Mar nocturno

Las cosas se había calmado un poco después de varias semanas de un sin parar parecía que había un parétesis de calma, y el lo aprovecho para pedirle a Ama que le sacara por ahí. Necesitaba algo de aire, estirar las piernas recorriendo algo que no fura el edificio de la organización, era cansino ver siempre los mismos pasillos y solo tener intimidad si estaban en la habitación del castaño.

Finalmente había elegido la playa como destino, habían llegado hasta allí en moto y nada más aparcar se bajo de esta de un salto para ir a la arena a la carrerilla. Respiró hondo, llenandose los pulmones con aire con aroma a sal, y sintiendo el ondular del viento contra la cara, fresco y ligeramente húmedo. - Nunca había podido venir de noche - dijo quitandose los zapatos, quería pasear por la arena con los pies descalzos.

Decidí que esta noche sería para los dos, para él y para mí, después de más de dos meses estando juntos sin siquiera salir del hospital. San Patricio era amplio, pero terminaba siendo un laberinto de paredes blancas y puertas metálicas. Todo lo que allí había tenía un aroma antiseptico, a lejía y productos desinfectantes como a material médico. Por supuesto había ecos donde se repetían el ir y venir de los viejos enfermos, almas que se habían dejado parte de estas para recordarnos que una vez estuvieron allí.

Saqué mi vieja moto, la cual había recuperado y mejorado con las últimas tecnologías. Tenía incluso calefacción en el asiento y un detector antirobo que había creado en mis fábricas. Todo, absolutamente todo, estaba pensado para amantes de la conducción. Él iba detrás, bien aferrado a mí, mientras decidía llevarlo al mar por el camino más largo y menos peligroso, cuanto menos tráfico mejor.

Al aparcar lo vi correr hacia la orilla, disfrutando de aquel momento único. Me quedé mirándolo aún sentado como si me preguntara qué había visto él en mí, aunque todos tenían la respuesta más que evidente y yo aún me resistía a creer que era como todos. No, él había visto algo más pero no iba a preguntarselo.

Bajé de la moto y me acerqué a él, lo hice con sigilo escuchando sus palabras. Me quité las botas militares y probé la arena fría. Mis manos rodearon sus caderas hasta convertirse en mis brazos, fuertes comparados con los suyos mucho más delgados.

-Rubio, el mar de noche es más peligroso y eso le hace ser más vivo.-susurré antes de morder su oreja derecha.-¿Feliz?

Dejó caer los zapatos a la arena, enterrando los pies en ellas con una sonrisa pintada en la cara cuando esos brazos le rodearon. - Sip - respondió echando la cabeza un poco hacia atrás para mirarle - uumm, me gustan las cosas peligrosas, por eso me gustas tu - bromeó acariciando los brazo que le abrazaban - siempre quise venir a la playa de noche, pero nunca lo hice. Aunque me fíe de mi ballesta y mi puntería no veía recomendable venir aquí solo. Gracias por traerme.

Le besó la mejilla, terminando por girar en sus brazos para besar sus labios - el aire huele rico, despeja la mente el olor a sal, necesitaba aire fresco y alejarme un poco del olor a desinfectante.

Se restregaba contra mí con la sensualidad de un gato, me rodeaba con cariño y yo no sabía como corresponderle. Era un guerrero, estaba entrenado para pelear hasta terminar muerto, o prácticamente muerto, no a decir cursiladas frente al mar. Sin embargo, le besé dejándome llevar por el momento.

-Yo también estaba harto, si no era allí era buscando el aroma de azufre por toda la ciudad... por mucho que te los cargues vuelven, porque los demonios pierden el cuerpo físico pero no su alma.-murmuré acariciando su rostro y sus cabellos.-Lo siento, no me gusta que vayas solo... te encierro y no es justo para ti... te protejo demasiado.

- Ha sido una semana dura para ti murmuró cariciandole el pecho por encima de la ropa mientras los dedos, algo ásperos, de Amaury jugueteaban por su cara y cabello. - No pasa nada, es agradable tener a alguien que quiera protegerte de verdad - contestó sonriendole - mientras no quieras encerrarme totalmente y sin nada que hacer por mi no habrá problema. No quiero ser un florero.

