Kuchizuke - Pecado - Priv Gabrielle (+18)

Era la última salida, el último paso fuera de lo que la ataba a un pasado y a un dolor que ya no deseaba que la gobernara. Además sentía vergüenza ella la gran marquesa había caído por amor, se había enamorado como nunca antes en su vida y ese amor solo era superado por el que sentía por su hijo.
La vida daba muchas vueltas y de un momento a otro se vio sola, lejos del hombre que amaba y de su hijo, completamente perdida como nunca antes, ella una mujer apreciaba la soledad y la libertad ahora no sabía qué hacer.
Viajo sin rumbo mucho tiempo, después se propuso la meta de encontrar a su amado y luego de entrenarse, la guerra era una realidad y no podía quedarse mirando indolente lo que sucedía ya que ahora lo que estaba en juego era mucho más grande que solo una tonta pelea de humanos por poder o tierra. Esto significaría el fin de todo incluso de su hijo lo que la hizo tomar una decisión. La que ahora la tenía en un parque asechando a un pobre diablo, uno de los pocos que disfrutaba matando a sus víctimas. Era el ideal para su cena y lo siguió por un largo camino cuestionándose si esa necesidad de sangre era real o si solo lo hacía por costumbre. Ansiaba el momento de ya no necesitarla el ser libre de ella, pero aun dependía de ella, aunque en menor cantidad.
Estaba al asecho cuando una presencia la alerto, era fuerte tal vez sería el mismo ser que conoció en el cementerio, pero este era distinto, muy poderoso y al mismo tiempo familiar pero negando se quedó observando a su víctima. Se apareció frente al hombre con su cabello suelto, sus rizos se movían por la fría brisa mientras lucía un vestido blanco que resaltaba su figura haciéndola parecer un ángel, pero en realidad era lo que había conseguido para cambiar su ropa ya gastada y caminos hacia el hombre, pero esa presencia la inquietaba viéndolo parado cubierto de una capa negra y se quedó mirándolo sin pronunciar palabra cerrando su mente.

Una presencia conocida se adentró en el vertedero maloliente donde me hallaba. Estaba parado de pie como si fuera de granito, esperando que alguien viniera a por mí para ofrecerle el descanso eterno. Mis ojos oscuros estaban cerrados aspirando el aroma que mecía el viento, transportando en él una vieja melodía de unos pasos tan enigmáticos como reconocibles. Era ella.

Siglos atrás conocí a una mujer a la cual tuve que abandonar, fue por la guerra que se avecinaba. Podía sentir los tambores redoblar, los estandartes moverse, los ángeles caer envueltos en llamaradas y los infiernos abrirse para dar paso al desastre más apremiante. Los cantos de guerra, la sangre derramada, el aroma a pólvora y dolor. La guerra entre los mundos. Lucifer deseando dominar todo, Dios aplastando a los hombres tan sólo por poseer la tierra que estos pisaban y las demás bestias rugiendo ambientas por la venganza.

Me apoyé en mi lanza como si fuera un cayado mientras mi frente acariciaba la terminación de esta, justo donde la cuchilla de la daga estaba preparada para atravesar a cualquiera, fuera quien fuese. Mis ojos se quedaron clavados en ella al abrirlos mientras mi respiración se agitó unos segundos.

-Gabrielle.

Fue mi única respuesta a su presencia, no me moví pues preferí guardar distancia. Desconocía los rumbos que habían llevado sus pies y si ahora era enemiga. Mis ropas se movían ondeando al viento, un viento que recorría ese lugar con los lamentos de los muertos años, décadas e incluso siglos atrás.

Sus ojos parecían engañarle porque si era ese ser quien se encontraba frente a ella el destino le había jugado una cruel broma, mucho tiempo paso buscándolo perdida y sin rumbo pero no lamentaba su camino, sin embargo como podría ser cierto, como podría estar allí tan familiar y a la vez tan extraño.
Tal vez porque lo conoció en una época pacífica, porque su mayor reto era vivir esa vida fácil sin enemigos aparentes, sin complicaciones de viajes y disfrute, pero sabiendo que el león no permanecería por mucho encerrado y en calma.
Su partida fue un dolor sin duda, algo que ella entendió o creyó hacerlo descubriéndose a sí misma como alguien posesivo y que necesitaba atarse a él. Cuando partió entendió el dolor de su hijo más que nunca pero jamás lo detendría por su capricho o su voluntad y solo hasta que fue capaz de aceptar que lo amaba y necesitaba más que a su propia existencia fue cuando se perdió.
Su mente jamás se había colapsado de esa manera, el mundo fue un caos, la guerra la asusto aunque jamás lo admita y sola tuvo miedo. Entreno, se escondió y cerro su mente temiendo que una verdad más dolorosa le golpeara. El hecho de que él podría haber encontrado a alguien más, después de todo era una mujer y llena también de sus dudas e incertidumbres.
El corazón le latió de esa manera que solo él podía hacerlo latir, y después de escuchar el susurro en el aire cuando la nombro ya no hubo dudas, pero las cosas no eran tan simples, porque él ahora podría ser su enemigo, después de todos en los tiempos actuales se tomaban bandos y decisiones que sorprendían. Por ejemplo ella luchando mano a mano con extraños derrotando demonios y demás seres agresivos.
¿Atsushi?
Pero en algún momento debería sacarse la duda y avanzo viendo su lanza con detenimiento, sus gestos y después de tomar aire para tener valor camino con determinación hacia él. No pudo evitarlo y sonrió, era el guerrero el samurái que hacia siglos ella conoció, ahora lleno de sangre con esa expresión que a veces ella observo en él y ya no importo si la atacaba o no, lo había encontrado, había visto a su hijo y conocido a sus nietos y bisnietos, si ese era el final de su camino lo aceptaba, después de todo había pedido verlo una vez más.
El viento despejo su cuello y por la luz de una farola brillo la cruz de la orden de los Thorns, no la ocultaría si moría por ello era para demostrarle la guerrera en la que se había convertido.

En el aire podía sentir el aroma de varios de mis guerreros, así como notarse su presencia moviéndose cerca de donde yo me desplazaba. Comandaba un grupo de más de treinta soldados todos ellos con el emblema y las normas claras, cinceladas en su frente y corazón. Clavé mis ojos en ella y en el resplandeciente colgante de los Thorns. El Anj, o cruz de Isis, flotaba en el cordón de cuero negro que ofrecía mi líder como símbolo de eternidad, de vida y muerte, de pacto con los dioses y en definitiva la reconciliación de los opuestos. Siempre se nos relacionó con el símbolo de lo eterno, desde la literatura hasta las películas de las últimas centurias. Un símbolo reconocible a primera vista.

