado este lugar, desde que se creó decidí quedarme. Tal vez, el salvar a unos niños de un incendio, pese a estar proscritos por Dios debido a quienes eran sus padres, te sea insignificante comparado con atrapar dos demonios inferiores. Sin embargo, prefiero caer por ayudar a otros que caer por la excesiva soberbia, como han hecho algunos de mis hermanos.
Dejé la taza humeante sobre el mostrador, sentía aún sus dedos contra mis manos. Eran manos grandes, algo ásperas por la espada, y blancas comparadas con las suyas de un tono más dorado. Tomé sus manos entre las mías, dejé la palma de mi mano contra la suya de modo que mis dedos acariciaban su muñeca y los suyos la mía. Mis manos eran más frías desde que Dios no me acompañaba, pero eso no quitaba que tuviera calidez en mis actos o palabras.
-Si no hay esperanzas no habrá lucha, entonces todo se perderá. Como notas mis manos son las de un guerrero, que no te confunda que también luche de otra forma distinta. No puedo aceptar el llanto de un niño, el dolor de una mujer o el derrotismo en el corazón de un buen hombre. Tal vez crear calzadas para poder llegar mejor a un hospital, como hice con mi pareja, sea algo mínimo para ti, pero no para ellos. Sin embargo, no es lo único que hacemos.
Mis palabras fueron duras. No admitiría jamás que mi forma de luchar era inútil. Había encerrado a cientos de demonios, conducido a hermanos hasta prácticamente las puertas del infierno, ayudado a hombres santos a seguir luchando pese a sus heridas, dado fuerzas a las madres de este mundo y generar buenos sentimientos encontrándolos bajo los escombros de los más dañinos. Capturé almas a punto de la perdición, bendije a varios de mis hermanos caídos al ver como volvían a creer en Padre, que seguían luchando a su modo contra la crueldad, y por supuesto aún era para muchos el Arcángel Rafael, el protector de los enfermos y el salvador de la humanidad.
-He luchado desde mucho antes que tú surgieras como un humano más, frágil y desprovisto de todo. Tu madre te mecía en la cuna cuando yo capturaba demonios, salvaba vidas en conflictos bélicos y ayudaba a los más belicosos de mis hermanos a seguir firmes. Uriel y Miguel, los más formidables guerreros.
Recordé guerras cruentas desde que el mundo era mundo. El ser humano comenzó a codiciar demasiado el paraíso que le había ofrecido Dios. El Jardín del Edén era arrasado desde dentro. Yo era el ángel de la conciencia de muchos, el ángel que ofrecía la bondad a cambio de nada, y que curaba a los guerreros más nobles para que siguieran luchando, pero no en batallas contra sus hermanos sino contra los demonios.
Temblé unos segundos al recordar las Guerras Santas propiciadas por demonios, libradas en nombre de Dios o Jesucristo, y envenenadas por el poder, la maldita codicia y la envidia. Me aproximé a esas guerras, di consuelo a todo aquel que moría y le hacía arrepentirse de haber empuñado una espada blasfemando contra aquel que tanto lo amaba, su Dios... el Dios de todos, mi creador y el suyo.
Las bombas nucleares, los misiles de submarinos rusos, las balas disparadas en las calles, las danzas tribales contra el hombre blanco y su explotación de las minas de diamantes, los gritos de aquellos que pedían libertad mientras que Francisco Franco mandaba aniquilaros, los campos de concentración de Hitler o cualquier yaga sangrante en el pasado histórico del mundo. Desde los conflictos con lanzas hasta los actuales que se generaban con las armas más destructivas.
-Sigo bajo las órdenes de Dios, aunque Dios no me desee a su lado. Prácticamente no he dejado este lugar, desde que se creó decidí quedarme. Tal vez, el salvar a unos niños de un incendio, pese a estar proscritos por Dios debido a quienes eran sus padres, te sea insignificante comparado con atrapar dos demonios inferiores. Sin embargo, prefiero caer por ayudar a otros que caer por la excesiva soberbia, como han hecho algunos de mis hermanos.