Estar quieto sin hacer nada era lo que relmente le ahogaba, pero en el hospital siempre tenía algo que hacer. - Ven vamos a andar un poco - cortando el abrazo para tomarle de la mano y tirar de él, entrelazando sus dedos y paseando por la orilla. - Fresquita! - exclamó con una risa casi infantil cuando el agua le rozó los pies.

No quería un florero, para florero tenía los jarrones de algunas habitaciones. Quería un hombre que me diera cariño, alguien que fuera inocente como él. Así que mi vida era eso, él. Mi vida lejos de las batallas, mi momento de gloria, era tumbarme a su lado o simplemente escuchar su risa como en ese momento.

-Me gusta que ayudes.-murmuré acariciando su mano entrelazada con la mía.-No sabes cuánto me gusta que ayudes, porque lo haces bien y eres inteligente... es raro encontrar a alguien que sepa encontrar el orden en el caos.-susurré antes de rozar sus labios con los míos, buscando un beso algo más tierno que lo habitual, quería darle algo nuevo para que pudiera recordar la salida al mar.

El agua estaba fría, pero yo podía sentirla sin tener que comentar nada de la temperatura. Mi cuerpo era distinto al suyo, sentía las inclemencias del tiempo pero las soportaba mejor, y aquel agua fría para mí era casi tibia.

- Incluso el caos debe de tener cierto orden - murmuró sonriendole, recibiendo luego ese beso tierno que le sacó los colores, no estaba acostumbrado a ellos, los besos de Amaury solían ser pasionales, salvajes y dominantes, arrancandole hasta la última partícula de aire y haciendo que sus piernas flaquearan un poco. Pero este era tierno y dulce, alzó la mano libre para acariciarle el rostro ligeramente áspero por esa barbita de tres días ya eterna.

- El agua está algo fría y es invierno pero, quieres bañarte conmigo Ama? - preguntó pegado a él, acariciandole la mejilla mientras le mordisqueaba suave los labios. - Traigo toallas en la mochila que dejé en la moto, sabía que se me antojaría bañarme estando ya aquí - volviendo a besar sus labios, en una corta ráfaga de besos dulces.

Antes de que dijera nada ya se había separado de él con una risa divertida y empezado a desnudarse dejando caer la ropa en la arena seca.

Era una maldita provocación saber que ibamos a estar en pelotas en el agua, ya que de por si estar con él en cualquier sitio desnudo eran tener ganas de sexo. Sin embargo, sabía que él lo hacía por diversión y estar los dos a solas, no porque mi entrepierna se diera un alegrón. Le miraba fijamente mientras se desnudaba, notando la garganta seca por la excitación.

Me saqué la ropa como él, aunque era todo de cuero salvo la camisa de AC/DC que llevaba como emblema. Me fui al agua el primero desnudo como la desgraciada de mi madre me trajo a este infectado mundo. El mar no era como el de hacía décadas, estaba más contaminado, aunque sabía que algunos ángeles intentaban cuidarlo y bueno se agradecía el apoyo pero no era amigo de dar gracias a los que pudieron impedir tanto daño y no fueron capaces. Aún así me llevaba bien con algunos.

-¡Vamos! ¿¡No querías bañarte rubio!?-exclamé esperando que se metiera de una buena vez, dentro quería agarrarlo pegándome contra su cuerpo y darle calor a mi modo.

Amaury acabó con la ropa antes que él, parecía que tenía ya el vicio a quitarse y ponerse la ropa, además de que él que la cremallera de su pantalón decidiera atascarse le dio cierta ventaja.

- Espera trampoco, la idea fue mía - se quejó al verlo ya dentro, al fin se deshizo de lo que quedaba de ropa, se quedó en pie y en bolas unos segundos mirando el agua, ahora le daba por pensar que seguramente el agua estaría helada... así que para no meterse con miedo simplemente se echó a correr zambullendose de golpe en cuanto pudo.

Salió a la superficie de un saltó, echandose el pelo hacia atrás y buscando al castaño con la mirada mientras reía - esta helada! - gritó divertido aún a pesar de ello, nadando la distancia que le separaba de Amaury.

