Kiss me undead

-Tengo que ir a mi tienda y preparar un álbum.-dije terminando de colocar mi cinturón para verle fijamente.-Hace unas noches tuve un pequeño pase fotográfico de varios chicos y chicas.-comenté con una leve sonrisa.-Estoy volviendo a diseñar no sólo para los que conocen mi tienda, también en gran escala. Quiero vender en otros países, que alguien me ayude a montar una fábrica y comenzar a llevar mis diseños a todo el mundo.-me acerqué a él quedando a pocos centímetros mientras acariciaba su torso.-Si quieres puedes acompañarme, no es algo que te pida o que debas hacer por obligación.

Besé sus labios en un escueto roce, no quería más. Me sentía bien con él, pero no quería obligarle a nada. Además, no estaba en mi mejor momento. Tenía que pensar en algo bonito para Román, en Junio era su cumpleaños y pocas veces lograba conseguir algo que a él le agradara. Sabía que odiaba el sentimiento de haber sobrevivido y que sus hermanos no. No era el único que sufría.

-No, no quiero que me ayude nadie conocido. Quiero que algún fabricante vea mi idea y le guste, detestaría saber que tras esa persona está mi padre o alguien que quiera ayudar. No, yo quiero hacerlo solo.-dije terminando de acomodar mi ropa.-Dio intentó hacer algo así, terminó arañado y con un ojo morado. No quiero que nadie se meta en esos asuntos, es algo que yo quiero hacer y nada más yo puedo conseguir algo que sea interesante, satisfactorio, elegante y por supuesto bonito. Quiero que mi negocio quede bonito, agradable a la vista, y sin ser demasiado vulgar.

Yo quería ser como uno de esos diseñadores para los que caminé por las tablas, ropa que se pudiera llevar y no sólo lucir en las pasarelas. Una ropa no muy cara, pero tampoco demasiado barata porque sería costosa por las telas que usaría. Algo parecido a lo que eran las tiendas de moda habituales en los últimos años del 2000.

-¿Conoces lo que era Zara? Quiero algo así pero con buena tela, esa tela era un asco. No sé como la gente compraba allí.-entonces pensé.-Sí sé, ropa barata y bonita... pero yo quiero algo asequible, bonito, elegante y quizás algo divertida. Mi línea juvenil e infantil lo será.-iba diciendo eso por el pasillo mientras íbamos hacia el ascensor.-Deseo algo que sea único... que nadie más lo ofrezca.

-Quiero conseguir que todo el mundo olvide un poco la guerra, es una tontería estar en broncas unos con otros. No se consigue nada... aunque mira yo apoyo a los Bloody y a los Thorns porque sé que tienen buenas intenciones. Pero el resto, el resto no los veo así.-dije suspirando pesado entrando en el ascensor.-No veo a nadie querer arreglar nada, ni restablecer la vida... sólo buscan codicia. Seguro que tu negocio va de lujo con la muerte, pero para el resto todo es deprimente.

Me dolía ver a niños hambrientos, mujeres que perdían a sus bebés, hombres que se veían mutilados, ancianos que a duras penas llegaban a los setenta y lo hacían porque estaban cobijados por organizaciones... pero la mayoría no llegaba a los cincuenta. Todo se desplomaba. El mundo entero apestaba a pescado podrido.

Acepté sus besos y caricias dejándome acorralar. No quería que se fuera de mi lado, pero no me encontraba con ganas de todo aquello. Necesitaba compañía aunque fuera de la propia muerte. Cualquiera pensaría que estaba siendo estúpido, pero era normal que algo así no se pudiera aceptar como si nada. No podía aceptar que se cumplieran siglos y siglos de la muerte de mi pareja.

-Vamos, necesito despejarme.-fue lo único que dije dejándome abrazar, caminando como si nada hasta la puerta. No quería quedarme estancado en el pasado, debía seguir caminando por el mundo aunque fuera como un zombie.

-Sí, pero no ahora.-dije parándome frente a un escaparate.

Era una tienda que siempre me recordaba a Román cuando pasaba. Estaba llena de libros. Mi hijo amaba la literatura aún más que yo, su abuelo o cualquiera de la familia. Pensé en comprarle algún libro para que lo pudiera compartir con su amigo bibliotecario, bueno no era ese su trabajo aunque lo parecía.

-¿Crees que debería comprarle ese libro?-comenté señalando uno bastante antiguo.

Ya no hacían libros como antes. Los de papel era para aquellos que teníamos añoranza, lo demás era por esos dispositivos de libros electronicos.

-Espera.-dije entrando en la tienda para comprar el libro.

Era poesía, las poesías más importantes de los últimos 5 siglos. Un libro grueso que pesaba bastante. Tenía 500 folios, por cada año una poesía junto a una imagen, dibujo o simplemente recortes de revista. La pasta estaba envejecida a posta.

-Dios...-susurré.-Pesa y eso que no me importa porque soy vampiro.-comenté saliendo con una sonrisa.

Me había costado cincuenta euros, pero no me importaba. Valía su peso de forma literal.

-¿Qué nuestro?-dije sin comprender su pregunta.-Sólo hemos tenido sexo una vez, dudo que vaya yo contándole a todos con quien me meto en la cama.-comenté abrazándome bien al libro.-Además, Levi no es de cotilleos y D mucho menos. No tengo amigos que pueda contarle mis grandes o pequeños escarceos.