Dejé la taza humeante sobre el mostrador, sentía aún sus dedos contra mis manos. Eran manos grandes, algo ásperas por la espada, y blancas comparadas con las suyas de un tono más dorado. Tomé sus manos entre las mías, dejé la palma de mi mano contra la suya de modo que mis dedos acariciaban su muñeca y los suyos la mía. Mis manos eran más frías desde que Dios no me acompañaba, pero eso no quitaba que tuviera calidez en mis actos o palabras.
-Si no hay esperanzas no habrá lucha, entonces todo se perderá. Como notas mis manos son las de un guerrero, que no te confunda que también luche de otra forma distinta. No puedo aceptar el llanto de un niño, el dolor de una mujer o el derrotismo en el corazón de un buen hombre. Tal vez crear calzadas para poder llegar mejor a un hospital, como hice con mi pareja, sea algo mínimo para ti, pero no para ellos. Sin embargo, no es lo único que hacemos.
Invitado- Invitado
Re: Locura (Priv)
Aun con todo, las manos del ángel era más cálidas que las de David, la piel de un vampiro siempre resultaba fría, helada sino estaba insuflada del calor por la sangre recién ingerida. Los dorados ojos se posaron en los dedos de Rafael, observándolos como si ello fuera revelarle todos los secretos del universo, sentía algo,quizás era el poder que aun quedaba dentro de aquel ser que le cosquilleaba, apretó sus labios y luego los entreabrió para dejar escapar apenas un suspiro profundo, no precisaba respirar pero en él era algo puramente instintivo, una costumbre que no estaba dispuesto a sacrificar, no quería arrojar lejos de si ese rasgo de mortalidad. Porque a veces necesitaba sentirse humano y no tan monstruo. Porque lo era, era un monstruo de buena aparienca y bien vestido.
Cerró los ojos, solo unos instantes, escuchando la lluvia, intensa, fuerte, escuchando la misma respiración del ángel, escuchando los latidos de su fuerte corazón y oliendo el aroma a té al tiempo que éste se mezclaba con la esencia que desprendía Rafael y lo envolvía todo con una especie de bendición. Los parpados se alzaron de nuevo y enfocó el rostro perfecto que estaba delante de él y que le recordaba a una de las esculturas de Rubens. Sus ojos vampiricos apreciaron que no envejecía, no había imperfecciones en aquella piel, nada que delatara su edad impedecedera.
Se percató que llevaba demasiados minutos aferrando sus manos como si fuera un colegial-Lo siento...-retiró los largos dedos despacio, rompiendo el contacto entre ellos. Lo había necesitado, después de ser tocado por Caim, precisaba algo fresco, puro y que aliviara su dolor. Posó de nuevo sus ojos en las alas, en aquellas plumas opacas.
-Perdona mi atrevimiento y comprenderé que me desaires si crees que lo merezco. ¿Me darías una de tus plumas?-David no cesaba de mirar aquellas alas grandiosas, debieron ser terriblemente hermosas cuando fueron de oro y blanco, capaces de parar el corazón de cualquier fiel y hacer volar la imaginación de cualquier artista-Aunque estoy en deuda contigo por haberme salvado...y esto haría mayor el favor que te debiera.-alzo los dedos para evitar una pronto réplica-por favor, se que lo hiciste por piedad y por compasión pero déjame sentir que te debo algo y que un día pueda pagarlo.
Cerró los ojos, solo unos instantes, escuchando la lluvia, intensa, fuerte, escuchando la misma respiración del ángel, escuchando los latidos de su fuerte corazón y oliendo el aroma a té al tiempo que éste se mezclaba con la esencia que desprendía Rafael y lo envolvía todo con una especie de bendición. Los parpados se alzaron de nuevo y enfocó el rostro perfecto que estaba delante de él y que le recordaba a una de las esculturas de Rubens. Sus ojos vampiricos apreciaron que no envejecía, no había imperfecciones en aquella piel, nada que delatara su edad impedecedera.
Se percató que llevaba demasiados minutos aferrando sus manos como si fuera un colegial-Lo siento...-retiró los largos dedos despacio, rompiendo el contacto entre ellos. Lo había necesitado, después de ser tocado por Caim, precisaba algo fresco, puro y que aliviara su dolor. Posó de nuevo sus ojos en las alas, en aquellas plumas opacas.