Claro que estaba helada para él, creo que había varios pingüinos saludándonos desde una roca. Era invierno, el mar estaba muy frío y la temperatura podía estar entorno a los 5 grados. Sin embargo, para mí aunque lo sentía no eran como cuchillas las olas.

Atrapé su cuerpo entre mis brazos, cuidándolo de aquel oleaje. Mis labios se pegaron a los suyos buscando el calor de su boca. Mi lengua comenzó a deshacerse en su boca, acariciando sus labios y la suya propia. Mis manos acariciaban lentamente su espalda tibia, aunque estaría más caliente si estuviera lejos de aquel mar frío.

-Te quiero Killian.-susurré cuando me aparté de sus labios.-Me cuesta decirlo.-en realidad era un te amo que quedó suavizado, incluso confesar mis sentimientos era duro para mí. Nunca había experimentado algo así, ni siquiera cuando creí estarlo.

Pasó los brazos por sus hombros al verse rodeado, cerrando los ojos y abandonandose a su beso. Sus besos le encantaban, fueran rápidos o lentos todos conseguían derretirle y este no fue menos, dándole algo de calor en mitad de ese helado mar.

- Ama - murmuró apoyando su frente en la suya, sonrió, esas palabras le habían dado más calor inclusive y se notaba en sus mejillas, rojas de golpe. - Así son más valiosos, los veo como un tesoro por que no los tengo a menudo - dejando suaves besos en sus labios - y yo también te quiero... te amo.

Y volvió a besarle, ahora con ganas, hundiendose en su boca y acariciandole con su lengua mientras enrredaba los dedos en su cabello. Antes de pensarselo si quiera le había rodeado la cadera con las piernas.

Se regaló a mí deseando que se lo hiciera, sólo con comprobar sus piernas rodeándome me decía todo. Pero lo más valioso de esos momentos eran escuchar sus palabras sinceras, nadie me había hablado de forma tan sincera. Podía sentir sus manos acariciándome, el mar azotándome y el aire recorrer mi rostro.

-Rubito.-murmuré antes de mordisquear su labio inferior.-Eres lo mejor que he tenido entre mis manos.-dije justo en el momento que estas se deslizaron por su espalda hasta sus nalgas, apretándolas y separándolas. Masajeaba aquel trasero tan duro y firme.

Mis ojos le miraban de forma intensa, como si fuera mi presa esa noche. Mi miembro comenzó a endurecerse mientras mi voz sonaba en su mente. Comencé a cantar una de mis canciones, esperando que le hicieran abrirse más a mí.

- No has tenido muchas cosas entonces - bromeó riendo un poco, tirandole un poco del pelo y apretando el abrazo de sus piernas por ese masaje. Jadeó bajo cerrando los ojos, su voz se colaba directamente en su cabeza, excitandole sin poder remediarlo, aunque tampoco es que quisiera ponerle remedio.

- Me encanta tu voz - murmuró mordiendole los labios para luego lamerlos, moviendose entre sus brazos - Ama, nunca lo he hecho al aire libre - coloreandose por solo decirlo.

-¿Me lo juras?-dije antes de reír a carcajadas.-Conmigo vas a tener que acostumbrarte, me gusta hacerlo en el mar o en el bosque. La naturaleza nos llama con cantos de sirena.-comenté antes de hundir uno de mis dedos dentro de él.

Sabía que estaba excitándose, podía notar su miembro algo duro rozando mi ombligo. Quería sexo, se lo daría en ese mismo momento. Sin embargo, no era sólo sexo y ambos lo sabíamos, pero no sabía bien si él conocía mi visión de las cosas. Mis ojos seguían mirándole con intensidad provocando mientras con ese dedo que comenzara a sentir lo que haríamos, que no tuviera dudas.

-Mueve tus caderas un poco, así te podrás rozar.-lo decía porque de esa forma, en medio del mar, no podía darle todas las atenciones.

Te lo juro - contestó riendo también, una sonrisa de lado y divertida se quedó en su rostro - no es la llamada de la naturaleza, es que tu eres un pervertido... pero me gusta así que no me quejo - mordisqueandole los labios con un gemido llenandole la boca al sentir ese dedo.