Aparté la tela que ocultaba mi boca dejando mis labios libres para conversar, el tocado que envolvía mis cabellos junto al par de plumas descendió de igual modo. Quedé frente a ella con el aspecto calmado de siglos atrás, en aquellos días donde la felicidad parecía bailar en el lago junto a nosotros. París fue el lugar en el cual nos hicimos uno, encontramos la libertad, y ahora yo la buscaba para el resto de seres que procuraba custodiar.

No pude responder, pues uno de mis hombres apareció corriendo entre la maleza, moviéndose como si fuera un mortal para no levantar sospechas ante los humanos comunes. Quedó entre nosotros con un sobre lacrado, a mediados de mes siempre llegaban las nuevas órdenes a los generales, parecía una costumbre demasiado arraigada para cambiarla.

-General Sakura, ¿precisa que notifique el recibo de esta misiva?

-Sí, hágale saber al secretario que llegó a mi poder y se halla a buen recaudo.

Mi voz sonaba siniestra, se tornaba oscura como las túnicas y capas gruesas que usaba. Las pulseras de plata que llevaba en mis muñecas se movían con cierto chirrido parecido a un tintineo, el cual siempre quedaba silenciado cuando me desplazaba a gran velocidad. Mis ojos se fundieron en el lacrado hasta que él se desvaneció. Con rapidez guardé el sobre bajo mis ropas ensangrentadas, las ropas comunes que solía usar quedaron atrás hacía siglos. Cerca de mi pecho, donde no existía sudor o mancha alguna, sería un depósito seguro.

-Desconocía tu implicación en la organización Thorns, yo lidero a los Krusnik de esta ciudad. El líder trajo a muchos de nosotros aquí, decidió que era el lugar más contaminado por la guerra. Es un placer volver a verte, Gabrielle.

Cuando apareció el joven de entre los arbustos, simplemente se detuvo, era la señal de que hasta allí llegaría, la atmosfera se había tornado oscura, extraña como si una sombra demasiado densa cubriera todo ahora. Sus ojos miraron al vampiro mensajero el traía un sobre importante y aparto su mirada de ellos.
Cerro los ojos un momento visualizándolo, sus cabellos que el había dejado ver ahora, su rostro impenetrable, pero al oír su voz se estremeció, era más oscura como todo en el presente que vivía. Sus manos se encontraron sobre su vientre, no tenía frio solo era una respuesta a la incertidumbre que ahora la llenaba y cuando el joven partió con sus órdenes levanto la mirada hacia él.
Sin duda el sobre era demasiado importante, seguro un mensaje demasiado urgente por la forma en que había sido entregado y la celeridad que tenía Atsushi en guardarlo en su pecho. Después de todo estaban en guerra y ella no debía olvidarlo. Había ocultado sus armas en un rincón y las trajo hacia ella lentamente, sin ningún gesto que le hiciera ver amenazante, ya que su presa había escapado y no tenía necesidad de aparentar una debilidad que no poseía.
Su espada llego a sus manos y ajusto el cinturón a sus caderas mientras el arma de fuego se acomodó al lado contrario de la espada.
Podría decir que no hace mucho que me he unido, y hace también poco que llegue a la ciudad. No tenía idea de que tú estabas aquí y de que era el líder de esta ciudad, creo que eso significa que estaría bajo tu mando, lo cierto es que no he visto a muchos líderes y me conoces, a veces me alejo mucho.
Es bueno volver a verte, saber que estas bien
Había pasado mucha agua debajo de este puente, el tiempo era implacable y ahora frente a él no sabía qué hacer. Un saludo algo frio pero el acostumbrado entre dos vampiros como lo eran ellos y sin embargo el paso que alguna vez los unió la hizo suspirar, casi inconscientemente. Él era de su orden, un líder como no podía ser de otra manera y ahora ella su subordinada si la aceptaba ya que había llegado allí sin decir ni informar a nadie. Era un caso perdido, no tenía la práctica para obedecer y sin embargo ahora debería hacerlo, pero pensó que eso le traería problemas por su gran parecido en algunas actitudes a su hijo.

-Tu líder es un vampiro de unos quinientos años, aunque aún no ha sido encomendado y marcado con tal honor. Aún el líder de todos está buscando al más adecuado.

Acomodé mi capa la cual rezumaba el aroma de la muerte, un luto ensangrentada que me cubría por completo hasta los pies ocultando su desnudez. Caminaba descalzo dejando que las cicatrices de estos no se cerraran. El dolor era la fuente de mi vida desde que había comenzado la guerra, el dolor y la soledad. Ella me recordó a la esperanza que pude sentir, el deseo de unión y felicidad que necesité. Muchas noches habían pasado, varios amantes sin importancia habían llegado y un espíritu vengativo me había quebrado cualquier recodo de confianza en los sentimientos amables como era el amor.

-Normalmente ambos ejércitos se funden en uno para contraatacar unidos, aunque nosotros tomamos la sangre de vosotros.

Me aproximé a ella con pasos firmes antes de quedar rostro con rostro. Mis ojos bailaron sobre sus pómulos, labios y mentón. Reconocía cada arruga, cada trozo. No dudé en echar mis manos a su cara, acariciando su piel algo fría. Aún no se había alimentado como debía. Besé su frente como gesto cercano a lo que una vez tuvimos. Sus cabellos rubios rozaron la punta de mi nariz por culpa del aire que corría en aquel sucio y abandonado lugar.

-Debemos abandonar el lugar, no es seguro.

Podía sentir como varios de mis guerreros se mostraban amenazantes y curiosos sobre su figura, la conversación que debíamos tener debía ser en privado y no frente a tantos ojos en medio de la penumbra.

-Caminemos.

Me aparté de ella girándome para dirigirla a una de las casas que usábamos para guardar material. Allí estaríamos a solas, pues pediría montar guardia junto a ella. Mientras nos pusiéramos al día podríamos estar vigilando las balas, granadas y fusiles que teníamos de repuesto. Mis huellas se quedaban marcadas en el asfalto, la sangre era la insignia que solía dejar tras mi figura oscura, junto a un sentir de frialdad y silencio.