-Perdona mi atrevimiento y comprenderé que me desaires si crees que lo merezco. ¿Me darías una de tus plumas?-David no cesaba de mirar aquellas alas grandiosas, debieron ser terriblemente hermosas cuando fueron de oro y blanco, capaces de parar el corazón de cualquier fiel y hacer volar la imaginación de cualquier artista-Aunque estoy en deuda contigo por haberme salvado...y esto haría mayor el favor que te debiera.-alzo los dedos para evitar una pronto réplica-por favor, se que lo hiciste por piedad y por compasión pero déjame sentir que te debo algo y que un día pueda pagarlo.
David Talbot- Cantidad de envíos : 394
Fecha de inscripción : 14/02/2012
Localización : Puede que Trafalgar Square
Re: Locura (Priv)
Seguía recordando la última gran batalla, aquella en la cual me vi desprovisto de mi cuerpo mortal. Durante décadas sufrí heridas que ni Dios ni yo mismo sanaron, dejé que el tiempo lo hiciera. Había perdido a Marta, el fruto de su vientre y cualquier esperanza en la humanidad. El mundo se había sumido en caos. La depravación era la nana de cada noche, la misma que aún recorría cada calle provocando escalofríos a las almas puras, las escasas que aún quedaban. Mis ojos azules se enturbiaron y tuve deseos de sollozar como lo haría un niño. Me veía inútil en ocasiones, pese a que mi espada seguía certera aún sin los consejos de Dios. Yo seguía luchando, como lo hice en el pasado, buscando sobrevivir junto a todo aquel bienaventurado en los caminos oscuros de esta nueva era.
Sentía que por momentos se desvanecía en sus pensamientos, igual que yo hacía con los míos. La estancia se envolvió en silencio y se abrió paso las sensaciones. Mis ojos se quedaron fijos en su rostro mientras respiraba, intentando quizás encontrar la calidez que aún poseía. Si tenía luz no era por Dios, sino por Olivia. Ella me daba la esperanza, la fortaleza y el deseo de continuar. Sin ella me hubiera quedado anclado en la piedra rezando mientras me lamentaba por mi nueva situación.
Expandí mis alas con cuidado agitándolas como lo haría un ave. Algunas hojas se movieron en el mostrador, cayendo al suelo, si bien ningún objeto sufrió daño alguno. Varias plumas cayeron a mis pies, plumas negras junto algunas de color bronce.
-Toma las que desees, siempre termino perdiendo alguna.
Esbocé una sonrisa con cierto dolor al contemplarla tan oscuras, mi denso plumaje estaba maldito. De inmediato oculté mis alas arrodillándome en el suelo, tomando las plumas mientras las juntaba con cierto dolor. Sentía que me quemaban los dedos, aunque era un sentimiento que sólo estaba en mis emociones. Me incorporé tendiéndoselas, un puñado de plumas que quizás podría usar para marcar los libros que tanto amaba.
Sentía que por momentos se desvanecía en sus pensamientos, igual que yo hacía con los míos. La estancia se envolvió en silencio y se abrió paso las sensaciones. Mis ojos se quedaron fijos en su rostro mientras respiraba, intentando quizás encontrar la calidez que aún poseía. Si tenía luz no era por Dios, sino por Olivia. Ella me daba la esperanza, la fortaleza y el deseo de continuar. Sin ella me hubiera quedado anclado en la piedra rezando mientras me lamentaba por mi nueva situación.
Expandí mis alas con cuidado agitándolas como lo haría un ave. Algunas hojas se movieron en el mostrador, cayendo al suelo, si bien ningún objeto sufrió daño alguno. Varias plumas cayeron a mis pies, plumas negras junto algunas de color bronce.
-Toma las que desees, siempre termino perdiendo alguna.
Esbocé una sonrisa con cierto dolor al contemplarla tan oscuras, mi denso plumaje estaba maldito. De inmediato oculté mis alas arrodillándome en el suelo, tomando las plumas mientras las juntaba con cierto dolor. Sentía que me quemaban los dedos, aunque era un sentimiento que sólo estaba en mis emociones. Me incorporé tendiéndoselas, un puñado de plumas que quizás podría usar para marcar los libros que tanto amaba.