No comprendía porque tanta territorialidad. Yo no le pertencía. Podía estar a su lado, ser su amigo, tener sexo... pero no sentía que le perteneciera porque mi corazón era de Dio y por lo tanto era al único que le daría mi alma una vez muerto, por supuesto... para fundirla con la suya y vivir en la eternidad de la muerte. No era por otra cosa. Daba igual si quedábamos en el cielo o en el infierno.

Decidí alzarme para volar hasta donde estaba. No sabía volar muy bien, pero debido a mi alimento de algunos demonios, tragos que había dado a vampiros viejos y ángeles, me hacía ser bastante más avanzado en habilidades que un vampiro común.

Quedé a su lado observando como preparaban la comida. La comida era lo único que echaba de menos como vampiro. Comía poco, siempre verduras y cosas sanas, pero los pequeños pasteles que alguna vez probé en mi pequeña estancia en París era lo que más echaba de menos. También las tortillas de patata con algo de salsa picante, me encantaban.

-Yo puedo cocinarte algo cuando tengas hambre.-dije mirando como preparaban todo para tenderselo.

Eché a caminar tras él pensativo.

-Realmente no me importa cocinar para ti, lo solía hacer para Román y cuando viene Levi a casa también le cocino. Sabe hacer trucos como hacer aparecer comida, pero me da que prefiere algo casero.-trataba a Leviathan como si fuera un niño, no sabía bien como le iría con ese zoquete pero esperaba que no demasiado mal.-Para mi Levi es como un hijo, en realidad siento que tengo dos y no uno. Así que no me importa hacer comida para uno más, antes me gustaba cocinar... cuando estaba vivo.

Durante varios años me plantee estudiar cocina, pero tenía un gran problema alimenticio. Comía, sí... pero luego lo vomitaba. De no haber sido por Lestat hubiera acabado muerto por culpa de la bulimia.

-No sé que te hace tanta gracia, he cuidado a ese demonio después de su parto y he ayudado a enseñarle el mundo mortal. Estaba siempre mirando, pero jamás experimentando. Ahora experimenta, vive, comparte y que sea cruel con otros no quita que conmigo sea bueno. No es tan malo como lo pintan, sólo es caprichoso y a mi no me importa darle caprichos.-en realidad, me gustaba cumplir sus caprichos. Me gustaba regalarle ropa, acariciar sus cabellos, cuidar a su bebé mientras él meditaba o simplemente quedarme a su lado abrazándolo para calmarlo un poco.-Detesto a su amante, me gustaría que se fuera a tomar por culo.

-Yo te preparo lo que quieras.-dije abrazándome de nuevo al libro.-Siempre que sea sano.-sonreí antes de seguir mirando los escaparates, todo me llamaba la atención.

-Sí.-dije antes de parar de nuevo frente a una tienda.

Me gustaba como tenían puesto el escaparate, tenía cierto toque de fantasía, glamour y mucho encanto. Se podía ver bien las prendas más importantes, sin esos horribles precios, y cierta luz que provocaba que la tela luciera mucho más bonita que de costumbre.

Me quedé allí parado, mirando. Coloqué una de mis manos sobre el cristal y sonreí imaginando el mío así. Iba a cambiar cosas de la tienda y ya tenía pensadas cosas para ella, pero ahora tenía otra idea a la que añadirse al gran listado.

-Vamos Lucas.-dije girándome hacia él para tomarlo de la mano sin pensarlo.-Tenemos que ir a mi tienda.

Cuando me di cuenta de mi mano me solté. No quería ser incómodo, además eso era de parejas y no de ¿qué éramos? ni siquiera sabía si éramos amigos. Apreté el paso abrazándome con los brazos cruzados sobre mi torso. Mis ojos buscaban las calles que tan bien conocía, los locales de moda y las tiendas más exclusivas no estaban en esa zona, pero me gustaba Sunset, era un buen lugar para tener locales.

-Vamos.-dije intentando mantenerme sereno, pero eso fue extraño y no quería que se repitiera. Yo no me esclavizaba a sentimientos de amistad si iba a tener sexo con esa persona, luego venían los problemas y los reproches... normalmente por mi parte.

Escuchar mi idioma natal, bueno el de mi padre y luego el de mi antepasado, el cual era mi padre en las Tinieblas, me dejó un poco traspuesto. Me quedé callado intentando analizar todo lo que había pasado. No sólo me dijo que me adoraba, sino que un coche estuvo a punto de acabar con mi vida como bien quería y él lo había evitado.

-Je t'adore.-susurré.-J'aime être avec toi.-añadí acariciando su rostro con una de mis manos, lo hice con una leve sonrisa. Me hacía sonreír saber que al menos le importaba. Aunque no sabía hasta que punto ni si lograría ser feliz a su lado, pero era lo único que tenía junto a Román y la tienda.-Vamos, quiero ir a mi tienda.-dije tras dejar un leve beso en su mejilla.

-Me gusta pasear.-dije con una pequeña sonrisa antes de morder su cuello.-Me gusta pasear.-añadí de nuevo caminando con él, esta vez tomándolo de la mano pero a conciencia.

No sabía cuanto duraría aquello, pero lo que durara sería para disfrutar y dejarme llevar. Disfrutaría de ese momento, como de los pocos que vinieran, y si terminaba dejándome por otro como hizo Amaury no dolería. Sólo quería dejar que él me quisiera a su modo, aunque fuera un capricho pasajero. Prefería eso a no tener nada, aunque sabía que mis celos aparecerían y mi frustración me haría llorar cada noche. Pero no importaba, al menos sería minimamente feliz cuando él estuviera presente.