Sabía que había más cosas en el mundo que solo vampiros y espíritus, ahora los demonios y los ángeles finalmente se revelaban a sus ojos y a los del mundo como si nada, pero lo que él decía sobre los ejércitos no la asombro, cuando se unió algo le habían dicho sobre las diferencias entre los vampiros y los Krusnik pero no había ahondado en el tema.
Iba a decir algo cuando él se acercó de esa manera y sus manos en su rostro la dejaron muda un momento. Respiro profundamente percibiendo el olor a sangre, a muerte que lo envolvía, lo suficiente como para alejar a cualquier vampiro neófito que no le conociera y jamás intentar cruzarse en su camino.
Sintió ese beso, ese beso que era como los de antes percibiendo ahora la mirada de los demás, de los subordinados de Atsushi, y accedió a caminar con el viendo sus pies descalzos que dejaban un rastro de sangre, sin duda una marca luego camino a su lado mirando hacia el frente.
Creo que necesito saber más, y será bueno que conversemos. Espero que nuestro líder lo designe pronto, es tiempo es decisivo en esta batalla además de que necesito saber que ordenes son las que me designan, me encuentro algo perdida
Siempre que había luchado era más para salvar su vida que para destruir un enemigo porque si, sus actos eran casi un reflejo pero en una batalla con alguien como Atsushi era presa fácil. En su mente se revolvían mil ideas, muchas reflexiones y sobre todo el hecho de tenerlo así de cerca la inquietaba, porque el parecía más oscuro y frio que antes, tal vez si le había perdido, pero ese beso, esas caricias algo querían significar y sin duda a donde se dirigían hablarían.

El diablo puede cambiar sus vestiduras, pero no así su alma. Dentro de mi yacía el espíritu nómada, a pesar que llevaba varios siglos acatando órdenes y siendo leal a mis hombres. Era inflexible en ciertos aspectos, más que antes, y sabía llevar la voz de mando en una batalla. Sabían que mis órdenes debían acatarse, pues nos llevarían a la victoria y si acabábamos en derrota aprenderíamos para la próxima. Las órdenes venían de Amaury, conocía a mi líder pues había sido mi discípulo. Sin embargo, yo jamás me vi en el trono que él ostentaba y el cargo era una corona de espinas. Prefería ser la cabeza visible de una raza, un general y no un rey.

Acomodé mis ropas, las cuales se movían de forma violenta pese a no existir viento alguno en las calles donde nos internábamos. Mi alma se movía agitada debido a la sorpresa que había hallado en la noche, como si una flor se abriera frente a mis ojos una vez más. Mis cabellos quedaron ocultos, así como parte de mi rostro. Las plumas de mi tocado se movían agitadas rozando la desconchada pintura de los frágiles muros. Las viviendas parecían amontonadas como si desearan abrazarse, alzándose de esa forma ante la tragedia.

Quedé parado frente a una gruesa puerta de madera quejumbrosa, la cual tenía un llamador antiguo que no solía verse en Los Ángeles. Dentro los ecos de dos niños compartían juegos con las municiones y dos guerreros, uno de los míos y un vampiro. Jugaban a las cartas esperando paliar las horas muertas con buena compañía. Nosotros sólo cazábamos al enemigo, no entre nosotros.

Alcé mi mano tomando la bola del llamador, marcando los dos golpes secos que debía despertarlos de su momento de ocio y hacerles ver que estábamos en mitad de una guerra. Pude notar como se alzaron de la mesa acariciándola con las palmas de sus gruesas y ásperas manos.

-El viento sopla sobre la rama, de un lado a otro. Los guardianes son dos cuervos y es un gato quien les da órdenes.

Era un haiku inventado para la ocasión, cada dos noches se cambiaba. Mi voz, mi presencia y las palabras dichas dieron lugar al relax de aquellos dos guerreros. Quedaron sentados frente a frente esperando mi entrada. Giré el pomo e hice que la puerta cediera. Mis ojos fríos los escrutaron, justo antes de sentir como se levantaban nuevamente marchándose sin tener que decir algo al respecto.

En ocasiones, no siempre, usaba aquellos refugios para poder conversar sobre las nuevas tácticas. Sabían que deseaba estar solo y el colgante de Gabrielle les daba la seguridad de ser una Thorns. La puerta se cerró dejándonos los dos en silencio. Mi espalda era lo único que podía ver de mi, o más bien la túnica que arrastraba hasta los pies.

-Ha pasado tiempo desde la última vez.

La noche era fría, aquella noche que le trajo de vuelta a la otra mitad de su corazón, pero no era el momento para debilidades, el viento había cesado pero la túnica de él se movía, notaba esos movimientos pero no mencionaría nada al respecto, ya que lo veía más atractivo que antes, y se reprendió a si misma por esos pensamientos, pero negar que lo había buscado, que lo había soñado era negar su propia verdad.
Aquella ciudad había perdido gran parte de su esencia, las casas que veía parecían el reflejo de tantas batallas solo sitios fríos y vacíos, cuanto de la humanidad había muerto aquí, él estaba callado, y ella no se atrevía a romper el silencio.
Una vez llegados a la casa el toco la puerta, podía sentir las presencias dentro, todo estaba en calma, pero noto la tensión cuando el golpe del llamador hizo eco y después de la clave mencionada por Atsushi todo volvió a la calma.
Entro después de él, notando las miradas de los guardianes y parece que al reconocer su colgante desaparecieron. Bajo la cabeza y camino tras el viendo su espalda un momento y su túnica, y las marcas de sus pies mientas el sonido de los pasos de ella que rompían el silencio.
La casa era grande y oscura parecía el lugar adecuado para la vigilancia o para refugiarse en caso de emergencia, pero no sabía las claves, así que su única escape era el cementerio, al menos allí siempre lograba escabullirse de quien la atacaba.
No sabía que pasaría en esa casa pero seguramente sería definitivo para su vida en lo futuro. Estiro su mano y rozo la túnica, era fría podía oler en ella la muerte de otros como ella, había mucho que saber sobre su antiguo amor, ya que ahora se revelaba una verdad que parecía oculta o que el tiempo no les alcanzo para saber lo demás, pero el destino caprichoso ahora los reunía y sin duda era el momento de saberlo todo.