Sus ojos quedaron fijos en los suyos, rodeandole los hombros con la frente apoyada en la contraria. Solo era un dedo pero no sabía ben por que se sentía más excitado que de costumbre, ¿por estar a aire libre quizás?

Comenzó a mover las caderas tal como le dijo, cerrando los ojos con un gemido casi en el acto. - Mi, mi idea era que... dieramos una vuelta y nos relajaramos por la playa... pero bien podemos hacer eso después ¿no?

El baile de sus caderas era lento, sin prisa pero sin pausa, enrredando los dedos en su pelo a su vez y apoderandose de su boca.

Ese movimiento lento de caderas me traía loco. Mi boca engullía la suya evitando que hablara más. Estaba con ganas de hacerle sentir a todos que era mío, mío y solo mío. Era mío, estaba destinado a mí y no a otro. Sin embargo, a la vez, tenía miedo de ver como se moría. Tenía que hablar con él, debía hablar con él, sobre su miedo a la sangre y el futuro que nos esperaba. No iba a permitir que nada ni nadie me lo quitara. Era mi pequeño tesoro rubio, mi ángel a pesar de todo.

Un segundo dedo se hizo presente hundiéndose dentro de él, abriéndose paso en su estrecha entrada. Siempre me parecía la primera vez, siempre parecía dispuesto a sentirme con cariño y esa ternura que no se iba. Su mirada no sólo era lasciva, sino aprecible y cariñosa. Nunca había hecho el amor hasta ese momento, hacía unos meses y que en realidad para mí eran como horas.

-Killian, te amo.-logré decir aquello al fin, el nudo de mi garganta se fue cuando pude murmurarle aquello entre besos tan candentes que parecíamos dos animales, dos malditos enfermos mentales.

Gimió de nuevo mordiendose los labios cuando entró en acción ese segundo dedo, un intento escalofrío le recorrió. - Yo también te amo, a ti y a todo lo que me haces sentir - contestó jadeoso.

Su movimiento se aceleró un poco, pero no demasiado, disfrutando cada roce y cada sensación - mi Ama. - Su respiración ya era más que un jadeo y los leves gemidos provocaban que cortara los besos, una mano le tiraba leve del pelo y la otra le arañaba la cruz de la espalda..

Sus uñas contra mi espalda me provocaban una de esas sensaciones de placer poco comunes, era como si fuera un gatito intentando dejar su huella. Me curaba rápido, aún así el agua salada me daba cierto picor que me excitaba. Cada vez me ponía más duro su expresión, esa boca entreabierta, esas mejillas algo rojas, su cuerpo moviéndose y esas palabras que eran demasiado...

-Eres mío, mío... sólo mío.-decía hundiendo mis dedos en él, notando que yo ya no podía más.-¡Eres mío!-gruñí entrando en su interior, hundiéndolo con un movimiento de mis caderas, las suyas y mis brazos.-Mío... mío... mío.-gruñía mirándole con intensidad, hundiendo mi mirada en la de él.

Siempre había querido algo mío, porque las tontas con las que tenía roces no eran mías... eran de todos. Yo quería algo propio, algo que pudiera cuidar y no romper.

Asentía entre jadeos a sus palabras, no pudiendo decir que si, menos pudo cuando le penetró. Un alto y hondo gemido salió de sus labios ondulando por la playa, echando la cabeza algo hacia atrás y apretando las uñas en sus hombros.

- Tuyo - gimió fijando la vista en la suya, sentía como si le tocara el alma cuando le miraba así. Besó sus labios, lamiendolos luego y comenzando a mover su cadera también - Ama, todo tuyo.

El calor empezaba a apoderarse de su cuerpo dejando atrás el frío que reinaba en el ambiente.

Por unos momentos me lo imaginé con escamas por todo el cuerpo, los ojos de un color más intenso y con un dorado más plateado en algunos mechones de sus cabellos. Parecía una sirena en mi mente, aunque nunca supe como demonios se reproducían. ¿Por huevos? Si era por huevos no sería muy satisfactorio para los tritones, aunque yo era uno por mi poder. La cosa era clara, él parecía un ángel con rasgos de sirena y yo era un puto cabrón con suerte.