Invitado- Invitado
Re: Locura (Priv)
David se puso en pie cuando vio que las plumas caían al suelo casi descuidamente, vio que el ángel se arrodillaba para cogerlas como si fueran una especie de ramos de flores marchitas, echadas a perder, que nadie querría o necesitara, propias de un difunto o un cementerio. El vampiro lo observó en aquella postura, parecía que estuviera perdón, que se arrepintiera, que un profundo dolor que no podía ser alviado o consolado de forma alguna estuviera traspasando todo su cuerpo. David frunció el ceño apenas y sus ojos dorados destellaron, de repente se acercó a él, quizás demasiado impulsivamente y lo aferró de los hombros, con aquellos dedos duros y largos, por poco no lo puso en pie a la fuerza pero él se adelantó.
El vampiro separó las manos, sus ojos dorados se posaron en las plumas, aun con aquella tonalidad eran hermosas y destellaban como el velo de una viuda. Suspiró, profundamente, estiró una mano y las cogi con dulzura, delicadamente, tenía sus razones para pedírselas aunque alguna de ellas no fueran románticas. La mano derecha se alzó y le rozó apenas el rostro a Rafael, apartando alguno de sus rubios cabellos para poder penetrar en la expresión que su rostro dibujó, las yemas del vampiro se posaron en su mejilla, rozándola pero no atreviéndose a mas, le quemaba aquel ser.-No pongas esa cara...-su tono ahora fue menos formal al ver su aflición-Las cosas cambiarán de una forma u otra...siempre cambian
Él prefería pensar que era así, que todo mejoraría aunque estuvieran rodeados de la oscuridad. Dio un paso adelante y lo abrazó, sosteniéndolo, cuidando de no tocar sus grandeas alas, le daban demasiado respeto. No sabía si eso gesto lo ayudaría o si lo encotraría demasiado atrevio y lo rechazaría, estaría en su derecho de hacerlo, después de todo, él era un vampiro, no era ninguna criatura de luz, el sol lo mataría sin se posara sobre su cuerpo, en realidad era algo frágil e insustancial como la niebla al amanecer.
El vampiro separó las manos, sus ojos dorados se posaron en las plumas, aun con aquella tonalidad eran hermosas y destellaban como el velo de una viuda. Suspiró, profundamente, estiró una mano y las cogi con dulzura, delicadamente, tenía sus razones para pedírselas aunque alguna de ellas no fueran románticas. La mano derecha se alzó y le rozó apenas el rostro a Rafael, apartando alguno de sus rubios cabellos para poder penetrar en la expresión que su rostro dibujó, las yemas del vampiro se posaron en su mejilla, rozándola pero no atreviéndose a mas, le quemaba aquel ser.-No pongas esa cara...-su tono ahora fue menos formal al ver su aflición-Las cosas cambiarán de una forma u otra...siempre cambian
Él prefería pensar que era así, que todo mejoraría aunque estuvieran rodeados de la oscuridad. Dio un paso adelante y lo abrazó, sosteniéndolo, cuidando de no tocar sus grandeas alas, le daban demasiado respeto. No sabía si eso gesto lo ayudaría o si lo encotraría demasiado atrevio y lo rechazaría, estaría en su derecho de hacerlo, después de todo, él era un vampiro, no era ninguna criatura de luz, el sol lo mataría sin se posara sobre su cuerpo, en realidad era algo frágil e insustancial como la niebla al amanecer.
David Talbot- Cantidad de envíos : 394
Fecha de inscripción : 14/02/2012
Localización : Puede que Trafalgar Square
Re: Locura (Priv)
No esperaba aquellos gestos de alguien como él, siempre había imaginado a David Talbot como alguien menos pasional y más taimado. Si bien, sólo tenía en mi mente los viejos recuerdos que me había susurrado Lestat. Aquel rubio estúpido y arrogante de buen corazón pese a todo, un bailarín en dos mundos que no cae de la cuerda y sigue danzando contoneándose a ritmo de rock, podía no conocer bien a su amigo o quizás no haber llegado a explicarme bien cómo eran las personas que amaba, o apreciaba. Todos tenemos una visión del mundo, la real es cuando escasos datos los damos todos por ciertos.
-El mundo lleva cambiando desde que existe, si bien yo no he cambiado pese a mi caída.