Apreciaba el tormento que bañaba su alma, las múltiples dudas que recorrían los pasillos de su mente torturándola hasta hacerla prácticamente enloquecer. Lo que veía era lo que era, sin máscara ni palabra alguna que pudiera ocultar la oscuridad que rodeaba mi figura. Era un enigma para la mayoría de mis hombres, una bestia salvaje para mis víctimas y la carnicería que dejaba tras de mi daba buena prueba de ello. Mis manos estaban manchadas de sangre y vísceras de guerreros violentos, los cuales aplacaba sacándoles el corazón mientras bebía directamente de sus ventrículos.

Las farolas tintineaban como si contuvieran hadas o luciérnagas, las de una primavera lejana en un lago que quizás hoy en día ni existía. Los verdes prados que caminamos se habían secado y arrojado en ellos la malicia de las tropas de cualquier renombrado santo, pese a ser un pobre loco o el líder de las hordas de un ejército de almas cruentas. Lucifer se había propuesto asfixiar todo tipo de vida con una basta extensión de alquitrán sobre la tierra. Un alquitrán que era los huesos molidos de cientos de ilusiones, cráneos de neonatos que jamás tuvieron lugar por culpa de su crueldad y capricho, animales que se extinguieron en medio de una guerra que parecía no tener final y demasiada codicia.

-Te oculté quien fui y quien era, lo hice por tu bien Gabrielle.

Opté por comenzar por un motivo, una razón cercana a la verdad. Era un asesino de seres como ella, implacable y sediento. Sin embargo, podía tomar cualquier tipo de animal o ser vivo. No importaba quién eras, tan sólo el símbolo que ostentaras. De mí sólo estaban a salvo los Bloody Rose y los Thorns, el resto eran posibles enemigos a punto de ser devastados a no ser que mostraran ciertas cualidades.

-He tenido otras mujeres a lo largo de estos años, he disputado por el territorio que hoy pisas y he luchado por mis ideales. Soy un guerrero, el padre bondadoso para mis leales soldados y el asesino despiadado para mis enemigos.

Me giré hacia ella mirándola fijamente a los ojos, aspirando su aroma para continuar con el recuerdo de aquel momento. Los días en París parecían surgir como de una caja musical, de ella la bailarina y la belleza surgían como en un vals palaciego. Los buenos días, los grandes días de antaño, se vestían de gala en mi memoria.

-Te hubiera matado de no tener ese colgante, si fueras de otro ejército estarías muerta.

Di un par de pasos hacia ella para estirar mi mano derecha acariciando ambas mejillas, así como sus labios. Mi conciencia decía que habría atacado, pero quizás la habría dejado marchar porque era incapaz de destruir a la única mujer que me hizo feliz en medio de la oscuridad.

-Sin embargo, jamás te he olvidado y siempre has sido para mí demasiado especial.

Seguía por aquel pasillo guardando silencio tratando de enfocar su mente en lo que la realidad ahora mostraba, en lo que podría venir de esta situación aunque la imagen de aquel lago, de aquella noche en donde fue libre por primera vez, donde se sintió una mujer y deseo serlo siempre la golpeo de una manera potente.
Tal vez el pensara en eso, tal vez no pero estar así cerca de él era más que suficiente como para traer de nuevo ese mundo a esta situación, pero como ya había dicho nada sería como antes y cuando las luces temblaron miro a su alrededor. Cuando lo vio aquella primera vez, él se podía sentir sumamente poderoso pero nada como ahora, se vio tan indefensa que cuando el hablo se sobresaltó.
El había ocultado su verdadero ser, y eso podía sentirlo ahora, ese frio y esa oscuridad jamás la había visto. Su figura ahora era más tenebrosa que en aquel tiempo y sin embargo no podía dejar de pensarlo en como era antes.
Era de esperar que él hubiera conocido a otros mueres, después de todo era un hombre atractivo, misterioso y lleno una atracción que era imposible para ninguna mujer no caer ante sus pies. Pero su corazón dio un golpe, frio doloroso cuando lo escucho porque una cosa era pensarlo pero oírlo de sus labios la llevaron a imágenes de otras mujeres en los brazos de su amado, escuchando las palabras que alguna vez fueron para ella y una de sus manos se posó en su corazón pero no era momento para eso, el solo exponía una verdad, algo que paso cuando se alejaron.
Seguía caminando cuando se giró y lo miro a los ojos escuchándolo, no deseaba interrumpirlo y cada palabra que él decía se quedaba en su pensamiento y en su mente.
Entiendo que en aquella época no había motivo alguno para que revelaras tu real identidad, eran demasiados tranquilos, los peligros eran los que causaba mi hijo. Entiendo además de que otras mujeres hayan estado en tus brazos
Cuando dijo eso un leve gusto amargo invadió su boca, como una hiel que la ahogaba, pero cuando él se acercó de esa manera cerro los ojos un momento.
Allí estaba, a la orilla del lago, la noche era perfecta y el clima cálido, pero también estaba en esa casa, con la guerra tras ellos y el olor de sangre en las manos de su amado. Pero eso no importaba y aspirando profundamente lo pudo encontrar, a ese ser que la había llevado más allá de la tierra.
Abrió los ojos mirándolo mientras suspiraba sintiendo su mano acariciar sus mejillas y sus labios, que temblaban ansiando sentir los de él.
Entonces es bueno que lleve esta cruz colgando de mi cuello.
Susurro mientras sus manos pasaron sobre las de él recorriendo su brazo hasta su hombro, cuanto ansiaba abrazarlo, después de siglos añorándolo, y conociéndose a sí misma, ella que no aceptaría a ningún otro hombre con ella porque solo el había logrado hacerla sentir diferente y si aún no lo veía nunca más lo amaría.
Yo jamás te olvide, y en todo este tiempo te busque, ahora sé que no soy buena rastreando de otro modo habría dado más rápido contigo, pero para mí eres muy especial Atsu, más de lo que puedas imaginar
Lo último fue un susurro, palabras que intentaban justificar sus fracasos, sus fallos porque ella lo perdió y no supo cómo encontrarlo y traerlo de nuevo a su vida y con la guerra no deseaba admitir sus razones egoístas.

