Through the Bright Lights - Libre

Caminar, era algo basico si querias pasar desapersivido en el mundo terrenal, aun que podia usar sus trucos, a find e cuentas el era uno de los caidos, y padre de aquellos hibridos mitad angel.

Sonreia con calma a cada persona que se le cruzaba, pese a todo, le gustaba parecer una persona cordial y agradable, asi era mas facil para el engatusar a la gente, enrredarlos en su trampa y hacerlos caer con mucho mas facilidad y con mas gusto.

Asi que ahi iba el, sonriente y galante, con el cabello medio despeinado por el viento, andando paso tras paso sin rumbo fijo, simplemente concentrado en atrapar a su siguiente victima, una alma que desee condenarse hasta el fin del tiempo.

Había pasado más de una semana en cama por culpa de unas fiebres, el paseo por el puerto en pleno invierno no era para mí. Sin embargo, aunque mi salud de hierro a veces flaqueaba seguía siendo un inconsciente. Me gustaba descubrir cosas nuevas, si para ello tenía que exponerme lo haría. Mi mundo no se iba a ir a pique por un resfriado fuerte.

Durante aquellos días estuve pasando a mi computadora los minuciosos y cuidados informes que había realizado en papel, siempre conservaba copia en papel y en el disco duro de mi ordenador, así como en un pen. Nunca tenía una sola copia, eran demasiado importantes como para ser olvidados o borrados. Además, tenían una clave secreta que cambiaba cada pocas noches.

Decidí que aquel día no me quedaría en casa, estaba prácticamente curado y con ganas de conocer alguna criatura de la cual llenar la pantalla de mi ordenador, con fotografías y datos puntuales, algunos tal vez bastante escuetos o simples.

Llevaba mi pantalón algo ancho, rasgado, pero de una tela gruesa que evitaba que temblara de frío. Por supuesto, llevaba un calzado cómodo por si tenía que salir corriendo y terminar transformado en algún lugar. Mis cabellos algo largos se movían contra el viento, al igual que mi bufanda de color rojo. La gruesa y enorme sudadera que llevaba también era roja, bajo esta había un jersey negro y una camiseta de tirantas del mismo color que la sudadera. Estaba abrigado, no quería pescar otro resfriado.

Había dejado la moto esta vez en un parking cercano. Tenía un par de puntos de la ciudad para dejar la moto, todo con una tarjeta y permisos especiales cedidos por la organización. Me sentía cómodo, a salvo y sobretodo alerta. Por mucho que me sintiera como en casa, ya que las ciudades siempre me parecieron tener la misma cara, no lo estaba y podía hallar la puerte en cualquier esquina.

música

Iba escuchando música, pero atento a todo. Mis ojos eran como los de un felino, contemplaba el mundo con cautela y me movía con cierta elegancia a pesar de mi ropa. Me gustaba saber donde demonios me metía, pero sin dejar atrás la curiosidad. Tarareaba bajo mientras me detenía en algunos escaparates de comida rápida, tenía hambre pero aún me costaba diferenciar el sabor de cada plato y eso me provocaba no querer arriesgarme y comprar algo.

Acariciaba bajo mi ropa las estrellas ninja que poseía, tal vez solo herían unos segundos a los vampiros, mestizos y otros seres, pero con mi velocidad y mi habilidad podía escapar hacia mi moto. No me importaba después tener que conducir desnudo, para mí el pudor no existía desde que descubrí mi extraño don.

Siguio andando por las calles, observando a los mortales e inmortales de bajo rango, esos que se hacian llamar vampiros, le daban mucha curiosidad esos seres, tan simples, como mortales con la unica diferencia de ser casi inmortales.

Y decia casi, por que ni eran inmunes al ataque de uno de los suyos, un verdadero condenado desde el principio de todo.

Asi iba y continuaba a paso lento, deleitandose del aroma de la comida, que le era gratificante a ese cuerpo corporeo, una de las pocas cosas buenas de los mortales que el disfrutaba, la comida.

Acabé mi recorrido frente a un puesto de perritos. Sabía bien qué era lo que iba a comprar, no como aquellos platos precocinados que dios sabe qué era lo que habían echado. Veía demasiado colorante, picante sintético y sobras de otros días. Aquel perrito, el cual adornaban con salsa picante y ketchup, sí era algo que sabía distinguir entre millones.

-Aquí tienes chico, son cinco pavos.-comentó el dueño del puesto ofreciéndome un refresco y el perrito.

Yo alargué mi mano con el billete de cinco entre mis dedos, el cual tomó, mientras yo acababa con mis manos ocupadas por la lata y el perrito. Di un buen bocado girándome para seguir mi camino, cuando algo en mi instinto me dijo que no todo era lo que parecía. No tenía poderes que me ayudaran a distinguir a seres humanos corrientes de las otras razas, pero lo que llamamos instinto de supervivencia se activó y mis ojos buscaron entre todos ellos a cualquier sospechoso.

Se detuvo a penas en un puesto de comida rapida, compro un perro caliente, al que condimento casi de forma exagerada, comiendolo rapidamente y despues una gaseosa.