Acepté su abrazo, el cual me había tomado desprevenido, y rodeándolo a la vez entre los míos. Lo estreché con calidez, la misma que podría tener un padre o un viejo amigo. Jamás había sido frío con otros seres, a pesar que algunos eran ángeles caídos y quizás sin solución alguna. Sabía que en la oscuridad siempre podía brillar la luz de la esperanza, y pese a todo brillaba dentro del pecho de David deseando ser el candil que le guiara a la felicidad, que no era más que la serenidad de saber que se ha hecho todo y se ha logrado grandes metas.
-Cuídate.
Tomé su rostro entre mis manos acariciándolo sin temor, él sí lo hacía conmigo como si pudiera destruirlo con un chasquido de mis dedos, para contemplarlo unos segundos antes de besar su frente. Parecía un ángel puro bendiciendo a un proscrito, pero ambos habíamos caído a la brea de las tinieblas y nos quemábamos sin saberlo.
Me aparté de él girándome hacia la puerta, ya con mis alas ocultas mientras meditaba sobre mis siguientes acciones. Sabía que había hombres y mujeres que me necesitaban, pero quizás regresara donde Olivia y le pidiera que me acompañara. Necesitaba tenerla a mi lado, sin importar si el peligro nos asechaba.
-El mundo lleva cambiando desde que existe, si bien yo no he cambiado pese a mi caída.
Acepté su abrazo, el cual me había tomado desprevenido, y rodeándolo a la vez entre los míos. Lo estreché con calidez, la misma que podría tener un padre o un viejo amigo. Jamás había sido frío con otros seres, a pesar que algunos eran ángeles caídos y quizás sin solución alguna. Sabía que en la oscuridad siempre podía brillar la luz de la esperanza, y pese a todo brillaba dentro del pecho de David deseando ser el candil que le guiara a la felicidad, que no era más que la serenidad de saber que se ha hecho todo y se ha logrado grandes metas.
-Cuídate.
Tomé su rostro entre mis manos acariciándolo sin temor, él sí lo hacía conmigo como si pudiera destruirlo con un chasquido de mis dedos, para contemplarlo unos segundos antes de besar su frente. Parecía un ángel puro bendiciendo a un proscrito, pero ambos habíamos caído a la brea de las tinieblas y nos quemábamos sin saberlo.
Me aparté de él girándome hacia la puerta, ya con mis alas ocultas mientras meditaba sobre mis siguientes acciones. Sabía que había hombres y mujeres que me necesitaban, pero quizás regresara donde Olivia y le pidiera que me acompañara. Necesitaba tenerla a mi lado, sin importar si el peligro nos asechaba.
Invitado- Invitado
Re: Locura (Priv)
(Creo que puedo dar el tema por cerrado entonces)
TEMA CERRADO.
TEMA CERRADO.
David Talbot- Cantidad de envíos : 394
Fecha de inscripción : 14/02/2012
Localización : Puede que Trafalgar Square
Temas similares
» All you need is.... SEX - priv +18-
» Love me - priv -
» Bloodflowers -priv- 18+
» Hermana...(Priv)
» Beyond Redemption - Priv -
» Love me - priv -
» Bloodflowers -priv- 18+
» Hermana...(Priv)
» Beyond Redemption - Priv -
Damned Souls :: :: ● Otros Sitios del Mundo ● :: ● AMÉRICA ● :: ••【 Los Angeles City 】•• :: ● BARRIOS BAJOS ●
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Jue Mayo 24, 2018 10:09 am por Kenneth Shaw
» Disenchanted [Adrian]
Jue Mayo 24, 2018 7:15 am por Kenneth Shaw
» Links caídos.
Miér Nov 16, 2016 2:25 pm por Leonor Regnault
» Registro de Avatares - OBLIGATORIO
Miér Nov 16, 2016 2:11 pm por Leonor Regnault
» Water Into Wine {Priv: Dennis JonBenét}
Jue Mayo 26, 2016 3:53 pm por Dennis JonBenét
» New Beginning
Jue Abr 21, 2016 2:04 pm por Garret Giordano
» Reconsiderando...
Vie Abr 15, 2016 12:53 pm por Sammael
» Leviathan (Liv Yatan)
Miér Abr 13, 2016 10:34 am por Leviathan
» World of Shadows (normal)
Vie Abr 08, 2016 10:24 am por Invitado