Podía sentir como vibraba su cuerpo, igual que las cuerdas de un violín al ser rasgado por el arco. Parecía entonar una canción melancólica que hablaba de lagos, luciérnagas veraniegas, temperatura agradable y sus cabellos revueltos sobre la hierba fresca. Un aroma a pino, manzanar y sales recorrieron su mente. Parecía haber rogado por hallarme y yo simplemente me alejaba de mis recuerdos en cuanto aparecían. Prefería no arrastrarlos junto a mí, porque lo único que arrastraban era los cuerpos de mis víctimas. Las manos que acariciaban sus mejillas se habían hundido en el pecho de dos vampiros hacía unas horas, igual que había arrancado la lengua a un hechicero por traición.

Aspiré su aliento deseándola como aquel día, sintiendo que estaba limpia de cualquier caricia que no fueran las mías. Entreabrí mis labios generando una sonrisa felina en mi boca, ensanchando las comisuras de mis labios hasta recordarme porque la había deseado. Una mujer libre y fuerte, alguien indomable, que había logrado darle alas a la vez que la ataba a mi. Mi discípula, porque eso era para mi y eso sería pasaran los siglos que pasaran.

Abandoné mis manos sobre sus pechos apretándolos mientras la observaba fijamente, mis ojos eran dagas crueles que podían torturar a cientos de enemigos y a la vez los ojos de un amante que cruelmente marca su territorio con la típica lujuria. Con un rápido movimiento rasgué la tela de su camisa, junto a esta cayó su sujetador provocando que sus firmes pechos se movieran de forma brusca. Mi lengua se hundió en su boca mientras mis garras rompían sus pantalones dejándola desnuda frente a mí, únicamente sus pies estaban cubiertos por su calzado cómodo.

Dominaba su boca hundiendo mi lengua como si fuera una serpiente, enroscaba esta a la suya quitándole el aliento, dejándola sin fuerzas ni motivos para alejarse. Mis dedos acariciaban su trasero redondeado y suave, arañando su delicada piel con mis uñas teñidas de luto. Me aparté para contemplar como se agitaba aún más, sus ojos siempre me parecieron terriblemente expresivos. Empujé su cuerpo contra la mesa en la cual habían estado jugando a las cartas mis hombres, pegando sus pechos a la madera algo apolillada pero resistente al paso del tiempo.

-No perdamos el tiempo, esto es algo que necesitas y únicamente yo puedo ofrecerte.

Me pegué a su figura retirando sus cabellos dorados como el sol, hebras de luz en medio de la perenne oscuridad, dejando su espalda de frío mármol desnuda de cualquier sensación que no fuera la punta de mi lengua por su columna vertebral. Aparté con mis piernas las suyas, abriéndolas mientras el peso de mi cuerpo la inclinaba contra la mesa. Mi mano derecha palpó la cara interna de sus muslos aproximándome a sus labios vaginales, los cuales permitieron la introducción de mi mano acariciando su interior cálido y deseable.

-Te liberaré.

Hundí en ella mi dedo índice acariciando con el pulgar su clítoris, mientras mi lengua reptaba contra su cuello lamiendo cada trozo de ella recordando el sabor del pasado, podía sentir el lago bajo nuestros pies y a la vez sentir el eco de las espadas que en las noches parecían tener vida propia.

Su cuerpo respondía a cada una de las acciones de él, a cada movimiento leve de sus dedos sobre su piel ella reaccionaba de una manera inesperada, como aquella primera vez, todo le resulto nuevo y mágico. Con tan poco el hacia de ella su esclava, esa sonrisa que ahora veía era la que muchas noches había marcado sus sueños y sus manos deseosas acariciaron sus mejillas, era como recorrer un viejo camino, uno familiar que estaba segura que la llevaría a casa finalmente.
Su cuerpo lo deseaba, ella ardía por cada segundo que habían estado lejos y cuando el tomo sus pechos ella simplemente se entregó. Los suspiros se abrían paso entre sus labios y sus ojos lo miraban fijamente, como abstraerse de su mirada que la había marcado para toda la eternidad. Cuando el rasgo su camisa y sus pantalones sintió su piel estremecer y erizarse mientras respondía a ese beso con ansias, como si la vida de ella volviera con sus labios y su lengua recibió la de él enredándose y luchando en una batalla que no exigía ganadores. Y con su cuerpo desnudo frente a él se abrazó a su cuerpo sintiendo el contraste frio u húmedo de su ropa. Deseaba con locura aquello, ese salvajismo que solo el despertaba en ella y cuando se separó sus ojos demostraron el deseo que ardía en ella una vez más y la angustia de esa separación.
Quería aferrarlo contra ella y jamás dejarlo ir, se había reconocido incapaz de vivir sin él ahora lo sabía y sonrió dejando que la girara de aquel modo recostando su pecho sobre aquella mesa después de que con su don quitara todo lo que había encima y sintió la presión de su cuerpo sobre ella, su mano recorriendo su intimidad haciéndola jadear. Su cuerpo se estremecía cuando su lengua recorría su espalda y sus manos se aferraron de la mesa mientras lograba verlo de reojo disfrutando de que el la tomara una vez más, de que la dominara y la liberara al mismo tiempo, siempre sería una niña a su lado.
Un leve gemido escapo de sus labios cuando sus dedos jugaban con su sexo su cuerpo reacciono moviéndose un poco y sus manos se presionaron en la mesa, sentía que podría destrozarla con solo su pensamiento y sin embargo era su salvación para no perderse en el placer.
Atsu, libérame, no te alejes nunca más
Sus palabras fueron un susurro, un pedido y un anhelo, como rogarle para que no se alejara nunca más de su lado, porque después de todo este tiempo sintió que era su culpa que él se fuera, y tuviera a otras mujeres, tal vez no había sido lo suficiente para tenerlo con ella pero siempre supo que era un alma libre las contradicciones daban vueltas en su mente pero ahora solo deseaba entregarse al deseo, a su amado.

Su respiración era agitada y parecía que no era lo único, su mente parecía turbia llena de dudas. Transpiraba preocupación. Podía sentir como sus actos estaban llenos de nerviosismo como si se entregara por primera vez a mí. Mi dedo se hundió en ella junto a un segundo, moviéndolos lentamente. No había prisas, las agujas podía matar los segundos y el polvo de la desesperación cubrirnos con una fina lámina. Mi lengua comenzó a deslizarse por su nuca hasta la totalidad de sus vértebras, marcando el lugar de cada una con un suave y escueto roce de mis labios.