Se limpio los labios y pidio mas de aquel extraño y poco sano manjar, mordiendo un poco mas, dejando su tarea a medio terminar cuando sintio una escencia que parecia buscarlo sin saberlo, sonrio y volvio a comer con tranquilidad, aguardando a ser descubierto.

-Bah, ilusiones tuyas Junsu.-dije antes de dar un buen bocado a mi perrito.

Estaba junto a un tipo que parecía disfrutar de condimentar su comida de forma exagerada. Pensé si tenía paladar, si podía sentir los sabores amargos y ácidos que podía darle a la carne. Su gaseosa era de una marca que a mí me gustaba y que el tipejo del puesto me dijo que se había agotado.

-Será cerdo.-chisté sin darme cuenta que había elevado la voz.-Capullo.-murmuré mirando al tendero, aproximándome a él.-¡Oye tú! Me dijiste que ya no había de esa marca.

-Quedaban unas latas, pero no iba a darselas a un mocoso que no sabría dar propina. Un muerto de hambre más, sin duda.-comentó provocando que gruñera como pantera, completamente molesto.

Al notar que varios me habían mirado me calmé y me marché. Siempre pensaban que era un mocoso, ya era un hombre adulto y si daba propina o no era imposible saberlo con sólo decir "póngame un perrito"

Sonrio divertido, terminando de comer, tomo su bebida y pidio otra, arrojandole el pago al tendero, mas de lo que debia pagar, por lo que el sugeto avaricioso no reclamo, simplemente se asombro por la cantidad de billetes que se le habian sido lanzados a su pecho.

-Uno mas al caldero.-dijo y se fue detras del chico, no un mortal cualquiera, un chico con ese talento de transformarse en animal.-Gustas una soda?


Pregunto, al alcanzarle, caminando al mismo ritmo del metamorfo, estirandole la lata.

Estaba por volverme pantera y arañarle el rostro hasta que no quedara más que su podrido esqueleto. Me molestaba que no me tomaran con seriedad por mis rasgos aniñados. No era un maldito mocoso, era un hombre adulto que simplemente buscaba algo para echar el maldito perrito. Odiaba el refresco que había adquirido, el único según ese mal bicho.

-No hace falta.-dije cuando noté que alguien me ofrecía de su bebida, cuando me giré y lo vi sonreí para agradecerle el gesto.-En serio, no pasa nada. Pero ese imbécil me las pagará si me lo vuelvo a cruzar.-dije aquello antes de dar otra mordida a mi perrito.-¿Echas siempre tanto condimento a la comida? Te ganarás una úlcera un día.-murmuré notando cada vez más cerca el peligro.

No tenía capacidad para averiguar qué era cada ser, pero mi instinto me dictaba que me alejara de aquel lugar porque algo o alguien poderoso estaba rondando, y no era para bien.

-Aunque si no te importa ¿me la cambias?-pregunté mostrándole la mía, de naranja.

-Claro.-contesto, entregandole la lata y tomando la otra, abriendola y bebio en contenido, hasta dejar a la mitad.- Y bueno, realmente no me preocupa enfermarme de algo.

Dijo expandiendo su enorme sonrisa, ese gesto afable que utilizaba como una especie de arma y ganarse asi la confianza de sus victimas.

-Tu sin embargo si te ganaras alguna enfermedad, si sigues enojandote por cosas tan triviales como esas.-indico- No es que te critique, solo es un consejo.

-Tengo treinta años y aparento muchos menos, todos me toman como si fuera un idiota quinceañero esperando que le crean.-comenté antes de abrir la lata que me había ofrecido.

Di un buen sorbo intentando tantear quién podía ser, por mucho que me alejaba esa sensación me perseguía. Me giré hacia él mirándolo de forma desconfiada. Paré mis pasos quedando cara a cara con él, dando un buen sorbo a mi bebida y terminando mi perrito.

-Eres un ángel caído, demonio o algo así ¿Verdad?-esa sensación de mi instinto me gritaba correr, pero por algún motivo sólo ensanché la mejor de mis sonrisas.

Había estado en esa situación más de una vez, frente a demonios poderosos y ángeles caídos. En varias me habían atacado, pero en otras pude sacar algunos testimonios de como veían el mundo. Era interesante su punto de vista. Si era lo que pensaba tal vez me podía sacar algo bueno de todo aquello.

Levanto los hombros, restandole importaria a aquella pregunta, antes de contestar.

-Ángel Caido, antes fui lider de los Grigory y ahora soy padre de los nephilim.-indico, sonriendo correspondiendo a la sonrisa de aquel joven.-Y tu eres un metamorfo, uno mas de los errores del creador.

Comento, sin mas, sin afan de insultar y sin importarle si lo hacia.

-No soy un error.-gruñí de mala gana.-Soy un humano como todos los que Dios creó, no sabes lo mal que se pasa cuando todos te señalan como acabas de hacer. Ah, sí... deberías.-dije mirándolo fijamente.-Por un error te dan la patada y no puedes regresar, todos te señalan, los que eran tus hermanos te dan la espalda y acabas sintiéndote solo. Sobre todo si tienes un carácter algo fuerte, o demasiado irónico, pues acaban dándote la espalda incluso los que deben comprenderte.-fruncí el ceño y arrugué la nariz mostrando ciertos rasgos de felino, quizás de gato a punto de arañar.-Ya no la quiero, gracias.-dije tendiéndole la lata.

