Honoo no maseki ( Kang Ha Neul )

Fruncí pensativa el ceño mientras le escuchaba hablar. Sí, una pastelería sería perfecto. Quizá pudiera mover un poco los hilos de mis conocidos. No es que tuviera una gran influencia, pero de moverme más o menos por los mismos lugares terminaba conociendo gente. Y de todas formas siempre se podía hacer una cosa. Le miré entonces pensativa, porque quizá pudiera pensar que lo que iba a decir a continuación lo decía porque tenía pena o a saber. Sabía que había seres con tanto orgullo que aceptar una mano tendida no lo hacían, sino que la mordían con rabia.

—Miraré a ver si encuentro algo. Cerca del puerto hay una pastelería donde a veces voy a desayunar porque me encanta la tarta de manzana que hacen allí.— le comenté, con una sonrisa y después me lancé a hacerle la siguiente proposición. —Si quieres, mientras encuentras algo, podrías ayudarme con mi tienda… no es que se adapte demasiado a tus gustos, tampoco es que te pudiera pagar mucho, pero es mejor que estar sin ingresos ¿no?

Y quizá, de esa manera, pudiera yo tener un poquito más de tiempo para otras cosas. No sabía hasta qué punto le interesaban los mismos temas que a mí, ni siquiera si sabía sobre ellos. Tampoco sabía si aquello era una buena idea, pero últimamente me estaba lanzando demasiado en esos temas, como si de repente necesitara romper con mis costumbres de aislamiento. Sonreí ante sus palabras, asintiendo varias veces.

—A mí me gusta cocinar, me relaja y además como bien dices da un gusto más casero.— me estiré brevemente hasta que al final me puse de pie delante de él. —¿Cómo estás? ¿has descansado? Si quieres podemos seguir andando .

Yoo Rin me había dicho, hacía demasiado tiempo, que me lanzaba a ayudar sin pensar. Era algo que hacía de forma automática cuando tenía “una buena corazonada” con alguien y eso me había sucedido con Amidas. Era como si ese viejo sentimiento de protección se hubiera activado cuando le vi agachado y tembloroso al inicio de la noche, y quisiera intentar por todos los medios que pudiera seguir la vida lo mejor posible. Para algunas personas mi forma de ver las cosas estaba anticuada o, directamente, era inviable. Para mí, sin embargo, era una forma de vida. Antropológicamente se consideraba que cuando una persona hacía un regalo, por la teoría del don, la otra persona tenía que responder con algo de igual valor. Lo cierto es que en mi caso aunque pudiera parecer demasiado fantasioso, me conformaba con que se encontrara bien y que quizá en el futuro si él encontraba a alguien que lo necesitara, también pudiera dar el paso para ayudarlo.

Oh, sí, en ocasiones podían creer que vivía en algún tipo de Cuento de Hadas, pero sabía demasiado bien que el final verdadero no era el que nos había intentado vender Disney, sino que era muy diferente.

— Es una tienda esotérica.— respondí mientras le miraba, con gesto un poquito más serio. — Fundamentalmente vendo libros, pero estaría yo contigo… salvo quizá en alguna ocasión que tuviera que estar en la trastienda atendiendo a algunos asuntos.— le hice un gesto entonces con la mano cuando se incorporó para que comenzáramos a andar de nuevo para salir del solar. — No te dejaría solo.

No porque no me fiera de él, sino porque entendía que quizá no estuviera acostumbrado a una tienda de esas características y además era algo para que saliera del paso antes de encontrar algo que realmente le gustara. A veces me preguntaba por qué me había decidido por una tienda así, cuando podría haber hecho cualquier otra cosa… quizá porque en el fondo era una ironía que una verdadera bruja regentara un lugar donde la mitad de las veces los clientes, que muchas veces no tenían ningún conocimiento en especial, se creían superiores. O, simplemente, que necesitaba cambiar de aires.