-Ya nada existe.

Dije sacando mis dedos de ella para apartarme sacando mis prendas con cuidado. La capa ya yacía alrededor de mis pies, la camisa cayó junto a esta y mis pantalones se deslizaron hasta quedar fuera de mis piernas. Estaba excitado por volver a poseer su cuerpo tan frágil entre mis manos. Me coloqué tras ella acariciando sus senos, apretándolos con lujuria entre mis dedos, mientras mi lengua caminaba sobre el lado derecho de su cuello. Mi aliento lo habían sentido cientos de vampiros, todos ellos habían acabado jugando con la Parca, pero ella lo notaba de forma distinta.

-No pienses, sólo siente.

Murmuré girándola para dominar su boca mientras la recostaba en la mesa. Mis manos acariciaron sus muslos mientras los abría, para introducir en ellos tres de mis dedos notando la calidez y presión de sus músculos. Mordí sus pezones contemplándola, sintiendo como su piel se perlaba de cierto sudor sanguinolento. Mis ojos la vigilaban continuamente sopesando cada acción.

-Aprenderás nuevamente a ser mía.

La recosté en la mesa atrayendo con mi mente varias esposas y cadenas, todas destinadas a maniatar a todo aquel inmortal que caía en nuestras manos. Los enemigos no valían nada muertos, vivos podía conseguirse información muy valiosa. Sus muñecas quedaron atadas por unas esposas fuertes que eran imposibles de destruir. Deseaba que sintiera cierta frustración antes de hacerla mía y ofrecerle el placer de la carne.

Como lograr escapar de ese mundo, de la guerra sin que los remordimientos de los errores pasados pero era posible, allí en sus brazos el mundo se desdibujo, cerro los ojo obedeciendo a sus palabras, se dejaría llevar, no más remordimientos, ahora solo estaba él y sus manos que recorrían su cuerpo. Sus ojos ya no veían lo los rodeaba, la casa había desaparecido y el lago los rodeaba una vez más.
Un suave suspiro escapo de sus labios cuando él se separó de ella, y mientras se enderezaba apoyándose en la mesa miro de reojo como él se desvestía y sonrió mordiendo sus labios, luego su piel se erizo cuando lo sintió contra ella, ese cuerpo tan fuerte que podría deshacer sus huesos con solo un movimiento, y sin embargo ella no sentía miedo de él. Su aliento en su cuello la hizo estremecer y sonreír, para luego girarse y observarlo un segundo, admirándolo antes de que sus labios la atraparan en ese beso.
Sus manos se aferraron de su espalda cuando la recostó sobre la mesa y sintió sus dedos en ella comenzó a jadear nuevamente, su cuerpo se agitaba y sus pulmones se llenaban de innecesario aire, pero era un acto reflejo que no podía evitar, ella hacía sentir viva, junto a él era una humana, una mujer una niña que se dejaba llevar por el placer y el amor.
Sin duda lo amaba, él era su dueño, siempre lo había sido y mientras lo sentía morder su pecho un gemido dominaba sus labios y sus manos se aferraron a sus cabellos negros como la noche. Pudo sentir que un calor la llenaba y su cuerpo se cubría de sudor, de gotas rojas que resaltaban sobre el blanco de su piel.
En un momento vio que unas esposas volaban hacia ella y sus manos quedaron apresadas, no podía liberarlas y entonces sus ojos buscaron los de él. Sintió un escalofrío cuando lo escucho hablar y una sonrisa lleno sus labios entreabiertos que se llenaban de aire y lo dejaban salir con rapidez.

-Las mariposas tienen que surgir de la crisálida para ser libres y apreciar su libertad, tú eres ninfa con alma de mariposa y corazón de fiera. Necesitas saber qué es no tener libertad.

Acomodé su cuerpo contra la mesa, dejando sus pechos proximos a mi rostro. Su alma de mujer era intenso, podía sentir como este bailaba acariciando mi alma. Abrí sus piernas acariciando sus muslos hasta sus ingles, pudiendo notar que en esa zona comenzaba a proporcionarme un tacto distinto por el calor que emanaba. Su piel perlada de pequeñas amapolas sangrientas, sudor delicioso que no dudé ni un instante en poder paladear antes de morder una de sus pezones.

Sentía aquel cálido trozo de su cuerpo entre mis labios mientras mis manos vestían su vientre con caricias pausadas, teníamos tiempo para amarnos de forma entregada en otro momento. El encuento debía ser excitante y pausado hasta perder la cabeza. Mis ojos se oscurecieron clavándose en ella como flechas ardientes.

Tumbé por completo su figura sin apartar mis labios de sus senos, mi lengua acariciaban con lujuria ambos jugando con dos de mis dedos entre los labios de su sexo. Mis dedos se hundían moviéndose con lujuria notando con mi mano izquierda como su marcada cintura aún me seducía.

Nunca había dejado de amarla.

Sus manos permanecían presas de las esposas y ante cada sensación en su cuerpo algo en ella se retorcía, el placer que cada caricia generaba en ella la envolvía de una manera intensa, era como si a cada segundo todo fuera creciendo. Podía escucharlo, sus ojos no lo perdían de vista pero en sus labios las palabras simplemente habían desaparecido. Podía sentirlas pero no lograban a salir en un sonido audible, su boca se movía en una plegaria muda.
Su piel reaccionaba a cada estimulo, cuando su lengua recorría sus pechos la desesperación se apoderaba de ella, un intenso sentimiento de placer la llenaba como nunca nada lo había hecho, ni siquiera la sangre humana y temblaba sobre aquella mesa, como en su primera vez con Atsushi, antes no había conocido lo que era estar con un hombre que quisiera complacerla, que respetara sus tiempos y que se preocupara por ella.
El manejaba su placer, lo controlaba y ella solo se rendía a él, a pesar de que los siglos fueran endureciendo su piel como el mármol, se descubría bajío sus manos, bajos sus labios tan sensible como cuando era una niña tierna que cayó en manos de un hombre horrible.
Su cuerpo latía con cada lamida y caricia, los gemidos silenciosos la ahogaban y sus labios articulaban solo que lo amaba con todo su ser. Sus caderas se movieron un instante, sus dedos la hacían entrar más en calor, cada centímetro de su piel clamaba por que el la tomara y sin embargo de sus labios solo escapaban suspiros.

