Invitado (Priv. +18)

Una figura alta y musculosa estaba tendida en la enorme cama redonda de sábanas rojas, tocaba una guitarra eléctrica, de la cual con sus palidos y largos dedos desgraban notas entre maláncolicas y rabiosas, subiendo y bajando hasta tocar el techo y cayendo en cascadas que rebotaban contra las paredes y cristales del gran dormitorio decorado en tonos negros y escarlatas, una peluda alfombra en el suelo, muebles de estilo góticos y enrevesado, las ventanas cubiertas por pesadas cortinas que impedían que entrara cualquier luminosidad que lo molestara o lo distrajera. Sobre uno de los sillos, agarrando al respalda del mismo, un enorme cuervo que se acibalaba las brillantes plumas y a veces alzaba la cabeza, sus ojos astutos estudiaban a su amo.

El hombre detenía de cuando en cuando los dedos sobre el traste del instrumento y estiraba un brazo, agarraba una botella de ron y daba un largo trago que quemaba toda su garganta y volvía a tocar. Vestía de negro, las ropas muy ajustadas a su musculosa antomía, en los muslos y en los brazos presentaban roturas que parecían hechas a posta, sobre sus masculinas caderas, varios cinturones de hebillas plateadas que destellaban en la semi penumbra de la habitación. Estaba a gusto allí, tocando, su temperamento que era venenoso y destructivo, se calmaba y permitía que su mente vagara, nublandose como si estuviera drogado, su cuerpo se alertagaba.

Peste era el invitado de Darius, el vampiro tuvo las agallas de invitarlo cuando se encontraron en uno de las discotecas de la ciudad, los dos bailaban salvajemente y Darius dedujo rápidamente su naturaleza, se acercó y bailó con él en el centro de la pista. Peste era peligroso lo mismo le daba por perdonar aquello ciudad como por desatar una plaga sobre ella, nunca anticipaba su siguiente paso a dar, disfrutaba del momento, hacía poco que había regresado del Infierno. El vampiro debia saber que el Jinete aceptaba la hospitalidad porque lo invitó, miestras Peste estuviera bajo su techo, éste no le causaría mal alguno. Peste decidió instalarse en una de las habitaciones que le concedió Darius y aprovechar que el vampiro estaba más que dispuesto a tener intimidad con él.

Se giró en la cama, dejando de tocar cuando las puertas de la habitación de abrieron, Peste tenía la cabeza en los pies de la cama, se limitó a echarla hacia atrás y ver que Darius estaba entrando. Lo escrutó y flexionó una pierna-¿Ya has terminado tu entrevista con el arcángel?-sonrió sus labios negros mostraron sus blancos dientes-Quien lo iba a decir...el viejo Uriel haciendo visitas a domicilio, tenías que haberle sacado una foto y que te la firmara para mi..-alzo una mano y la movió en el aire como si escribiera-"Con amor para Peste"

Deposito la guitarra a un lado mientras el cuervo graznaba y cogió la botella, se puso en pie y dio un largo trago antes de avanzar hacia el vampiro-me estaba aburriendo sin ti, Darius.-se acercó y lamió sus labios, despacio con aquella lengua roja y mojada-Sabes que me puedo aburrir con facilidad.-dio otro trago y vació la botella, la tiró a un lado y sus dedos agarron la entrepierna del vampiro, abarcándola completamente, notandoel peso de sus testículos y la forma de su sexo-¿más ron?

Peste alternaba sus periódos de amantes, pudiera parecer que era promiscuo pero lo cierto es que, en ocasiones, estaba siglos sin tocar a otro ser, por supuesto, dada su condición de Jinente, en su cama habían estado todo tipo de criaturas menos un ángel, tampoco tenía prisa, esos seres alados, con su santidad y su tendencia a hablar en tono razonables y pausado, le hacían perder la paciencia, en general eran tan interesantes como una hormiga y seguramente poseían la personalidad de una, se parecían demasiado unos a otros pero claro, no los había conocido a todos, y siempre resultaba divertido verlos caer después de pasarse siglos sermoneando a otro, hacían justo lo contrario. Deplorable.

Pero esas ideas se fueron de la cabeza cuando el vampiro buscó su boca hambrientamente, Peste inclinó el rostro, variando el ángulo para que sus bocas se encontraran más profundamente, su lengua asomó de nuevo y abrió sus labios casi a la fuerza, la roja punta tocó los colmillos que apenas sobresalían, le encantaban, luego tanteó hasta encontrar una compañera de juego, húmeda y larga, una serpiente ansiosa de aparearse con la suya. Un pequeño hilo se derramó de la comisura de los labios de ambos, no era un beso tierno o delicado, era un beso para devorar los labios que unían, para dejarlos en carne viva.

Las manos de Peste se alzaron gracilmente los dedos se posaron en el pecho de Darius, acariciándolo, despacio, sintiendo bajo la ajustada camiseta como sus pezones se tornaban erectos porque la sangre afluía a ellos, destacaban como dos deliciosos montículos bajo la tela, sus dedos, exploradores, continuaron su descenso por su plano vientre.-¿Has perdido peso, Darius?.-susurró sobre su boca, apartando sus labios y los deslizó por su mandíbula hasta su oreja derecha, le mordisqueó el lóbulo.

De repente las fuertes manos agarraron las nalgas del vampiro, lo alzó del suelo, haciendo que rodeara su estrecha y musculosa cintura con sus largas piernas, volvió a ladear su rostro y buscó su boca de nuevo para besarlo otra vez mientras caminaba hacia la gran cama roja, sus entrepiernas ahora se rozaban la una contra la otra. Lo echó entre las sabanas y su cuerpo se deslizó entre sus piernas abiertas, presión su sexo que abultaba ya los pantalones, frotándose contra el del vampiro-Te veo con ganas...así me gusta.

Peste sonrió sobre su boca al notar su ansiedad creciente, más que creciente, aquel bulto que ahora se restregaba contra el suyo estaba ya duro, dispuesto, preparado para salir disparado del calzoncillo en cuanto Peste le bajara la cremallera del pantalón. Suspiró cuando sus sexo se apretaron de aquella forma, embistió de nuevo, suavemente, alargando el momento y aumentando el deseo entre ellos, las ansías sexuales, el morgo de dos pollas que parecían querer estallar dentro de los pantalones de cuerpo. Parte del maquillaje de Peste de había deslizado con los besos, fogosos, mostrando unos labios rosados, apetecibles cuando fueran mordidos varias veces para que retornara a ellos un color más vivo.

Se separó levemente de Darius, quitándose las manos de su cuello, observándolo desde arriba. Los blancos dedos del jinete, ligeramente fríos pero que a medida que fueran transcurriendo los minutos, se calentaría de la misma forma que su líbido. Lo despojó de la camiseta y la lanzó a un lado, con un gesto de indiferencia, los negros ojos de Peste recorrieron el torso blanco y lampiño, no era un pecho excesivamente musculoso, sino elegantemente marcado, fino. Alargó un dedo y siguó la linea de la clavícula hasta el hombro derecho.

-A veces pareces tan frágil que me dan ganas de romperte, Darius-susurró. Se inclinó y lamió uno de los pezones tentadoramente rosados con la punta de la lengua para luego meterse uno entre los labios y comenzar a succionar, despacio, su mano se deslizó al tiempo por el vientre del joven, bajando por a poco por sus abominales hasta llegar a la cintura del pantalón que desabrochó con facilidad, sus dedos se colaron po debajo del elástico del calzoncillo y cogieron su pene entre sus dedos, ya estaba húmedo y vibrante.