-Rubio.-balbuceé entre gruñidos moviéndome con ganas, dándole en su punto de placer. Quería ver como se retorcía, como me miraba con los ojos entornados y deseaba aún más de esos arañazos. Iba a hacer que se viniera rápido, porque yo también quería uno rápido allí... otro en la arena, en las rocas, en el paseo, en la moto... en cualquier lado. Yo esta noche triunfaba como la coca-cola.

Estaba dándole rápido, profundo y fuerte, haciendoe delirar en segundos, aún no comprendía como Amaury conseguía aquello pero bien que lo lograba. Se sentía hervir, caldeandose como si fuera a explotar de un momento a otro, no tenía duda de que ese orgasmo iba a ser de los que le hacían temblar las piernas.

Prueba de ello era que no podía hilar más de dos pensamientos, se limitaba a gemir y arañarle, no sabiendo como contener o expresar todo el placer que sentía. - Ama... joder Ama - ¿con que palabras podía decirle que le estaba matando de placer y se sentía hervir?

Esos gemidos desconectaron mis neuronas, las dejaron sólo para seguir dándole con ganas. Me estaba volviendo loco, sólo con verlo y escucharlo de esa forma, tan libre.

-Más, grita mi nombre... grita mi nombre.-gruñí aferrándome a él con ansiedad, podía romperlo con dos de mis dedos en forma de pinza pero me controlaba y mis abrazos podían ser firmes pero no violentos.-Joder... joder.-balbuceé antes de besarlo sacándole el aliento.

Killian se estaba volviendo lo más importante en mi mundo, así como mi adicción. Necesitaba tenerlo para mí a todas horas, en cualquier momento. Nada más acabar se lo diría, le pediría ser mi criatura.

Se sentía bien sujeto, sintiendo a Amaury en cada centímetro de su piel y un placer intenso recorrerle de cabeza a pies. Y aunque Amaury tenía suficiente fuerza como para partirle en dos, y el ritmo que llevaban podía parecer demasiado, no le estaba haciendo nada de daño.

- Ama - gimió, y no gritó su nombre pero si un - te amo! - que cruzó toda la playa, alto y claro, mientras clavaba las uñas en sus hombros y arqueaba la espalda echando la cabeza hacia atrás. Tensando los músculos apretó el abrazo de sus piernas y terminó entre ambos vientres.

Siempre había escuchado que el tango era como tener sexo, porque se hacían movimientos parecidos a los de dos amantes. Nunca me había detenido ni un minuto en observar a mis parejas, pero él me ponía tanto con sus expresiones y sus contoneos que me fijaba. Gracias a Killian puedo decir que es cierto, pues era como si bailáramos un tango acuático.

-Mío.-balbuceé jadeando entre gruñidos, me faltaba el aire aunque podía pasar sin él. Era un ser grotesco, completamente sacado de un libro de terror si se me miraba con esos ojos incandescentes con ganas de sacar los corazones de ejércitos enteros. Sin embargo, con él era manso y me dejaba guiar por el instinto.-Mío... mío... eres mío rubio.-gruñí penentrándole hasta sentir que quedaba por completo dentro de él, notando como me estrechaba entre sus músculos de su interior, provocando que me corriera.

Me vine soltando un rugido ensordecedor, provocando que mis alas surgieran y mi aspecto mutara. Por primera vez me dejaba llevar por completo con Killian entre mis brazos. Por primera vez había olvidado estar zen... como me había enseñado Atsushi.

Jadeó estremeciendose al notarle terminar en su interior... pero entonces pasó algo raro, notaba su cuerpo ocupar menos de lo que ocupaba antes lo que le obligó a volver a agarrarse para no escurrise. Fue al abrir los ojos que entendió, todo el aspecto de Amaury había cambiado, y así, sinceramente, daba, no miedo, sino terror. Amaury era un krusnik y ese era su verdadero aspecto, el cual no había visto hasta entonces.

Y, aunque a cualquier otro le hubiera faltado playa para seguir corriendo, él desechó el susto que le había pintado la cara y estrechó su abrazo, escondiendo la cara en su cuello con un suspiro aún medio orgásmico. - Mentiroso, dijiste ser un vampiro - murmuró, mordiendole cuando recuperó el aliento.