Podía apreciar el placer que emanaba de su cuerpo junto al calor, pues era el fuego sobre la madera seca de aquella mesa de juegos de carta y ahora de cama. Su piel se sonrojaba igual que el de una virgen y supe entonces que nadie más la había tocado. Su mirada era la de una mujer que deseaba ser tomada en cuenta, amada e idolatrada como una ninfa de los valles más frondosos de Irlanda, Amazonas o Galicia. Fresca y pura como el agua de un mamantial de aquellos que antes emergían con fuerza y ahora ya son sólo recuerdo.

-Ven conmigo al placer.

Abrí sus piernas acomodándome sobre ella, conociendo bien la fortaleza de aquella mesa al ser gruesa y de maderas nobles. Mis manos se apoyaron a ambos lados de su cuerpo mientras mi miembro se acomodaba en su interior. Había entrado al fin, sin marcha atrás, para continuar ese duelo desenfrenado de miradas que nos profesábamos.

Sus manos lentamente recorrieron su espalda, y una agradable sensación la llenaba el solo sentirlo así, suyo una vez más como si el tiempo no hubiera pasado y esa unión fuera perfecta. Sin duda el destino, el que el fuera el hombre que la complementaba, la dejaba ser libre de esa manera en la que permanecía atada al a pesar del tiempo separados, a pesar de que otras manos hubieran recorrido su cuerpo y a pesar de que muchas veces ese amor la llenara de dudas.
Sus piernas se abrieron mientras sus ojos no se separaban de los suyos, podía sentirlo entrar en ella y un suave gemido cobraba vida en sus labios, pudiendo ser expresado en un leve susurro apenas audible y sus manos se aferraron con fuerza de sus hombros, anclándose a su cuerpo para no permitirle marcharse de nuevo y sus labios se deslizaron desde su mejilla a su cuello marcando un camino de besos tenues y su pecho se pegaba al de él sintiendo lo cálido de su piel, lo suave y etéreo que aquel cuerpo se sentía sobre ella.
Llévame, te seguiré siempre mi amor
Susurro a su oído besándolo y mordiendo suavemente su lóbulo, el así con ella no era un vampiro o un ángel de la muerte que podría acabar con ella, sino solo un hombre, un ser que debía ser adorado, su dios particular quien le daba y le quitaba la vida a voluntad.
Sus piernas se pegaron a él, deslizándose, acariciando las de él rozándose lentamente, presionándose para apresarlo en una trampa de placer.

Su cuerpo parecía entrar en calor como una mera ilusión, igual que el agua fresca en pleno árido desierto. El mundo no tenía sentido, pues parecía haberse diluido y quedar tan sólo una extraña pintura de lo que fuimos. Mi amor se fundía con el suyo en una mezcla llena de placer, encanto y necesidad. La necesitaba y amaba al mismo tiempo, eran sentimientos que se fundían introduciéndose en mi alma hasta hacerla caer a sus pies. Mi frialdad y seriedad quedaban reducidas a cenizas cuando lograba sentir la humedad y calidez que se hallaba entre sus piernas.

Mis movimientos aumentaron de ritmo dejando que mi boca se entreabriera y lograra soltar algunos gruñidos. Los colmillos que habían dado muerte a cientos como ella, algunos demonios y otras presas, surgieron entre mis labios para rozar su yugular sin llegar a cerrar mi boca entorno a ella. Mi aliento tóxico proveniente de una mezcla voraz jugueteaba sobre su fría y suave piel de terciopelo. Me aparté de esta para quedar frente a la mesa donde ocupaba el lugar de una Diosa ofrendada como premio a mis noches solitarias, aquellas donde la sangre había sido mi fiel compañera.

-Gabrielle

Tomé su cuerpo entre mis brazos dejándola sobre una alfombra, la cual había sido usada como mantel para el almuerzo de los hechiceros que rondaban la zona junto a nosotros. Aún tenía cierto aroma a vino, pero aquello no importaba en ese mismo instante. Su cuerpo perlado de sudor cayó sobre el tejido de vivos colores para volver a introducirme en ella, sintiendo sus piernas rodeándome una vez más. Aquel lugar era mucho más cómodo que una mesa que ya se tambaleaba y prácticamente cedía. El ritmo volvió a ser intenso y delicioso como lo era su alma.

Ella podía verlo tan claro como la luz de la mañana, él era su dueño y su maestro, nada la alejaría ahora de su lado, no más excusas ni temores, por él estaba dispuesta a darlo todo, porque había llegado su momento de ser feliz, de tener una de las cosas que más le importaban en su vida y mientras sus incrédulas manos recorrían la espalda de su amado aun sin poder dar crédito a lo que sentirán, ella se movía al ritmo que el marcaba. Su corazón que hacia siglos había detenido su marcha ahora revivía de una manera diferente, como si fuera posible ser humana de nuevo, ante la unión de sus cuerpos.
Una sonrisa llenaba sus labios mientras que los gemidos escapaban como suspiros, el sentir sus labios en su cuello, su cálido aliento que erizaba su piel. La estremecía el roce de sus colmillos, como un cosquilleo que la ponía nerviosa y al mismo tiempo la llevaba al placer pero cuando se separó de ella recorrió con su mirada su cuerpo y no podía dejar de admirarlo, cada rasgo, cada centímetro de su piel perfecta pero más que eso ella veía al ser que se ocultaba tras la oscuridad, tras su apariencia ruda y lo amaba por eso que solo ella veía.
Atsu,
Se abrazó a él susurrando su nombre, cuando la tomo en brazos y sus ojos estaban fijos en el hasta que la puso sobre la alfombra sintiendo ahora bajo su piel la suavidad del tejido que difería de las pequeñas imperfecciones de la madera de la mesa. Los nudos de la alfombra acariciaban su cuerpo, podía notar los aromas que envolvían, el vino, algo de pan, de personas que habían estado allí pero eso desapareció cuando el volvió a entrar en ella, sus piernas se enredaron en su cintura, sus manos lo aferraron con fuerza contra ella y sus labios se apoderaron de los de él. Lo beso con pasión, con ansias y desesperación como si en ese momento el mundo se acabara.