Me dolía que me tacharan de engendro, que me alejaran y me señalaran. Yo no era un engendro. Era un humano más, quería serlo, y me dolía que todos pensaran que debía de dar gracias si no me vomitaban todo lo que pensaban. Mis ojos estaban llenos de dolor, ira, desesperación y amargura. Eran unos ojos que podían mostrar más de lo que mis palabras ya habían expresado. Estaba solo en el mundo, incluso los que eran como yo me daban la espalda por tener la esperanza de algún día dejar de ser como era.

Rodo los ojos al ver la reaccion del metamorfo, saco un cigarro y lo encendio, tomando la lata que le daba el joven, desapareciendola.

-Realmente todos los que hemos caido, al menos que yo sepa, caimos por propia desicion, nadie nos obligo a nada, nadie me obligo a cometer el pecado de la lujuria con una humana, a diferencia de los errores del Creador, ustedes no tuvieron mas opcion, fueron errores que el cometio y en caso de los seres como tu, tu no elegiste ser lo que eres, o si?

Pregunto de forma casual, dejando escapar el humo del cigarro de sus labios, sin dejar de mirar al sujeto en cuestion.

-Si tú elegiste cometer el pecado, quizás tú también seas un error. Dudo que Dios haga a sus ángeles para que caigan.-respondí intentando serenarme.-Me juzgas porque soy un humano con características de animal, tal vez soy mucho mejor que los humanos comunes. Soy la propia naturaleza.-comenté antes de girarme por completo hacia él.-Todos me tachan como un error, pero quizás ellos son el error. Son distintos puntos de vista.

Deseé largarme de allí, pero mi curiosidad me lo impedía. Maldije tener a dos felinos rugiendo mi interior, sólo mi lado de lobo era el sensato. El resto, el resto eran dos gatos, uno de gran tamaño, que rugían por saber qué se traía aquel ángel caído entre manos. ¿Qué podría ser? Tenía que sacar partido de la situación.

-Tu lo has dicho... Elegí, las casualidades no existen, Junsu-comento e inclino el rostro ligeramente medio sonriendo de forma afable.-Cuando uno tiene conciencia, puede elejir, tenemos razonamiento, el creador les dio a ustedes los humanos la capacidad de razonar, algo que los animales no, y aun asi, creo que esos seres son mucho mas inteligentes que ciertos humanos.

Dijo y tiro el cigarro a la mitad, andando de forma tranquila, esperando algo, alguna pregunta o reclamo de parte del metamorfo.

-Acabas de llamarme error y por otro lado me has dado cierta superioridad ante el resto de humanos comunes.-dije mirándolo fijamente aún intentando comprender porque todo el mundo nos llamaba errores, me molestaba que todos creyeran ser superiores a nosotros y jamás nos dieran una oportunidad.

Durante muchos años había estado viviendo en un poblado donde la mayoría eran como yo, había algún licántropo y varios humanos. Ese lugar era apartado, aunque no demasiado, y un día decidí internarme en la ciudad. En ella encontré a muchos como él, con su mismo pensamiento, y desde entonces detesté los aires de superioridad que se daban algunos. Yo me sentía inferior, pero no por mi condición, sino por mi fragilidad. No podía hacer demasiado junto a un demonio poderoso.

-Más si eres un felino.-añadí algo molesto sintiendo que mis ojos habían cambiado a los de una pantera.-Y sobre lo racional ¿crees que el mundo es racional? Si todos fueran racionales no habría guerras, ni hambre, ni miseria y tampoco estaríamos atestados de tanta tecnología que nos provoca cáncer, estres y miles de enfermedades que también curan otras tecnologías que también usamos para destruirnos los unos a los otros.

-Ves-dijo e hizo un ademan de despreocupacion con su mano derecha, torciendo los labios en un amago de sonrisa, franca.- A eso me refiero a que son imperfectos, les dieron la capasidad de razonar y no razonan, ustedes mismos estan contaminando el lugar que el creador les regalo.

Sonrio ligeramente apareciendo en su mano una lata de té verde helado.

-No me conoces.-dije mirándolo con aquellos ojos de gato, los cuales tuve que cerrar para tranquilizarme. Estaba por atacarlo a pesar que era mucho más fuerte que yo, acabaría reducido y muerto.-Es inútil demostrarte que yo no soy un error, sino que el error es otro bien distinto.

Los errores los cometíamos todos, no éramos los únicos irracionales. Los ángeles como él también lo eran, igual que los que seguían las órdenes de Dios. Todos lo éramos. Dejábamos la mente desconectada por unos instantes, nos desplazábamos en el tanque de la tontería y acabábamos hundidos. Pero siempre había momentos en los cuales lo teníamos todo y éramos todo.

-Hay momentos racionales y momentos irracionales, tener miedo a veces es irracional y otras es lo más sensato.