Aquellos momentos caminando en compañía eran pequeñas joyas que las personas acostumbradas a estar rodeadas en todo momento de gente no entenderían. El hecho de sentirse cómoda con alguien, de no estar eternamente en tensión y en alerta, era algo que pocas veces se conseguía, pero cuando se hacía, había que aprovecharlo. De esa manera, el estar hablando con Amidas de aquella manera, extenderle la mano como claro gesto de ayuda, y que él aceptara provocó una suave sonrisa en mis labios mientras asentía por un momento.

—No me las des hasta que no veas la tienda y el trabajo…— comenté, bromeando porque a fin de cuentas no se diferenciaba mucho de otro tipo de establecimientos. —De todas formas, veré a ver si hay suerte donde te dije ¿vale?

Entendía que le gustara más estar trabajando en algo que le gustara. Encajaba con él que trabajara entre dulces. No le conocía tampoco mucho, pero aquellos minutos habían conseguido hacerme una imagen mental que dudaba que fuera a modificarse con el paso del tiempo. Había una dulzura clara en sus palabras y en sus gestos, en la forma en la que tenía de moverse y de hablar. Era una persona como pocas quedaban aún, de esas que todavía se mantenían en sus valores y no dejaban que las sombras se deslizaran por su interior. Podía equivocarme, por supuesto, pero Amidas era demasiado bueno en un mundo donde serlo podía significar un final catastrófico.

—No soy demasiado dada a relacionarme con el resto de los seres, pero lo cierto es que últimamente he tenido suerte en cuanto a cruzarme con gente agradable.— le sonreí para indicarle que parte de esa suerte la había tenido aquella noche. Me mordisqueé brevemente el labio inferior, habíamos salido ya del solar y caminábamos por las calles en dirección a la salida de los Barrios Bajos. —¿Vives muy lejos? Yo tengo que ir hasta Sunset.

A pesar del lugar en el que estábamos, a pesar de que una vez que salimos de aquel pequeño Paraíso nos golpeó de nuevo el ruido, las luces y la polución de la ciudad, me sentía bien. Mis pasos silenciosos se acomodaron a los de Amidas una vez que salimos fuera de aquel lugar y comenzamos a andar por las calles de la ciudad. De forma disimulada, asegurándome de que no movía fuerzas que no debía mover y que, en cierta manera, no se iba a sentir incómodo, creé a nuestro alrededor un pequeño escudo protector de energía que se amoldaba a nosotros y mutaba según íbamos caminando. No haría mucho, pero si por casualidad intentaban hacernos algo en el campo no físico, tendríamos un aviso antes de que fuera a peor.

Durante unos segundos, mientras duraba lo que estaba haciendo, me mantuve silenciosa y simplemente escuchando todas y cada una de las palabras que me decía. Dejé escapar un pequeño suspiro de alivio metiendo al final las manos en los bolsillos de la cazadora mientras andaba a su lado mirando hacia el frente. Suponía que haríamos una extraña pareja por aquellas calles y que seríamos fácilmente identificados como presas fáciles por cualquier ser que buscara una noche divertida a costa de dos pobres incautos.

Por mucho que pudieran llevarse una sorpresa.

— Suelen juzgar demasiado por lo que ven a simple vista y no se paran a ahondar un poquito más.—comenté mientras fruncía brevemente el ceño. Podía imaginar que no lo había tenido nada fácil, podía recordar con facilidad que le había conocido corriendo delante de unos demonios. O, mejor dicho, descansando de esa persecución. — En cierta manera es mejor así, uno puede filtrar mejor las personas que valen realmente la pena y dejar fuera a aquellas que no.— mi tono se había vuelto quizá más frío de lo que acostumbraba, pero aquellas cosas eran algo que me molestaba. — Siempre hay buena gente entre la basura… aunque es bastante difícil darse cuenta de ello en ocasiones.

Le dediqué una pequeña sonrisa mientras seguíamos andando. La música se escuchó con fuerza cuando una de las puertas de uno de los bares de la zona se abrió, una música electrónica que me provocaba dolor de cabeza y que no terminaba de entender del todo. Eso hizo que dejara escapar un pequeño bufido.