El mundo se acababa a nuestro alrededor, nadie podía asegurar que durara un día más y otros aseguraban que nos recuperaríamos y llegaríamos a ver un nuevo amanecer. Todo era frágil y a la vez peligroso, porque la vida de millones pendían de un hilo y ese hilo muchos lo cortaban mientras otros detenían la caída de las almas. La fantasía se arrojaba en nuestros cuerpos, el deseo frenético recorría nuestros sexos y el mundo dejaba de existir. Mi mundo y el suyo eran uno mismo, eran un vals despiadado convertido en tango y ese tango en una canción romántica inusual para tiempos de guerra.

-Ai shiteru

Mis movimientos cada vez eran más certeros, recordaba bien su cuerpo sin hacer falta mapa alguno o recuerdos que ella pudiera lanzarme desde su turbada mente. Ambos estábamos concediéndonos el cielo en el infierno, las llamas en medio de una noche de primavera bastante fría. Era mi ninfa, estaba en el bosque cerca del lago o en sus aguas. El mundo no tenía pérdida ni razón, todo era un caos y nuestro caos era el más maravilloso. Hundí mi lengua entre sus labios ahogándola prácticamente en un beso que proclamaba el fin. Llegaba al orgasmo explotando en su interior, mis fluidos se hundieron en su estrecha cavidad y mis piernas temblaron levemente junto a las suyas. Había vuelto a ser señalada como mía, su cuerpo porque su alma seguía siendo libre y en la libertad la amaba.

No sabía cómo, tal vez en algún momento las cosas simplemente pasaron, el destino del mundo estaba marcado pero no estaba visible aun, todo podía acabar en las tinieblas, en la oscuridad eterna o en la luz, en la vida como ella deseaba. No era un ser maligno que buscara solo su propio bienestar, aunque así lo aparentara, era solo una hija de la noche que nació por la compasión de su hijo, pensando solo en apreciar la belleza del mundo, lo amaba y para nada deseaba verlo destruido.
Como parte de ese mundo que amaba estaba su samurái, por quien su vida tomo un nuevo camino, él le enseño todo acerca del amor, de la única libertad que se alcanzaba mediante las ataduras las fuertes existentes, el amor. Y ahora ella estaba una vez más con él y nada mas importaba, el mundo en ese instante solo estaba representado por sus ojos, por sus manos por su aliento y a medida que sus cuerpos se movían mas rápidos podía sentir que el momento se aproximaba, como si en ese momento se pudiera experimentar mas placer de lo que ya había tenido y tensándose, como esa primera vez cerca del lago y lo beso con pasión, ansias y desesperación.
Su lengua se encontró con la del, y la rozo, se enredo y jugó con ella mientras sus labios se movían rozando los de su amado cediendo a su dominio y sus manos se aferraron a su espalda.
Su interior se contraía con intensidad, y un gemido se ahogaba en el beso que no deseaba romper, no necesitaba aire, sus piernas se presionaron alrededor de sus caderas para luego relajarse lentamente cediendo un poco su agarre pero sin separarse de su cuerpo.
Después de un momento dejo sus labios mientras sus ojos se fijaban en los de él, y una sonrisa se dibujaba en su rostro mientras sus manos acariciaban las mejillas de Atsushi.
Je t’aime, Atsu

Regresaba a mí después de más de doscientos años. Una época, un lugar, un mundo, una verdad y un vínculo distinto por culpa del velo descubierto y de las promesas rotas. Mis manos acariciaron su rostro despejando su frente de sus dorados rizos, los cuales parecían juguetear con sus cejas algo más oscuras. Aquella mirada profunda llena de preocupaciones y preguntas siempre me había llamado la atención. Era una mujer perfecta y complicada, como la naturaleza. Las profundas raíces de su amor se enterraban como garras de cuervo en mi corazón, desgarrando los ventrículos y dejándome sin aire. Habíamos regresado.

-Vuelves a ser mía y a la vez de nadie.

Susurré saliendo de ella lentamente para buscar mis ropas. Debíamos marcharnos. No era el lugar adecuado para quedarnos mucho tiempo. Podía sentir una presencia poderosa en la zona, sin mis guerreros no podía mantenerlos a raya. Era un demonio de alto rango, no un simple y patético engendro que deseara perturbar la paz de la zona. Buscaba a alguien, o más bien algo, varios ángeles caídos respondieron a la llamada de aquella presencia.

Giré mi rostro hacia la ventana, la cual estaba sellada por sendas tablas. Me aproximé a ella retirando una para mirar hacia la calle. Una lucha no muy lejana, alaridos de dolor y varios lupinos corriendo calle abajo para luchar.

-Vendré a por ti.

Fue lo único que dije antes de salir desnudo colocándome la túnica como buenamente pude, con una rapidez sobrehumana, mientras me equipaba con mis armas para salir volando hacia el lugar donde se hallaba aquel ser. Mi lanza se enterró en su pecho junto a los dientes de los lupinos y una de las espadas de los ángeles cortó la cabeza del demonio.

Era un demonio poderoso, uno que no solía conocerse por su nombre sino por el daño que dejaba. Solía manipular a los hombres como si fueran títeres. Sus ojos azules destellearon bajo la luz de la farola. Su sangre comenzó a brotar como si fuera la lava de un volcán. Su cuerpo cayó provocando cierto estruendo, quebrándose y surgiendo de él energía oscura. Se estaba convirtiendo en otro demonio frente a nosotros.

Un grupo de hechiceros comenzaron a formar símbolos en el oscuro y duro asfalto, justo rodeando al demonio. Sus plegarias y cánticos lograron iluminar aquella tiza. El agua bendita que regó uno de los lupinos ayudó provocando que la carne del demonio se perforara. El humo danzaba frente a nosotros, pero cada vez con menor intensidad. La sangre derramada en la punta de mi arma se deslizaba hasta mi puño.

Me giré hacia uno de los ángeles por un grito de terror, más bien dolor. Había perdido un brazo. Ellos habían llegado los primeros y se habían llevado la peor parte. Un krusnik, uno de mis hombres, se encontraba allí con varias heridas en su torso aunque parecían que iban sanándose. El resto sólo tenía algún rasguño. Si bien, lo importante era sellarlo y cuando se logró todos suspiramos pesadamente aliviados, todos menos yo. No cambié mi rostro frente al demonio, simplemente giré mi figura y caminé hacia donde estaba ella.

-Marchamos.

Fue lo único que dije aún rezumando a la sangre del demonio, rezumando una fragancia que únicamente podía hallarse en los infiernos.